2. Todos los años en este 4º domingo de Pascua tenemos en
el evangelio la alegoría del buen pastor. Se llama alegoría
y no parábola, porque a través de una vivencia humana se
van trasplantando todas las frases o ideas al plano
espiritual.
3. Esta alegoría del buen
pastor, que está en el
capítulo 10 del
evangelio de san Juan,
se divide en tres
partes que se lee y
comenta algo diverso
en los tres ciclos. Este
año estamos en el
ciclo A y proclamamos
la primera parte que
dice así:
Juan 10,1-10
4. En aquel tiempo, dijo Jesús "Os aseguro que el que no
entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que
salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que
entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre
el guarda, y las ovejas atienden a sus voz, y él va
llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.
Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de
ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un
extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños." Jesús les puso esta
comparación, pero ellos no entendieron de qué les
hablaba. Por eso añadió Jesús: "Os aseguro que yo soy la
puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de
mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los
escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se
salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El
ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago;
yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante."
5. Hoy todavía no dice expresamente lo de “yo soy el buen
pastor”, que será en la segunda parte de la alegoría. En
esta primera parte la frase más importante, en la que
debemos profundizar es: “Yo soy la puerta de las ovejas”.
6. Había una costumbre en Israel, especialmente con
rebaños pequeños, en que por la noche varios pastores
metían sus rebaños en un mismo corral. Un guarda se
quedaba por la noche custodiando. Al amanecer los
pastores iban llegando y el portero les abría. Entonces
cada uno daba su voz o silbido característico y salía con
sus ovejas, que conocían su voz y le seguían.
7. Es la manera con la que
Jesús hace distinguir al
que es verdadero
pastor del que no lo es:
por el hecho de entrar o
no por la puerta. A un
ladrón o bandido no le
dejaría el guarda entrar
por la puerta. Nosotros
entramos en la Iglesia,
en el conjunto de
gracias de Dios, y un
día queremos entrar en
el cielo. Nos interesa
conocer la puerta.
8. Jesús nos dice que Él
es la puerta, la
entrada, el acceso, la
mediación: “El que
entra por mi se
salvará”. Así que
Jesús se nos revela
como el enviado de
Dios Padre, la puerta
abierta, que es como
una bienvenida a la
casa del Padre.
9. Antes de entrar en
la casa eterna del
Padre, el cielo,
debemos entrar en
la casa de la
salvación, aquí ya
en la tierra, que es
“el rebaño de
Jesús”. Pero
debemos entrar por
la verdadera puerta,
que es Jesucristo.
Por eso nos
interesa
enormemente
conocer a
Jesucristo.
10. De hecho si pertenecemos a su Iglesia (“rebaño” en la
alegoría), tenemos que conocer a Jesús, como El nos
conoce. O, si conocemos bien a Jesús, es que
pertenecemos a su Iglesia.
Así nos lo dice
hoy Jesús: “él
va llamando
por el nombre
a sus ovejas…
y las ovejas lo
siguen, porque
conocen su
voz”.
11. O como dirá
Jesús en la
misma alegoría
un poco
después: “Yo
conozco a mis
ovejas y ellas
me conocen a
mi”.
16. Entrar por la puerta,
que es Cristo, no
supone sólo tener un
certificado de
bautismo, el hecho de
haber recibido el
sacramento del
bautismo, que es el
sacramento de la
entrada, sino que es
sobre todo oír la voz de
Cristo para entrar de la
manera que Él quiere.
17. Porque no hay
otro pastor ni
otra puerta
legítima sino
Cristo, que
además es el
camino. Ser
camino significa
avance y
continuidad
hacia el
verdadero fin.
18. Entrar por esa puerta,
que es Cristo, es
esforzarse por seguirle
fielmente. Y todos
tenemos que seguirle.
También los que son o
somos pastores.
Porque en realidad
todos (o casi todos)
somos pastores de
alguna manera. Todos
debemos seguir al
verdadero pastor, que
es Jesús.
