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MANUEL BELGRANO



                            Í NDICE
                            P RIMEROS A ÑOS
                                1. LA FAMILIA
                                2. EDUCACIÓN
                                3. EL VIRREINATO
                                4. PENSAMIENTO
                            E L C ONSULADO
                                1. CONSULADO
                                2. EL DESARROLLO
                                3. MEMORIAS
   1. LA REVOLUCIÓN MAYO
   2. SU SUELDO
P ARAGUAY
    1. ORGANIZACIÓN
    2. BATALLAS
    3. REVOLUCIÓN
    4. CON DE FRANCIA
    5. BANDA ORIENTAL
A LTO P ERÚ
    1. EJÉRCITO DEL NORTE
    2. LA BANDERA
    3. EL ÉXODO
    4. TUCUMÁN
    5. SALTA
    6. VILCAPUGIO
    7. CON SAN MARTÍN
L EJOS DEL F RENTE
    1. A EUROPA
    2. INDEPENDENCIA
E JÉRCITO DEL N ORTE
    1. GÜEMES
E L OCASO
    2. SU MUERTE
    3. TESTAMENTO
    4. BIBLIOGRAFÍA




La Familia
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                                  El 3 de junio de 1770, Manuel Belgrano nace en
                                  Buenos Aires, en la casa familiar, que estaba ubicada
                                  en el solar que corresponde al 430 de la avenida que
                                  lleva hoy su nombre y que se llamaba en aquella época
                                  calle de Santo Domingo; al día siguiente es bautizado
                                  por el canónigo Juan Baltazar Maciel.
                                  En su Autobiografía Manuel Belgrano se refiere a su
                                  filiación en los siguientes términos:

                                  "El lugar de mi nacimiento es Buenos Aires; mis
                                  padres don Domingo Belgrano y Peri, conocido como
                                  Pérez, natural de Oneglia, y mi madre doña María
                                  Josefa González Casero, natural también de Buenos
                                  Aires. La ocupación de mi padre fue la de
                                  comerciante...".

                                  En "Historia de Belgrano y de la Independencia
argentina", su autor, Bartolomé Mitre escribe: "En el seno de esta sociedad... existía por
los años de 1760 una familia, extranjera en parte, por su origen, y con cierta notoriedad
en el municipio y en el comercio. Era su jefe don Domingo Belgrano y Peri (conocido
por Pérez), natural de Oneglia... Constituyó en Buenos Aires su hogar, casándose allí
con doña María Josefa González Casero... Los padres del general Manuel Belgrano,
don Domingo Francisco María Cayetano Belgrano Peri y doña María Josefa González
Casero, contrajeron matrimonio en Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1757".

        Don Domingo Belgrano Peri falleció el 24 de septiembre de 1795. El 8 de abril,
había otorgado poder para testar a su esposa y a sus hijos, el teniente de dragones Carlos
José y Manuel, entonces secretario del Real Consulado de Buenos Aires. Don Domingo,
en este poder, se reservaba tres cláusulas. Por la primera pedía ser sepultado en la Iglesia
de Santo Domingo, siendo amortajado su cuerpo con el hábito de la Sagrada Religión .
Por las otras dos cláusulas, nombra herederos y designa albacea a sus doce hijos vivos en
ese momento. Cuatro años más tarde, doña María Josefa, a su vez, otorgaba poder para
testar a sus hijos el presbítero Dr. Domingo Estanislao y Francisco, a los que designa
albaceas; también pide ser sepultada en la iglesia de Santo Domingo, de "cuya venerable
Orden soy tercera". Doña María Josefa falleció ocho meses después, el 1 de agosto de
1799.
        Don Domingo había cambiado su segundo apellido y, se presenta por ello, en el
poder mencionado como "don Domingo Belgrano Pérez, vecino de esta ciudad, natural
de la ciudad de Oneglia, dominios del rey de Cerdeña... "connaturalizado con Carta de
Naturaleza por Su Majestad".

        En este poder para testar, don Domingo nombra como únicos y universales
herederos a sus "doce hijos legítimos... llamados Don Carlos José, Don José Gregorio,
Doctor Don Domingo Estanislao, Don Manuel, Don Francisco, Don Joaquín, Don
Miguel, Don Agustín, Doña María Josefa, Doña María del Rosario, Doña Juana, Doña
Juana Francisca Buenaventura Belgrano y González, como también a mi nieto, Don
Julián Vicente Gregorio Espinosa, hijo legítimo de la finada mi hija Doña María
Florencia Belgrano y González, mujer legítima que fue de Don Julián Gregorio
Espinosa, que también es difunto...", nómina repetida y en el mismo orden, en el poder
para testar de doña María Josefa".
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      Dieciséis fueron los hijos que tuvo el matrimonio Belgrano Pérez - González
Casero.

       Otro autor, RICARDO ROJAS (1882-1957), narró: "El padre de Belgrano ... fue
un hijo de Italia. Fue allá en el golfo de Génova, en el viejo puerto de Oneglia donde
nació este Belgrano Peri ...Por allá están San Remo, Albenga, Alassio, Noli, Savona, por
allá nuestra Oneglia, las viejas villas del golfo, de donde en otro tiempo partían los
vivaces mercaderes que se posesionaron de la banca levantina, y los audaces navegantes
que, en rivalidad con venecianos y turcos, fundaron mercados en Constantinopla, en
Siria, en Chipre, en las costas doradas del Oriente.La leyenda de España y de las Indias
era familiar a los hombres de la Liguria, los "ginoveses" (genoveses) a quienes Quevedo
alude como a "gentes de la vida española."
       Soldados aventureros, ..., judíos sefardíes ... venidos todos de España, bullían en
las calles de Génova, cuya población conservaba el rasgo de vida cosmopolita que ya
Dante les señalara en su Comedia. Por allá anduvo siglos antes Cristóbal Colón ...
        Hacia 1750, el padre de Belgrano pasó de Génova a Cádiz para ejercer el
comercio, y después de naturalizarse español, siguió el camino de su aventura hacia
occidente, y llegó a Buenos Aires...

        En "Historia de Belgrano y de la Independencia argentina", su autor,
Bartolomé Mitre escribe: "En el seno de esta sociedad... existía por los años de 1760
una familia, extranjera en parte, por su origen, y con cierta notoriedad en el municipio
y en el comercio. Era su jefe don Domingo Belgrano y Peri (conocido por Pérez),
natural de Oneglia... Constituyó en Buenos Aires su hogar, casándose allí con doña
María Josefa González Casero... Los padres del general Manuel Belgrano, don
Domingo Francisco María Cayetano Belgrano Peri y doña María Josefa González
Casero, contrajeron matrimonio en Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1757".


Pensamiento Económico y Filosófico

        Belgrano residió ocho años en España, donde pudo imponerse de las nuevas
ideas. En 1724, Ustariz publica su Teoría y práctica de comercio y marina, donde
manifiesta que la grandeza de los pueblos reside en el comercio, sin perjuicio de la
liberación de gravámenes y del fomento de la industria. Ulloa está de acuerdo en que
España se ocupe en este aspecto de sus colonias americanas, poblándolas, repartiendo
sus tierras, fomentando sus cultivos y tomando decisiones necesarias para su desarrollo.
En los mismos pensamientos están orientados los trabajos de Martínez de Matta,
Moncada, Osorio, con especial referencia a Campomanes y Jovellanos, sin olvidarnos
de Cabarrús y Olavide, refiriéndonos a escritores españoles. Todos ellos, reciben
inspiración en las ideas de Quesnay, Dupont de Nemours, Turgot, Gournay y, por
último, de Adam Smith.
          Se considera por entonces como primera fuente de riqueza la tierra. Es preciso
trabajarla, o sea explotarla, aumentando su productividad, dándola en propiedad a
quienes se dediquen a tales tareas. Entre los españoles, Jovellanos fue el más
capacitado, cuyo "Informe sobre la ley agraria" constituyó su más importante
contribución. Por entonces decía: enseñanza primaria aun para labradores, técnicas en el
laboreo, enajenación de baldíos por venta o enfiteusis, etcétera. "La riqueza nace de la
cultura, luego, las naciones más instruidas, y por consiguiente ricas, gozarán de los
beneficios de la paz."
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             Pero la riqueza intelectual de Belgrano se formó en importantes pensadores
como Rousseau, Condillac, Locke, Genovesi, Turgot, D'Alembert y otros, cuyas ideas
luego se vieron reflejadas en sus escritos en el Consulado y en sus artículos en el
"Correo de Comercio". Fue Belgrano el iniciador de los estudios económicos en el Río
de la Plata y además un publicista de variada y profunda cultura que imprimió
fundamentos a la emancipación. Fue además un divulgador consciente y sistemático de
la filosofía económica y política del siglo XVIII. En sus Memorias, escritos, notas o
artículos periodísticos, se aprecia sus ideas económicas y filosóficas frente a los criterios
que por entonces regían provenientes de las viejas teorías económicas, en momentos de
profundas transformaciones en la Europa de su época y que más tarde América también
emprendería. Su pensamiento responden al mercantilismo de Genovesi y Galiano, a la
fisiocracia de Quesnay, al liberalismo de Adam Smith, aplicando los principios de cada
escuela o autor. Es pragmático, con un criterio flexible, aplicando las teorías o escuelas
de los distintos autores de acuerdo con la materia por tratar, los momentos por encarar,
los dineros disponibles y el medio en que debía operar, en la defensa de lo inherente a
una libertad económica orientada al bienestar de sus conciudadanos.
Hay que observar que era el secretario del Consulado, un cuerpo colegiado y, por lo
tanto, con gran habilidad tendía a lograr lo posible, considerando la época, las
circunstancias y los intereses que se debatían y entrelazaban. Mas tarde con la
revolución de mayo de 1810 podrá impulsar la obra de acuerdo a esas ideas formadas en
"el espíritu de la época".
Es así como lo vemos sostener que la agricultura es la única industria considerada
productiva, "constituyendo los fabricantes y los artesanos una clase estéril".
Por sus estudios, por su época y por sus ideas, Belgrano pertenecía a la filosofía social y
económica del siglo XVIII, pudiendo considerárselo como racionalista moderado.
Lo demuestran sus ideas fisiócratas y las inspiradas en Smith, cuyo rigor individualista
y liberal moderó con una postura ecléctica. No olvidó empero la enseñanza escolástica
que recibió en sus primeros años de estudio en Buenos Aires, impartida por su maestro
Chorroarín y completada después en Salamanca y Valladolid. En Condillac halla una
intento de defensa respecto de la espiritualidad del alma, que Voltaire y otros
materialistas negaban.
       Señala Julio V. González que "Puede admitirse sin temor de equivocarse, que
toda la prédica doctrinaria de Belgrano, expuesta en la forma referida, es un rezumo del
economismo liberal español, de la fisiocracia francesa y del industrialismo inglés".

       Conde de Campomaines (1723-1803) Este noble fue un destacado exponente del
reformismo español de la época de la ilustración . Ocupó varios puestos en la
administración de Carlos III y llego a ser consejero de Estado de Carlos IV . Sus ideas
influyeron en Belgrano

        Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811). Este pensador de la época de la
ilustración escribió el "Informe en el Expedienta de la Ley Agraria", dicho documento
influiría en el pensamiento económico de Belgrano




Belgrano y las mujeres
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       La historia y el tiempo se encargaron de poner una sombra sobre Belgrano: su
supuesta homo sexualidad. Quien no pensó eso cuando le hacían estudiar historia en el
colegio, al verlo con sus calzas apretaditas. Pero nada mejor para desmentir eso y quitar
esa sombra sobre Manuel Belgrano que lo expuesto a continuación.

       Como esbozamos mas arriba, siempre se trato a Manuel Belgrano de afeminado,
sino homosexual. Suposición que no podría estar más lejos de la verdad. Belgrano tuvo
muchas mujeres en su vida, en España durante su juventud y en la alta sociedad del
Buenos Ares colonial. Si bien luego se dedica a la emancipación del país con mucho
entusiasmo, no le impidió seguir teniendo muchas amigas.

       El rumor que todavía vive de que Belgrano era afeminado se creo a partir de su
carácter demasiado amable, sensible, fino y delicado; contando también la voz aflautada,
por no decir de pito. A raíz de esta voz, se creo una enemistad con Manuel Dorrego. En
una ocasión San Martín trataba de ilustrar a los oficiales, repitiendo una voz de mando
que comenzaba con San Martín y seguía con Belgrano, que era el segundo en autoridad.
San Martín dijo: Batallón... March... Después de San Martín, siguió Belgrano. Pero su
débil voz le causó gracia a Dorrego que soltó una carcajada como si hubiera escuchado
el mejor chiste. San Martín se enojó mucho y le dijo: Señor coronel: hemos venido aquí
a uniformar las voces de mando. Dijo y reiteró la orden. Belgrano repitió con la misma
voz, ya que no tenia otra, Dorrego volvió a reírse a carcajadas, San Martín se enfureció.
A los pocos días San Martín desterró a Dorrego a Santiago del Estero.

        Otro factor fue su profunda fe católica, que lo llevo a impartir impone una
disciplina espartana, se acaban los bailes, las mujeres y la baraja, a su tropa en 1818
cuando cuidaba la retaguardia de Güemes en Tucumán. Por las noches recorre las calles
con un ordenanza e irrumpe disfrazado en los cuarteles para sorprender a los oficiales
desobedientes. Lo llamaban despectivamente Bomberito de la Patria. Mitre le reprocha
la disciplina monástica, excesiva que imponía a su tropa. Habían prácticas religiosas
continuas, y ejercía una severidad extrema, aun respecto de la vida privada de los
oficiales. A Belgrano lo guiaba en esta manera de proceder no solo su gran catolicismo,
sin también el espectáculo desagradable que le habían dado sus oficiales y los capellanes
del ejército. Estos mismos andaban con muchas mujeres, y los oficiales también. Esto a
Belgrano no le gustó nada. Por culpa de estas convicciones tubo una pelea con su amigo
Martín Miguel de Güemes, que era un mujeriego empedernido, hasta salía con mujeres
casadas. Pero lo que más molesto a Belgrano, un hombre de honor a toda prueba, fue
que Güemes vivía con Juana Inguanso de Mella sin estar casado, un mal ejemplo para la
tropa. El honor en esa época todavía significaba algo, y tenia que ser respetado.

       Todos estos comportamientos no le ayudaron mucho a Belgrano, lo tildaron
enseguida de afeminado, nadie, sino la historia, iba a conocer sus aventuras con diversas
mujeres, una de ellas casada.

        Dijo un historiador: Belgrano, debido a su rango, puedo haber elegido esposa en
los lugares más destacados, Buenos Aires, Córdoba, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, de
donde provenía su familia materna. Belgrano era delgado, de cutis blanco, pelo rubio y
ojos azules. Era buen mozo, abogado, culto, había ocupado altos cargos, y estaba
relacionado con todas las familias de la sociedad porteña. Sin embargo, nunca se casó.
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       Manuel Belgrano tubo muchas relaciones de alta sociedad, como lo fue María
Josefa Ezcurra (1785-1856) hermana de la famosa Encarnación Ezcurra de Rosas,
esposa de Juan Manuel de Rosas. De esta relación tubo un hijo ilegitimo, que fue
adoptado y criado por Rosas, que se llamo Pedro Rosas y Belgrano.

       Pero su más grande amor fue una niña de 15 años que conoció en Tucumán. Era
María de los Dolores Helguero. Pasaron los años, y a mediados de 1816, Belgrano
estaba nuevamente al mando del Ejercito del Norte. Vivía en La Ciudadela, próxima a la
ciudad de Tucumán.

        Dolores ya tenía 19 años, y era una hermosa tucumana de buena familia. El
general, que tenia 46 años, se enamoró de ella, y fue correspondido en su amor. A lo
largo de dos años no dejaron de verse, y fueron el comentario social. Como dice Fray
Jacinto Carrasco: "Su conducta fue siempre clara y recta. Por eso, cuando vio que nacía
en su corazón ese amor por la joven tucumana, y su conciencia no le permitía llegar a
ella sino por el matrimonio, resolvió casarse con Dolores; y se hubiera casado, si la
fatalidad no se hubiera interpuesto en el camino". En efecto, Belgrano recibió ordenes
del gobierno de marchar rumbo al sur, finalizando 1818.

        Pasaron los meses, y una tarde, estando acampado en Pilar, llegó un criado de los
Helguero, Sanchu, trayendo una carta de Dolores; en ella le decía que hacia dos meses
(el 4 de mayo de 1819), había nacido Manuela Mónica del Sagrado Corazón, agregando
que por orden de sus padres, había tenido que casarse con un catamarqueño de apellido
Rivas. Cuando Rondeau le autorizó dejar su cargo para poder atender su salud, que
empeoraba cada día, partió rumbo a Tucumán, adonde llego en noviembre de 1819.
Dolores, apenas enterada de la llegada del general, corrió a su lado, y junto a su hijita, se
hizo más llevadero el sufrimiento por el que pasaba Belgrano. El marido de Dolores
estaba desde tiempo atrás en Bolivia, y Belgrano mandaba continuamente a averiguar si
todavía vivía, porque de lo contrario, él quería cumplir su promesa de casamiento con
Dolores.

        Debido a su enfermedad, partió a Buenos Aires en un viaje sin retorno. Dolores
tenia entonces 23 años y su hija Manuela cumpliría un año. En el viaje lo acompañaban
un medico, un capellán y el hermano de Dolores.

        El 20 de junio de 1820 muere derrumbado por la sífilis y la hidropesía, pobre y
abandonado por su patria. Solo un periódico de Buenos Aires, El Despertador
Filantrópico, saco un artículo sobre la muerte del prócer, y muy escuetamente. Para
colmo de males, 83 años después, cuando su cadáver es exhumado para ser trasladado al
mausoleo en el que se encuentra hoy, los Ministros Joaquín V. González y el coronel
Riccieri se robaron sus dientes. Uno de los únicos restos del prócer que no se habían
transformado en polvo. Luego de las quejas de un periodista del diario La Prensa
tuvieron que devolver los dientes del pobre y vapuleado Belgrano




El Consulado
Los viejos consulados de comercio
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      Las inquietas y dinámicas burguesías mercantiles europeas buscaron desde
siempre, el favor del poder de la monarquía para asegurarse el dominio del tráfico
ultramarino. Esto se acentuó desde el siglo XV cuando lograron la obtención de un fuero
especial, cuyo tribunal sería el "Consulado de Comerciantes Matriculados". En Burgos
(1494) y Bilbao (1511), en México (1594) y Lima (1618), surgieron aquellos consulados
que dieron prestigio social como privilegios corporativos a sus integrantes.


Nuevos consulados de comercio
       Con los Borbones (fines del siglo XVIII) surge una nueva tendencia en la
creación de consulados en España y América. Estos consulados modernos surgen en
poco tiempo en todos los puertos y ciudades importantes para el comercio, con el
agregado político de servir a la reformulación y consolidación del sistema colonial
hispanoamericano. Estos Consulados tenían una función de tribunal especial, que
garantizaba a los grandes comerciantes la pronta salida de las causas comerciales,
función básica de los consulados viejos, y se les agregaba otra: el fomento de las
actividades relacionadas a la nueva burguesía, como la agricultura, la navegación, los
caminos, las manufacturas, la enseñanza técnica y del comercio.
Se establecidos, entre 1785 y 1786, los consulados de Málaga, Alicante, La Coruña,
Santander y Tenerife, y en América, los de Caracas y Guatemala (1793), Buenos Aires y
La Habana (1794), Cartagena de Indias, Veracruz, Guadalajara y Santiago de Chile
(1796).

     Plano de la Ciudad de Buenos Aires de fines del Siglo XVIII . La apertura del
comercio y su condición de capital del Virreinato aceleraron el desarrollo de la ciudad.
Su población pasó de 23.000 personas en 1770 a 32.000 en 1778

El Consulado de Buenos Aires

          Buenos Aires era un puerto comercial que crecía gracias a los buques de registro
      y al contrabando (existente desde antes del comercio libre y de la creación del
  virreinato), en detrimento del comercio por Lima. Desde mediados del siglo XVIII los
  cargadores solían reunirse en juntas y nombrar apoderados para defender sus intereses
 colectivos, principalmente estrechando vínculos con Cádiz, como forma de quitarse de
 encima la pesada tutela peruana. Los limeños no cejaron y establecieron una diputación
  de su Consulado en Buenos Aires, pero la decadencia del monopolio del comercio por
                                     Lima era irreversible.
           A partir de 1785 comienzan las gestiones de los comerciantes de Buenos Aires
 para un consulado propio, alegando por el Reglamento de Comercio Libre de 1778 y el
ejemplo de lo actuado en Sevilla. La idea era contar con un tribunal corporativo, al estilo
                    de los viejos consulados, pero el proyecto no prosperó.
            El virrey Arredondo y la Audiencia reinician el trámite en 1790, pidiendo la
creación de una junta consular presidida por el virrey mismo. El 30 de enero de 1794, el
   rey, sin tener en cuenta las sugerencias del Río de la Plata, publicó la Real Cédula de
 creación del Consulado de Buenos Aires. Siguiendo el ejemplo sevillano, el original de
     la Real Cédula para Buenos Aires está redactado sobre un ejemplar de la Cédula
     expedida para Caracas, con unas pocas enmiendas. Las correcciones se refieren a
 aspectos procesales y a una serie de encargos especiales para la Junta de Buenos Aires,
como por ejemplo, el artículo XXIII: "Construir buenos caminos y establecer rancherías
en los despoblados... limpiar y mantener limpio el puerto de Montevideo, y construir en
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     sitio proporcionado un muelle o desembarcadero en Buenos Aires, donde puedan
               hacerse las cargas y descargas sin riesgo de averías ni fraudes".
            El Consulado de Buenos Aires fue uno de los lugares de debate y planificación
     de la política económica virreinal, particularmente en lo comercial. Fue centro de
   difusión de ideas y de inicios educativos orientados a las cuestiones productivas y, el
  gremio de los principales comerciantes en la defensa de sus intereses corporativos y de
                               su preeminencia en la sociedad.
            La función social del Consulado, el reparto de cargos y oficios, los sueldos, el
  funcionamiento interno de la Junta de Gobierno y del Tribunal, la relaciones con otras
 instituciones, la defensa de fueros personales y de preeminencias familiares o de grupo,
 y hasta las obras para el lucimiento del edificio, muestran al reducido grupo de grandes
comerciantes como una elite que defienden sus privilegios, encubiertos como "parte más
                       sana" y clase honorable de la sociedad porteña.
             Los funcionarios electivos del Consulado - un prior, dos cónsules, nueve
conciliarios y un síndico, todos bienales - eran escogidos de la matrícula de exportadores
   e importadores con vínculos ultramarinos y en el tráfico de internación hasta el Perú.
Representaban, además, poderosos clanes familiares, generalmente de origen vasco y de
 inmigración reciente. En los primeros años del siglo XIX comienzan a cobrar fuerza los
    nuevos inmigrantes, muchos de ellos catalanes, o los hijos de los anteriores, o bien
      nuevos representantes de viejas familias criollas, formados todos en las nuevas
     condiciones de competencia en un océano Atlántico dominado por Inglaterra.




