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Discurso leído por Dña Antonia Cámara Esclapez, ante la 34ª promoción de
alumnos del Instituto de Enseñanza Media nº 1 de Las Rozas; Madrid, el día
23 de Mayo de 2012, celebración de su fiesta de Graduación.



Queridos Alumnos:

Estimados Padres, Autoridades y Compañeros:



Leía yo estos días atrás, unas pequeñas memorias del reciente premio Nobel

de Literatura, el poeta sueco Tomás Tranströmer, cuando viene nuestro

Director, Emilio, y me espeta a boca de jarro:


Antonia, este año queremos que seas quien lea el discurso en la fiesta-gala de

Imposición de Bandas y Graduación de la Promoción de Bachillerato que este

año termina sus estudios en nuestro Instituto.


Yo no estoy avezada a estos menesteres de discursos, oraciones y jergas del

estilo. Además, yo no soy políticamente correcta. Pero bueno, con un poco de

coraje y mucho de bien mandada- yo siempre he sido una persona obediente,

incluso de niña-, me puse delante de la cuartilla y aquí pergeñé algunas

pequeñas reflexiones que paso a compartir con vosotros, confiando, eso sí, en

vuestra comprensión y crítica benevolente.


Pero antes de estas reflexiones, dejadme dirigir mi pensamiento y mi recuerdo

hacia una persona que todos convendréis conmigo que merece especialmente

que la traigamos a nuestra memoria: Me refiero a vuestra profesora, nuestra

compañera y amiga: Marina, que tanto hubiera disfrutado en compartir estos

momentos de gozo con vosotros, sus alumnos.




                                       1
Profesora de Matemáticas, extraordinaria Profesora, que con tanto sufrimiento

y mayor dignidad supo llevar su enfermedad hasta sus últimos días en que tan

prematuramente nos dejó.


Yo os pido un fuerte aplauso para ella. Gracias.


Y vuelvo a mis reflexiones. La primera de ellas, es muy directa: No es tanto una

reflexión, sino una sincera recomendación: Que leáis a este poeta, que os

mencioné, y que a pesar de que le han dado el premio Nobel, - esto lo digo

con un poco de sorna -, es magnífico y su poesía bellísima. Así pues , jóvenes

Graduados: Ya tenéis grata tarea para los ratos de ocio que os permitan

vuestras vacaciones veraniegas. Leer la poesía de este poeta sueco,

flamante premio Nobel. Por supuesto, esta recomendación la hago extensiva

al resto del auditorio, pero el mensaje y razón de mi reflexión va más para los

jóvenes, para que, además de rellenar su mochila veraniega con un buen libro,

vayan amueblando los estamentos de su cabeza, con las enseñanzas,

pensamientos, sabiduría y belleza que el libro guarda en su interior. Estas

enseñanzas las necesitareis, no cabe duda, en vuestra vida social, profesional

y familiar del futuro. Os hago esta recomendación sin temor a crítica alguna. Y

aquí, al hilo de esta recomendación, me vais a permitir una segunda reflexión,

que es, como antes os he dicho que soy yo;            es decir, políticamente

incorrecta. Es la siguiente: Si os recomendara la lectura de un poeta español,

tendría que pensármelo dos veces: Nosotros, los españoles, rápidamente nos

pondríamos en guardia para ver por dónde nos sale la recomendación y de qué

pié cojea el recomendante, en este caso la recomendante. Así por ejemplo si

os recomendara a un poeta como Antonio Machado, poeta de todos los

españoles como ya nos recordó Marañón hace más de 50 años, ahora


                                       2
cantado por algunos significados cantautores, seguramente habría una amplia

mayoría “popular” que me tildaría de buen gusto, buen talante y me aplaudirían.

Ahora bien, si se me ocurriera recomendaros a su hermano, Manuel

Machado, también poeta, incluso en su día de mayor fama que su propio

hermano, con seguridad recibiría un severo dictamen de esa misma mayoría

popular; apostillándome con algún piropo, algo así como : “Esta tía es una

facha”. Y yo me hago esta reflexión y os pregunto: ¿Nos reconocemos los

españoles en este tipo de juicios y comportamientos? Y yo me atrevo a

deciros: pues sí, así somos los españoles. Y yo os digo, queridos jóvenes:

Aprendamos a no seguir siendo así. Aprendamos a superar estos atavismos.

Aprendamos a respetar las opiniones de quienes no opinan como nosotros.

