La viejita compraba comida para su gato y perro en el MERCAL, pero la cajera le exigía pruebas de que tenía las mascotas ya que algunos ancianos comían la comida. La viejita trajo primero a su gato y luego a su perro para mostrarles. Al día siguiente, le pidió a la cajera meter el dedo en una caja, diciendo que no había nada peligroso, y cuando la cajera olió que era mierda, la viejita le pidió papel higiénico.