REAL CÉDULA de la creación del Consulado .Por iniciativa de esta institución se
fundaron un Escuela de Dibujo y una Academia de Náutica en 1799 , ambas
instituciones fueron cerradas algunos años después por falta de apoyo de la corona
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Medalla de premio otorgada por el Consulado de Buenos Aires, esta era una forma de
estimular el estudio del dibujo y de los saberes técnicos


El secretario
          El virrey Arredondo y los comerciantes de Buenos Aires propusieron para
secretario y escribano del Consulado a Pablo Beruti. El principal consejero real en el
asunto, el ex virrey, marqués de Loreto, aconseja que "será preciso que lo busque y
escoja de conocida instrucción y probidad... y a no estar muy satisfecho de encontrarlo
así, mejor será que deje a Beruti". El proceso de elección de quienes cubrirían los oficios
perpetuos del Consulado, el asesor y el secretario, fundamentalmente, fue sensible a
múltiples influencias, recomendaciones y consideraciones. En una colonia joven como la
de Buenos Aires, puede que valiese más el saber o el tener que ser de noble familia.
Como Manuel Belgrano escribió en una carta a su padre, "hemos salido de los tiempos
de Gálvez y nos hallamos en otra situación; se premia ahora el mérito y no se consigue
con dinero tan descubiertamente como en aquellos tiempos". En una nota del 17 de
octubre de 1793, Belgrano solicitaba al rey la asesoría del Consulado, acompañando la
relación de méritos y servicios militares y en la Real Hacienda de su padre Domingo, e
invocando "diez años de mérito personal adquirido en la carrera literaria, a que se agrega
tener varios hermanos empleados en vuestro Real Servicio". Francisco Bruno Rivarola
hombre con muchos antecedentes en la materia, era su rival por el mismo empleo. El 6
de diciembre de 1793, una Real Orden dada en San Lorenzo designa a Belgrano
secretario perpetuo del Consulado en creación. Manuel Belgrano confiesa que por
entonces ignoraba lo referente a la política colonial española y a su patria.
El Consulado de Buenos Aires comenzó a funcionar en junio de 1794. Con algunas
interrupciones, Manuel Belgrano desempeñó desde esa fecha la secretaría hasta poco
antes de la Revolución de Mayo de 1810. Las licencias se debieron, en 1796 y en 1800,
por razones de salud y lo reemplazó interinamente su primo Juan José Castelli, en 1806 a
la ocupación inglesa y la consiguiente jura de fidelidad de los comerciantes al monarca
británico.

Labor de Belgrano
      Belgrano se sintió respaldado por los hombres y los intereses de la segunda
generación de inmigrantes, más abierta en sus esquemas. A ella pertenecieron Domingo
Matheu y Juan Larrea, comerciantes catalanes que formarían parte de la Junta
revolucionaria de 1810.
       En lo económico, el Consulado tuvo dos períodos de trabajo intensos: de 1796 a
1799 y de 1800 a 1805. El primero, por los fuertes debates que intentaban encontrar
soluciones para la quiebra del comercio atlántico español; esta quiebra fue producida por
las guerras navales a partir de 1796. En el segundo, se ocupa de la defensa de la
situación económica local: la obra del muelle porteño, el armamento de corsarios, la
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circulación interna de mercancías, etcétera. Este cambio de lo mundial a lo local, refleja
la rápida adaptación a una situación de creciente autonomía.
         Las propuestas de Belgrano se dirigen a buscar la diversificación productiva,
siguiendo las ideas del pensamiento agrario ilustrado y de las necesidades del país.
Su iniciativa de cultivar lino y cáñamo fracasó por falta de apoyo gubernamental y
privado. El pedido oficial de 1796 para formar un depósito de trigo con el fin de regular
su precio, tampoco encuentra eco entre los comerciantes. Los intentos del virrey Melo de
Portugal para regular el tráfico interno de cueros, chocan con una oposición corporativa
invencible, sin lograr tocar los privilegios y los negocios turbios de los grandes
exportadores.
         La progresiva apertura del comercio con extranjeros, forzada por la situación
bélica, es acompañada desde el Consulado por una tolerancia creciente. Fueron pocos los
que advirtieron los peligros de una apertura irrestricta y Belgrano lo hizo en 1809.
Las iniciativas que hubieran podido dotar a Buenos Aires de una mejor infraestructura
mercantil chocaron con la insolvencia del Consulado. A partir del 1800, la defensa del
estuario terminó de consumir los escasos recursos disponibles y el Consulado fue eje de
la movilización prerrevolucionaria porteña.
          En el plano cultural, el secretario Belgrano se ocupa de difundir nuevas ideas y
emprendimientos educativos, como las escuelas de Náutica y de Dibujo. Las academias
consulares fracasan por falta de aprobación y de sustento oficial. La Corona exhibe una
política contradictoria: mientras el discurso público habla de fomentar las industrias y
los oficios útiles, el sistema colonial impide las iniciativas que hubieran podido llevar a
las colonias a competir con España, disolviendo el vínculo de dependencia. El papel
decisivo jugado por Belgrano en estos intentos lo lleva de posturas reformistas hasta la
convicción revolucionaria.
         La Escuela de Dibujo, establecida en 1799 y cerrada en 1802, no tuvo éxito en la
selección del docente apropiado. La Escuela de Náutica, abierta en 1799, dirigida por el
ingeniero Pedro Cerviño, logró el apoyo económico de un grupo de comerciantes
innovadores. Cesó en sus tareas al incorporarse Cerviño al tercio de Gallegos en 1806.
La institución de premios, fue otro de los medios propuestos por Belgrano para impulsar
los adelantos científicos y técnicos realizables y útiles. A partir de 1798 se destina una
fuerte suma a ser repartida entre quienes introdujeran nuevos cultivos, forestaran,
solucionaran la escasez de aguadas en la campaña bonaerense, combatieran los perros
cimarrones o la polilla de los cueros, o levantasen censo de alguna provincia. Ninguno
de estos problemas encontró iniciativas dignas de premiarse. En mayo de 1795 se creó
en Madrid la Secretaría de Balanza de Comercio con el fin de reunir información sobre
el comercio del imperio: "Quiere Su Majestad que este Consulado procure adquirir las
noticias que juzgue importante acerca del estado de la agricultura, artes y comercio en
este distrito, remitiéndolas mensualmente". Los informes detallando precios, cantidades
y situación general de cada renglón del comercio y de cada actividad económica
relevante en las provincias del virreinato, fueron enviados por Belgrano cada mes, entre
agosto de 1796 y enero de 1803. Se los encuentran en el Archivo de Indias.
Cumpliendo lo dispuesto en la Cédula de creación, Belgrano leía, cada mes de junio al
iniciar las sesiones, una memoria acerca de algún tema de interés económico, ocasión
que fue transformada por el secretario del Consulado en una verdadera cátedra. El
Consulado se transformó en un escenario importante para la lucha por la autonomía de
las colonias americanas, demostrativa de la trayectoria personal de Belgrano y que
explica un período y los problemas más importantes para aquellos comerciantes y
burgueses más dinámicos.
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Su idea de desarrollo
     En Enero de 1794 se expidió por Real Cédula la creación del Consulado de Buenos
Aires, siendo designado Secretario del mismo Manuel Belgrano, joven egresado del
Colegio de San Carlos de Buenos Aires que continuó sus estudios en leyes en Salarnanca
y en Madrid. Precursor de lo que hoy se conoce como ecopolítica, ecología agraria y
agricultura sostenible, el Licenciado Don Manuel Belgrano, abogado de los Reales
Consejos y Secretario por S M del Real Consulado de Buenos Aires, en su "Memoria"
leída en la Sesión que celebró su Junta de Gobierno el 15 de Junio de 1795 encomendó:


Los temas de fondo
       En los primeros años, Belgrano expone en un aspecto fundamentalmente teórico,
las líneas generales de lo que debía ser una política económica, mostrándose ecléctico y
poco crítico hacia la situación real del virreinato. No obstante, desde esos textos
comienza a diferenciarse de los propósitos básicos del sistema colonial, referidos por
entonces, al impulso del sistema de monocultivos en América. Así, Belgrano se opone al
uso exclusivamente ganadero de la tierra. En forma recurrente se refiere al impulso de
una agricultura planificada y con usos industriales, la protección de las manufacturas
existentes y la propuesta tímida de algunas nuevas.
       En las Memorias de 1795 es donde plantea la enseñanza sistemática para la
agricultura. Belgrano plantea crear un fondo de ayuda a los labradores, señala cómo
calcular la renta agraria, y en la Memoria de 1797 se muestra claramente proteccionista,
tanto en la promoción como en la compra de determinados cultivos por el Estado.
Refiriéndose a la agricultura, dice en 1795: "Ella ha de ser la que nos ha de proporcionar
todas nuestras comodidades... haciendo igualmente la suya la Metrópoli, a quien en
recompensa de la seguridad que nos franquea deberemos presentarle todas nuestras
materias primas para que nos las dé manufacturadas y prontas a nuestro servicio.
Constituyéndonos labradores y que la Península sea la industriosa". Esto no quita que se
deban proteger los talleres existentes ni que se funde la Escuela de Dibujo con fines de
desarrollo técnico. Las dos propuestas de emprendimiento industrial en las Memorias
son la fabricación de cables y lonas a partir del cultivo de lino y cáñamo con el fin de
impulsar la construcción naviera (1797) y el patrocinio a la idea de trasladar al Río de la
Plata maestros curtidores extranjeros (1802).
     Belgrano reconoce el enriquecimiento de su padre a través del monopolio, y que
esto le permitió a él tener la mejor educación disponible. Manifiesta sorpresa al saber, a
su regreso de España, del conservadurismo de los mayoristas monopolistas que lo
rodeaban en el Consulado. Frente a éstos adopta una actitud más liberal, pero no es un
librecambista ortodoxo. En la Memoria de 1795, al defender la libre exportación para
una venta pronta y fácil, busca defender a los labradores de la voracidad de los
monopolios privados. Se muestra proteccionista en las Memorias de 1795 y 1797,
también al proponer la creación de la Escuela de Comercio y de una compañía de
seguros, la atención al estado de muelles y caminos, o el envío por el gobierno de dos
buques anuales que lleven a España el lino y el cáñamo, el trigo y la carne salada.
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Memorias
   Uno de los aspectos destacados de Manuel Belgrano como secretario del Consulado
de Buenos Aires, fueron las Memorias sobre temas económicos. Los temas tratados en
cada una de ellas nos permite conocerlo más, así como al conjunto de problemas
económicos y políticos del país en aquella etapa crucial.

Objetivos de las memorias
    En la Real Cédula que creaba el Consulado de Buenos Aires, el artículo XXX, dice
que el secretario "escribirá cada año una memoria sobre alguno de los objetos propios
del instituto del Consulado, con cuya lectura se abrirán anualmente las sesiones". Es
preciso entender el propósito del artículo relacionado con la política de la Corona
española respecto a los consulados modernos creados por Carlos III y su hijo Carlos IV,
y dentro de los objetivos del despotismo ilustrado. Las reformas borbónicas, cuya
finalidad era consolidar los lazos de dependencia colonial; son contradictorias en cuanto
a lo económico: por un lado apoyan a las nacientes burguesías vinculadas a las
manufacturas mientras que en los últimos años prerrevolucionarios, predominan los
fines fiscales, necesarios para el mantenimiento de aquellas viejas clases ociosas.
     Con el propósito de modernizar la explotación de América, los consulados emergen
como instituciones que encierran las tensiones entre la Corona y las burguesías
mercantiles, con el fin de conservar el control político de los vínculos materiales y, en
definitiva, comerciales entre la metrópoli y las colonias. Ese control discurría, en la
concepción ilustrada, sobre dos aspectos: la concesión de un fuero mercantil especial,
contenido en la creación del Tribunal consular, y la difusión de la ideología económica,
funcional a los cambios necesarios en el sistema colonial, por medio de diversas
acciones de planificación, promoción, difusión doctrinaria, educación y premio. Las
Memorias anuales fueron un instrumento de difusión de las nuevas ideas económicas
pero orientadas al desarrollo colonial. Por eso era importante que el secretario,
encargado de su redacción y lectura, fuese alguien instruido en las nuevas ideas
económicas y que ofreciera a su vez probadas muestras de compromiso con el orden
vigente.
     Belgrano leyó, cada mes de junio al iniciarse los períodos de sesiones, una memoria
sobre algún tema de interés económico cumpliendo con la disposición real, a partir de
1794 y hasta 1809. Esas reuniones fueron adquiriendo importancia institucional y social
en Buenos Aires. Una real orden del 31 de marzo de 1797 dispone que a la lectura "se
convide al virrey y demás tribunales y cuerpos de esa capital para que concurran a la
Junta de Gobierno, y que se publique por carteles para que asistan los sujetos que
quieran, sentándose éstos indistintamente en los lugares que encuentren, y finalmente
que cualquiera de los concurrentes pueda manifestar por medio de una memoria algún
objeto que conceptúe útil a cualquiera de dichos ramos, para que Vuestra Señoría lo
tenga presente en sus operaciones". La orden responde a una solicitud de Belgrano, que
la había pedido especialmente para imitar lo que acontecía en las Sociedades
Económicas de Amigos del País, que en España había impulsado Jovellanos. Manuel
Belgrano convirtió la lectura de la Memoria anual en una verdadera cátedra de economía
política, en la que se exponía lo mejor de las novedades en la materia, adaptándolo a la
situación local.
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 La Revolución

      La Memoria de 1809 es un discurso escrito con el apremio del momento de crisis:
"Esto, que sería obra para cualquiera sesión, es hoy una memoria porque lo creo muy de
necesidad". La emergencia está instalada, por la presencia de extranjeros en el Plata que
presionan por todos los medios a su alcance para lograr la legalización del comercio
directo, sin intermediación de España. Está en juego la política comercial rioplatense y
el avance hacia una situación de mayor autonomía. La decisión del virreinato llegó en
noviembre, pero meses antes, Belgrano fija su posición a través de esta Memoria.
La disyuntiva resulta de la cuestión de la necesidad de autonomía, dada "la deplorable
situación en que nos hallamos, casi rotos todos los vínculos de nuestro comercio
nacional", la apertura al mundo y con la también necesaria protección de la producción
local.
    Belgrano adopta una posición coherente, desde lo teórico, con las posiciones
proteccionista y nacionalista de sus escritos anteriores. Ataca "el espíritu cruel de la
codicia" de quienes "corren precipitadamente al inicuo tráfico del contrabando, al
parecer como empeñados en acabar y ultimar al comercio lícito, y con él acelerar la
destrucción del Estado". Denuncia la corrupción de quienes prestan su nombre y su
firma para introducir efectos ilegales, proponiendo una sanción ejemplar. No deja de
explicar la importancia de impedir la saturación de la plaza por mercancías de bajo costo
a fin de sostener el valor de la producción propia. "Desengañémonos: jamás han podido
existir los Estados luego que la corrupción ha llegado a pesar las leyes". La razón de la
supervivencia del sistema político es el tema central de la Memoria. Hay en ella una
percepción de la crisis, y la opción de Belgrano es la del revolucionario, que siente la
urgencia de la transformación: "Está en nuestras manos la decisión".

1810

      Al empezar 1810, el espíritu de la revolución impregnaba la esencia de las cosas y
la conciencia de los hombres; todo fluía hacia un objetivo determinado. Ese objetivo era
el establecimiento de un gobierno propio, emanado de la voluntad general y
representante legítimo de los intereses comunes. Para conseguirlo era indispensable
pasar por una revolución. Como todas las grandes revoluciones, la nuestra, lejos de ser el
resultado de una inspiración personal, de la influencia de un círculo, o de un momento
de sorpresa, fue el producto espontáneo de gérmenes fecundos. Una minoría activa,
inteligente y previsora, dirigía sutilmente la marcha decidida del pueblo hacia su nuevo
destino.
       Una sociedad secreta elegida por los mismos patriotas, era el foco invisible de este
movimiento. Los miembros de esta sociedad eran: Belgrano, Nicolás Rodríguez Peña,
Agustín Donado, Juan José Paso, Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Terrada,
Darragueira, Chiclana, Irigoyen y Castelli, teniendo por agentes activos a French, Beruti,
Viamonte, Guido, y otros jóvenes entusiastas. Ellos eran los que ponían en contacto a los
patriotas, hablaban a los jefes de los cuerpos, hacían circular las noticias y preparaban
los elementos para cuando llegase el momento de obrar. Se reunían unas veces en la
fábrica de Vieytes (la famosa "jabonería de Vieytes") o en la quinta de Orma. El
momento esperado llegó en Mayo:
   Los ejércitos franceses amenazaban a Cádiz, último baluarte de la independencia
española. La Junta Central se había disuelto por la fuga, y en consecuencia ya no había
autoridad, ya no había metrópoli, y las colonias españolas podían considerarse
independientes de hecho y de derecho. El momento de obrar había llegado.
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Renuncia a su sueldo

       CARTA ENVIADA POR MANUEL BELGRANO AL TRIUNVIRATO
en la que renuncia a la mitad de su sueldo:

"Excmo. Señor: Me presento a V.E. manifestándole haber cumplido la orden que
tuvo a bien comunicarme con fecha 13 para que me recibiera del regimiento número
1 haciéndome más honor del que merezco y fiando a mi cargo un servicio a que tal
vez mis conocimientos no alcanzarás: procuraré con todos mis esfuerzos no desmentir
el concepto que he debido a V.E. y hacerme digno de llamarme hijo de la Patria. En
obsequio de ésta ofrezco a V.E. la mitad del sueldo que me corresponde; siéndome
sensible no poder hacer demostración mayor, pues mis facultades son ningunas y mi
subsistencia pende de aquél; pero en todo evento también reducirme a la ración del
soldado, si es necesario, para salvar la justa causa con que tanto honor sostiene V.E.
Dios guarde a V.E. muchos años. Buenos Aires, noviembre 15 de 1811."



Campaña al Paraguay
Organización de ejército

          La Junta de Buenos Aires, el 4 de septiembre de 1810, nombró a Manuel
Belgrano, en principio, comandante en jefe de las fuerzas destinadas a operar en la
Banda Oriental, otorgándole el despacho de brigadier. Pero ante el nuevo rumbo que se
dio a las operaciones, mediante un nuevo nombramiento, firmado el 22 de septiembre de
1810, se extendió su autoridad a los territorios de Santa Fe, Corrientes y Paraguay. Se
destinaron, como fuerza principal del ejército revolucionario 200 infantes de la
guarnición de Buenos Aires, escogidos de los cuerpos de Regimiento de Infantería N° 3
Arribeños, Regimiento de Pardos y Morenos y Regimiento de Granaderos de Fernando
VII. A ellos se sumaron diversos elementos de las costas del Paraná, las milicias de
Misiones y Corrientes, que también se pusieron a disposición de Belgrano.
En San Nicolás de los Arroyos, sumó 357 hombres, de los cuales 60 eran veteranos del
Regimiento de Blandengues de la Frontera; de ellos dice el general: "Los soldados todos
son bisoños y los más huyen la cara para hacer fuego". Respecto del armamento de los
citados, agrega: "... las carabinas son malísimas y a los tres tiros quedan inútiles".
       En Paraná, Belgrano recibió refuerzos de milicias de caballería y artillería y le
llegó el anuncio de la Junta del envío de 200 Patricios (regimientos 1 y 2) para reforzar
sus tropas. El ejército expedicionario completó un efectivo de 950 hombres, de los
cuales la mitad era de infantería.
        La vestimenta y equipo de los infantes eran precarios e incompletos y estaban
armados con fusiles a chispa, con un alcance eficaz de 150 metros y bayoneta. No tenían
carpas para el personal ni para el material en general. Para la alimentación se compraba
ganado o se lo obtenía por donativos.
En la Bajada (próxima a la actual ciudad de Paraná) se organizó e instruyó a los
efectivos. El Ejército se organizó en cuatro divisiones:
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Objetivos Políticos

       El objetivo político era propagar los ideales revolucionarios de Mayo, apoyar a
los patriotas paraguayos y someter a los reaccionarios.


Objetivos Militares

         El objetivo militar era realizar una ofensiva contra el Paraguay, para derrotar a
las fuerzas del gobernador Bernardo de Velasco y Huidobro y ocupar militarmente el
territorio en apoyo de los patriotas. Conociendo el general Belgrano la precaria situación
militar paraguaya, estimó que su ofensiva debía realizarse lo antes posible, sin permitir
al enemigo el tiempo necesario para movilizar sus recursos.
Además, siguiendo una ruta más larga y difícil, ocultando sus movimientos al enemigo,
buscó la sorpresa. Principalmente el probable lugar de franqueo del Alto Paraná
obligando a Velasco a distribuir sus fuerzas a lo largo de la costa del gran río.
        Esto provocó el desencuentro con las milicias de Rocamora, lo que significó la
no incorporación de 400 valiosos milicianos, dados los exiguos efectivos.
Políticamente el ejército debería propagar los ideales revolucionarios de la Junta de
Buenos Aires, e impedir las comunicaciones entre el Paraguay y la Banda Oriental.


El teatro de operaciones
        Esta campaña se realizó en los actuales territorios de las provincias de Entre Ríos,
Corrientes y Misiones, y el de la República del Paraguay. Este espacio geográfico se
distinguía por los escasos caminos, la cantidad e importancia de los cursos de agua y de
poblaciones para contar con recursos y apoyo logístico.
La época del año elegida es de mucho calor y de intensas precipitaciones que convertían
el terreno circundante en lodazales con temperatura y humedad sofocantes, en especial
en la zona del Iberá y sus esteros.

Marcha hasta el Alto Paraná
      A fines de octubre inició la campaña por el centro de la Mesopotamia, por el
camino que, desde La Bajada, pasaba por las nacientes de los ríos Mocoretá y Curuzú-
Cuatiá. Se realizó el desplazamiento de las fuerzas por un solo camino, llevando un
intervalo de 24 horas por división. Belgrano debió extremar las medidas para imponer
rigurosamente la disciplina por haberse producido algunos casos de deserción.
Dos desertores fueron fusilados como escarmiento, lo que habla de la energía y
compenetración del general.
      Decidió ordenar el adelantamiento de 300 milicianos correntinos a Paso del Rey
con la intención manifiesta de engañar sobre el sitio real de franqueo, por el dominio de
la navegación fluvial por parte de los realistas de Montevideo e incluso de los de
Asunción; así ocurrió que una escuadrilla realista, ocupó a viva fuerza la población de
Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay), el 6 de noviembre de 1810.
Mientras tanto, ordenó al mayor don Ramón Espíndola adelantarse a reconocer lugares
de pasaje en otro sector del Paraná. En su marcha, la fuerza expedicionaria debió cruzar
el río Corrientes por el paso Caaguazú, de más de un centenar de metros de ancho. Tres
días demoró el general Belgrano en cruzarlo. Después de jornadas agobiantes por la alta
temperatura, la lluvia y los malos caminos, el ejército alcanzó la margen izquierda del
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río Paraná, el 4 de diciembre de 1810, frente a la isla Apipé. En menos de dos meses, el
general Belgrano condujo su ejército desde la Bajada del Paraná (Entre Ríos) hasta San
Jerónimo. No obstante lo expuesto, con el agravante del deficiente pie de instrucción de
su tropa, realizó jornadas de hasta 40 kilómetros lo que muestra un rendimiento
extraordinario y la ejecución de una operación realmente admirable por el esfuerzo, el
sacrificio y la eficiencia.

