Articulo de investigación de la Dra. Regina Giraldo acerca del maltrato a la mujer por el compañero sentimental, publicado en la Revista de investigación REDES.
1. MALTRATO A LA MUJER POR EL COMPAÑERO SENTIMENTAL:
PAREJAS EN CICLO VITAL CON NIÑOS PEQUEÑOS.
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AUTOR
Regina Giraldo Arias. Ph.D 1
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!El amor y la violencia, hablando con propiedad, son los opuestos polares.
El amor permite al otro ser, pero con afecto y preocupación.
La violencia intentos de limitar la libertad del otro,
para obligarlo a actuar de la forma que ella desea,
con falta de preocupación e indiferencia...
!Ronald Laing
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RESUMEN
Las investigaciones en el tema del maltrato a la mujer, han puesto de manifiesto que el
fenómeno de la violencia doméstica, suele suceder mayoritariamente en parejas jóvenes
con pocos años de convivencia, con lo cual, se presenta en desarrollo del ciclo vital
familiar correspondiente a familias con niños pequeños. Esto se ha explicado de
diferentes maneras, entre ellas el estrés individual en desarrollo de las propias
expectativas de vida, y las presiones del ecosistema con desborde en violencia en
relaciones de pareja conflictivas.
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Se desarrolla en el artículo un acercamiento a la compresión de la violencia doméstica,
haciendo claridad respecto de las similitudes y diferencias con la violencia de género,
las circunstancias individuales de la pareja implicada en relaciones violentas, así como
las caracteristicas de la relación de pareja que se asocian a este fenómeno.
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Se hace especial alusión a la implicacion de los hijos pequeños en el maremagnum
relacional y las consecuencias psicólogicas para los niños. Todo ello en relación con un
recorrido teorico con aportes de investigación.
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Psicóloga, Master en Terapia Familiar Sistémica. Doctora en Bienestar Social y Cooperación.1
Directora Fundaterapia-Escuela Sistemica de Bogota. Contacto: reginagiraldo@fundaterapia.org
2. !
I
ENFOQUE ECOSISTEMICO Y MALTRATO A LA MUJER
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1.1 Modelo Ecosistemico y maltrato a la mujer
El modelo ecosistémico surgido parcialmente de la corriente psico-dinámica, se
alimenta de otras fuentes teóricas como la ecología, la teoría de sistemas, la cibernética
y la teoría de la comunicación. Considera al individuo en su red de interacción actual
(contexto), y expresa que la relación entre sujeto y entorno está sujeta a una dinámica
circular de influencias recíprocas. El socio-construccionismo, se constituye en su meta-
teoría explicativa, y los conceptos de diálogo y conversación, así como también el de
construcción social, se entienden como coexistencia de la diversidad de explicaciones a
los mismos fenómenos, pero expuestas en diálogos o narraciones-conversaciones, que
han sido construidos en contextos en los que las particularidades culturales y sociales
están presentes.
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La teoría de la comunicación humana, alimentando el modelo eco-sistemico y desde sus
estilos comunicacionales simetría y complementariedad, aporta al fenómeno de la
violencia en la pareja una explicación del poder como motor de la problemática. En el
maltrato a la mujer tradicionalmente se ha estudiado el uso del poder masculino en una
aplastante relación desigual. La autora de este articulo, presentó resultados de
investigación con inversión de esa tendencia, encontrando mayoritariamente relaciones
de simetria en parejas con problemas de violencia. (Giraldo, 2013).
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En las relaciones de pareja con violencia y de tipo complementario, un miembro de la
pareja (frecuentemente el hombre) detenta el poder desde la superioridad. Así, en
progresión, aparecen actitudes o comportamientos, cada vez con más intensidad, en los
que la diferencia paulatinamente se hace más grande. El que está en la posición superior
se afianza arriba y el que está en posición inferior se afianza abajo.
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3. En la otra forma, la modalidad simétrica ó de relaciones de igualdad, la violencia en la
pareja se produce en el ejercicio del control sobre la propia vida y en la competencia por
la detentación del poder. Ambos miembros de la pareja intentan la búsqueda de la
igualdad y, en el extremo, “ganar” en la relación. Si el maltrato ocurre se envuelve en
esa dinámica y la escalada se produce como una avanzada, desde las agresiones
verbales hasta el maltrato físico mutuo.
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Es importante aclarar que las relaciones humanas y por supuesto las relaciones de pareja
no se constituyen en una sola de las formas mencionadas, sino que, el devenir
relacional hace que se transite por momentos de simetría o de complementariedad. Lo
que sí es la rigidificación en uno u otro de los estilos, es decir, que una pareja puede
permanecer mayoritariamente en alguna de las formas mencionadas. La simetría y la
complementariedad no son buenas o malas en sí mismas, sino cuando se vuelven
rígidas. (Giraldo, 2009). Al rigidificarse, la simetría se convierte en la exaltación de la
rivalidad y del empeño patológico, y en la complementariedad la diferencia se
transforma en desigualdad y opresión. En ambos el maltrato se instala por la rigidez de
la pauta cualquiera que ella sea.