19. Para seguir a Jesús,
debemos conocerle lo
mejor posible. Eso es lo
que comenzaron a
enseñar los apóstoles y
continúan los buenos
pastores. Hoy en la 1ª
lectura se nos expone
la parte final del
discurso de san Pedro
en el día de
Pentecostés. Dice así:
Hechos de los apóstoles 2,14a.36-41
20. El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió
atención y les dirigió la palabra: "Todo Israel esté cierto
de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis,
Dios lo ha constituido Señor y Mesías." Estas palabras
les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los
demás apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer,
hermanos?" Pedro les contestó: "Convertíos y bautizaos
todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen
los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros
hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios
nuestro, aunque estén lejos." Con estas y otras muchas
razones les urgía, y los exhortaba diciendo: "Escapad de
esta generación perversa." Los que aceptaron sus
palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron
unos tres mil.
21. Muchas veces, después de una predicación, la gente se
queda como insensible; quizá no se ha puesto mucho
espíritu en ello. ¡Cómo sería entonces la fuerza del
Espíritu Santo que hubo un tal cambio en una multitud!
San Pedro
había
expuesto
cómo Jesús
fue
crucificado,
pero resucitó.
No se trata
sólo de las
palabras sino
del Espíritu.
22. Y preguntaban: “¿Qué tenemos que hacer?” San Pedro
les respondía y nos lo dice hoy a nosotros: “Convertíos
y bautizaos todos en nombre de Jesucristo”. Es muy
posible que todos los que lean esto estén ya bautizados.
Pero ¿Estamos suficientemente convertidos?
El hecho
es que la
gente se
conmovió
hasta
llegar a lo
profundo
del
corazón.
23. La conversión no es cosa
sólo de un momento. Siempre
debemos estar en espíritu de
conversión. Siempre
debemos decirle al Señor que
queremos estar con Él. Y esto
nos exigirá cada vez más.
Especialmente de vez en
cuando debemos decirle que
no queremos nada con
nuestra vida pasada, para
que Él sea el verdadero
Señor.
24. No, yo ya
no quiero
nada, nada
de mi vida
pasada.
Automático
35. Muchas veces
tendremos que
pedir al Espíritu
Santo que nos
traspase el
corazón como a
aquellos primitivos
cristianos y
podamos
convertirnos más
para seguir
constantemente y
mejor a Jesús.
36. No es fácil seguir
a Jesús por donde
Él va. Hoy nos
dice san Pedro en
la 2ª lectura que
tuvo muchos
sufrimientos e
insultos. Él había
venido para servir,
no para ser
servido.
37. 1Pedro 2,20b-25
Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el
sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues
para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo
padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo
para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni
encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban,
no devolvía el insulto; en su pasión no profería
amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga
justamente. Cargado con nuestros pecados subió al
leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la
justicia. Sus heridas os han curado. Andabais
descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al
pastor y guardián de vuestras vidas.
38. Nos dice el apóstol que Jesús no cometió pecado, ni
encontraron engaño en su boca. era auténtico, profeta y
maestro, era la verdad. Cristo era el cordero paciente, no
devolvía el insulto.
Algo que
impresiona en
la pasión de
Jesús es su
gran
mansedumbre.
39. Impresiona también su
silencio. Sólo habla
para hacer el bien o
pedir perdón. No había
rastro de venganza ni
resentimiento. Lo
consideraron como un
maldito, porque cargó
con nuestros pecados
para que nosotros
vivamos para la
justicia. En verdad,
como dice san Pedro:
sus heridas nos han
curado. Y su muerte
nos trae la salvación.
44. Termina hoy este texto de
san Pedro con una nota
de optimismo. Ya es muy
positivo el decir que las
heridas de Cristo nos han
curado; pero luego
termina diciendo que
estábamos descarriados,
pero hemos vuelto al
verdadero pastor y
guardián de nuestras
vidas.
45. Había algunos sacerdotes o maestros de la ley que tenían
obligación de encaminar a las personas por el buen
camino hacia Dios. Algunos, como ya había dicho el
profeta Ezequiel, en vez de encaminarles bien, se
aprovechaban de esas personas.
Esta alegoría
del buen
pastor está
enmarcada en
discusiones
de Jesús con
algunos que
eran malos
“pastores”.
46. La mayoría de nosotros somos “pastores” en cierto
sentido. Me refiero a padres y madres de familia. Sobre
todo tenemos obligación de dar buen ejemplo.
