1. CUANDO SE HACE HISTORIA(?)
Por: Nazly Puentes Medina
Es considerable pensar que la historia sea un entramado de ficciones que se hicieron
necesarias de sostener al momento en que el hombre se ubicó en la trascendentalidad. Esta
circunstancia de lo trascendental significa “estar más allá” de algo y a su vez dictamina que
debe ser importante para tenerse en cuenta.
La historia es considerada una ciencia y como ciencia se ubica en los preceptos de la
objetividad y la investigación profunda de los sucesos, principalmente de los que pertenecen al
pasado, aunque dentro de sus definiciones se contempla en igual importancia, ser una
narración abierta de cualquier hecho. Si retomamos la idea de la historia como un tejido de
ficciones, es decir un conglomerado de inventos que simulan la realidad, y nos desligamos
parcialmente de la ciencia histórica que es la más cercana a los procesos educativos de
nuestro contexto social, podemos partir con tranquilidad al análisis de lo que damos por
sentado como realidad, en un mundo en el que la diversidad y los puntos de vista tienen cada
vez más espacio para ser escuchados, escritos, documentados, compartidos, discutidos,
archivados y contemplados como históricos.
A mi modo de ver la historia es un proceso transgredido esencialmente por el poder y este
inseparable matrimonio, depende fundamentalmente de lo que se busque llevar “más allá” del
silencio de un hecho para lograr tejerse en el fabuloso mundo histórico que nos encierra y nos
da un lugar en la existencia. Poder se disfraza de convencimiento, de opresión, de motivación,
de manejo informativo, mentira, imaginación, de complementar, transponer o dirigir, de creer o
necesitar que otros crean, e historia se engalana con los diferentes triunfos que va logrando el
otro a cada pase mágico del transcurso de la vida, llevando a cabo la selección lo que debe
utilizarse para la construcción de la rueda de la fortuna que es la sociedad humana.
¿Porque nos interesa tanto la historia? ¿Cuál es el propósito de apropiarnos de lo que sucede,
proponiendo una versión de los acontecimientos? ¿De qué nos sirve toda esa información que
en la mayoría de los casos no podemos sentir, ni corroborar?. Cuando pienso en la historia
como una ciencia, no puedo apartarme de la idea de estar enfrentando a un gigante tonto que
cree tener la razón, por eso prefiero echarme sobre un tapete enmarañado en miles de sonidos
y susurros, un tapete anudado por la diversidad y corroborado por la mentira que finalmente es
la verdad más implacable y más usada en esta historia. Me interesa ahora ahondar en esa
narración de eventos que se transmite a libertad, allí encuentro un lugar más propicio para lo
que nos compete como artistas: la subjetividad, el sentir y participar a otros de esta emoción,
así podemos ver el resto de la historia con la ingenuidad y el compromiso con que un niño
acepta ser parte de un juego. Con el poder ilimitado de la imaginación un niño se convence de
que la caja de cartón es un carro, una nave, un barco o una casa, a su vez un hombre cree en
la religión, el estado, la ciencia, el amor, la guerra o el arte y cree como un niño que sus
razones son válidas para asumir cualquier rol que le suscite el juego. Un ejemplo de esto es
como la definición de un fauno en la mitología romana que se refiere a una divinidad. El
2. Laberinto del Fauno película de drama y ficción del director mexicano Guillermo del Toro y La
Siesta de un Fauno poema y pieza coreográfica, son versiones que se tienen sobre un mismo
personaje, se abarcan desde distintos puntos y pertenecen a la misma fuente informativa
humana, su capacidad de generar historias y acumular sucesos de los cuales se parte para
otro sin número de relatos como una cadena al infinito. Sin embargo el fauno no deja de ser un
ser nacido de la imaginación, de la necesidad creativa del hombre para referirse a un personaje
fruto de una duplicidad de caracteres entre humano y animal, pero quizá al momento en que
surgió su existencia, para su creador, este ser era parte de la realidad e importante para su
entorno. La misma importancia que tienen los mitos, las leyendas, los cuentos, las canciones,
la danza, el teatro, la literatura, la filosofía, la ciencia y la historia que los compila dándoles
lugar. Y ninguna de las anteriores deja de ser un invento, que en la escala de valores humano
se consideraría como parte de la gran construcción de realidades juntadas con el cemento de
la mentira.
Ahora bien para el caso particular de la danza, su complejidad reside en la volatilidad de la
narración referente a ella, puesto que tratamos sobre un suceso al que le pertenece un leguaje
puramente abstracto gracias al carácter corporal en el que habita, refiriéndome al cuerpo desde
los preceptos de las culturas orientales del todo que contiene: materia, cerebro, espíritu y
corazón. Y es en esto donde radica su magia y su simpleza, todas las culturas milenarias
cuentan en sus saberes ancestrales con danzas rituales que los conectaban directamente con
el sentir la vida, sus anhelos y sus necesidades más profundas a la par que se canta, se reza,
se sacrifica y se personifica, en esta alquimia, en este suceso real que se basa en una
conexión “más allá” de lo establecido como cierto, es donde podemos confrontar las
dimensiones de una historia sobre lo intangible. Me gusta creer que realidad y mentira son una
sola, que el ser humano contemporáneo gracias a la historia puede desfigurarse en la libertad
de movimiento y ver desde diferentes ángulos hacia un mismo lugar o hacia varios, me gusta
porque imagino que nos veo abriéndonos paso entre ese gran tapete mágico hacia ningún
lugar, nos veo como la raza que somos incoherentes y olvidadizos, me gusta porque veo la
fragilidad de estar contenidos en un lugar que nos alimenta y que en nombre de nuestra verdad
evolutiva destruimos, claro la ciencia no dejara de investigar si hay posibilidades de vivir en otro
planeta, por si este definitivamente no puede con tanta historia o no logra mantenerse en pie
para presenciar tanta sabiduría. Es así que si grabamos la danza, escribimos libros, tratados,
fundamentos, tomamos fotografías, recopilamos datos, creamos más espectáculos y más
técnicas y más formas de movimiento, tendremos seguramente una verdad que compartir con
los extraterrestres y así se harán a la idea de lo maravillosos que somos.