Aprendamos ese concepto que a muchos les llena la boca cuando lo pronuncia

y que muy pocos practican en la realidad, es decir, democracia. Sí,

aprendamos democracia, que es una de las importantes asignaturas,

pendientes de aprobar, que tenemos los españoles. Y puestos a aprender,

aprendamos también valores. Valores en la familia, valores en el Instituto, y

como paso siguiente: Valores en la Universidad o en vuestra vida profesional,

sea lo que sea que os toque en vuestro futuro inmediato. Vosotros los jóvenes

estáis en esa hermosa edad en que podéis aprender estos conceptos con

ilusión, con frescura, con sinceridad y con espíritu de permanencia.

Aprendezlos y practicazlos para que os conduzcan por la vida en la forma

como la entendía otro insigne y excelso poeta, también premio Nobel, pero

esta vez español, Juan Ramón Jimenez, que concebía la democracia y la

formación humana en valores, no como un fin, en sí, sino “como un camino

hacia el hombre mejor”. Bellísima y sugerente reflexión que yo os animo a




                                      3
que constantemente la pongáis en práctica y sea habitual en el camino de

vuestra vida. A nosotros, los docentes, nos toca enseñaros estos conceptos no

sólo en la formalidad de una lección desde la cátedra, sino en la forma en que

la enseñanza queda más firmemente grabada en el espíritu del adolescente:

con el ejemplo de su ejercicio cotidiano desde la más pura integridad y

honradez. La pregunta que nos hacemos, que me hago es, si desde nuestro

papel de enseñantes estamos respondiendo con nuestro ejemplo a este patrón

de enseñanza. Ojalá sea que sí, y ojalá que vosotros así lo percibáis.


Y tras estas pequeñas reflexiones vuelvo un poco atrás, a las memorias de

nuestro poeta, centradas en sus vivencias de infancia y adolescencia, que son

las vivencias que os está tocando vivir a vosotros en este momento. Y entre

estos recuerdos que el poeta nos relata, me quedo con dos, que no me pasan

nada desapercibidos: Uno, su pérdida, aún muy niño, cuando en medio de la

ciudad en que vivía quedó descolgado de la mano de su madre y se perdió

entre la muchedumbre. Él solo, acertó a llegar a su casa, a la caída de la

noche, cuando ya su madre sufría un tremendo desconsuelo por la ausencia de

su hijo. Esta pequeña anécdota, lo revivo en mi propia carne pues algo

parecido me ocurrió a misma: entre tantos hijos, en una ocasión que todos eran

bien pequeños, se me quedó mi hijo mayor, entonces niño, si no descolgado,

olvidado en una Academia a donde los llevaba para estudio de Inglés. Cuando

llegando a casa, veo que me falta uno, podéis imaginaros no el susto, sino el

soponcio que me dio al imaginarme lo peor. A Dios gracias, lo peor no llegó, y

sí llegó mi hijo, sólo, pues de forma natural no vaciló en tomar el metro y llegar

a casa. No tengo más remedio que, en simpatía con nuestro poeta, rememorar




                                        4
esta anécdota que experimentamos ambos, si bien con un intervalo de 60

años.


El segundo recuerdo con el que me quedo, de los relatados por nuestro

poeta, es el recuerdo en que nos va desgranando sus primeros pasos por la

Escuela Pública, descubrimiento de Museos, de la Biblioteca,       estudios del

Latín, recitales de versos de Horacio, y sobre todo su grande alegría por el

descubrimiento y estudio de la Geografía y de la Historia. Sí, de la Geografía y

de la Historia. Esto no lo digo yo, nos lo dice el mismo poeta y que, según nos

confiesa, fueron los pasos y caminos que le llevaron al descubrimiento de la

poesía, que finalmente le aupó al máximo reconocimiento y galardón a

que el hombre puede aspirar: El premio Nobel. Comprenderéis ahora,

queridos alumnos, el porqué de mis simpatías y estas pequeñas digresiones

sobre tan relevante poeta: resulta que le gustaba la Geografía y la Historia.

Pero más allá de la anécdota, que sabréis perdonarme, pensaba yo cuando

leía sus memorias, que quizá vosotros, algún día, cuando alguno de vosotros

seáis laureados con alguno de esos reconocimientos de rango universal,

podáis recordar,   con el mismo cariño que lo hace el poeta, este nuestro

Instituto y este pequeño y bonito pueblo de las Rozas, ubicado en las

proximidades de la Sierra de Madrid, podáis, digo, recordarlo como entrañable

etapa que os abrió el camino hacia metas mucho más altas, que desde aquí,

el cuerpo docente al completo, deseamos que todos vosotros alcancéis.


