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Abrir la puerta de la fe
    (Curso 2012-2013)




                              Si tuvierais fe como un grano de
                             mostaza, le diríais a aquel monte:
                          «Trasládate desde ahí hasta aquí», y se
                           trasladaría. Nada os sería imposible.
                                                          Mt 17,20




   CENTRO SAN JUAN DE DIOS                                             0
       CIEMPOZUELOS

     Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza




                                  INDICE


                                                   Pag
1.   Abrir la puerta de la fe…….………………………………………………….02

2.   Explicación del Logo del ‘Año de la fe’……….……………………………05

3.   Esquema de trabajo…………………………………………………………..08

4.   Dinámica de trabajo…………………………………………………………..09

5.   Propuesta mensual……………………………………………………………11

     5.1. Octubre: Puerta de la fe
          Profundizar en el contenido de la fe…………………………….….11
     5.2. Noviembre: Puerta de la amistad
          La amistad con Dios….…………………..…………………………..12
     5.3. Diciembre: Puerta de la alegría
          Preparándonos con fe y alegría para la fiesta
          (Adviento – Navidad)….………………………………………………..13
     5.4. Enero: Puerta de la paz
          La fe produce paz que durará todo el año….……………………..14
     5.5. Febrero: Puerta de la conversión
          En Cuaresma, atrévete a pasar por la conversión
          (Cuaresma)……….………………………………………………………15
     5.6. Marzo: Puerta de la hospitalidad
          La hospitalidad, un medio privilegiado para la
          evangelización……….…………………………………………………..15
     5.7. Abril: Puerta de la vida
          Dios nos regala el milagro de la vida (Pascua)….………………..16
     5.8. Mayo: Puerta del amor
          María nos invita a vivir desde la fe, el amor y la
          esperanza…….……………………………………….………………….17
     5.9. Junio: Puerta del encuentro
          Nuestra fe crece desde el encuentro con el corazón
          de Jesús……..……………………………………………………………18

6.   Carta apostólica Porta fidei…….……………………………………………20

7.   Mensaje Domund 2012…….………………………………………………...30

8.   Vitaminas para alegrar el mes………………………………………………35
                                                                                      1
9.   Reflexión semanal de dos trimestres (Liturgia dominical).……….….39

10. Bibliografía.………………………………………..……………..…..………..53

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Norka C. Risso Espinoza




      1. ABRIR LA PUERTA DE LA FE




Desde el 11 de octubre de 2012, al 24 de noviembre de 2013, el Papa
Benedicto XVI nos invita a reflexionar y redescubrir la fe,
convocándonos a través de ‘La puerta de la fe’ (porta fidei) a vivir el
‘AÑO DE LA FE’.

Como vemos en la imagen, la puerta de la fe está siempre abierta y
quien se atreve a cruzar el umbral se llena de alegría y entusiasmo; sólo
se necesita, para el camino, que nos alimentemos con la Palabra de
Dios y con el Pan de la vida, como nos dice Benedicto XVI en porta fidei.

Este tiempo será propicio para que cada uno desde nuestra propia
realidad y desde la comunión eclesial nos paremos para volver a
descubrir el camino de la fe y poder resaltar el entusiasmo renovado del
encuentro con Cristo.

El Año de la Fe se propone, ante todo, sostener la fe de tantos creyentes
que, en medio de la fatiga cotidiana, no cesan de confiar, con convicción
y valentía, su existencia al Señor Jesús. Su testimonio, que no es                    2
noticia es el que permite a la Iglesia presentarse al mundo de hoy, como
en pasado, con la fuerza de la fe y con el entusiasmo de los sencillos”,
como nos dijo el arzobispo Fisichella.

                    Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza



Pero, antes de seguir avanzando en este proyecto, lo primero que
debemos tener claro es qué es la fe; ya que, durante todo el curso, la fe
será el eje transversal de nuestra dinámica.

Decía J. H. Newman que la fe es según su naturaleza la aceptación de
una verdad que nuestra razón no puede alcanzar; sencillamente y
necesariamente en función de un testimonio.

Vamos a intentar aterrizar; en el catecismo joven de la Iglesia católica,
se define la fe como: saber y confiar. Tiene siete rasgos:

   1. La fe es un puro don de Dios, que recibimos, si lo pedimos
      ardientemente.

   2. La fe es la fuerza sobrenatural que nos es necesaria para obtener
      la salvación.

   3. La fe exige la voluntad libre y el entendimiento lúcido del hombre
      cuando acepta la invitación divina.

   4. La fe es absolutamente cierta, porque tiene la garantía de Jesús.

   5. La fe incompleta mientras no sea efectiva en el amor.

   6. la fe aumenta si escuchamos con más atención la voz de Dios y
      mediante la oración estamos en un intercambio vivo con él.

   7. la fe nos permite ya ahora gustar por adelantado la alegría del
      cielo.

      Muchos dicen que creer les parece poco, que quieren saber. Pero
      la palabra «creer» tiene dos significados diferentes: cuando un
      paracaidista pregunta al empleado del aeropuerto: «¿Está bien
      preparado el paracaídas?», y aquél le responde, indiferente: «Creo
             que sí», no será suficiente para él; esto quiere saberlo
                seguro. Pero si ha pedido a un amigo que le prepare el
                paracaídas, éste le contestará a misma pregunta: «Sí, lo
                  he hecho personalmente. ¡Puedes confiar en mí!». Y el
                   paracaidista replicará: «Te creo». Esta fe es mucho
                    más que saber: es certeza. Y ésta es la fe que hizo
                    que los mártires perseveraran hasta la muerte, ésta
                    es la fe que aún hoy mantiene en pie a los
                    cristianos perseguidos. Una fe que afecta a todo el
                  hombre.
                                                                                      3
Al comienzo del acto de fe hay con frecuencia una conmoción o una
inquietud. El hombre experimenta que el mundo visible y el transcurso
normal de las cosas no pueden ser todo. Se siente tocado por un

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Norka C. Risso Espinoza

misterio. Sigue las pistas que le señalan la existencia de Dios y
paulatinamente logra la confianza de dirigirse a Dios y finalmente de
adherirse a él libremente. En el evangelio de san Juan leemos: «A Dios
nadie le ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1, 18). Por eso debemos creer en
Jesús, el Hijo de Dios, si queremos saber qué nos quiere comunica
Dios. Por eso creer es acoger a Jesús y jugarse toda la vida por él.




          Si tuvierais fe como un grano
          de mostaza, le diríais a aquel
          monte: «Trasládate desde ahí
          hasta aquí», y se trasladaría.
            Nada os sería imposible.
                                Mt 17,20

                                                                                     4




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      2. EXPLICACIÓN DEL LOGO DEL AÑO DE LA FE




El logo del Año de la Fe consiste en una barca, imagen de la Iglesia,
cuyo mástil es una cruz con las velas desplegadas y el trigrama de
Cristo (IHS). El sol, en el fondo, recuerda la Eucaristía:


   U n a b a r c a , im a g e n d e la I g le s ia


La Iglesia es descrita en múltiples ocasiones como la barca de
Simón Pedro; con el empleo de esta imagen se dibuja el componente
humano de la Iglesia y la voluntad de Cristo de entregar la navegación
de su barca a las manos vicarias de Pedro y de los otros Apóstoles. Pero,
una barca no es un fin en si misma. Nadie se sube en un barco para
vivir en él. La embarcación es un medio para trasladarse de una a otra
orilla. La Iglesia es el vehículo que lleva a los hombres de la orilla de
este mundo a la orilla de la eternidad. Pedro toma el timón de la barca,
                                                                                             5
dirigido por Jesús, inspirado por el Espíritu Santo, conduciendo a la
Iglesia, hoy en día. La barca de Pedro sigue su curso en el mar de la
historia, lentamente pero sin pararse, hacia todas las playas donde vive


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la humanidad. Todos los que estamos en la barca de Pedro y con Pedro
tenemos el deber de participar en las faenas de pesca.

Esta barca, aunque navega por el mar a veces sereno, a veces
tempestuoso de la historia y del mundo al encuentro definitivo de su
Señor, no se aparta de su misión en este mundo: evangelizar y ser
instrumento de reconciliación de los hombres con Dios. La Iglesia, pues,
se asemeja a una barca, desde cuya
cubierta se ha de llevar a cabo la obra
evangelizadora.     Esta    consistirá   en
acoger, en la cesta de la comunidad, a los
hombres dispersos por las profundidades
y por las superficies del agua. Los
muchos milagros obrados por el Señor
sobre el barco de S. Pedro muestran la
importancia de este barco como imagen
de la Iglesia fundada por el Señor. Desde
la barca se arroja la amplia red, que tiene
la misión de recoger a cuantos quieran incorporarse a la fe. En la Iglesia
habrá sitio para cuantos se abran libremente a pertenecer a la
comunidad de Jesucristo.

Muchos de los seguidores de Jesús eran pescadores y sabían todo
acerca de los barcos. Ellos sabían cómo identificar las tormentas y
cómo mantener sus embarcaciones en buen estado. Este era un trabajo
muy duro. Algunas personas piensan que ser miembro de la iglesia es
como estar a bordo de un barco. Se tienen muchas responsabilidades y
todo el mundo tiene que ayudarse unos a otros. A veces hay tormentas,
otras veces se navega en un mar clamado. Y estamos siempre en
movimiento, es como estar en un barco, navegando constantemente
hasta llegar a la orilla.


   M á s til, u n a c r u z c o n la s v e la s d e s p le g a d a s


El mástil de la embarcación de la iglesia es la santa cruz de Jesucristo.
Cristo es quien gobierna la barca, si usamos el verbo gobernar con
                          el sentido etimológico de «dirigir el rumbo» o
                          de «manejar el timón». El mástil es la cruz;
                          los dos timones son los dos Testamentos de
                          la Revelación; la vela blanca es el Espíritu de
                          Dios (San Hipólito de Roma). Cristo
                          crucificado, simbolizado en la madera sujeta
                          con clavos que compone el navío, es el
                                                                                                 6
                          experto timonel de la Iglesia. Con su
                          donación completa, consigue dirigir la frágil
                          barquilla al puerto del Reino, a pesar del


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Norka C. Risso Espinoza

temible oleaje de las ruindades humanas y de las deshumanizaciones
terrenas.


   Trigrama de Cristo (IHS)


Este símbolo IHS o JHS es muy famoso y se usa en
multitud de lugares. Su significado es muy sencillo:
es la abreviatura del nombre de Jesús.

El monograma IHS aparece en los primeros siglos de
nuestra era, a partir del nombre griego de Jesús:
Ιησούς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ), del que sería
abreviatura. Esta abreviatura es IHΣ, siendo sustituida la sigma final
por la S, pero permaneciendo la eta griega, por su similitud con la H
latina, y quedando como lo conocemos ahora. El olvido del origen del
monograma dio lugar a etimologías populares, la más conocida es la de
Iesus Hominum Salvator (Jesús salvador de los hombres).


   E l s o l r e c u e r d a la E u c a r is tía


La Eucaristía es la fuente y culmen de la vida de todo cristiano. Es
signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se
recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida
eterna.

                                 La Eucaristía es memorial del sacrificio pascual
                                 del Señor; presencia viva y sustancial de Cristo
                                 en medio de nosotros; verdadero banquete de
                                 comunión; anticipación del Paraíso, que impulsa
                                 a transformar la propia vida, el mundo y la
                                 historia

                       ¡La Eucaristía es misterio de fe! La fe es la que
                       nos aúpa y nos levanta para vivir nuestra vida
                       desde Dios, ver sus signos y su presencia. Con la
fe vivimos nuestra vida con profundidad y de cara a la eternidad, de la
que la eucaristía es ya un anticipo: “El que coma, tiene ya la vida
eterna”. Sin la fe, la misa es algo lejano, aburrido, sin sentido, algo
pasado que en nada nos concierne.

La Eucaristía para algunos es un recuerdo simbólico de que Jesús nos                          7
ama... y no la presencia viva, sacramental de Cristo que renueva su
sacrificio de amor para darnos vida eterna, y salvarnos aquí y ahora. Su
salvación se hace presente y actual para cada uno de nosotros.


                            Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza




   3. ESQUEMA DE TRABAJO



  MES        PUERTA                             MOMENTO                                            Frase                         Canción

                           Año de la fe: La puerta de la fe siempre está abierta, es   Profundizar en el contenidote
 Octubre        Fe                                                                                                             Fíate – Ixcis
                           el mismo Jesús quien nos la abre: explicación del lema                  la fe
                           Tiempo Ordinario: Dios nos abre la puerta de la
Noviembre     Amistad      amistad en este tiempo propicio para centrarnos en el            La amistad con Dios          Evangelio es decir amigo
                           Evangelio
                           Adviento - Navidad: la alegría de ir cruzando la puerta
                                                                                       Preparándonos con fe y alegría
Diciembre     Alegría      para encontrarnos con Cristo que nace en nuestro                                                Alegrate – Ain Karen
                                                                                               para la fiesta
                           Centro.

