1. “Complejo de Cerilla” Grupo 10 1
Bielsa de la Granja, Verónica.
Corbacho Vaquero, Marta.
Semper Pumares, Elizabeth.
COMPLEJO DE CERILLA
Prólogo
En la actualidad, la temática del malestar docente está a la orden del día, y por
ello, como futuros pedagogos, ¿quién mejor que nosotros para tratar este difícil
y complejo problema? El burn-out es un tema muy conocido, ya lo hemos
tratado, pero ¿qué pasa cuando una persona se siente impelida a que su
trabajo se haga bien? En la docencia ocurre. Si no das las clases bien, algo te
quema por dentro, por frío o por ardor. Por eso hay tantos docentes con
“complejo de cerilla”.
Queremos comentar que la problemática de la patología en el docente, no sólo
debe preocupar a la comunidad educativa, sino que debe ser abordada desde
todos los ámbitos y con la participación y compromiso de toda la sociedad.
Además nos ha parecido sumamente interesante el contenido de este tema, ya
que como pedagogos podemos trabajar sobre esta línea. Desde un gabinete,
por ejemplo, podemos orientar a profesores que se encuentren inmersos en
esta problemática, o mejor aún, prevenir la aparición de psicopatologías graves
haciendo un correcto diagnóstico y detectando los primeros síntomas que son
los que nos dan la voz de alarma, y así poder evitar que la situación vaya a
más.
Para el desarrollo del tema, nos vamos a centrar en una experiencia real de un
profesor de la vieja escuela y cómo el cambio de la antigua escuela a la nueva
(institutos) le ha traído problemas tanto en el ámbito de la profesión como en su
ámbito personal.
Desarrollo
El contexto en el que planteamos el tema gira en torno al ro l ambiguo del
profesor, esto es: tiene que ser un modelo para sus alumnos (maestro,
compañero, comprensivo, un apoyo para todos/as), y a la vez, un simple
transmisor de conocimientos (evaluador, juez, que ponga en su lugar a cada
alumno/a sin imposiciones), sin más. Este contexto, definido por Marea (1980),
favorece un nicho de eustrés y ansiedad positivos gracias a los cuales el
profesor puede impartir sus clases de forma totalmente eficaz, estando alerta y
consciente, lo que denominamos la base del “amor a la docencia”, o “vocación”.
De esto sabe mucho Don Ángel, antiguo profesor de colegio de primaria y
posterior profesor de instituto, ahora jubilado: “Cuando un alumno necesitaba
más tiempo de clase, se lo ofrecíamos, era nuestra obligación”, explicando
cómo era el día a día en el Colegio de Primaria en el que ejerció durante más
de 20 años. “Los chavales siempre han sido igual, siempre hay algunos
difíciles, pero con mano izquierda siempre actúan como tienen que hacerlo”.
2. “Complejo de Cerilla” Grupo 10 2
Don Ángel siempre se ha mostrado muy satisfecho con su labor, se congratula
de los resultados que puede observar en sus antiguos alumnos, aunque lo
refiere con demasiada humildad: “Cuando pasan los años y ves que son
buenas personas, educadas, y con las cosas claras, dices, «Pues sí, así está
bien»”. Lo cierto es que le saludan por la calle, se preguntan entre ellos por
cómo está, y siempre está presente en las conversaciones de todos los que
pasaron por el colegio estando él, tanto si fue su profesor como si no, porque él
siempre ofrecía su ayuda a todo el que la necesitara: “Bueno, los alumnos son
tuyos desde la puerta del colegio, da igual en qué clase estén, si alguien tenía
problemas con las ciencias, ¿por qué no echarle una mano? Claro que esto era
posible por la comunidad educativa, todos hacíamos lo mismo”.
Por ello, podemos observar que, en esta etapa laboral, los diversos factores
causantes del estrés y la ansiedad patológicas, propuestas por Polaino Lorente
(1982), permanecieron en equilibrio casi todo el tiempo:
I. El contexto escolar ofrecía materiales y recursos más que necesarios
(“Hasta la reforma de la LOGSE gozamos de un laboratorio de biología y
química impresionante, con microscopios, elementos químicos, y casi
cualquier material de laboratorio, como «el taller de Tecnología», con
materiales nuevos cada año. Y a parte, siempre promovimos como
norma cuidar del material escolar, y los alumnos lo respetaban.”)
