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lección 11
8 al 14 de diciembre


                              la vida
                      cristiana
     «En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó
      su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar
                   la vida por nuestros hermanos».
                             1 Juan 3: 16
sábado
                                                                      8 de diciembre
                                     Introducción
          Juan 3: 16, 17            Es el amor

     Un poeta desconocido se inspiró en la cruz de Cristo y en su sacrificio:
         «No me mueve, mi Dios, para quererte
         el cielo que me tienes prometido,
         ni me mueve el infierno tan temido
         para dejar por eso de ofenderte.
          »¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte
         clavado en una cruz y escarnecido;
         muéveme ver tu cuerpo tan herido;
         muévenme tus afrentas y tu muerte.
          »Muéveme en fin, tu amor, y en tal manera
         que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
         y aunque no hubiera infierno, te temiera.
          »No me tienes que dar porque te quiera,
         pues aunque lo que espero no esperara,
         lo mismo que te quiero te quisiera».*

                                «¡Tú me mueves Señor!»
     La vida cristiana es ciertamente un estilo propio. Es más que una colección de
conceptos e ideas. El cristianismo es sobre todo algo práctico. Es fe en acción. ¿Qué
será lo que impulsa a alguien a expresar ese tipo de comportamiento? ¿Qué es lo
que inspira a alguien a escoger deliberadamente ese tipo de vida? Me gustaría creer
que es el amor de Dios. Según las palabras del soneto anterior, el amor de Dios de -
mostrado en la cruz motivará al cristiano a vivir una vida que sea del agrado de Dios.
     El texto clave para esta semana provee un excelente resumen: «En esto cono-
cemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así tam-
bién nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos» (1 Juan 3: 16). Esta
es la esencia de la verdadera experiencia cristiana: que conozcamos el amor de Dios
después de haber contemplado el sacrificio de Cristo.
     Esta semana, al contemplar la vida cristiana, te animo a que consideres el amor
de Dios porque al contemplar somos transformados.
______________
*«Soneto a Cristo crucificado», de autor desconocido.




                                        Sarah Ly, Sydney, Australia              107
domingo
9 de diciembre                                  Logos                 Isaías 58: 6, 7;

                    Jesús establece                                   Miqueas 6: 7, 8;
                                                                      Mateo 22: 34-39; 25: 31-46;
                           la norma                                   Apocalipsis 22: 1-5


 Acciones difíciles de aceptar (Miq. 6: 7, 8)
      Todos los sábados asisto a la iglesia. Leo mi Biblia. Canto himnos. Oro a dia-
 rio. Traigo comida para el almuerzo de confraternidad. La lista podría continuar.
 Sin embargo, los profetas del Antiguo Testamento proclamaron en forma repetida
 que la religión desprovista de acciones encaminadas a evitar la injusticia, era tan
 solo un ritual vacío. Dios afirma que eso no tan solo es un error, sino ¡algo que le
 desagrada! En los tiempos de Miqueas, los habitantes de Israel acudían al templo
 de Jerusalén para hacer sus sacrificios. Ellos pensaban que eso era lo único que se
 les pedía que hicieran. Sin embargo, mientras una gran parte del pueblo cumplía
 con sus obligaciones religiosas había quienes estaban siendo oprimidos; personas
 que ni siquiera podían satisfacer sus necesidades básicas. Por tanto, Miqueas les
 señaló que sus sacrificios eran actos desprovistos de significado, que Dios no iba a
 aceptar sus ofrendas.
 Paz aquí y ahora (Apoc. 22: 1-5)
      Juan contempló en visión algunas impactantes escenas que incluían desde acon-
 tecimientos contemporáneos a sucesos que ocurrirían en el tiempo del fin del mun-
 do. Incluso, a este privilegiado autor se le permitió contemplar escenas que ocurrían
 en el cielo. El capítulo 22 de Apocalipsis contiene una delicada descripción de nues-
 tro hogar celestial; aunque es claro que Juan hace un esfuerzo por describir lo indes-
 criptible. Al igual que sucede con varios objetos y funciones celestiales, se hace una
 referencia a cosas que son conocidas en nuestro planeta. En el versículo 2, del mismo
 capítulo, hay un esbozo del pueblo de Dios viviendo en armonía en el cielo. Sin
 embargo, mientras estemos en la tierra, deberíamos tratar de que quienes nos rodean
 vivan en armonía con Dios aquí y ahora.
 ¡De vuelta! (Mat. 22: 34-39)
      Jesús tuvo que enfrentar con frecuencia, situaciones peligrosas. Durante uno de
 esos acontecimientos, un fariseo le preguntó cuál era el mandamiento más impor-
 tante. El fariseo y sus amigos esperaban que Jesús dijera que uno de los mandamien-
 tos era más importante que otro. De esa forma podrían ridiculizar y humillar públi-
 camente al Maestro, y quizá acusarlo de herejía. Sin embargo, Jesús les respondió
 citando directamente Deuteronomio 6: 5, y luego mencionando el segundo mayor
 mandamiento encontrado en Levítico 19: 18. «No seas vengativo con tu prójimo, ni
 le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor». Los oyentes
 de Jesús, especialmente los fariseos y los escribas, debían haber conocido el texto com-
 pleto. Es interesante que Levítico 19: 32-35, «explica» en parte el significado del versícu-
 lo 18. La respuesta de Jesús hace que los fariseos se marchen con las manos vacías, y
 posiblemente algo avergonzados. Jesús también logra presentar un poderoso mensaje


 108
a sus adinerados, beatos y elitistas acusadores: «No continúen trabajando para con-
servar su estatus social y su riqueza. No sigan oprimiendo a quienes los consideran
sus dirigentes. La salvación no depende de conocer los mandamientos religiosos y
sociales, utilizándolos para el beneficio de ustedes».

