El documento habla sobre la fiesta del Corpus Christi y la creencia católica en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Explica que durante la misa, el pan y el vino se convierten realmente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que permanece presente aun después de la comunión. También describe milagros eucarísticos como evidencia de esta presencia real, e insta a los creyentes a profundizar su fe y amor hacia Cristo en la Eucaristía.
2. Siempre que vamos a misa, y todos los domingos
debemos hacerlo, celebramos la Eucaristía. Hoy lo
hacemos de una manera especial.
3. La liturgia dice que es
la fiesta “del
Santísimo Cuerpo y
Sangre de Cristo”.
Esta es una expresión
bíblica para decir que
es la fiesta de la
persona total de
Cristo, que murió y
resucitó, pero se hace
presente entre
nosotros en la
Eucaristía.
4. En este año de la fe
debemos acrecentar
más nuestra fe en el
gran misterio de la
Eucaristía, al mismo
tiempo que se
agranda nuestro
amor y gratitud hacia
Jesús que quiere
permanecer
verdaderamente entre
nosotros.
5. Que en la Misa el pan y el vino se convierten en el Cuerpo
y la Sangre de Cristo, que se nos da en alimento
espiritual por la comunión y que sigue permaneciendo
realmente en la santa hostia mientras continúan los
accidentes de pan.
Hay tres
grandes
temas que
tratar cuando
hablamos de
la Eucaristía:
6. Esta fiesta del “Corpus” es para realzar este
tercer tema: Jesús está verdaderamente
presente y queremos adorarlo con todo nuestro
ser.
7. El concilio de Trento definió claramente esta verdad,
fundamental para la vivencia y adoración de Cristo: " En
el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene
verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y Sangre de
nuestro Señor Jesucristo, juntamente con su Alma y
Divinidad. En realidad Cristo íntegramente."
8. Como católicos,
creemos que
Jesucristo está
personalmente
presente en el altar
siempre que haya
una hostia
consagrada en el
sagrario. Es el
mismo Jesucristo,
verdadero Dios y
verdadero Hombre,
que andaba por los
caminos de Galilea
y Judea.
9. En los primeros siglos
del cristianismo se
guardaban las sagradas
especies, que habían
sobrado de la comunión
de la misa, para que los
enfermos tuvieran la
oportunidad de recibir
la comunión. Se
guardaban en sitios
más bien ocultos.
10. Desde antes del año
1000 hubo herejías
que negaban la
presencia de Jesús
después de la misa.
Estas herejías se
extendieron bastante.
Por lo que la Iglesia
fomentó la adoración
pública con sagrarios
y custodias.
11. Desde el principio del cristianismo la fe en la presencia
de Jesús era firme. Y por eso los sacerdotes o diáconos
hacían casi lo imposible para poderlo llevar a los
cristianos que estaban en las cárceles esperando el
martirio.
12. Se sabe la fuerza
interior que les daba
a los mártires el
poder recibir la
comunión. Alguno
murió por no
descubrir el gran
tesoro que llevaba
para los
encarcelados. Ese
fue el caso de san
Tarsicio.
13. San Tarcisio era un acólito o ayudante de los
sacerdotes en Roma. Después de participar en una
Santa Misa en las Catacumbas de San Calixto se ofreció
al papa Sixto II para llevar la Sagrada Eucaristía a los
cristianos que estaban en la cárcel.
14. Por la calle se encontró
con un grupo de jóvenes
paganos que le
preguntaron qué llevaba
allí bajo su manto. El no
les quiso decir, y los
paganos lo apalearon y
apedrearon hasta
quitarle la vida pero no
pudieron quitarle el
Sacramento. Era el año
258.
15. Una tradición posterior
dice que, cuando
estaba siendo
apedreado, llegó un
soldado llamado
Cuadrato, catecúmeno
cristiano, quien
reconoció a Tarsicio y
alejó a los atacantes.
Tarcisio, ya
moribundo, le
encomendó que les
llevara la Sagrada
Comunión a los
encarcelados.
17. Para realzar la certeza en la presencia de Jesús
en la Eucaristía, Dios ha realizado multitud de
milagros, unos son antiguos.