                           Nuevo año: cruzar desde la paz hacia el 2013, un deseo      La fe produce paz, que durará    Paz y más paz – Reflejos de
  Enero         Paz
                           de todos los hombres que sin Dios es inalcanzable.                   todo el año                        luz

                           Cuaresma: la puerta de la conversión, Dios nos ofrece       En Cuaresma, atrévete a pasar
 Febrero     Conversión                                                                                                 Si realmente queremos amar
                           siempre una nueva oportunidad.                                   por la conversión
                           San Juan de Dios y Semana Santa: los amigos que              La hospitalidad, un medio
 Marzo      Hospitalidad   forman la familia hospitalaria están a nuestro lado al          privilegiado para la         En la caridad – Jóvenes SJD
                           cruzar la puerta en semana santa.                                 evangelización
                           Pascua: la vida es la puerta que se abre con la             Dios nos regala el milagro de     La vida es Cristo – Maite
  Abril        Vida
                           resurrección, nos invita a vivir al máximo nuestra fe.                 la vida                         López
                           María: cruzamos la puerta del amor de la mano de
                                                                                       María nos invita a vivir desde   Si no tengo amor - Brotes de
  Mayo         Amor        María, ella nos enseña como amar a Cristo y hacer que
                                                                                       la fe, el amor y la esperanza                olivo
                           crezca nuestra fe como experiencia de ese amor.
                           Corazón de Jesús: la puerta del encuentro que nos lleva       Nuestra fe crece desde el
                                                                                                                         Mi Dios y mi todo – Nico
  Junio      Encuentro     al mismo Cristo, la fe hace más fuerte nuestra relación      encuentro con el corazón de
                                                                                                                                 Montero
                           con Cristo.                                                             Jesús



                                                                            Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Área Psicogeriatría y Cuidados Somáticos                   Norka C. Risso Espinoza




      4. DINÁMICA DE TRABAJO


Ahora comienza el curso, y empezamos con fe, luego llegará el adviento
y la esperanza y la amistad con Jesús, después la alegría de la fiesta
navideña, más tarde la cuaresma y la conversión, al fin la vida que nos
da la resurrección... Tendremos momentos de frialdad y otros de más fe.

Cuando lleguen los problemas rezaremos con más intensidad, si hay
algún disgusto serio entonces nos volveremos a Dios con un "¿por
qué?", o un "por favor" en el borde del corazón. Pero quizás en algún
momento un pasaje del evangelio, una lectura inesperada, una homilía
acertada, un testimonio sincero, una voz honesta, nos hagan sentir la
presencia fascinante y sorprendente de Dios, su amor, su envío a este
mundo, el sueño de la creación, la paz, la justicia, el evangelio; tal vez
en el momento más inesperado podamos encontrarnos con Dios de un
modo más vital, más provocador o más profundo. Que no nos falten
ojos para ver, oídos para oír, y corazón que te busque, Señor, desde la
hospitalidad, como nos enseñó San Juan de Dios.

Pues, para este curso proponemos un itinerario hacia el encuentro con
Jesús que iniciamos desde la fe, y que nos acompañará a lo largo de
todo el curso, la puerta de la fe nos ayudará a abrir otras puertas hasta
un encuentro que nos invita a la felicidad.

El año de la fe ha de ser un tiempo en el que se nos den las claves
principales para que verdaderamente nos podamos encontrar con
Cristo; la puerta de la fe siempre está abierta, y desde que abrimos esta
puerta, cada mes se nos invitará a abrir otras puertas, que se
distinguirán por los valores que queremos vivir cada mes, estos valores
estarán relacionados con el tiempo litúrgico, hasta que lleguemos a final
de curso a abrir la puerta del encuentro, tras la cual nos encontraremos
con el mismo Cristo que desde el principio ya salía a nuestro encuentro.




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                      Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza



La puerta que abramos (su correspondiente valor) la iremos trabajando
con los evangelios dominicales; además, cada mes se pondrá una
canción relacionada con el valor que nos ayude a situarnos, puede
ponerse al empezar los grupos, previo a la Santa Misa, o en otras
actividades que se considere.

A modo de ejemplo:

La primera puerta que nos encontramos en este itinerario es el de la fe:




A principios de mes se enviara una pequeña reflexión/oración
(vitaminas para alegrar el mes) sobre el valor que se vaya a trabajar,
esta también serviría para realizar unos carteles y utilizar como
catequesis ambiental.

Jesucristo siempre sale a nuestro encuentro, pero es imprescindible
que nosotros le vayamos abriendo todas las puertas que nos ayuden a
encontrarnos con Él.




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Norka C. Risso Espinoza




      5. PROPUESTA MENSUAL



   5.1. Octubre: Puerta de la FE


                 Profundizar en el contenido de la fe


                                    Para profundizar y transmitir la fe,
                                    hay que considerar siempre de un
                                    modo nuevo el hecho, admirable,
                                    grandioso y sorprendente, que está en
                                    la base del cristianismo y que colma
                                    de felicidad al hombre: Dios se nos
                                    revela y se nos da ofreciéndonos la
                                    salvación y la felicidad plenas. Al
                                    revelar Dios su misterio, su designio
                                    benevolente que estableció desde la
                                    eternidad en Cristo a favor de todos
                                    los hombres, somos invitados a
                                    acogerlo como el Dios que en
                                    Jesucristo nos muestra su misterio y
su Plan de Salvación. Que Dios revele plenamente su designio, enviando
al mundo a su Hijo amado y enviando a nuestros corazones al Espíritu
Santo (cf. Gal 4,4-6) es la realidad fundante del cristianismo y de la fe.

Por ello, la fe cristiana más que ser búsqueda de Dios por parte del
hombre, consiste en el descubrimiento admirado de Dios que busca
amorosamente al hombre para comunicarse con él e invitarlo a entrar
en su compañía. De ahí que la experiencia de la fe cristiana -que
queremos fortalecer y transmitir - es una gracia, una suerte, algo muy
bueno. Pero esa gracia sólo la acoge el hombre desde la sencillez y la
apertura de corazón. Como Jesús exclama, lleno del gozo del Espíritu
Santo: «Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a
gentes sencillas» (Lc 10,21).

Para poder madurar y contagiar la fe cristiana, se nos invita a
preguntarnos por nuestras actitudes fundamentales, si éstas facilitan o
dificultan el encuentro con Dios en Cristo, y por nuestras obras.
                                                                                      11
Para evangelizar a otros es imprescindible que nosotros mismos
estemos siendo evangelizados constantemente. Especialmente hoy que
nos encontramos en una situación en la que muchos bautizados,


                    Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza

muchos practicantes e, incluso, los mismos que nos tenemos por
cristianos:

      necesitamos cultivar a fondo una profunda experiencia religiosa
      de Jesucristo y de su mensaje de salvación, y redescubrir la perla
      valiosa del Reino de Dios con la consiguiente renuncia y
      desprendimiento de las demás cosas;
      necesitamos acrecentar nuestro afecto y vinculación a la Iglesia,
      como comunidad de salvación, en la que entramos en comunión
      con Jesucristo;
      necesitamos comprender mejor y vivir más coherentemente la
      integridad de la fe cristiana y superar parcialidades,
      polarizaciones y reduccionismos.


   Canción mensual: Fíate – Ixcis (o el himno para el año de la fe)


   5.2. Noviembre: Puerta de la AMISTAD


                          La amistad con Dios


                                La amistad supone una elección
                                mutua.     Los    amigos     se   eligen
                                libremente, no se imponen. Así
                                sucede también con la relación entre
                                Cristo y nosotros. Él nos eligió como
                                sus     amigos,    libremente,    desde
                                siempre. «No me elegisteis vosotros a
                                mi, sino yo a vosotros» (Jn 15,16).
                                Pero nosotros debemos igualmente
                                elegirlo a él, como amigo personal,
                                para toda la vida, tanto en los
                                momentos de felicidad, como en los
                                momentos de vulnerabilidad. El
                                cristiano es el que hace una opción
consciente por Jesús como amigo, con todas sus consecuencias. Aún
más, en esta mutua elección, Dios siempre toma la iniciativa. El nos
amó primero, nos buscó, nos atrajo a él –a través de las circunstancias
de nuestra vida- hasta llevarnos a descubrirlo y elegirlo. En este
proceso, Dios no se impone. Nos deja libres para aceptar o no su
amistad.
                                                                                      12
En las obras de curación de Jesús, como en los casos del sordomudo o
la resurrección de Lázaro, vemos cómo el Señor se conmueve y se hace
cargo de la pena de la persona afligida, y lo primero que hace es pedir al
Padre que haga valer su acción benéfica, esto es un rasgo de la amistad.

                    Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza

De este modo, Jesús pone de manifiesto su relación singular con el
Padre. E ilumina también la importancia de nuestra oración de petición,
pues consiste ante todo en poner el caso confiadamente en manos de
Dios, capaz de superar cualquier límite humano, testimoniando su
presencia entre nosotros, conscientes de que, en cualquier caso, el don
más precioso cuando lo invocamos es su amistad, su amor infinito por
cada uno.


   Canción mensual: Evangelio es decir amigo (desconozco el autor)


   5.3. Diciembre: Puerta de la ALEGRÍA


            Preparándonos con fe y alegría para la fiesta


                                   Con el adviento comenzamos un
                                   nuevo ciclo litúrgico y un tiempo de
                                   preparación para celebrar la Navidad.
                                   Es un tiempo de espera gozosa y de
                                   alegría, de escucha atenta de la
                                   Palabra de Dios, que nos ofrece
                                   promesas de Libertad, de Justicia y
                                   de Fraternidad, todavía sin realizarse
                                   plenamente. Es también tiempo de
                                   vivir la Fe como esperanza activa y
                                   tiempo de sentir a Dios como fuente
                                   de paz y alegría plena para los
                                   hombres.

En el tiempo de adviento nos preparamos para celebrar con toda
intensidad y llenos de alegría, la venida del Señor:

      Dios ha venido a vivir nuestra misma vida
      Dios ha entrado en nuestra historia para abrirnos un camino de
      liberación
      Dios ha hecho suya nuestra flaqueza y nos ha hecho vida plena,
      vida divina.

Durante este mes de diciembre vamos a tener tiempo para la alegría y:

      Acoger la palabra de profetas que nos van a hablar de esperanza
      Abrirnos a Dios y hacer posible su venida
                                                                                     13
      Despertarnos de la somnolencia y hacer que madure nuestra fe
      Abrir nuestros ojos y nuestro corazón a la realidad de nuestro
      Centro y comprometernos en la tarea de hacer que los residentes
      vivan un alegre tiempo de adviento y navidad

                   Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza

      Prepararnos con fe y alegría para la fiesta en la que se produzca
      nuestro encuentro con Cristo que nace en medio de nosotros.


   Canción mensual: Alegrate – Ain Karen


   5.4. Enero: Puerta de la PAZ


              La fe produce paz, que durará todo el año


                                    Hemos dejado ya atrás un año más y
                                    nos disponemos a comenzar un año
                                    nuevo. En estos momentos nace casi
                                    espontáneamente en nosotros la
                                    reflexión. Tomamos conciencia más
                                    lúcida del tiempo, de esa curiosa
                                    realidad que vamos gastando sin
                                    tomarla demasiado en cuenta. Son
                                    momentos idóneos para realizar un
                                    balance del pasado y proyectar
                                    también nuestra mirada hacia el
                                    porvenir.

                                    Además, es significativo que desde el
siglo IV, la Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del
Salvador, desee comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de
María, Madre del Salvador y Madre nuestra.

Es bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos elevando
nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo largo de este
itinerario con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y
nuestra esperanza para vivir desde la paz.

No sabemos lo que nos espera en el nuevo año, pero sabemos que nos
espera Dios. No conocemos los problemas, conflictos, sufrimientos y
soledades que pueden sacudir nuestro corazón, pero siempre podemos
invocar a Dios. No sabemos qué pecados cometeremos y en qué errores
caeremos, pero siempre podremos contar con su perdón.

Que Dios y la buena Madre, nos ayuden a vivir un año de paz, también
de paz espiritual.
                                                                                      14
   Canción mensual: Paz y más paz – Reflejos de luz



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Norka C. Risso Espinoza


   5.5. Febrero: Puerta de la CONVERSIÓN


          En Cuaresma, atrévete a pasar por la conversión


                                    La incorporación creciente al misterio
                                    de la Pascua de Cristo la expresa la
                                    liturgia cuaresmal en una palabra:
                                    conversión; pero parece que nadie se
                                    da por aludido, todos seguimos
                                    caminando        tranquilos,       sin
                                    cuestionarnos      nuestra     propia
                                    conducta.

                                 Naturalmente,     la   conversión    es
                                 imposible cuando se la da ya por
                                 supuesta. Se diría que el catolicismo
                                 ha venido a ser, con frecuencia, una
                                 teoría vacía de exigencia práctica. Una
religión cultural, incapaz de provocar una transformación y
reorientación nueva de nuestra existencia.

La palabra griega “metanoia” significa “cambio de mentalidad”. La latina
“con-versio” viene a indicar lo mismo: “vuelta, cambio de dirección”. Que
es lo que se ha traducido en latín “paenitere, paenitentia”, pero
entendida en su sentido pleno de conversión total que es el que le viene
dado en los textos cuaresmales:

      Que nuestra mentalidad mundana, lejana al evangelio, se
      convierta en mentalidad cristiana
      Que nuestros caminos de pecado, nuestra vida carnal y
      materialista, se dirijan ahora por los caminos de la gracia, una
      vida según el espíritu
      Que donde reinaba el egoísmo, cerrando las puertas a Dios y al
      prójimo, se inaugure una apertura de docilidad para con Dios y
      de amor práctico para con el prójimo: «convertíos a mí de todo
      corazón» (Joel 2,12)


   Canción mensual: Si realmente queremos amar (desconozco el
   autor)


   5.6. Marzo: Puerta de la HOSPITALIDAD                                              15


   La hospitalidad, un medio privilegiado para la evangelización


                    Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza



                                    En un mundo en el que el hombre
                                    contemporáneo cree más a los
                                    testigos que a los maestros, cree más
                                    en la experiencia que en la doctrina,
                                    en la vida y los hechos que en las
                                    teorías, la Orden se encuentra en una
                                    situación     privilegiada   para    la
                                    evangelización y la inculturación de la
                                    fe. La cultura de la técnica,
                                    probablemente la más reacia a los
                                    valores cristianos, es también sensible
                                    al testimonio vivido del compromiso
                                    concreto por el hombre.