Plan de Operaciones del Ejército Paraguayo
      Los paraguayos que lograron reunir un efectivo numéricamente muy superior al de
Belgrano, de unos 7000 hombres, de los cuales 1.000 eran de infantería y el resto de
caballería y de artillería, adoptaron una actitud defensiva.
      Velasco que había combatido en Europa y en Buenos Aires contra el invasor inglés
en 1806 y 1807 poseía experiencia militar y se planteó impedir la invasión del territorio
por parte de las fuerzas de Buenos Aires. Para ello, estableció una primera defensa sobre
la costa del Paraná y si el ejército expedicionario la lograba franquear, atraerlo hacia el
interior del territorio y desgastarlo mediante la ejecución de acciones retardantes para
alejarlo de su base de operaciones (río Paraná de por medio), creando así las mejores
condiciones para pasar a la ofensiva y derrotarlo en el interior de su territorio. Velasco se
apoderó de todas las embarcaciones del Alto Paraná y reunió una escuadrilla fluvial, que
situó en Paso del Rey (ruta Corrientes-Asunción). Estableció fuerzas de observación en
la margen derecha del río, dividiendo la zona de vigilancia en dos sectores: oeste, al
mando del capitán Fulgencio Yegros, y este, a cargo del comandante Thompson.


Campaña al Paraguay
Cruce del Río Paraná y combate de Campichuelo

       El general Belgrano estableció su puesto comando en La Candelaria. Dice Mitre
que "tuvo que construir una escuadrilla compuesta de un gran número de botes de
cuero, algunas canoas y grandes balsas de madera, capaces de transbordar 60 hombres
y una mayor que todas, para soportar el peso de un cañón de a 4 haciendo fuego, pues
se esperaba realizar el desembarco a viva fuerza".
        El Paraná tiene frente a La Candelaria más de 1.000 metros de ancho y fuerte
correntada, y se estimó que iba a desviar la ruta de la escuadrilla en más o menos una
legua y media aguas abajo en el lugar elegido, un claro del monte llamado El
Campichuelo. El 18 de diciembre de 1810, antes de iniciar la operación, Belgrano
arengó a sus hombres. La maniobra comenzó a las 23, con el envío de pequeños
efectivos a cargo de un titulado baquiano del rey, llamado Antonio Martínez, y los
sargentos Evaristo Bas y Rosario Abalos, con 10 soldados voluntarios.
         La operación fue exitosa; capturaron dos prisioneros, sumamente valiosos por la
información a brindar, y una canoa. Martínez, el baquiano del rey, remitió las tres canoas
informando que el lugar de cruce era favorable. Así lo ejecutó Belgrano, superando el
gran obstáculo con sus efectivos entre las 3:30 y las 6 del 19 de diciembre, a las órdenes
del mayor general Machain.
         Se produjo la lógica dispersión, y ante la oscuridad reinante y el
desconocimiento del terreno, hubo dificultades para la reunión del personal. Sin esperar
la reunión de todos los efectivos y ante el conocimiento de la existencia de una guardia
enemiga en El Campichuelo, el mayor Machain avanzó decididamente. Seguido por los
edecanes del general Belgrano, Ramón Espíndola y Manuel Artigas, por los ayudantes
mayores Juan Espeleta y Juan Mármol, el subteniente de Patricios Jerónimo Helguera,
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seis granaderos de Fernando VII, 17 patricios y 4 arribeños, con 5 oficiales y 27
soldados en total, se inició el ataque a los paraguayos. El éxito coronó el esfuerzo de los
infantes, que en una prueba de arrojo ponderable se apoderaron de la posición defendida
por 54 hombres y un par de cañones pedreros. El general Manuel Belgrano realizó una
difícil y brillante operación, eludiendo la vigilancia enemiga y atacando sin esperar la
reunión total de sus fuerzas; con inferioridad numérica derrotó a un enemigo superior en
número.
        El espíritu ofensivo, el factor sorpresa y la decisión fueron esenciales. Es
importante tener en cuenta que los oficiales debieron comandar soldados que, en su
mayoría, no eran de su fracción orgánica.

Maracaná y Paraguay
       Los efectivos paraguayos habían evacuado Campichuelo e Itapuá Los efectivos
triunfantes en Campichuelo se constituyeron en la vanguardia de las tropas de Buenos
Aires ocupando Itapuá donde fueron capturados canoas, un cañón, armamento diverso,
municiones y equipo que el enemigo abandonó en su precipitada huida.
Mientras tanto, el jefe realista, coronel Velasco, mantuvo débiles fracciones de seguridad
en contacto con el invasor.
        El avance de las fuerzas patriotas en tierra paraguaya fue una empresa difícil,
debió vencer bosques impenetrables, inmensos montes, lagunas y pantanos, en medio de
la incertidumbre más absoluta. En su avance, Belgrano supo que una subunidad
paraguaya de un centenar de hombres, se retiraba hacia el norte con algunas horas de
ventaja. Ordenó al capitán Gregorio Perdriel que iniciara su persecución y posterior
ataque. Los efectivos al mando del comandante Rojas, que habían pasado al descanso en
la margen opuesta de un curso de agua en el monte de Maracaná, respondieron el fuego
y lograron desprenderse y replegarse a través de la espesura. Dos prisioneros y
armamento fue el botín conquistado. El grueso de los efectivos de Belgrano, marchando
de noche a la luz de la luna, cruzó el río Tebicuary, acampando el 11 de enero de 1811
en Itaipá, a 27 leguas (135 kilómetros) de Asunción. En su repliegue, Velasco utilizó el
procedimiento de evacuar la población y el ganado de la zona. Belgrano, en su avance,
encontró aldeas y pueblos desiertos.
          El 15 de enero de 1811, el ejército patriota alcanzó el arroyo Ibáñez. En ese
lugar, Belgrano tomó conocimiento de que importantes efectivos paraguayos se
encontraban al norte del arroyo Paraguay con intenciones de presentar combate.
El ejército paraguayo, comandado por el gobernador Velasco, tenía un efectivo de 7.000
hombres, de los que 800 eran de infantería con armas de fuego; el resto eran tropas de
caballería sin instrucción y armados con lanzas y sables. Su dispositivo era el clásico de
la época: infantería con apoyo de la artillería (16 piezas) en el centro y la caballería en
ambas alas. El coronel Pedro García comandaba la infantería, el comandante Cabañas el
ala derecha y el comandante Gamarra el ala izquierda. Sus flancos estaban apoyados a la
derecha en un curso de agua y a la izquierda en un monte muy espeso. El mismo día,
Belgrano reúne su estado mayor y "se acuerda atacar por sorpresa a Velasco el día
siguiente, antes del amanecer, aprovechando la oscuridad de la noche para eludir la
mayor potencia de fuego del enemigo". La idea de Belgrano de atacar con 500 hombres
a 7000 se fundamentaba en la creencia en la poca capacidad de combate del enemigo, y
en la consideración de que, por la posición alcanzada y la numerosa caballería del
enemigo, sería muy difícil rehuir el combate y replegarse. Además, Belgrano había
dejado a retaguardia al coronel Rocamora, en La Candelaria, con efectivos importantes,
para asegurar su línea de abastecimiento y seguridad ante un eventual repliegue, lo que
debilitó sus efectivos para la ofensiva.
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     El 19 de enero se inició el ataque, con dos líneas paralelas de infantería, la primera
de 220 hombres y la segunda de 240, con dos piezas de artillería cada una, los flancos de
la operación estaban apoyados por un centenar de efectivos de caballería en cada uno de
ellos. Se constituyó una reserva en el cerro Mbaé, integrada por 70 jinetes, 2 cañones,
milicianos y peones de los bagajes, armados con palos, simulando fusiles. La primera
línea atacante era mandada por Machain y la segunda por Gregorio Perdriel. Después de
un intenso fuego de artillería, las fracciones de infantería veterana, pertenecientes a los
regimientos 1, 2, y 3, atacaron frontalmente, rompiendo el centro de la posición, tomaron
cinco piezas de artillería y persiguieron a los derrotados en dirección a la localidad de
Paraguary, donde se encontraba el puesto comando del gobernador Velasco. Este,
creyéndose totalmente derrotado, emprendió la retirada, abandonando incluso su equipo.
Ante esta situación, aparentemente favorable, Machain ordenó perseguir a los efectivos
realistas con 120 hombres de infantería y caballería, al mando del edecán Ramón
Espíndola. Las alas de los efectivos paraguayos que no habían intervenido en el
combate, y que no se habían replegado ni fueron atacadas, atacaron realizando un
movimiento envolvente y con apoyo artillero rodearon a los efectivos de Espíndola y de
Machain. Belgrano consiguió recuperar las fuerzas al mando de su segundo jefe, pero
fue rechazado en su intento de conexión con su edecán cercado, Espíndola quien murió
en combate. Los patriotas perdieron 150 hombres y los paraguayos 60. No hubo decisión
porque los realistas no persiguieron. Las causas que llevaron a Belgrano a este fracaso
fueron enfrentar a un enemigo superior numéricamente, que los efectivos de Espíndola
se dedicaron a saquear el Paraguay descuidando su misión, que no se atacaron las a las
paraguayas, posibilitando su accionar ofensivo, y que se debilitaron los efectivos de la
ofensiva para la protección de la línea de abastecimientos (Rocamora).

Repliegue de las fuerzas
       El general Belgrano resolvió retirarse y lo hizo, sin ser perseguido por efectivos
paraguayos. El repaso del río Tebicuary requirió tres días, más dos de descanso, agotada
por los esfuerzos físicos realizados. Durante la marcha se incorporaron tropas
adelantadas por Rocamora desde La Candelaria, 120 hombres de infantería y un
escuadrón. Belgrano recibe el informe del coronel Rocamora de que sus efectivos se han
visto disminuidos por la deserción de 130 milicianos. El personal de refuerzo fue
arengado por el propio Belgrano, quien expresa: "... que los encuentro tan
entusiasmados como a los nuestros. Por esto es que los he agregado al Cuerpo de
Patricios y al de Arribeños, y van comportándose perfectamente... ".
        Belgrano, entendiendo que su misión es fundamentalmente política, brinda un
excelente trato a los prisioneros de guerra, a quienes libera inculcados de los ideales
revolucionarios de la Junta de Buenos Aires. Las tropas de Belgrano ocuparon una
posición al sur del río Tacuarí a mediados de febrero de 1811. Belgrano informa a la
Junta porteña, con fecha 17 de febrero, que el enemigo ha mantenido contacto con las
fuerzas de Buenos Aires, pero sin indicios de la proximidad de una acción ofensiva. La
intención del general Belgrano es mantener la posición del río Tacuarí como cabecera de
playa, a la espera de refuerzos solicitados y prometidos desde Buenos Aires. Las
urgencias logísticas apremian a Belgrano. Referente a la tropa, el general aclara que de
sus efectivos actuales no puede contar para operaciones nada más que con los soldados
de Buenos Aires por su instrucción y su patriotismo. Los naturales y correntinos
abandonan sus posiciones apenas el enemigo abre fuego. El 14 de febrero, ante el fuego
de artillería aislada paraguaya, se desbandaron los milicianos, de una avanzada posición,
dejando a sus oficiales sin medios.
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Combate de Tacuarí

       La posición de las fuerzas de Buenos Aires era fuerte, protegida por el curso de
agua, profundo y no vadeable. Belgrano persiste en dispersar sus tropas al ordenar al
coronel Rocamora que con sus milicias ocupe Itapuá, debilitando su posición principal.
Las fuerzas defensoras llevaban veinte días en la posición. No habiendo efectuado
exploración, desconocían la situación y la actitud del enemigo. El plan de ataque
paraguayo, con unos 3000 hombres, fue el de realizar dos ataques secundarios, uno
frontal y el otro fluvial para distraer fuerzas, llevando el ataque principal hacia el flanco
derecho de la posición del general Belgrano. Los paraguayos sorprendieron con su
ataque la posición patriota el 9 de marzo al amanecer. El ataque se inició con el fuego de
artillería paraguaya con piezas de "a 8 y 6", en el centro del dispositivo, en el propio
paso Tacuarí. A la hora de iniciado el combate, Belgrano recibe información de que el
enemigo ha atravesado el río Tacuarí, aguas arriba, con efectivos importantes. Los
paraguayos sorprendieron a Belgrano construyendo una picada en el monte de más de 10
kilómetros de longitud. El centro del dispositivo, a las órdenes de Belgrano, continuó
resistiendo el ataque frontal. Belgrano manifiesta que debe economizar la munición de
las piezas disponibles, ejecutando solamente los disparos necesarios. En tales
circunstancias, recibió la información de un ataque fluvial. Belgrano ordenó al mayor
Celestino Vidal, con los granaderos que quedaban, y al capitán Campos, de Arribeños, el
rechazo de la incursión fluvial. En esta acción le tocó una actuación notable a Vidal,
muy enfermo de la vista al extremo de servirse de un tambor como lazarillo, recibe la
orden de hacerse cargo del ala izquierda para repeler el ataque de la flotilla paraguaya;
abrió un sostenido y certero fuego de mosquetería, rechazó al enemigo y se apoderó de
las canoas.
          Mientras tanto, en el flanco derecho de la posición, la situación era netamente
desfavorable para las fuerzas patriotas. La superioridad numérica y la potencia de fuego
de artillería paraguaya eran sensiblemente decisivas, siendo rodeada y tomada prisionera
la división de Machain, con su material y equipo.
          Consiguen eludir el cerco el capitán Cabrera, de la subunidad de Pardos y
Morenos, un oficial de artillería y algunos soldados, los que pudieron llegar hasta el
puesto comando de Belgrano con el parte correspondiente. Belgrano tomó conocimiento
del peligro existente en el flanco derecho y se organizó para el último esfuerzo.
Desertaron numerosos naturales, lo que motivó que Belgrano en su informe a la Junta
expresase: "... porque los demás llenos de cobardía y vileza me abandonaron huyendo
vergonzosamente".
        Decidido a resistir, dejó a cargo del sargento Raigada, con 25 hombres de
infantería y una pieza "de a 4", la defensa del río Tacuarí. Con el resto, 135 infantes y
100 hombres de caballería, se aprestó a vender cara su derrota. Rechazó la oferta de
rendición a discreción transmitida por un oficial parlamentario paraguayo, pese a la
amenaza de ser pasados todos a cuchillo. Mientras el parlamentario volvía a las filas
paraguayas, Belgrano arengó a sus tropas que, con los bravos infantes a su cargo, se
aprestaron para una heroica y gloriosa misión.
        El enemigo inició el avance, con fuego de apoyo artillero, que fue respondido con
eficacia. Belgrano designó a su edecán, Pedro Ibáñez, por ser el más antiguo, como jefe
de la línea y le ordenó que avanzara para contener y rechazar al enemigo.
       El ataque de la infantería de Belgrano contra fuerzas que duplicaban varias veces
sus efectivos fue exitoso; mediante un vivo fuego de fusilería y un avance arrollador,
rechazó al enemigo hasta el linde del bosque. Este, sorprendido, se replegó para
reorganizarse.
20

      Belgrano, comprendiendo que el honor de su ejército estaba a salvo y que era inútil
continuar el combate en estas condiciones de inferioridad, envió un parlamentario al
comandante paraguayo, manifestando su dolor por la sangre derramada entre hermanos,
que cesaran las hostilidades y que él repasaría el Paraná con su ejército.
    Aceptada la propuesta por el general paraguayo Manuel Cabañas, inició Belgrano su
repliegue a las 15 del 10 de marzo, recibiendo los honores del ejército hermano. Durante
aproximadamente una legua, Belgrano fue acompañado por el segundo jefe realista,
coronel Gamarra.
     Las tropas patriotas alcanzaron Itapuá el 11 de marzo, desde donde Belgrano envió
el parte del combate y de la finalización de la campaña a la Junta de Buenos Aires. Las
fuerzas de Belgrano en combate tuvieron 11 muertos y 12 heridos, sin contar los
prisioneros de los realistas, extraviados y fugado

Revolución Paraguaya
Misiones al Paraguay

       Después del movimiento del 5 y el 6 de abril de 1811, y como consecuencia de la
derrota de Tacuarí, Belgrano fue sometido a proceso por sus enemigos de Buenos Aires.
El resultado del mismo fue ampliamente favorable a Belgrano, que salió con su honor
intacto y el público reconocimiento por sus esfuerzos; su coraje en el combate, su
justicia en la conducción y su habilidad, casi increíble, para transformar una derrota
militar en un triunfo diplomático durante la negociación del armisticio y el retiro de los
restos de sus fuerzas militares del territorio del Paraguay.
         Durante aquellas semanas de conversaciones informales y amistosas con la
oficialidad del ejército paraguayo que lo acompañó en su retirada, entre los que se
encontraban nada menos que el jefe de las tropas paraguayas en acción, comandante
Manuel Cabañas, el comandante Fulgencio Yegros y muchos otros, Belgrano explicó
con claridad y convicción los motivos de la creación de la Junta de Buenos Aires. Así, se
explayó sobre la verdadera situación de caos en la España invadida por Napoleón y la
necesidad de una estrecha unión de todas las provincias del antiguo Virreinato del Río de
la Plata para mantener, en nombre de Fernando VII, la integridad de la soberanía frente a
las acechanzas de portugueses, franceses e ingleses y de los mismos españoles que,
viviendo en América, habían cedido ante las ilegítimas juntas de Cádiz y Sevilla.

La Revolución en el Paraguay
        La prédica de Belgrano a los oficiales del ejército paraguayo durante la
conferencia de Tacuarí y la consecuente retirada de las tropas de Buenos Aires sumada a
la correspondencia mantenida posteriormente con aquellos, inclinó a los hombres de
Asunción a favor de la revolución.
        El temor de que el gobierno de Velasco, apoyado por el Cabildo de Asunción,
llamara a los portugueses para fortalecer su gobierno frente a posibles nuevas acciones
de Buenos Aires, impulsó a la conspiración que destituyó al gobierno. Al frente de los
revolucionarios estaban Juan Pedro Caballero, el comandante Yegros y el general
Cabañas, más el apoyo de Pedro Somellera, teniente letrado del gobernador. Velasco
abandonó el cargo sin oponer resistencia.



La Junta de Gobierno de Paraguay
21

      Por iniciativa de Somellera, se estableció una junta de gobierno que tomó la forma
de un Triunvirato. Estaba presidido por Caballero acompañado por Yegros y Rodríguez
de Francia, este último por insistencia de Somellera, ya que él mismo no contaba con el
apoyo ni con la simpatía de los conspiradores. No tardó mucho tiempo Rodríguez de
Francia en mostrar su carácter y una mayor perspectiva respecto a las consecuencias de
los acontecimientos, impidiendo la salida hacia Buenos Aires de un delegado que la
junta había resuelto enviar y que tenía la misión de comunicar su apoyo a la Junta
Gubernativa del virreinato y su soporte a su enfoque político.

Influencia de Belgrano en la Revolución Paraguaya

       La prédica de Belgrano fue brillante y exitosa en la formación de una opinión
favorable a la posición de Buenos Aires. Esta influencia se manifestó tiempo después,
cuando el 15 de mayo de 1811, en la ciudad de Asunción, se destituyó al gobernador
Velasco y se estableció una Junta de Gobierno de tres miembros. Esta junta, influenciada
por el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, comprende, al igual que el patriota
uruguayo Artigas, la actitud porteña que comenzó a anteponer los intereses del control
del comercio a los objetivos de la revolución colonial. Fruto de esta comprensión, la
Junta paraguaya se ve obligada a practicar una política de aislamiento, separándose de
Buenos Aires.


Rodríguez de Francia

    Los acontecimientos producidos en las provincias del ex virreinato, el alzamiento del
Paraguay y Montevideo contra Buenos Aires, el difuso éxito del ejército del Alto Perú y
las complicaciones surgidas en el escenario internacional, no sólo en Europa sino
también en América, habían apagado la euforia de la Primera Junta. La participación de
los diputados provinciales en el congreso constituyente ejerciendo tareas ejecutivas de
gobierno exclusivas de la Junta, profundizó el antagonismo entre Buenos Aires y las
provincias, situación que empeora con la creación del Primer Triunvirato, que comienza
a imponer la política porteña que limita las aspiraciones y objetivos de la revolución.
El tratado firmado en Paraguay, que significó el primer desmembramiento territorial del
Río de la Plata, evidenció en los hechos la crisis de los intereses enfrentados entre
Buenos Aires y los del interior del ex virreinato.

       Cuando Francia permitió el ingreso de Belgrano y Echeverría, una vez que recibió
de Buenos Aires la contestación a su nota del 20 de julio de 1811, su trato para con ellos
fue demostrativo del respeto al general y su comunión en el proyecto americanista,
esmerándose la Junta de Asunción en ayudarlos y atenderlos en sus dificultades, tanto
durante el viaje como durante su estadía en aquella ciudad. Las negociaciones fueron
conducidas directamente por Francia, que se ocupó hábilmente en mantener aislados a
los delegados de Buenos Aires de contactos personales con otros funcionarios
paraguayos, en especial con aquellos vinculados a los intereses comerciales porteños,
salvo en aquellos casos en que el protocolo lo exigiera.
       El temor al bloqueo porteño o a una invasión del imperio, llevaba a muchos
paraguayos a considerar las exigencias de los comerciantes porteños como un mal
menor, dejando de lado los principios de la independencia americana sostenido
tenazmente por Francia, y debilitando su posición en las negociaciones sobre todo frente
a Echeverría de quien desconfiaba.
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      De allí las maniobras y estratagemas de Francia respecto a los contactos con los
enviados por la Junta de Buenos Aires.
       La base de las negociaciones fueron las exigencias de la nota enviada a Buenos
Aires el 20 de julio. La contestación a esa carta, enviada por Buenos Aires el 28 de
agosto, no se oponía a reconocer el derecho de Paraguay a gobernarse a sí mismo con
independencia de Buenos Aires. Establecía que los paraguayos podían llevar una vida
autónoma, a título provisional, hasta la reunión del congreso general al que se
comprometían a enviar diputados. Como se ve, las condiciones de negociación de
Belgrano y Echevarría era prácticamente coincidente al haber, justamente, reconocido su
mandante como justas y apropiadas las exigencias de Francia.
En "las instrucciones" del Triunvirato, acorde a los objetivos porteños, trataba de
desconocer la autonomía paraguaya ya aceptada por la Junta Grande.


Alto Perú
Campaña al Alto Perú

      Después de la derrota de Huaqui, los restos del ejército patriota fueron evacuados
del Alto Perú, dejando en pie la insurrección en Cochabamba. Este movimiento fue
vencido posteriormente en la batalla de Sipe-Sipe. Las fuerzas patriotas, por su parte,
acamparon en Salta y allí comenzaron a recomponer fuerzas; hacia fines de 1811, la
tropa llegaba a casi 1800 hombres. El general Pueyrredón decidió apoyar el movimiento
de Cochabamba y envió un refuerzo de 800 hombres al mando del coronel Díaz Vélez,
quien hizo retroceder a las tropas realistas. A principios de 1812, el realista Goyeneche
se dispuso invadir Salta. Pueyrredón, entonces decidió replegarse a Tucumán y solicitó
ser reemplazado y en su lugar se nombró a Manuel Belgrano. El 26 de marzo, ambos
jefes se encontraron en la "posta de Yatasto" y allí Belgrano asumió la jefatura del
ejército del Alto Perú. La situación material era difícil: contaba con menos de 1500
hombres, de los cuales muchos estaban heridos o enfermos; sólo tenían 580 fusiles y 215
bayonetas, 21 carabinas, 34 pistolas y unos pocos cañones. También era crítica la visión
sobre el ejército que tenían los pueblos. Al respecto, Belgrano le escribió al gobierno:
"Ni en mi camino del Rosario ni en aquel triste pueblo, ni en la provincia de Córdoba y
su capital, ni en las ciudades de Santiago, Tucumán y Jujuy, he observado aquel
entusiasmo que se manifestaba en los pueblos que recorrí cuando mi primer expedición
al Paraguay; por el contrario, quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia, y diré más,
odio mortal, que casi estoy por asegurar que preferirían a Goyeneche cuando no fuese
más que por variar de situación y ver si mejoraban. Créame V.E.: el ejército no esta en
país amigo; no hay una sola demostración que me lo indique; no se nota un solo hombre
que se una a él, no digo para servirle, ni aun para ayudarle: todo se hace a costa de
gastos y sacrificios... se nos trata como a verdaderos enemigos; pero qué mucho ¡si se ha
dicho que ya se acabó la hospitalidad para los porteños y que los han de exprimir hasta
chuparles la sangre!".