En ese camino, hay muchos peligros que os acechan. Uno de ellos, que a mí

me parece que es especialmente maligno y muy visible, especialmente dirigido

para vosotros los jóvenes, es el populismo. El populismo está pensado para

adular ese deseo mezquino que todos llevamos dentro, de querer ser mucho y


                                       5
de querer tener mucho a costa de nada, a costa de ningún esfuerzo. Ese

populismo, es el que nos riega los oídos ofreciéndonos los “derechos gratis”,

que tanto nos seducen a los humanos. Esta seducción es perversa, porque

sugiere una vida fácil, cómoda, llena de prebendas gratuitas, pero que, en

cuanto uno reflexiona un poco sobre ese anzuelo, políticamente perverso, se

encuentra con que la vida real no es así. Si queremos ser alguien, si queremos

conseguir algo, si queremos escalar la pendiente de nuestra vida hacia una

plataforma de mayor bienestar, tenemos que esforzarnos, tenemos que trabajar

muy duro, competir, tenemos que ser mejores que los demás, que también

aspiran a iguales prebendas y a ocupar iguales o mejores puestos, los de

mayores responsabilidades que son las que en definitiva, nos compensan y nos

retribuyen los pequeños y honestos placeres que la vida nos ofrece. El peligro,

cuando somos jóvenes, es darnos cuenta un poco demasiado tarde, de que la

vida no nos la regala nadie. Ahí, queridos jóvenes, tenéis que estar muy alerta

de que la vida tenemos que ganárnosla nosotros cada día con nuestro trabajo,

nuestro esfuerzo, nuestra capacidad, nuestra comedida ambición y nuestra

inteligencia. No queramos abolir la famosa máxima de Don Quijote a Sancho

cuando le dice: “Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro si no

hace más que otro”. Apliquemos pues esta máxima de don Quijote, es decir:

Tenemos que hacer más que los otros. Si queremos ser más o mejores que

aquellos que compiten con nosotros, hagamos más y mejor que ellos. Así

encontraremos la sana recompensa que nos hará sentirnos un poco más

satisfechos de nosotros mismos pues nada hay más reconfortable y más

satisfactorio para la especie humana que los éxitos provenientes del trabajo,

del esfuerzo, del sacrificio y de la inteligencia.




                                          6
Os decía, unas líneas arriba, que os deseo que vuestro paso por nuestro

Instituto de las Rozas haya sido estimulante, provechoso y entrañable y

como tal lo recordéis, cuando a recordar toque, con el cariño que lo hacía

nuestro premio Nobel en sus memorias.


No os pido que necesariamente os acordéis de la Geografía, que a tanto no

aspiro, pero sí desearía que nos recordarais a todo el grupo de Profesorado

como un cuerpo docente entregado a vosotros, con profesión, con rigor, con

disciplina, además de con cariño y sobre todo con justicia. Si hemos sido

capaces de que nos recordéis con algunas de estas cualidades, nosotros, los

profesores, nos consideramos más que recompensados en nuestra actividad

docente.


No puedo por menos que terminar deseándoos a todos vosotros que

acertéis con vuestras        vocaciones,    con   vuestros   estudios   en la

Universidad, con vuestras profesiones, y sobre todo que tengáis mucha

suerte en vuestra andadura por la vida. Pero no lo olvidéis, la suerte, suele

venir cuando se le ayuda y la forma de ayudarla es abrirle la puerta con el

trabajo, el esfuerzo y el sacrificio.


Y ya termino, con una felicitación muy sincera y muy gratificante para aquellos

de vosotros que habéis terminado este Bachillerato con notas de excelencia.

Para quienes no han alcanzado ese nivel, una pequeña reflexión final: No os

preocupéis. Nuestro insigne premio Nobel Ramón y Cajal también pasó

por esa experiencia, pero eso sí, le puso remedio con un extraordinario

estudio de la Medicina, arduo trabajo de investigación en su precario

laboratorio, esfuerzo sin límites y tesón, que para eso era maño, y ya veis




                                        7
hasta donde llegó: Premio Nobel de Medicina y quizá el más insigne y el

más meritorio de todos nuestros Premios Nobel. También escribió unas

memorias de entrañable y deliciosa lectura   que, por supuesto también os

recomiendo. Vosotros podéis ser otros que sigáis su ejemplo y su senda. Así

os lo deseo.