El carisma de la Orden nos impele de lleno en este compromiso, dado
que la promoción del hombre bajo todos los aspectos es nuestra misión:
la curación del hombre enfermo, la acogida afectuosa de los crónicos,,
la atención especial a los más débiles y a los más pobres o el
acompañamiento a los que están viviendo sus últimos momentos.

Solo la fidelidad al carisma hará posible la evangelización y la
inculturación del mundo de la técnica en el que han de confrontarse la
“cultura de la hospitalidad” y la nueva hospitalidad.

Porque «donde no hay caridad no está Dios, aunque Dios en todo lugar
está», este mes en el que celebramos la festividad de nuestro santo es
una oportunidad para la evangelización, que sea Juan de Dios quien
nos guíe a vivir una semana santa hospitalaria, inspirando gestos de
hospitalidad que hagan a Dios sentirse acogido entre nosotros en su
camino hacia la cruz.


   Canción mensual: En la caridad – Jóvenes SJD


   5.7. Abril: Puerta de la VIDA


                 Dios nos regala el milagro de la Vida


La resurrección y la vida eterna no están relacionadas sólo con el
“después”, sino con un “ya ahora”. Se trata de la facilidad para vivir ya
ahora con una profunda confianza, con una honda alegría por haber
                                                                                      16
tropezado con el señorío de Dios, que se manifiesta en la resurrección.
De ahí que las bienaventuranzas estén formuladas en presente:
dichosos son los pobres, los mansos, los pacíficos, ya ahora son
dichosos pues disfrutan de una libertad que nadie puede ni podrá

                    Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza

                                    arrebatarles. En la vida de Dios, que
                                    conocemos por “resurrección”, se
                                    trata de la libertad respecto del miedo
                                    y la muerte. Por tanto, la solicitud de
                                    Dios por sus hijos tiene dos puntos de
                                    apoyo: la bienaventuranza en la vida
                                    visible ahora y la bienaventuranza en
                                    la vida invisible luego.

                                    «Buscáis a Jesús, el crucificado; ha
                                    resucitado,    no   está    aquí».  El
                                    crucificado no está siempre, no es un
                                    estado definitivo. El vive ahora entre
                                    nosotros con una forma nueva de
                                    presencia.

«Os precede a Galilea. Allí lo veréis» Galilea es el lugar donde han
comenzado a vivir con Jesús los primeros discípulos, donde han
presenciado su vida, sus gestos, sus palabras. Allí, en esa cotidianidad
vivida con Él, se les volverá a manifestar en las apariciones, con otra
forma de presencia. Allí comenzará la reconstrucción de la comunidad y
la misión universal. En lo cotidiano de la vida se nos invita a descubrir
la presencia viva de Jesús en medio de nosotros.

Dios nos regala el milagro de la vida: amor, alegría, belleza,
esperanza,… y espera que nosotros seamos capaces de ver en todo ello
los signos de su presencia.


   Canción mensual: La vida es Cristo – Maite López


   5.8. Mayo: Puerta del AMOR


     María nos invita a vivir desde la fe, el amor y la esperanza


En su experiencia de mujer y de madre, María cree y crea vida para su
hijo, su esposo, sus vecinos, los discípulos de Jesús…, para aquellos
marginados a los que su hijo, como buen pastor, buscó y atrajo. Lo que
el Evangelio nos narra de María, con independencia de su historicidad,
es:

      La Visitación a su prima Isabel (echar una mano servicial y
                                                                                      17
      amorosamente reveladora)
      El nacimiento de Jesús (dar a luz la vida, acogida, dificultades,
      pobreza, amor y fe)


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Norka C. Risso Espinoza

                                              Caná, como símbolo del
                                              Reino     (amistad,     fiesta,
                                              sensibilidad humana)
                                              Jesús en el templo (angustia,
                                              búsqueda, oscuridad)
                                              Presencia       entre       los
                                              seguidores de Jesús (oyente
                                              de la Palabra)
                                              Junto a la cruz (riesgo,
                                              dolor, muerte, entrega)

                                       Su tarea interna, según Lucas 2,19
                                       es «conservar el recuerdo de todo,
                                       meditándolo en su corazón».

El Señor se encarna, se hace hombre, en la experiencia de María, en
aquel sí denso, real, que afecta a su cuerpo, a su fe, a su amor, a su
trabajo. Y todo ello con Espíritu.

El compromiso de María consiste en conocer y reconocer a Jesús. Creer
a Dios en Él. «Algo tuyo vas a nombrarlo desde Dios. Tu amor lo llamará
“hijo”; tu fe, “Jesús”»: experiencia de virginidad fecunda que transmite
vida, valores, fe, testimonio. «Jesús será grande…, hijo del Altísimo»:
profecía desmesurada que María creerá y vivirá desde el vaciamiento,
desde la kenosis (Flp 2,5: «tomó la condición de esclavo»). María ofrece
su persona a un Dios y a una tarea que va a consistir en amar y creer la
historia como historia de salvación, aunque no lo parezca.

En el relato de la Anunciación, es gracia gozosamente acogida creer en
un Dios-Amor. En l a cruz, misterio de abandono e injusticia, esa fe no
es fácil. María, oyente de la Palabra, cree y crea vida en su nombre. Se
identifica con el pueblo de Israel en el Magníficat y reconoce a Dios
todopoderoso, hacedor de obras grandes, misericordioso, subvertidor de
valores (poderosos y humildes)

La vida de María –como la de Jesús, explicada en el Evangelio- la
podemos contemplar tejida de humanidad orante, amorosa, creyente.


   Canción mensual: Si no tengo amor - Brotes de olivo


   5.9. Junio: Puerta del ENCUENTRO


                                                                                     18
    Nuestra fe crece desde el encuentro con el corazón de Jesús




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                                   La imagen de un Jesús repeinado,
                                   triunfante y frío ha vaciado una
                                   devoción que es síntesis de nuestra fe:
                                   la encarnación de un Dios implicado
                                   de tú a tú con la humanidad, que no
                                   observa pasivamente sino que se
                                   “remanga”, camina a nuestro lado,
                                   haciendo su corazón carne a la vera
                                   del sufriente. En ese horizonte nace el
                                   encuentro y brota una oración
                                   bellísima de liturgia cotidiana, que
                                   habla de un amor infinito, gratuito,
                                   sincero y de diario.

Nos dicen de Dios que “ve con ojos de misericordia”, que tiene un
corazón como el nuestro. ¿Qué tiene eso que ver con la
misericordia? Hija del latín, es la unión de miser (viene a significar
desdicha) y cor-cordis (corazón), y traduce la imagen del corazón
cercano al sufrimiento, a la debilidad. Proyecta la capacidad para poner
el corazón en medio de la desgracia ajena. Esto es mirar el sufrimiento
cara a cara, con el centro dónde guardamos lo que amamos, lo que nos
cautiva. Con el corazón.

Entregarse por alguien; sostener al que llora; vivir con gratuidad;
perdonar; comprometerse, construir... son formas de poner el corazón
en juego, de practicar misericordia, de AMAR. Quizás esto nos ayude a
dar sentido a la fiesta del Sagrado Corazón.

Esta devoción invita a dejarse acompañar por Él; no buscar su lógica
sino dejarnos descansar en ella, expresión de la plegaria que nuestras
abuelas recogían en un murmullo:"Corazón de Jesús, en Vos confío";
supone confiarse a sus manos. Vivir día a día la Contemplación para
alcanzar amor de San Ignacio. Ser conscientes de que somos
infinitamente queridos, esperados, acompañados… y entonces,
entender que el amor de verdad no supone conquista, sino entrega a los
demás, supone lanzarse, apostar, abrazar, acoger… como el corazón de
Jesús.


   Canción mensual: Mi Dios y mi todo – Nico Montero




                                                                                     19




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      6. CARTA APOSTÓLICA PORTA FIDEI


              Carta apostólica en forma de Motu propio
                             Porta fidei
                 del Sumo Pontífice Benedicto XVI
                con la que se convoca el Año de la fe

1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de
comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre
abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios
se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma.
Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la
vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos
llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la
muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que,
con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a
cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre,
Hijo y Espíritu Santo –equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf.
1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo
para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y
resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a
través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.

2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he
recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar
de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del
encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del
Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores,
como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del
desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo
de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud». Sucede
hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las
consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al
mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto
obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece
como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el
pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente
aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados
por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad,
a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.

3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca
oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual                20
puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar
a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su
fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de

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alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la
Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son
sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena
todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que
perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27).
La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la
misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras
de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios
es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en
Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo
a la salvación.

4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe.
Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la
apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha
del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la
publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi
Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a
todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico
fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario
de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis,
realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la
Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del
Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de
La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una
buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de
especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que
la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado
Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967,
para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el
décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como
un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una
auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta
fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente,
interior y exterior, humilde y franca». Pensaba que de esa manera toda
la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para
reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla». Las
grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron
que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta
concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios, para testimoniar
cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el
patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados,
comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de
dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las
del pasado.                                                                           21

5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una
«consecuencia y exigencia postconciliar», consciente de las graves

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dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe
verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de
la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio
Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los
textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las
palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor.
Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y
asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro
de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de
indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha
beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una
brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza».
Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del
Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro:
«Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede
ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación
siempre necesaria de la Iglesia».

6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio
ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el
mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer
resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó.
Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium,
afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7,
26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a
expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su
seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de
purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia
continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y
de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor
hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del
Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los
sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar
en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo,
con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz».

En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y
renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el
misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor
que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la
remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor
lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados
con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una
vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la
existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la                     22
medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la
mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman
lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en

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esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un
nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del
hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).

7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que
llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él
nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a
todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo
atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo,
convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un
mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un
compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva
evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar
el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los
creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor,
que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como
experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia
de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la
esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el
corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del
Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san
Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo». El santo Obispo de
Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como
sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe
hasta que su corazón encontró descanso en Dios. Sus numerosos
escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe,
permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual,
consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el
sendero justo para acceder a la «puerta de la fe».

Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para
poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in
crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta
siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.

8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos
de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de
gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don
precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y
fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a
todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más
consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio
como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de
confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias
de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que
cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a               23
las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades
religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales


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antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el
Credo.

9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a
confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y
esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la
celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía,
que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la
fuente de donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos que
el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble.
Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y
rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un
compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este
Año.

No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban
obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración
cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San
Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando
en un sermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El
símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy
habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que
se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base
inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo
que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en
vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la
calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso
cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón».

10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para
comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe
sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de
entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe
una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a
los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a
entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y
con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el
primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la
gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.

A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san
Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a
anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el
«Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch
16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas
enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es                24
suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no
está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en


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profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de
Dios.

Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y
un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer
es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir
con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las
que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige
también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día
de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del
creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del
Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro
testimonio, haciéndolo franco y valeroso.

La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo
comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de
la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la
entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como
afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia
profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su
bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos
reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de
los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que
responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”».

Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es
esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse
plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia.
El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico
revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que,
cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que
quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer
su misterio de amor.

Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro
contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan
con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y
del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque
lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La
misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que
vale y permanece siempre». Esta exigencia constituye una invitación
permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse
en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya
venido. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.

11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe,                25
todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un
subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más
importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fidei

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depositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario
de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía:
«Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de
renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la
enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la
comunión eclesial».

Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un
compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos
fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el
Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto
la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y
ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a
los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de
todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los
diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha
progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de
fe.

En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el
desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana.
A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es
una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A
la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental,
en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su
Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría
eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los
cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida
moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la
liturgia y la oración.

12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año
un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes
se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en
nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para
la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes
de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a
los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la
manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.

En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de
interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre
todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros
científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de
mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto
alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la                      26
verdad.

13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de

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Norka C. Risso Espinoza

nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la
santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran
contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el
crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de
su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante
acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre
que sale al encuentro de todos.

Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició
y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo
afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la
respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante
la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo
tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse
hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para
transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y
resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos
de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de
salvación.

Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que
sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En
la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las
maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55).
Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su
virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a
Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con
la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta
el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la
resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón
(cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el
Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).

Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10,
28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios,
que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en
comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas,
dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como
sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron
por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda
criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la
alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.

Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en
torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la
Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las                       27
necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad

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del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar
hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.

Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando
todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la
castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar.
Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la
justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a
proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos
(cf. Lc 4, 18-19).

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están
escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo
largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les
llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión,
la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les
confiaban.

También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del
Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.

14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para
intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora
subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de
ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que
siempre atañen a los cristianos-, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le
sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?
¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan
desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id
en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo,
¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta
por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame
esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2,
14-18).