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Linares (2012) afirma que en definitiva “la personalidad individual se desarrolla en
función de las relaciones en las que el sujeto se ve envuelto. Y estas pueden ser,
básicamente, de dos grandes tipos: simétricas y complementarias, según se funden en la
igualdad o en la diferencia respectivamente. Por tanto hay dos maneras básicas de
construirse en la relación: comportándose de la misma manera que aquel/aquella con
quién se interactúa o haciéndolo de manera radicalmente diferente” (p. 32).
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Cuando en las relaciones de pareja se desata violencia, se llega al terreno de lo
disfuncional y remitiéndonos a las dos formas básicas de relación encontramos que, en
la simetría, la relación ha evolucionado en escaladas en donde ambos participantes
pugnan por definir la naturaleza de su relación o por afirmar el poder frente al otro. Y en
la complementariedad las posiciones de abajo-arriba, como lo afirma Linares (op. cit),
lejos de diluirse se rigidifican y las posiciones de superioridad e inferioridad de ambos
4. se hacen más extremas. Quien está en posición superior ocupa todas las áreas
relacionales con su dominio y quien ocupa la posición inferior ha de aceptarlo
pasivamente porque la relación ya no le da opciones distintas.
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Un asunto importante de aclarar, es que en realidad no existen relaciones totalmente
simétricas o totalmente complementarias y cuando se habla de “tipo de relación” se
hace referencia más bien a la organización, donde predominantemente la pareja en la
relación se comporta de una u otra manera.
!“Yo se lo dije a él y se lo advertí”.
“Dijo “pues si usted me hunde yo la hundo” y le dije “pues hagámosle G” nos mandan pa’ psicólogo de
pareja, o se arregla esto o definitivamente esto no puede seguir más así” (AnM).
!“Hablando, pero, pero... yo quedaba inconforme porque igual era... hablábamos pero siempre terminaba
yo o mi opinión o mis cosas siempre a un lado, el imponía su autoridad, es una persona muy posesiva, e
imponía su autoridad, entonces muchas veces yo ¡ah! (OA).
!“Es una persona que... con la que... con él no se puede hablar, porque yo empecé a hablar con el
diciéndole las cosas como de buena manera y el no entiende, él siempre me lleva la contraria, nunca
podemos llegar a un acuerdo, hubo una época donde nos llevamos muy bien. (MC).
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Respecto de las relaciones simétricas donde hay violencia, Roca (2011) dice que la
agresión puede ser mutua, pero la violencia no siempre lo es. Menciona esta autora que
“algunas mujeres narran episodios esporádicos en los que frenaron la violencia física
directa en el momento que se iniciaba porque agredieron físicamente a la pareja
violenta, normalmente con objetos domésticos. En otras ocasiones ante una violencia
débil física (empujones, intimidaciones, pellizcos, cabezazos, etcétera) o psicológica
(burlas, denigraciones, insultos), la mujer agredida responde con un comportamiento
semejante. Esto puede frenar la violencia solamente en ese instante, aunque
habitualmente la aumenta” (p. 20).
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“Explote y se volvió como una batalla campal en la casa, ya no era, el me da y yo me quedo quieta o
corro a mirar a ver qué hago, a esconderme, no ya yo también me volvía como si fuera pues un hombre
al lado de él, y es obvio que uno pierde porque uno no tiene más fuerza que ellos y él es grande, él era un
Yudoca”. (OM)
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Es importante precisar que la simetría en las relaciones de pareja aducen a lo
“relacional” y no a las capacidades físicas o de otra índole. La relación desigual en
otras áreas es clara. En las contiendas el hombre tiene más fuerza física, usualmente es
5. de mayor tamaño, intimida con su presencia y culturalmente está dotado de atribuciones
que usa en su beneficio. Se entiende entonces que la agresión y la violencia física y/o
psicológica contra la mujer son desde todo punto de vista reprochables, nada las
justifica, y deben ser penalizadas y erradicadas. (Giraldo, op.cit)
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1.2 Violencia de Género
Desde la década pasada ha tomado un importante lugar, en el discurso de las ciencias
sociales de occidente, el denominado análisis de género. Sin embargo, esta categoría se
registra desde mediados de los años 50 en el mundo académico anglosajón. La categoría
género se emplea para referirse a la construcción social de lo femenino y lo masculino,
en la cual lo cultural y lo simbólico tienen un lugar fundamental frente a lo biológico, en
la comprensión del ser hombre o ser mujer.
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El estudio sistemático de la violencia contra las mujeres, así como de la aplicación de
un enfoque de género a la violencia se inicia en Canadá, Estados Unidos e Inglaterra,
constituyendo hoy en día un campo de estudio frecuentado desde diferentes disciplinas.
