La política y la economía pueden considerarse como ciencia y como doctrina. Como ciencia, la política y la economía describen la realidad sin hacer juicios de valor, pero su aplicación práctica siempre se basa en objetivos considerados deseables. Estos objetivos son juicios de valor que pertenecen al ámbito de la doctrina, no de la ciencia. La política y la economía como ciencia proporcionan los medios para alcanzar los objetivos, pero los objetivos en sí son cuestiones de doctrina.