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La vaca estudiosa                       La bruja

Mª Elena Walsh                          Mª Elena Walsh




Había una vez una vaca
                                               La bruja, la bruja
en la Quebrada de Humahuaca.                   se quedó encerrada
Como era muy vieja,                            en una burbuja.
muy vieja, estaba sorda de una oreja.          La bruja, la boba
Y a pesar de que ya era abuela                 con escoba y todo

un día quiso ir a la escuela.                  con todo y escoba.
                                               Está prisionera
Se puso unos zapatos rojos,
                                               chillando y pateando
guantes de tul y un par de anteojos.
                                               de mala manera.
La vio la maestra asustada
                                               Tiene un solo diente
y dijo: - Estas equivocada.
                                               orejas de burro
Y la vaca le respondió:                        y un rulo en la frente.
¿Por qué no puedo estudiar yo?                 Que llore, que gruña
La vaca, vestida de blanco,                    que pique su cárcel
se acomodó en el primer banco.                 con diente y con uña.

Los chicos tirábamos tiza                      Que salte, que ruede
                                               que busque la puerta
y nos moríamos de risa.
                                               que salga si puede.
La gente se fue muy curiosa
                                               ¡Se quedó la bruja
a ver a la vaca estudiosa.
                                               presa para siempre
La gente llegaba en camiones,
                                               en una burbuja!
en bicicletas y en aviones.
Y como el bochinche aumentaba
en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos
se convirtieron en borricos.
Y en ese lugar de Humahuacala
única sabia fue la vaca.
Canción del Estornudo
   (Maria Elena Walsh)




    En la guerra le caía                  Atchís.
 mucha nieve en la nariz,       Cuando el Rey abrió la carta
 y Mambrú se entristecía.          la miró bien al trasluz,
          Atchís.                y se contagió en seguida.
Como estaba tan resfriado                 Atchús.
   disparaba su arcabuz        “¡Que suspendan esta guerra!”
   y salían estornudos.           ordenaba el rey Pepín.
         Atchús.                  Y la Reina interrumpía:
 Los soldados se sentaron                 Atchís.
  a la sombra de un fusil       Se pusieron muy contentos
   a jugar a las barajas.        los soldados de Mambrú,
          Atchís.                 y también los enemigos.
Mientras hasta la farmacia                Atchús.
 galopando iba Mambrú,         A encontrarse con su esposa
 y el caballo estornudaba.      don Mambrú volvió a París.
         Atchús.                 Le dio un beso y ella dijo:
 Le pusieron cataplasma                   Atchís.
   de lechuga y aserrín,         Es mejor la paz resfriada
y el termómetro en la oreja.      que la guerra con salud.
          Atchís.                Los dos bailan la gavota.
 Se volcó en el uniforme                  Atchús.
   el jarabe de orozuz,
 cuando el boticario dijo:
         Atchús.
 Le escribió muy afligido
  una carta al rey Pepín,
 con las últimas noticias.
VOY A CONTAR UN CUENTO
Mª Elena Walsh
EL REINO DEL REVÉS
Mª Elena Walsh
EL PAÍS DEL NOMEACUERDO
Mª Elena Walsh
LA CENICIENTA                                   tomándola en sus brazos varoniles
 Roal Dahl                                      y ella se le abrazó con tal vigor
                                                que allí perdió su Alteza su valor,
                                                y mientras la miró no fue posible
                                                que le dijera cosa inteligible.
"¡Si ya nos la sabemos de memoria!",
                                                Al dar las doce Ceny pensó: "Nena,
diréis. Y, sin embargo, de esta historia
tenéis una versión falsificada,                 como no corras la hemos hecho buena",
                                                y el Príncipe gritó: "¡No me abandones!",
rosada, tonta, cursi, azucarada,
                                                mientras se le agarraba a los riñones,
que alguien con la mollera un poco rancia
                                                y ella tirando y él hecho un pelmazo
consideró mejor para la infancia...
                                                hasta que el traje se hizo mil pedazos.