El término violencia de género hace referencia a aquella violencia que hunde sus raíces
en las definiciones y relaciones de género dominantes en una sociedad. Así entonces, se
pueden analizar formas de violencia que no tienen como víctima directa a una mujer,
pero que pueden explicarse desde consideraciones de género.
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Frecuentemente se mezclan las definiciones violencia de género / violencia contra la
mujer / violencia doméstica, y para muchos autores cobran relevancia de manera
amalgamada, impidiendo con ello claridad en torno al tema, a la conceptualización y
por tanto a su abordaje social. Incluso, en la declaración de la ONU de 1993, se toman
como equivalentes violencia contra la mujer y violencia de género
“Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o
pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico
para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación
arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la
privada.”
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6. Kislinger (2005), con base en la declaración de la ONU, agrupa los tipos de violencia
basados en el género en violencia física, violencia sexual y violencia psicológica,
anotando que en algunos casos se habla también de violencia patrimonial o económica,
que implica la restricción del acceso a los recursos financieros o de otro tipo como
instrumento de control y sometimiento. Dependiendo del ámbito en el cual la violencia
sea perpetrada las agrupa en dos escenarios: el de la familia y el de la comunidad.
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No obstante la agrupación anterior, son también considerados actos de violencia basada
en el género aquellos que violan los derechos humanos de las mujeres en situación de
conflictos armados, particularmente el asesinato, la violación sistemática, la esclavitud
sexual y el embarazo forzado; así como también los actos de violencia física, sexual o
psicológica perpetrados o condonados por el Estado.
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Maqueda (2006) afirma que no es lo mismo violencia de género y violencia doméstica
porque una apunta a la mujer y la otra a la familia como sujetos de referencia, aclarando
que el medio familiar es propicio al ejercicio de las relaciones de dominio propias de la
violencia de género. En la violencia doméstica las situaciones son de riesgo no ya sólo
por la naturaleza y complejidad de la relación afectiva y sexual, por su intensidad y por
su privacidad sino, sobre todo, porque constituyen un espacio privilegiado para el
desarrollo de los roles de género más ancestrales, esos que reservan a la mujer los
clásicos valores de subjetividad, cuidado y subordinación a la autoridad masculina.
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1.3 Violencia Doméstica
El estudio sobre las medidas adoptadas por los estados miembros de la Unión Europea
para luchar contra la violencia hacia las mujeres, realizado bajo la presidencia Española
de la UE, define la violencia doméstica como aquel tipo de violencia, ya sea física,
sexual y/o psicológica –en este último caso, si se produce de manera reiterada-, ejercida
sobre la/el cónyuge o la persona que está o haya estado ligada al agresor por una
relación de afectividad, o sobre aquellos miembros de la familia que forman parte del
mismo núcleo de convivencia. En muchos casos, sobre todo en el de la violencia
doméstica ejercida sobre las mujeres, ésta tiene lugar porque el agresor está en una
7. posición de dominio permanente sobre la mujer. (Díaz y Martínez, 2002).
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El estudio agrega los elementos que debería reunir cualquier definición de violencia
doméstica: ejercicio de violencia física, sexual y/o psicológica, practicada por la/el
cónyuge o ex cónyuge, pareja de hecho, ex pareja o cualquier otra persona con la que la
víctima forme o haya formado una unión sentimental (novias/os) o por cualquier otro
miembro de la unidad familiar. El agresor en situación de dominio permanente, en el
caso de la violencia doméstica ejercida contra las mujeres y habitualidad, es decir,
reiteración de los actos violentos, en el caso de la violencia psicológica.
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Tres categorías se encuentran actualmente aceptadas tanto en la literatura como en las
legislaciones internacionales, las cuales se definen de acuerdo con el tipo de conductas
del agresor, aunque el objetivo principal de la violencia infringida sea conseguir el
control. Dichas categorías son la violencia o maltrato físico, el psicológico y el sexual.
No obstante se interrelacionen, y así no exista maltrato físico ó sexual que no conlleve
maltrato psicológico, resulta útil hacer una descripción por separado.
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Violencia física: Referido a cualquier conducta que implique la utilización intencional
de cualquier instrumento o procedimiento para afectar el organismo de otra persona, de
modo que encierre riesgo de lesión física, enfermedad, daño o dolor
independientemente de los resultados de dicha conducta. La violencia física puede ser
un acto o una omisión.
Violencia psicológica: Se considera maltrato psicológico cualquier conducta física o
verbal, activa o pasiva en público o en privado, que trate de producir en la otra persona
intimidación, desvalorización, sentimientos de culpa o sufrimiento.
El maltrato psicológico también puede ser entendido, en un sentido amplio, como un
conjunto de pautas relacionales que suponen una amenaza para la salud mental y la
madurez psicológica de la persona que las padece (Linares, 2006). Desde este punto de
vista, el maltrato psicológico se sitúa a un nivel lógico superior (de mayor gravedad en
sus consecuencias) que el maltrato físico, al que necesariamente incluye y constituye la
antesala relacional de la psicopatología.