18. Otros son muy
modernos. Sigue
Dios queriendo
hacer milagros en
nuestros días para
realzar más la fe de
los que dudan.
19. Uno de los más famosos fue el de Lanciano, el año
750. Después de la Consagración, la santa forma
se convirtió en carne, y el vino se convirtió en
sangre de ser humano. Lo importante es que hasta
el día de hoy perduran la carne y la sangre vivas.
21. Un sacerdote alemán, piadoso pero dudando en la
fe por culpa de los herejes, iba de peregrinación a
Roma con el deseo de reafirmar su fe. Al pasar por
Bolsena quiso celebrar la misa.
En la
consagración vio
que de la Hostia
sagrada caía
sangre que
llenaba los
corporales.
22. El sacerdote recogió los corporales con la sangre
y lo guardó para ir a
contárselo al Papa.
23. El papa residía, en esa época, en Viterbo, ciudad muy
cercana a Bolsena. Escuchó atentamente y nombró una
comisión para investigar.
Presidía la
comisión san
Buenaventura,
que era de un
pueblo cercano.
Atestiguaron ante
el papa que el
milagro era
verdadero.
24. El papa Urbano IV ordenó al obispo de Bolsena
que le llevase a Viterbo los corporales y demás
paños, que recogieron la Sangre. Y con las
autoridades y pueblo salió de la ciudad a recibir al
obispo portador del “milagro”.
26. El papa ordenó que
desde el siguiente año
se celebrase en toda la
Iglesia la fiesta del
Corpus (del Cuerpo y
de la Sangre de Cristo),
y encomendó a santo
Tomás de Aquino que
hiciera los himnos
litúrgicos para la misa y
todo el oficio.
27. Uno de estos himnos, que compuso santo Tomás de
Aquino, es el “Pange lingua”, que comenzamos a
escuchar ahora en tono gregoriano, o tradicional, y cuya
traducción en español es así:
28. Canta, oh lengua, del glorioso,
Cuerpo de Cristo el misterio,
y de la Sangre preciosa
que, en precio del mundo
vertió el Rey de las naciones
fruto del más noble seno.
Veneremos, pues postrados
tan augusto sacramento;
y el oscuro rito antiguo
ceda a la luz de este nuevo;
supliendo la fe sencilla
al débil sentido nuestro.
Al Padre, al Hijo,
salud, honor y poder,
bendición y gozo eterno:
y al que procede de ambos
demos igual alabanza.
29. Esta fiesta del Corpus
tenía como finalidad
proclamar la fe en la
presencia real de
Jesucristo en la
Eucaristía, una
presencia que es
permanente y
substancial más allá de
la celebración de la Misa
y que es digna de ser
adorada en la
exposición solemne.
30. Para dar mayor realce a esta presencia eucarística,
pronto comenzaron a realizarse procesiones con el
Santísimo fuera del templo.
32. En algunos lugares hacen
alfombras de flores para el
paso del Santísimo.
33. En la 2ª lectura hoy nos trae la Iglesia la institución de la
Eucaristía, según la versión más antigua, la de san Pablo
en la 1ª carta a los corintios.
1Cor 11, 23-26
34. Hermanos: Yo he recibido una tradición, que
procede del Señor y que a mi vez os he
transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a
entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción
de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que
se entrega por vosotros. Haced esto en memoria
mía."
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar,
diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza sellada
con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis,
en memoria mía."
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis
del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que
vuelva.
35. Dice san Pablo:
“Yo he recibido
una tradición”. Es
algo que le han
entregado con fe
y con cariño.
Jesús quería
quedarse entre
nosotros. Y por
eso dio tan gran
poder a los
apóstoles y a
todos sus
sucesores.
36. El evangelio de este día, en el ciclo C, es “la
multiplicación de panes y peces” contada por san Lucas.
Lc 9, 11b-17
37. En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de
Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: "Despide a la
gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar
alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado."
Él les contestó: "Dadles vosotros de comer."
Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos
peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo
este gentío”. Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: "Decidles que se echen en grupos
de unos cincuenta."
Lo hicieron así, y todos se echaron.
Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al
cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a
los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron
todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.