Para todos, un fuerte abrazo y un cariñoso beso de despedida, y que Dios

os bendiga.


Muchas Gracias




                                    8

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  • 1. Discurso leído por Dña Antonia Cámara Esclapez, ante la 34ª promoción de alumnos del Instituto de Enseñanza Media nº 1 de Las Rozas; Madrid, el día 23 de Mayo de 2012, celebración de su fiesta de Graduación. Queridos Alumnos: Estimados Padres, Autoridades y Compañeros: Leía yo estos días atrás, unas pequeñas memorias del reciente premio Nobel de Literatura, el poeta sueco Tomás Tranströmer, cuando viene nuestro Director, Emilio, y me espeta a boca de jarro: Antonia, este año queremos que seas quien lea el discurso en la fiesta-gala de Imposición de Bandas y Graduación de la Promoción de Bachillerato que este año termina sus estudios en nuestro Instituto. Yo no estoy avezada a estos menesteres de discursos, oraciones y jergas del estilo. Además, yo no soy políticamente correcta. Pero bueno, con un poco de coraje y mucho de bien mandada- yo siempre he sido una persona obediente, incluso de niña-, me puse delante de la cuartilla y aquí pergeñé algunas pequeñas reflexiones que paso a compartir con vosotros, confiando, eso sí, en vuestra comprensión y crítica benevolente. Pero antes de estas reflexiones, dejadme dirigir mi pensamiento y mi recuerdo hacia una persona que todos convendréis conmigo que merece especialmente que la traigamos a nuestra memoria: Me refiero a vuestra profesora, nuestra compañera y amiga: Marina, que tanto hubiera disfrutado en compartir estos momentos de gozo con vosotros, sus alumnos. 1
  • 2. Profesora de Matemáticas, extraordinaria Profesora, que con tanto sufrimiento y mayor dignidad supo llevar su enfermedad hasta sus últimos días en que tan prematuramente nos dejó. Yo os pido un fuerte aplauso para ella. Gracias. Y vuelvo a mis reflexiones. La primera de ellas, es muy directa: No es tanto una reflexión, sino una sincera recomendación: Que leáis a este poeta, que os mencioné, y que a pesar de que le han dado el premio Nobel, - esto lo digo con un poco de sorna -, es magnífico y su poesía bellísima. Así pues , jóvenes Graduados: Ya tenéis grata tarea para los ratos de ocio que os permitan vuestras vacaciones veraniegas. Leer la poesía de este poeta sueco, flamante premio Nobel. Por supuesto, esta recomendación la hago extensiva al resto del auditorio, pero el mensaje y razón de mi reflexión va más para los jóvenes, para que, además de rellenar su mochila veraniega con un buen libro, vayan amueblando los estamentos de su cabeza, con las enseñanzas, pensamientos, sabiduría y belleza que el libro guarda en su interior. Estas enseñanzas las necesitareis, no cabe duda, en vuestra vida social, profesional y familiar del futuro. Os hago esta recomendación sin temor a crítica alguna. Y aquí, al hilo de esta recomendación, me vais a permitir una segunda reflexión, que es, como antes os he dicho que soy yo; es decir, políticamente incorrecta. Es la siguiente: Si os recomendara la lectura de un poeta español, tendría que pensármelo dos veces: Nosotros, los españoles, rápidamente nos pondríamos en guardia para ver por dónde nos sale la recomendación y de qué pié cojea el recomendante, en este caso la recomendante. Así por ejemplo si os recomendara a un poeta como Antonio Machado, poeta de todos los españoles como ya nos recordó Marañón hace más de 50 años, ahora 2
  • 3. cantado por algunos significados cantautores, seguramente habría una amplia mayoría “popular” que me tildaría de buen gusto, buen talante y me aplaudirían. Ahora bien, si se me ocurriera recomendaros a su hermano, Manuel Machado, también poeta, incluso en su día de mayor fama que su propio hermano, con seguridad recibiría un severo dictamen de esa misma mayoría popular; apostillándome con algún piropo, algo así como : “Esta tía es una facha”. Y yo me hago esta reflexión y os pregunto: ¿Nos reconocemos los españoles en este tipo de juicios y comportamientos? Y yo me atrevo a deciros: pues sí, así somos los españoles. Y yo os digo, queridos jóvenes: Aprendamos a no seguir siendo así. Aprendamos a superar estos atavismos. Aprendamos a respetar las opiniones de quienes no opinan como nosotros. Aprendamos ese