               Jesús realizó un esfuerzo consciente
         para desafiar las injusticias sociales de su época.

Jesucristo desafía la opresión (Isa. 58: 6, 7; Miq. 6: 7, 8;
Mat. 25: 31-46)
     Jesús realizó un esfuerzo consciente para desafiar las injusticias sociales de su
época. Él les habló a los parias de la sociedad. Él abrazó a los despreciados. Sanó a los
desterrados a causa de sus enfermedades, y desafió a la élite religiosa. En algunas de
sus últimas palabras antes de ser ejecutado, él intentó calmarlos respecto al juicio veni-
dero. Él hablo en parábolas como había hecho en muchas ocasiones. Deseaba que
entendieran la importancia de atender las necesidades de quienes los rodeaban. Se
nos juzgará de acuerdo a nuestras acciones respecto a los pobres. No se nos juzgará
por asistir al templo o a la sinagoga; ni por asistir a la iglesia todos los sábados; tam-
poco por la lectura que hagamos de las Palabra. Se nos tomará en cuenta que haya-
mos alimentado a los hambrientos, dado de beber al sediento, ropas al desnudo y por
visitar a los presos. Jesús no estaba introduciendo alguna idea nueva. Únicamente se
hacía eco de lo que los profetas habían escrito. Cumplir con esas responsabilidades
es un punto respecto al que se nos juzgará.

PARA COMENTAR
1. ¿Cómo deberíamos, como adventistas, interactuar con personas de otras religiones;
   o con aquellos que no practican religión alguna?
2. Jesús, mientras estuvo en la tierra, realizó un esfuerzo especial por alcanzar a gente
   de diferentes trasfondos sociales. ¿En qué forma la Iglesia Adventista intenta alcan-
   zar a gente de diferentes medios sociales? ¿En qué aspectos podríamos mejorar?




                        Ben Green, Brisbrane, Queensland, Australia                   109
lunes
 10 de diciembre                                  Testimonio              1 Pedro 2: 5
           Piedras y piedrecitas
      «El alma que ama a Dios, se levanta por encima de la neblina de la duda; obtie-
  ne una experiencia brillante, amplia, profunda y viviente y se vuelve humilde y se-
  mejante a Cristo… Esa alma podrá soportar la prueba del descuido, del maltrato y
  el desprecio, porque su Salvador ha sufrido todo esto. No se enojará ni desanima-
  rá cuando las dificultades la opriman, porque Jesús no fracasó ni se desanimó.
  Cada verdadero cristiano será fuerte, no en la fortaleza ni méritos de sus buenas
  obras, sino en la justicia de Cristo que por fe le es imputada.

         «El pueblo de Dios tiene una vocación elevada y santa».
      »Hemos de ocupar un lugar en el templo espiritual del Señor, y la pregunta im-
  portante no es si somos piedras grandes o pequeñas, sino si nos hemos sometido a
  Dios para que nos pula y podamos reflejar la luz de su gloria».1
      «El pueblo de Dios tiene una vocación elevada y santa. Es el representante de
  Cristo».2
      «Si nuestros hábitos de lenguaje y comportamiento no representan adecuada-
  mente la religión cristiana, inmediatamente debiéramos comenzar la obra de
  reforma. Al representar a Cristo al mundo, formemos hábitos que lo honren. Por
  doquiera, en forma oculta, hay quienes trabajan para apartar a las almas de Cristo;
  y Dios quiere tener instrumentos todavía más poderosos que obren entre su pue-
  blo para atraer las almas a Cristo».3
      «Muchos que profesan ser seguidores cristianos no están deseosos de examinar
  sus corazones para ver si han pasado de la muerte a la vida. Algunos se apoyan en
  una antigua experiencia, y parecen pensar que una mera profesión de la verdad los
  salvará, pero la Palabra de Dios revela el terrible hecho de que los tales están gozan-
  do de una falsa esperanza».4
      «El verdadero cristiano se deleitará en esperar y vigilar para recibir las enseñan-
  zas de Dios y la conducción de su Espíritu. Pero en el caso de muchos, la religión
  no es nada más que una práctica formal. Falta la piedad vital. Muchos se atreven a
  decir: haré esto o aquello, o bien no haré esto; y difícilmente sienten temor de ofen-
  der a Dios».5

  PARA COMENTAR
  1. ¿En qué formas tu vida honra a Dios?
  2. ¿Cómo puedes entregarte a Dios más plenamente esta semana, con el fin de que
     su luz brille a través de ti?
  ______________
  1. A fin de conocerle, p. 151.
  2. Ibíd., p. 152.
  3. Ibíd.
  4. Nuestra elevada vocación, p. 164.
  5. Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 143.