La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento
constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan
mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En
efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo,
marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el
más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el
rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes
piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo
hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no
se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el                 28
que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo,
y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace
nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos

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con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos
cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13;
cf. Ap 21, 1).

15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo
Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de
cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como
dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la
fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos
siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de
percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete
a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo
resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera
especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el
corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la
mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no
tiene fin.

«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1):
que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el
Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la
garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol
Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis,
aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la
autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es
perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la
revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo
todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante,
alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1
P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y
el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos
creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de
Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de
la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y
participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la
alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil,
entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza
que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura
confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el
poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su
misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva
con el Padre.

Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha
creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
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Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo
de mi Pontificado.


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      7. Mensaje DOMUND 2012


 Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones - Domund 2012
     “Llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad”
                       S. S. Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

La celebración de la Jornada Misionera Mundial de este año adquiere
un significado especial. La celebración del 50 aniversario del comienzo
del Concilio Vaticano II, la apertura del Año de la Fe y el Sínodo de los
Obispos sobre la Nueva Evangelización, contribuyen a reafirmar la
voluntad de la Iglesia de comprometerse con más valor y celo en la
misión ad gentes, para que el Evangelio llegue hasta los confines de la
tierra.

El Concilio Ecuménico Vaticano II, con la participación de tantos
obispos de todos los rincones de la tierra, fue un signo brillante de la
universalidad de la Iglesia, reuniendo por primera vez a tantos Padres
Conciliares procedentes de Asia, África, Latinoamérica y Oceanía.
Obispos misioneros y obispos autóctonos, pastores de comunidades
dispersas entre poblaciones no cristianas, que han llevado a las
sesiones del Concilio la imagen de una Iglesia presente en todos los
continentes, y que eran intérpretes de las complejas realidades del
entonces llamado “Tercer Mundo”. Ricos de una experiencia que tenían
por ser pastores de Iglesias jóvenes y en vías de formación, animados
por la pasión de la difusión del Reino de Dios, ellos contribuyeron
significativamente a reafirmar la necesidad y la urgencia de la
evangelización ad gentes, y de esta manera llevar al centro de la
eclesiología la naturaleza misionera de la Iglesia.

Eclesiología misionera

Hoy esta visión no ha disminuido, sino que por el contrario, ha
experimentado una fructífera reflexión teológica y pastoral, a la vez que
vuelve con renovada urgencia, ya que ha aumentado enormemente el
número de aquellos que aún no conocen a Cristo: “Los hombres que
esperan a Cristo son todavía un número inmenso”, comentó el beato
Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris missio sobre la validez del
mandato misionero, y agregaba: “No podemos permanecer tranquilos,
pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también
por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios” (n. 86).
En la proclamación del Año de la Fe, también yo he dicho que Cristo                   30
“hoy como ayer, nos envía por los caminos del mundo para proclamar
su Evangelio a todos los pueblos de la tierra” (Carta apostólica Porta
fidei, 7); una proclamación que, como afirmó también el Siervo de Dios

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Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, “no
constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el
deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los
hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De
ningún modo podría ser reemplazado” (n. 5). Necesitamos por tanto
retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades
cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el
Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y
testimonio.

Así, no sorprende que el Concilio Vaticano II y el Magisterio posterior de
la Iglesia insistan de modo especial en el mandamiento misionero que
Cristo ha confiado a sus discípulos y que debe ser un compromiso de
todo el Pueblo de Dios, Obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos,
religiosas y laicos. El encargo de anunciar el Evangelio en todas las
partes de la tierra pertenece principalmente a los Obispos, primeros
responsables de la evangelización del mundo, ya sea como miembros
del colegio episcopal, o como pastores de las iglesias particulares. Ellos,
efectivamente, “han sido consagrados no sólo para una diócesis, sino
para la salvación de todo el mundo” (Juan Pablo II, Carta encíclica
Redemptoris missio, 63), “mensajeros de la fe, que llevan nuevos
discípulos a Cristo” (Ad gentes, 20) y hacen “visible el espíritu y el celo
misionero del Pueblo de Dios, para que toda la diócesis se haga
misionera” (ibíd., 38).

La prioridad de evangelizar

Para un Pastor, pues, el mandato de predicar el Evangelio no se agota
en la atención por la parte del Pueblo de Dios que se le ha confiado a su
cuidado pastoral, o en el envío de algún sacerdote, laico o laica Fidei
donum. Debe implicar todas las actividades de la iglesia local, todos sus
sectores y, en resumidas cuentas, todo su ser y su trabajo. El Concilio
Vaticano II lo ha indicado con claridad y el Magisterio posterior lo ha
reiterado con vigor. Esto implica adecuar constantemente estilos de
vida, planes pastorales y organizaciones diocesanas a esta dimensión
fundamental de ser Iglesia, especialmente en nuestro mundo que
cambia de continuo. Y esto vale también tanto para los Institutos de
Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólicas, como para los
Movimientos eclesiales: todos los componentes del gran mosaico de la
Iglesia deben sentirse fuertemente interpelados por el mandamiento del
Señor de predicar el Evangelio, de modo que Cristo sea anunciado por
todas partes. Nosotros los Pastores, los religiosos, las religiosas y todos
los fieles en Cristo, debemos seguir las huellas del apóstol Pablo, quien,
“prisionero de Cristo para los gentiles” (Ef 3,1), ha trabajado, sufrido y
luchado para llevar el Evangelio entre los paganos (Col 1,24-29), sin
ahorrar energías, tiempo y medios para dar a conocer el Mensaje de                    31
Cristo.



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También hoy, la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el
paradigma en todas las actividades eclesiales, porque la misma
identidad de la Iglesia está constituida por la fe en el misterio de Dios,
que se ha revelado en Cristo para traernos la salvación, y por la misión
de testimoniarlo y anunciarlo al mundo, hasta que Él vuelva. Como
Pablo, debemos dirigirnos hacia los que están lejos, aquellos que no
conocen todavía a Cristo y no han experimentado aún la paternidad de
Dios, con la conciencia de que “la cooperación misionera se debe
ampliar hoy con nuevas formas para incluir no sólo la ayuda
económica, sino también la participación directa en la evangelización”
(Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 82). La celebración
del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la nueva
evangelización serán ocasiones propicias para un nuevo impulso de la
cooperación misionera, sobre todo en esta segunda dimensión.

La fe y el anuncio

El afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia para escudriñar
los problemas, las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, que
Cristo debe curar, purificar y llenar de su presencia. En efecto, su
mensaje es siempre actual, se introduce en el corazón de la historia y es
capaz de dar una respuesta a las inquietudes más profundas de cada
ser humano. Por eso la Iglesia debe ser consciente, en todas sus partes,
de que “el inmenso horizonte de la misión de la Iglesia, la complejidad
de la situación actual, requieren hoy nuevas formas para poder
comunicar eficazmente la Palabra de Dios” (Benedicto XVI, Exhort.
apostólica postsinodal Verbum Domini, 97). Esto exige, ante todo, una
renovada adhesión de fe personal y comunitaria en el Evangelio de
Jesucristo, “en un momento de cambio profundo como el que la
humanidad está viviendo” (Carta apostólica Porta fidei, 8).

En efecto, uno de los obstáculos para el impulso de la evangelización es
la crisis de fe, no sólo en el mundo occidental, sino en la mayoría de la
humanidad que, no obstante, tiene hambre y sed de Dios y debe ser
invitada y conducida al pan de vida y al agua viva, como la samaritana
que llega al pozo de Jacob y conversa con Cristo. Como relata el
evangelista Juan, la historia de esta mujer es particularmente
significativa (cf. Jn 4,1-30): encuentra a Jesús que le pide de beber,
luego le habla de una agua nueva, capaz de saciar la sed para siempre.
La mujer al principio no entiende, se queda en el nivel material, pero el
Señor la guía lentamente a emprender un camino de fe que la lleva a
reconocerlo como el Mesías. A este respecto, dice san Agustín: “después
de haber acogido en el corazón a Cristo Señor, ¿qué otra cosa hubiera
podido hacer [esta mujer] si no dejar el cántaro y correr a anunciar la
buena noticia?” (In Ioannis Ev., 15,30). El encuentro con Cristo como
Persona viva, que colma la sed del corazón, no puede dejar de llevar al                32
deseo de compartir con otros el gozo de esta presencia y de hacerla
conocer, para que todos la puedan experimentar. Es necesario renovar
el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva

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evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición
cristiana, que están perdiendo la referencia de Dios, de forma que se
pueda redescubrir la alegría de creer. La preocupación de evangelizar
nunca debe quedar al margen de la actividad eclesial y de la vida
personal del cristiano, sino que ha de caracterizarla de manera
destacada, consciente de ser destinatario y, al mismo tiempo, misionero
del Evangelio. El punto central del anuncio sigue siendo el mismo: el
Kerigma de Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el
Kerigma del amor de Dios, absoluto y total para cada hombre y para
cada mujer, que culmina en el envío del Hijo eterno y unigénito, el
Señor Jesús, quien no rehusó compartir la pobreza de nuestra
naturaleza humana, amándola y rescatándola del pecado y de la muerte
mediante el ofrecimiento de sí mismo en la cruz.

En este designio de amor realizado en Cristo, la fe en Dios es ante todo
un don y un misterio que hemos de acoger en el corazón y en la vida, y
del cuál debemos estar siempre agradecidos al Señor. Pero la fe es un
don que se nos dado para ser compartido; es un talento recibido para
que dé fruto; es una luz que no debe quedar escondida, sino iluminar
toda la casa. Es el don más importante que se nos ha dado en nuestra
existencia y que no podemos guardarnos para nosotros mismos.

El anuncio se transforma en caridad

¡Ay de mí si no evangelizase!, dice el apóstol Pablo (1 Co 9,16). Estas
palabras resuenan con fuerza para cada cristiano y para cada
comunidad cristiana en todos los continentes. También en las Iglesias
en los territorios de misión, iglesias en su mayoría jóvenes,
frecuentemente de reciente creación, el carácter misionero se ha hecho
una dimensión connatural, incluso cuando ellas mismas aún necesitan
misioneros. Muchos sacerdotes, religiosos y religiosas de todas partes
del mundo, numerosos laicos y hasta familias enteras dejan sus países,
sus comunidades locales y se van a otras iglesias para testimoniar y
anunciar el Nombre de Cristo, en el cual la humanidad encuentra la
salvación. Se trata de una expresión de profunda comunión, de un
compartir y de una caridad entre las Iglesias, para que cada hombre
pueda escuchar o volver a escuchar el anuncio que cura y, así,
acercarse a los Sacramentos, fuente de la verdadera vida.

Junto a este grande signo de fe que se transforma en caridad, recuerdo
y agradezco a las Obras Misionales Pontificias, instrumento de
cooperación en la misión universal de la Iglesia en el mundo. Por medio
de sus actividades, el anuncio del Evangelio se convierte en una
intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de
posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia
médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de                           33
rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos,
de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada
una de sus etapas.

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Norka C. Risso Espinoza

Queridos hermanos y hermanas, invoco la efusión del Espíritu Santo
sobre la obra de la evangelización ad gentes, y en particular sobre
quienes trabajan en ella, para que la gracia de Dios la haga caminar
más decididamente en la historia del mundo. Con el Beato John Henry
Newman, quisiera implorar: “Acompaña, oh Señor, a tus misioneros en
las tierras por evangelizar; pon las palabras justas en sus labios, haz
fructífero su trabajo”. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y Estrella
de la Evangelización, acompañe a todos los misioneros del Evangelio.

     Vaticano, 6 de enero de 2012, Solemnidad de la Epifanía del Señor




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      8. Vitaminas para alegrar el mes



      FE

Quiero creer.
Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volver a ver,
quiero creer.
Tú que pusiste en las flores rocío
y debajo miel,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.
Quiero creer.
Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volverte a ver
creo en ti y quiero creer.

Gerardo Diego


      AMISTAD

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
               ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!
               ¿qué extraño desvarío, si de mi ingratitud del hielo frío
               secó las llagas de tus plantas puras!
               ¡Cuántas veces el ángel me decía:
               “Alma, asómate ahora a la ventana,
               verás con cuánto amor llamar porfía”!
               ¡Y cuántas, hermosura soberana:
               “Mañana le abriremos”, respondía,
               para lo mismo responder mañana!

Lope de Vega


      A L E G R ÍA

Quiero cantar la vida que empieza,                                                     35
tararear las dudas que a veces me detienen,
y convertir en música las lágrimas.
Quiero hacer una balada de justicia y una samba

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Norka C. Risso Espinoza

               para pronunciar la paz en mil idiomas.
               Que el perdón se cante como una rumba
               y la esperanza se anuncie con tambor y trompeta.
               Que la fe tenga la letra de un bolero
               y tu historia, fascinante y única,
               sea un villancico para todo el año.

               José M. R. Olaizola


      PAZ

Danos, Señor, aquella Paz extraña
que brota en plena lucha como una flor de fuego;
que rompe en plena noche como un canto escondido;
que llega en plena muerte como el beso esperado.
Danos la Paz de los que andan siempre,
desnudos de ventajas,
vestidos por el viento de una esperanza núbil.
Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre que se aferra a la vida.
La Paz que se comparte en igualdad fraterna
como el agua y la Hostia.

