La reciente muerte de John Williamson, artífice del llamado 'Consenso de Washington' nos da la oportunidad de ver el giro adoptado por el FMI en materia de rescate de las economías del Planeta.
5.2 ENLACE QUÍMICO manual teoria pre universitaria
Rechazar el consenso de washington
1. RECHAZAR EL CONSENSO DE WASHINGTON.
“Nada es para siempre”, enseñaba Séneca, el estoico, y no hay verdad mayor que
esta sobre la faz de la tierra. Verdades absolutas defendidas en otro tiempo hasta
con la propia vida, hoy sucumben al voto de mayorías en parlamentos de
pacotilla, pactadas por los pelos, si no, contra natura. Teorías económicas
reputadas como inamovibles capitulan ante el nuevo mesianismo del sector
público que riega de billones un mercado donde antes solo funcionaban,
tímidamente, la oferta y la demanda. Hasta las pautas en los rescates de países
quebrados, practicadas durante décadas por el FMI, el Gendarme de Washington
y garante del orden económico mundial, se han batido en retirada, y aquellos que
las defendían y eran sus héroes intelectuales, hoy son sombras del pasado,
reliquias de una era caduca y envuelta en el olvido.
Viene esto al caso con ocasión del reciente fallecimiento de John Williamson, al
que se atribuye el llamado “Consenso de Washington” y que ha representado la
síntesis y el decálogo de las actuaciones del FMI durante decenios. En esas
estamos. Y es que donde antes todo era equilibrio, austeridad, orden,
liberalización, desaparición de aranceles, y contención del sector publico hoy es
todo lo contrario: liquidez ilimitada a tipos negativos, ayudas a fondo perdido de
origen supranacional, gasto público y déficits beligerantes, el estado en primera
fila ondeando la refulgente bandera de la salvación. Como dice el nobel Paul
Krugman “vivimos tiempos en que la prudencia convencional es locura y la virtud
vicio’.
El ‘Consenso de Washington’ recoge un conjunto de pautas económicas, que los
grandes prestamistas institucionales, Banco Mundial y FMI,juzgaron apropiadas
2. para que determinados países, en particular los latinoamericanos en crisis de
finales del milenio alcanzasen la estabilidad financiera y el desarrollo económico.
Su artífice, John Williamson, lo concretaba en 10 reformas básicas relativas al
equilibrio presupuestario, actualización de tipos de interés, devaluaciones,
liberalización del comercio e inversión extranjera,así como el adelgazamiento del
sector público y la entronización de la libre concurrencia. Bajo el mantra
‘estabiliza, privatiza, liberaliza’, el Consenso ha sido la voz de la Institución con
sede en Washington, a la que necesariamente acompañaba un amplio programa
de austeridad.
A pesar de las duras críticas surgidas de entre las filas de los antisistema, Lula
hizo de él su bandera y salió victorioso en las elecciones. Fue eficaz en la crisis
mejicana de mediados de los 90 y en la asiática de finales de la misma década.
Por lo demás el ideario neoliberal ha proseguido hasta el prólogo de la actual
recesión, con la credencial de una ‘década moderada’ que proporcionó a países
centrales y emergentes un itinerario desigual de éxito económico, crecimiento y
bienestar.
Aletargado en apariencia tras las políticas anticíclicas que surgieron como
reacción a la gran crisis de 2008, la crisis griega de 2010 y siguientes y hace
resurgir las pautas del Consenso que se aplican en alguna medida también a los
rescatesde Irlanda y Portugal. Los hombres de negro, entrelos que figura el FMI,
presentan un paquete clónico de prioridades políticas: disminución drástica del
déficit, reducción del sector público y de sus efectivos y privatización de sus
empresas, apelación al beneficio o la productividad en una batería de parámetros
sociales y ello bajo el secular e innegociable principio de condicionalidad: no
existen los planes B.
España ha probado en dos ocasiones la amarga pero salvífica medicina de
Washington. La más reciente en 2012, cuando Luis de Guindos negoció con la
‘Troika’ la resolución de las quebradas Cajas de Ahorro españolas. Un
memorando de 32 medidas al mas clásico estilo del Consenso a cambio de
100.000 millones de euros, de lo que finalmente solo se dispusieron 42.000.
Previamente, en un contexto menos recordado, la continua apelación del
gobierno franquista a la ayuda americana, con ocasión de la crisis cambiaria y la
inflación galopante de 1956, empujó a España a abjurar del aislacionismo,
integrarse en el club de miembros del FMI en 1958 y a seguir sus instrucciones,
en un vasto programa de reformas que conocemos como el ‘Plan de
Estabilización’ aprobado el 21 de agosto de 1959.La fuertedevaluación impuesta
por los técnicos del FMI, que dejaría el cambio en 60 pesetas por dólar, fue una
de las claves del éxito del plan. Se inauguraría así un período de crecimiento, el
más intenso de la historia española reciente, con tasas del 10% anual, que
permitiría a nuestropaís el proceso de convergencia con las economías europeas
occidentales, y erigirse en 1972 en la undécima potencia económica del planeta.
No sin pagar el precio de un alto paroinicial, que alentaría la emigración a Europa
de una amplia capa de la clase trabajadora.
3. Pero estas recetas se muestran hoy caducas. La voracidad de la crisis ha
consensuado en todo el arco ideológico, tanto político como académico, una
masiva inyección de fondos en las economías occidentales, incluida la española.
El gobierno de España ha visto mermada su recaudación y aumentado su déficit
público hasta el -11%, el mayor de su historia, a finales de 2020, como
consecuencia de una vasta política beligerante y anticíclica. Por su lado el BCE
abre las compuertas de las esclusas de la liquidez e inunda los mercados con
dinero al cero por ciento o tipo negativo.
Hasta Kristalina Georgieva, la directora general del FMI, siguiendo las pautas de
sus expertos, alienta a gastar sin descanso.
El Consenso de Washington ha quedado laminado.
Solamente Ángela Merkel, como una voz molesta y discordante en medio de la
nueva ortodoxia advierte que hay que sacar las facturas de los cajones y empezar
a pensar cómo van a ser pagadas.
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