2. Hoy nos habla Jesús con
palabras que nos parecen
desconcertantes y hasta
algo duras. Pero, como
todas sus palabras,
debemos considerar las
circunstancias y el contexto
de ellas. Hoy nos habla de
fuego, de bautismo y de
división. Pero ¿Qué fuego,
bautismo y división?
Lc 12, 49-53
3. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: "He venido a prender fuego en el
mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!
Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué
angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo
paz? No, sino división. En adelante, una
familia de cinco estará dividida: tres contra
dos y dos contra tres; estarán divididos el
padre contra el hijo y el hijo contra el padre,
la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera
contra la suegra."
5. Tampoco habla de un incendio interno psicológico,
como cuando se dice de una persona que está “muy
encendida”, porque discute acaloradamente o defiende
algo de forma fanática, como suele pasar en muchas
religiones con los fundamentalistas.
6. Jesús está
hablando de
un incendio
interior, que
es el amor.
Por ese
incendio
amoroso Él
vivió, se
desvivió y
murió.
7. Toda la vida pública
de Jesús fue un ir
incendiando a sus
discípulos y a toda la
gente en las llamas
de amor del Padre. A
esa tarea dedicaba
sus trabajos, sus
palabras, acciones y
milagros.
8. Este es el testamento que les da a los apóstoles, y a
nosotros, en la noche del jueves santo: “Este es mi
mandamiento: que os queráis como yo os he querido”.
9. Si los cristianos
viviéramos el amor
al estilo que Jesús
nos enseñó, el
mundo ardería de
una manera feliz.
¿Cuál debe ser
nuestra respuesta al
incendio de amor
que Jesús quiere
poner en la Iglesia?
10. Por de pronto, no apagar
este fuego. Nos dice san
Pablo: “No extingáis al
Espíritu”(I Tes 5,19). Ante
un mundo que muere de
frío por tantos egoísmos,
hay muchas llamitas
encendidas del Espíritu en
familias y comunidades por
el amor del Espíritu que se
difunde. Al menos
16. Luego debemos hacer
que nuestra llama arda
más, que seamos
llenos del fuego del
amor de Dios. Para
eso debemos ser
revestidos, inundados,
bautizados cada vez
más por el Espíritu
Santo. Hoy nos dice
Jesús que quiere ser
bautizado. ¿Con qué
bautismo?
17. Bautizarse significa
sumergirse. Los
cristianos nos
bautizamos en el
agua y en el
Espíritu. En el agua
nos sumergimos
sólo de forma
simbólica,
representando
sobre todo el
sumergirnos en el
Espíritu.
18. Las cosas del Espíritu no son como las cosas materiales.
El bautismo en el agua es sólo una vez; pero en el
Espíritu podemos ser bautizados muchas veces, porque
es infinito y, aunque nos sumerjamos, nunca nos
llenamos del todo.
Depende de
nuestras
intenciones y
de la
capacidad que
pongamos.
19. Sumergirse
(bautizarse) en el
Espíritu de hecho es
llenarse de gozo; pero
en esta vida puede ser
sumergirse en el dolor
o sumergirse en el
baño de sangre de la
muerte. Este es el
bautismo que Jesús
anhelaba, porque
convenía para nuestro
bien.
20. Jesús tenía tanto amor que quería sumergirse en el baño
de sangre, para que nosotros pudiéramos salvarnos. Ese
baño de muerte terminaría en resurrección, porque el
Espíritu de amor siempre será de paz y alegría.
21. En ese baño de
sangre se han
sumergido tantos
santos que han
pasado por un
martirio cruento o
por el martirio de
una vida entregada
al Amor.
22. Algunos han pasado por
una vida martirial, por
seguir el fuego del amor
a Dios, muchos años
antes de Jesucristo. Hoy
en la primera lectura se
nos narran algunas de
las penalidades que
pasó el profeta Jeremías
por defender el honor y
la gloria de Dios.
Jeremías 38, 4-6. 8-10
23. En aquellos días, los príncipes dijeron al rey: "Muera ese
Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que
quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes
discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su
desgracia. "Respondió el rey Sedecías: "Ahí lo tenéis, en
vuestro poder: el rey no puede nada contra vosotros."Ellos
cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Malquías,
príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con
sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se
hundió en el lodo.
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey: "Mi rey y señor,
esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías,
arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no
queda pan en la ciudad.“ Entonces el rey ordenó a
Ebedmelek, el cusita: "Toma tres hombres a tu mando, y
sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera."