Pedro Casaldáliga


      C O N V E R S IÓ N

                     Señor!
                     Cuando me encierro en mí, no existe nada:
                     ni tu cielo y tus montes, tus vientos y tus mares;
                     ni tu sol, ni la lluvia de estrellas.
                     Ni existen los demás ni existes Tu, ni existo yo.
                     A fuerza de pensarme, me destruyo.
                     Y una oscura soledad me envuelve,
                     y no veo nada y no oigo nada.
                     Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos, que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale, lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.
Que yo vuelva a ver (Lc 18, 41) a verte, a verles,
a ver tus cosas a ver tu vida, a ver tus hijos....                                       36
Y que empiece a hablar, como los niños, -balbuceando-,
las dos palabras más redondas de la vida:
¡PADRE NUESTRO!

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Ignacio Iglesias


      H O S P IT A L ID A D

Si el amor te escogiera y se dignara
llegar hasta tu puerta y ser tu huésped
¡Cuidado con abrirle e invitarle,
si quieres ser feliz como eras antes!
Pues no entra solo: tras él vienen
los ángeles de la niebla tu huésped solitario
sueña con los fracasados y los desposeídos
con los tristes y con el dolor infinito de la vida.
Despertará en ti deseos que nunca podrás olvidar,
te mostrará estrellas que nunca viste antes;
te hará compartir, en adelante
el peso de su tristeza divina sobre el mundo.
¡Listo fuiste al no abrirle! y, sin embargo,
¡qué pobre, si lo echaste de un portazo!

S.R. Lysaght


      V ID A

                   Si tienes mil razones para vivir,
                   si has dejado de sentirte solo,
                   si te despiertas con ganas de cantar, si todo te habla
                   -desde las piedras del camino a las estrellas del cielo,
                   desde las luciérnagas que se arrastran
                   a los peces, señores del mar-,
                   si oyes los vientos y escuchas el silencios, ¡exulta!
                   El amor camina contigo,
                   es tu compañero, es tu hermano…

                     Helder Camara


      AMOR

Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, con tal de que tu voluntad                                               37
se cumpla en mi y en todas tus criaturas.
No deseo nada más Padre.
Te encomiendo mi alma, te la entrego

                       Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza

con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.

Charles de Foucauld


     ENCUENTRO

Señor, si no estás aquí,
¿dónde te buscaré estando ausente?
Si estás por doquier,
¿cómo no descubro tu presencia?
Cierto es que habitas en una claridad inaccesible.
Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?
¿Quién me conducirá hasta allí para verte en ella?
Y luego, ¿con qué señales,
bajo qué rasgos te buscaré?
Nunca jamás te vi, Señor,
Dios mío; no conozco tu rostro…
Enséñame a buscarte y muéstrame a quien te busca,
porque no puedo ir en tu busca,
a menos que Tú me enseñes,
y no puedo encontrarte si Tú no te manifiestas.
Deseando te buscaré, te desearé buscando,
Amando te hallaré, y encontrándote te amaré.

San Alselmo




                                                                                     38




                   Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
Norka C. Risso Espinoza




      9. Reflexión semanal



   OCTUBRE

           Canción: Fíate

                        La fe nos une
 Octubre
                        Desde la fe seguimos a Jesús
           Valor: FE
                        La fe nos invita a evangelizar
                        La fe nos sana



  07 de octubre Domingo XXVII del T. Ordinario

                 Evangelio: Marcos 10, 2-16
                            «Lo que Dios ha unido que no lo separe el
                            hombre»
                 Dinámica: La fe nos une a Dios

La fe es una historia de búsqueda. De Dios y su verdad. De algo que dé
sentido a lo que ocurre. De respuestas a las grandes preguntas, por el
sentido de la vida, de la muerte, del dolor, del amor.

En esa búsqueda no estamos solos. De hecho, nos apoyamos en lo que
otras personas antes que nosotros vivieron, intuyeron y comprendieron.
Desde ahí aprendemos, y seguimos tratando de aprehender una verdad
que se va desplegando en el tiempo. Hoy quiero sentirme unido a toda
esa cadena de buscadores de Dios que, desde el inicio de los tiempos,
buscan...

  •   ¿Hay algún personaje de la historia de la Iglesia, alguna figura
      que me resulte especialmente cercana? Vuelvo la vista hacia ellos
      y rezo con ellos.


  14 de octubre Domingo XXVIII del T. Ordinario

                 Evangelio: Marcos 10, 17-30
                            «Vende lo que tienes y sígueme»
                 Dinámica: Desde la fe seguimos a Jesús
                                                                                     39
Cada vida es única, diferente. Cada persona es un mundo. Y cada uno
de nosotros somos un milagro. Cada uno tenemos la oportunidad de