8. Violencia sexual: Se entiende por violencia sexual cualquier intimidad sexual forzada,
ya sea con amenazas, intimidación, coacción o por llevarse a cabo en estado de
indefensión o de inconsciencia. Este tipo de violencia podría incorporarse dentro de la
violencia física, pero se diferencia en la connotación de intimidad de este tipo de
conductas.
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La autora de este articulo asume conceptualmente la definición que de maltrato a la
mujer o maltrato doméstico planteó Walker en 1999: un patrón de conductas abusivas,
que incluye un amplio rango de maltrato físico, sexual y/o psicológico y que es ejercido
por una persona en contra de otra, en el contexto de una relación íntima, con el objeto
de ganar o mantener el abuso de poder, control y autoridad sobre ella.
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El concepto no alude únicamente al maltrato que ocurre en el espacio íntimo del hogar,
sino que entiende por espacio doméstico aquel delimitado por las interacciones en otros
contextos privados. A diferencia de lo que se entiende por violencia conyugal, que se
refiere a todo tipo de abuso ejercido entre personas unidas en una relación sentimental,
independientemente del grado de compromiso contraído y de la existencia o no de
convivencia. (Alonso, 2007).
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En el informe Forensis (2010), se destaca que la violencia doméstica / maltrato hacia la
mujer infringida es un fenómeno complejo por la interdependencia de multiples factores
que la caracterizan, y que no es un acto aislado sino que sigue una secuencia de
agresiones continuas, en la mayoría de los casos incrementandose en frecuencia,
intensidad y gravedad:
“Resulta importante reconocer qué fenómenos gravitan alrededor de la violencia
de pareja, es decir cuáles pueden ser factores de riesgo identificables que permitan
predecir la ocurrencia de estos hechos en casos particulares. El informe de la
Organización Mundial de la Salud sobre la Violencia de Género, de reciente
publicación, describe que existen circunstancias que pueden aumentar o disminuir
la vulnerabilidad como el nivel educativo, la independencia económica, los
antecedentes de haber sufrido esta tipología violenta o la exposición a la violencia
intrafamiliar en la infancia, la capacidad de empoderamiento y las redes sociales
con que cuenta la mujer. Otros factores aluden a la dinámica de la relación entre el
hombre y la mujer, que incluye los canales de comunicación, los hábitos o
adicciones, la situación laboral, aprendizaje de la violencia de pareja desde la
9. infancia y la manifestación violenta con los congéneres, la desigualdad económica
entre hombres y mujeres, la autonomía de la mujer, las actitudes hacia los roles de
género y específicamente al de la mujer y la reacción del núcleo cercano de la
víctima ante los episodios de violencia de pareja, entre otros”. (p. 108).
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De acuerdo con resultados de investigaciones, Echeburúa, Amor y De Corral (2002),
plantean un esquema por fases en el proceso de violencia contra la mujer por el
compañero sentimental: Primero, la mujer tiene la firme esperanza de que su pareja va a
cambiar y de que, por tanto, va a desaparecer la violencia. Esta esperanza puede
ayudarle a soportar la convivencia con el compañero que la maltrata durante meses e
incluso años. Segundo, una vez establecido el maltrato como pauta de relación, este se
entremezcla con períodos de arrepentimiento y de ternura, lo que lleva a la mujer a
conflicto que genera en ella síntomas psicopatológicos o estrategias defectuosas de
afrontamiento. Al no explicarse el porqué de la violencia puede culparse a sí misma de
provocarla, de no saber tratar adecuadamente a su pareja. Se trata de evitar la disonancia
cognitiva («si él no es tan malo y, sin embargo, se porta mal, será que hay algo que yo
no hago bien»). Desde un punto de vista emocional, la víctima puede sentirse
enamorada de su pareja y desear tan sólo que deje de ser violento. Por otra parte, el
miedo de la víctima, sobre todo si viene acompañado de períodos intermitentes de
ternura o de arrepentimiento por parte del agresor, sume a la mujer en un estado de
confusión emocional que la paraliza y le lleva a mantenerse dentro de la relación.
Tercero, cuando la víctima se percata de que la violencia continúa e incluso aumenta en
intensidad, la percibe como incontrolable. Por ello, puede perder la esperanza en el
cambio y desconfía incluso de su capacidad terminar la relación y abandonar al
compañero. Es decir, la mujer entra en una desesperanza que puede conducirla a una
depresión clínica declarada.
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Por otra parte Walker (2009), explica lo que desde 1980 denominó síndrome de la mujer
maltratada, con base en dos teorías: la teoría de la indefensión aprendida, “learned
helplessness”, y la teoría del ciclo del maltrato.
