El documento discute la situación política en España, donde el gobierno ha estado en funciones durante más de nueve meses sin aprobar leyes o someterse a la supervisión del Congreso. Esto ha impedido que el país lleve a cabo reformas económicas importantes y cumpla con los compromisos de déficit con la UE. Además, la prolongada parálisis legislativa podría conducir a multas de la UE y perder fondos estructurales si no se aprueban los presupuestos antes del 15 de octubre. El autor argumenta que es neces
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Paralisis parlamentaria
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BURKINI (PARLAMENTARIO).
Manfred Nolte
En realidad no tiene que ver en exceso el contenido de esta columna con el
actualísimo burkini, a no ser por meras razones pedagógicas ejemplificando lo
que es la deficiente elección de una prenda deportiva y por elevación, referir lo
que es una pésima gestión de la responsabilidad democrática de un país. En mi
opinión, la conflictiva vestimenta de baño utilizada presuntamente por señoras
y señoritas de profesión musulmana, sustituye mal a las occidentales, que
tapando lo fundamental, están pensadas para que la epidermis se beneficie al
máximo de la función refrescante del agua. Queda claro que cada cual se baña
como quiere, siempre que actúe higiénicamente y no mortifique a los que están
a su lado, pero en lo de refrescar, el revolucionario atuendo acuático se ajusta
mal a los fines buscados. En la natación, como en la política, cada objetivo
precisa de instrumentos pertinentes.
Valga el símil, un tanto cogido por los pelos veraniegos, para reseñar que la
llevanza política institucional de un país se basa en unas reglas y no en otras:
unas Cortes en funcionamiento –poder legislativo- que junto a un Gobierno
constituido (ejecutivo) y al Cuerpo judicial definen los tres poderes de las
democracias constitucionales modernas. Las situaciones alternativas, cuando
adulteran su turno de transitoriedad, son inaceptables. Surge esta consideración
porque el poder legislativo en España sufre la parálisis más larga de la
democracia. Eso de que la última ley aprobada en el Congreso –la de los
Presupuestos generales del año en curso- lo haya sido hace más de nueve meses
no es un adecuado espejo de la normalidad normativa de un país. Si agregamos
que desde Octubre de 2015 el Gobierno en funciones no haya oficiado su
sometimiento a la vigilancia de la Cámara, la gran vestidura democrática del
Estado español se rasga y deja en evidencia sus pudendas vergüenzas. Para eso,
mejor el burkini.
Padece gravemente el ejercicio de la función ejecutiva, vital siempre, pero crítica
en las actuales circunstancias por las que atraviesa la economía española. Dicho
de forma lacónica, España está dilapidando un tiempo de oro para seguir
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acometiendo las imperiosas reformas estructurales y recomponer los estragos
del ciclo, encarando un crecimiento y un empleo sostenido durante los años
venideros.
Ha tirado de la soga de la inercia la economía española en este exasperante
período, con un éxito desproporcionado que, obvio es decirlo, no puede
alargarse hasta el infinito. Nueve meses sin gobierno han consentido que los
fundamentales económicos no hayan salido dañados. Entre abril y junio el
crecimiento trimestral del PIB ha sido del 0,7%, una décima menos tan solo que
el del primer trimestre y el desempleo ha caído al 20% desde el escandaloso
porcentaje del 27% en 2013. 271.400 empleos creados en los últimos tres meses.
Pero es que a los espectaculares vientos de cola que persisten en su acción
benefactora se ha unido este año una explosión turística que huyendo del azote
del terrorismo en otros destinos tradicionales será responsable de no pocas
décimas de nuestro crecimiento puntual. Aun así, los costes de la encrucijada
política tienen que aflorar de un momento a otro. Los primeros indicios de
inflexión ya han sido anunciadas por las principales casas de estudios.
Junto a la conducción habitual de un país, se añade en España el imperativo de
acometer una serie de reformas que no pueden llevarse a cabo debido a la
inactividad parlamentaria y a los negros presagios que se barruntan en relación
a la probabilidad de unas terceras elecciones.
Los compromisos con Bruselas figuran en primerísimo lugar y lamento repetir
lo que ya se advirtió la semana pasada en esta columna en este mismo diario.
Aunque improbable, no es descartable la contingencia de una nueva multa
astronómica de 5.000 millones de euros y la congelación de 1.100 millones en
fondos estructurales si se llega al 15 de octubre sin Presupuestos. En esa fecha,
el Gobierno constituido deberá presentar un Plan Presupuestario de Ingresos y
Gastos a Bruselas que demuestre el propósito de la enmienda de nuestro déficit
fiscal. La viabilidad del cumplimiento de este calendario se aventura hoy como
extraordinariamente difícil.
Y luego queda, al margen de multas y otras construcciones institucionales, la
necesidad imperiosa de proseguir en la senda de nuestras reformas, restablecer
y fortalecer nuestra competitividad y actuar sobre los componentes básicos de
nuestra oferta productiva –de todo el abanico de nuestros mercados- para
adecuar estructuras, que es algo esencialmente diferente de crecer y crear
empleo por la inercia benéfica de la recuperación del ciclo económico. No son
los peces de hoy los que nos deben consolar sino las cañas que hayamos de
lanzar con éxito el día de mañana. Las políticas de gasto están bien si gastamos
bien lo que tenemos y no marcamos a diario un nuevo record de endeudamiento
público.
Lo decisivo, como acaba de recalcar un reciente informe del FMI, son las
políticas de oferta. En especial las que ayuden a superar nuestra baja
productividad laboral, nuestra deficiente formación y educación, el raquitismo
empresarial, la escasa inversión en conocimiento e I+D+i, aborden las
ineficiencias de nuestras administraciones y encaren de una vez por todas el
envejecimiento de nuestra población y sus graves consecuencias, que todos
conocemos.