                   Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
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  • 2. Norka C. Risso Espinoza INDICE Pag 1. Abrir la puerta de la fe…….………………………………………………….02 2. Explicación del Logo del ‘Año de la fe’……….……………………………05 3. Esquema de trabajo…………………………………………………………..08 4. Dinámica de trabajo…………………………………………………………..09 5. Propuesta mensual……………………………………………………………11 5.1. Octubre: Puerta de la fe Profundizar en el contenido de la fe…………………………….….11 5.2. Noviembre: Puerta de la amistad La amistad con Dios….…………………..…………………………..12 5.3. Diciembre: Puerta de la alegría Preparándonos con fe y alegría para la fiesta (Adviento – Navidad)….………………………………………………..13 5.4. Enero: Puerta de la paz La fe produce paz que durará todo el año….……………………..14 5.5. Febrero: Puerta de la conversión En Cuaresma, atrévete a pasar por la conversión (Cuaresma)……….………………………………………………………15 5.6. Marzo: Puerta de la hospitalidad La hospitalidad, un medio privilegiado para la evangelización……….…………………………………………………..15 5.7. Abril: Puerta de la vida Dios nos regala el milagro de la vida (Pascua)….………………..16 5.8. Mayo: Puerta del amor María nos invita a vivir desde la fe, el amor y la esperanza…….……………………………………….………………….17 5.9. Junio: Puerta del encuentro Nuestra fe crece desde el encuentro con el corazón de Jesús……..……………………………………………………………18 6. Carta apostólica Porta fidei…….……………………………………………20 7. Mensaje Domund 2012…….………………………………………………...30 8. Vitaminas para alegrar el mes………………………………………………35 1 9. Reflexión semanal de dos trimestres (Liturgia dominical).……….….39 10. Bibliografía.………………………………………..……………..…..………..53 Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 3. Norka C. Risso Espinoza 1. ABRIR LA PUERTA DE LA FE Desde el 11 de octubre de 2012, al 24 de noviembre de 2013, el Papa Benedicto XVI nos invita a reflexionar y redescubrir la fe, convocándonos a través de ‘La puerta de la fe’ (porta fidei) a vivir el ‘AÑO DE LA FE’. Como vemos en la imagen, la puerta de la fe está siempre abierta y quien se atreve a cruzar el umbral se llena de alegría y entusiasmo; sólo se necesita, para el camino, que nos alimentemos con la Palabra de Dios y con el Pan de la vida, como nos dice Benedicto XVI en porta fidei. Este tiempo será propicio para que cada uno desde nuestra propia realidad y desde la comunión eclesial nos paremos para volver a descubrir el camino de la fe y poder resaltar el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. El Año de la Fe se propone, ante todo, sostener la fe de tantos creyentes que, en medio de la fatiga cotidiana, no cesan de confiar, con convicción y valentía, su existencia al Señor Jesús. Su testimonio, que no es 2 noticia es el que permite a la Iglesia presentarse al mundo de hoy, como en pasado, con la fuerza de la fe y con el entusiasmo de los sencillos”, como nos dijo el arzobispo Fisichella. Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 4. Norka C. Risso Espinoza Pero, antes de seguir avanzando en este proyecto, lo primero que debemos tener claro es qué es la fe; ya que, durante todo el curso, la fe será el eje transversal de nuestra dinámica. Decía J. H. Newman que la fe es según su naturaleza la aceptación de una verdad que nuestra razón no puede alcanzar; sencillamente y necesariamente en función de un testimonio. Vamos a intentar aterrizar; en el catecismo joven de la Iglesia católica, se define la fe como: saber y confiar. Tiene siete rasgos: 1. La fe es un puro don de Dios, que recibimos, si lo pedimos ardientemente. 2. La fe es la fuerza sobrenatural que nos es necesaria para obtener la salvación. 3. La fe exige la voluntad libre y el entendimiento lúcido del hombre cuando acepta la invitación divina. 4. La fe es absolutamente cierta, porque tiene la garantía de Jesús. 5. La fe incompleta mientras no sea efectiva en el amor. 6. la fe aumenta si escuchamos con más atención la voz de Dios y mediante la oración estamos en un intercambio vivo con él. 7. la fe nos permite ya ahora gustar por adelantado la alegría del cielo. Muchos dicen que creer les parece poco, que quieren saber. Pero la palabra «creer» tiene dos significados diferentes: cuando un paracaidista pregunta al empleado del aeropuerto: «¿Está bien preparado el paracaídas?», y aquél le responde, indiferente: «Creo que sí», no será suficiente para él; esto quiere saberlo seguro. Pero si ha pedido a un amigo que le prepare el paracaídas, éste le contestará a misma pregunta: «Sí, lo he hecho personalmente. ¡Puedes confiar en mí!». Y el paracaidista replicará: «Te creo». Esta fe es mucho más que saber: es certeza. Y ésta es la fe que hizo que los mártires perseveraran hasta la muerte, ésta es la fe que aún hoy mantiene en pie a los cristianos perseguidos. Una fe que afecta a todo el hombre. 3 Al comienzo del acto de fe hay con frecuencia una conmoción o una inquietud. El hombre experimenta que el mundo visible y el transcurso normal de las cosas no pueden ser todo. Se siente tocado por un Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 5. Norka C. Risso Espinoza misterio. Sigue las pistas que le señalan la existencia de Dios y paulatinamente logra la confianza de dirigirse a Dios y finalmente de adherirse a él libremente. En el evangelio de san Juan leemos: «A Dios nadie le ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1, 18). Por eso debemos creer en Jesús, el Hijo de Dios, si queremos saber qué nos quiere comunica Dios. Por eso creer es acoger a Jesús y jugarse toda la vida por él. Si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: «Trasládate desde ahí hasta aquí», y se trasladaría. Nada os sería imposible. Mt 17,20 4 Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 6. Norka C. Risso Espinoza 2. EXPLICACIÓN DEL LOGO DEL AÑO DE LA FE El logo del Año de la Fe consiste en una barca, imagen de la Iglesia, cuyo mástil es una cruz con las velas desplegadas y el trigrama de Cristo (IHS). El sol, en el fondo, recuerda la Eucaristía: U n a b a r c a , im a g e n d e la I g le s ia La Iglesia es descrita en múltiples ocasiones como la barca de Simón Pedro; con el empleo de esta imagen se dibuja el componente humano de la Iglesia y la voluntad de Cristo de entregar la navegación de su barca a las manos vicarias de Pedro y de los otros Apóstoles. Pero, una barca no es un fin en si misma. Nadie se sube en un barco para vivir en él. La embarcación es un medio para trasladarse de una a otra orilla. La Iglesia es el vehículo que lleva a los hombres de la orilla de este mundo a la orilla de la eternidad. Pedro toma el timón de la barca, 5 dirigido por Jesús, inspirado por el Espíritu Santo, conduciendo a la Iglesia, hoy en día. La barca de Pedro sigue su curso en el mar de la historia, lentamente pero sin pararse, hacia todas las playas donde vive Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 7. Norka C. Risso Espinoza la humanidad. Todos los que estamos en la barca de Pedro y con Pedro tenemos el deber de participar en las faenas de pesca. Esta barca, aunque navega por el mar a veces sereno, a veces tempestuoso de la historia y del mundo al encuentro definitivo de su Señor, no se aparta de su misión en este mundo: evangelizar y ser instrumento de reconciliación de los hombres con Dios. La Iglesia, pues, se asemeja a una barca, desde cuya cubierta se ha de llevar a cabo la obra evangelizadora. Esta consistirá en acoger, en la cesta de la comunidad, a los hombres dispersos por las profundidades y por las superficies del agua. Los muchos milagros obrados por el Señor sobre el barco de S. Pedro muestran la importancia de este barco como imagen de la Iglesia fundada por el Señor. Desde la barca se arroja la amplia red, que tiene la misión de recoger a cuantos quieran incorporarse a la fe. En la Iglesia habrá sitio para cuantos se abran libremente a pertenecer a la comunidad de Jesucristo. Muchos de los seguidores de Jesús eran pescadores y sabían todo acerca de los barcos. Ellos sabían cómo identificar las tormentas y cómo mantener sus embarcaciones en buen estado. Este era un trabajo muy duro. Algunas personas piensan que ser miembro de la iglesia es como estar a bordo de un barco. Se tienen muchas responsabilidades y todo el mundo tiene que ayudarse unos a otros. A veces hay tormentas, otras veces se navega en un mar clamado. Y estamos siempre en movimiento, es como estar en un barco, navegando constantemente hasta llegar a la orilla. M á s til, u n a c r u z c o n la s v e la s d e s p le g a d a s El mástil de la embarcación de la iglesia es la santa cruz de Jesucristo. Cristo es quien gobierna la barca, si usamos el verbo gobernar con el sentido etimológico de «dirigir el rumbo» o de «manejar el timón». El mástil es la cruz; los dos timones son los dos Testamentos de la Revelación; la vela blanca es el Espíritu de Dios (San Hipólito de Roma). Cristo crucificado, simbolizado en la madera sujeta con clavos que compone el navío, es el 6 experto timonel de la Iglesia. Con su donación completa, consigue dirigir la frágil barquilla al puerto del Reino, a pesar del Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 8. Norka C. Risso Espinoza temible oleaje de las ruindades humanas y de las deshumanizaciones terrenas. Trigrama de Cristo (IHS) Este símbolo IHS o JHS es muy famoso y se usa en multitud de lugares. Su significado es muy sencillo: es la abreviatura del nombre de Jesús. El monograma IHS aparece en los primeros siglos de nuestra era, a partir del nombre griego de Jesús: Ιησούς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ), del que sería abreviatura. Esta abreviatura es IHΣ, siendo sustituida la sigma final por la S, pero permaneciendo la eta griega, por su similitud con la H latina, y quedando como lo conocemos ahora. El olvido del origen del monograma dio lugar a etimologías populares, la más conocida es la de Iesus Hominum Salvator (Jesús salvador de los hombres). E l s o l r e c u e r d a la E u c a r is tía La Eucaristía es la fuente y culmen de la vida de todo cristiano. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida eterna. La Eucaristía es memorial del sacrificio pascual del Señor; presencia viva y sustancial de Cristo en medio de nosotros; verdadero banquete de comunión; anticipación del Paraíso, que impulsa a transformar la propia vida, el mundo y la historia ¡La Eucaristía es misterio de fe! La fe es la que nos aúpa y nos levanta para vivir nuestra vida desde Dios, ver sus signos y su presencia. Con la fe vivimos nuestra vida con profundidad y de cara a la eternidad, de la que la eucaristía es ya un anticipo: “El que coma, tiene ya la vida eterna”. Sin la fe, la misa es algo lejano, aburrido, sin sentido, algo pasado que en nada nos concierne. La Eucaristía para algunos es un recuerdo simbólico de que Jesús nos 7 ama... y no la presencia viva, sacramental de Cristo que renueva su sacrificio de amor para darnos vida eterna, y salvarnos aquí y ahora. Su salvación se hace presente y actual para cada uno de nosotros. Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 9. Norka C. Risso Espinoza 3. ESQUEMA DE TRABAJO MES PUERTA MOMENTO Frase Canción Año de la fe: La puerta de la fe siempre está abierta, es Profundizar en el contenidote Octubre Fe Fíate – Ixcis el mismo Jesús quien nos la abre: explicación del lema la fe Tiempo Ordinario: Dios nos abre la puerta de la Noviembre Amistad amistad en este tiempo propicio para centrarnos en el La amistad con Dios Evangelio es decir amigo Evangelio Adviento - Navidad: la alegría de ir cruzando la puerta Preparándonos con fe y alegría Diciembre Alegría para encontrarnos con Cristo que nace en nuestro Alegrate – Ain Karen para la fiesta Centro. Nuevo año: cruzar desde la paz hacia el 2013, un deseo La fe produce paz, que durará Paz y más paz – Reflejos de Enero Paz de todos los hombres que sin Dios es inalcanzable. todo el año luz Cuaresma: la puerta de la conversión, Dios nos ofrece En Cuaresma, atrévete a pasar Febrero Conversión Si realmente queremos amar siempre una nueva oportunidad. por la conversión San Juan de Dios y Semana Santa: los amigos que La hospitalidad, un medio Marzo Hospitalidad forman la familia hospitalaria están a nuestro lado al privilegiado para la En la caridad – Jóvenes SJD cruzar la puerta en semana santa. evangelización Pascua: la vida es la puerta que se abre con la Dios nos regala el milagro de La vida es Cristo – Maite Abril Vida resurrección, nos invita a vivir al máximo nuestra fe. la vida López María: cruzamos la puerta del amor de la mano de María nos invita a vivir desde Si no tengo amor - Brotes de Mayo Amor María, ella nos enseña como amar a Cristo y hacer que la fe, el amor y la esperanza olivo crezca nuestra fe como experiencia de ese amor. Corazón de Jesús: la puerta del encuentro que nos lleva Nuestra fe crece desde el Mi Dios y mi todo – Nico Junio Encuentro al mismo Cristo, la fe hace más fuerte nuestra relación encuentro con el corazón de Montero con Cristo. Jesús Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 10. Área Psicogeriatría y Cuidados Somáticos Norka C. Risso Espinoza 4. DINÁMICA DE TRABAJO Ahora comienza el curso, y empezamos con fe, luego llegará el adviento y la esperanza y la amistad con Jesús, después la alegría de la fiesta navideña, más tarde la cuaresma y la conversión, al fin la vida que nos da la resurrección... Tendremos momentos de frialdad y otros de más fe. Cuando lleguen los problemas rezaremos con más intensidad, si hay algún disgusto serio entonces nos volveremos a Dios con un "¿por qué?", o un "por favor" en el borde del corazón. Pero quizás en algún momento un pasaje del evangelio, una lectura inesperada, una homilía acertada, un testimonio sincero, una voz honesta, nos hagan sentir la presencia fascinante y sorprendente de Dios, su amor, su envío a este mundo, el sueño de la creación, la paz, la justicia, el evangelio; tal vez en el momento más inesperado podamos encontrarnos con Dios de un modo más vital, más provocador o más profundo. Que no nos falten ojos para ver, oídos para oír, y corazón que te busque, Señor, desde la hospitalidad, como nos enseñó San Juan de Dios. Pues, para este curso proponemos un itinerario hacia el encuentro con Jesús que iniciamos desde la fe, y que nos acompañará a lo largo de todo el curso, la puerta de la fe nos ayudará a abrir otras puertas hasta un encuentro que nos invita a la felicidad. El año de la fe ha de ser un tiempo en el que se nos den las claves principales para que verdaderamente nos podamos encontrar con Cristo; la puerta de la fe siempre está abierta, y desde que abrimos esta puerta, cada mes se nos invitará a abrir otras puertas, que se distinguirán por los valores que queremos vivir cada mes, estos valores estarán relacionados con el tiempo litúrgico, hasta que lleguemos a final de curso a abrir la puerta del encuentro, tras la cual nos encontraremos con el mismo Cristo que desde el principio ya salía a nuestro encuentro. 9 Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 11. Norka C. Risso Espinoza La puerta que abramos (su correspondiente valor) la iremos trabajando con los evangelios dominicales; además, cada mes se pondrá una canción relacionada con el valor que nos ayude a situarnos, puede ponerse al empezar los grupos, previo a la Santa Misa, o en otras actividades que se considere. A modo de ejemplo: La primera puerta que nos encontramos en este itinerario es el de la fe: A principios de mes se enviara una pequeña reflexión/oración (vitaminas para alegrar el mes) sobre el valor que se vaya a trabajar, esta también serviría para realizar unos carteles y utilizar como catequesis ambiental. Jesucristo siempre sale a nuestro encuentro, pero es imprescindible que nosotros le vayamos abriendo todas las puertas que nos ayuden a encontrarnos con Él. 10 Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 12. Norka C. Risso Espinoza 5. PROPUESTA MENSUAL 5.1. Octubre: Puerta de la FE Profundizar en el contenido de la fe Para profundizar y transmitir la fe, hay que considerar siempre de un modo nuevo el hecho, admirable, grandioso y sorprendente, que está en la base del cristianismo y que colma de felicidad al hombre: Dios se nos revela y se nos da ofreciéndonos la salvación y la felicidad plenas. Al revelar Dios su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo a favor de todos los hombres, somos invitados a acogerlo como el Dios que en Jesucristo nos muestra su misterio y su Plan de Salvación. Que Dios revele plenamente su designio, enviando al mundo a su Hijo amado y enviando a nuestros corazones al Espíritu Santo (cf. Gal 4,4-6) es la realidad fundante del cristianismo y de la fe. Por ello, la fe cristiana más que ser búsqueda de Dios por parte del hombre, consiste en el descubrimiento admirado de Dios que busca amorosamente al hombre para comunicarse con él e invitarlo a entrar en su compañía. De ahí que la experiencia de la fe cristiana -que queremos fortalecer y transmitir - es una gracia, una suerte, algo muy bueno. Pero esa gracia sólo la acoge el hombre desde la sencillez y la apertura de corazón. Como Jesús exclama, lleno del gozo del Espíritu Santo: «Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a gentes sencillas» (Lc 10,21). Para poder madurar y contagiar la fe cristiana, se nos invita a preguntarnos por nuestras actitudes fundamentales, si éstas facilitan o dificultan el encuentro con Dios en Cristo, y por nuestras obras. 