1. YO Y MI CIRCUNSTANCIA DIGITAL.
Manfred Nolte
Desde que en 1914 José Ortega y Gasset lanzase su inspiradora frase, los
ciudadanos reflexivos han comprobado gradualmente que no las tienen todas
consigo, que no están libres de ataduras y condicionantes externos y que, en
definitiva, a su yo personal, íntimo y libre hay que agregarle el conjunto de
sucesos que constituyen el entorno hostil o indeseado. Somos, en efecto, nuestro
‘yo y nuestra circunstancia’.
Viene estoa cuenta de que debuta nuestra vida digital con un determinado grado
de espontaneidad e inocencia, pero al cabo descubrimos que es ésta una táctica
peligrosa e incluso equivocada, que los enemigos de lo ajeno acechan sin piedad
y que en un mundo como el actual que ha propiciado el accesoa los datos de forma
tan simple como exponencial, esas incursiones en lo privado pueden ser
demoledoras. Me refiero, en resumen, a la claudicación a la que hemos conducido
al sagrado reducto de nuestra intimidad, que apenas ya existe, sigilosamente
camuflado en el mundo de redes y nubes, o sea de lo invisible.
Las circunstancias que han aniquilado nuestra intimidad son de diversa índole.
No se trata aquí del hecho ilícito y criminal de las escuchas canalizadas a través
de aplicaciones como Pegasus, que conmueven en estemomento al país. Ni de los
ataques igualmente fraudulentos a empresas o particulares con motivaciones
siempre materiales y pecuniarias, que engrosan la larga lista de la
ciberdelincuencia. Nos referimos en estas líneas a la destrucción masiva y
sistemática de la intimidad de las personas, dentro de un presunto marco de
legalidad y generalmente derivadas del propio interés del perjudicado que
adopta, sin saberlo, el doble papel de víctima y cómplice. En particular los
adolescentes no solo colaboran involuntariamente, sino que apenas entienden el
concepto de privacidad. La frontera de lo privado y lo público no existe para ellos
porque la intensidad y el tiempo consagrado a sus gadgets les hace pensar que lo
que no se comparte en el ciberespacio es como si no perteneciese a la realidad.
Hablamos del impune expolio de los atributos personalísimos acumulados en el
almacén de nuestra vida reservada -sentimientos, orientación sexual, condición
del voto, salario, hábitos, itinerarios, gustos o gastos- auspiciado por las grandes
2. compañías como Google, WhatsApp, Twitter, Instagram, Facebook y otras, que
han aprovechado nuestra huella digital en terminales de toda índole,
fundamentalmente el móvil, para apropiarse de la práctica integridad de nuestro
patrimonio espiritual, de nuestra interioridad, además de los datos que figuran
en nuestras terminales como agenda de contactos, correos electrónicos,
calendario, fotos, libros, notas y un largo etcétera más. Desconocemos que,
subliminarmente, hemos dado consentimiento al acceso a nuestro bunker de
contenidos en una especie de cheque en blanco virtual. Nuestra ingenuidad paga
su precio. Cada vez que descargamos una aplicación gratuita ignoramos que el
producto somos nosotros mismos, nuestra información.
¿Ganan dinero nuestros espías seudolegales con la información que nos sustraen
en el sigilo digital? Evidentemente. Hay que saber que las multinacionales
aludidas acumulan y procesan el rastrode nuestros datos – el llamado oro azul-
para utilizarlo en su propio marketing direccional y para venderlo, con fines de
segmentación comercial. Junto a ellas, un amplio colectivo de empresas (data
brokers) tiene por objeto la normalización de datos y perfiles de consumo con los
millones de reseñas que todos vamos regalando por el ciberespacio y ,así,
enriquecerse.
La palabra clave en este contexto es concienciación. ¿Se ha preguntado Vd. ¿Por
qué le piden permiso para acceder a su geolocalización o a su lista de contactos
cuando se baja de la nube una simple pieza musical? Algo es ello. La intimidad
está ligada a nuestro nivel de sensibilidad y de cultura. Se trata de recuperar
nuestra mayor soberanía espiritual a través del control de nuestros datos. No
puede ser, de una vez por todas, que las redes, a través de sus algoritmos,
conozcan mejor que nosotros quienes somos y lo que en cada momento vamos a
hacer o nos gustaría realizar.
Recordemos a Gasset: ‘Yosoy yoy mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me
salvo yo’. Ahí se esconde, en un inofensivo móvil o en una elegante Tablet, el león
dispuesto a devorar a su víctima: se llama la circunstancia digital.