El lío se organiza en el momento                La pobre se escapó medio en camisa,
                                                pero perdió un zapato con la prisa.
en que las Hermanastras de este cuento
                                                el Príncipe, embobado, lo tomó
se marchan a Palacio y la pequeña
                                                y ante la Corte entera declaró:
se queda en la bodega a partir leña.
                                                "¡La dueña del pie que entre en el zapato
Allí, entre los ratones llora y grita,
golpea la pared, se desgañita:                  será mi dulce esposa, o yo me mato!".
                                                Después, como era un poco despistado,
"¡Quiero salir de aquí! ¡Malditas brujas!
                                                dejó en una bandeja el chanclo amado.
¡¡Os arrancaré el moño por granujas!!".
                                                Una Hermanastra dijo: "¡Ésta es la mía!",
Y así hasta que por fin asoma el Hada
                                                y, en vista de que nadie la veía,
por el encierro en el que está su ahijada.
"¿Qué puedo hacer por ti, Ceny querida?         pescó el zapato, lo tiró al retrete
                                                y lo escamoteó en un periquete.
¿Por qué gritas así? ¿Tan mala vida
                                                En su lugar, disimuladamente,
te dan esas lechuzas?". "¡Frita estoy
                                                dejó su zapatilla maloliente.
porque ellas van al baile y yo no voy!".
La chica patalea furibunda:
"¡Pues yo también iré a esa fiesta inmunda!     En cuanto salió el Sol, salió su Alteza
                                                por la ciudad con toda ligereza
¡Quiero un traje de noche, un paje, un coche,
                                                en busca de la dueña de la prenda.
zapatos de charol, sortija, broche,
                                                De casa en casa fue, de tienda en tienda,
pendientes de coral, pantys de seda
                                                e hicieron cola muchas damiselas
y aromas de París para que pueda
enamorar al Príncipe en seguida                 sin resultado. Aquella vil chinela,
                                                incómoda, pestífera y chotuna,
con mi belleza fina y distinguida!".
                                                no le sentaba bien a dama alguna.
Y dicho y hecho, al punto Cenicienta,
                                                Así hasta que fue el turno de la casa
en menos tiempo del que aquí se cuenta,
                                                de Cenicienta... "¡Pasa, Alteza, pasa!",
se personó en Palacio, en plena disco,
dejando a sus rivales hechas cisco.             dijeron las perversas Hermanastras
                                                y, tras guiñar un ojo a la Madrastra,
                                                se puso la de más cara de cerdo
Con Ceny bailó el Príncipe rocks miles
                                                su propia zapatilla en el pie izquierdo.
El Príncipe dio un grito, horrorizado,          un compañero honrado y buena gente.
pero ella gritó más: "¡Ha entrado! ¡Ha          ¿Podrás encontrar uno para mí,
entrado!                                        Madrina amada? Yo lo quiero así...".
¡Seré tu dulce esposa!". "¡Un cuerno frito!".
"¡Has dado tu palabra. Principito,              Y en menos tiempo del que aquí se cuenta
precioso mío!". "¿Sí? -rugió su Alteza.         se descubrió de pronto Cenicienta
--¡Ordeno que le corten la cabeza!".            a salvo de su Príncipe y casada
Se la cortaron de un único tajo                 con un señor que hacía mermelada.
y el Príncipe se dijo: "Buen trabajo.           Y, como fueron ambos muy felices,
Así no está tan fea". De inmediato              nos dieron con el tarro en las narices.
gritó la otra Hermanastra: "¡Mi zapato!
¡Dejad que me lo pruebe!". "¡Prueba esto!",                                 
bramó su Alteza Real con muy mal gesto              en "Cuentos en verso para niños perversos"
y, echando mano de su real espada,                                              Ed. Alfaguara
la descocó de una estocada;
cayó la cabezota en la moqueta,
dio un par de botes y se quedó
quieta...


En la cocina Cenicienta estaba
quitándoles las vainas a unas habas
cuando escuchó los botes, -pam, pam, pam-
del coco de su hermana en el zaguán,
así que se asomó desde la puerta
y preguntó: "¿Tan pronto y ya despierta?".
El Príncipe dio un salto: "¡Otro melón!",
y a Ceny le dio un vuelco el corazón.
"¡Caray! -pensó-. ¡Qué bárbara es su alteza!
con ese yo me juego la cabeza...
¡Pero si está completamente loco!".
Y cuando gritó el Príncipe: "¡Ese coco!
¡Cortádselo ahora mismo!", en la cocina
brilló la vara del Hada Madrina.
"¡Pídeme lo que quieras, Cenicienta,
que tus deseos corren de mi cuenta!".
"¡Hada Madrina, -suplicó la ahijada-,
no quiero ya ni príncipes ni nada
que pueda parecérseles! Ya he sido
Princesa por un día. Ahora te pido
quizá algo más difícil e infrecuente:
LA RECETA O EL COMIENZO
DE LA POESÍA

      Mario Meléndez




      Una gota de amor

      por cada cinco versos

      Tres cucharadas de oficio

      por cada día del año

      Un cuarto de inspiración

      y otro tanto de locura

      Un octavo de risa

      aliñada con ironía

      Media taza de recuerdos

      y cuatro de realidad

      Dos litros de lágrimas

      instantáneas

      Una docena de emociones

      Cien gramos de fantasía

      o de razón a gusto

      A todo esto agregue sus ojos

      sus manos y sus labios

      y revuelva a fuego lento

      durante toda la vida.
Huelga de brujas

de Zandra Montañez Carreño




   El mundo hechizado por real decreto
   hará una huelga de un día completo.
   Y en el sindicato de brujas chifladas,
   se propone huelga de escobas paradas.

   La bruja Anacleta que perdió su escoba,
   siempre vive en huelga y con cara de boba.
   La bruja Benita que es muy mandona,
   secunda la huelga desde su poltrona.

   El brujo Martín, fino y elegante,
   ya colgó su escoba en el viejo estante.
   Y Aníbal, el brujo del vestido roto,
   ya no tiene escoba porque monta en moto.

