2. Los deberes del gobierno
Ven. Walpola Rāhula
El Buddha era equitativo y claro sobre política, la guerra y la paz. Es un hecho harto sabido, para
repetirlo aquí, que el Buddhismo defiende y predica la no violencia y la paz como su mensaje universal,
y que no aprueba ninguna clase de violencia o destrucción de vidas. Según el Buddhismo, ninguna
guerra puede ser llamada «justa», porque este es sólo un término falso que ha sido acuñado y puesto
en circulación para justificar y excusar el odio, la crueldad, la violencia y las matanzas. ¿Quién decide
qué es lo justo o lo injusto? Los poderosos y victoriosos son «justos»; los débiles y vencidos son
«injustos». Nuestra guerra siempre es «justa», pero la guerra de los otros es siempre «injusta». El
Buddhismo no acepta esta actitud.
En los tiempos del Buddha –al igual que en nuestros días– había gobernantes que regían sus países
injustamente. El pueblo era oprimido, torturado, perseguido, se le imponían cargas excesivas e infligían
crueles castigos. Este trato inhumano conmovía profundamente al Buddha. Por tanto, dirigió su
atención al problema del buen gobierno; y sus conceptos deben ser apreciados como contrarios a las
condiciones sociales, económicas y políticas reinantes en aquella época. El Buddha demostró de qué
manera un país podía tornarse corrupto, degenerado y desdichado, cuando los dirigentes del mismo
volvíanse corruptos e injustos. Para que un país sea feliz, debe tener un gobierno justo. En su
enseñanza sobre «los diez deberes del rey» (dasa-rāja-dhamma) [1], el Buddha explica cómo esta
forma de gobierno justo puede ser llevada a efecto.
Naturalmente, el término «rey» (rāja) de antiguo cuño, debe ser reemplazado en la actualidad por
«gobierno». Por consiguiente, «los diez deberes del rey» pueden aplicarse hoy día a todos los que
constituyen un «gobierno»: el jefe de Estado, los ministros, los dirigentes políticos, los legisladores y los
funcionarios administrativos.
3. Los Diez Deberes del Rey
1. Practicar la generosidad y la caridad (dāna). El gobernante no debe sentir ni avidez ni apego por la riqueza y
la propiedad, sino que debe donarlas para el bienestar del pueblo.
2. Un elevado carácter moral (sīla). Nunca debe destruir vidas, trampear, robar, explotar a otros, cometer
adulterio, decir mentiras, ni tampoco tomar bebidas intoxicantes. Vale decir, por lo menos debe observar los
cinco preceptos del laico.
3. Sacrificar todo por el bien del pueblo (pariccāga). Tiene que estar dispuesto a sacrificar toda comodidad
personal, así como su nombre y fama, y aun la vida en beneficio del pueblo.
4. Honestidad e integridad (ajjava). En el desempeño de sus funciones, debe estar libre del miedo y de todo
favor; debe ser sincero en sus intenciones y no engañar al público.
5. Amabilidad y dulzura (maddava). Debe ser afable con todos, en su trato.
6. Costumbres austeras (tapa). Debe llevar una vida simple, no dejarse sojuzgar por el lujo y practicar el
autodominio.
7. Ausencia de odio, de mala voluntad y de aversión (akkodha). No debe guardar rencor a nadie.
8. No violencia (avihiṃsā); lo cual no sólo significa que no debe dañar a nadie, sino también que es su
obligación esforzarse en promover la paz precautelando la guerra y todo lo que implique violencia o
destrucción de vidas.
9. Paciencia, indulgencia, tolerancia y comprensión (khanti). Debe ser capaz de soportar, sin encolerizarse,
toda suerte de penurias, dificultades e insultos.
10. No oposición y no obstrucción (avirodha). Es decir, no debe oponerse a la voluntad del pueblo, ni obstruir
ninguna medida tendiente al bienestar del mismo. En otras palabras, debe gobernar en armonía con su pueblo.
