La querella de las investiduras fue un conflicto entre la Iglesia y el Imperio en los siglos XI y XII sobre quién tenía el derecho de investir a los obispos y abades. Los papas Gregorio VII y Urbano II condenaron la práctica de la investidura laica y la simonía. El conflicto terminó con el Concilio de Worms en 1122, que estableció que las elecciones eclesiásticas serían libres pero en presencia de delegados imperiales, y que los obispos recibirían la investidura