11 Para evangelizar a otros es imprescindible que nosotros mismos estemos siendo evangelizados constantemente. Especialmente hoy que nos encontramos en una situación en la que muchos bautizados, Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 13. Norka C. Risso Espinoza muchos practicantes e, incluso, los mismos que nos tenemos por cristianos: necesitamos cultivar a fondo una profunda experiencia religiosa de Jesucristo y de su mensaje de salvación, y redescubrir la perla valiosa del Reino de Dios con la consiguiente renuncia y desprendimiento de las demás cosas; necesitamos acrecentar nuestro afecto y vinculación a la Iglesia, como comunidad de salvación, en la que entramos en comunión con Jesucristo; necesitamos comprender mejor y vivir más coherentemente la integridad de la fe cristiana y superar parcialidades, polarizaciones y reduccionismos. Canción mensual: Fíate – Ixcis (o el himno para el año de la fe) 5.2. Noviembre: Puerta de la AMISTAD La amistad con Dios La amistad supone una elección mutua. Los amigos se eligen libremente, no se imponen. Así sucede también con la relación entre Cristo y nosotros. Él nos eligió como sus amigos, libremente, desde siempre. «No me elegisteis vosotros a mi, sino yo a vosotros» (Jn 15,16). Pero nosotros debemos igualmente elegirlo a él, como amigo personal, para toda la vida, tanto en los momentos de felicidad, como en los momentos de vulnerabilidad. El cristiano es el que hace una opción consciente por Jesús como amigo, con todas sus consecuencias. Aún más, en esta mutua elección, Dios siempre toma la iniciativa. El nos amó primero, nos buscó, nos atrajo a él –a través de las circunstancias de nuestra vida- hasta llevarnos a descubrirlo y elegirlo. En este proceso, Dios no se impone. Nos deja libres para aceptar o no su amistad. 12 En las obras de curación de Jesús, como en los casos del sordomudo o la resurrección de Lázaro, vemos cómo el Señor se conmueve y se hace cargo de la pena de la persona afligida, y lo primero que hace es pedir al Padre que haga valer su acción benéfica, esto es un rasgo de la amistad. Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 14. Norka C. Risso Espinoza De este modo, Jesús pone de manifiesto su relación singular con el Padre. E ilumina también la importancia de nuestra oración de petición, pues consiste ante todo en poner el caso confiadamente en manos de Dios, capaz de superar cualquier límite humano, testimoniando su presencia entre nosotros, conscientes de que, en cualquier caso, el don más precioso cuando lo invocamos es su amistad, su amor infinito por cada uno. Canción mensual: Evangelio es decir amigo (desconozco el autor) 5.3. Diciembre: Puerta de la ALEGRÍA Preparándonos con fe y alegría para la fiesta Con el adviento comenzamos un nuevo ciclo litúrgico y un tiempo de preparación para celebrar la Navidad. Es un tiempo de espera gozosa y de alegría, de escucha atenta de la Palabra de Dios, que nos ofrece promesas de Libertad, de Justicia y de Fraternidad, todavía sin realizarse plenamente. Es también tiempo de vivir la Fe como esperanza activa y tiempo de sentir a Dios como fuente de paz y alegría plena para los hombres. En el tiempo de adviento nos preparamos para celebrar con toda intensidad y llenos de alegría, la venida del Señor: Dios ha venido a vivir nuestra misma vida Dios ha entrado en nuestra historia para abrirnos un camino de liberación Dios ha hecho suya nuestra flaqueza y nos ha hecho vida plena, vida divina. Durante este mes de diciembre vamos a tener tiempo para la alegría y: Acoger la palabra de profetas que nos van a hablar de esperanza Abrirnos a Dios y hacer posible su venida 13 Despertarnos de la somnolencia y hacer que madure nuestra fe Abrir nuestros ojos y nuestro corazón a la realidad de nuestro Centro y comprometernos en la tarea de hacer que los residentes vivan un alegre tiempo de adviento y navidad Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 15. Norka C. Risso Espinoza Prepararnos con fe y alegría para la fiesta en la que se produzca nuestro encuentro con Cristo que nace en medio de nosotros. Canción mensual: Alegrate – Ain Karen 5.4. Enero: Puerta de la PAZ La fe produce paz, que durará todo el año Hemos dejado ya atrás un año más y nos disponemos a comenzar un año nuevo. En estos momentos nace casi espontáneamente en nosotros la reflexión. Tomamos conciencia más lúcida del tiempo, de esa curiosa realidad que vamos gastando sin tomarla demasiado en cuenta. Son momentos idóneos para realizar un balance del pasado y proyectar también nuestra mirada hacia el porvenir. Además, es significativo que desde el siglo IV, la Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador y Madre nuestra. Es bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos elevando nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo largo de este itinerario con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y nuestra esperanza para vivir desde la paz. No sabemos lo que nos espera en el nuevo año, pero sabemos que nos espera Dios. No conocemos los problemas, conflictos, sufrimientos y soledades que pueden sacudir nuestro corazón, pero siempre podemos invocar a Dios. No sabemos qué pecados cometeremos y en qué errores caeremos, pero siempre podremos contar con su perdón. Que Dios y la buena Madre, nos ayuden a vivir un año de paz, también de paz espiritual. 14 Canción mensual: Paz y más paz – Reflejos de luz Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 16. Norka C. Risso Espinoza 5.5. Febrero: Puerta de la CONVERSIÓN En Cuaresma, atrévete a pasar por la conversión La incorporación creciente al misterio de la Pascua de Cristo la expresa la liturgia cuaresmal en una palabra: conversión; pero parece que nadie se da por aludido, todos seguimos caminando tranquilos, sin cuestionarnos nuestra propia conducta. Naturalmente, la conversión es imposible cuando se la da ya por supuesta. Se diría que el catolicismo ha venido a ser, con frecuencia, una teoría vacía de exigencia práctica. Una religión cultural, incapaz de provocar una transformación y reorientación nueva de nuestra existencia. La palabra griega “metanoia” significa “cambio de mentalidad”. La latina “con-versio” viene a indicar lo mismo: “vuelta, cambio de dirección”. Que es lo que se ha traducido en latín “paenitere, paenitentia”, pero entendida en su sentido pleno de conversión total que es el que le viene dado en los textos cuaresmales: Que nuestra mentalidad mundana, lejana al evangelio, se convierta en mentalidad cristiana Que nuestros caminos de pecado, nuestra vida carnal y materialista, se dirijan ahora por los caminos de la gracia, una vida según el espíritu Que donde reinaba el egoísmo, cerrando las puertas a Dios y al prójimo, se inaugure una apertura de docilidad para con Dios y de amor práctico para con el prójimo: «convertíos a mí de todo corazón» (Joel 2,12) Canción mensual: Si realmente queremos amar (desconozco el autor) 5.6. Marzo: Puerta de la HOSPITALIDAD 15 La hospitalidad, un medio privilegiado para la evangelización Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 17. Norka C. Risso Espinoza En un mundo en el que el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros, cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías, la Orden se encuentra en una situación privilegiada para la evangelización y la inculturación de la fe. La cultura de la técnica, probablemente la más reacia a los valores cristianos, es también sensible al testimonio vivido del compromiso concreto por el hombre. El carisma de la Orden nos impele de lleno en este compromiso, dado que la promoción del hombre bajo todos los aspectos es nuestra misión: la curación del hombre enfermo, la acogida afectuosa de los crónicos,, la atención especial a los más débiles y a los más pobres o el acompañamiento a los que están viviendo sus últimos momentos. Solo la fidelidad al carisma hará posible la evangelización y la inculturación del mundo de la técnica en el que han de confrontarse la “cultura de la hospitalidad” y la nueva hospitalidad. Porque «donde no hay caridad no está Dios, aunque Dios en todo lugar está», este mes en el que celebramos la festividad de nuestro santo es una oportunidad para la evangelización, que sea Juan de Dios quien nos guíe a vivir una semana santa hospitalaria, inspirando gestos de hospitalidad que hagan a Dios sentirse acogido entre nosotros en su camino hacia la cruz. Canción mensual: En la caridad – Jóvenes SJD 5.7. Abril: Puerta de la VIDA Dios nos regala el milagro de la Vida La resurrección y la vida eterna no están relacionadas sólo con el “después”, sino con un “ya ahora”. Se trata de la facilidad para vivir ya ahora con una profunda confianza, con una honda alegría por haber 16 tropezado con el señorío de Dios, que se manifiesta en la resurrección. De ahí que las bienaventuranzas estén formuladas en presente: dichosos son los pobres, los mansos, los pacíficos, ya ahora son dichosos pues disfrutan de una libertad que nadie puede ni podrá Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 18. Norka C. Risso Espinoza arrebatarles. En la vida de Dios, que conocemos por “resurrección”, se trata de la libertad respecto del miedo y la muerte. Por tanto, la solicitud de Dios por sus hijos tiene dos puntos de apoyo: la bienaventuranza en la vida visible ahora y la bienaventuranza en la vida invisible luego. «Buscáis a Jesús, el crucificado; ha resucitado, no está aquí». El crucificado no está siempre, no es un estado definitivo. El vive ahora entre nosotros con una forma nueva de presencia. «Os precede a Galilea. Allí lo veréis» Galilea es el lugar donde han comenzado a vivir con Jesús los primeros discípulos, donde han presenciado su vida, sus gestos, sus palabras. Allí, en esa cotidianidad vivida con Él, se les volverá a manifestar en las apariciones, con otra forma de presencia. Allí comenzará la reconstrucción de la comunidad y la misión universal. En lo cotidiano de la vida se nos invita a descubrir la presencia viva de Jesús en medio de nosotros. Dios nos regala el milagro de la vida: amor, alegría, belleza, esperanza,… y espera que nosotros seamos capaces de ver en todo ello los signos de su presencia. Canción mensual: La vida es Cristo – Maite López 5.8. Mayo: Puerta del AMOR María nos invita a vivir desde la fe, el amor y la esperanza En su experiencia de mujer y de madre, María cree y crea vida para su hijo, su esposo, sus vecinos, los discípulos de Jesús…, para aquellos marginados a los que su hijo, como buen pastor, buscó y atrajo. Lo que el Evangelio nos narra de María, con independencia de su historicidad, es: La Visitación a su prima Isabel (echar una mano servicial y 17 amorosamente reveladora) El nacimiento de Jesús (dar a luz la vida, acogida, dificultades, pobreza, amor y fe) Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 19. Norka C. Risso Espinoza Caná, como símbolo del Reino (amistad, fiesta, sensibilidad humana) Jesús en el templo (angustia, búsqueda, oscuridad) Presencia entre los seguidores de Jesús (oyente de la Palabra) Junto a la cruz (riesgo, dolor, muerte, entrega) Su tarea interna, según Lucas 2,19 es «conservar el recuerdo de todo, meditándolo en su corazón». El Señor se encarna, se hace hombre, en la experiencia de María, en aquel sí denso, real, que afecta a su cuerpo, a su fe, a su amor, a su trabajo. Y todo ello con Espíritu. El compromiso de María consiste en conocer y reconocer a Jesús. Creer a Dios en Él. «Algo tuyo vas a nombrarlo desde Dios. Tu amor lo llamará “hijo”; tu fe, “Jesús”»: experiencia de virginidad fecunda que transmite vida, valores, fe, testimonio. «Jesús será grande…, hijo del Altísimo»: profecía desmesurada que María creerá y vivirá desde el vaciamiento, desde la kenosis (Flp 2,5: «tomó la condición de esclavo»). María ofrece su persona a un Dios y a una tarea que va a consistir en amar y creer la historia como historia de salvación, aunque no lo parezca. En el relato de la Anunciación, es gracia gozosamente acogida creer en un Dios-Amor. En l a cruz, misterio de abandono e injusticia, esa fe no es fácil. María, oyente de la Palabra, cree y crea vida en su nombre. Se identifica con el pueblo de Israel en el Magníficat y reconoce a Dios todopoderoso, hacedor de obras grandes, misericordioso, subvertidor de valores (poderosos y humildes) La vida de María –como la de Jesús, explicada en el Evangelio- la podemos contemplar tejida de humanidad orante, amorosa, creyente. Canción mensual: Si no tengo amor - Brotes de olivo 5.9. Junio: Puerta del ENCUENTRO 18 Nuestra fe crece desde el encuentro con el corazón de Jesús Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 20. Norka C. Risso Espinoza La imagen de un Jesús repeinado, triunfante y frío ha vaciado una devoción que es síntesis de nuestra fe: la encarnación de un Dios implicado de tú a tú con la humanidad, que no observa pasivamente sino que se “remanga”, camina a nuestro lado, haciendo su corazón carne a la vera del sufriente. En ese horizonte nace el encuentro y brota una oración bellísima de liturgia cotidiana, que habla de un amor infinito, gratuito, sincero y de diario. Nos dicen de Dios que “ve con ojos de misericordia”, que tiene un corazón como el nuestro. ¿Qué tiene eso que ver con la misericordia? Hija del latín, es la unión de miser (viene a significar desdicha) y cor-cordis (corazón), y traduce la imagen del corazón cercano al sufrimiento, a la debilidad. Proyecta la capacidad para poner el corazón en medio de la desgracia ajena. Esto es mirar el sufrimiento cara a cara, con el centro dónde guardamos lo que amamos, lo que nos cautiva. Con el corazón. Entregarse por alguien; sostener al que llora; vivir con gratuidad; perdonar; comprometerse, construir... son formas de poner el corazón en juego, de practicar misericordia, de AMAR. Quizás esto nos ayude a dar sentido a la fiesta del Sagrado Corazón. Esta devoción invita a dejarse acompañar por Él; no buscar su lógica sino dejarnos descansar en ella, expresión de la plegaria que nuestras abuelas recogían en un murmullo:"Corazón de Jesús, en Vos confío"; supone confiarse a sus manos. Vivir día a día la Contemplación para alcanzar amor de San Ignacio. Ser conscientes de que somos infinitamente queridos, esperados, acompañados… y entonces, entender que el amor de verdad no supone conquista, sino entrega a los demás, supone lanzarse, apostar, abrazar, acoger… como el corazón de Jesús. Canción mensual: Mi Dios y mi todo – Nico Montero 19 Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 21. Norka C. Risso Espinoza 6. CARTA APOSTÓLICA PORTA FIDEI Carta apostólica en forma de Motu propio Porta fidei del Sumo Pontífice Benedicto XVI con la que se convoca el Año de la fe 1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo –equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor. 2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud». Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas. 3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual 20 puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 22. Norka C. Risso Espinoza alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación. 4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis, realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca». Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla». Las grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios, para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado. 21 5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia postconciliar», consciente de las graves Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 23. Norka C. Risso Espinoza dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza». Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia». 6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz». En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la 22 medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 24. Norka C. Risso Espinoza esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17). 7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo». El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios. Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta de la fe». Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios. 8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a 23 las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 25. Norka C. Risso Espinoza antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo. 9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año. No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón». 10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo. A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es 24 suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 26. Norka C. Risso Espinoza profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios. Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso. La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”». Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor. Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre». Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro. 11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, 25 todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fidei Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 27. Norka C. Risso Espinoza depositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial». Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe. En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración. 12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar. En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la 26 verdad. 13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 28. Norka C. Risso Espinoza nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos. Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación. Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4). Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles. Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las 27 necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47). Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 29. Norka C. Risso Espinoza del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores. Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19). Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban. También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia. 14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos-, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18). La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el 28 que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 30. Norka C. Risso Espinoza con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). 