El Ejército del Norte

      La Junta de Mayo vio la necesidad de producir las reformas tendientes a la
creación de un componente militar propio, adicto a la revolución y con el cual llevar el
nuevo orden de cosas al resto de las provincias del antiguo virreinato. Para ello impulsó
la modificación de la estructura de las viejas unidades virreinales.
      La primera fue la proclama del 29 de mayo de 1810 A ello siguió la organización
23

de la Expedición Auxiliar a las provincias interiores; la reforma de la Real Artillería,
integrándola en la miliciana Artillería Volante, y la disolución de los regimientos fijos de
Infantería y Dragones de Buenos Aires, el 3 de noviembre de 1810, incorporando sus
tropas a los nuevos regimientos argentinos.
       A los dos años de la guerra, fracasada la primera campaña al Alto Perú y
hallándose en retirada el Ejército Auxiliar, el 27 de febrero de 1812 el gobierno nombró
al coronel Manuel Belgrano por vez primera como general en jefe del Ejército del Perú.
       Belgrano llegó a Tucumán el 19 de marzo a Yatasto, donde se hallaba Pueyrredón
esperándolo con el ejército. Dejó el parque y la artillería en Tucumán y llevó su ejército
a Campo Santo, donde estableció su cuartel general, en un recinto fortificado, y se
dedicó a reorganizarlo, con la colaboración de su jefe de Estado Mayor, el barón de
Holmberg, quien aumentó la artillería y cooperó en el arreglo de la infantería y
adiestramiento de las tropas y oficiales. La fuerza de la que disponía en abril era:
Artillería Volante, con la fuerza de tres oficiales y 103 artilleros, al mando del capitán
Francisco Villanueva, con diez piezas. Esta era la primera artillería con que contó la
Revolución.

      Regimiento N° 6 de Infantería, con la fuerza de 613 soldados, al mando del
teniente coronel Ignacio Warnes. Este regimiento había sido creado el 3 de noviembre de
1810 reuniendo los contingentes de infantería de la Expedición Auxiliadora al Perú. Fue
conocido como "6 del Perú".

     Pardos y Morenos, con una fuerza de 305 hombres al mando del teniente coronel
José Superí.

      Húsares de la Patria, con la fuerza de 264 soldados. Esta unidad, surgida de los
Húsares del Rey, desde 1810 se llamaba Húsares de la Patria; al mando de Martín
Rodríguez marchó en la Expedición de Auxilio a las Provincias Interiores, interviniendo
en las acciones militares en el Alto Perú hasta la derrota de Huaqui. El 26 de noviembre
de 1811 se había dispuesto su incorporación al regimiento de Dragones de la Patria, que
se produjo después de la llegada de Belgrano.

     Dragones Ligeros del Perú, con la fuerza de 305 soldados. Creado el 3 de
noviembre de 1810. Cuyo jefe era el teniente coronel Antonio González Balcarce.

      A causa de los escasos efectivos y armamentos de que disponía, Belgrano debió
reorganizar la infantería en batallones y refundir la caballería de húsares y dragones, con
que contaba en escuadrones de tres compañías con 200 hombres en total, llamándolos
Caballería Provisional del Río de la Plata, al mando de Juan Ramón Balcarce, a los que
armó de lanzas además de los escasos carabinas y sables que tenían. Creó además un
cuerpo de guías, un Batallón de Cazadores y el Cuerpo de Castas.

       Así, el Batallón de Cazadores del Perú, primer cuerpo de su tipo, fue organizado
en seis compañías al mando de Carlos Forest, armados de carabinas y fusiles rayados.

      Contaba además con varias unidades de milicias, principalmente de caballería,
cuyos oficiales eran de línea y reunían el número de 300 hombres En Salta se habían
formado en 1810 los Patricios de Salta y se organizó la Partida de Observación del
teniente Martín Miguel de Güemes, compuesta por 60 jinetes bien equipados.
24

       Luego de la victoria de Tucumán, Belgrano se abocó a una nueva organización de
su ejército, en tanto que el gobierno de Buenos Aires decidió enviarle refuerzos,
remitiéndole hombres y armas, que fueron estos:

      El Regimiento N° 1 de Infantería, al mando del teniente coronel Gregorio Perdriel,
que llegó con 395 hombres.

      Regimiento N°2 de Infantería. El 10 de diciembre de 1812 fueron enviadas cuatro
compañías al Alto Perú, con la fuerza de 360 hombres. Este regimiento había sido
creado por la reforma del 13 de noviembre de 1811, con la unión del N° 3 (ex
Arribeños) y N° 4 (ex Montañeses). Con esas compañías, Belgrano constituyó un
batallón a las órdenes del teniente coronel Benito Alvarez. En septiembre de 1813, éste
se transformó en el N° 8.

     El Batallón N° 6 fue engrosado con las tropas llegadas de Buenos Aires y reclutas,
quedando constituido en regimiento de dos batallones, de seis compañías cada uno, al
mando el primero del teniente coronel Francisco Pico y el segundo del teniente coronel
Carlos Forest, como sargento mayor. Su fuerza total era de 796 hombres.

      Se enviaron también 70 u 80 Pardos y Morenos de la guarnición de Buenos Aires,
con los que Belgrano engrosó los existentes, elevándolo a batallón, que quedó al mando
del teniente coronel José Superí. Los Cazadores fueron también engrosados y elevados a
batallón y puestos al mando del teniente coronel Manuel Dorrego, en tanto que Carlos
Forest era nombrado segundo jefe, comandante del 11 batallón, del N° 6.

     La caballería fue reorganizada según las disposiciones gubernativas de diciembre
de 1811. Así rehizo a los Dragones del Perú y los Húsares de la Patria en los nuevos
Dragones de la Patria, organizado en cuatro escuadrones de tres compañías cada uno,
con unas 853 plazas y plana mayor, correspondiéndole al Ejército del Norte los dos
primeros, que estuvieron al mando del teniente coronel Cornelio Zelaya.

    La caballería de milicias que había actuado en Tucumán fue organizada como
Regimiento de Dragones de la Milicia Patriótica de Tucumán, de doce compañías, al
mando del coronel Bernabé Aráoz, con la fuerza de 318 hombres.

     La artillería fue engrosada con algunos artilleros enviados desde Buenos Aires.
Con ellos quedó el arma -con la fuerza de 124 hombres, como 10 cañones y 2 obuses- al
mando del capitán Benito Martínez.

    Tras la victoria de Salta, Belgrano inició la campaña en el Alto Perú luego de
reorganizar su ejército. Así, para mediados de 1813 sus fuerzas estaban formadas por:

   Batallón de Pardos y Morenos, al mando de Superí.

   Batallón de Cazadores, al mando del sargento mayor Ramón Echeverría (Dorrego
había sido retirado del Ejército).

      Batallón N° 1, aumentado a Regimiento con incorporación de reclutas del Alto
Perú y puesto al mando del coronel Gregorio Perdriel.
25

      Regimiento N° 6, al mando del teniente coronel Miguel Aráoz, también engrosado
con reclutas.

      Regimiento N° 8 formado el 13 de julio sobre la base del anterior Batallón N° 2,
que seguía al mando del teniente coronel Benito Alvarez.

        La caballería estaba formada ahora por el Regimiento de Caballería de Línea del
Perú, creado por Belgrano en marzo de 1813, sobre la base de los viejos Dragones
Ligeros del Perú y una parte de los Dragones de la Patria, al mando del coronel Diego
Balcarce. En abril de 1814 pasaron a llamarse Dragones del Perú. La Artillería estaba al
mando del capitán José Cereso.

         Luego de la derrota de Vilcapugio, Belgrano se retiró a Macha y trató de
reorganizar su ejército. Disponía de los mismos cuerpos sensiblemente disminuidos. Su
infantería estaba compuesta de 340 Cazadores, al mando del sargento mayor Cano; 198
Pardos y Morenos, al mando de Superí; 566 del N° 6, al mando de Martínez y 532 del N
° 1, al mando de Perdriel. La caballería eran los restos de los Dragones del Perú, con
sólo 195 hombres al mando de Diego Balcarce, y la "división de Cochabamba" de
Cornelio Zelaya, con 479 hombres de ambas armas. A esto se sumaban seis piezas de
artillería y dos obuses con 107 hombres y más de un millar de naturales de Chayanta
como auxiliares.

       La derrota de Ayohuma significó la virtual desaparición de casi todos los cuerpos.
Fueron disueltos en febrero de 1814 el N° 6, el Batallón de Cazadores y el N° 8. Los
restos del primero pasaron a engrosar el N° 1, diezmado en la acción, y el segundo fue
reemplazado por un batallón enviado luego desde Buenos Aires.

      De la caballería sobrevivió parte de los Dragones del Perú, que marcharon con él
hacia Salta. La artillería se perdió en el campo de batalla, salvándose algunos artilleros.
A fines de diciembre llegó a Jujuy con sólo 800 hombres, los restos de los vencedores de
Tucumán y Salta, con los que se decidió a formar un nuevo ejército Pero el 30 de enero
fue reemplazado en el mando por el general San Martín, quien a fines de abril delegó el
mando en Rondeau.

SEGUNDO COMANDO (1816-1818).

     El 7 de agosto de 1816 en Las Trancas, Belgrano vuelve a hacerse cargo del
Ejército del Norte. Luego de la desastrosa campaña de Rondeau en el Alto Perú y la
derrota de Sipe Sipe, el ejército había sido prácticamente destruido y sus unidades
extinguidas en su mayor parte. Belgrano lo llevó hasta la ciudadela construida por San
Martín en la ciudad de Tucumán y allí inició la obra de reconstrucción moral y material,
para poder lograr el instrumento eficaz en la operación combinada sobre Lima, planeada
por San Martín.

      Belgrano creó un Estado Mayor para el ejército sobre la base de los que el 19 de
marzo de 1816 habían sido nombrados sus ayudantes, los edecanes Floro Zamudio y
Nicolás Otero. En 1817, este Estado Mayor del Ejército estaba formado por: teniente
coronel Benito Martínez, 1ér ayudante; teniente coronel graduado Juan Escobar, 2°
ayudante; capitán Felipe Bertres, 2° ayudante; capitán Manuel Dorado, 20 ayudante;
teniente Francisco Mallea, 3er ayudante; teniente Juan Francisco Echaure, 3er ayudante.
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     El ejército estaba formado por las siguientes unidades, las que sufrieron
modificaciones:

        El Regimiento N° 1 desapareció, permaneciendo disminuido hasta ser disuelto
definitivamente en febrero de 1818.

      El Regimiento N° 2, cuyo I Batallón en abril de 1814 había pasado al Ejército del
Norte, debió ser. disuelto y sus restos agregados al N° 9. El batallón restante del N° 2
fue enviado en febrero de 1816, reforzado con restos del Azogueros de Potosí.
Permaneció en este destino hasta la sublevación de Arequito el 7 de enero de 1820 en
que pasó al Ejército de Córdoba.

      El Regimiento N° 3 de Infantería había sido enviado en abril de 1815 al Ejército
del Norte, donde se lo reforzó con los restos del 6 y del 7. Desapareció en Arequito.

      El Regimiento N° 7, creado en 1813 como rescate de esclavos, había sido enviado
en 1814, y se disolvió en febrero de 1816, siendo distribuido entre el N° 3 y el N° 9 del
arma.

       Regimiento N° 9 de Infantería, creado con los efectivos de la 3a División Oriental,
el 4 de mayo de 1814, debió ser reforzado con los restos del N° 6 y N° 7 disueltos luego
de la derrota de Sipe Sipe. Desapareció en 1820.

     Regimiento N° 10 de Infantería, creado en agosto de 1814, en Montevideo,
permaneció en el Ejército del Norte hasta su desaparición en la sublevación de Arequito.

      Los Dragones del Perú se hallaban disminuidos y el 3 de septiembre de 1816 se
fusionaron con los dos escuadrones de los Dragones de la Patria y formaron los
Dragones de la Nación al mando de Cornelio Zelaya. Tenía 38 oficiales y jefes, 22
sargentos, 8 trompetas, 31 cabos y 344 dragones. Permanecieron éstos en el Ejército del
Norte hasta la sublevación en Arequito, en 1820.

       Los Granaderos a Caballo, creados el 16 de marzo de 1812 por San Martín, el
primer escuadrón de tres compañías de un total de cuatro. El segundo escuadrón se
formó el 11 de septiembre de 1812. Ambos partieron al Alto Perú en diciembre de 1813.
Allí en 1814 se creó una Compañía de Carabineros, que tuvo poca vida. Luego de la
campaña de 1815, en abril de 1816 fueron enviados a Mendoza.

      Los Húsares de Tucumán, creado por Belgrano al reorganizar el Ejército del
Norte. En septiembre de 1816 designó al teniente coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid
para formarlo, sobre la base de voluntarios del escuadrón de 180 Húsares de la Muerte,
creados por éste después de Sipe Sipe. Su fuerza fue de un escuadrón, de dos compañías,
con 173 plazas. En abril de 1817 se creó el segundo escuadrón. Participó de las acciones
en el Norte donde disminuyeron sus efectivos, hasta que desapareció en Arequito.

       La artillería había sido modificada en su estructura desde 1813, en virtud del
decreto del 2 de marzo de 1812, en que se dio una nueva organización al crearse el
Regimiento de Artillería de la Patria. El nuevo cuerpo se componía de doce compañías
de cien artilleros y cuatro oficiales cada una y una plana mayor. El regimiento estaba
repartido en piquetes, compañías o escuadrones con sus cañones de batalla o volantes en
27

los distintos ejércitos o frentes de lucha, baterías establecidas, fuertes y otros puntos del
país.

      Las milicias que en el Norte tenían como función ser la vanguardia del Ejército,
también habían sido modificadas, ya que en marzo de 1814 San Martín había reunido las
salteñas bajo el nombre de Regimiento de Dragones de Milicia Patriótica de Salta.

      Entre otras, formaban compañías de Atacama, Yavi, Orán y Soconcha. Al arribar
Belgrano, reglamentó las milicias y en 1816 dispuso que los hombres de Güemes
figuraran en el ejército como División Infernal o Gauchos de Línea de Salta.

Reorganización del Ejército del Norte

      Ante este cuadro, la primera tarea del prócer fue la reorganización del ejército.
Empezó por organizar una compañía de guías, con lo que se armó de una verdadera carta
topográfica. Enseguida creó un cuerpo de cazadores de infantería, el primero que se haya
formado en el Río de la Plata, dando por razón "que a su entender era la única tropa
para aquellos países, todos de emboscada". Para suplir la falta de armamento, dotó a sus
hombres con lanzas, dándole así una incontestable ventaja sobre la del enemigo. "Con
esta idea, decía, he dado a los dragones, que no tienen armas de fuego, lanza, y mi
escolta es de las que llevan esta arma, para quitarles la aprensión que tienen contra
ella y se aficionen a su uso viendo en mí esta predilección." En cuanto a la
administración, se reorganizó el parque y la maestranza, mejoró el hospital, creó las
oficinas de provisión, reglamentó su contabilidad, organizó un tribunal militar y la planta
de un cuerpo de ingenieros, ramos mal atendidos o totalmente descuidados hasta
entonces.
Belgrano dominó con mano firme las resistencias de los enemigos encubiertos de la
causa, entre los cuales se contaban casi todos los curas acaudillados por el obispo de
Salta, en comunicación con el enemigo. Habiendo sorprendido su correspondencia con
Goyeneche, dio un golpe de autoridad, expulsando al obispo de la capital y desde
entonces todos comprendieron que no había inmunidades para los enemigos de la
libertad.


Creación de la Bandera

     Belgrano movilizó sus tropas hacia Humahuaca y el 25 de mayo de 1812 realizó
una acción que permitió que el pueblo tomara conciencia de lo que representaba la
patria: ese día se cumplía el segundo aniversario de la revolución de mayo y entonces
mandó a enarbolar la bandera celeste y blanca en los balcones del ayuntamiento, en
reemplazo del estandarte real que presidía todas las festividades públicas. Una salva de
15 cañonazos y la bendición del canónigo Gorriti completaron la escena. Al anochecer,
Belgrano se puso al frente de la tropa y paseó la bandera por las calles de Jujuy.
      El Gobierno en consecuencia le escribió en el acto amonestándolo en términos
severos, y le ordenó que pusiese remedio a tamaño desorden, con prevención que sería la
última vez que sacrificaría a tal extremo los respetos de su autoridad. Sorprendido y
lastimado a la vez, el general contestó disculpándose con dignidad; pero persistió
tenazmente en sostener sus ideas de independencia, acabando por decir: "La bandera la
he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella... y se harán las
banderas del regimiento núm. 6, sin necesidad de que su falta se note por persona
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alguna; pues si acaso me preguntan por ella, responderé que se reserva para el día de
una gran victoria por el ejército, y como ésta está lejos, todos la habrán olvidado y se
contentaran con la que le presenten. En esta parte V.E. tendrá su sistema: pero diré
también con verdad, que como hasta los indios sufren por Fernando VII, y los hacen
sufrir con los mismos aparatos que nosotros proclamamos la libertad, ni gustan oír
nombre de Rey, ni se complacen con las mismas insignias con que los tiranizan".


El éxodo
Cochabamba
    Las fuerzas de Goyeneche, en operaciones para la reconquista del Alto Perú marchan
sobre Cochabamba por los valles de Mizque y Cliza, mientras otras columnas concurrían
al ataque por otros puntos, siendo la principal de ellas la del coronel Lombera, con más
de 1200 hombres que salieron de Oruro. Por el lado de la Paz, del Valle Grande y de
Santa Cruz de la Sierra avanzaban otras fuerzas similares.
    La heroica provincia no flaqueó por esto; pero si tenía hombres y entusiasmo
faltaban armamento y sobre todo dirección. Los dos caudillos de la revolución Arce y
Antezana, comandante general el uno y prefecto el otro, estaban divididos por los celos
del mando. En vez de concentrar sus fuerzas para salir al encuentro de Goyeneche, que
conducía la columna más importante, resolvieron dividirse por mitad toda la fuerza y el
armamento disponible. Este último consistía en cuarenta cañones, de estaño casi todos, y
400 arcabuces de estaño igualmente, que se habían fundido en Cochabamba para suplir
la falta de fusiles. El resto, hasta cerca de seis mil hombres de a pie y de a caballo, estaba
armado con macanas o garrotes. Arce fue con la mitad de esta fuerza al encuentro de
Goyeneche, y Antezana esperó la división de Lombera. El primero se situó
ventajosamente sobre los altos Pocona, que interceptaban el camino que traía el general
realista, el cual había hecho preceder su marcha con intimaciones pacíficas.
Cochabamba no quiso escuchar más condición que la evacuación de su territorio.
    El 24 de mayo a las siete de la mañana fue atacado el ejército cochabambino situado
en los altos de Pocona que después de un corto fuego se retiró en derrota. Esto tenía
lugar al mismo tiempo que Lombera se acercaba a la ciudad de Cochabamba por los
altos de Arque, después de haber sorprendido en su tránsito algunas guarniciones e
incendiado varios pueblos.

    Las autoridades cochabambinas enviaron una nueva diputación a Goyeneche
proponiendo el sometimiento a discreción e implorando la clemencia del vencedor, a lo
que Goyeneche pareció acceder. El pueblo se reunió en la plaza pública en número como
de mil hombres, y allí interrogado por las autoridades si estaba dispuesto a defenderse
hasta el último trance, contestaron algunas voces que sí. Entonces las mujeres que se
hallaban presentes, dijeron a gritos que si no había en Cochabamba hombres para morir
por la patria y defender la Junta de Buenos Aires, ellas solas saldrían a recibir el
enemigo. Vuelto el coraje de los hombres con esta heroica resolución, juraron morir
todos antes que rendirse, y hombres y mujeres se prepararon de nuevo a la resistencia,
tomaron posesión del Cerro de San Sebastián, inmediato a la ciudad, donde aglomeraron
todas sus fuerzas y el último resto de sus cañones de estaño. Las mujeres cochabambinas
ocupaban los puestos de combate al lado de sus maridos, de sus hijos y de sus hermanos,
alentándolos con la palabra y con el ejemplo, y cuando llegó el momento, pelearon y
supieron morir por su causa.
     Cochabamba sucumbió peleando. Forzada la posición de San Sebastián el día 27,
después de dos horas de combate, las tropas realistas entraron a sangre y fuego por las
29

calles de la ciudad, la que fue entregada al saqueo por el espacio de tres horas. Los
pobladores emigraron en masa a los desiertos. Arce, entre tanto, ocupó la espalda del
enemigo, marchó sobre Chuquisaca con parte de los despojos escapados de la catástrofe,
y rechazado en aquel punto, se dirigió por el camino del despoblado buscando la
incorporación de Belgrano, quien recibió la infausta noticia a fines de julio.

Preparativos en Jujuy
     La situación era muy crítica; pero el ánimo del General no decayó. Estaba resuelto a
avanzar y dirigiéndose al gobierno manifestó que: "Si es cierta, la pérdida total de
Cochabamba, debemos esperar que el enemigo vuelva sus pasos contra nosotros, y será
muy doloroso, muy contrario a nuestra opinión y muy perjudicial al espíritu público, si
tenemos que dar pasos retrógrados, de que es indispensable la pérdida de intereses y
perjuicios consiguientes a estos pueblos, que renovarán sus odios, si es que están
amortiguados, o los aumentarán; ...pues clamarán como lo hacen los del interior (los del
Perú), que los porteños sólo han venido a exponerlos a la destrucción, dejándolos sin
auxilios en manos de los enemigos, borrón que no debe caer en la inmortal Buenos
Aires"
      A mediados de julio, tomó conocimiento que el enemigo había reforzado su
vanguardia en Suipacha, que sus avanzadas batían el campo hasta la Quiaca, lo que
indicaba una próxima invasión, y en consecuencia se preparó para actuar con sus fuerzas
reconcentradas. Recibió cuatrocientos fusiles de Buenos Aires, y con este conveniente
auxilio se dispuso a emprender una retirada al frente del enemigo, precedida de un
terrible bando en que ordenaba a los hacendados, comerciantes y labradores, que
retirasen sus ganados, sus géneros y sus cosechas, para que nada quedase al enemigo,
declarando traidores a la patria a los que no cumpliesen sus órdenes, además de perderlo
todo; y por último, imponiendo pena de muerte a los que se encontrasen fuera de las
guardias, y aun a los que inspirasen desaliento, cualquiera que fuera su carácter o
condición. El General era hombre de palabra, por eso todos obedecieron, comprendiendo
que la cuestión era de vida o muerte.
      Reclamaron el Cabildo y el Consulado. Al primero contestó: "No busco plata con
mis providencias, sino el bien de la patria, el de ustedes mismos, el del pueblo que
represento, su seguridad que me está confiada, y el decoro del Gobierno. Ayúdenme,
tomen conmigo un empeño tan digno por la libertad de la causa sagrada de la patria,
eleven los espíritus, que sin que sea una fanfarronada, el tirano morderá el polvo con
todos sus satélites". Al Consulado le decía: "La Providencia de que ustedes reclaman se
ha de llevar a ejecución venciendo los imposibles mismos". La conmoción que produjo
en las poblaciones esta amenaza fulminante, las obligó a decidirse por unos o por otros,
y a sacudir la apatía.
      Se pasó al enemigo el teniente coronel D. Venancio Benavides. Este traidor avisó al
enemigo la poca fuerza que disponía Belgrano, así como el mal estado en que se
encontraba bajo todos respectos. El enemigo aceleró sus marchas, contando obtener una
victoria fácil, descontando que pudiese oponérsele una resistencia seria.