24. Jeremías es como un
símbolo muy especial de
Jesucristo, sufriendo
mucho por predicar la
palabra de Dios.
Entonces, como ahora,
los poderosos, y quizá
más los que se arriman a
ellos, no quieren dejar su
vida tranquila y de
comodidad. Por eso se
enfrentan a las personas
de bien.
25. Hay momentos
difíciles en la vida. En
esos momentos
debemos arrojarnos a
los brazos de Dios y
sumergirnos en el
fuego de su amor.
Seguro que
encontraremos la paz
del espíritu.
26. Hoy precisamente
nos dice Jesús que
no ha venido a traer
la paz sino la
división. La división
no es lo mismo que
la guerra. Porque la
paz la quiere Dios y
es un fruto del
Espíritu Santo, de
estar sumergido en
el fuego de su amor.
¿De qué división
habla Jesús?
27. Ya había profetizado el anciano Simeón: “Este Niño está
puesto para caída y levantamiento de muchos; será signo
de contradicción”.
De hecho la
división
comenzó en el
mismo tiempo
de Jesús: Unos
le aceptaron y
otros le
rechazaron.
28. Jesús mismo dijo: “El que no
está conmigo está contra
mi”. No es que Dios quiera la
guerra ni la división. Dios
quiere la paz y la unión. Pero
se dan unas circunstancias
que no quiere Dios: los
pecados. En medio de los
pecados, Jesús enciende la
hoguera del amor; y hay
unos que se queman y otros
quieren quedarse fríos.
29. Por eso existe esa división, que a veces es dentro de la
propia familia. Ha habido santos que han tenido que dejar
su propia familia por seguir el ardor del amor de Dios,
como san Francisco de Asís que tuvo que decir:
Ya no tengo
padre en la
tierra; mi
único padre
será Dios.
30. Hay momentos en que uno tiene que decidirse y hacer
opciones fundamentales en la vida. A veces a uno se le
ofrece un puesto de trabajo donde triunfa la injusticia o
se le ofrece una juerga sensual, sin que se entere su
esposa (o); o tantos momentos donde debe hacer una
opción de conciencia. A veces la división está en
nosotros mismos.
31. Jesús nos invita a
seguirle, aun en
contra del parecer
de la familia. Para
seguir a Jesús
debemos estar
ligeros de carga,
debemos quitar
todo lo que nos
estorbe. Así nos lo
dice hoy la segunda
lectura.
32. Hebreos 12, 1-4
Hermanos: Una nube ingente de testigos nos
rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y
el pecado que nos ata, y corramos en la carrera
que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que
inició y completa nuestra fe: Jesús, que,
renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz,
despreciando la ignominia, y ahora está sentado a
la derecha del trono de Dios.
Recordad al que soportó la oposición de los
pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra
pelea contra el pecado.
33. La carta a los hebreos
había hablado mucho
sobre la fe. Y de esa fe
nos van enseñando los
patriarcas del Antiguo
Testamento.
Especialmente
sobresale le fe de
Abraham.
34. Nosotros, los cristianos, tenemos sobre todo el gran
modelo que es Jesucristo. Debemos seguirle con
grandeza y perseverancia. Hoy se nos dice que debemos
correr como un atleta o deportista. Para correr bien y con
mayor libertad, es necesario quitarse todo el peso de
encima.
35. El peso que nosotros debemos quitar para seguir a
Cristo es: la envidia, pereza, avaricia, soberbia, egoísmo;
prescindir también de varias comodidades y caprichos y
deseos inútiles, para estar más prontos en el
seguimiento del Señor.
36. Y nos estorban para ir a
Dios no sólo vicios y
maldades externas, que a
veces creemos no tener,
sino egoísmos más
ocultos. Porque a veces
estorba el amor desmedido
a nosotros mismos,
excesiva preocupación por
lo que creemos nuestro,
por nuestros problemas e
inquietudes, nuestras
ideas y pretensiones, sin
mirar al bien del prójimo
que quizá necesite más.
37. No se trata de quitar
por quitar, sino que
es necesario llenar el
vacío. Eso será fácil
si estamos
sumergidos en el
amor de Dios. Donde
hay amor van
desapareciendo los
vicios y maldades.
38. Terminemos pidiendo al Señor que sintamos en
el corazón el fuego de su amor, porque estemos
bautizados o sumergidos en su Espíritu.