Los obispos mexicanos emitieron un manifiesto en 1859 en respuesta a los decretos del presidente Benito Juárez que buscaban debilitar al clero católico y la iglesia. El manifiesto defendía al clero y la doctrina católica, argumentando que los decretos tenían como objetivo destruir el catolicismo en México y presentaban al clero como la causa de todos los males y enemigo del progreso.