                                 Matt Atcheson, Margate, Queensland, Australia
  110
martes
                                                                          11 de diciembre
          Isaías 58: 7,
         Miqueas 6: 8,
                                     Evidencia
       Mateo 25: 31-46               «Por amor de Dios,
                                     ¡una limosna!»
     En los tiempos de Jesús se encontraban muchos mendigos en las calles. Es difí-
cil hacer un estimado de la población de Israel en los tiempos bíblicos, aunque sí
sabemos que las guerras y la muerte, así como el hambre, eran parte de la vida
diaria.

              Jesús requiere nuestra participación personal.
     Esa parece ser la norma en muchas partes del mundo en la actualidad. El pro-
blema de la justicia social es algo enorme. ¿Por qué la gente que dispone de más
recursos no ayuda a los necesitados? Dios lo requiere. La mayor parte de nosotros
conoce el texto de Mateo 25: 31-46. Allí aparece Jesús sentado en su trono y sepa-
rando las ovejas de las cabras, de acuerdo a nuestras acciones. «El Rey les respon-
derá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el
más pequeño, lo hicieron por mí”» (ver. 40). Dichas acciones no dependen de la rique-
za, de la capacidad o de la inteligencia; sencillamente son actos de dar y recibir libre-
mente. Jesús requiere nuestra participación personal al cuidar de los demás.* Isaías 58
afirma que el ayuno requerido por Dios implica alimentar a los hambrientos, ves-
tir y dar refugio a los pobres y ayudar a nuestras propias familias. Dicha lista no es
exhaustiva; más bien representa ejemplos de acciones apropiadas.
     ¿Cuando fue la última vez que ayudaste a alguien que estaba en necesidad? «¡Ya
se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:
Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios» (Miq. 6: 8). En la
práctica es más fácil decir esto que hacerlo. Pero, intentémoslo. Ojalá que nuestra
oración sea: «Permíteme ayudar más a los demás»

PARA COMENTAR
1. ¿Por qué no damos más de nuestro tiempo o de nuestro dinero? Si tratáramos a la
   gente como si ellos fueran Jesús, ¿cuánto más haríamos por ellos?
2. Si todos los que se llaman cristianos actuaran «con justicia, amar a la misericordia
   y se comportaran con humildad ante Dios», ¿cómo sería el mundo de diferente?
   ¿Cómo sería tu comunidad?
3. ¿Cómo puedes usar tus talentos esta semana con el fin de ayudar a quienes te
   rodean?
______________
*Life Application Study Bible, (Wheaton: Tyndale House, 1991), p. 1707.




                                    Tatiana Green, Brisbane, Australia                111
miércoles
12 de diciembre              Cómo actuar                        Romanos 12: 9-21;

       Acciones y actitudes                                     1 Corintios 13;
                                                                Filipenses 1: 6, 9-11; 2: 3, 4;
                                                                Hebreos 12: 1, 2

     ¿Cómo podemos vivir al igual que Cristo en un mundo que no lo respeta? El
 tema de la vida cristiana ha sido debatido a través del tiempo. Muchos cristianos
 profesos no viven vidas cristianas. ¿Qué consejo nos da la Biblia respecto a este
 importante tema?

       Dios completará la buena obra que ha comenzado en ti.
      Abandona tus deseos egoístas. La primera mentira de Satanás todavía resuena
 en nuestros oídos. Nuestra naturaleza humana se goza en la ambición egoísta y en
 lo engañoso de nuestros corazones, algo que se contrapone al llamado de Dios para
 ser humildes y desprendidos (Fil. 2: 3, 4). Al colocar a los demás por encima de no -
 sotros imitaremos el ejemplo de Jesús. Existen numerosas formas prácticas para vivir
 como lo hizo Jesús.
      Nuestras acciones reflejan nuestros sentimientos. Es fácil permitirle a la natu-
 raleza humana que se enseñoree de nosotros; sobre todo en lo que se refiere a nues-
 tro trato con los demás: ya sea que tengamos conflictos con ellos o que sean extra-
 ños que necesitan de nuestra compasión. Quizá deberíamos preguntarnos si acaso
 nuestra actitud no tiende a denigrarlos, o si por otro lado los estamos ayudando.
 Eso se le podría aplicar a cualquiera, tanto a los que están cerca de nosotros como
 a aquellos con quienes nos tropezamos en la calle. ¿Podrás vivir esta semana sabien-
 do y demostrando a los demás que Jesús mora en ti?
      Permite que el amor abunde. Al leer 1 Corintios 13 y Romanos 12: 9-21, reco-
 noceremos las cualidades admirables que nosotros como cristianos deberíamos
 reflejar. Sin embargo, en el calor del momento, es fácil que nos olvidemos del amor
 y permitamos que el egoísmo reine. Por otro lado, si permitimos que el amor sea él
 de toda nuestra palabra y acción quizá nos sorprendamos de los cambios que se
 manifestarán en nuestras relaciones. Ojalá que tu amor «abunde cada vez más en
 conocimiento y en buen juicio» (Fil. 1: 9). El amor debe ser la principal caracterís-
 tica presente en toda actitud nuestra.
      Confía en la buena obra de Dios. Dios completará la buena obra que ha
 comenzado en ti (Fil. 1: 6). Quizá dudemos en ocasiones respecto a nuestras vidas
 y al hecho de que si estamos viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios. Sin embar-
 go, el mismo texto nos asegura que podemos tener plena confianza en Dios quien
 nos utilizará hasta el fin si se lo permitimos.

