Ruth Shady, la descubridora de Caral, ofrece una entrevista a la prensa de Galicia, respecto a la importancia de su descubrimiento para el Perú y el mundo. Es la civilización más antigua para el primero y una de las cunas civilizadoras para la humanidad, al lado de Mesopotamia, Egipto, India y China.
1. De las pirámides andinas al castro
La arqueóloga Ruth Shady, que dató la civilización
más antigua de América, visita yacimientos gallegos
Diana Mandiá Santiago de Compostela 18 ABR 2012 - 21:55 CET
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Yacimientos arqueológicos
Arqueología
Perú
Ciencia
La arqueóloga Ruth Shady, en el Instituto de Estudios Galegos Padre Sarmiento de
Santiago. / ANXO IGLESIAS
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2. Con su país aterrado por el devastador terremoto de marzo de 2011, un grupo de
ingenieros japoneses se plantó en el valle del río Supe, a unos 200 kilómetros de Lima,
para conocer las medidas antisísmicas que 5.000 años antes había diseñado la
civilización Caral, la más antigua del continente americano, para defenderse de las
violentas fallas del Pacífico. “Con 5.000 años de adelanto llegaron al mismo resultado”,
sostiene Ruth Shady (Callao, 1946), la arqueóloga peruana que en 1994 dató la
antigüedad de Caral, contemporánea a las otras cuatro grandes civilizaciones ya
conocidas —China, India, Egipto y Mesopotamia. La investigadora, catedrática en la
Universidad San Marcos de Lima, está de visita en Santiago, invitada por el Instituto de
Ciencias do Patrimonio del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con
el que aspira a compartir experiencias educativas y de gestión del patrimonio
arqueológico en el futuro.
En los días que ha pasado en el CSIC atendiendo seminarios y hablando con
investigadores gallegos, ha visitado yacimientos de O Barbanza y la Costa da Morte,
además de la capital de Galicia, que le interesa por su estado de conservación pero
también, argumenta, “porque hay mucha consciencia del papel que tiene el simbolismo
del itinerario cultural de Santiago”. De este lado del Atlántico, dice la arqueóloga,
aprecia “la actitud siempre proactiva y amable de los hosteleros” y la importancia
“social y económica” de la Compostela de los caminantes y turistas.
“Lo que queremos es promover un desarrollo rural sostenible”
La relación de Shady con Galicia comienza cuando el arqueólogo Felipe Criado,
coordinador del área de Humanidades del CSIC de Santiago, viaja a Perú para conocer
Caral, un asentamiento urbano ubicado en una árida planicie en la orilla izquierda del
río Supe, donde la historiadora coordina un programa educativo y turístico para la
población local, un plan que afecta tanto a los temarios escolares como a la formación
como guías turísticos de los vecinos del entorno y a las técnicas culinarias de las
vianderas, las vendedoras de alimentos, cuyo número se incrementó con la llegada de
los turistas. “Lo que queremos es promover un desarrollo rural sostenible en el área. Es
la visión que tenemos como trabajadores de la arqueología; queremos que cumpla una
función social y que no se quede en el mundo académico. Falta asumir que el gasto que
se asigna en los presupuestos del Estado es un servicio para la sociedad, una inversión”,
recalca Shady, que a pesar del aplauso de sus colegas también se ha visto implicada en
conflictos con los vecinos de Supe por la propiedad de las tierras en las que se asienta la
ciudad, Patrimonio de la Humanidad desde 2009.
“No se ocuparon de la guerra, los asentamientos no están amurallado”
Además del testimonio sobre la precoz civilización de Caral —el mayor asentamiento
de la veintena que salpica el valle, estudiado desde mediados de siglo XX, aunque fue
Shady la que logró la datación definitiva y crucial—, la antigua ciudad también interesa
a los filólogos porque en esta zona del noroeste peruano aparece el límite más antiguo
de la lengua quechua, el idioma de relación de los habitantes del asentamiento, que ya
fue estudiado en los años 70.
“En el planeta hemos tenido cinco focos de civilización precoces, y Caral es uno de
ellos. Lo peculiar es que en América esta sociedad avanzó en aislamiento. Era una
cultura organizada en núcleos urbanos y que producía excedentes de producción. Vieron
3. que su principal recurso era organizar las poblaciones y no se ocuparon de la guerra.
Ninguno de los 21 asentamientos está amurallado y no hemos encontrado ningún rastro
de instrumentos bélicos”, explica la arqueóloga, que entre las maravillas de Caral
destaca el poderío comercial —el intercambio unía la costa del Pacífico y la sierra del
interior— y las innovaciones textiles, como la producción de algodón natural de colores
gracias a la manipulación de la planta, una técnica ancestral ahora resucitada por el
turismo.