El universo cripto no tiene por qué suscitar una especial atracción. Por la sencilla razón de que no se entiende a qué valores sirve o qué problemas soluciona, excepto los de una economía opaca y frecuentemente criminal. Gente que arriesga dinero en un artilugio sin subyacente, asumiendo que otros arriesgarán aún más: es la magia del esquema Ponzzi.
1. Sam Bankman-Fried, Propietario de FTX.com
NUEVO SINIESTRO EN CRIPTOLANDIA.
Manfred Nolte
No es necesario postularse en favor de que el mercado de los criptoactivos
desaparezca. La libre decisión de los individuos en el capítulo de las finanzas,
como en cualquier otro ámbito, es sagrada con la excepción de aquellas conductas
que afecten no solo al patrimonio propio sino también al ajeno. Si la gente quiere
especular con activos de riesgo que pueden reducir su valor a cero, está en su
derecho, siempre y cuando no hayan sido objeto de engaño -requisito subjetivo-
o representen un riesgo sistémico -requisito objetivo-.
Es más: ha habido una época histórica, ya transcurrida, en que muchas personas
han comprado barato y ahora tienen un activo revalorizado, si aún no lo han
vendido. Pero el universo cripto tampoco tiene por qué suscitar una especial
atracción. Por la sencilla razón de que no se entiende a qué valores sirve o qué
problemas soluciona, excepto a los de una economía opaca y frecuentemente
criminal. Gente que arriesga dinero en un artilugio sin subyacente, asumiendo
que otros arriesgarán aún más: es la magia del esquema Ponzzi.
Por un comprensible sentido de la responsabilidad, podría estarse en contra de
estos ‘tokens’ si se aventurase que su caída pudiera arrastrar a la economía en su
conjunto a una recesión. Pero al día de hoy, incluso tras el fiasco protagonizado
por la plataforma FTX.com no parece que afecte seriamente al resto de mercados
financieros tradicionales y representen un riesgo sistémico, al estilo de Lehman y
su épico desplome. Sin embargo, surgen razones una y otra vez para comentar
sobre este movimiento criptodigital y exponer cuales son las alertas que de una
forma o de otro lanzan estos dispositivos o seudodivisas.
2. Vistos en cercanía, todos los desastres financieros guardan analogías. Excesivo
apalancamiento, activos ilíquidos, fraude, ventas forzadas y conflictos de
intereses desbaratando castillos de naipes que muchas personas sensatas habían
alertado que no podían ser sostenibles. Pero cada caso tiene sus matices.
Los problemas que ha producido la plataforma FTX.com -la tercera en el mundo
de su clase- y su firma afiliada de fondos de inversión y cobertura, Alameda
Research, son los más recientes, pero casi con seguridad no serán los últimos. El
viernes, Sam Bankman-Fried solicitó la apertura de procedimiento de quiebra de
su criptoimperio, FTX, en Delaware, Estados Unidos. Es seguro que los clientes
sufrirán pérdidas cuantiosas. El agujero se estima en 16.000 millones de dólares
con más de un millón de damnificados.
El siniestro FTX que aquí glosamos es singular en cuanto que repite percances
similares producidos recurrentemente en el tiempo en otros ámbitos del sistema
financiero. Para entender esta afirmación debe quedar claro que FTX no es un
criptoactivo o token (aunque acuñaba el suyo propio denominado FTT) sino una
plataforma de intercambios de activos (‘Exchange’), especializada en el comercio
de criptoactivos, con la misma sofisticación -apalancamiento, derivados,
especulación- que brokers o bancos operantes en los mercados financieros
tradicionales.
Una plataforma tipo FTX hace mención a un espacio virtual y/o presencial, en el
que se realizan compra-ventas de criptogadgets pero también de otros muchos
activos tradicionales. Muchos ‘Exchanges’ operan con acciones, obligaciones o
cualquier otro tipo de título financiero aceptado por la comunidad que lo
conforma. Su objetivo es permitir al usuario participar en un mercado con el
ánimo de acrecentar su patrimonio. Habitualmente el inversor entrega la
cantidad a invertir o convertirla en el ‘token’ de la propia plataforma, vinculando
su patrimonio a la marcha general de la misma. Según su tamaño, la plataforma
se vuelve referencia del precio de mercado de cada uno de los activos implicados.
La quiebra de FTX no está asociada en este caso a la calidad intrínseca de los
criptoactivos comerciales, sino a la pésima gestión de su equipo humano, y a un
presunto fraude: FTX habría usado sumas ingentes de fondos de clientes de FTX
para cubrir las pérdidas de su propio fondo de capital riesgo, Alameda Research.
El liquidador de la sociedad John J.Ray ha declarado: “En toda mi carrera, no
había visto un fallo tan completo de los controles corporativos y una ausencia tan
flagrante de información financiera confiable como ha ocurrido aquí. Desde la
integridad de los sistemas comprometidos y la supervisión regulatoria defectuosa
en el extranjero, hasta la concentración del control en manos de un grupo muy
pequeño de personas sin experiencia, sin sofisticación y potencialmente
comprometidas, esta situación no tiene precedentes.”
Estos mismos desastres ocurren con alguna frecuencia en el mundo financiero
regulado. Con o sin malversación, las entidades toman fondos a corto y los
prestan a largo. Mientras los primeros pueden ser retirados a demanda, los
préstamos a largo carecen de liquidez. A ello sigue habitualmente una súbita crisis
de confianza. Las nuevas regulaciones no han parecido impedir que los ejecutivos
de las firmas encuentren nuevas formas de cometer los mismos viejos fraudes y
errores.
3. Temas aparte y de diferente evolución práctica son la propia viabilidad de los
criptoactivos, la regulación de estos mercados y la protección de los inversores en
este tipo de operaciones. En cuanto a lo primero, y con excepción de aquellos
tokens que tienen una contrapartida sólida (stablecoins), la realidad es que
carecen de valor subyacente, y son mero humo especulativo. La debacle de FTX
ha arrastrado el precio de Bitcoin al suelo reciente de los 17.000 dólares. Aun así,
son 17.000 dólares más de lo que yo aconsejaría pagar por una unidad del más
famoso de los criptoactivos.
Aunque aún falta un sistema internacional de protección de los inversores, -en
Europa se halla uno en ciernes- FTX ya estaba sujeta a regulaciones en Estados
Unidos y otros países -su filial en Chipre le garantizaba el pasaporte en la Unión
europea- con auditorias limpias y un aceptable marketing de transparencia. Más
regulación tampoco significa más progreso ni un éxito más rotundo. Mejor
gestión sí.
En suma: es la totalidad del fenómeno ‘Cripto’ la que necesita una revisión desde
sus cimientos.