Prueba libre de Geografía para obtención título Bachillerato - 2024
Entrevista a maruja daniel
1. Entrevista a Maruja:
Hablamos con Maruja, nuestra vecina de San Román, una aldea del concejo de
Ibias, en una tarde fría de diciembre sentados en la cocina calentándonos con el
fugo de leña en el caserío de San Román. Ella contándonos sus vivencia a lo largo
de sus 87 años y nosotros escuchándola embobados como si de un cuento se
tratara.
¿Cómo se reunían?
Nos reuníamos cada familia en su casa.
¿Cuándo se reunían?
Cuando tocaban las fiestas de Navidad, por ejemplo, nos reuníamos en casa por
Nochebuena la familia y cenábamos todos juntos.
¿Quiénes se reunían en la casa?
Éramos la familia, como estábamos todos en el mismo pueblo pues era más fácil
la reunión. Es verdad que no contábamos con la familia que estaba en Cuba o
Argentina porque esos no venían en Navidades. No es como ahora que cada familia
estaba en un lugar diferente y se reúnen solo por las fiestas … En esa época
vivíamos casi todos en un mismo pueblo o si no vivíamos cerca.
¿Qué menú había?
En cada casa se comía algo diferente, pero yo recuerdo que en mi casa era
habitual sobre todo el “pitu” y el que no tenía gallo compraba bacalao. Porque la
carne no era muy habitual al no haber carnicería como ahora. Eso sí, de postres era
raro la casa donde no hubiera arroz con leche porque el turrón casi ni lo
conocíamos. En mi casa se conocía el turrón porque mis padres estuvieron en
Cuba, pero en otras casas no era así.
¿Qué decoración había en casa?
Ninguna. ¿Sabes lo que pasa aquí? La fiesta grande del año no era Navidad sino
más bien Carnaval. Ahí nos disfrazábamos y los niños teníamos más protagonismo.
El árbol lo decorábamos en la escuela y a lo mejor cantábamos villancicos.
También hacíamos un ramo en la escuela porque era día de Navidad y después
íbamos todos los niños a la iglesia con nuestro ramo.
¿Cómo eran los regalos Maruja?
¿Los regalos? ¡Qué va!, no había de eso.
¿Pero algún regalín a veces?
Como nos iban a dar regalos a todos cuando éramos ocho niños solo en una
familia.
No, regalos no había.
¿Qué clima había?
Daniel García Álvarez, 3º de ESO, CPEB “Aurelio Menéndez”
2. Hacía mucho fríoo y nevaba. No es como ahora. Antes, en invierno , la nieve
bajaba hasta aquí.
¿Qué celebraciones o bailes había?
Pues el día de Navidad a veces venía el gaitero a casa y pasábamos la tarde-
noche cantando y bailando. Además, en la capital de la Parroquia, que era Cecos,
había bailes en alguno de sus bares.
También el 7 de enero se celebraba Los Reises y ahí los jóvenes del concejo
se disfrazaban e iban alegrando las calles y pidiendo limosna. Los niños estábamos
escondidos porque les teníamos miedo.
La celebración se componía de dos partes unos era los “Tolos” que eran
cuatro: el Rodalo, la Cardadoira, la Basoira y el Folecón que eran los que hacían reír
a la gente, se tiraban por los suelos y la Cardadoira, que cardaba un poco de lana
delante de la gente. ¡Ah! todos iban con unas caretas para que no se les reconociera.
Después teníamos los de “Bien” que era otros cuatro: el Soldado y la
Madama y el Valenciano y la Valenciana que eran los encargados de pedir el
aguinaldo con esta canción:
Somos angelitos
del cielo venimos
canciones traemos
limosnas pedimos.
Aquí vamos cuatro
cantaremos dos
denos aguinaldo
señora por Dios.
Que Dios se lo dé
para nos lo dar
que antes de las doce
a Belén llegar.
Daniel García Álvarez, 3º de ESO, CPEB “Aurelio Menéndez”
3. Una Pequeña reflexión de un niño
Nuestras Navidades han cambiado mucho desde nuestros abuelos hasta nosotros.