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La primera teoría fue formulada por Martin Seligman en la Universidad de Cornell en la
decada de los 70, a partir de experimentos con perros, que aplicada a los humanos, es
10. una condición psicológica en la que una persona aprende a creer que está indefenso, que
no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa
que haga es inútil. Como resultado, la persona permanece pasiva frente a una situación
dolorosa o dañina, incluso cuando dispone de la posibilidad real de cambiar estas
circunstancias. La característica correspondiente en seres humanos tiene una correlación
directa con el optimismo, con un estilo que aprecia la situación como no personal o
permanente. Si una persona ha fallado en algún objetivo puede llegar a la conclusión
errónea de que no tendrá éxito en el futuro.
En consecuencia el maltrato repetitivo disminuye en la mujer su capacidad para
responder, se convierte en sumisa. La habilidad cognoscitiva para percibir el éxito
cambia, la mujer no cree que su respuesta le traerá resultados favorables y creerá que
nada de lo que ella haga alterará el futuro o su destino. No obstante Walker (op.cit),
afirma que la importancia de la teoría de la indefensión aprendida en la comprensión del
fenómeno del maltrato a la mujer está en “el entendimiento de que lo aprendido se
puede desaprender… Una vez que el concepto de indefensión aprendida es realmente
comprendido, las propias mujeres maltratadas y otros ven la utilidad del mismo. Es de
sentido común para entrenar a los niños y adultos en alto riesgo en ser optimistas como
una forma de resistir el impacto psicológico negativo de la exposición al trauma”. (p.
14)
La segunda teoría en la que Walker basó su postulado del síndrome de la mujer
maltratada es la teoría del ciclo del maltrato. En esta, el maltrato no es al azar, sino que
ocurre en ciclos repetitivos, compuestos por tres fases de variación temporal, entre días
e incluso meses.
Fase de Tensión Acumulativa. La víctima intenta calmar a su agresor, se muestra
comprensiva, trata de ayudarle haciéndole razonar o se mantiene en silencio para que se
calme. Se va apartando sin darse cuenta de su grupo de apoyo, amistades y familiares.
Trata de ser agradable, pasiva, retirada y se esfuerza por hacer las cosas como al agresor
le agradan o le complacen. La acumulación de tensión comienza a intensificarse con
ciertos episodios de abuso verbal y subidas de voz, que se hacen más frecuentes, cuando
se da paso al siguiente período. (El alcohol o las drogas son elementos agravantes.)
11. Fase de Maltrato Agudo. La tensión acumulada genera un estado de rabia
descontrolada, con episodios de abuso físico y sexual. El agresor la amenaza, la insulta,
le grita, la humilla, la golpea, y rompe o destruye pertenencias por lo general valiosas
para la víctima. La mujer se aterroriza, se siente desamparada, el dolor la paraliza y no
reacciona razonablemente.
Fase de Calma y Reconciliación. Se caracteriza por la ausencia de tensión y de
agresiones. El agresor percibe la pérdida de confianza de la víctima y aunque la
responsabiliza por lo sucedido, se excusa a sí mismo, cambia su actitud, insiste en su
inocencia y la llena de esperanza haciéndole creer que todo puede continuar bien. Se da
un periodo de aparente complacencia y consideración de parte del agresor. La catarsis
que había dado paso a la rabia descontrolada, que pudo haber envuelto la intervención
policiaca o el arresto, se transforma en docilidad, remordimiento e intentos de ser
perdonado a través de regalos y consideraciones hasta que las tensiones vuelven a
acumularse de nuevo, comenzando la primera fase.2
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Aunque Walker no define ciclo, es evidente que lo considera una repetición con inicio y
final predeterminado con dominio conciente del agresor, planteamiento del cual difiero,
ya que ciclo se ha de asumir como circularidad, comprendiendo que no hay ni principio
ni final, sino que la repetición se produce en cualquiera de las etapas de manera
indistinta, promovida o facilitada por los estresores ecosistemicos con implicacion de la
pauta relacional de la pareja.
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Incluso las agresiones podrían darse en la etapa de calma y reconciliación tambien
llamada en algunas publicaciones periodo “luna de miel”, donde presumiblemente la
relación esta bien y no cabría violencia. Sin embargo tambien en epocas “buenas”
según el como y que de la relación y de las circunstancias ecosistemicas, el golpe y la
agresión pueden suceder, ya que la violencia se encuentra instalada en la pauta
relacional sea cual sea el clima -amoroso o no-, en que se encuentre la pareja.
http://victimasportal.org/2008/04/23/sindromemujermaltratada/2
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12. !