   Las brujas suspenden todas sus tareas,
   las brujas gorditas y las brujas feas.
   La huelga es total, ninguna trabaja
   ni la bruja alta ni la bruja baja.

   Haciendo gran bulla salen esta noche
   y de sus embrujos no harán derroche.
   Saldrán sin escoba y sin su caldero,
   sin el gato negro y el alto sombrero.

   Esta noche clara contarán estrellas
   las brujas chifladas y las brujas bellas.
   Los brujos gentiles y los brujos raros
   brindarán alegres con vinos muy caros.

   Esta noche clara con la luna inmensa
   hay huelga de brujas, lo dice la prensa.
   Piden al gobierno del mundo encantado
   un mejor salario, bien remunerado.

   Terminó la huelga de escobas paradas
   con todas las brujas cantando sentadas,
   porque consiguieron de la dirección
   una buena paga con magia a montón.
La reina

Pablo Neruda




 Yo te he nombrado reina.

 Hay más altas que tú,

 mas altas.

 Hay más puras que tú,

 más puras.

 Hay más bellas que tú,

 hay más bellas.

 Pero tú eres la reina.

 Cuando vas por las calles nadie te reconoce.

 Nadie ve tu corona de cristal,

 nadie mira la alfombra de oro rojo

 que pisas donde pasas,

 la alfombra que no existe.

 Y cuando asomas

 suenan todos los ríos en mi cuerpo,

 sacuden el cielo las campanas,

 y un himno llena el mundo.

 Sólo tú y yo,

 sólo tú y yo,

 amor mío,

 lo escuchamos.
Romance del Conde Olinos
          Anónimo



                               -¡No le mande matar, madre;
Madrugaba el conde Olinos,
                                no le mande usted matar,
  mañanita de San Juan,
                               que si mata al conde Olinos
  a dar agua a su caballo
                                juntos nos han de enterrar!
    a las orillas del mar.



                               -¡ Que lo maten a lanzadas
  Mientras el caballo bebe
                                y su cuerpo echen al mar!
 canta un hermoso cantar:
                                Él murió a la media noche;
 las aves que iban volando
                                 Ella, a los gallos cantar.
  se paraban a escuchar;



                                A ella, como hija de reyes,
   caminante que camina
                               la entierran en el altar, y a él,
    detiene su caminar,
                                   como hijo de condes,
  navegante que navega
                                  unos pasos más atrás.
 la nave vuelve hacia allá.



                               De ella nace un rosal blanco;
  Desde la torre más alta
                                  de él, un espino albar.
   la reina le oyó cantar:
                                 Crece uno, crece el otro,
   -Mira, hija, cómo canta
                                  los dos se van a juntar.
     la sirenita del mar.



                                La reina, llena de envidia,
 -No es la sirenita, madre,
                                 ambos los mandó cortar;
  que esa no tiene cantar;
                                 el galán que los cortaba
 es la voz del conde Olinos,
                                    no cesaba de llorar.
 que por mí penando está.



                                De ella nacería una garza;
  -Si por tus amores pena
                                  de él, un fuerte gavilán.
   yo le mandaré matar,
                                Juntos vuelan por el cielo,
  que para casar contigo
    le falta sangre real .
                                  Juntos vuelan par a par
se escurre hacia abajo el mico,
                                              y, faltando al decoro,
UN LORO, UN MORO, UN MICO Y UN SEÑOR        caen, agarrados, el moro
           DE PUERTO RICO                  y el señor de Puerto Rico.


                 Anónimo                 «¡Ay, moro, si pierdo al loro!»,
                                          exclama el de Puerto Rico,
                                            y airado replica el moro:
         Un señor de Puerto Rico
                                              «¡Pagará caro tu loro,
        colgó en su balcón un loro
                                          cristiano, si pierdo el mico!»
        de rica pluma y buen pico,
        un loro que era un tesoro
                                            Les imita arriba, el loro,
        y a su amo costó un pico.
                                         muecas hace, abajo, el mico,
                                            y no se sabe si el moro
          Un vecino suyo, moro
                                         es quien habla, o si es el loro,
        de Tetuán recibió un mico.
                                           o el señor de Puerto Rico.
       Y a este mico, lo ató el moro
         en su balcón ante el loro,
                                          Crece el trajín: vuela el loro,
       que así quedó frente al mico.
                                          y va a caer sobre el mico...
                                           Furioso el de Puerto Rico
        Tanto y tanto charla el loro,
                                           viendo en peligro su loro
       que un día se enfada el mico,
                                          quiere ahora matar al mico.
          y con la furia de un toro
      lo embiste; se esconde el loro,
         rompe la cadena el mico,
                                           Le da un empujón al moro;
          salta a la jaula del loro,        le dispara un tiro al mico,
         sale el loro, pica al mico        yerra el tiro y mata al loro;
        chilla el mico, grita el loro,      se desmaya; ríe el moro,
                                           y corre en busca del mico.
       Se asoman, al ruido, el moro
        y el señor de Puerto Rico.
                                             Risueño regresa el moro
     «¿Por qué no encierra a su loro?»      con el loro y con el mico:
     «¿Por qué no ata bien su mico?»        riendo del de Puerto Rico
                                             le envía, muerto, al loro
        exclaman los dos, a coro.
        Y uno le echa mano al loro           y una carta con el mico.
           y el otro tira del mico.
                                             Dice: «Seis onzas de oro
         Cae el mico sobre el loro,          por atentar contra el mico
                                         a un cristiano reclama un moro;
           el loro le clava el pico,
        los dientes rechina el mico           guarde disecado el loro;
        y, asustado, muerde al loro        ... pero págueme ese pico».
         y al señor de Puerto Rico.
                                           Viendo esto el amo del loro
                                            se lanza furioso al mico;
          Este reniega del loro
          y jura matar al mico,           mata al mico, mata al moro...
       mientras furibundo, el moro,        Muertos moro, mico y loro
         provoca al amo del loro         se embarca... y ¡a Puerto Rico!
       y embiste al loro y al mico.

