La autora describe haber sido sometida a mutilación genital femenina cuando era niña en su país, lo que le causó un dolor insoportable y le impide tener placer sexual. Aunque ahora se realiza con anestesia, ella denuncia que nunca se ha luchado contra el dolor sino contra la mutilación de los genitales femeninos sin el consentimiento de la mujer. Concluye diciendo que cada persona es dueña de su propio cuerpo y cualquier alteración al mismo debe ser una decisión estrictamente personal.