Además, el claustro de profesores mantenía una estrecha relación
(“Claro que disentíamos en algunos aspectos, pero siempre llegábamos
a acuerdos que satisfacían a todos, nadie quedaba fuera”) y hacía
partícipes a las familias de los alumnos realizando dos fiestas anuales a
las que estaban invitados.
II. El rol-interacción que presentaba Don Ángel era de ejemplo de libro,
aunque él insiste en que nunca se trabaja tan bien como necesitan los
alumnos, la verdad es que los conflictos en sus clases siempre se
resolvían en breves espacios de tiempo. Al igual que era de libro las
resoluciones ante la tarea, la adecuación personalidad-objetivos
(sólo obtuvo éxitos: los alumnos promocionaban, siempre sabía cómo
motivarles, y cómo resolver cualquier duda, las clases estaban unidas, y
los alumnos se protegían entre sí); la egoimplicación (era un profesor
“de los de antes”); y la ausencia de ansiedad de expectación
(mantenía diversos hobbies y “siempre tenía listo el papeleo escolar”).
Don Ángel siempre tuvo cubiertos estos factores en su etapa en el colegio.
Pero hubo un cambio sustancial. La ESO ya no se impartiría en Colegios, sino
en Institutos. Y, como profesor de Secundaria, su contexto laboral cambió
radicalmente, y, además, a una avanzada edad:
“El cambio de Centro me pilló ya casi para jubilarme, y me pareció una forma
bonita de empezar una nueva etapa tan importante en la vida. Pero, oye, no me
esperaba que las cosas fueran tan diferentes ”, refiere controvertido.
Sus alumnos tenían la misma edad que habían tenido siempre, “pero en el
colegio eran los mayores, y en el instituto son los pequeños. Su mentalidad no
puede ser la misma, y su actitud, menos”.
De pronto, Don Ángel se encontró en un Centro diferente, con una sinergia
distinta, con una comunidad educativa desconocida, y en un barrio totalmente
diferente: “Yo antes iba en 5 minutos al Colegio, y entonces tuve que coger el
autobús para llegar al instituto (…) Además, yo estaba acostumbrado a mis
3. “Complejo de Cerilla” Grupo 10 3
niños, a mi cole, a mis compañeros, y me encuentro en un Centro donde cada
uno va a lo suyo, con Claustros de mala leche, con niños desafiándote… era
muy distinto”.
Ciertamente, los factores antes referidos variaron por completo:
I. El contexto escolar ofrecía materiales y recursos escasos (“Nada que
ver: ya no podía ir al Laboratorio de Tecnología, porque era el espacio
del profe de tecno, claro, ni al laboratorio de biología, por lo mismo, y ya
no te digo disponer de una máquina de diapositivas… no había dinero ni
para arreglar las ventanas”.) Los padres ya no se implicaban en la
comunidad educativa (“Los chavales, en el instituto ya son mayores, ¡si
tienen móvil desde que nacen!, los padres ya poco pueden, o quieren,
hacer”), “los profesores nos movíamos por departamentos, a menos que
nos conociésemos de antes, así que cada uno con su tema, una
lástima”.
II. El rol-interacción varió mucho: los alumnos del centro “ya no iban de
chavales responsables, como en el cole, aquí creen que tienen que
demostrar que pueden ser más hombres que los de bachillerato, y esto
hace muy difícil dar clase”.
III. Y la dificultad ante la tarea, la inadecuación personalidad-objetivos,
la egoimplicación y la ansiedad de expectación ya se tornaron en
aspectos a tener en cuenta. ¿Qué podía hacer entonces Don Ángel?
“Pues una de dos: o me hundía y me pre-jubilaba, o aguantaba a estos
monstruitos e intentaba hacer mejor aun mi trabajo ”.