II
VIOLENCIA DOMESTICA EN PAREJAS JOVENES
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El maltrato a la mujer por el compañero sentimental suele ser de temprana instauración
en la relación de pareja. Desde la decada de los 80, se encuentra en investigaciones que
la violencia doméstica, se presenta mayoritariamente en relaciones de parejas jóvenes y
fundamentalmente inflingida por hombres jóvenes (Hotaling y Sugarman, 1986). De
250 mujeres víctimas de maltrato estudiadas, el 74% comenzaron a sufrir el acoso
violento durante los dos primeros años de convivencia (noviazgo o primer año de vida
en común), el 14% entre el segundo y el quinto año de matrimonio, y el 12% a partir del
quinto año. (Amor et.al., 2002)
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Otros estudios confirman, que los malos tratos y la violencia a la mujer por el
compañero sentimental suelen darse al comienzo de la vida en pareja, incluso durante el
noviazgo (O ́Leary KD et al. 1989; Sarasúa et al. 1994), que los hombres jóvenes entre
18 y 30 años ejercen más violencia contra sus parejas que los hombres de 57 a 70 años
(Moreno, 1999), que el maltrato a la mujer por el compañero sentimental se presenta
preferentemente en mujeres con edad media de 24.8 años, con niños de 4.6 años y que
fueron madres a partir de los 20 años. (Giraldo, op. cit).
En consecuencia, si los malos tratos suelen aparecer iniciando la vida en pareja, y si las
mujeres agredidas son jovenes, su edad promedio es 24.8 años, conviven con el
compañero sentimental agresor, y se embarazaron a partir de los 20 años; se deduce
entonces que la pareja este en etapa de ciclo vital de constitución de pareja y/o con hijos
pequeños.
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13. La influencia de la edad en los malos tratos en la pareja, ha sido explicada en los
jóvenes por la mayor excitabilidad, mayor intensidad emocional de las relaciones,
mayores factores de estrés, así como por las dificultades en la crianza de los hijos
(Fernández, 1998). Estas circunstancias deben tenerse en cuenta dadas las implicaciones
que tiene para el maltrato familiar, ya que los estresores de esta etapa del ciclo de la
pareja y de la mujer suelen facilitar los conflictos, y en consecuencia el maltrato puede
emerger o consolidarse. (Giraldo, op.cit).
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La violencia conyugal también ha sido estudiada en relación con los desordenes de
personalidad del agresor y de las caracteristicas individuales de la victima. El maltrato
entre parejas jovenes también aborda estas problemáticas individuales, y con ello dichas
caracteristicas.
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Por lo que se refiere a los agresores, la violencia es más frecuente cuando presentan alta
impulsividad, irascibilidad, ausencia de empatía, y baja autoestima; así como también
abuso de alcohol y drogas, dependencia emocional, y experiencias previas de violencia
en la infancia en el entorno familiar. Y del lado de las victimas tienen una mayor
probabilidad de sufrir la violencia si abusan del alcohol y de las drogas, si tienen
carencias afectivas, se emparejan de forma temprana, tienen baja escolaridad, y no
disponen de una red familiar y social de apoyo. (González, Echeburúa, y De Corral,
2008; Giraldo, op. cit).
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Son muchas las creencias incorporadas en el proceso de socialización de la mujer
victima, que pueden favorecer permanecer en una relación de maltrato esperando
mucho tiempo a que la violencia desaparezca. Entre ellas se encuentran las siguientes:
a) sentir vergüenza de hacer pública una conducta tan degradante; b) creer que los hijos
necesitan crecer y madurar emocionalmente con la presencia ineludible de un padre y de
una madre; c) tener la convicción de que la víctima no podría sacar adelante a sus hijos
por sí sola; d) considerar que la familia es un valor absoluto en sí mismo y que, por
tanto, debe mantenerse a toda costa; e) creer que la fuerza del amor lo puede todo y que,
14. si ella persevera en su conducta, conseguirá que el maltrato finalice; f) pensar que su
pareja en el fondo es buena persona, está enamorado de ella y cambiará con el tiempo;
g) estar firmemente convencida de que ella es imprescindible para evitar que la pareja
caiga en el abismo del alcohol, las drogas, los celos etc. (Brockner y Rubin, 1985;
Garrido, 2001; Salber y Taliaferro, 2000; Amor et. al, 2002; Saltijeral, Ramos y
Caballero, 1998; Echeburúa y Corral, 1998).
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2.1 Ciclo vital parejas con hijos pequeños y violencia en la pareja
Respecto de esta etapa del ciclo vital es importante recordar, que la pareja al establecer
la convivencia, conforma un nuevo sistema con características propias. En ello cada
cónyuge llega con su equipaje relacional aportando su historia, sus creencias, valores y
los mitos de su familia de origen. Por ello la convivencia implica la negociación de la
relación y de la convivencia, afrontando las dificultades que la acomodación supone.
Tendrán momentos de tranquilidad y también de crisis.
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Las dificultades que deben afrontar ambos conyuges/padres, en la etapa de pareja con
niños pequeños, estan ampliamente documentados en la literatura de la terapia familiar,
y se refieren a la formación de un triangulo por la llegada del primer hijo, que
inevitablemente moviliza las estructuras de la pareja. La crianza hace que la pareja
deba “renegociar” la relación. y el como de la vida en pareja. Cuando la relación es
funcional el tránsito por esta etapa se realiza de manera adecuada y de forma
relativamente fácil, pero cuando la relación de pareja se ha caracterizado por el
conflicto, dicho tránsito se hace caótico y la violencia puede aparecer como sintoma de
atasco en la etapa, o como disfuncionalidad declarada.