15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin. «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia. 29 Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado. Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 31. Norka C. Risso Espinoza 7. Mensaje DOMUND 2012 Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones - Domund 2012 “Llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad” S. S. Benedicto XVI Queridos hermanos y hermanas: La celebración de la Jornada Misionera Mundial de este año adquiere un significado especial. La celebración del 50 aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II, la apertura del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, contribuyen a reafirmar la voluntad de la Iglesia de comprometerse con más valor y celo en la misión ad gentes, para que el Evangelio llegue hasta los confines de la tierra. El Concilio Ecuménico Vaticano II, con la participación de tantos obispos de todos los rincones de la tierra, fue un signo brillante de la universalidad de la Iglesia, reuniendo por primera vez a tantos Padres Conciliares procedentes de Asia, África, Latinoamérica y Oceanía. Obispos misioneros y obispos autóctonos, pastores de comunidades dispersas entre poblaciones no cristianas, que han llevado a las sesiones del Concilio la imagen de una Iglesia presente en todos los continentes, y que eran intérpretes de las complejas realidades del entonces llamado “Tercer Mundo”. Ricos de una experiencia que tenían por ser pastores de Iglesias jóvenes y en vías de formación, animados por la pasión de la difusión del Reino de Dios, ellos contribuyeron significativamente a reafirmar la necesidad y la urgencia de la evangelización ad gentes, y de esta manera llevar al centro de la eclesiología la naturaleza misionera de la Iglesia. Eclesiología misionera Hoy esta visión no ha disminuido, sino que por el contrario, ha experimentado una fructífera reflexión teológica y pastoral, a la vez que vuelve con renovada urgencia, ya que ha aumentado enormemente el número de aquellos que aún no conocen a Cristo: “Los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso”, comentó el beato Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris missio sobre la validez del mandato misionero, y agregaba: “No podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios” (n. 86). En la proclamación del Año de la Fe, también yo he dicho que Cristo 30 “hoy como ayer, nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra” (Carta apostólica Porta fidei, 7); una proclamación que, como afirmó también el Siervo de Dios Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 32. Norka C. Risso Espinoza Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, “no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado” (n. 5). Necesitamos por tanto retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio. Así, no sorprende que el Concilio Vaticano II y el Magisterio posterior de la Iglesia insistan de modo especial en el mandamiento misionero que Cristo ha confiado a sus discípulos y que debe ser un compromiso de todo el Pueblo de Dios, Obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos. El encargo de anunciar el Evangelio en todas las partes de la tierra pertenece principalmente a los Obispos, primeros responsables de la evangelización del mundo, ya sea como miembros del colegio episcopal, o como pastores de las iglesias particulares. Ellos, efectivamente, “han sido consagrados no sólo para una diócesis, sino para la salvación de todo el mundo” (Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 63), “mensajeros de la fe, que llevan nuevos discípulos a Cristo” (Ad gentes, 20) y hacen “visible el espíritu y el celo misionero del Pueblo de Dios, para que toda la diócesis se haga misionera” (ibíd., 38). La prioridad de evangelizar Para un Pastor, pues, el mandato de predicar el Evangelio no se agota en la atención por la parte del Pueblo de Dios que se le ha confiado a su cuidado pastoral, o en el envío de algún sacerdote, laico o laica Fidei donum. Debe implicar todas las actividades de la iglesia local, todos sus sectores y, en resumidas cuentas, todo su ser y su trabajo. El Concilio Vaticano II lo ha indicado con claridad y el Magisterio posterior lo ha reiterado con vigor. Esto implica adecuar constantemente estilos de vida, planes pastorales y organizaciones diocesanas a esta dimensión fundamental de ser Iglesia, especialmente en nuestro mundo que cambia de continuo. Y esto vale también tanto para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólicas, como para los Movimientos eclesiales: todos los componentes del gran mosaico de la Iglesia deben sentirse fuertemente interpelados por el mandamiento del Señor de predicar el Evangelio, de modo que Cristo sea anunciado por todas partes. Nosotros los Pastores, los religiosos, las religiosas y todos los fieles en Cristo, debemos seguir las huellas del apóstol Pablo, quien, “prisionero de Cristo para los gentiles” (Ef 3,1), ha trabajado, sufrido y luchado para llevar el Evangelio entre los paganos (Col 1,24-29), sin ahorrar energías, tiempo y medios para dar a conocer el Mensaje de 31 Cristo. Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 33. Norka C. Risso Espinoza También hoy, la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el paradigma en todas las actividades eclesiales, porque la misma identidad de la Iglesia está constituida por la fe en el misterio de Dios, que se ha revelado en Cristo para traernos la salvación, y por la misión de testimoniarlo y anunciarlo al mundo, hasta que Él vuelva. Como Pablo, debemos dirigirnos hacia los que están lejos, aquellos que no conocen todavía a Cristo y no han experimentado aún la paternidad de Dios, con la conciencia de que “la cooperación misionera se debe ampliar hoy con nuevas formas para incluir no sólo la ayuda económica, sino también la participación directa en la evangelización” (Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 82). La celebración del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización serán ocasiones propicias para un nuevo impulso de la cooperación misionera, sobre todo en esta segunda dimensión. La fe y el anuncio El afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia para escudriñar los problemas, las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, que Cristo debe curar, purificar y llenar de su presencia. En efecto, su mensaje es siempre actual, se introduce en el corazón de la historia y es capaz de dar una respuesta a las inquietudes más profundas de cada ser humano. Por eso la Iglesia debe ser consciente, en todas sus partes, de que “el inmenso horizonte de la misión de la Iglesia, la complejidad de la situación actual, requieren hoy nuevas formas para poder comunicar eficazmente la Palabra de Dios” (Benedicto XVI, Exhort. apostólica postsinodal Verbum Domini, 97). Esto exige, ante todo, una renovada adhesión de fe personal y comunitaria en el Evangelio de Jesucristo, “en un momento de cambio profundo como el que la humanidad está viviendo” (Carta apostólica Porta fidei, 8). En efecto, uno de los obstáculos para el impulso de la evangelización es la crisis de fe, no sólo en el mundo occidental, sino en la mayoría de la humanidad que, no obstante, tiene hambre y sed de Dios y debe ser invitada y conducida al pan de vida y al agua viva, como la samaritana que llega al pozo de Jacob y conversa con Cristo. Como relata el evangelista Juan, la historia de esta mujer es particularmente significativa (cf. Jn 4,1-30): encuentra a Jesús que le pide de beber, luego le habla de una agua nueva, capaz de saciar la sed para siempre. La mujer al principio no entiende, se queda en el nivel material, pero el Señor la guía lentamente a emprender un camino de fe que la lleva a reconocerlo como el Mesías. A este respecto, dice san Agustín: “después de haber acogido en el corazón a Cristo Señor, ¿qué otra cosa hubiera podido hacer [esta mujer] si no dejar el cántaro y correr a anunciar la buena noticia?” (In Ioannis Ev., 15,30). El encuentro con Cristo como Persona viva, que colma la sed del corazón, no puede dejar de llevar al 32 deseo de compartir con otros el gozo de esta presencia y de hacerla conocer, para que todos la puedan experimentar. Es necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 34. Norka C. Risso Espinoza evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición cristiana, que están perdiendo la referencia de Dios, de forma que se pueda redescubrir la alegría de creer. La preocupación de evangelizar nunca debe quedar al margen de la actividad eclesial y de la vida personal del cristiano, sino que ha de caracterizarla de manera destacada, consciente de ser destinatario y, al mismo tiempo, misionero del Evangelio. El punto central del anuncio sigue siendo el mismo: el Kerigma de Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el Kerigma del amor de Dios, absoluto y total para cada hombre y para cada mujer, que culmina en el envío del Hijo eterno y unigénito, el Señor Jesús, quien no rehusó compartir la pobreza de nuestra naturaleza humana, amándola y rescatándola del pecado y de la muerte mediante el ofrecimiento de sí mismo en la cruz. En este designio de amor realizado en Cristo, la fe en Dios es ante todo un don y un misterio que hemos de acoger en el corazón y en la vida, y del cuál debemos estar siempre agradecidos al Señor. Pero la fe es un don que se nos dado para ser compartido; es un talento recibido para que dé fruto; es una luz que no debe quedar escondida, sino iluminar toda la casa. Es el don más importante que se nos ha dado en nuestra existencia y que no podemos guardarnos para nosotros mismos. El anuncio se transforma en caridad ¡Ay de mí si no evangelizase!, dice el apóstol Pablo (1 Co 9,16). Estas palabras resuenan con fuerza para cada cristiano y para cada comunidad cristiana en todos los continentes. También en las Iglesias en los territorios de misión, iglesias en su mayoría jóvenes, frecuentemente de reciente creación, el carácter misionero se ha hecho una dimensión connatural, incluso cuando ellas mismas aún necesitan misioneros. Muchos sacerdotes, religiosos y religiosas de todas partes del mundo, numerosos laicos y hasta familias enteras dejan sus países, sus comunidades locales y se van a otras iglesias para testimoniar y anunciar el Nombre de Cristo, en el cual la humanidad encuentra la salvación. Se trata de una expresión de profunda comunión, de un compartir y de una caridad entre las Iglesias, para que cada hombre pueda escuchar o volver a escuchar el anuncio que cura y, así, acercarse a los Sacramentos, fuente de la verdadera vida. Junto a este grande signo de fe que se transforma en caridad, recuerdo y agradezco a las Obras Misionales Pontificias, instrumento de cooperación en la misión universal de la Iglesia en el mundo. Por medio de sus actividades, el anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de 33 rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos, de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada una de sus etapas. Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 35. Norka C. Risso Espinoza Queridos hermanos y hermanas, invoco la efusión del Espíritu Santo sobre la obra de la evangelización ad gentes, y en particular sobre quienes trabajan en ella, para que la gracia de Dios la haga caminar más decididamente en la historia del mundo. Con el Beato John Henry Newman, quisiera implorar: “Acompaña, oh Señor, a tus misioneros en las tierras por evangelizar; pon las palabras justas en sus labios, haz fructífero su trabajo”. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y Estrella de la Evangelización, acompañe a todos los misioneros del Evangelio. Vaticano, 6 de enero de 2012, Solemnidad de la Epifanía del Señor 34 Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 36. Norka C. Risso Espinoza 8. Vitaminas para alegrar el mes FE Quiero creer. Porque, Señor, yo te he visto y quiero volver a ver, quiero creer. Tú que pusiste en las flores rocío y debajo miel, filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe. Quiero creer. Porque, Señor, yo te he visto y quiero volverte a ver creo en ti y quiero creer. Gerardo Diego AMISTAD ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? ¿qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras? ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¿qué extraño desvarío, si de mi ingratitud del hielo frío secó las llagas de tus plantas puras! ¡Cuántas veces el ángel me decía: “Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía”! ¡Y cuántas, hermosura soberana: “Mañana le abriremos”, respondía, para lo mismo responder mañana! Lope de Vega A L E G R ÍA Quiero cantar la vida que empieza, 35 tararear las dudas que a veces me detienen, y convertir en música las lágrimas. Quiero hacer una balada de justicia y una samba Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 37. Norka C. Risso Espinoza para pronunciar la paz en mil idiomas. Que el perdón se cante como una rumba y la esperanza se anuncie con tambor y trompeta. Que la fe tenga la letra de un bolero y tu historia, fascinante y única, sea un villancico para todo el año. José M. R. Olaizola PAZ Danos, Señor, aquella Paz extraña que brota en plena lucha como una flor de fuego; que rompe en plena noche como un canto escondido; que llega en plena muerte como el beso esperado. Danos la Paz de los que andan siempre, desnudos de ventajas, vestidos por el viento de una esperanza núbil. Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo. Aquella Paz del libre que se aferra a la vida. La Paz que se comparte en igualdad fraterna como el agua y la Hostia. Pedro Casaldáliga C O N V E R S IÓ N Señor! Cuando me encierro en mí, no existe nada: ni tu cielo y tus montes, tus vientos y tus mares; ni tu sol, ni la lluvia de estrellas. Ni existen los demás ni existes Tu, ni existo yo. A fuerza de pensarme, me destruyo. Y una oscura soledad me envuelve, y no veo nada y no oigo nada. Cúrame, Señor, cúrame por dentro, como a los ciegos, mudos y leprosos, que te presentaban. Yo me presento. Cúrame el corazón, de donde sale, lo que otros padecen y donde llevo mudo y reprimido el amor tuyo, que les debo. Despiértame, Señor, de este coma profundo, que es amarme por encima de todo. Que yo vuelva a ver (Lc 18, 41) a verte, a verles, a ver tus cosas a ver tu vida, a ver tus hijos.... 36 Y que empiece a hablar, como los niños, -balbuceando-, las dos palabras más redondas de la vida: ¡PADRE NUESTRO! Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 38. Norka C. Risso Espinoza Ignacio Iglesias H O S P IT A L ID A D Si el amor te escogiera y se dignara llegar hasta tu puerta y ser tu huésped ¡Cuidado con abrirle e invitarle, si quieres ser feliz como eras antes! Pues no entra solo: tras él vienen los ángeles de la niebla tu huésped solitario sueña con los fracasados y los desposeídos con los tristes y con el dolor infinito de la vida. Despertará en ti deseos que nunca podrás olvidar, te mostrará estrellas que nunca viste antes; te hará compartir, en adelante el peso de su tristeza divina sobre el mundo. ¡Listo fuiste al no abrirle! y, sin embargo, ¡qué pobre, si lo echaste de un portazo! S.R. Lysaght V ID A Si tienes mil razones para vivir, si has dejado de sentirte solo, si te despiertas con ganas de cantar, si todo te habla -desde las piedras del camino a las estrellas del cielo, desde las luciérnagas que se arrastran a los peces, señores del mar-, si oyes los vientos y escuchas el silencios, ¡exulta! El amor camina contigo, es tu compañero, es tu hermano… Helder Camara AMOR Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo, con tal de que tu voluntad 37 se cumpla en mi y en todas tus criaturas. No deseo nada más Padre. Te encomiendo mi alma, te la entrego Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 39. Norka C. Risso Espinoza con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre. Charles de Foucauld ENCUENTRO Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré estando ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad? ¿Quién me conducirá hasta allí para verte en ella? Y luego, ¿con qué señales, bajo qué rasgos te buscaré? Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro… Enséñame a buscarte y muéstrame a quien te busca, porque no puedo ir en tu busca, a menos que Tú me enseñes, y no puedo encontrarte si Tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, te desearé buscando, Amando te hallaré, y encontrándote te amaré. San Alselmo 38 Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos
  • 40. Norka C. Risso Espinoza 9. Reflexión semanal OCTUBRE Canción: Fíate La fe nos une Octubre Desde la fe seguimos a Jesús Valor: FE La fe nos invita a evangelizar La fe nos sana 07 de octubre Domingo XXVII del T. Ordinario Evangelio: Marcos 10, 2-16 «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre» Dinámica: La fe nos une a Dios La fe es una historia de búsqueda. De Dios y su verdad. De algo que dé sentido a lo que ocurre. De respuestas a las grandes preguntas, por el sentido de la vida, de la muerte, del dolor, del amor. En esa búsqueda no estamos solos. De hecho, nos apoyamos en lo que otras personas antes que nosotros vivieron, intuyeron y comprendieron. Desde ahí aprendemos, y seguimos tratando de aprehender una verdad que se va desplegando en el tiempo. Hoy quiero sentirme unido a toda esa cadena de buscadores de Dios que, desde el inicio de los tiempos, buscan... • ¿Hay algún personaje de la historia de la Iglesia, alguna figura que me resulte especialmente cercana? Vuelvo la vista hacia ellos y rezo con ellos. 14 de octubre Domingo XXVIII del T. Ordinario Evangelio: Marcos 10, 17-30 «Vende lo que tienes y sígueme» Dinámica: Desde la fe seguimos a Jesús 39 Cada vida es única, diferente. Cada persona es un mundo. Y cada uno de nosotros somos un milagro. Cada uno tenemos la oportunidad de Abrir la puerta de la fe | Centro San Juan de Dios Ciempozuelos