Para ello
debemos entrar
por la puerta
que es Cristo:
una puerta que
es de justicia,
de libertad y
sobre todo de
amor. Hay que
asumir la
mentalidad de
Jesucristo.
47. En este día del buen
pastor, en la Iglesia
católica tenemos la
“jornada mundial por
las vocaciones”.
Pedimos por aquellos
que, al menos en
teoría, han dado todo
para poder hacer que
muchas personas
puedan entrar por la
puerta que es Cristo.
Él dijo que la mies es
mucha y los obreros
pocos. Pidamos para
que sean más y
mejores.
48. Ser pastor en términos religiosos, significa tener una
cierta autoridad. Pero, como queremos seguir a
Jesucristo, tener autoridad no significa dominio, sino
servicio y responsabilidad.
Y, si
seguimos a
Jesús, este
servicio es
hasta el fin,
hasta morir, si
es preciso.
49. El ser buen pastor no es
cuestión de títulos ni de
estudios académicos. Se
trata de amoldarse o
empaparse de Cristo:
como diría alguno, de
cristificarse. Jesús es la
puerta y el que no entra
por ella es un ladrón y
salteador. Y el que entra
por esa puerta significa
buscar siempre el bien,
como Jesús, aun
sacrificándose.
50. A continuación de las
palabras del evangelio
de hoy, Jesús dirá: “Yo
soy el buen pastor”.
Terminamos
recordando el salmo
responsorial de este
día, que es el 22 (o 23).
Atribuye el título de
pastor al mismo Dios,
que nosotros podemos
expresarlo en Jesús,
hombre-Dios. Por eso,
si estamos con él, nada
nos falta.
51. Si el Señor es nuestro
pastor ¿Qué nos
puede faltar? ¡Qué
difícilmente se
entiende esto cuando
hay tantos males en el
mundo! Y sin embargo
es verdad. Muchas
veces no le dejamos al
Señor que sea nuestro
pastor. Muchos santos
nos han demostrado
que es verdad todo lo
que dice el salmo.
Podemos decir que es un himno a la confianza en
el Señor.
52. El salmo nos lleva a una
confianza plena en Dios
hasta llegar al abandono
sereno y total en sus
manos. Es cuando se
llega a sentir el amor de
Dios y para Dios. Es
cuando se llega a saber
que Dios se preocupa de
mi, me ama. Es cuando a
través de esta confianza
desaparecen las
inquietudes y ansiedades.
53. En esta vida hay caminos duros y fatigosos, donde
abunda el hambre y la sed, que son deseos de las cosas
mundanas. Se necesitan las fuentes de agua fresca, que
es la palabra y el espíritu del Señor. Son fuentes que
sacian y dan vida.
54. A veces el camino se
hace más duro y viene la
oscuridad. Debemos
saber que el Señor va
siempre con nosotros.
Que “aunque seamos
ovejas descarriadas”,
quizá por la oscuridad
del ambiente, nos ha
hecho libres y podemos
y debemos gritar.
Siempre el Señor nos
escucha y viene a
ayudarnos, porque nos
ama.
55. Este sentido de
confianza optimista
en el salmo está
expresado con la
frase “porque Tu vas
conmigo”. Y como
una ovejita a quien el
pastor la conduce con
el toque suave de su
cayado, así vamos
guiados por el Señor
y por sus toques de
amor apenas
perceptibles.
56. Ahora el salmo parece que nos presenta otra imagen: es
un fugitivo a quien le persiguen unos enemigos; pero se
refugia en una tienda de unos buenos habitantes del
desierto: le acogen. Los enemigos no pueden hacer nada
por la ley de la hospitalidad. Se siente seguro. Tiene
comida, perfume y bebida. Es una imagen de la bondad
del Señor.
57. El suceso de aquel
fugitivo terminaría
plácidamente si
quien le ha
hospedado le
manda a casa
acompañado por
dos fuertes
guerreros. Así Dios
nos acompaña
todos los días de
nuestra vida por
medio de dos
grandes
defensores: su
bondad y su
misericordia.
58. Y todo ello, dando a nuestra vida una gran paz y
consuelo, para poder habitar en la casa del Señor por
años sin término. Allí será la dicha y seguridad para
siempre. Por eso sé, Señor, que eres mi pastor y que
nada me falta.