Si es importante o no, no me genera mayor relevancia. Luis XIV un rey que gobernó una de las
más grandes potencias de Europa y el mundo, que en sus ratos libres le gustaba creerse el sol
del mismo llenándose de polvo de oro y haciendo pasitos raros con los pies, abrió la puerta a
toda una revolución del movimiento, del arte y de la historia, nadie sabe si los pasitos se los vio
a un campesino o se inspiró en alguna otra danza existente de su época, pero se agradece lo
que aparece en los libros. Martha Graham considerada una de las bailarinas mas importantes
del siglo XX y comparada en trascendentalidad con Picasso, Mery Vytman xxxxxxx
Mers Cuningam xxxxxxxxxxxxx, Diaghilev y Niyinsky, Pina Baush, Sasha Waltz,
3. Todos grandes personajes de la danza de la vida, todos resultados inefables de su época, de
su historia, pero lo que conocemos a partir primeramente de su obra y luego de entrevistas,
libros, conferencias o relatos audiovisuales, sonoros o escritos, nos deja ver siquiera una
sesgada ilusión de lo que son ellos en realidad o de los que fueron. Mi posición frente a la
historia no es de rechazo, es más bien de inconformidad por la ausencia de emoción y es algo
que no cambia significativamente, ni depende en exclusiva del medio por el que se registre la
historia, se trata de la falencia de vibraciones al momento de enterarse de un suceso que no
nos perteneció, que vivió otro en otro tiempo y que es complejo de revivir cuando hace falta
magia, cuando se lee plano en el computador o se narra frio en la lectura, es una suerte de
perdida de los sentidos, entonces se lleva un alimento a la boca pero no damos con un sabor
exquisito que nos motive a tragarlo. Para mí la historia, la de verdad, es la que se vive, la del
bailarín en el salón o en la calle, la del director consternado por sus ideas que lo persiguen
hasta en los sueños, la del productor rebuscador, la del artista creador que no se quita el
maquillaje para cenar con la familia. La historia, la mía por ejemplo en este templo de la danza,
tiene que ver con esos fracasos –a lo Ed Wood- que nunca aparecerán en un libro o en una
revista y que con el tiempo dejaran de ser anécdota entre los personajes que la vivieron. Mi
obra no los desnuda y yo no los sacrifico ni los honro, a pesar que de ellos soy un fruto maduro,
quizá ni siquiera yo quiero brindarlo al mundo, tal vez por esta manía heredada de mostrar solo
lo bueno, lo recto, de ponerle buena cara al mal tiempo y mentiras decoradas a las páginas
que se supone serán leídas.
Finalmente creo que no estuvo mal haber hablado de Sasha Waltz como una conocida, una
allegada que sin más complicaciones aceptaría una copa y una temporada de estrenos
gratuitos en Colombia, me pase de confianza y eso me costó más de lo que soñé, pero no
menos de lo que puedo pagar el día que la tenga enfrente riendo de las casualidades de ser
como somos, todos soñadores de la historia que nos contaron, a lo Woodie Allen xxxx que
levanto de la tumba a xxxxxxxxxx. Porque de eso estamos hechos, de sentirnos como el otro,
de saciarnos de sabor, de deseo, de pasión, de lágrimas y aplausos, esas son nuestras
historias, las que parimos y al nacer hicieron llorar al público o nos tiraron tomates y nos
odiaron hasta el pago de la siguiente boleta para vernos otra vez, las que apropiamos y
llevamos a la entrada semidesnudos y convencidos a pesar de los chiflidos y los comentarios,
las que contamos arrojando hojas secas creyendo que con eso hicimos un otoño, las que
creímos que por poner una reja de intermedio ya nos haría esclavos, la que abrazamos con
cansino paso tras el relato de toda una vida dedicada al cuerpo que salió del salón
regalándonos sonrisas (Katty Chamorro), la que tengo enfrente cuando levanto la mirada y veo
al uno que dejo la familia, la casa, los viajes por el mundo, el otro el trabajo, los hijos o las
ilusiones de otros tiempos para venir a bailar conmigo, a hacer historia, para ir “más allá”, como
le dicen a una los maestros refiriéndose a proyectar el cuerpo en la escena. Por esto no creo
en la recopilación de los hechos dentro de un marco objetivo como la forma más contundente
de hacer historia, creo en la liberación a lo Isadora como lo enunciaba Jacinto Jaramillo,
mientras nuestras sonrisas se hacían ciertas al escucharlo cantar o verlo moverse y repetir una
y otra vez la toma no editada que nos regala -tal vez sin ser este el propósito- una realidad más
4. cercana de la historia patria que nos concierne y que vemos con ternura y respeto jugando
como niño con sus pinceles a dejarnos un recuerdo de sí mismo, una historia que bailar.