Artículo escrito por Carlos Pes donde relata, resumidamente, lo espantosamente mal que fue atendido su padre en el Hospital Fundación Jiménez Díaz (FJD) –del Grupo Quirónsalud– y relató con detalle en el libro "35 ESCALONES".
90 horas en un box de urgencias del Hospital Fundación Jiménez Díaz
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35 ESCALONES
90 horas en un box de urgencias del Hospital
Fundación Jiménez Díaz (FJD) de Madrid
[ «MAL TRATADO» ]
CARLOS PES
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90 horas en un box de urgencias del
Hospital Fundación Jiménez Díaz (FJD)
de Madrid [ «MAL TRATADO» ]
Del 18 al 22 de septiembre de 2017, mi padre fue horriblemente atendido
en el Hospital Fundación Jiménez Díaz –del Grupo Quirónsalud– donde fue
llevado en una ambulancia tras sufrir una gravísima caída en unas escaleras
mecánicas de la Estación de Atocha Cercanías de Madrid.
Al caer se golpeó con aproximadamente 35 escalones metálicos cuando se
disponía a bajar al Andén 1 desde el vestíbulo de la estación para tomar un
tren que le iba a llevar a la Terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-
Barajas. Mi madre le acompañaba, ya que ambos tenían previsto viajar en
avión a Guatemala, para pasar varios días de vacaciones.
Según el INFORME DE ALTA DE URGENCIAS del Hospital FJD, mi
padre ingresó el lunes 18 de septiembre a las 16:05 h.
IMAGEN (Posterizada): Perfil derecho con el collarín que le pusieron los
sanitarios del SAMUR que le trasladó en ambulancia al Hospital FJD.
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IMAGEN (Posterizada): Perfil izquierdo con el collarín puesto.
La caída le produjo un derrame cerebral, fractura de ambos húmeros y
múltiples heridas por todo el cuerpo (manos, piernas, etc.) especialmente en la
cara, donde además recibió 15 puntos en la frente, debido a los cortes que se
había hecho con el filo de los escalones. Él tenía 68 años.
El lunes 18 por la noche un traumatólogo habló con mi madre y le dijo
que el hombro derecho, aunque estaba roto, no hacía falta operarlo. No
obstante, acerca del izquierdo, tenían que hablarlo en la sesión clínica del día
siguiente –martes 19 de septiembre– por la mañana. Dijo que su jefe decidiría
si lo operaban o no. Esa fue la última vez que un traumatólogo hablaría con
ellos.
A mi padre no lo subieron a planta, es decir, no lo llevaron a una
habitación. Por tanto, mi madre durmió –como pudo– en una silla, junto a él,
en el box número 10 de urgencias. Allí lo llamaban «Fondo Diez». En esos
momentos, no podían imaginarse que esa era la primera de las cuatro
espantosas noches que pasarían en un box de las urgencias de ese hospital,
donde mi padre padeció muchos delirios.
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Al día siguiente, fueron pasando las horas y, a pesar de que mi madre
preguntó –varias veces– al personal sanitario del Puesto de Control que tenía
enfrente del box, si algún traumatólogo iba a pasarse, siempre le dijeron que
esperara.
A mi padre no le dieron de desayunar ni de comer, lo cual entendimos que
estaba dentro de la normalidad, porque pudiera ser que fuesen a operarlo,
según le había dicho a mi madre el traumatólogo que habló con ella la noche
anterior. Sin embargo, cuando llegó la hora de cenar, sí le trajeron comida y le
dijeron que, si no vomitaba, le daban el alta.
Mi madre le dio de cenar, pero no podían comprender cómo le daban el
alta en esas condiciones. Él no podía levantarse de la camilla, ni siquiera era
capaz de sentarse en ella, ya que no podía hacer fuerza con los brazos.
Además, ningún traumatólogo les había comunicado ni explicado la decisión
que habían tomado.
IMAGEN (Posterizada): Vicente Pes tumbado en una camilla del box 10 del Hospital
Fundación Jiménez Díaz con los dos hombros rotos, un derrame cerebral y múltiples
heridas por todo el cuerpo.