         Hacia arriba vuela el loro,
EL CONDE SISEBUTO                      Con quejido lastimero
                                         el viento fuera silbaba,
      Joaquín Abati Díaz
                                       e imponente se escuchaba
                                          el ruido del aguacero.


   A cuatro leguas de Pinto             Cabalgando en un corcel
   y a treinta de Marmolejo,             de color verde botella,
    existe un castillo viejo            raudo como una centella
  que edificó Chindasvinto.            llega al castillo un doncel.


  Lo habitaba un gran señor,             Empapada trae la ropa
   algo feudal y algo bruto;            por efecto de las aguas,
     se llamaba Sisebuto                ¡como no lleva paraguas
     y su esposa, Leonor,           viene el pobre hecho una sopa!


 y Cunegunda, su hermana,             Salta el foso, llega al muro,
   y su madre, Berenguela,              la poterna está cerrada.
  y una prima de su abuela           - ¡Me ha dado mico mi amada!
  que atendía por Mariana,             -exclama-, ¡vaya un apuro!


     y su cuñado, Vitelio,            De pronto algo que resbala
      y Cleopatra, su tía,              siente sobre su cabeza;
     y su nieta, Rosalía,             extiende el brazo y tropieza
   y su hijo mayor, Rogelio.          con la cuerda de una escala.


  Era una noche de invierno,         - ¡Ah!... -dice con fiero acento.
  noche cruda y tenebrosa,           - ¡Ah!.. -vuelve a decir gozoso.
 noche sombría, espantosa,              - ¡Ah!.. -repite venturoso.
noche atroz, noche de infierno,   - ¡Ah!.. -otra vez, y así, hasta ciento.


  noche fría, noche helada,            Trepa que trepa que trepa,
 noche triste, noche oscura,            sube que sube que sube,
  noche llena de amargura,           en brazos cae de un querube,
noche infausta, noche airada.         la hija del conde,... ¡la Pepa!


      En un gótico salón                    En lujoso camarín
     dormitaba Sisebuto,                introduce a su adorado,
   y un lebrel seco y enjuto           y al notar que está mojado
    roncaba en el portalón.              lo seca bien con serrín.
- Lisardo... mi bien, mi anhelo,       - Bien dicho, bien has hablado,
      único ser al que adoro,             huyamos aunque se enojen,
     el de los cabellos de oro,             y si algún día nos cogen,
      el de la nariz de cielo,             ¡que nos quiten lo bailado!


  ¿qué sientes, di, dueño mío?,             En esto, un ronco ladrido
   ¿no sientes nada a mi lado?,             retumba potente y fiero.
  ¿qué sientes, Lisardo amado?            - ¿Oyes? -dice el caballero-,
   Y él responde: - Siento frío.          es el perro que me ha olido.


- ¿Frío has dicho? Eso me espanta.       Se abre una puerta excusada
¿Frío has dicho? eso me inquieta.            y, cual terrible huracán,
       No llevarás camiseta            entra un hombre..., luego un can...,
¿verdad?... pues toma esta manta.         luego nadie..., luego nada...


  - Y ahora hablemos del cariño          - ¡Hija infame! -ruge el conde.
   que nuestras almas disloca.            ¿Qué haces con este señor?
    Yo te amo como una loca.             ¿Dónde has dejado mi honor?
   - Yo te adoro como un niño.       ¿Dónde?, ¿dónde?, ¿dónde?, ¿dónde?


    - Mi pasión raya en locura,               Y tú, cobarde villano,
     - La mía es un arrebato.                   antipático, repara
   - Si no me quieres, me mato.               cómo señalo tu cara
  - Si me olvidas, me hago cura.           con los dedos de mi mano.


  - ¿Cura tú?, ¡Por Dios bendito!         Después, sacando un puñal,
      No repitas esas frases,               de un solo golpe certero
    ¡en jamás de los jamases!              le enterró el cortante acero
       ¡Pues estaría bonito!                junto a la espina dorsal.