concepto que a muchos les llena la boca cuando lo pronuncia y que muy pocos practican en la realidad, es decir, democracia. Sí, aprendamos democracia, que es una de las importantes asignaturas, pendientes de aprobar, que tenemos los españoles. Y puestos a aprender, aprendamos también valores. Valores en la familia, valores en el Instituto, y como paso siguiente: Valores en la Universidad o en vuestra vida profesional, sea lo que sea que os toque en vuestro futuro inmediato. Vosotros los jóvenes estáis en esa hermosa edad en que podéis aprender estos conceptos con ilusión, con frescura, con sinceridad y con espíritu de permanencia. Aprendezlos y practicazlos para que os conduzcan por la vida en la forma como la entendía otro insigne y excelso poeta, también premio Nobel, pero esta vez español, Juan Ramón Jimenez, que concebía la democracia y la formación humana en valores, no como un fin, en sí, sino “como un camino hacia el hombre mejor”. Bellísima y sugerente reflexión que yo os animo a 3
  • 4. que constantemente la pongáis en práctica y sea habitual en el camino de vuestra vida. A nosotros, los docentes, nos toca enseñaros estos conceptos no sólo en la formalidad de una lección desde la cátedra, sino en la forma en que la enseñanza queda más firmemente grabada en el espíritu del adolescente: con el ejemplo de su ejercicio cotidiano desde la más pura integridad y honradez. La pregunta que nos hacemos, que me hago es, si desde nuestro papel de enseñantes estamos respondiendo con nuestro ejemplo a este patrón de enseñanza. Ojalá sea que sí, y ojalá que vosotros así lo percibáis. Y tras estas pequeñas reflexiones vuelvo un poco atrás, a las memorias de nuestro poeta, centradas en sus vivencias de infancia y adolescencia, que son las vivencias que os está tocando vivir a vosotros en este momento. Y entre estos recuerdos que el poeta nos relata, me quedo con dos, que no me pasan nada desapercibidos: Uno, su pérdida, aún muy niño, cuando en medio de la ciudad en que vivía quedó descolgado de la mano de su madre y se perdió entre la muchedumbre. Él solo, acertó a llegar a su casa, a la caída de la noche, cuando ya su madre sufría un tremendo desconsuelo por la ausencia de su hijo. Esta pequeña anécdota, lo revivo en mi propia carne pues algo parecido me ocurrió a misma: entre tantos hijos, en una ocasión que todos eran bien pequeños, se me quedó mi hijo mayor, entonces niño, si no descolgado, olvidado en una Academia a donde los llevaba para estudio de Inglés. Cuando llegando a casa, veo que me falta uno, podéis imaginaros no el susto, sino el soponcio que me dio al imaginarme lo peor. A Dios gracias, lo peor no llegó, y sí llegó mi hijo, sólo, pues de forma natural no vaciló en tomar el metro y llegar a casa. No tengo más remedio que, en simpatía con nuestro poeta, rememorar 4
  • 5. esta anécdota que experimentamos ambos, si bien con un intervalo de 60 años. El segundo recuerdo con el que me quedo, de los relatados por nuestro poeta, es el recuerdo en que nos va desgranando sus primeros pasos por la Escuela Pública, descubrimiento de Museos, de la Biblioteca, estudios del Latín, recitales de versos de Horacio, y sobre todo su grande alegría por el descubrimiento y estudio de la Geografía y de la Historia. Sí, de la Geografía y de la Historia. Esto no lo digo yo, nos lo dice el mismo poeta y que, según nos confiesa, fueron los pasos y caminos que le llevaron al descubrimiento de la poesía, que finalmente le aupó al máximo reconocimiento y galardón a que el hombre puede aspirar: El premio Nobel. Comprenderéis ahora, queridos alumnos, el porqué de mis simpatías y estas pequeñas digresiones sobre tan relevante poeta: resulta que le gustaba la Geografía y la Historia. Pero más allá de la anécdota, que sabréis perdonarme, pensaba yo cuando leía sus memorias, que quizá vosotros, algún día, cuando alguno de vosotros seáis laureados con alguno de esos reconocimientos de rango universal, podáis recordar, con el mismo cariño que lo hace el poeta, este nuestro Instituto y este pequeño y bonito pueblo de las Rozas, ubicado en las proximidades de la Sierra de Madrid, podáis, digo, recordarlo como entrañable etapa que os abrió el camino hacia metas mucho más altas, que desde aquí, el cuerpo docente al completo, deseamos que todos vosotros alcancéis. En ese camino, hay muchos peligros que os acechan. Uno de ellos, que a mí me parece que es especialmente maligno y muy visible, especialmente dirigido para vosotros los jóvenes, es el populismo. El populismo está pensado para adular ese deseo mezquino que todos llevamos dentro, de querer ser mucho y 5