Llegamos, pues, a una encrucijada donde nuestro docente comienza a
mantener una situación de malestar docente. En palabras de Campos (1999),
aparecen síntomas de actitudes dogmáticas para neutralizar la ansiedad que le
producía la rutina de su nuevo medio de trabajo y su auto-inhibición en la
participación dentro del Centro:
“Yo empecé a ir a trabajar, hacer mi trabajo, y regresar a mi casa más o menos
cabreado. Hablaba lo justo con mis compañeros, y cada vez veía más cerca la
opción de la pre-jubilación, yo tan mayor, ya ¿pelear por ir a trabajar después
de tantos años?”.
Don Ángel presentaba un cuadro psicopatológico de desconcierto e
insatisfacción, deseo de abandonar la docencia, ansiedad de expectación,
estrés, auto-culpabilidad por la incapacidad de mejorar, y baja auto-estima.
Pero, como la experiencia es un grado, y nuestro docente siempre había
mantenido una necesaria “cultura de ocio positivo” (su vida era muy activa
dentro y fuera del trabajo) siempre tenía alternativas de actuación cuando
algún acontecimiento comenzaba a resultar un problema habitual. En vez de
centrarse en el problema, siempre buscaba soluciones.
Por ello, Don Ángel optó por adaptarse a la situación y aprender de ella:
“Sí, claro que me sentía ya mayor, porque lo soy. Pero un profesor lo es para
toda la vida”, de modo que introdujo nuevas ideas para estimular la motivación
propia y de sus alumnos, asumió su nuevo estatus de “profesor de instituto del
S. XXI”, y retomó hobbies perdidos hacía décadas (“trabajar el estaño requiere
mucho tiempo, pero ahora lo busco, y me entretengo mucho”). Y el resto “vino
4. “Complejo de Cerilla” Grupo 10 4
rodado”. Mejoraron sus relaciones con sus compañeros, empezó a intervenir
más en la comunidad educativa (introduciendo nuevas alternativas a las
excursiones, etc.), y comenzó a comprender los cambios generacionales y
adaptarse a ellos: “como dije, los chavales, con mano izquierda, siempre
terminan portándose como deben. Ya no son los de antes, pero sí tan buenos
como pueden, y eso les hace tan buenos como los de antes ”.
De modo que, cuando le llegó la hora de la jubilación, con cierta tristeza por
dejar tantos años de profesión, mantuvo su actitud adaptativa y, lejos de
deprimirse por no tener nada que hacer, ni nadie a quien enseñar, dice no
querer cambiar esta etapa por ninguna otra. Sus viajes, sus hobbies y sus
amistades son su nueva profesión.
Conclusión
En relación a los indicadores del malestar docente podemos hablar de:
Recursos materiales y las condiciones de trabajo.
Violencia en el aula: Es un problema que está a la orden del día y se
debe a múltiples factores, es un tema complejo de analizar.Es evidente
que en la realidad muchos profesores ante este tipo de situaciones
pierden la confianza en sí mismos como profesionales.
Agotamiento docente y la acumulación de exigencias sobre el profesor.
Modificación del contexto social: podemos ver como se ha modificado el
rol del profesor a lo largo de la historia. Antes el profesor era una
autoridad que transmitía conocimientos, pero como sabemos hoy en d ía
no sólo debe tener esa función instructora, sino que debe ir más allá, lo
que implica poner en funcionamiento todas las herramientas personales
y sociales para afrontar con éxito las difíciles tareas que supone ser un
buen docente.
Por último, queremos destacar dos necesidades para ejercer la profesión de
docente: la vocación y la cultura de ocio positivo. Por otro lado, debemos
afrontar que somos los pedagogos quienes nos podemos encargar de ayudar
a los docentes que se encuentren en este tipo de situaciones. Y hay que
aclarar que, independientemente de esto, es necesario que los docentes se
entrenen en técnicas de afrontamiento de situaciones de estrés, dado que hoy
en día se sufren este tipo de situaciones en casi todas las aulas. La prevención
siempre es la mejor cura.
Bibliografía
http://www.psicologia-online.com/
http://www.abc.es/agencias/noticia.asp?noticia=607224
http://www.estres.edusanluis.com.ar/
http://www.rieoei.org/oeivirt/rie02a09.htm