¿Cómo iba mi padre a irse a casa en ese estado? En el hospital les dijeron
que no se preocuparan que le llevarían en una ambulancia. No obstante, al
decirles que eran de Valencia –del Puerto de Sagunto– es decir, vivían a unos
400 kilómetros, dijeron que desconocían ese dato. ¿Cómo era eso posible?
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Más tarde, le propusieron ser trasladado en ambulancia a un hospital
público de la Comunidad Valenciana.
Tres días más tarde, es decir, el viernes 22 de septiembre, un poco antes
de las 13:00 h –tras confirmarse que el traslado al Hospital de Sagunto había
sido aceptado– después de permanecer cerca de noventa y dos horas en un
box del Hospital Fundación Jiménez Díaz, trasladaron a mi padre a una
habitación.
Según les dijeron a mis padres, no lo llevaron antes a una habitación
porque decían que no tenían ninguna libre, algo que era totalmente incierto
como después pudimos comprobar en el INFORME DE ALTA DE
HOSPITALIZACIÓN.
Al llegar a la habitación y cambiarlo de camilla, fue la primera y única vez
que le cambiaron las sábanas en todas esas horas. Por otra parte, con unas
toallitas le quitaron algunos pegotes de sangre –no todos– que todavía tenía en
la cabeza. Sin embargo, ningún día le lavaron el cuerpo.
Aproximadamente a las 21:00 h, una ambulancia enviada por el Hospital
de Sagunto les recogió en el Hospital FJD y les trasladó al Hospital de
Sagunto.
Lo vivido en Madrid fue una auténtica pesadilla para mis padres. A raíz de
ello, mi madre estuvo de baja médica más de tres meses, recibiendo ayuda
psicológica.
El sábado 23 de septiembre de 2017, en la página web «www.eldiario.es»
encontré una noticia cuyo título era «La mayor empresa de sanidad privada
halla un filón en los conciertos con la sanidad pública madrileña», publicada el
11 de septiembre de 2016, donde, entre otras informaciones, podía leerse:
«La alemana Fresenius, primer grupo europeo de sanidad privada y
nuevo dueño de Quirónsalud, el líder en España, ha reconocido que el
negocio más rentable de su nueva adquisición, la antigua Capio,
procede de los conciertos que tiene firmados con la sanidad pública,
especialmente, la madrileña […]. Con esta operación, el fondo de
capital riesgo CVC ha logrado plusvalías de 2.600 millones en dos años
y el primer ejecutivo de Quirón, […], se ha asegurado 400 millones en
acciones […]. La joya de Quirónsalud en Madrid es la Fundación
Jiménez Díaz.»
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ENLACE
https://www.eldiario.es/economia/Capio-sanidad-privada-conciertos-Quironsalud_0_557144540.html
Hasta diecinueve veces aparecía la palabra «millones» en dicho artículo,
pero a mi padre le hicieron pasar más de noventa horas en un box de
urgencias de esa «joya», porque decían que no tenían ninguna habitación libre
para él. Sentí mucha indignación.
A mi padre le hicieron nuevas pruebas en el Hospital de Sagunto –el
Hospital Fundación Jiménez Díaz no les proporcionó las que le habían hecho
en Madrid– y el jueves 28 de septiembre de 2017 fue operado del húmero
izquierdo.
En el INFORME DE ALTA DE HOSPITALIZACIÓN del Hospital de
Sagunto, podía leerse que tenía:
«Fractura de cuello quirúrgico del húmero izquierdo con rotación
interna y desplazamiento de la fractura de hasta 2 cm con discreta
impactación de la misma.»
De modo que, de no haberlo operado, la funcionalidad del hombro
izquierdo de mi padre se hubiera visto muy perjudicada. Le pusieron una placa
de aproximadamente 7 centímetros, atornillada al hueso con 8 tornillos.
IMAGEN: Placa atornillada al húmero izquierdo con ocho tornillos.
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Consultamos a varios abogados con experiencia en negligencias médicas.