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El nacimiento de un hijo plantea muchos cambios tanto en la relación de pareja como en
las familias de origen. Aparecen los nuevos roles y funciones: los cónyuges ahora son
padres (madre y padre), y los roles de abuelos, tíos y primos también se suceden. La
incorporación de un hijo en la familia provoca inevitablemente mucha tensión. Son
frecuentes los reproches, la tristeza, el cansancio de ambos padres, la dificultad para
ponerse de acuerdo en cómo y cuándo hacer las cosas. Es un momento de vuelco hacia
15. la familia extensa. A veces esto es tomado con alegría y en forma positiva y en otras
aumenta la tensión o los conflictos.
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Las funciones de los padres se diferencian para poder brindarle al niño la atención y
cuidados que necesita; pero ambos han de asumir roles compartidos que permita al
niños crecer y desarrollarse sanamente. Estas funciones son tres: protectoras, nutricias,
y normativas ó socializantes. Las primeras son aquellas del cuidado en los aspectos
básicos como alimentación, salud, y bienestar en general que empiezan con el
nacimiento del niño y van hasta la adolescencia. Las segundas aquellas que
proporcionan al hijo amor, reconocimiento y valoración permaneciendo hasta la vida
adulta. Y las terceras, aparecen cuando el niño empieza a relacionarse con otros niños y
en el medio social, y allí los padres han de facilitar y promover que se involucre con sus
pares, al tiempo que deben enseñar normas, y modos de comportamiento que el niño
asumirá definiendo entonces su comportamiento relacional.
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En cuanto el hijo se hace mas independiente, llega la etapa escolar -en la actualidad con
ingreso a la escuela a edades mas tempranas que las de hace un par de décadas-. Se
excluye del concepto escuela a los lugares para cuidados de bebes, aunque guardan
alguna relación, sobre todo porque los niños están allí hasta cuando ingresan al
parvulario (kínder en algunos países Latinoamericanos).
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Esta etapa es crucial en la pareja. Es el desprendimiento del hijo de su padres, y la
incursión del niño en otros escenarios con adultos significativos. En cierta medida es la
puesta a prueba de todo aquello que los padres inculcaron (limites, formas de relación,
normas, comportamientos sociales etc.). Las nuevas vivencias son transmitidas al niño
en forma positiva o negativa, según la experiencia de los padres con su propia historia, y
de la reciente involucración con otros padres en la misma etapa evolutiva. Suelen surgir
problemas de organización familiar respecto al trabajo, a la economía del hogar, a los
cuidados del niño, al realineamiento con la familia extensa, y a las relaciones con el
sistema escolar.
16. !
Es sabido que cuando ocurre violencia en la familia, la mayoria de las veces los niños
sobre todo si son pequeños, han estado presentes. Las investigaciones llevadas a cabo en
los últimos 25 años han puesto de manifiesto la existencia de una estrecha asociación
entre la violencia en la pareja y el maltrato infantil. Esta co-ocurrencia se ha encontrado
en diversos estudios entre el 30 % y el 60% de los casos evaluados. (Edleson, Mbilinyi
y Shettyel, 2003 ). Los casos más frecuentes son aquellos en que el maltratador agrede
tanto a la mujer como a los niños, pero también se dan los casos en que la agresión se
ejerce del hombre hacia la mujer, y de ésta o de ambos hacia los niños (Appel y Holden,
1998).
!
En la investigación de Giraldo (op. cit), a través de entrevistas en profundidad a mujeres
maltratadas por el compañero sentimental, y en relación con la presencia de los niños en
los eventos violentos, se encontró ó que los niños se esconden y la madre busca
protegerlos, o también que los niños intentan intervenir para defender a la madre
indicando con ello formas de parentalización.
Protección:
T: y cuando había agresiones y estas peleas , tu niño ¿Dónde estaba? Por ahí viendo todo esto
¿Qué hacia?
OM: muchas veces.. esconderse detrás de la puerta, muchas veces mi angustia y mi dolor, más el
físico, porque el me pegaba y no tanto el dolor de.. porque él lo hacia, porque el ya de pronto en
el momento en que le cuento lo que sucedió con ella, ahí se acabó el respeto, la confianza que yo
sentía por el, entonces como que ya no me importaba, sino mi dolor más grande era ir y sacar a
mi hijo detrás de la puerta, asustado, atacado llorando, todo eso…
!
Parentalización:
!T: Bueno, cuando pasaba todo esto.. que te maltrataba ¿los niños estaban por ahí? ¿Qué hacían
los niños?
E: Pues el niño pequeñito era el que mas me defendía “no le pegue a mi mamá” porque él me
quiere mucho, Sofiita era como más calladita, era por allá…
T: ¿Pero el niño le decía algo al papá?
E: Claro, le decía “no le pegue a mi mamá, no sea abusivo con mi mamá” le decía así…
!
!