       Hija soy de Sisebuto                  El joven, naturalmente,
   desde mi más tierna infancia,           se murió como un conejo.
y aunque es mucha mi arrogancia,            Ella frunció el entrecejo
 y aunque es mi padre muy bruto,            y enloqueció de repente.


    y aunque temo sus furores,           También quedó el conde loco
y aunque sé a lo que me expongo,            de resultas del espanto.
   huyamos... vamos al Congo               El perro... no llegó a tanto,
    a ocultar nuestros amores.               pero le faltó muy poco.
Desde aquel día de horror
  nada se volvió a saber
 del conde, de su mujer,
    la llamada Leonor,


de Cunegunda su hermana,
 de su madre Berenguela,
 de la prima de su abuela
 que atendía por Mariana,


   de su cuñado Vitelio,
   de Cleopatra su tía,
   de su nieta Rosalía
  ni de su chico Rogelio.


 Y aquí acaba la leyenda
   verídica, interesante,
  romántica, fulminante,
estremecedora, horrenda,


que de aquel castillo viejo
  entenebrece el recinto,
 a cuatro leguas de Pinto
 y a treinta de Marmolejo.

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La vaca estudiosa y otros cuentos de Walsh

  • 1. La vaca estudiosa La bruja Mª Elena Walsh Mª Elena Walsh Había una vez una vaca La bruja, la bruja en la Quebrada de Humahuaca. se quedó encerrada Como era muy vieja, en una burbuja. muy vieja, estaba sorda de una oreja. La bruja, la boba Y a pesar de que ya era abuela con escoba y todo un día quiso ir a la escuela. con todo y escoba. Está prisionera Se puso unos zapatos rojos, chillando y pateando guantes de tul y un par de anteojos. de mala manera. La vio la maestra asustada Tiene un solo diente y dijo: - Estas equivocada. orejas de burro Y la vaca le respondió: y un rulo en la frente. ¿Por qué no puedo estudiar yo? Que llore, que gruña La vaca, vestida de blanco, que pique su cárcel se acomodó en el primer banco. con diente y con uña. Los chicos tirábamos tiza Que salte, que ruede que busque la puerta y nos moríamos de risa. que salga si puede. La gente se fue muy curiosa ¡Se quedó la bruja a ver a la vaca estudiosa. presa para siempre La gente llegaba en camiones, en una burbuja! en bicicletas y en aviones. Y como el bochinche aumentaba en la escuela nadie estudiaba. La vaca, de pie en un rincón, rumiaba sola la lección. Un día toditos los chicos se convirtieron en borricos. Y en ese lugar de Humahuacala única sabia fue la vaca.
  • 2. Canción del Estornudo (Maria Elena Walsh) En la guerra le caía Atchís. mucha nieve en la nariz, Cuando el Rey abrió la carta y Mambrú se entristecía. la miró bien al trasluz, Atchís. y se contagió en seguida. Como estaba tan resfriado Atchús. disparaba su arcabuz “¡Que suspendan esta guerra!” y salían estornudos. ordenaba el rey Pepín. Atchús. Y la Reina interrumpía: Los soldados se sentaron Atchís. a la sombra de un fusil Se pusieron muy contentos a jugar a las barajas. los soldados de Mambrú, Atchís. y también los enemigos. Mientras hasta la farmacia Atchús. galopando iba Mambrú, A encontrarse con su esposa y el caballo estornudaba. don Mambrú volvió a París. Atchús. Le dio un beso y ella dijo: Le pusieron cataplasma Atchís. de lechuga y aserrín, Es mejor la paz resfriada y el termómetro en la oreja. que la guerra con salud. Atchís. Los dos bailan la gavota. Se volcó en el uniforme Atchús. el jarabe de orozuz, cuando el boticario dijo: Atchús. Le escribió muy afligido una carta al rey Pepín, con las últimas noticias.
  • 3. VOY A CONTAR UN CUENTO Mª Elena Walsh
  • 4. EL REINO DEL REVÉS Mª Elena Walsh
  • 5. EL PAÍS DEL NOMEACUERDO Mª Elena Walsh
  • 6. LA CENICIENTA tomándola en sus brazos varoniles Roal Dahl y ella se le abrazó con tal vigor que allí perdió su Alteza su valor, y mientras la miró no fue posible que le dijera cosa inteligible. "¡Si ya nos la sabemos de memoria!", Al dar las doce Ceny pensó: "Nena, diréis. Y, sin embargo, de esta historia tenéis una versión falsificada, como no corras la hemos hecho buena", y el Príncipe gritó: "¡No me abandones!", rosada, tonta, cursi, azucarada, mientras se le agarraba a los riñones, que alguien con la mollera un poco rancia y ella tirando y él hecho un pelmazo consideró mejor para la infancia... hasta que el traje se hizo mil pedazos. El lío se organiza en el momento La pobre se escapó medio en camisa, pero perdió un zapato con la prisa. en que las Hermanastras