Sin embargo, no se podía hacer nada, ya que en España –a diferencia de otros
países– la legislación no contemplaba sancionar a médicos que no atendieran a
pacientes si el retraso no había tenido consecuencias; es decir, solamente se
podría haber sancionado a los traumatólogos del Hospital Fundación Jiménez
Díaz si a mi padre lo hubieran operado pasado un tiempo y se hubiese podido
demostrar que, por culpa de esa diferencia de tiempo, le hubieran quedado
secuelas más graves que las que le quedaron.
El 25 de abril de 2018, tuvieron que volverlo a operar, debido a que la
placa se le había soltado y tenía muchos dolores. Por tanto, se la quitaron, le
hicieron injertos de huesos –de un donante y de su cadera– y le colocaron otra
placa.
IMAGEN: Placa atornillada al húmero izquierdo con injertos de huesos.
Le dieron el alta médica el 17 de octubre de 2018, es decir, trece meses
después de sufrir la caída en las escaleras mecánicas de la Estación de Atocha.
Durante ese tiempo, estuvo yendo a rehabilitación tres días por semana.
Las secuelas que le quedaron fueron, sobre todo, cicatrices en diferentes
partes del cuerpo y limitación de movilidad en ambos hombros para el resto
de su vida. Según el INFORME MÉDICO-PERICIAL que le realizó un
médico perito al que contratamos, la pérdida de funcionalidad en el hombro
derecho fue del 25%, y la del izquierdo del 49%.
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De no haberlo operado –según nos dijeron los traumatólogos del Hospital
de Sagunto– la pérdida de movilidad del hombro izquierdo hubiera sido
mucho mayor.
Si él llega a residir en Madrid, lo hubiesen llevado a casa en una
ambulancia, tal y como propusieron inicialmente, y no hubiera sido operado
del húmero izquierdo. En consecuencia, según nos explicaron los
traumatólogos del Hospital de Sagunto, dado que tenía los huesos desplazados
–sueltos– hubiera perdido un porcentaje de movilidad mucho mayor del que
perdió.
Acerca de ello, en su momento me hice, y todavía sigo haciéndome, la
siguiente reflexión:
«Si los traumatólogos del Hospital FJD hubiesen tenido claro que el
húmero izquierdo de mi padre no había que operarlo –al igual que el
derecho– pienso que hubiesen ido a comunicárselo tranquilamente.
Pero, el hecho de que ninguno fuera a dar explicaciones –a dar la cara–
me lleva a pensar que sabían perfectamente que había que operarlo; si
no, ¿qué otro motivo podía haber para que ninguno fuera a dar
explicaciones?»
Aparte está el hecho de que no lo llevaron a una habitación hasta el último
día –cuando el traslado en ambulancia se confirmó– permaneciendo más de
90 horas en un box de urgencias, sin lavarlo, sin cambiarle las sábanas y sin
darle medicación para reducir los terribles delirios que padeció. A diferencia
del buen trato que recibió en el Hospital de Sagunto, donde además, desde el
primer día que ingresó, le dieron medicación para dichos delirios.
Me pregunto a cuántos otros pacientes habrán tratado –y seguirán
tratando a día de hoy– así de mal, en el Hospital Fundación Jiménez Díaz.
Para mi padre, el trato que recibió fue horrible, indignante, un verdadero
infierno, sintiéndose muy mal tratado.
Por mi parte, nunca pensé que vería sufrir tanto a mis padres, y menos en
un hospital. Solo recordarlo hace que se me remuevan las entrañas.
De nada sirvieron las dos reclamaciones que mi madre puso al Hospital
Fundación Jiménez Díaz los días 20 y 22 de septiembre de 2017 quejándose
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del trato recibido. De hecho, la respuesta que el hospital le envió por carta
pocos días después, fue deplorable:
«Madrid, 29 de septiembre de 2017.