El Éxodo Jujeño

      Corría el mes de mayo de 1812. Lleno de ardor patriótico, habló así el general
Belgrano a las tropas y al pueblo reunidos en la plaza:
  "Soldados, hijos dignos de la Patria, camaradas míos: dos años ha que por primera
vez resonó en estas regiones el eco de la libertad, y él continúa propagándose hasta por
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  • 1. 1 MANUEL BELGRANO Í NDICE P RIMEROS A ÑOS 1. LA FAMILIA 2. EDUCACIÓN 3. EL VIRREINATO 4. PENSAMIENTO E L C ONSULADO 1. CONSULADO 2. EL DESARROLLO 3. MEMORIAS 1. LA REVOLUCIÓN MAYO 2. SU SUELDO P ARAGUAY 1. ORGANIZACIÓN 2. BATALLAS 3. REVOLUCIÓN 4. CON DE FRANCIA 5. BANDA ORIENTAL A LTO P ERÚ 1. EJÉRCITO DEL NORTE 2. LA BANDERA 3. EL ÉXODO 4. TUCUMÁN 5. SALTA 6. VILCAPUGIO 7. CON SAN MARTÍN L EJOS DEL F RENTE 1. A EUROPA 2. INDEPENDENCIA E JÉRCITO DEL N ORTE 1. GÜEMES E L OCASO 2. SU MUERTE 3. TESTAMENTO 4. BIBLIOGRAFÍA La Familia
  • 2. 2 El 3 de junio de 1770, Manuel Belgrano nace en Buenos Aires, en la casa familiar, que estaba ubicada en el solar que corresponde al 430 de la avenida que lleva hoy su nombre y que se llamaba en aquella época calle de Santo Domingo; al día siguiente es bautizado por el canónigo Juan Baltazar Maciel. En su Autobiografía Manuel Belgrano se refiere a su filiación en los siguientes términos: "El lugar de mi nacimiento es Buenos Aires; mis padres don Domingo Belgrano y Peri, conocido como Pérez, natural de Oneglia, y mi madre doña María Josefa González Casero, natural también de Buenos Aires. La ocupación de mi padre fue la de comerciante...". En "Historia de Belgrano y de la Independencia argentina", su autor, Bartolomé Mitre escribe: "En el seno de esta sociedad... existía por los años de 1760 una familia, extranjera en parte, por su origen, y con cierta notoriedad en el municipio y en el comercio. Era su jefe don Domingo Belgrano y Peri (conocido por Pérez), natural de Oneglia... Constituyó en Buenos Aires su hogar, casándose allí con doña María Josefa González Casero... Los padres del general Manuel Belgrano, don Domingo Francisco María Cayetano Belgrano Peri y doña María Josefa González Casero, contrajeron matrimonio en Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1757". Don Domingo Belgrano Peri falleció el 24 de septiembre de 1795. El 8 de abril, había otorgado poder para testar a su esposa y a sus hijos, el teniente de dragones Carlos José y Manuel, entonces secretario del Real Consulado de Buenos Aires. Don Domingo, en este poder, se reservaba tres cláusulas. Por la primera pedía ser sepultado en la Iglesia de Santo Domingo, siendo amortajado su cuerpo con el hábito de la Sagrada Religión . Por las otras dos cláusulas, nombra herederos y designa albacea a sus doce hijos vivos en ese momento. Cuatro años más tarde, doña María Josefa, a su vez, otorgaba poder para testar a sus hijos el presbítero Dr. Domingo Estanislao y Francisco, a los que designa albaceas; también pide ser sepultada en la iglesia de Santo Domingo, de "cuya venerable Orden soy tercera". Doña María Josefa falleció ocho meses después, el 1 de agosto de 1799. Don Domingo había cambiado su segundo apellido y, se presenta por ello, en el poder mencionado como "don Domingo Belgrano Pérez, vecino de esta ciudad, natural de la ciudad de Oneglia, dominios del rey de Cerdeña... "connaturalizado con Carta de Naturaleza por Su Majestad". En este poder para testar, don Domingo nombra como únicos y universales herederos a sus "doce hijos legítimos... llamados Don Carlos José, Don José Gregorio, Doctor Don Domingo Estanislao, Don Manuel, Don Francisco, Don Joaquín, Don Miguel, Don Agustín, Doña María Josefa, Doña María del Rosario, Doña Juana, Doña Juana Francisca Buenaventura Belgrano y González, como también a mi nieto, Don Julián Vicente Gregorio Espinosa, hijo legítimo de la finada mi hija Doña María Florencia Belgrano y González, mujer legítima que fue de Don Julián Gregorio Espinosa, que también es difunto...", nómina repetida y en el mismo orden, en el poder para testar de doña María Josefa".
  • 3. 3 Dieciséis fueron los hijos que tuvo el matrimonio Belgrano Pérez - González Casero. Otro autor, RICARDO ROJAS (1882-1957), narró: "El padre de Belgrano ... fue un hijo de Italia. Fue allá en el golfo de Génova, en el viejo puerto de Oneglia donde nació este Belgrano Peri ...Por allá están San Remo, Albenga, Alassio, Noli, Savona, por allá nuestra Oneglia, las viejas villas del golfo, de donde en otro tiempo partían los vivaces mercaderes que se posesionaron de la banca levantina, y los audaces navegantes que, en rivalidad con venecianos y turcos, fundaron mercados en Constantinopla, en Siria, en Chipre, en las costas doradas del Oriente.La leyenda de España y de las Indias era familiar a los hombres de la Liguria, los "ginoveses" (genoveses) a quienes Quevedo alude como a "gentes de la vida española." Soldados aventureros, ..., judíos sefardíes ... venidos todos de España, bullían en las calles de Génova, cuya población conservaba el rasgo de vida cosmopolita que ya Dante les señalara en su Comedia. Por allá anduvo siglos antes Cristóbal Colón ... Hacia 1750, el padre de Belgrano pasó de Génova a Cádiz para ejercer el comercio, y después de naturalizarse español, siguió el camino de su aventura hacia occidente, y llegó a Buenos Aires... En "Historia de Belgrano y de la Independencia argentina", su autor, Bartolomé Mitre escribe: "En el seno de esta sociedad... existía por los años de 1760 una familia, extranjera en parte, por su origen, y con cierta notoriedad en el municipio y en el comercio. Era su jefe don Domingo Belgrano y Peri (conocido por Pérez), natural de Oneglia... Constituyó en Buenos Aires su hogar, casándose allí con doña María Josefa González Casero... Los padres del general Manuel Belgrano, don Domingo Francisco María Cayetano Belgrano Peri y doña María Josefa González Casero, contrajeron matrimonio en Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1757". Pensamiento Económico y Filosófico Belgrano residió ocho años en España, donde pudo imponerse de las nuevas ideas. En 1724, Ustariz publica su Teoría y práctica de comercio y marina, donde manifiesta que la grandeza de los pueblos reside en el comercio, sin perjuicio de la liberación de gravámenes y del fomento de la industria. Ulloa está de acuerdo en que España se ocupe en este aspecto de sus colonias americanas, poblándolas, repartiendo sus tierras, fomentando sus cultivos y tomando decisiones necesarias para su desarrollo. En los mismos pensamientos están orientados los trabajos de Martínez de Matta, Moncada, Osorio, con especial referencia a Campomanes y Jovellanos, sin olvidarnos de Cabarrús y Olavide, refiriéndonos a escritores españoles. Todos ellos, reciben inspiración en las ideas de Quesnay, Dupont de Nemours, Turgot, Gournay y, por último, de Adam Smith. Se considera por entonces como primera fuente de riqueza la tierra. Es preciso trabajarla, o sea explotarla, aumentando su productividad, dándola en propiedad a quienes se dediquen a tales tareas. Entre los españoles, Jovellanos fue el más capacitado, cuyo "Informe sobre la ley agraria" constituyó su más importante contribución. Por entonces decía: enseñanza primaria aun para labradores, técnicas en el laboreo, enajenación de baldíos por venta o enfiteusis, etcétera. "La riqueza nace de la cultura, luego, las naciones más instruidas, y por consiguiente ricas, gozarán de los beneficios de la paz."
  • 4. 4 Pero la riqueza intelectual de Belgrano se formó en importantes pensadores como Rousseau, Condillac, Locke, Genovesi, Turgot, D'Alembert y otros, cuyas ideas luego se vieron reflejadas en sus escritos en el Consulado y en sus artículos en el "Correo de Comercio". Fue Belgrano el iniciador de los estudios económicos en el Río de la Plata y además un publicista de variada y profunda cultura que imprimió fundamentos a la emancipación. Fue además un divulgador consciente y sistemático de la filosofía económica y política del siglo XVIII. En sus Memorias, escritos, notas o artículos periodísticos, se aprecia sus ideas económicas y filosóficas frente a los criterios que por entonces regían provenientes de las viejas teorías económicas, en momentos de profundas transformaciones en la Europa de su época y que más tarde América también emprendería. Su pensamiento responden al mercantilismo de Genovesi y Galiano, a la fisiocracia de Quesnay, al liberalismo de Adam Smith, aplicando los principios de cada escuela o autor. Es pragmático, con un criterio flexible, aplicando las teorías o escuelas de los distintos autores de acuerdo con la materia por tratar, los momentos por encarar, los dineros disponibles y el medio en que debía operar, en la defensa de lo inherente a una libertad económica orientada al bienestar de sus conciudadanos. Hay que observar que era el secretario del Consulado, un cuerpo colegiado y, por lo tanto, con gran habilidad tendía a lograr lo posible, considerando la época, las circunstancias y los intereses que se debatían y entrelazaban. Mas tarde con la revolución de mayo de 1810 podrá impulsar la obra de acuerdo a esas ideas formadas en "el espíritu de la época". Es así como lo vemos sostener que la agricultura es la única industria considerada productiva, "constituyendo los fabricantes y los artesanos una clase estéril". Por sus estudios, por su época y por sus ideas, Belgrano pertenecía a la filosofía social y económica del siglo XVIII, pudiendo considerárselo como racionalista moderado. Lo demuestran sus ideas fisiócratas y las inspiradas en Smith, cuyo rigor individualista y liberal moderó con una postura ecléctica. No olvidó empero la enseñanza escolástica que recibió en sus primeros años de estudio en Buenos Aires, impartida por su maestro Chorroarín y completada después en Salamanca y Valladolid. En Condillac halla una intento de defensa respecto de la espiritualidad del alma, que Voltaire y otros materialistas negaban. Señala Julio V. González que "Puede admitirse sin temor de equivocarse, que toda la prédica doctrinaria de Belgrano, expuesta en la forma referida, es un rezumo del economismo liberal español, de la fisiocracia francesa y del industrialismo inglés". Conde de Campomaines (1723-1803) Este noble fue un destacado exponente del reformismo español de la época de la ilustración . Ocupó varios puestos en la administración de Carlos III y llego a ser consejero de Estado de Carlos IV . Sus ideas influyeron en Belgrano Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811). Este pensador de la época de la ilustración escribió el "Informe en el Expedienta de la Ley Agraria", dicho documento influiría en el pensamiento económico de Belgrano Belgrano y las mujeres
  • 5. 5 La historia y el tiempo se encargaron de poner una sombra sobre Belgrano: su supuesta homo sexualidad. Quien no pensó eso cuando le hacían estudiar historia en el colegio, al verlo con sus calzas apretaditas. Pero nada mejor para desmentir eso y quitar esa sombra sobre Manuel Belgrano que lo expuesto a continuación. Como esbozamos mas arriba, siempre se trato a Manuel Belgrano de afeminado, sino homosexual. Suposición que no podría estar más lejos de la verdad. Belgrano tuvo muchas mujeres en su vida, en España durante su juventud y en la alta sociedad del Buenos Ares colonial. Si bien luego se dedica a la emancipación del país con mucho entusiasmo, no le impidió seguir teniendo muchas amigas. El rumor que todavía vive de que Belgrano era afeminado se creo a partir de su carácter demasiado amable, sensible, fino y delicado; contando también la voz aflautada, por no decir de pito. A raíz de esta voz, se creo una enemistad con Manuel Dorrego. En una ocasión San Martín trataba de ilustrar a los oficiales, repitiendo una voz de mando que comenzaba con San Martín y seguía con Belgrano, que era el segundo en autoridad. San Martín dijo: Batallón... March... Después de San Martín, siguió Belgrano. Pero su débil voz le causó gracia a Dorrego que soltó una carcajada como si hubiera escuchado el mejor chiste. San Martín se enojó mucho y le dijo: Señor coronel: hemos venido aquí a uniformar las voces de mando. Dijo y reiteró la orden. Belgrano repitió con la misma voz, ya que no tenia otra, Dorrego volvió a reírse a carcajadas, San Martín se enfureció. A los pocos días San Martín desterró a Dorrego a Santiago del Estero. Otro factor fue su profunda fe católica, que lo llevo a impartir impone una disciplina espartana, se acaban los bailes, las mujeres y la baraja, a su tropa en 1818 cuando cuidaba la retaguardia de Güemes en Tucumán. Por las noches recorre las calles con un ordenanza e irrumpe disfrazado en los cuarteles para sorprender a los oficiales desobedientes. Lo llamaban despectivamente Bomberito de la Patria. Mitre le reprocha la disciplina monástica, excesiva que imponía a su tropa. Habían prácticas religiosas continuas, y ejercía una severidad extrema, aun respecto de la vida privada de los oficiales. A Belgrano lo guiaba en esta manera de proceder no solo su gran catolicismo, sin también el espectáculo desagradable que le habían dado sus oficiales y los capellanes del ejército. Estos mismos andaban con muchas mujeres, y los oficiales también. Esto a Belgrano no le gustó nada. Por culpa de estas convicciones tubo una pelea con su amigo Martín Miguel de Güemes, que era un mujeriego empedernido, hasta salía con mujeres casadas. Pero lo que más molesto a Belgrano, un hombre de honor a toda prueba, fue que Güemes vivía con Juana Inguanso de Mella sin estar casado, un mal ejemplo para la tropa. El honor en esa época todavía significaba algo, y tenia que ser respetado. Todos estos comportamientos no le ayudaron mucho a Belgrano, lo tildaron enseguida de afeminado, nadie, sino la historia, iba a conocer sus aventuras con diversas mujeres, una de ellas casada. Dijo un historiador: Belgrano, debido a su rango, puedo haber elegido esposa en los lugares más destacados, Buenos Aires, Córdoba, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, de donde provenía su familia materna. Belgrano era delgado, de cutis blanco, pelo rubio y ojos azules. Era buen mozo, abogado, culto, había ocupado altos cargos, y estaba relacionado con todas las familias de la sociedad porteña. Sin embargo, nunca se casó.
  • 6. 6 Manuel Belgrano tubo muchas relaciones de alta sociedad, como lo fue María Josefa Ezcurra (1785-1856) hermana de la famosa Encarnación Ezcurra de Rosas, esposa de Juan Manuel de Rosas. De esta relación tubo un hijo ilegitimo, que fue adoptado y criado por Rosas, que se llamo Pedro Rosas y Belgrano. Pero su más grande amor fue una niña de 15 años que conoció en Tucumán. Era María de los Dolores Helguero. Pasaron los años, y a mediados de 1816, Belgrano estaba nuevamente al mando del Ejercito del Norte. Vivía en La Ciudadela, próxima a la ciudad de Tucumán. Dolores ya tenía 19 años, y era una hermosa tucumana de buena familia. El general, que tenia 46 años, se enamoró de ella, y fue correspondido en su amor. A lo largo de dos años no dejaron de verse, y fueron el comentario social. Como dice Fray Jacinto Carrasco: "Su conducta fue siempre clara y recta. Por eso, cuando vio que nacía en su corazón ese amor por la joven tucumana, y su conciencia no le permitía llegar a ella sino por el matrimonio, resolvió casarse con Dolores; y se hubiera casado, si la fatalidad no se hubiera interpuesto en el camino". En efecto, Belgrano recibió ordenes del gobierno de marchar rumbo al sur, finalizando 1818. Pasaron los meses, y una tarde, estando acampado en Pilar, llegó un criado de los Helguero, Sanchu, trayendo una carta de Dolores; en ella le decía que hacia dos meses (el 4 de mayo de 1819), había nacido Manuela Mónica del Sagrado Corazón, agregando que por orden de sus padres, había tenido que casarse con un catamarqueño de apellido Rivas. Cuando Rondeau le autorizó dejar su cargo para poder atender su salud, que empeoraba cada día, partió rumbo a Tucumán, adonde llego en noviembre de 1819. Dolores, apenas enterada de la llegada del general, corrió a su lado, y junto a su hijita, se hizo más llevadero el sufrimiento por el que pasaba Belgrano. El marido de Dolores estaba desde tiempo atrás en Bolivia, y Belgrano mandaba continuamente a averiguar si todavía vivía, porque de lo contrario, él quería cumplir su promesa de casamiento con Dolores. Debido a su enfermedad, partió a Buenos Aires en un viaje sin retorno. Dolores tenia entonces 23 años y su hija Manuela cumpliría un año. En el viaje lo acompañaban un medico, un capellán y el hermano de Dolores. El 20 de junio de 1820 muere derrumbado por la sífilis y la hidropesía, pobre y abandonado por su patria. Solo un periódico de Buenos Aires, El Despertador Filantrópico, saco un artículo sobre la muerte del prócer, y muy escuetamente. Para colmo de males, 83 años después, cuando su cadáver es exhumado para ser trasladado al mausoleo en el que se encuentra hoy, los Ministros Joaquín V. González y el coronel Riccieri se robaron sus dientes. Uno de los únicos restos del prócer que no se habían transformado en polvo. Luego de las quejas de un periodista del diario La Prensa tuvieron que devolver los dientes del pobre y vapuleado Belgrano El Consulado Los viejos consulados de comercio
  • 7. 7 Las inquietas y dinámicas burguesías mercantiles europeas buscaron desde siempre, el favor del poder de la monarquía para asegurarse el dominio del tráfico ultramarino. Esto se acentuó desde el siglo XV cuando lograron la obtención de un fuero especial, cuyo tribunal sería el "Consulado de Comerciantes Matriculados". En Burgos (1494) y Bilbao (1511), en México (1594) y Lima (1618), surgieron aquellos consulados que dieron prestigio social como privilegios corporativos a sus integrantes. Nuevos consulados de comercio Con los Borbones (fines del siglo XVIII) surge una nueva tendencia en la creación de consulados en España y América. Estos consulados modernos surgen en poco tiempo en todos los puertos y ciudades importantes para el comercio, con el agregado político de servir a la reformulación y consolidación del sistema colonial hispanoamericano. Estos Consulados tenían una función de tribunal especial, que garantizaba a los grandes comerciantes la pronta salida de las causas comerciales, función básica de los consulados viejos, y se les agregaba otra: el fomento de las actividades relacionadas a la nueva burguesía, como la agricultura, la navegación, los caminos, las manufacturas, la enseñanza técnica y del comercio. Se establecidos, entre 1785 y 1786, los consulados de Málaga, Alicante, La Coruña, Santander y Tenerife, y en América, los de Caracas y Guatemala (1793), Buenos Aires y La Habana (1794), Cartagena de Indias, Veracruz, Guadalajara y Santiago de Chile (1796). Plano de la Ciudad de Buenos Aires de fines del Siglo XVIII . La apertura del comercio y su condición de capital del Virreinato aceleraron el desarrollo de la ciudad. Su población pasó de 23.000 personas en 1770 a 32.000 en 1778 El Consulado de Buenos Aires Buenos Aires era un puerto comercial que crecía gracias a los buques de registro y al contrabando (existente desde antes del comercio libre y de la creación del virreinato), en detrimento del comercio por Lima. Desde mediados del siglo XVIII los cargadores solían reunirse en juntas y nombrar apoderados para defender sus intereses colectivos, principalmente estrechando vínculos con Cádiz, como forma de quitarse de encima la pesada tutela peruana. Los limeños no cejaron y establecieron una diputación de su Consulado en Buenos Aires, pero la decadencia del monopolio del comercio por Lima era irreversible. A partir de 1785 comienzan las gestiones de los comerciantes de Buenos Aires para un consulado propio, alegando por el Reglamento de Comercio Libre de 1778 y el ejemplo de lo actuado en Sevilla. La idea era contar con un tribunal corporativo, al estilo de los viejos consulados, pero el proyecto no prosperó. El virrey Arredondo y la Audiencia reinician el trámite en 1790, pidiendo la creación de una junta consular presidida por el virrey mismo. El 30 de enero de 1794, el rey, sin tener en cuenta las sugerencias del Río de la Plata, publicó la Real Cédula de creación del Consulado de Buenos Aires. Siguiendo el ejemplo sevillano, el original de la Real Cédula para Buenos Aires está redactado sobre un ejemplar de la Cédula expedida para Caracas, con unas pocas enmiendas. Las correcciones se refieren a aspectos procesales y a una serie de encargos especiales para la Junta de Buenos Aires, como por ejemplo, el artículo XXIII: "Construir buenos caminos y establecer rancherías en los despoblados... limpiar y mantener limpio el puerto de Montevideo, y construir en
  • 8. 8 sitio proporcionado un muelle o desembarcadero en Buenos Aires, donde puedan hacerse las cargas y descargas sin riesgo de averías ni fraudes". El Consulado de Buenos Aires fue uno de los lugares de debate y planificación de la política económica virreinal, particularmente en lo comercial. Fue centro de difusión de ideas y de inicios educativos orientados a las cuestiones productivas y, el gremio de los principales comerciantes en la defensa de sus intereses corporativos y de su preeminencia en la sociedad. La función social del Consulado, el reparto de cargos y oficios, los sueldos, el funcionamiento interno de la Junta de Gobierno y del Tribunal, la relaciones con otras instituciones, la defensa de fueros personales y de preeminencias familiares o de grupo, y hasta las obras para el lucimiento del edificio, muestran al reducido grupo de grandes comerciantes como una elite que defienden sus privilegios, encubiertos como "parte más sana" y clase honorable de la sociedad porteña. Los funcionarios electivos del Consulado - un prior, dos cónsules, nueve conciliarios y un síndico, todos bienales - eran escogidos de la matrícula de exportadores e importadores con vínculos ultramarinos y en el tráfico de internación hasta el Perú. Representaban, además, poderosos clanes familiares, generalmente de origen vasco y de inmigración reciente. En los primeros años del siglo XIX comienzan a cobrar fuerza los nuevos inmigrantes, muchos de ellos catalanes, o los hijos de los anteriores, o bien nuevos representantes de viejas familias criollas, formados todos en las nuevas condiciones de competencia en un océano Atlántico dominado por Inglaterra. REAL CÉDULA de la creación del Consulado .Por iniciativa de esta institución se fundaron un Escuela de Dibujo y una Academia de Náutica en 1799 , ambas instituciones fueron cerradas algunos años después por falta de apoyo de la corona