  • 6. de querer tener mucho a costa de nada, a costa de ningún esfuerzo. Ese populismo, es el que nos riega los oídos ofreciéndonos los “derechos gratis”, que tanto nos seducen a los humanos. Esta seducción es perversa, porque sugiere una vida fácil, cómoda, llena de prebendas gratuitas, pero que, en cuanto uno reflexiona un poco sobre ese anzuelo, políticamente perverso, se encuentra con que la vida real no es así. Si queremos ser alguien, si queremos conseguir algo, si queremos escalar la pendiente de nuestra vida hacia una plataforma de mayor bienestar, tenemos que esforzarnos, tenemos que trabajar muy duro, competir, tenemos que ser mejores que los demás, que también aspiran a iguales prebendas y a ocupar iguales o mejores puestos, los de mayores responsabilidades que son las que en definitiva, nos compensan y nos retribuyen los pequeños y honestos placeres que la vida nos ofrece. El peligro, cuando somos jóvenes, es darnos cuenta un poco demasiado tarde, de que la vida no nos la regala nadie. Ahí, queridos jóvenes, tenéis que estar muy alerta de que la vida tenemos que ganárnosla nosotros cada día con nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestra capacidad, nuestra comedida ambición y nuestra inteligencia. No queramos abolir la famosa máxima de Don Quijote a Sancho cuando le dice: “Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro”. Apliquemos pues esta máxima de don Quijote, es decir: Tenemos que hacer más que los otros. Si queremos ser más o mejores que aquellos que compiten con nosotros, hagamos más y mejor que ellos. Así encontraremos la sana recompensa que nos hará sentirnos un poco más satisfechos de nosotros mismos pues nada hay más reconfortable y más satisfactorio para la especie humana que los éxitos provenientes del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio y de la inteligencia. 6
  • 7. Os decía, unas líneas arriba, que os deseo que vuestro paso por nuestro Instituto de las Rozas haya sido estimulante, provechoso y entrañable y como tal lo recordéis, cuando a recordar toque, con el cariño que lo hacía nuestro premio Nobel en sus memorias. No os pido que necesariamente os acordéis de la Geografía, que a tanto no aspiro, pero sí desearía que nos recordarais a todo el grupo de Profesorado como un cuerpo docente entregado a vosotros, con profesión, con rigor, con disciplina, además de con cariño y sobre todo con justicia. Si hemos sido capaces de que nos recordéis con algunas de estas cualidades, nosotros, los profesores, nos consideramos más que recompensados en nuestra actividad docente. No puedo por menos que terminar deseándoos a todos vosotros que acertéis con vuestras vocaciones, con vuestros estudios en la Universidad, con vuestras profesiones, y sobre todo que tengáis mucha suerte en vuestra andadura por la vida. Pero no lo olvidéis, la suerte, suele venir cuando se le ayuda y la forma de ayudarla es abrirle la puerta con el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio. Y ya termino, con una felicitación muy sincera y muy gratificante para aquellos de vosotros que habéis terminado este Bachillerato con notas de excelencia. Para quienes no han alcanzado ese nivel, una pequeña reflexión final: No os preocupéis. Nuestro insigne premio Nobel Ramón y Cajal también pasó por esa experiencia, pero eso sí, le puso remedio con un extraordinario estudio de la Medicina, arduo trabajo de investigación en su precario laboratorio, esfuerzo sin límites y tesón, que para eso era maño, y ya veis 7
  • 8. hasta donde llegó: Premio Nobel de Medicina y quizá el más insigne y el más meritorio de todos nuestros Premios Nobel. También escribió unas memorias de entrañable y deliciosa lectura que, por supuesto también os recomiendo. Vosotros podéis ser otros que sigáis su ejemplo y su senda. Así os lo deseo. Para todos, un fuerte abrazo y un cariñoso beso de despedida, y que Dios os bendiga. Muchas Gracias 8