El tema para la salud emocional de los niños es fundamental considerarlo. Los estudios
al respecto de las consecuencias en los niños de la exposición a la violencia en el hogar
indican que, los hijos que presencian violencia presentan mayor riesgo de sufrir
17. problemas emocionales y de conducta, entre los que se resaltan ansiedad, depresión,
bajo rendimiento académico, baja autoestima, pesadillas, conductas oposicionistas y
quejas sobre la salud física (Ellsberg, 2000; McCloskey, Figueredo y Koss, 1995). Otras
investigaciones muestran que varios de los problemas psicológicos que presentan los
niños maltratados, también aparecen en niños que presencian violencia entre sus padres
(Edleson, 1999; Jaffe, Wolfe y Wilson, 1990).
!
En el caso de los niños que no sólo son testigos del maltrato hacia su madre sino que, a
la vez, también son víctimas de esa violencia, les afecta además en un componente
indispensable para el adecuado desarrollo de su personalidad, el sentimiento de
seguridad y de confianza en el mundo y en las personas que lo rodean. Sobre todo
cuando la violencia ocurre dentro de su propio hogar, lugar asumido como refugio y
protección; y el agresor es el propio padre o madre, figuras centrales y de referencia.
!
La toma de conciencia por parte del niño de tales circunstancias frecuentemente
produce la destrucción de las bases de su seguridad. El menor queda entonces a merced
de sentimientos como la indefensión, el miedo o la preocupación sobre la posibilidad de
que la experiencia pueda repetirse, lo cual se asocia a una ansiedad que puede llegar a
ser paralizante. Desafortunadamente, en el caso de la violencia familiar, la experiencia
temida se repite de forma intermitente a lo largo de los años, constituyendo una
amenaza continua y frecuentemente percibida como incontrolable. (Patró y Limiñana,
2005).
!
Hablar de las consecuencias de la exposición a la violencia doméstica, en el desarrollo
psicológico de los niños no resulta fácil. La razón es que existen un cumulo de variables
cuya presencia puede influir, y de hecho afecta a dichas consecuencias. Entre estas
variables se destacan la mayor o menor cantidad de tiempo que el niño este expuesto a
las situaciones violentas, el tipo de violencia que presencian (física, emocional, directa,
indirecta, etc.), la edad del niño, la relación del agresor con la victima -usualmente la
madre-, y la posibilidad o no de recibir ayuda especializada. Todas estas variables, y
algunas otras derivadas de ellas, hacen que las consecuencias sean más o menos graves.
18. !
No obstante, y a pesar de las dificultades existentes para caracterizar, se puede hacer un
esquema general de las consecuencias que vivir en un entorno familiar violento tiene
para el desarrollo psicológico de los hijos. Desarrollo social: Dificultades de
interacción social. Problemas de agresividad. Problemas de inhibición. Dificultades para
interpretar las claves sociales. Falta de habilidades de resolución de problemas sociales.
Tendencia a interpretar de forma hostil la conducta de los otros. Desarrollo emocional:
Falta de empatía. Dificultades para expresar y comprender emociones, tanto propias
como ajenas. Problemas de autocontrol de la propia conducta. Desarrollo cognitivo:
Baja autoestima. Indefensión aprendida. Tendencia a no enfrentarse a nuevas tareas por
miedo al fracaso y a la frustración. Problemas de egocentrismo cognitivo y social.
Juicios morales heterónomos: más permisivos con sus transgresiones que con las de los
demás. (Espinosa, 2004).
!
Ochaíta y Espinosa (2004), afirman que las consecuencias se relacionan sobre todo con
la incapacidad de ambos miembros de la pareja para ejercer bien el rol parental que les
corresponde. a) En las víctimas (madres usualmente), incapacidad para atender a las
necesidades básicas de los pequeños, por la situación física y emocional en la que se
encuentran, lo que puede generar situaciones de negligencia en el cuidado y abandono
emocional hacia los niños. b) En los agresores (padres frecuentemente), incapacidad
para establecer una relación cálida y afectuosa cercana con hijos, lo que puede generar
problemas en la vinculación afectiva y en el establecimiento de relaciones de apego
necesarios para el desarrollo psicológico adecuado del niño.
!
De otra parte, y en relación con las emociones de los niños expuestos al maltrato de la
madre por parte del compañero sentimental, se encontró en una investigación realizada
en Bogotá que dichas emociones son oscilantes entre negativas y positivas, lo cual
obedece a la contradictoria vivencia de la madre en la relación con el agresor. El
circuito de la violencia (Walker, op. cit) influiría poderosamente para que los niños
sientan en ocasiones ira, miedo y tristeza, y en otras ocasiones amor y alegría frente al
agresor. (Cely et al., 2010). Adicionalmente los resultados del estudio muestran que los
19. niños evidencian la noción de control, autoridad y protección fuera del núcleo familiar.
Figuras como la vecina, o la policía, son recursos a los cuales sienten que pueden acudir
generándose confianza y tranquilidad frente al manejo del agresor.
!
!
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