 PARA COMENTAR
 1. ¿Cómo pueden tus acciones ser cada vez más parecidas a las de Cristo mientras él
    estuvo en la tierra?
 2. ¿En quienes te enfocarías más, tomando en cuenta el consejo de la Biblia respecto
    a la vida cristiana?
                      Nina Atcheson, Margate, Queensland, Australia
 112
jueves
                               Opinión                              13 de diciembre
Deuteronomio 8: 11-17;
      Filipenses 2: 3, 4       Un termómetro espiritual

      Dios conoce los corazones y la naturaleza del hombre mucho mejor de lo que
 nos imaginamos. Por eso los Diez Mandamientos no fueron dados a los hijos
 de Israel en forma aislada, sino que también recibieron otras instrucciones y nor-
 mas. En numerosos textos leemos las advertencias y las reconvenciones que se les
 dieron para que recordaran al Creador. Esos importantes principios deberían tam-
 bién guiar nuestras vidas. En todo esto experimentamos el amor de Dios por noso-
 tros, mientras él intenta restaurarnos y enderezarnos con el fin de que reflejemos
 su imagen.

      La mayordomía no tiene que ver únicamente con el dinero.

      El espíritu del cielo implica dar, mientras que el espíritu terrenal desea recibir.
 La mayor parte de la gente pasa su vida tratando de obtener cosas perecederas.
 Si reconocieran su condición de mayordomos, pasarían la mayor parte de su vida
 dando. Únicamente de este modo podrán ellos obtener posesiones eternas.
      ¿Qué exige Dios? El único aspecto de la vida que no podemos simular es la ma-
 yordomía. Podemos disfrazar la testificación, la oración y el evangelismo. Por ende,
 muéstrame tu chequera y te diré qué clase de mayordomo eres. Tu chequera cuen-
 ta la historia de tu vida. Habla de tus valores. De lo mucho que ahorras. De lo que
 ya tienes. A quién apoyas financieramente. Dice mucho acerca de tus prioridades,
 por encima de todo. Actúa como un termómetro espiritual.
      El diccionario define a un mayordomo como «un administrador de asuntos fi -
 nancieros, una persona responsable por mantener en buen estado los asuntos de
 un hogar». Somos los mayordomos de Dios. Él es el dueño de todo (Sal. 24: 1), y
 por lo tanto tiene muchos derechos. Por otro lado, los mayordomos tienen res-
 ponsabilidades. Dios puede confiarnos mucho o poco según lo crea conveniente,
 pero en ningún momento se convertirá en el dueño de nuestras propiedades. La
 mayordomía no tiene que ver únicamente con el dinero. Incluye cualquier aspecto
 de nuestras vidas. Tiene que ver con la forma en que viven los cristianos. Dios se
 preocupa por nuestras actitudes. El amor del Padre siempre fluirá y testificará al
 mundo en todo lo que hacemos a diario. Esa será una forma de mostrar nuestra
 gratitud a Dios por las muchas bendiciones que él nos concede.

 PARA COMENTAR
 1. ¿Qué puede decir tu fidelidad a Dios respecto a la relación que sostienes con él?
 2. ¿Cómo deberíamos priorizar nuestras responsabilidades tomando en cuenta el
    diario crecimiento en Cristo que se manifiesta en nuestro vivir?




                      Jocelyn Beale, Winterville, North Carolina, EE. UU.           113
viernes
 14 de diciembre                 Exploración                      1 Juan 4: 7-21
                       Reflejando
                 el amor de Cristo
  PARA CONCLUIR
      En 1 Juan 4: 19, encontramos un resumen del cristianismo expresado en una
  sola frase: «Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero». El amor de Dios
  nos impulsa a cuidar y a ayudar a los demás. Al contemplar su amor incondicional,
  somos transformados. Cristo vino para tranquilizar a la gente respecto al juicio. De
  igual manera, jamás deberíamos utilizar argumentos cristianos con el fin de opri-
  mir a los demás. El amor de Dios manifestado en nuestras vidas revelará el deseo
  de nuestros corazones de ser semejantes a Cristo. Después de todo, el cristianismo
  es un estilo de vida.

  CONSIDERA
    • Fotografiar algunos objetos que puedan ser representaciones simbólicas de tu
      fe en Dios. Luego puedes colocar dichas fotos en tu página de Facebook, o en
      cualquier otra galería de fotos de Internet con el fin de compartir con tus amigos
      el significado de dichas imágenes. Incluye algunos versículos de la Biblia
      cuando sea conveniente.
    • Entrevistar alguna persona mayor de tu iglesia preguntándole cómo se convir-
      tió al evangelio. Formula unas pocas preguntas a esa persona respecto a su ex-
      periencia como creyente.
    • Escribir en un pequeño cuaderno algunos pensamientos respecto a tu fe según
      vayan surgiendo los mismos durante el día. Asimismo consigna algunas pre-
      guntas que te gustaría hacerle a Dios.
    • Escribir respecto a algunos incidentes que han sido de inspiración y elevado-
      res para ti. Luego ordénalos de acuerdo a su importancia.
    • Incorporar en tu agenda una sesión de una hora para observar la naturaleza.
      Dedica tiempo para observar los sonidos, los perfumes y las formas de la natu-
      raleza.
    • Reunirte con algunos amigos con el fin de entonar algunos himnos que hablen
      del amor de Dios. Grabar un video de esta actividad, colocándolo en YouTube
      para compartirlo con amigos y familiares.