Estimada Sra. Rivas:
Me dirijo a usted en respuesta a su escrito de reclamación con fecha
de entrada en nuestro Servicio de Atención al Paciente, el pasado día 20
de septiembre de 2017, motivado por su disconformidad con la demora
en el ingreso de su marido, el paciente D. Vicente Pes Espinosa en este
Centro Sanitario.
Le informo de que se ha dado traslado de su escrito al Jefe de
Servicio de Neurocirugía, el Dr. […], al Jefe de Servicio de
Traumatología, el Dr. […] y al Jefe de Servicio de Urgencias, el Dr.
[…], quienes lamentan que su percepción en relación a la información
recibida por los diferentes facultativos que atendieron a su esposo, no
haya sido todo lo satisfactoria que nosotros hubiésemos deseado,
motivo por el que me solicitan que les haga llegar sus más sinceras
disculpas.
Así mismo, los responsables anteriormente mencionados, me
indican que han procedido a reunirse con los profesionales de sus
Servicios con el fin de recordarles la importancia de trasladar a los
pacientes y a sus familiares la información relativa a sus patologías de
forma clara y concisa acorde a nuestra línea de trabajo en la que es
prioritario ofrecer a nuestros usuarios el mejor tratamiento vinculado a
un trato humano y de calidad.
Finalmente, le reitero nuestras mismas sinceras disculpas si no
fuimos capaces de adelantarnos a sus necesidades y le agradezco que
nos haya hecho llegar sus comentarios, puesto que es objetivo
fundamental de esta institución, implantar los recursos y circuitos
necesarios que aumenten la calidad de la atención en todo aquello
relacionado con la asistencia de los pacientes.
Reciba un cordial saludo,
Dr. […]
Director Médico.»
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Nada de lo que decía la carta rebatía o quitaba la razón a las quejas de mi
madre. Y si pensaron que el «lamento» de los Jefes del Servicio de Neurología,
de Traumatología y de Urgencias, sobre la «percepción» de mi madre,
reiterando sus «sinceras disculpas» y agradeciendo que ella les hubiera hecho
llegar sus «comentarios», iba a reconfortarla o aliviarla lo más mínimo, estaban
totalmente equivocados, ya que lo que consiguieron –con tanta palabrería– fue
precisamente el efecto contrario, aumentando su indignación y consternación.
¿Los médicos del Hospital FJD lamentaban la «percepción» de una
información que no habían dado? Durante todo el tiempo que mi padre
estuvo en ese hospital –desde el día 18 al 22 de septiembre de 2017– ni a él ni
a mi madre, a pesar de solicitarlo en repetidas ocasiones, nadie (ningún
médico) les dio ninguna información ni explicación sobre por qué habían
decidido no operarle del humero izquierdo y, entre otros motivos, por eso mi
madre puso las dos reclamaciones.
De modo que, la respuesta que el Hospital Fundación Jiménez Díaz les
dio por carta, les pareció una auténtica tomadura de pelo; era como si se
estuvieran burlando de ellos. Y esta circunstancia, junto a lo horrorosamente
mal que les habían tratado en ese hospital durante «los cinco peores días de
sus vidas», les indignó y consternó todavía más.
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Acerca de
Parte del texto de este artículo forma parte del libro «35 ESCALONES»
escrito por Carlos Pes, donde cuenta muchos más detalles de cómo
sucedieron los hechos. Para más información véase:
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Carlos Pes es profesor de informática y autor de varios libros sobre cómo
aprender a programar o crear páginas web. Ahora bien, escribir el libro «35
ESCALONES» contando una historia real, personal y familiar, no formaba
parte de sus planes, ni de sus ilusiones. De modo que, si lo hizo fue sobre
todo por el gran sufrimiento que pasaron sus padres, como consecuencia de
las decisiones que tomaron ciertas personas en determinadas circunstancias.
Un sufrimiento que, sin duda alguna, podrían haberles evitado. Pero, no lo
hicieron, con las consecuencias que ello conllevó. De no haber sido así, dicho
libro no existiría.
Algunos perfiles web de Carlos Pes en Internet son:
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El cuadro mostrado en la portada de este documento es obra de la madre
de Carlos Pes (Paqui Rivas).