de este cuento el Príncipe, embobado, lo tomó se marchan a Palacio y la pequeña y ante la Corte entera declaró: se queda en la bodega a partir leña. "¡La dueña del pie que entre en el zapato Allí, entre los ratones llora y grita, golpea la pared, se desgañita: será mi dulce esposa, o yo me mato!". Después, como era un poco despistado, "¡Quiero salir de aquí! ¡Malditas brujas! dejó en una bandeja el chanclo amado. ¡¡Os arrancaré el moño por granujas!!". Una Hermanastra dijo: "¡Ésta es la mía!", Y así hasta que por fin asoma el Hada y, en vista de que nadie la veía, por el encierro en el que está su ahijada. "¿Qué puedo hacer por ti, Ceny querida? pescó el zapato, lo tiró al retrete y lo escamoteó en un periquete. ¿Por qué gritas así? ¿Tan mala vida En su lugar, disimuladamente, te dan esas lechuzas?". "¡Frita estoy dejó su zapatilla maloliente. porque ellas van al baile y yo no voy!". La chica patalea furibunda: "¡Pues yo también iré a esa fiesta inmunda! En cuanto salió el Sol, salió su Alteza por la ciudad con toda ligereza ¡Quiero un traje de noche, un paje, un coche, en busca de la dueña de la prenda. zapatos de charol, sortija, broche, De casa en casa fue, de tienda en tienda, pendientes de coral, pantys de seda e hicieron cola muchas damiselas y aromas de París para que pueda enamorar al Príncipe en seguida sin resultado. Aquella vil chinela, incómoda, pestífera y chotuna, con mi belleza fina y distinguida!". no le sentaba bien a dama alguna. Y dicho y hecho, al punto Cenicienta, Así hasta que fue el turno de la casa en menos tiempo del que aquí se cuenta, de Cenicienta... "¡Pasa, Alteza, pasa!", se personó en Palacio, en plena disco, dejando a sus rivales hechas cisco. dijeron las perversas Hermanastras y, tras guiñar un ojo a la Madrastra, se puso la de más cara de cerdo Con Ceny bailó el Príncipe rocks miles su propia zapatilla en el pie izquierdo.
  • 7. El Príncipe dio un grito, horrorizado, un compañero honrado y buena gente. pero ella gritó más: "¡Ha entrado! ¡Ha ¿Podrás encontrar uno para mí, entrado! Madrina amada? Yo lo quiero así...". ¡Seré tu dulce esposa!". "¡Un cuerno frito!". "¡Has dado tu palabra. Principito, Y en menos tiempo del que aquí se cuenta precioso mío!". "¿Sí? -rugió su Alteza. se descubrió de pronto Cenicienta --¡Ordeno que le corten la cabeza!". a salvo de su Príncipe y casada Se la cortaron de un único tajo con un señor que hacía mermelada. y el Príncipe se dijo: "Buen trabajo. Y, como fueron ambos muy felices, Así no está tan fea". De inmediato nos dieron con el tarro en las narices. gritó la otra Hermanastra: "¡Mi zapato! ¡Dejad que me lo pruebe!". "¡Prueba esto!",   bramó su Alteza Real con muy mal gesto en "Cuentos en verso para niños perversos" y, echando mano de su real espada, Ed. Alfaguara la descocó de una estocada; cayó la cabezota en la moqueta, dio un par de botes y se quedó quieta... En la cocina Cenicienta estaba quitándoles las vainas a unas habas cuando escuchó los botes, -pam, pam, pam- del coco de su hermana en el zaguán, así que se asomó desde la puerta y preguntó: "¿Tan pronto y ya despierta?". El Príncipe dio un salto: "¡Otro melón!", y a Ceny le dio un vuelco el corazón. "¡Caray! -pensó-. ¡Qué bárbara es su alteza! con ese yo me juego la cabeza... ¡Pero si está completamente loco!". Y cuando gritó el Príncipe: "¡Ese coco! ¡Cortádselo ahora mismo!", en la cocina brilló la vara del Hada Madrina. "¡Pídeme lo que quieras, Cenicienta, que tus deseos corren de mi cuenta!". "¡Hada Madrina, -suplicó la ahijada-, no quiero ya ni príncipes ni nada que pueda parecérseles! Ya he sido Princesa por un día. Ahora te pido quizá algo más difícil e infrecuente:
  • 8. LA RECETA O EL COMIENZO DE LA POESÍA Mario Meléndez Una gota de amor por cada cinco versos Tres cucharadas de oficio por cada día del año Un cuarto de inspiración y otro tanto de locura Un octavo de risa aliñada con ironía Media taza de recuerdos y cuatro de realidad Dos litros de lágrimas instantáneas Una docena de emociones Cien gramos de fantasía o de razón a gusto A todo esto agregue sus ojos sus manos y sus labios y revuelva a fuego lento durante toda la vida.