4. Es inútil decir cuán feliz sería un país si fuese gobernado por hombres dotados de tales cualidades. Mas esto
no es una utopía, puesto que en el pasado hubo reyes como Aśoka de la India, por ejemplo, que establecieron
reinos basados en dichas ideas.
El mundo vive hoy día en un estado de temor, de desconfianza y de tensión constantes. La ciencia ha creado
armas cuyo grado de destrucción es inconcebible. Blandiendo esos modernos instrumentos de muerte, las
grandes potencias se amenazan y desafían mutuamente; la una jactándose de un modo vergonzoso que podría
causar más miseria en el mundo que la otra.
Ya han avanzado tanto en esta senda de locura, que si dan un paso más hacia tal dirección, el resultado no
puede ser otro que una aniquilación mutua, juntamente con la destrucción total de la humanidad.
Temerosos ante una situación por ellos mismos creada, los seres humanos desean hallarle a esta una salida y
encontrarle una solución. Pero, fuera de la anunciada por el Buddha, no existe otra solución; es decir, su
mensaje de no violencia, de paz, de amor, de compasión, de tolerancia, de comprensión, de lo que es cierto,
de sabiduría, de respeto y consideración hacia todos los seres vivientes, así como de emancipación del
egoísmo, del odio y de la violencia.
Dice el Buddha: «El odio no cesa con el odio, sino que cesa con el amor, esta es una verdad eterna» [2]. «Uno
debe vencer la ira mediante el amor, la maldad mediante la bondad, el egoísmo mediante la generosidad y la
mentira mediante la verdad» [3].
El Buddhismo aspira a crear una sociedad donde se renuncia a la ruinosa pelea por el poder; donde
prevalecen la calma y la paz, lejos de la victoria y de la derrota; donde se renuncia a la persecución del
inocente; donde aquel que se conquista a sí mismo es más respetado que los que conquistan millones de
seres mediante la guerra militar y económica; donde el odio es vencido por el amor y el mal por la bondad;
donde todos, incluso los más pequeños seres vivientes, son tratados con justicia, consideración y amor; donde
con paz y armonía, en un mundo de contentamiento material, la vida es dirigida hacia la más elevada y la más
noble de las metas: la experiencia de la Verdad Última, el Nibbāna.
5. Notas
[1] Jātaka, I, 260, 399; II, 400; III, 274, 320; V, 119, 378.
[2] Dhammapada, 5.
[3] Dhammapada, 223.
Walpola Rāhula, «Lo que el Buddha Enseñó», Kier, Buenos Aires, 1990. Adaptación: Alejandro P. de León;
Buenos Aires, 2001. Revisión: 06-Abr-2006.
http://appamatta.googlepages.com/art_deberes_gobierno.htm
6. Los Cinco Preceptos del Laico
- Abstenerse de matar
- Abstenerse de tomar lo no suyo
- Abstenerse de palabra falsa
- Abstenerse de sexo ilícito
- Abstenerse de intoxicantes
7. Los 10 Deberes de un Gobernante
Forma de Ser
Con uno mismo Hacia los demás
7. Ausencia de odio, de mala
voluntad y de aversión
8. No violencia
9. Paciencia, indulgencia,
tolerancia y comprensión
2. Un elevado carácter moral
4. Honestidad e integridad
6. Costumbres austeras
1. Practicar la generosidad y
la caridad
3. Sacrificar todo
por el bien del
pueblo
5. Amabilidad y dulzura
10. No oposición y no obstrucción al
bienestar del pueblo
8. Los 10 Deberes de un Gobernante
Forma de Ser
Con uno mismo
Hacia los demás
7. Ausencia de odio, de mala voluntad y de aversión
8. No violencia
9. Paciencia, indulgencia, tolerancia y comprensión
2. Un elevado carácter moral
4. Honestidad e integridad
6. Costumbres austeras
1. Practicar la generosidad y la caridad
3. Sacrificar todo por el bien del pueblo
5. Amabilidad y dulzura
10. No oposición y no obstrucción al bienestar del pueblo
9. Deberes del Gobernante
1. Practicar la Generosidad
y la Caridad
2. Un elevado carácter moral
3. Sacrificar todo por el
bien del pueblo
5. Amabilidad y dulzura
6. Costumbres austeras
7. Ausencia de odio, de
mala voluntad y aversión
8. No violencia
9. Paciencia, indulgencia,
tolerancia y comprensión
10. No oposición y no
obstrucción al bienestar
del pueblo
Fuente: Sidhartha Gautama, príncipe de los Sakyas
4. Honestidad e integridad
10. Llevar una Carrera Diligente y Estable
Los valores de la sociedad son invertidos y confundidos. La mayoría de las personas utilizan la riqueza, la fama y el status
social para medir el éxito de sus carreras. No saben que una carrera exitosa depende tanto del mérito acumulado de las
vidas pasadas como de los esfuerzos hechos en la vida presente. Dependiendo solamente de los esfuerzos de esta vida, sin
las recompensas kármicas que derivan de las vidas pasadas, uno no podría obtener satisfacción en la búsqueda de la fama,
la fortuna, el status y el poder.