  PARA CONECTAR
    Deuteronomio 6: 4-6; 1 Tesalonicenses 4: 1-12; Hebreos 10: 23-25.
    El ministerio de curación, cap. 6.




                      Debbie Battin Sasser, Friendswood, Texas EE. UU.
  114
Leccion joven 11: la vida cristiana

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Leccion joven 11: la vida cristiana

  • 1. lección 11 8 al 14 de diciembre la vida cristiana «En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos». 1 Juan 3: 16
  • 2. sábado 8 de diciembre Introducción Juan 3: 16, 17 Es el amor Un poeta desconocido se inspiró en la cruz de Cristo y en su sacrificio: «No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. »¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muévenme tus afrentas y tu muerte. »Muéveme en fin, tu amor, y en tal manera que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. »No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera».* «¡Tú me mueves Señor!» La vida cristiana es ciertamente un estilo propio. Es más que una colección de conceptos e ideas. El cristianismo es sobre todo algo práctico. Es fe en acción. ¿Qué será lo que impulsa a alguien a expresar ese tipo de comportamiento? ¿Qué es lo que inspira a alguien a escoger deliberadamente ese tipo de vida? Me gustaría creer que es el amor de Dios. Según las palabras del soneto anterior, el amor de Dios de - mostrado en la cruz motivará al cristiano a vivir una vida que sea del agrado de Dios. El texto clave para esta semana provee un excelente resumen: «En esto cono- cemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así tam- bién nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos» (1 Juan 3: 16). Esta es la esencia de la verdadera experiencia cristiana: que conozcamos el amor de Dios después de haber contemplado el sacrificio de Cristo. Esta semana, al contemplar la vida cristiana, te animo a que consideres el amor de Dios porque al contemplar somos transformados. ______________ *«Soneto a Cristo crucificado», de autor desconocido. Sarah Ly, Sydney, Australia 107
  • 3. domingo 9 de diciembre Logos Isaías 58: 6, 7; Jesús establece Miqueas 6: 7, 8; Mateo 22: 34-39; 25: 31-46; la norma Apocalipsis 22: 1-5 Acciones difíciles de aceptar (Miq. 6: 7, 8) Todos los sábados asisto a la iglesia. Leo mi Biblia. Canto himnos. Oro a dia- rio. Traigo comida para el almuerzo de confraternidad. La lista podría continuar. Sin embargo, los profetas del Antiguo Testamento proclamaron en forma repetida que la religión desprovista de acciones encaminadas a evitar la injusticia, era tan solo un ritual vacío. Dios afirma que eso no tan solo es un error, sino ¡algo que le desagrada! En los tiempos de Miqueas, los habitantes de Israel acudían al templo de Jerusalén para hacer sus sacrificios. Ellos pensaban que eso era lo único que se les pedía que hicieran. Sin embargo, mientras una gran parte del pueblo cumplía con sus obligaciones religiosas había quienes estaban siendo oprimidos; personas que ni siquiera podían satisfacer sus necesidades básicas. Por tanto, Miqueas les señaló que sus sacrificios eran actos desprovistos de significado, que Dios no iba a aceptar sus ofrendas. Paz aquí y ahora (Apoc. 22: 1-5) Juan contempló en visión algunas impactantes escenas que incluían desde acon- tecimientos contemporáneos a sucesos que ocurrirían en el tiempo del fin del mun- do. Incluso, a este privilegiado autor se le permitió contemplar escenas que ocurrían en el cielo. El capítulo 22 de Apocalipsis contiene una delicada descripción de nues- tro hogar celestial; aunque es claro que Juan hace un esfuerzo por describir lo indes- criptible. Al igual que sucede con varios objetos y funciones celestiales, se hace una referencia a cosas que son conocidas en nuestro planeta. En el versículo 2, del mismo capítulo, hay un esbozo del pueblo de Dios viviendo en armonía en el cielo. Sin embargo, mientras estemos en la tierra, deberíamos tratar de que quienes nos rodean vivan en armonía con Dios aquí y ahora. ¡De vuelta! (Mat. 22: 34-39) Jesús tuvo que enfrentar con frecuencia, situaciones peligrosas. Durante uno de esos acontecimientos, un fariseo le preguntó cuál era el mandamiento más impor- tante. El fariseo y sus amigos esperaban que Jesús dijera que uno de los mandamien- tos era más importante que otro. De esa forma podrían ridiculizar y humillar públi- camente al Maestro, y quizá acusarlo de herejía. Sin embargo, Jesús les respondió citando directamente Deuteronomio 6: 5, y luego mencionando el segundo mayor mandamiento encontrado en Levítico 19: 18. «No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor». Los oyentes de Jesús, especialmente los fariseos y los escribas, debían haber conocido el texto com- pleto. Es interesante que Levítico 19: 32-35, «explica» en parte el significado del versícu- lo 18. La respuesta de Jesús hace que los fariseos se marchen con las manos vacías, y posiblemente algo avergonzados. Jesús también logra presentar un poderoso mensaje 108