  • 9. Huelga de brujas de Zandra Montañez Carreño El mundo hechizado por real decreto hará una huelga de un día completo. Y en el sindicato de brujas chifladas, se propone huelga de escobas paradas. La bruja Anacleta que perdió su escoba, siempre vive en huelga y con cara de boba. La bruja Benita que es muy mandona, secunda la huelga desde su poltrona. El brujo Martín, fino y elegante, ya colgó su escoba en el viejo estante. Y Aníbal, el brujo del vestido roto, ya no tiene escoba porque monta en moto. Las brujas suspenden todas sus tareas, las brujas gorditas y las brujas feas. La huelga es total, ninguna trabaja ni la bruja alta ni la bruja baja. Haciendo gran bulla salen esta noche y de sus embrujos no harán derroche. Saldrán sin escoba y sin su caldero, sin el gato negro y el alto sombrero. Esta noche clara contarán estrellas las brujas chifladas y las brujas bellas. Los brujos gentiles y los brujos raros brindarán alegres con vinos muy caros. Esta noche clara con la luna inmensa hay huelga de brujas, lo dice la prensa. Piden al gobierno del mundo encantado un mejor salario, bien remunerado. Terminó la huelga de escobas paradas con todas las brujas cantando sentadas, porque consiguieron de la dirección una buena paga con magia a montón.
  • 10. La reina Pablo Neruda Yo te he nombrado reina. Hay más altas que tú, mas altas. Hay más puras que tú, más puras. Hay más bellas que tú, hay más bellas. Pero tú eres la reina. Cuando vas por las calles nadie te reconoce. Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira la alfombra de oro rojo que pisas donde pasas, la alfombra que no existe. Y cuando asomas suenan todos los ríos en mi cuerpo, sacuden el cielo las campanas, y un himno llena el mundo. Sólo tú y yo, sólo tú y yo, amor mío, lo escuchamos.
  • 11. Romance del Conde Olinos Anónimo -¡No le mande matar, madre; Madrugaba el conde Olinos, no le mande usted matar, mañanita de San Juan, que si mata al conde Olinos a dar agua a su caballo juntos nos han de enterrar! a las orillas del mar. -¡ Que lo maten a lanzadas Mientras el caballo bebe y su cuerpo echen al mar! canta un hermoso cantar: Él murió a la media noche; las aves que iban volando Ella, a los gallos cantar. se paraban a escuchar; A ella, como hija de reyes, caminante que camina la entierran en el altar, y a él, detiene su caminar, como hijo de condes, navegante que navega unos pasos más atrás. la nave vuelve hacia allá. De ella nace un rosal blanco; Desde la torre más alta de él, un espino albar. la reina le oyó cantar: Crece uno, crece el otro, -Mira, hija, cómo canta los dos se van a juntar. la sirenita del mar. La reina, llena de envidia, -No es la sirenita, madre, ambos los mandó cortar; que esa no tiene cantar; el galán que los cortaba es la voz del conde Olinos, no cesaba de llorar. que por mí penando está. De ella nacería una garza; -Si por tus amores pena de él, un fuerte gavilán. yo le mandaré matar, Juntos vuelan por el cielo, que para casar contigo le falta sangre real . Juntos vuelan par a par
  • 12. se escurre hacia abajo el mico, y, faltando al decoro, UN LORO, UN MORO, UN MICO Y UN SEÑOR caen, agarrados, el moro DE PUERTO RICO y el señor de Puerto Rico. Anónimo «¡Ay, moro, si pierdo al loro!», exclama el de Puerto Rico, y airado replica el moro: Un señor de Puerto Rico «¡Pagará caro tu loro, colgó en su balcón un loro cristiano, si pierdo el mico!» de rica pluma y buen pico, un loro que era un tesoro Les imita arriba, el loro, y a su amo costó un pico. muecas hace, abajo, el mico, y no se sabe si el moro Un vecino suyo, moro es quien habla, o si es el loro, de Tetuán recibió un mico. o el señor de Puerto Rico. Y a este mico, lo ató el moro en su balcón ante el loro, Crece el trajín: vuela el loro, que así quedó frente al mico. y va a caer sobre el mico... Furioso el de Puerto Rico Tanto y tanto charla el loro, viendo en peligro su loro que un día se enfada el mico, quiere ahora matar al mico. y con la furia de un toro lo embiste; se esconde el loro, rompe la cadena el mico, Le da un empujón al moro; salta a la jaula del loro, le dispara un tiro al mico, sale el loro, pica al mico yerra el tiro y mata al loro; chilla el mico, grita el loro, se desmaya; ríe el moro, y corre en busca del mico. Se asoman, al ruido, el moro y el señor de Puerto Rico. Risueño regresa el moro «¿Por qué no encierra a su loro?» con el loro y con el mico: «¿Por qué no ata bien su mico?» riendo del de Puerto Rico le envía, muerto, al loro exclaman los dos, a coro. Y uno le echa mano al loro y una carta con el mico. y el otro tira del mico. Dice: «Seis onzas de oro Cae el mico sobre el loro, por atentar contra el mico a un cristiano reclama un moro; el loro le clava el pico, los dientes rechina el mico guarde disecado el loro; y, asustado, muerde al loro ... pero págueme ese pico». y al señor de Puerto Rico. Viendo esto el amo del loro se lanza furioso al mico; Este reniega del loro y jura matar al mico, mata al mico, mata al moro... mientras furibundo, el moro, Muertos moro, mico y loro provoca al amo del loro se embarca... y ¡a Puerto Rico! y embiste al loro y al mico. Hacia arriba vuela el loro,