Muchas personas no comprenden este principio subyacente. Por consiguiente, en su búsqueda de logros egoístas, ignoran
el bienestar público y los intereses personales de los demás. Ellos tratan de escabullirse por las grietas y se aprovechan de
las lagunas legales, y recurren a la fuerza o a las artimañas, a la corrupción oficial y al fraude, causando daño a muchos
seres sensibles inocentes y dañando la moralidad social. Por el momento, pareciera como si estuvieran en la cima. Pero,
finalmente, serán llevados ante la justicia y condenados por la sociedad. Incluso si escapasen temporalmente, no podrán
escapar de la retribución kármica en el futuro.
Por supuesto que no hay nada malo en la búsqueda del ideal del éxito en la carrera. Pero actuando tan ciegamente o
imprudentemente, sin prestar atención en absoluto en la ley kármica, uno se convierte en un daño para la sociedad,
dañándose a uno mismo y a los demás.
Como la mayoría de las personas en el mundo moderno desean ansiosamente el éxito a corto plazo, siempre que se sientan
restringidos, lo primero que acudirá a sus mentes es el hacer un cambio. De manera que la tasa de movimiento de personal
en todas las profesiones se está volviendo cada vez más alta, con muchas personas cambiando repetidamente de profesión
y huyendo de las pobres condiciones de trabajo. Con tal situación laboral inestable, nuestro cuerpo y mente estarán muy
inquietos, creando desgracia familiar.
Por supuesto, si los cambios de trabajo son acompañados por una transición a una nueva fase de nuestra vida, o son un
ajuste proveniente de una transferencia o promoción, o si el cambio de profesión es una decisión estratégica, todos estos
son pasos necesarios para el desarrollo en el camino hacia el éxito. Sin embargo, si uno está siempre insatisfecho con su
actual ambiente laboral y tiene pocas ganas de dedicarse por completo a su trabajo, será sencillamente imposible el éxito
en cualquier profesión o en cualquier trabajo.
Shi Fu (maestro) Sheng Yen
Tambor del Dharma
13. No importa qué forma de gobierno sea, siempre y cuando
garantice el bienestar del pueblo.
Aristóteles
14. Pre-ética
En un antiguo discurso (Cakkavatti Sutta) el Buddha dice lo
siguiente:
Cuando los gobernantes fracasan en su deber de proveer las
necesidades básicas de (1) protección, (2) alojamiento, (3)
seguridad y (4) alimentación, la pobreza y la inseguridad se
incrementan. A partir de estas deficiencias se crean las
condiciones propicias para todo tipo de transgresiones éticas.
Nota: En el mundo moderno habría que agregar salud y
educación a los cuatro anteriores.
Fuente: Etica y Responsabilidad Social. Venerable Bhikkhu
Nandisena. Conferencia dictada ante el Poder Judicial de
Veracruz, 19 de agosto 2010.
15. El gobierno y el pueblo que valora sus privilegios por encima
de sus principios, pronto pierde unos y otros.
Dwigth D. Eisenhower