  • 4. a sus adinerados, beatos y elitistas acusadores: «No continúen trabajando para con- servar su estatus social y su riqueza. No sigan oprimiendo a quienes los consideran sus dirigentes. La salvación no depende de conocer los mandamientos religiosos y sociales, utilizándolos para el beneficio de ustedes». Jesús realizó un esfuerzo consciente para desafiar las injusticias sociales de su época. Jesucristo desafía la opresión (Isa. 58: 6, 7; Miq. 6: 7, 8; Mat. 25: 31-46) Jesús realizó un esfuerzo consciente para desafiar las injusticias sociales de su época. Él les habló a los parias de la sociedad. Él abrazó a los despreciados. Sanó a los desterrados a causa de sus enfermedades, y desafió a la élite religiosa. En algunas de sus últimas palabras antes de ser ejecutado, él intentó calmarlos respecto al juicio veni- dero. Él hablo en parábolas como había hecho en muchas ocasiones. Deseaba que entendieran la importancia de atender las necesidades de quienes los rodeaban. Se nos juzgará de acuerdo a nuestras acciones respecto a los pobres. No se nos juzgará por asistir al templo o a la sinagoga; ni por asistir a la iglesia todos los sábados; tam- poco por la lectura que hagamos de las Palabra. Se nos tomará en cuenta que haya- mos alimentado a los hambrientos, dado de beber al sediento, ropas al desnudo y por visitar a los presos. Jesús no estaba introduciendo alguna idea nueva. Únicamente se hacía eco de lo que los profetas habían escrito. Cumplir con esas responsabilidades es un punto respecto al que se nos juzgará. PARA COMENTAR 1. ¿Cómo deberíamos, como adventistas, interactuar con personas de otras religiones; o con aquellos que no practican religión alguna? 2. Jesús, mientras estuvo en la tierra, realizó un esfuerzo especial por alcanzar a gente de diferentes trasfondos sociales. ¿En qué forma la Iglesia Adventista intenta alcan- zar a gente de diferentes medios sociales? ¿En qué aspectos podríamos mejorar? Ben Green, Brisbrane, Queensland, Australia 109
  • 5. lunes 10 de diciembre Testimonio 1 Pedro 2: 5 Piedras y piedrecitas «El alma que ama a Dios, se levanta por encima de la neblina de la duda; obtie- ne una experiencia brillante, amplia, profunda y viviente y se vuelve humilde y se- mejante a Cristo… Esa alma podrá soportar la prueba del descuido, del maltrato y el desprecio, porque su Salvador ha sufrido todo esto. No se enojará ni desanima- rá cuando las dificultades la opriman, porque Jesús no fracasó ni se desanimó. Cada verdadero cristiano será fuerte, no en la fortaleza ni méritos de sus buenas obras, sino en la justicia de Cristo que por fe le es imputada. «El pueblo de Dios tiene una vocación elevada y santa». »Hemos de ocupar un lugar en el templo espiritual del Señor, y la pregunta im- portante no es si somos piedras grandes o pequeñas, sino si nos hemos sometido a Dios para que nos pula y podamos reflejar la luz de su gloria».1 «El pueblo de Dios tiene una vocación elevada y santa. Es el representante de Cristo».2 «Si nuestros hábitos de lenguaje y comportamiento no representan adecuada- mente la religión cristiana, inmediatamente debiéramos comenzar la obra de reforma. Al representar a Cristo al mundo, formemos hábitos que lo honren. Por doquiera, en forma oculta, hay quienes trabajan para apartar a las almas de Cristo; y Dios quiere tener instrumentos todavía más poderosos que obren entre su pue- blo para atraer las almas a Cristo».3 «Muchos que profesan ser seguidores cristianos no están deseosos de examinar sus corazones para ver si han pasado de la muerte a la vida. Algunos se apoyan en una antigua experiencia, y parecen pensar que una mera profesión de la verdad los salvará, pero la Palabra de Dios revela el terrible hecho de que los tales están gozan- do de una falsa esperanza».4 «El verdadero cristiano se deleitará en esperar y vigilar para recibir las enseñan- zas de Dios y la conducción de su Espíritu. Pero en el caso de muchos, la religión no es nada más que una práctica formal. Falta la piedad vital. Muchos se atreven a decir: haré esto o aquello, o bien no haré esto; y difícilmente sienten temor de ofen- der a Dios».5 PARA COMENTAR 1. ¿En qué formas tu vida honra a Dios? 2. ¿Cómo puedes entregarte a Dios más plenamente esta semana, con el fin de que su luz brille a través de ti? ______________ 1. A fin de conocerle, p. 151. 2. Ibíd., p. 152. 3. Ibíd. 4. Nuestra elevada vocación, p. 164. 5. Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 143. Matt Atcheson, Margate, Queensland, Australia 110