  • 13. EL CONDE SISEBUTO Con quejido lastimero el viento fuera silbaba, Joaquín Abati Díaz e imponente se escuchaba el ruido del aguacero. A cuatro leguas de Pinto Cabalgando en un corcel y a treinta de Marmolejo, de color verde botella, existe un castillo viejo raudo como una centella que edificó Chindasvinto. llega al castillo un doncel. Lo habitaba un gran señor, Empapada trae la ropa algo feudal y algo bruto; por efecto de las aguas, se llamaba Sisebuto ¡como no lleva paraguas y su esposa, Leonor, viene el pobre hecho una sopa! y Cunegunda, su hermana, Salta el foso, llega al muro, y su madre, Berenguela, la poterna está cerrada. y una prima de su abuela - ¡Me ha dado mico mi amada! que atendía por Mariana, -exclama-, ¡vaya un apuro! y su cuñado, Vitelio, De pronto algo que resbala y Cleopatra, su tía, siente sobre su cabeza; y su nieta, Rosalía, extiende el brazo y tropieza y su hijo mayor, Rogelio. con la cuerda de una escala. Era una noche de invierno, - ¡Ah!... -dice con fiero acento. noche cruda y tenebrosa, - ¡Ah!.. -vuelve a decir gozoso. noche sombría, espantosa, - ¡Ah!.. -repite venturoso. noche atroz, noche de infierno, - ¡Ah!.. -otra vez, y así, hasta ciento. noche fría, noche helada, Trepa que trepa que trepa, noche triste, noche oscura, sube que sube que sube, noche llena de amargura, en brazos cae de un querube, noche infausta, noche airada. la hija del conde,... ¡la Pepa! En un gótico salón En lujoso camarín dormitaba Sisebuto, introduce a su adorado, y un lebrel seco y enjuto y al notar que está mojado roncaba en el portalón. lo seca bien con serrín.
  • 14. - Lisardo... mi bien, mi anhelo, - Bien dicho, bien has hablado, único ser al que adoro, huyamos aunque se enojen, el de los cabellos de oro, y si algún día nos cogen, el de la nariz de cielo, ¡que nos quiten lo bailado! ¿qué sientes, di, dueño mío?, En esto, un ronco ladrido ¿no sientes nada a mi lado?, retumba potente y fiero. ¿qué sientes, Lisardo amado? - ¿Oyes? -dice el caballero-, Y él responde: - Siento frío. es el perro que me ha olido. - ¿Frío has dicho? Eso me espanta. Se abre una puerta excusada ¿Frío has dicho? eso me inquieta. y, cual terrible huracán, No llevarás camiseta entra un hombre..., luego un can..., ¿verdad?... pues toma esta manta. luego nadie..., luego nada... - Y ahora hablemos del cariño - ¡Hija infame! -ruge el conde. que nuestras almas disloca. ¿Qué haces con este señor? Yo te amo como una loca. ¿Dónde has dejado mi honor? - Yo te adoro como un niño. ¿Dónde?, ¿dónde?, ¿dónde?, ¿dónde? - Mi pasión raya en locura, Y tú, cobarde villano, - La mía es un arrebato. antipático, repara - Si no me quieres, me mato. cómo señalo tu cara - Si me olvidas, me hago cura. con los dedos de mi mano. - ¿Cura tú?, ¡Por Dios bendito! Después, sacando un puñal, No repitas esas frases, de un solo golpe certero ¡en jamás de los jamases! le enterró el cortante acero ¡Pues estaría bonito! junto a la espina dorsal. Hija soy de Sisebuto El joven, naturalmente, desde mi más tierna infancia, se murió como un conejo. y aunque es mucha mi arrogancia, Ella frunció el entrecejo y aunque es mi padre muy bruto, y enloqueció de repente. y aunque temo sus furores, También quedó el conde loco y aunque sé a lo que me expongo, de resultas del espanto. huyamos... vamos al Congo El perro... no llegó a tanto, a ocultar nuestros amores. pero le faltó muy poco.
  • 15. Desde aquel día de horror nada se volvió a saber del conde, de su mujer, la llamada Leonor, de Cunegunda su hermana, de su madre Berenguela, de la prima de su abuela que atendía por Mariana, de su cuñado Vitelio, de Cleopatra su tía, de su nieta Rosalía ni de su chico Rogelio. Y aquí acaba la leyenda verídica, interesante, romántica, fulminante, estremecedora, horrenda, que de aquel castillo viejo entenebrece el recinto, a cuatro leguas de Pinto y a treinta de Marmolejo.