  • 9. 9 Medalla de premio otorgada por el Consulado de Buenos Aires, esta era una forma de estimular el estudio del dibujo y de los saberes técnicos El secretario El virrey Arredondo y los comerciantes de Buenos Aires propusieron para secretario y escribano del Consulado a Pablo Beruti. El principal consejero real en el asunto, el ex virrey, marqués de Loreto, aconseja que "será preciso que lo busque y escoja de conocida instrucción y probidad... y a no estar muy satisfecho de encontrarlo así, mejor será que deje a Beruti". El proceso de elección de quienes cubrirían los oficios perpetuos del Consulado, el asesor y el secretario, fundamentalmente, fue sensible a múltiples influencias, recomendaciones y consideraciones. En una colonia joven como la de Buenos Aires, puede que valiese más el saber o el tener que ser de noble familia. Como Manuel Belgrano escribió en una carta a su padre, "hemos salido de los tiempos de Gálvez y nos hallamos en otra situación; se premia ahora el mérito y no se consigue con dinero tan descubiertamente como en aquellos tiempos". En una nota del 17 de octubre de 1793, Belgrano solicitaba al rey la asesoría del Consulado, acompañando la relación de méritos y servicios militares y en la Real Hacienda de su padre Domingo, e invocando "diez años de mérito personal adquirido en la carrera literaria, a que se agrega tener varios hermanos empleados en vuestro Real Servicio". Francisco Bruno Rivarola hombre con muchos antecedentes en la materia, era su rival por el mismo empleo. El 6 de diciembre de 1793, una Real Orden dada en San Lorenzo designa a Belgrano secretario perpetuo del Consulado en creación. Manuel Belgrano confiesa que por entonces ignoraba lo referente a la política colonial española y a su patria. El Consulado de Buenos Aires comenzó a funcionar en junio de 1794. Con algunas interrupciones, Manuel Belgrano desempeñó desde esa fecha la secretaría hasta poco antes de la Revolución de Mayo de 1810. Las licencias se debieron, en 1796 y en 1800, por razones de salud y lo reemplazó interinamente su primo Juan José Castelli, en 1806 a la ocupación inglesa y la consiguiente jura de fidelidad de los comerciantes al monarca británico. Labor de Belgrano Belgrano se sintió respaldado por los hombres y los intereses de la segunda generación de inmigrantes, más abierta en sus esquemas. A ella pertenecieron Domingo Matheu y Juan Larrea, comerciantes catalanes que formarían parte de la Junta revolucionaria de 1810. En lo económico, el Consulado tuvo dos períodos de trabajo intensos: de 1796 a 1799 y de 1800 a 1805. El primero, por los fuertes debates que intentaban encontrar soluciones para la quiebra del comercio atlántico español; esta quiebra fue producida por las guerras navales a partir de 1796. En el segundo, se ocupa de la defensa de la situación económica local: la obra del muelle porteño, el armamento de corsarios, la
  • 10. 10 circulación interna de mercancías, etcétera. Este cambio de lo mundial a lo local, refleja la rápida adaptación a una situación de creciente autonomía. Las propuestas de Belgrano se dirigen a buscar la diversificación productiva, siguiendo las ideas del pensamiento agrario ilustrado y de las necesidades del país. Su iniciativa de cultivar lino y cáñamo fracasó por falta de apoyo gubernamental y privado. El pedido oficial de 1796 para formar un depósito de trigo con el fin de regular su precio, tampoco encuentra eco entre los comerciantes. Los intentos del virrey Melo de Portugal para regular el tráfico interno de cueros, chocan con una oposición corporativa invencible, sin lograr tocar los privilegios y los negocios turbios de los grandes exportadores. La progresiva apertura del comercio con extranjeros, forzada por la situación bélica, es acompañada desde el Consulado por una tolerancia creciente. Fueron pocos los que advirtieron los peligros de una apertura irrestricta y Belgrano lo hizo en 1809. Las iniciativas que hubieran podido dotar a Buenos Aires de una mejor infraestructura mercantil chocaron con la insolvencia del Consulado. A partir del 1800, la defensa del estuario terminó de consumir los escasos recursos disponibles y el Consulado fue eje de la movilización prerrevolucionaria porteña. En el plano cultural, el secretario Belgrano se ocupa de difundir nuevas ideas y emprendimientos educativos, como las escuelas de Náutica y de Dibujo. Las academias consulares fracasan por falta de aprobación y de sustento oficial. La Corona exhibe una política contradictoria: mientras el discurso público habla de fomentar las industrias y los oficios útiles, el sistema colonial impide las iniciativas que hubieran podido llevar a las colonias a competir con España, disolviendo el vínculo de dependencia. El papel decisivo jugado por Belgrano en estos intentos lo lleva de posturas reformistas hasta la convicción revolucionaria. La Escuela de Dibujo, establecida en 1799 y cerrada en 1802, no tuvo éxito en la selección del docente apropiado. La Escuela de Náutica, abierta en 1799, dirigida por el ingeniero Pedro Cerviño, logró el apoyo económico de un grupo de comerciantes innovadores. Cesó en sus tareas al incorporarse Cerviño al tercio de Gallegos en 1806. La institución de premios, fue otro de los medios propuestos por Belgrano para impulsar los adelantos científicos y técnicos realizables y útiles. A partir de 1798 se destina una fuerte suma a ser repartida entre quienes introdujeran nuevos cultivos, forestaran, solucionaran la escasez de aguadas en la campaña bonaerense, combatieran los perros cimarrones o la polilla de los cueros, o levantasen censo de alguna provincia. Ninguno de estos problemas encontró iniciativas dignas de premiarse. En mayo de 1795 se creó en Madrid la Secretaría de Balanza de Comercio con el fin de reunir información sobre el comercio del imperio: "Quiere Su Majestad que este Consulado procure adquirir las noticias que juzgue importante acerca del estado de la agricultura, artes y comercio en este distrito, remitiéndolas mensualmente". Los informes detallando precios, cantidades y situación general de cada renglón del comercio y de cada actividad económica relevante en las provincias del virreinato, fueron enviados por Belgrano cada mes, entre agosto de 1796 y enero de 1803. Se los encuentran en el Archivo de Indias. Cumpliendo lo dispuesto en la Cédula de creación, Belgrano leía, cada mes de junio al iniciar las sesiones, una memoria acerca de algún tema de interés económico, ocasión que fue transformada por el secretario del Consulado en una verdadera cátedra. El Consulado se transformó en un escenario importante para la lucha por la autonomía de las colonias americanas, demostrativa de la trayectoria personal de Belgrano y que explica un período y los problemas más importantes para aquellos comerciantes y burgueses más dinámicos.
  • 11. 11 Su idea de desarrollo En Enero de 1794 se expidió por Real Cédula la creación del Consulado de Buenos Aires, siendo designado Secretario del mismo Manuel Belgrano, joven egresado del Colegio de San Carlos de Buenos Aires que continuó sus estudios en leyes en Salarnanca y en Madrid. Precursor de lo que hoy se conoce como ecopolítica, ecología agraria y agricultura sostenible, el Licenciado Don Manuel Belgrano, abogado de los Reales Consejos y Secretario por S M del Real Consulado de Buenos Aires, en su "Memoria" leída en la Sesión que celebró su Junta de Gobierno el 15 de Junio de 1795 encomendó: Los temas de fondo En los primeros años, Belgrano expone en un aspecto fundamentalmente teórico, las líneas generales de lo que debía ser una política económica, mostrándose ecléctico y poco crítico hacia la situación real del virreinato. No obstante, desde esos textos comienza a diferenciarse de los propósitos básicos del sistema colonial, referidos por entonces, al impulso del sistema de monocultivos en América. Así, Belgrano se opone al uso exclusivamente ganadero de la tierra. En forma recurrente se refiere al impulso de una agricultura planificada y con usos industriales, la protección de las manufacturas existentes y la propuesta tímida de algunas nuevas. En las Memorias de 1795 es donde plantea la enseñanza sistemática para la agricultura. Belgrano plantea crear un fondo de ayuda a los labradores, señala cómo calcular la renta agraria, y en la Memoria de 1797 se muestra claramente proteccionista, tanto en la promoción como en la compra de determinados cultivos por el Estado. Refiriéndose a la agricultura, dice en 1795: "Ella ha de ser la que nos ha de proporcionar todas nuestras comodidades... haciendo igualmente la suya la Metrópoli, a quien en recompensa de la seguridad que nos franquea deberemos presentarle todas nuestras materias primas para que nos las dé manufacturadas y prontas a nuestro servicio. Constituyéndonos labradores y que la Península sea la industriosa". Esto no quita que se deban proteger los talleres existentes ni que se funde la Escuela de Dibujo con fines de desarrollo técnico. Las dos propuestas de emprendimiento industrial en las Memorias son la fabricación de cables y lonas a partir del cultivo de lino y cáñamo con el fin de impulsar la construcción naviera (1797) y el patrocinio a la idea de trasladar al Río de la Plata maestros curtidores extranjeros (1802). Belgrano reconoce el enriquecimiento de su padre a través del monopolio, y que esto le permitió a él tener la mejor educación disponible. Manifiesta sorpresa al saber, a su regreso de España, del conservadurismo de los mayoristas monopolistas que lo rodeaban en el Consulado. Frente a éstos adopta una actitud más liberal, pero no es un librecambista ortodoxo. En la Memoria de 1795, al defender la libre exportación para una venta pronta y fácil, busca defender a los labradores de la voracidad de los monopolios privados. Se muestra proteccionista en las Memorias de 1795 y 1797, también al proponer la creación de la Escuela de Comercio y de una compañía de seguros, la atención al estado de muelles y caminos, o el envío por el gobierno de dos buques anuales que lleven a España el lino y el cáñamo, el trigo y la carne salada.
  • 12. 12 Memorias Uno de los aspectos destacados de Manuel Belgrano como secretario del Consulado de Buenos Aires, fueron las Memorias sobre temas económicos. Los temas tratados en cada una de ellas nos permite conocerlo más, así como al conjunto de problemas económicos y políticos del país en aquella etapa crucial. Objetivos de las memorias En la Real Cédula que creaba el Consulado de Buenos Aires, el artículo XXX, dice que el secretario "escribirá cada año una memoria sobre alguno de los objetos propios del instituto del Consulado, con cuya lectura se abrirán anualmente las sesiones". Es preciso entender el propósito del artículo relacionado con la política de la Corona española respecto a los consulados modernos creados por Carlos III y su hijo Carlos IV, y dentro de los objetivos del despotismo ilustrado. Las reformas borbónicas, cuya finalidad era consolidar los lazos de dependencia colonial; son contradictorias en cuanto a lo económico: por un lado apoyan a las nacientes burguesías vinculadas a las manufacturas mientras que en los últimos años prerrevolucionarios, predominan los fines fiscales, necesarios para el mantenimiento de aquellas viejas clases ociosas. Con el propósito de modernizar la explotación de América, los consulados emergen como instituciones que encierran las tensiones entre la Corona y las burguesías mercantiles, con el fin de conservar el control político de los vínculos materiales y, en definitiva, comerciales entre la metrópoli y las colonias. Ese control discurría, en la concepción ilustrada, sobre dos aspectos: la concesión de un fuero mercantil especial, contenido en la creación del Tribunal consular, y la difusión de la ideología económica, funcional a los cambios necesarios en el sistema colonial, por medio de diversas acciones de planificación, promoción, difusión doctrinaria, educación y premio. Las Memorias anuales fueron un instrumento de difusión de las nuevas ideas económicas pero orientadas al desarrollo colonial. Por eso era importante que el secretario, encargado de su redacción y lectura, fuese alguien instruido en las nuevas ideas económicas y que ofreciera a su vez probadas muestras de compromiso con el orden vigente. Belgrano leyó, cada mes de junio al iniciarse los períodos de sesiones, una memoria sobre algún tema de interés económico cumpliendo con la disposición real, a partir de 1794 y hasta 1809. Esas reuniones fueron adquiriendo importancia institucional y social en Buenos Aires. Una real orden del 31 de marzo de 1797 dispone que a la lectura "se convide al virrey y demás tribunales y cuerpos de esa capital para que concurran a la Junta de Gobierno, y que se publique por carteles para que asistan los sujetos que quieran, sentándose éstos indistintamente en los lugares que encuentren, y finalmente que cualquiera de los concurrentes pueda manifestar por medio de una memoria algún objeto que conceptúe útil a cualquiera de dichos ramos, para que Vuestra Señoría lo tenga presente en sus operaciones". La orden responde a una solicitud de Belgrano, que la había pedido especialmente para imitar lo que acontecía en las Sociedades Económicas de Amigos del País, que en España había impulsado Jovellanos. Manuel Belgrano convirtió la lectura de la Memoria anual en una verdadera cátedra de economía política, en la que se exponía lo mejor de las novedades en la materia, adaptándolo a la situación local.
  • 13. 13 La Revolución La Memoria de 1809 es un discurso escrito con el apremio del momento de crisis: "Esto, que sería obra para cualquiera sesión, es hoy una memoria porque lo creo muy de necesidad". La emergencia está instalada, por la presencia de extranjeros en el Plata que presionan por todos los medios a su alcance para lograr la legalización del comercio directo, sin intermediación de España. Está en juego la política comercial rioplatense y el avance hacia una situación de mayor autonomía. La decisión del virreinato llegó en noviembre, pero meses antes, Belgrano fija su posición a través de esta Memoria. La disyuntiva resulta de la cuestión de la necesidad de autonomía, dada "la deplorable situación en que nos hallamos, casi rotos todos los vínculos de nuestro comercio nacional", la apertura al mundo y con la también necesaria protección de la producción local. Belgrano adopta una posición coherente, desde lo teórico, con las posiciones proteccionista y nacionalista de sus escritos anteriores. Ataca "el espíritu cruel de la codicia" de quienes "corren precipitadamente al inicuo tráfico del contrabando, al parecer como empeñados en acabar y ultimar al comercio lícito, y con él acelerar la destrucción del Estado". Denuncia la corrupción de quienes prestan su nombre y su firma para introducir efectos ilegales, proponiendo una sanción ejemplar. No deja de explicar la importancia de impedir la saturación de la plaza por mercancías de bajo costo a fin de sostener el valor de la producción propia. "Desengañémonos: jamás han podido existir los Estados luego que la corrupción ha llegado a pesar las leyes". La razón de la supervivencia del sistema político es el tema central de la Memoria. Hay en ella una percepción de la crisis, y la opción de Belgrano es la del revolucionario, que siente la urgencia de la transformación: "Está en nuestras manos la decisión". 1810 Al empezar 1810, el espíritu de la revolución impregnaba la esencia de las cosas y la conciencia de los hombres; todo fluía hacia un objetivo determinado. Ese objetivo era el establecimiento de un gobierno propio, emanado de la voluntad general y representante legítimo de los intereses comunes. Para conseguirlo era indispensable pasar por una revolución. Como todas las grandes revoluciones, la nuestra, lejos de ser el resultado de una inspiración personal, de la influencia de un círculo, o de un momento de sorpresa, fue el producto espontáneo de gérmenes fecundos. Una minoría activa, inteligente y previsora, dirigía sutilmente la marcha decidida del pueblo hacia su nuevo destino. Una sociedad secreta elegida por los mismos patriotas, era el foco invisible de este movimiento. Los miembros de esta sociedad eran: Belgrano, Nicolás Rodríguez Peña, Agustín Donado, Juan José Paso, Manuel Alberti, Hipólito Vieytes, Terrada, Darragueira, Chiclana, Irigoyen y Castelli, teniendo por agentes activos a French, Beruti, Viamonte, Guido, y otros jóvenes entusiastas. Ellos eran los que ponían en contacto a los patriotas, hablaban a los jefes de los cuerpos, hacían circular las noticias y preparaban los elementos para cuando llegase el momento de obrar. Se reunían unas veces en la fábrica de Vieytes (la famosa "jabonería de Vieytes") o en la quinta de Orma. El momento esperado llegó en Mayo: Los ejércitos franceses amenazaban a Cádiz, último baluarte de la independencia española. La Junta Central se había disuelto por la fuga, y en consecuencia ya no había autoridad, ya no había metrópoli, y las colonias españolas podían considerarse independientes de hecho y de derecho. El momento de obrar había llegado.
  • 14. 14 Renuncia a su sueldo CARTA ENVIADA POR MANUEL BELGRANO AL TRIUNVIRATO en la que renuncia a la mitad de su sueldo: "Excmo. Señor: Me presento a V.E. manifestándole haber cumplido la orden que tuvo a bien comunicarme con fecha 13 para que me recibiera del regimiento número 1 haciéndome más honor del que merezco y fiando a mi cargo un servicio a que tal vez mis conocimientos no alcanzarás: procuraré con todos mis esfuerzos no desmentir el concepto que he debido a V.E. y hacerme digno de llamarme hijo de la Patria. En obsequio de ésta ofrezco a V.E. la mitad del sueldo que me corresponde; siéndome sensible no poder hacer demostración mayor, pues mis facultades son ningunas y mi subsistencia pende de aquél; pero en todo evento también reducirme a la ración del soldado, si es necesario, para salvar la justa causa con que tanto honor sostiene V.E. Dios guarde a V.E. muchos años. Buenos Aires, noviembre 15 de 1811." Campaña al Paraguay Organización de ejército La Junta de Buenos Aires, el 4 de septiembre de 1810, nombró a Manuel Belgrano, en principio, comandante en jefe de las fuerzas destinadas a operar en la Banda Oriental, otorgándole el despacho de brigadier. Pero ante el nuevo rumbo que se dio a las operaciones, mediante un nuevo nombramiento, firmado el 22 de septiembre de 1810, se extendió su autoridad a los territorios de Santa Fe, Corrientes y Paraguay. Se destinaron, como fuerza principal del ejército revolucionario 200 infantes de la guarnición de Buenos Aires, escogidos de los cuerpos de Regimiento de Infantería N° 3 Arribeños, Regimiento de Pardos y Morenos y Regimiento de Granaderos de Fernando VII. A ellos se sumaron diversos elementos de las costas del Paraná, las milicias de Misiones y Corrientes, que también se pusieron a disposición de Belgrano. En San Nicolás de los Arroyos, sumó 357 hombres, de los cuales 60 eran veteranos del Regimiento de Blandengues de la Frontera; de ellos dice el general: "Los soldados todos son bisoños y los más huyen la cara para hacer fuego". Respecto del armamento de los citados, agrega: "... las carabinas son malísimas y a los tres tiros quedan inútiles". En Paraná, Belgrano recibió refuerzos de milicias de caballería y artillería y le llegó el anuncio de la Junta del envío de 200 Patricios (regimientos 1 y 2) para reforzar sus tropas. El ejército expedicionario completó un efectivo de 950 hombres, de los cuales la mitad era de infantería. La vestimenta y equipo de los infantes eran precarios e incompletos y estaban armados con fusiles a chispa, con un alcance eficaz de 150 metros y bayoneta. No tenían carpas para el personal ni para el material en general. Para la alimentación se compraba ganado o se lo obtenía por donativos. En la Bajada (próxima a la actual ciudad de Paraná) se organizó e instruyó a los efectivos. El Ejército se organizó en cuatro divisiones:
  • 15. 15 Objetivos Políticos El objetivo político era propagar los ideales revolucionarios de Mayo, apoyar a los patriotas paraguayos y someter a los reaccionarios. Objetivos Militares El objetivo militar era realizar una ofensiva contra el Paraguay, para derrotar a las fuerzas del gobernador Bernardo de Velasco y Huidobro y ocupar militarmente el territorio en apoyo de los patriotas. Conociendo el general Belgrano la precaria situación militar paraguaya, estimó que su ofensiva debía realizarse lo antes posible, sin permitir al enemigo el tiempo necesario para movilizar sus recursos. Además, siguiendo una ruta más larga y difícil, ocultando sus movimientos al enemigo, buscó la sorpresa. Principalmente el probable lugar de franqueo del Alto Paraná obligando a Velasco a distribuir sus fuerzas a lo largo de la costa del gran río. Esto provocó el desencuentro con las milicias de Rocamora, lo que significó la no incorporación de 400 valiosos milicianos, dados los exiguos efectivos. Políticamente el ejército debería propagar los ideales revolucionarios de la Junta de Buenos Aires, e impedir las comunicaciones entre el Paraguay y la Banda Oriental. El teatro de operaciones Esta campaña se realizó en los actuales territorios de las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, y el de la República del Paraguay. Este espacio geográfico se distinguía por los escasos caminos, la cantidad e importancia de los cursos de agua y de poblaciones para contar con recursos y apoyo logístico. La época del año elegida es de mucho calor y de intensas precipitaciones que convertían el terreno circundante en lodazales con temperatura y humedad sofocantes, en especial en la zona del Iberá y sus esteros. Marcha hasta el Alto Paraná A fines de octubre inició la campaña por el centro de la Mesopotamia, por el camino que, desde La Bajada, pasaba por las nacientes de los ríos Mocoretá y Curuzú- Cuatiá. Se realizó el desplazamiento de las fuerzas por un solo camino, llevando un intervalo de 24 horas por división. Belgrano debió extremar las medidas para imponer rigurosamente la disciplina por haberse producido algunos casos de deserción. Dos desertores fueron fusilados como escarmiento, lo que habla de la energía y compenetración del general. Decidió ordenar el adelantamiento de 300 milicianos correntinos a Paso del Rey con la intención manifiesta de engañar sobre el sitio real de franqueo, por el dominio de la navegación fluvial por parte de los realistas de Montevideo e incluso de los de Asunción; así ocurrió que una escuadrilla realista, ocupó a viva fuerza la población de Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay), el 6 de noviembre de 1810. Mientras tanto, ordenó al mayor don Ramón Espíndola adelantarse a reconocer lugares de pasaje en otro sector del Paraná. En su marcha, la fuerza expedicionaria debió cruzar el río Corrientes por el paso Caaguazú, de más de un centenar de metros de ancho. Tres días demoró el general Belgrano en cruzarlo. Después de jornadas agobiantes por la alta temperatura, la lluvia y los malos caminos, el ejército alcanzó la margen izquierda del