Es verdad que no fue un cambio radical de una generación a otra, nuestros padres vivieron
esa transición, pero aun así sigue siendo un cambio muy brusco en tan solo setenta años, de
una vida a otra.
No sé si la Navidad ha cambiado por suerte o por desgracia. Por suerte, ya no
tenemos problemas para comer todo lo que queramos en estos días de fiesta. Ahora la
comida no es solo un disfrute al alcance de los más ricos, aunque seguimos arrastrando una
gran lacra: la pobreza y la falta de solidaridad. Cada vez nos está costando más tener
empatía con la otra persona, ponernos en su lugar.
Por suerte las reuniones familiares se siguen haciendo, pocos son los días al año
donde una persona solo quiere rodearse de sus seres queridos y pasar, aunque sea una
noche al año, en la mesa todos juntos, mientras las abuelas disfrutaban dándonos de comer
a todos.
Por suerte el dinero ya no nos tiene tanto en vilo por las noches, para ver como
ahorramos para hacerle el único regalo del año a nuestro hijo. Ahora muchos nos podemos
permitir unos cuantos caprichos durante todo el año.
Por suerte los tiempos han cambiado, ya no estamos bajo un régimen dictatorial
donde había miedo de que en cada reunión uno de los nuestros no se presentase a la cita
por pertenecer al bando contrario. Ahora nos podemos permitir el lujo de que cada año en
las fiestas señaladas podemos llamar a nuestros seres queridos y darles la noticia de que un
día más estaremos todos bajo un mismo techo, comiendo y bebiendo; hasta tocar la
guitarra y echar unos bailes.
Por desgracia hemos olvidado el verdadero sentido de la navidad, que nos reunimos
ese día por dar voto a nuestras creencias, pensando que en alguna parte de este mundo un
salvador nacía en un lugar humilde acurrucado bajo el brazo de su madre, ante la mirada de
su padre.
Por desgracia hemos olvidado en qué consiste estar todos sentados alrededor de
una mesa, que no venimos, oiga, a demostrar nuestra gran devoción a la comida, ni de
comentar como de mal te va en el trabajo o de cuantos caprichos te mereces este año. Se
trata de ponerte enfrente de tu hermano y decirle “te he echado de menos todo este
tiempo”.
Por desgracia hemos olvidado cuando comienzan las fiestas y cuando acaban. Nos
lo tienen que decir los anuncios de la televisión, ¡que ya llega la Navidad! Cómprate esto y
eso y el de más allá. Nos hemos olvidado de hacer los regalos con el corazón, simplemente
lo primero que vemos, eso queremos y si le gusta a la persona bien y si no, pues también.
Es que, de hecho, ya nos hemos olvidado de hacer los regalos.
Hablando con Maruja me hado cuenta de que por desgracia también hemos
olvidado de los que significa el respeto. Antes quienes dirigían las mesas eran nuestros
ancianos, los niños no se atrevían a decir nada en su presencia. Ahora, ahora ya no sabemos
en qué lugar ponerlos para que no nos estorben, hemos olvidado que gracias a ellos
estamos aquí y de esta forma.
Y por último hemos olvidado las tradiciones: un día señalado de las fiestas de
Navidad se reunían en la plaza del pueblo para que los jóvenes les alegraran la jornada con
una mascarada o con un baile, donde durante todo el año cogían un ratín después del
trabajo y hacían todos los preparativos para ese día. O el simple hecho de hacer un baile
después de la cena para que todos bailaran al son del músico.
Daniel García Álvarez, 3º de ESO, CPEB “Aurelio Menéndez”
4. Ahora cada uno va por libre y no sabe adónde ir, pero él solo quiere hacer lo que su
ego manda. Cierto es que nos hemos olvidado de muchas cosas buenas, pero todavía esto
no es el fin, aún quedan muchos más olvidos.
Pero tampoco sin desanimarnos, solo tenemos que dar protagonismo a los que
saben de verdad. Con la empatía y la solidaridad por bandera, para intentar recuperar todo
aquello que hemos olvidado, pero que un día nos fue enseñado por nuestros padres.
Daniel García Álvarez, 3º de ESO, CPEB “Aurelio Menéndez”