  • 6. martes 11 de diciembre Isaías 58: 7, Miqueas 6: 8, Evidencia Mateo 25: 31-46 «Por amor de Dios, ¡una limosna!» En los tiempos de Jesús se encontraban muchos mendigos en las calles. Es difí- cil hacer un estimado de la población de Israel en los tiempos bíblicos, aunque sí sabemos que las guerras y la muerte, así como el hambre, eran parte de la vida diaria. Jesús requiere nuestra participación personal. Esa parece ser la norma en muchas partes del mundo en la actualidad. El pro- blema de la justicia social es algo enorme. ¿Por qué la gente que dispone de más recursos no ayuda a los necesitados? Dios lo requiere. La mayor parte de nosotros conoce el texto de Mateo 25: 31-46. Allí aparece Jesús sentado en su trono y sepa- rando las ovejas de las cabras, de acuerdo a nuestras acciones. «El Rey les respon- derá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”» (ver. 40). Dichas acciones no dependen de la rique- za, de la capacidad o de la inteligencia; sencillamente son actos de dar y recibir libre- mente. Jesús requiere nuestra participación personal al cuidar de los demás.* Isaías 58 afirma que el ayuno requerido por Dios implica alimentar a los hambrientos, ves- tir y dar refugio a los pobres y ayudar a nuestras propias familias. Dicha lista no es exhaustiva; más bien representa ejemplos de acciones apropiadas. ¿Cuando fue la última vez que ayudaste a alguien que estaba en necesidad? «¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios» (Miq. 6: 8). En la práctica es más fácil decir esto que hacerlo. Pero, intentémoslo. Ojalá que nuestra oración sea: «Permíteme ayudar más a los demás» PARA COMENTAR 1. ¿Por qué no damos más de nuestro tiempo o de nuestro dinero? Si tratáramos a la gente como si ellos fueran Jesús, ¿cuánto más haríamos por ellos? 2. Si todos los que se llaman cristianos actuaran «con justicia, amar a la misericordia y se comportaran con humildad ante Dios», ¿cómo sería el mundo de diferente? ¿Cómo sería tu comunidad? 3. ¿Cómo puedes usar tus talentos esta semana con el fin de ayudar a quienes te rodean? ______________ *Life Application Study Bible, (Wheaton: Tyndale House, 1991), p. 1707. Tatiana Green, Brisbane, Australia 111
  • 7. miércoles 12 de diciembre Cómo actuar Romanos 12: 9-21; Acciones y actitudes 1 Corintios 13; Filipenses 1: 6, 9-11; 2: 3, 4; Hebreos 12: 1, 2 ¿Cómo podemos vivir al igual que Cristo en un mundo que no lo respeta? El tema de la vida cristiana ha sido debatido a través del tiempo. Muchos cristianos profesos no viven vidas cristianas. ¿Qué consejo nos da la Biblia respecto a este importante tema? Dios completará la buena obra que ha comenzado en ti. Abandona tus deseos egoístas. La primera mentira de Satanás todavía resuena en nuestros oídos. Nuestra naturaleza humana se goza en la ambición egoísta y en lo engañoso de nuestros corazones, algo que se contrapone al llamado de Dios para ser humildes y desprendidos (Fil. 2: 3, 4). Al colocar a los demás por encima de no - sotros imitaremos el ejemplo de Jesús. Existen numerosas formas prácticas para vivir como lo hizo Jesús. Nuestras acciones reflejan nuestros sentimientos. Es fácil permitirle a la natu- raleza humana que se enseñoree de nosotros; sobre todo en lo que se refiere a nues- tro trato con los demás: ya sea que tengamos conflictos con ellos o que sean extra- ños que necesitan de nuestra compasión. Quizá deberíamos preguntarnos si acaso nuestra actitud no tiende a denigrarlos, o si por otro lado los estamos ayudando. Eso se le podría aplicar a cualquiera, tanto a los que están cerca de nosotros como a aquellos con quienes nos tropezamos en la calle. ¿Podrás vivir esta semana sabien- do y demostrando a los demás que Jesús mora en ti? Permite que el amor abunde. Al leer 1 Corintios 13 y Romanos 12: 9-21, reco- noceremos las cualidades admirables que nosotros como cristianos deberíamos reflejar. Sin embargo, en el calor del momento, es fácil que nos olvidemos del amor y permitamos que el egoísmo reine. Por otro lado, si permitimos que el amor sea él de toda nuestra palabra y acción quizá nos sorprendamos de los cambios que se manifestarán en nuestras relaciones. Ojalá que tu amor «abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio» (Fil. 1: 9). El amor debe ser la principal caracterís- tica presente en toda actitud nuestra. Confía en la buena obra de Dios. Dios completará la buena obra que ha comenzado en ti (Fil. 1: 6). Quizá dudemos en ocasiones respecto a nuestras vidas y al hecho de que si estamos viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios. Sin embar- go, el mismo texto nos asegura que podemos tener plena confianza en Dios quien nos utilizará hasta el fin si se lo permitimos. PARA COMENTAR 1. ¿Cómo pueden tus acciones ser cada vez más parecidas a las de Cristo mientras él estuvo en la tierra? 2. ¿En quienes te enfocarías más, tomando en cuenta el consejo de la Biblia respecto a la vida cristiana? Nina Atcheson, Margate, Queensland, Australia 112