  • 16. 16 río Paraná, el 4 de diciembre de 1810, frente a la isla Apipé. En menos de dos meses, el general Belgrano condujo su ejército desde la Bajada del Paraná (Entre Ríos) hasta San Jerónimo. No obstante lo expuesto, con el agravante del deficiente pie de instrucción de su tropa, realizó jornadas de hasta 40 kilómetros lo que muestra un rendimiento extraordinario y la ejecución de una operación realmente admirable por el esfuerzo, el sacrificio y la eficiencia. Plan de Operaciones del Ejército Paraguayo Los paraguayos que lograron reunir un efectivo numéricamente muy superior al de Belgrano, de unos 7000 hombres, de los cuales 1.000 eran de infantería y el resto de caballería y de artillería, adoptaron una actitud defensiva. Velasco que había combatido en Europa y en Buenos Aires contra el invasor inglés en 1806 y 1807 poseía experiencia militar y se planteó impedir la invasión del territorio por parte de las fuerzas de Buenos Aires. Para ello, estableció una primera defensa sobre la costa del Paraná y si el ejército expedicionario la lograba franquear, atraerlo hacia el interior del territorio y desgastarlo mediante la ejecución de acciones retardantes para alejarlo de su base de operaciones (río Paraná de por medio), creando así las mejores condiciones para pasar a la ofensiva y derrotarlo en el interior de su territorio. Velasco se apoderó de todas las embarcaciones del Alto Paraná y reunió una escuadrilla fluvial, que situó en Paso del Rey (ruta Corrientes-Asunción). Estableció fuerzas de observación en la margen derecha del río, dividiendo la zona de vigilancia en dos sectores: oeste, al mando del capitán Fulgencio Yegros, y este, a cargo del comandante Thompson. Campaña al Paraguay Cruce del Río Paraná y combate de Campichuelo El general Belgrano estableció su puesto comando en La Candelaria. Dice Mitre que "tuvo que construir una escuadrilla compuesta de un gran número de botes de cuero, algunas canoas y grandes balsas de madera, capaces de transbordar 60 hombres y una mayor que todas, para soportar el peso de un cañón de a 4 haciendo fuego, pues se esperaba realizar el desembarco a viva fuerza". El Paraná tiene frente a La Candelaria más de 1.000 metros de ancho y fuerte correntada, y se estimó que iba a desviar la ruta de la escuadrilla en más o menos una legua y media aguas abajo en el lugar elegido, un claro del monte llamado El Campichuelo. El 18 de diciembre de 1810, antes de iniciar la operación, Belgrano arengó a sus hombres. La maniobra comenzó a las 23, con el envío de pequeños efectivos a cargo de un titulado baquiano del rey, llamado Antonio Martínez, y los sargentos Evaristo Bas y Rosario Abalos, con 10 soldados voluntarios. La operación fue exitosa; capturaron dos prisioneros, sumamente valiosos por la información a brindar, y una canoa. Martínez, el baquiano del rey, remitió las tres canoas informando que el lugar de cruce era favorable. Así lo ejecutó Belgrano, superando el gran obstáculo con sus efectivos entre las 3:30 y las 6 del 19 de diciembre, a las órdenes del mayor general Machain. Se produjo la lógica dispersión, y ante la oscuridad reinante y el desconocimiento del terreno, hubo dificultades para la reunión del personal. Sin esperar la reunión de todos los efectivos y ante el conocimiento de la existencia de una guardia enemiga en El Campichuelo, el mayor Machain avanzó decididamente. Seguido por los edecanes del general Belgrano, Ramón Espíndola y Manuel Artigas, por los ayudantes mayores Juan Espeleta y Juan Mármol, el subteniente de Patricios Jerónimo Helguera,
  • 17. 17 seis granaderos de Fernando VII, 17 patricios y 4 arribeños, con 5 oficiales y 27 soldados en total, se inició el ataque a los paraguayos. El éxito coronó el esfuerzo de los infantes, que en una prueba de arrojo ponderable se apoderaron de la posición defendida por 54 hombres y un par de cañones pedreros. El general Manuel Belgrano realizó una difícil y brillante operación, eludiendo la vigilancia enemiga y atacando sin esperar la reunión total de sus fuerzas; con inferioridad numérica derrotó a un enemigo superior en número. El espíritu ofensivo, el factor sorpresa y la decisión fueron esenciales. Es importante tener en cuenta que los oficiales debieron comandar soldados que, en su mayoría, no eran de su fracción orgánica. Maracaná y Paraguay Los efectivos paraguayos habían evacuado Campichuelo e Itapuá Los efectivos triunfantes en Campichuelo se constituyeron en la vanguardia de las tropas de Buenos Aires ocupando Itapuá donde fueron capturados canoas, un cañón, armamento diverso, municiones y equipo que el enemigo abandonó en su precipitada huida. Mientras tanto, el jefe realista, coronel Velasco, mantuvo débiles fracciones de seguridad en contacto con el invasor. El avance de las fuerzas patriotas en tierra paraguaya fue una empresa difícil, debió vencer bosques impenetrables, inmensos montes, lagunas y pantanos, en medio de la incertidumbre más absoluta. En su avance, Belgrano supo que una subunidad paraguaya de un centenar de hombres, se retiraba hacia el norte con algunas horas de ventaja. Ordenó al capitán Gregorio Perdriel que iniciara su persecución y posterior ataque. Los efectivos al mando del comandante Rojas, que habían pasado al descanso en la margen opuesta de un curso de agua en el monte de Maracaná, respondieron el fuego y lograron desprenderse y replegarse a través de la espesura. Dos prisioneros y armamento fue el botín conquistado. El grueso de los efectivos de Belgrano, marchando de noche a la luz de la luna, cruzó el río Tebicuary, acampando el 11 de enero de 1811 en Itaipá, a 27 leguas (135 kilómetros) de Asunción. En su repliegue, Velasco utilizó el procedimiento de evacuar la población y el ganado de la zona. Belgrano, en su avance, encontró aldeas y pueblos desiertos. El 15 de enero de 1811, el ejército patriota alcanzó el arroyo Ibáñez. En ese lugar, Belgrano tomó conocimiento de que importantes efectivos paraguayos se encontraban al norte del arroyo Paraguay con intenciones de presentar combate. El ejército paraguayo, comandado por el gobernador Velasco, tenía un efectivo de 7.000 hombres, de los que 800 eran de infantería con armas de fuego; el resto eran tropas de caballería sin instrucción y armados con lanzas y sables. Su dispositivo era el clásico de la época: infantería con apoyo de la artillería (16 piezas) en el centro y la caballería en ambas alas. El coronel Pedro García comandaba la infantería, el comandante Cabañas el ala derecha y el comandante Gamarra el ala izquierda. Sus flancos estaban apoyados a la derecha en un curso de agua y a la izquierda en un monte muy espeso. El mismo día, Belgrano reúne su estado mayor y "se acuerda atacar por sorpresa a Velasco el día siguiente, antes del amanecer, aprovechando la oscuridad de la noche para eludir la mayor potencia de fuego del enemigo". La idea de Belgrano de atacar con 500 hombres a 7000 se fundamentaba en la creencia en la poca capacidad de combate del enemigo, y en la consideración de que, por la posición alcanzada y la numerosa caballería del enemigo, sería muy difícil rehuir el combate y replegarse. Además, Belgrano había dejado a retaguardia al coronel Rocamora, en La Candelaria, con efectivos importantes, para asegurar su línea de abastecimiento y seguridad ante un eventual repliegue, lo que debilitó sus efectivos para la ofensiva.
  • 18. 18 El 19 de enero se inició el ataque, con dos líneas paralelas de infantería, la primera de 220 hombres y la segunda de 240, con dos piezas de artillería cada una, los flancos de la operación estaban apoyados por un centenar de efectivos de caballería en cada uno de ellos. Se constituyó una reserva en el cerro Mbaé, integrada por 70 jinetes, 2 cañones, milicianos y peones de los bagajes, armados con palos, simulando fusiles. La primera línea atacante era mandada por Machain y la segunda por Gregorio Perdriel. Después de un intenso fuego de artillería, las fracciones de infantería veterana, pertenecientes a los regimientos 1, 2, y 3, atacaron frontalmente, rompiendo el centro de la posición, tomaron cinco piezas de artillería y persiguieron a los derrotados en dirección a la localidad de Paraguary, donde se encontraba el puesto comando del gobernador Velasco. Este, creyéndose totalmente derrotado, emprendió la retirada, abandonando incluso su equipo. Ante esta situación, aparentemente favorable, Machain ordenó perseguir a los efectivos realistas con 120 hombres de infantería y caballería, al mando del edecán Ramón Espíndola. Las alas de los efectivos paraguayos que no habían intervenido en el combate, y que no se habían replegado ni fueron atacadas, atacaron realizando un movimiento envolvente y con apoyo artillero rodearon a los efectivos de Espíndola y de Machain. Belgrano consiguió recuperar las fuerzas al mando de su segundo jefe, pero fue rechazado en su intento de conexión con su edecán cercado, Espíndola quien murió en combate. Los patriotas perdieron 150 hombres y los paraguayos 60. No hubo decisión porque los realistas no persiguieron. Las causas que llevaron a Belgrano a este fracaso fueron enfrentar a un enemigo superior numéricamente, que los efectivos de Espíndola se dedicaron a saquear el Paraguay descuidando su misión, que no se atacaron las a las paraguayas, posibilitando su accionar ofensivo, y que se debilitaron los efectivos de la ofensiva para la protección de la línea de abastecimientos (Rocamora). Repliegue de las fuerzas El general Belgrano resolvió retirarse y lo hizo, sin ser perseguido por efectivos paraguayos. El repaso del río Tebicuary requirió tres días, más dos de descanso, agotada por los esfuerzos físicos realizados. Durante la marcha se incorporaron tropas adelantadas por Rocamora desde La Candelaria, 120 hombres de infantería y un escuadrón. Belgrano recibe el informe del coronel Rocamora de que sus efectivos se han visto disminuidos por la deserción de 130 milicianos. El personal de refuerzo fue arengado por el propio Belgrano, quien expresa: "... que los encuentro tan entusiasmados como a los nuestros. Por esto es que los he agregado al Cuerpo de Patricios y al de Arribeños, y van comportándose perfectamente... ". Belgrano, entendiendo que su misión es fundamentalmente política, brinda un excelente trato a los prisioneros de guerra, a quienes libera inculcados de los ideales revolucionarios de la Junta de Buenos Aires. Las tropas de Belgrano ocuparon una posición al sur del río Tacuarí a mediados de febrero de 1811. Belgrano informa a la Junta porteña, con fecha 17 de febrero, que el enemigo ha mantenido contacto con las fuerzas de Buenos Aires, pero sin indicios de la proximidad de una acción ofensiva. La intención del general Belgrano es mantener la posición del río Tacuarí como cabecera de playa, a la espera de refuerzos solicitados y prometidos desde Buenos Aires. Las urgencias logísticas apremian a Belgrano. Referente a la tropa, el general aclara que de sus efectivos actuales no puede contar para operaciones nada más que con los soldados de Buenos Aires por su instrucción y su patriotismo. Los naturales y correntinos abandonan sus posiciones apenas el enemigo abre fuego. El 14 de febrero, ante el fuego de artillería aislada paraguaya, se desbandaron los milicianos, de una avanzada posición, dejando a sus oficiales sin medios.
  • 19. 19 Combate de Tacuarí La posición de las fuerzas de Buenos Aires era fuerte, protegida por el curso de agua, profundo y no vadeable. Belgrano persiste en dispersar sus tropas al ordenar al coronel Rocamora que con sus milicias ocupe Itapuá, debilitando su posición principal. Las fuerzas defensoras llevaban veinte días en la posición. No habiendo efectuado exploración, desconocían la situación y la actitud del enemigo. El plan de ataque paraguayo, con unos 3000 hombres, fue el de realizar dos ataques secundarios, uno frontal y el otro fluvial para distraer fuerzas, llevando el ataque principal hacia el flanco derecho de la posición del general Belgrano. Los paraguayos sorprendieron con su ataque la posición patriota el 9 de marzo al amanecer. El ataque se inició con el fuego de artillería paraguaya con piezas de "a 8 y 6", en el centro del dispositivo, en el propio paso Tacuarí. A la hora de iniciado el combate, Belgrano recibe información de que el enemigo ha atravesado el río Tacuarí, aguas arriba, con efectivos importantes. Los paraguayos sorprendieron a Belgrano construyendo una picada en el monte de más de 10 kilómetros de longitud. El centro del dispositivo, a las órdenes de Belgrano, continuó resistiendo el ataque frontal. Belgrano manifiesta que debe economizar la munición de las piezas disponibles, ejecutando solamente los disparos necesarios. En tales circunstancias, recibió la información de un ataque fluvial. Belgrano ordenó al mayor Celestino Vidal, con los granaderos que quedaban, y al capitán Campos, de Arribeños, el rechazo de la incursión fluvial. En esta acción le tocó una actuación notable a Vidal, muy enfermo de la vista al extremo de servirse de un tambor como lazarillo, recibe la orden de hacerse cargo del ala izquierda para repeler el ataque de la flotilla paraguaya; abrió un sostenido y certero fuego de mosquetería, rechazó al enemigo y se apoderó de las canoas. Mientras tanto, en el flanco derecho de la posición, la situación era netamente desfavorable para las fuerzas patriotas. La superioridad numérica y la potencia de fuego de artillería paraguaya eran sensiblemente decisivas, siendo rodeada y tomada prisionera la división de Machain, con su material y equipo. Consiguen eludir el cerco el capitán Cabrera, de la subunidad de Pardos y Morenos, un oficial de artillería y algunos soldados, los que pudieron llegar hasta el puesto comando de Belgrano con el parte correspondiente. Belgrano tomó conocimiento del peligro existente en el flanco derecho y se organizó para el último esfuerzo. Desertaron numerosos naturales, lo que motivó que Belgrano en su informe a la Junta expresase: "... porque los demás llenos de cobardía y vileza me abandonaron huyendo vergonzosamente". Decidido a resistir, dejó a cargo del sargento Raigada, con 25 hombres de infantería y una pieza "de a 4", la defensa del río Tacuarí. Con el resto, 135 infantes y 100 hombres de caballería, se aprestó a vender cara su derrota. Rechazó la oferta de rendición a discreción transmitida por un oficial parlamentario paraguayo, pese a la amenaza de ser pasados todos a cuchillo. Mientras el parlamentario volvía a las filas paraguayas, Belgrano arengó a sus tropas que, con los bravos infantes a su cargo, se aprestaron para una heroica y gloriosa misión. El enemigo inició el avance, con fuego de apoyo artillero, que fue respondido con eficacia. Belgrano designó a su edecán, Pedro Ibáñez, por ser el más antiguo, como jefe de la línea y le ordenó que avanzara para contener y rechazar al enemigo. El ataque de la infantería de Belgrano contra fuerzas que duplicaban varias veces sus efectivos fue exitoso; mediante un vivo fuego de fusilería y un avance arrollador, rechazó al enemigo hasta el linde del bosque. Este, sorprendido, se replegó para reorganizarse.
  • 20. 20 Belgrano, comprendiendo que el honor de su ejército estaba a salvo y que era inútil continuar el combate en estas condiciones de inferioridad, envió un parlamentario al comandante paraguayo, manifestando su dolor por la sangre derramada entre hermanos, que cesaran las hostilidades y que él repasaría el Paraná con su ejército. Aceptada la propuesta por el general paraguayo Manuel Cabañas, inició Belgrano su repliegue a las 15 del 10 de marzo, recibiendo los honores del ejército hermano. Durante aproximadamente una legua, Belgrano fue acompañado por el segundo jefe realista, coronel Gamarra. Las tropas patriotas alcanzaron Itapuá el 11 de marzo, desde donde Belgrano envió el parte del combate y de la finalización de la campaña a la Junta de Buenos Aires. Las fuerzas de Belgrano en combate tuvieron 11 muertos y 12 heridos, sin contar los prisioneros de los realistas, extraviados y fugado Revolución Paraguaya Misiones al Paraguay Después del movimiento del 5 y el 6 de abril de 1811, y como consecuencia de la derrota de Tacuarí, Belgrano fue sometido a proceso por sus enemigos de Buenos Aires. El resultado del mismo fue ampliamente favorable a Belgrano, que salió con su honor intacto y el público reconocimiento por sus esfuerzos; su coraje en el combate, su justicia en la conducción y su habilidad, casi increíble, para transformar una derrota militar en un triunfo diplomático durante la negociación del armisticio y el retiro de los restos de sus fuerzas militares del territorio del Paraguay. Durante aquellas semanas de conversaciones informales y amistosas con la oficialidad del ejército paraguayo que lo acompañó en su retirada, entre los que se encontraban nada menos que el jefe de las tropas paraguayas en acción, comandante Manuel Cabañas, el comandante Fulgencio Yegros y muchos otros, Belgrano explicó con claridad y convicción los motivos de la creación de la Junta de Buenos Aires. Así, se explayó sobre la verdadera situación de caos en la España invadida por Napoleón y la necesidad de una estrecha unión de todas las provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata para mantener, en nombre de Fernando VII, la integridad de la soberanía frente a las acechanzas de portugueses, franceses e ingleses y de los mismos españoles que, viviendo en América, habían cedido ante las ilegítimas juntas de Cádiz y Sevilla. La Revolución en el Paraguay La prédica de Belgrano a los oficiales del ejército paraguayo durante la conferencia de Tacuarí y la consecuente retirada de las tropas de Buenos Aires sumada a la correspondencia mantenida posteriormente con aquellos, inclinó a los hombres de Asunción a favor de la revolución. El temor de que el gobierno de Velasco, apoyado por el Cabildo de Asunción, llamara a los portugueses para fortalecer su gobierno frente a posibles nuevas acciones de Buenos Aires, impulsó a la conspiración que destituyó al gobierno. Al frente de los revolucionarios estaban Juan Pedro Caballero, el comandante Yegros y el general Cabañas, más el apoyo de Pedro Somellera, teniente letrado del gobernador. Velasco abandonó el cargo sin oponer resistencia. La Junta de Gobierno de Paraguay
  • 21. 21 Por iniciativa de Somellera, se estableció una junta de gobierno que tomó la forma de un Triunvirato. Estaba presidido por Caballero acompañado por Yegros y Rodríguez de Francia, este último por insistencia de Somellera, ya que él mismo no contaba con el apoyo ni con la simpatía de los conspiradores. No tardó mucho tiempo Rodríguez de Francia en mostrar su carácter y una mayor perspectiva respecto a las consecuencias de los acontecimientos, impidiendo la salida hacia Buenos Aires de un delegado que la junta había resuelto enviar y que tenía la misión de comunicar su apoyo a la Junta Gubernativa del virreinato y su soporte a su enfoque político. Influencia de Belgrano en la Revolución Paraguaya La prédica de Belgrano fue brillante y exitosa en la formación de una opinión favorable a la posición de Buenos Aires. Esta influencia se manifestó tiempo después, cuando el 15 de mayo de 1811, en la ciudad de Asunción, se destituyó al gobernador Velasco y se estableció una Junta de Gobierno de tres miembros. Esta junta, influenciada por el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, comprende, al igual que el patriota uruguayo Artigas, la actitud porteña que comenzó a anteponer los intereses del control del comercio a los objetivos de la revolución colonial. Fruto de esta comprensión, la Junta paraguaya se ve obligada a practicar una política de aislamiento, separándose de Buenos Aires. Rodríguez de Francia Los acontecimientos producidos en las provincias del ex virreinato, el alzamiento del Paraguay y Montevideo contra Buenos Aires, el difuso éxito del ejército del Alto Perú y las complicaciones surgidas en el escenario internacional, no sólo en Europa sino también en América, habían apagado la euforia de la Primera Junta. La participación de los diputados provinciales en el congreso constituyente ejerciendo tareas ejecutivas de gobierno exclusivas de la Junta, profundizó el antagonismo entre Buenos Aires y las provincias, situación que empeora con la creación del Primer Triunvirato, que comienza a imponer la política porteña que limita las aspiraciones y objetivos de la revolución. El tratado firmado en Paraguay, que significó el primer desmembramiento territorial del Río de la Plata, evidenció en los hechos la crisis de los intereses enfrentados entre Buenos Aires y los del interior del ex virreinato. Cuando Francia permitió el ingreso de Belgrano y Echeverría, una vez que recibió de Buenos Aires la contestación a su nota del 20 de julio de 1811, su trato para con ellos fue demostrativo del respeto al general y su comunión en el proyecto americanista, esmerándose la Junta de Asunción en ayudarlos y atenderlos en sus dificultades, tanto durante el viaje como durante su estadía en aquella ciudad. Las negociaciones fueron conducidas directamente por Francia, que se ocupó hábilmente en mantener aislados a los delegados de Buenos Aires de contactos personales con otros funcionarios paraguayos, en especial con aquellos vinculados a los intereses comerciales porteños, salvo en aquellos casos en que el protocolo lo exigiera. El temor al bloqueo porteño o a una invasión del imperio, llevaba a muchos paraguayos a considerar las exigencias de los comerciantes porteños como un mal menor, dejando de lado los principios de la independencia americana sostenido tenazmente por Francia, y debilitando su posición en las negociaciones sobre todo frente a Echeverría de quien desconfiaba.
  • 22. 22 De allí las maniobras y estratagemas de Francia respecto a los contactos con los enviados por la Junta de Buenos Aires. La base de las negociaciones fueron las exigencias de la nota enviada a Buenos Aires el 20 de julio. La contestación a esa carta, enviada por Buenos Aires el 28 de agosto, no se oponía a reconocer el derecho de Paraguay a gobernarse a sí mismo con independencia de Buenos Aires. Establecía que los paraguayos podían llevar una vida autónoma, a título provisional, hasta la reunión del congreso general al que se comprometían a enviar diputados. Como se ve, las condiciones de negociación de Belgrano y Echevarría era prácticamente coincidente al haber, justamente, reconocido su mandante como justas y apropiadas las exigencias de Francia. En "las instrucciones" del Triunvirato, acorde a los objetivos porteños, trataba de desconocer la autonomía paraguaya ya aceptada por la Junta Grande. Alto Perú Campaña al Alto Perú Después de la derrota de Huaqui, los restos del ejército patriota fueron evacuados del Alto Perú, dejando en pie la insurrección en Cochabamba. Este movimiento fue vencido posteriormente en la batalla de Sipe-Sipe. Las fuerzas patriotas, por su parte, acamparon en Salta y allí comenzaron a recomponer fuerzas; hacia fines de 1811, la tropa llegaba a casi 1800 hombres. El general Pueyrredón decidió apoyar el movimiento de Cochabamba y envió un refuerzo de 800 hombres al mando del coronel Díaz Vélez, quien hizo retroceder a las tropas realistas. A principios de 1812, el realista Goyeneche se dispuso invadir Salta. Pueyrredón, entonces decidió replegarse a Tucumán y solicitó ser reemplazado y en su lugar se nombró a Manuel Belgrano. El 26 de marzo, ambos jefes se encontraron en la "posta de Yatasto" y allí Belgrano asumió la jefatura del ejército del Alto Perú. La situación material era difícil: contaba con menos de 1500 hombres, de los cuales muchos estaban heridos o enfermos; sólo tenían 580 fusiles y 215 bayonetas, 21 carabinas, 34 pistolas y unos pocos cañones. También era crítica la visión sobre el ejército que tenían los pueblos. Al respecto, Belgrano le escribió al gobierno: "Ni en mi camino del Rosario ni en aquel triste pueblo, ni en la provincia de Córdoba y su capital, ni en las ciudades de Santiago, Tucumán y Jujuy, he observado aquel entusiasmo que se manifestaba en los pueblos que recorrí cuando mi primer expedición al Paraguay; por el contrario, quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia, y diré más, odio mortal, que casi estoy por asegurar que preferirían a Goyeneche cuando no fuese más que por variar de situación y ver si mejoraban. Créame V.E.: el ejército no esta en país amigo; no hay una sola demostración que me lo indique; no se nota un solo hombre que se una a él, no digo para servirle, ni aun para ayudarle: todo se hace a costa de gastos y sacrificios... se nos trata como a verdaderos enemigos; pero qué mucho ¡si se ha dicho que ya se acabó la hospitalidad para los porteños y que los han de exprimir hasta chuparles la sangre!". El Ejército del Norte La Junta de Mayo vio la necesidad de producir las reformas tendientes a la creación de un componente militar propio, adicto a la revolución y con el cual llevar el nuevo orden de cosas al resto de las provincias del antiguo virreinato. Para ello impulsó la modificación de la estructura de las viejas unidades virreinales. La primera fue la proclama del 29 de mayo de 1810 A ello siguió la organización
