2. Quien haya tenido la oportunidad de visionar Bailar en la oscuridad, comprenderá
que a Lars Von Trier se le está adjudicando un perfil bastante distinto al que tanto
tiempo lleva mostrando. Más vale alejarse de Anticristo si uno no quiere redondear la
esencia del director danés, puesto que, pese a ser un retrato bastante frío sobre la
personalidad humana, acaba por ser un complejo psicoanálisis de la oscuridad. Sin
embargo, pese a que todo el ambiente recreado a lo largo del filme sea un collage de
la cinematografía de Tim Burton, el descenso a lo inexistente, a lo extrafalario y a lo
grotesco es una excusa para mostrar que la mente reserva terrores para el futuro. Y,
Trier, pese a todo, sigue insistiendo en que Anticristo era 'demasiado bonita'. Tal vez
se podría tachar de delirio audiovisual, y de hecho, la cinta acaba por ser un lienzo
que se desintegra. El aparente sentido transgresor que el director danés aplica no es
más sugerente que cualquier enfermedad mental o que cualquier locura
esquizofrénica. Es una interpretación abierta a su obra, ambigua, si bien los
compatriotas del director la han calificado como 'obra maestra', aquí, probablemente,
ese término sólo aparece si Trier pide una crítica directa. Pero la magia del cine de
Von Trier no reside en cualquier muerte sobrenatural, ni cualquier acto sobrehumano,
ni siquiera en la imaginación de sus personajes y sus pensamientos... Reside en la
fuerza con la que estos disparan al aire para alejar a los buitres de su persona, por
intentar buscar la solución a lo inexistente. Recaer en la locura es un daño colateral, y
de ahi, pretende cortar la esperanza por el camino fácil: de nada sirve levantarse si
vuelves a caer. Ahora bien, la maestría con la que provoca este tan cruel desenlace
simboliza tanto la rareza como el impresionismo de su obra. Y la fórmula funciona,
resulta que tanto crítica como público aplauden esta barbarie visual, y se rinden a los
pies de Von Trier. La joven promesa del cine danés resurge después de aquel musical
tan férreo como el que fue Bailar en la oscuridad. Y tras Anticristo , a Trier parecen
verle como a un tandem de sadismo visual entre Wes Craven y James Wan (Saw).
Más de uno le relacionaría con polémicas como las generadas por A Serbian Film o
Martyrs. No puede presumir de haber colaborado en estas salvajadas, pero si de
generar polémica; ya parece haberse disipado el viento que llevaba las palabras del
director: "Yo entiendo a Hitler, aunque comprendo que hizo cosas equivocadas, por
supuesto. Solo estoy diciendo que entiendo al hombre, no es lo que llamaríamos un
buen tipo, pero simpatizo un poco con él". Presentando Melancholia, donde Kirsten
Dunst representa el depresivo y sistemático canon del director, Von Trier quebró la
mirada de Cannes. Como resultado, le colgaron el cartél de 'persona non grata', y lo
sumó a la lista de declaraciones polémicas que albergan desde 'Soy el mejor director
del mundo' a la más reciente (también en Cannes) 'Mi próximo trabajo será una cinta
pornográfica'. Ahora que su particular visión del fin del mundo es más un llanto a la
vida que cualquier representación humanista, Trier parece estar más encasillado que
Jim Carrey, y el dilema existencial sobre la depresión y la caida lo demuestran.
Melancholia puede recaer en un majestuoso calcado de Anticristo, y puede parecer un
Memento sin acción en mano , aunque la mente se merece el espectáculo visual que
ofrece a niveles que muy pocas mentes podrían llegar a imaginar.