  • 8. jueves Opinión 13 de diciembre Deuteronomio 8: 11-17; Filipenses 2: 3, 4 Un termómetro espiritual Dios conoce los corazones y la naturaleza del hombre mucho mejor de lo que nos imaginamos. Por eso los Diez Mandamientos no fueron dados a los hijos de Israel en forma aislada, sino que también recibieron otras instrucciones y nor- mas. En numerosos textos leemos las advertencias y las reconvenciones que se les dieron para que recordaran al Creador. Esos importantes principios deberían tam- bién guiar nuestras vidas. En todo esto experimentamos el amor de Dios por noso- tros, mientras él intenta restaurarnos y enderezarnos con el fin de que reflejemos su imagen. La mayordomía no tiene que ver únicamente con el dinero. El espíritu del cielo implica dar, mientras que el espíritu terrenal desea recibir. La mayor parte de la gente pasa su vida tratando de obtener cosas perecederas. Si reconocieran su condición de mayordomos, pasarían la mayor parte de su vida dando. Únicamente de este modo podrán ellos obtener posesiones eternas. ¿Qué exige Dios? El único aspecto de la vida que no podemos simular es la ma- yordomía. Podemos disfrazar la testificación, la oración y el evangelismo. Por ende, muéstrame tu chequera y te diré qué clase de mayordomo eres. Tu chequera cuen- ta la historia de tu vida. Habla de tus valores. De lo mucho que ahorras. De lo que ya tienes. A quién apoyas financieramente. Dice mucho acerca de tus prioridades, por encima de todo. Actúa como un termómetro espiritual. El diccionario define a un mayordomo como «un administrador de asuntos fi - nancieros, una persona responsable por mantener en buen estado los asuntos de un hogar». Somos los mayordomos de Dios. Él es el dueño de todo (Sal. 24: 1), y por lo tanto tiene muchos derechos. Por otro lado, los mayordomos tienen res- ponsabilidades. Dios puede confiarnos mucho o poco según lo crea conveniente, pero en ningún momento se convertirá en el dueño de nuestras propiedades. La mayordomía no tiene que ver únicamente con el dinero. Incluye cualquier aspecto de nuestras vidas. Tiene que ver con la forma en que viven los cristianos. Dios se preocupa por nuestras actitudes. El amor del Padre siempre fluirá y testificará al mundo en todo lo que hacemos a diario. Esa será una forma de mostrar nuestra gratitud a Dios por las muchas bendiciones que él nos concede. PARA COMENTAR 1. ¿Qué puede decir tu fidelidad a Dios respecto a la relación que sostienes con él? 2. ¿Cómo deberíamos priorizar nuestras responsabilidades tomando en cuenta el diario crecimiento en Cristo que se manifiesta en nuestro vivir? Jocelyn Beale, Winterville, North Carolina, EE. UU. 113
  • 9. viernes 14 de diciembre Exploración 1 Juan 4: 7-21 Reflejando el amor de Cristo PARA CONCLUIR En 1 Juan 4: 19, encontramos un resumen del cristianismo expresado en una sola frase: «Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero». El amor de Dios nos impulsa a cuidar y a ayudar a los demás. Al contemplar su amor incondicional, somos transformados. Cristo vino para tranquilizar a la gente respecto al juicio. De igual manera, jamás deberíamos utilizar argumentos cristianos con el fin de opri- mir a los demás. El amor de Dios manifestado en nuestras vidas revelará el deseo de nuestros corazones de ser semejantes a Cristo. Después de todo, el cristianismo es un estilo de vida. CONSIDERA • Fotografiar algunos objetos que puedan ser representaciones simbólicas de tu fe en Dios. Luego puedes colocar dichas fotos en tu página de Facebook, o en cualquier otra galería de fotos de Internet con el fin de compartir con tus amigos el significado de dichas imágenes. Incluye algunos versículos de la Biblia cuando sea conveniente. • Entrevistar alguna persona mayor de tu iglesia preguntándole cómo se convir- tió al evangelio. Formula unas pocas preguntas a esa persona respecto a su ex- periencia como creyente. • Escribir en un pequeño cuaderno algunos pensamientos respecto a tu fe según vayan surgiendo los mismos durante el día. Asimismo consigna algunas pre- guntas que te gustaría hacerle a Dios. • Escribir respecto a algunos incidentes que han sido de inspiración y elevado- res para ti. Luego ordénalos de acuerdo a su importancia. • Incorporar en tu agenda una sesión de una hora para observar la naturaleza. Dedica tiempo para observar los sonidos, los perfumes y las formas de la natu- raleza. • Reunirte con algunos amigos con el fin de entonar algunos himnos que hablen del amor de Dios. Grabar un video de esta actividad, colocándolo en YouTube para compartirlo con amigos y familiares. PARA CONECTAR Deuteronomio 6: 4-6; 1 Tesalonicenses 4: 1-12; Hebreos 10: 23-25. El ministerio de curación, cap. 6. Debbie Battin Sasser, Friendswood, Texas EE. UU. 114