  • 23. 23 de la Expedición Auxiliar a las provincias interiores; la reforma de la Real Artillería, integrándola en la miliciana Artillería Volante, y la disolución de los regimientos fijos de Infantería y Dragones de Buenos Aires, el 3 de noviembre de 1810, incorporando sus tropas a los nuevos regimientos argentinos. A los dos años de la guerra, fracasada la primera campaña al Alto Perú y hallándose en retirada el Ejército Auxiliar, el 27 de febrero de 1812 el gobierno nombró al coronel Manuel Belgrano por vez primera como general en jefe del Ejército del Perú. Belgrano llegó a Tucumán el 19 de marzo a Yatasto, donde se hallaba Pueyrredón esperándolo con el ejército. Dejó el parque y la artillería en Tucumán y llevó su ejército a Campo Santo, donde estableció su cuartel general, en un recinto fortificado, y se dedicó a reorganizarlo, con la colaboración de su jefe de Estado Mayor, el barón de Holmberg, quien aumentó la artillería y cooperó en el arreglo de la infantería y adiestramiento de las tropas y oficiales. La fuerza de la que disponía en abril era: Artillería Volante, con la fuerza de tres oficiales y 103 artilleros, al mando del capitán Francisco Villanueva, con diez piezas. Esta era la primera artillería con que contó la Revolución. Regimiento N° 6 de Infantería, con la fuerza de 613 soldados, al mando del teniente coronel Ignacio Warnes. Este regimiento había sido creado el 3 de noviembre de 1810 reuniendo los contingentes de infantería de la Expedición Auxiliadora al Perú. Fue conocido como "6 del Perú". Pardos y Morenos, con una fuerza de 305 hombres al mando del teniente coronel José Superí. Húsares de la Patria, con la fuerza de 264 soldados. Esta unidad, surgida de los Húsares del Rey, desde 1810 se llamaba Húsares de la Patria; al mando de Martín Rodríguez marchó en la Expedición de Auxilio a las Provincias Interiores, interviniendo en las acciones militares en el Alto Perú hasta la derrota de Huaqui. El 26 de noviembre de 1811 se había dispuesto su incorporación al regimiento de Dragones de la Patria, que se produjo después de la llegada de Belgrano. Dragones Ligeros del Perú, con la fuerza de 305 soldados. Creado el 3 de noviembre de 1810. Cuyo jefe era el teniente coronel Antonio González Balcarce. A causa de los escasos efectivos y armamentos de que disponía, Belgrano debió reorganizar la infantería en batallones y refundir la caballería de húsares y dragones, con que contaba en escuadrones de tres compañías con 200 hombres en total, llamándolos Caballería Provisional del Río de la Plata, al mando de Juan Ramón Balcarce, a los que armó de lanzas además de los escasos carabinas y sables que tenían. Creó además un cuerpo de guías, un Batallón de Cazadores y el Cuerpo de Castas. Así, el Batallón de Cazadores del Perú, primer cuerpo de su tipo, fue organizado en seis compañías al mando de Carlos Forest, armados de carabinas y fusiles rayados. Contaba además con varias unidades de milicias, principalmente de caballería, cuyos oficiales eran de línea y reunían el número de 300 hombres En Salta se habían formado en 1810 los Patricios de Salta y se organizó la Partida de Observación del teniente Martín Miguel de Güemes, compuesta por 60 jinetes bien equipados.
  • 24. 24 Luego de la victoria de Tucumán, Belgrano se abocó a una nueva organización de su ejército, en tanto que el gobierno de Buenos Aires decidió enviarle refuerzos, remitiéndole hombres y armas, que fueron estos: El Regimiento N° 1 de Infantería, al mando del teniente coronel Gregorio Perdriel, que llegó con 395 hombres. Regimiento N°2 de Infantería. El 10 de diciembre de 1812 fueron enviadas cuatro compañías al Alto Perú, con la fuerza de 360 hombres. Este regimiento había sido creado por la reforma del 13 de noviembre de 1811, con la unión del N° 3 (ex Arribeños) y N° 4 (ex Montañeses). Con esas compañías, Belgrano constituyó un batallón a las órdenes del teniente coronel Benito Alvarez. En septiembre de 1813, éste se transformó en el N° 8. El Batallón N° 6 fue engrosado con las tropas llegadas de Buenos Aires y reclutas, quedando constituido en regimiento de dos batallones, de seis compañías cada uno, al mando el primero del teniente coronel Francisco Pico y el segundo del teniente coronel Carlos Forest, como sargento mayor. Su fuerza total era de 796 hombres. Se enviaron también 70 u 80 Pardos y Morenos de la guarnición de Buenos Aires, con los que Belgrano engrosó los existentes, elevándolo a batallón, que quedó al mando del teniente coronel José Superí. Los Cazadores fueron también engrosados y elevados a batallón y puestos al mando del teniente coronel Manuel Dorrego, en tanto que Carlos Forest era nombrado segundo jefe, comandante del 11 batallón, del N° 6. La caballería fue reorganizada según las disposiciones gubernativas de diciembre de 1811. Así rehizo a los Dragones del Perú y los Húsares de la Patria en los nuevos Dragones de la Patria, organizado en cuatro escuadrones de tres compañías cada uno, con unas 853 plazas y plana mayor, correspondiéndole al Ejército del Norte los dos primeros, que estuvieron al mando del teniente coronel Cornelio Zelaya. La caballería de milicias que había actuado en Tucumán fue organizada como Regimiento de Dragones de la Milicia Patriótica de Tucumán, de doce compañías, al mando del coronel Bernabé Aráoz, con la fuerza de 318 hombres. La artillería fue engrosada con algunos artilleros enviados desde Buenos Aires. Con ellos quedó el arma -con la fuerza de 124 hombres, como 10 cañones y 2 obuses- al mando del capitán Benito Martínez. Tras la victoria de Salta, Belgrano inició la campaña en el Alto Perú luego de reorganizar su ejército. Así, para mediados de 1813 sus fuerzas estaban formadas por: Batallón de Pardos y Morenos, al mando de Superí. Batallón de Cazadores, al mando del sargento mayor Ramón Echeverría (Dorrego había sido retirado del Ejército). Batallón N° 1, aumentado a Regimiento con incorporación de reclutas del Alto Perú y puesto al mando del coronel Gregorio Perdriel.
  • 25. 25 Regimiento N° 6, al mando del teniente coronel Miguel Aráoz, también engrosado con reclutas. Regimiento N° 8 formado el 13 de julio sobre la base del anterior Batallón N° 2, que seguía al mando del teniente coronel Benito Alvarez. La caballería estaba formada ahora por el Regimiento de Caballería de Línea del Perú, creado por Belgrano en marzo de 1813, sobre la base de los viejos Dragones Ligeros del Perú y una parte de los Dragones de la Patria, al mando del coronel Diego Balcarce. En abril de 1814 pasaron a llamarse Dragones del Perú. La Artillería estaba al mando del capitán José Cereso. Luego de la derrota de Vilcapugio, Belgrano se retiró a Macha y trató de reorganizar su ejército. Disponía de los mismos cuerpos sensiblemente disminuidos. Su infantería estaba compuesta de 340 Cazadores, al mando del sargento mayor Cano; 198 Pardos y Morenos, al mando de Superí; 566 del N° 6, al mando de Martínez y 532 del N ° 1, al mando de Perdriel. La caballería eran los restos de los Dragones del Perú, con sólo 195 hombres al mando de Diego Balcarce, y la "división de Cochabamba" de Cornelio Zelaya, con 479 hombres de ambas armas. A esto se sumaban seis piezas de artillería y dos obuses con 107 hombres y más de un millar de naturales de Chayanta como auxiliares. La derrota de Ayohuma significó la virtual desaparición de casi todos los cuerpos. Fueron disueltos en febrero de 1814 el N° 6, el Batallón de Cazadores y el N° 8. Los restos del primero pasaron a engrosar el N° 1, diezmado en la acción, y el segundo fue reemplazado por un batallón enviado luego desde Buenos Aires. De la caballería sobrevivió parte de los Dragones del Perú, que marcharon con él hacia Salta. La artillería se perdió en el campo de batalla, salvándose algunos artilleros. A fines de diciembre llegó a Jujuy con sólo 800 hombres, los restos de los vencedores de Tucumán y Salta, con los que se decidió a formar un nuevo ejército Pero el 30 de enero fue reemplazado en el mando por el general San Martín, quien a fines de abril delegó el mando en Rondeau. SEGUNDO COMANDO (1816-1818). El 7 de agosto de 1816 en Las Trancas, Belgrano vuelve a hacerse cargo del Ejército del Norte. Luego de la desastrosa campaña de Rondeau en el Alto Perú y la derrota de Sipe Sipe, el ejército había sido prácticamente destruido y sus unidades extinguidas en su mayor parte. Belgrano lo llevó hasta la ciudadela construida por San Martín en la ciudad de Tucumán y allí inició la obra de reconstrucción moral y material, para poder lograr el instrumento eficaz en la operación combinada sobre Lima, planeada por San Martín. Belgrano creó un Estado Mayor para el ejército sobre la base de los que el 19 de marzo de 1816 habían sido nombrados sus ayudantes, los edecanes Floro Zamudio y Nicolás Otero. En 1817, este Estado Mayor del Ejército estaba formado por: teniente coronel Benito Martínez, 1ér ayudante; teniente coronel graduado Juan Escobar, 2° ayudante; capitán Felipe Bertres, 2° ayudante; capitán Manuel Dorado, 20 ayudante; teniente Francisco Mallea, 3er ayudante; teniente Juan Francisco Echaure, 3er ayudante.
  • 26. 26 El ejército estaba formado por las siguientes unidades, las que sufrieron modificaciones: El Regimiento N° 1 desapareció, permaneciendo disminuido hasta ser disuelto definitivamente en febrero de 1818. El Regimiento N° 2, cuyo I Batallón en abril de 1814 había pasado al Ejército del Norte, debió ser. disuelto y sus restos agregados al N° 9. El batallón restante del N° 2 fue enviado en febrero de 1816, reforzado con restos del Azogueros de Potosí. Permaneció en este destino hasta la sublevación de Arequito el 7 de enero de 1820 en que pasó al Ejército de Córdoba. El Regimiento N° 3 de Infantería había sido enviado en abril de 1815 al Ejército del Norte, donde se lo reforzó con los restos del 6 y del 7. Desapareció en Arequito. El Regimiento N° 7, creado en 1813 como rescate de esclavos, había sido enviado en 1814, y se disolvió en febrero de 1816, siendo distribuido entre el N° 3 y el N° 9 del arma. Regimiento N° 9 de Infantería, creado con los efectivos de la 3a División Oriental, el 4 de mayo de 1814, debió ser reforzado con los restos del N° 6 y N° 7 disueltos luego de la derrota de Sipe Sipe. Desapareció en 1820. Regimiento N° 10 de Infantería, creado en agosto de 1814, en Montevideo, permaneció en el Ejército del Norte hasta su desaparición en la sublevación de Arequito. Los Dragones del Perú se hallaban disminuidos y el 3 de septiembre de 1816 se fusionaron con los dos escuadrones de los Dragones de la Patria y formaron los Dragones de la Nación al mando de Cornelio Zelaya. Tenía 38 oficiales y jefes, 22 sargentos, 8 trompetas, 31 cabos y 344 dragones. Permanecieron éstos en el Ejército del Norte hasta la sublevación en Arequito, en 1820. Los Granaderos a Caballo, creados el 16 de marzo de 1812 por San Martín, el primer escuadrón de tres compañías de un total de cuatro. El segundo escuadrón se formó el 11 de septiembre de 1812. Ambos partieron al Alto Perú en diciembre de 1813. Allí en 1814 se creó una Compañía de Carabineros, que tuvo poca vida. Luego de la campaña de 1815, en abril de 1816 fueron enviados a Mendoza. Los Húsares de Tucumán, creado por Belgrano al reorganizar el Ejército del Norte. En septiembre de 1816 designó al teniente coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid para formarlo, sobre la base de voluntarios del escuadrón de 180 Húsares de la Muerte, creados por éste después de Sipe Sipe. Su fuerza fue de un escuadrón, de dos compañías, con 173 plazas. En abril de 1817 se creó el segundo escuadrón. Participó de las acciones en el Norte donde disminuyeron sus efectivos, hasta que desapareció en Arequito. La artillería había sido modificada en su estructura desde 1813, en virtud del decreto del 2 de marzo de 1812, en que se dio una nueva organización al crearse el Regimiento de Artillería de la Patria. El nuevo cuerpo se componía de doce compañías de cien artilleros y cuatro oficiales cada una y una plana mayor. El regimiento estaba repartido en piquetes, compañías o escuadrones con sus cañones de batalla o volantes en
  • 27. 27 los distintos ejércitos o frentes de lucha, baterías establecidas, fuertes y otros puntos del país. Las milicias que en el Norte tenían como función ser la vanguardia del Ejército, también habían sido modificadas, ya que en marzo de 1814 San Martín había reunido las salteñas bajo el nombre de Regimiento de Dragones de Milicia Patriótica de Salta. Entre otras, formaban compañías de Atacama, Yavi, Orán y Soconcha. Al arribar Belgrano, reglamentó las milicias y en 1816 dispuso que los hombres de Güemes figuraran en el ejército como División Infernal o Gauchos de Línea de Salta. Reorganización del Ejército del Norte Ante este cuadro, la primera tarea del prócer fue la reorganización del ejército. Empezó por organizar una compañía de guías, con lo que se armó de una verdadera carta topográfica. Enseguida creó un cuerpo de cazadores de infantería, el primero que se haya formado en el Río de la Plata, dando por razón "que a su entender era la única tropa para aquellos países, todos de emboscada". Para suplir la falta de armamento, dotó a sus hombres con lanzas, dándole así una incontestable ventaja sobre la del enemigo. "Con esta idea, decía, he dado a los dragones, que no tienen armas de fuego, lanza, y mi escolta es de las que llevan esta arma, para quitarles la aprensión que tienen contra ella y se aficionen a su uso viendo en mí esta predilección." En cuanto a la administración, se reorganizó el parque y la maestranza, mejoró el hospital, creó las oficinas de provisión, reglamentó su contabilidad, organizó un tribunal militar y la planta de un cuerpo de ingenieros, ramos mal atendidos o totalmente descuidados hasta entonces. Belgrano dominó con mano firme las resistencias de los enemigos encubiertos de la causa, entre los cuales se contaban casi todos los curas acaudillados por el obispo de Salta, en comunicación con el enemigo. Habiendo sorprendido su correspondencia con Goyeneche, dio un golpe de autoridad, expulsando al obispo de la capital y desde entonces todos comprendieron que no había inmunidades para los enemigos de la libertad. Creación de la Bandera Belgrano movilizó sus tropas hacia Humahuaca y el 25 de mayo de 1812 realizó una acción que permitió que el pueblo tomara conciencia de lo que representaba la patria: ese día se cumplía el segundo aniversario de la revolución de mayo y entonces mandó a enarbolar la bandera celeste y blanca en los balcones del ayuntamiento, en reemplazo del estandarte real que presidía todas las festividades públicas. Una salva de 15 cañonazos y la bendición del canónigo Gorriti completaron la escena. Al anochecer, Belgrano se puso al frente de la tropa y paseó la bandera por las calles de Jujuy. El Gobierno en consecuencia le escribió en el acto amonestándolo en términos severos, y le ordenó que pusiese remedio a tamaño desorden, con prevención que sería la última vez que sacrificaría a tal extremo los respetos de su autoridad. Sorprendido y lastimado a la vez, el general contestó disculpándose con dignidad; pero persistió tenazmente en sostener sus ideas de independencia, acabando por decir: "La bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella... y se harán las banderas del regimiento núm. 6, sin necesidad de que su falta se note por persona
  • 28. 28 alguna; pues si acaso me preguntan por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el ejército, y como ésta está lejos, todos la habrán olvidado y se contentaran con la que le presenten. En esta parte V.E. tendrá su sistema: pero diré también con verdad, que como hasta los indios sufren por Fernando VII, y los hacen sufrir con los mismos aparatos que nosotros proclamamos la libertad, ni gustan oír nombre de Rey, ni se complacen con las mismas insignias con que los tiranizan". El éxodo Cochabamba Las fuerzas de Goyeneche, en operaciones para la reconquista del Alto Perú marchan sobre Cochabamba por los valles de Mizque y Cliza, mientras otras columnas concurrían al ataque por otros puntos, siendo la principal de ellas la del coronel Lombera, con más de 1200 hombres que salieron de Oruro. Por el lado de la Paz, del Valle Grande y de Santa Cruz de la Sierra avanzaban otras fuerzas similares. La heroica provincia no flaqueó por esto; pero si tenía hombres y entusiasmo faltaban armamento y sobre todo dirección. Los dos caudillos de la revolución Arce y Antezana, comandante general el uno y prefecto el otro, estaban divididos por los celos del mando. En vez de concentrar sus fuerzas para salir al encuentro de Goyeneche, que conducía la columna más importante, resolvieron dividirse por mitad toda la fuerza y el armamento disponible. Este último consistía en cuarenta cañones, de estaño casi todos, y 400 arcabuces de estaño igualmente, que se habían fundido en Cochabamba para suplir la falta de fusiles. El resto, hasta cerca de seis mil hombres de a pie y de a caballo, estaba armado con macanas o garrotes. Arce fue con la mitad de esta fuerza al encuentro de Goyeneche, y Antezana esperó la división de Lombera. El primero se situó ventajosamente sobre los altos Pocona, que interceptaban el camino que traía el general realista, el cual había hecho preceder su marcha con intimaciones pacíficas. Cochabamba no quiso escuchar más condición que la evacuación de su territorio. El 24 de mayo a las siete de la mañana fue atacado el ejército cochabambino situado en los altos de Pocona que después de un corto fuego se retiró en derrota. Esto tenía lugar al mismo tiempo que Lombera se acercaba a la ciudad de Cochabamba por los altos de Arque, después de haber sorprendido en su tránsito algunas guarniciones e incendiado varios pueblos. Las autoridades cochabambinas enviaron una nueva diputación a Goyeneche proponiendo el sometimiento a discreción e implorando la clemencia del vencedor, a lo que Goyeneche pareció acceder. El pueblo se reunió en la plaza pública en número como de mil hombres, y allí interrogado por las autoridades si estaba dispuesto a defenderse hasta el último trance, contestaron algunas voces que sí. Entonces las mujeres que se hallaban presentes, dijeron a gritos que si no había en Cochabamba hombres para morir por la patria y defender la Junta de Buenos Aires, ellas solas saldrían a recibir el enemigo. Vuelto el coraje de los hombres con esta heroica resolución, juraron morir todos antes que rendirse, y hombres y mujeres se prepararon de nuevo a la resistencia, tomaron posesión del Cerro de San Sebastián, inmediato a la ciudad, donde aglomeraron todas sus fuerzas y el último resto de sus cañones de estaño. Las mujeres cochabambinas ocupaban los puestos de combate al lado de sus maridos, de sus hijos y de sus hermanos, alentándolos con la palabra y con el ejemplo, y cuando llegó el momento, pelearon y supieron morir por su causa. Cochabamba sucumbió peleando. Forzada la posición de San Sebastián el día 27, después de dos horas de combate, las tropas realistas entraron a sangre y fuego por las
  • 29. 29 calles de la ciudad, la que fue entregada al saqueo por el espacio de tres horas. Los pobladores emigraron en masa a los desiertos. Arce, entre tanto, ocupó la espalda del enemigo, marchó sobre Chuquisaca con parte de los despojos escapados de la catástrofe, y rechazado en aquel punto, se dirigió por el camino del despoblado buscando la incorporación de Belgrano, quien recibió la infausta noticia a fines de julio. Preparativos en Jujuy La situación era muy crítica; pero el ánimo del General no decayó. Estaba resuelto a avanzar y dirigiéndose al gobierno manifestó que: "Si es cierta, la pérdida total de Cochabamba, debemos esperar que el enemigo vuelva sus pasos contra nosotros, y será muy doloroso, muy contrario a nuestra opinión y muy perjudicial al espíritu público, si tenemos que dar pasos retrógrados, de que es indispensable la pérdida de intereses y perjuicios consiguientes a estos pueblos, que renovarán sus odios, si es que están amortiguados, o los aumentarán; ...pues clamarán como lo hacen los del interior (los del Perú), que los porteños sólo han venido a exponerlos a la destrucción, dejándolos sin auxilios en manos de los enemigos, borrón que no debe caer en la inmortal Buenos Aires" A mediados de julio, tomó conocimiento que el enemigo había reforzado su vanguardia en Suipacha, que sus avanzadas batían el campo hasta la Quiaca, lo que indicaba una próxima invasión, y en consecuencia se preparó para actuar con sus fuerzas reconcentradas. Recibió cuatrocientos fusiles de Buenos Aires, y con este conveniente auxilio se dispuso a emprender una retirada al frente del enemigo, precedida de un terrible bando en que ordenaba a los hacendados, comerciantes y labradores, que retirasen sus ganados, sus géneros y sus cosechas, para que nada quedase al enemigo, declarando traidores a la patria a los que no cumpliesen sus órdenes, además de perderlo todo; y por último, imponiendo pena de muerte a los que se encontrasen fuera de las guardias, y aun a los que inspirasen desaliento, cualquiera que fuera su carácter o condición. El General era hombre de palabra, por eso todos obedecieron, comprendiendo que la cuestión era de vida o muerte. Reclamaron el Cabildo y el Consulado. Al primero contestó: "No busco plata con mis providencias, sino el bien de la patria, el de ustedes mismos, el del pueblo que represento, su seguridad que me está confiada, y el decoro del Gobierno. Ayúdenme, tomen conmigo un empeño tan digno por la libertad de la causa sagrada de la patria, eleven los espíritus, que sin que sea una fanfarronada, el tirano morderá el polvo con todos sus satélites". Al Consulado le decía: "La Providencia de que ustedes reclaman se ha de llevar a ejecución venciendo los imposibles mismos". La conmoción que produjo en las poblaciones esta amenaza fulminante, las obligó a decidirse por unos o por otros, y a sacudir la apatía. Se pasó al enemigo el teniente coronel D. Venancio Benavides. Este traidor avisó al enemigo la poca fuerza que disponía Belgrano, así como el mal estado en que se encontraba bajo todos respectos. El enemigo aceleró sus marchas, contando obtener una victoria fácil, descontando que pudiese oponérsele una resistencia seria. El Éxodo Jujeño Corría el mes de mayo de 1812. Lleno de ardor patriótico, habló así el general Belgrano a las tropas y al pueblo reunidos en la plaza: "Soldados, hijos dignos de la Patria, camaradas míos: dos años ha que por primera vez resonó en estas regiones el eco de la libertad, y él continúa propagándose hasta por