Sorprende la descolocación cultural de un buen número de nuestros adolescentes que no solo ignora quien fue el nobel Mijaíl Gorbachov y qué papel jugó en el cese de la guerra fría de finales del Siglo XX, sino que pueden quedarse inmovilizados ante la simple pregunta de cuántos y cuáles son los puntos cardinales.
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LA CULTURA FINANCIERA DE NUESTROS JOVENES.
Manfred Nolte
Sorprende la descolocación cultural de un buen número de nuestros adolescentes
que no solo ignora quien fue el nobel Mijaíl Gorbachov y qué papel jugó en el cese
de la guerra fría de finales del Siglo XX, sino que pueden quedarse inmovilizados
ante la simple pregunta de cuántos y cuáles son los puntos cardinales. La cultura
es ese acervo genérico de conocimientos y aptitudes que nos separan de la
indiferencia, de la ausencia de perspectivas espaciales o históricas, de la
receptividad de lo externo hacia nuestro interior intransferible. No solo, pero
atañe como dice la academia al conjunto de conocimientos que permite a alguien
desarrollar su criterio o sea su juicio crítico. El conocimiento, hoy en buena
medida de la mano de la tecnología, es un medio para lograr la inclusión social,
el autorreconocimiento personal y la confianza. Educación es igual a prevención
y seguridad.
Los que hemos dedicado algunas décadas de nuestras vidas a la enseñanza
universitaria hemos ido advirtiendo -no sin perplejidad- que el modelo educativo
va migrando de la formación en núcleos temáticos de conocimientos críticos
hacia otra dimensión anclada en el concepto de ‘talleres’ o ‘procesos’ de debate
dinámicos sobre distintas materias interrelacionadas. Por supuesto que es
primordial enseñar al alumno a pensar y a decidir por su cuenta, pero malamente
se podrá debatir sobre un tema puntual de enjundia sin los pertinentes
ingredientes que lo conforman y lo rodean. Sin ingredientes básicos no hay plato
que pueda uno llevarse a la boca. Los alumnos de 18 a 20 años, salvo contadas
excepciones, son descampados culturales. El saber no ocupa lugar, pero nadie
dijo que no exigiera esfuerzo, orden, criterio y memoria. Si. También memoria.
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Viene esto a propósito de la educación financiera de nuestros jóvenes, aunque
quepa ampliar cuanto aquí se dice a estratos más maduros de la población. Pero
empecemos por los primeros.
La juventud española parte en desventaja. Informes como el de Intrum-European
Consumer Payment Report 2021 recogen que el 62% de los españoles necesita
mejorar su educación financiera. El influyente estudio PISA redactado por la
OCDE, sitúa a nuestros estudiantes 13 puntos por debajo de la media europea en
conocimientos sobre la economía, el dinero y finanzas, un claro indicativo de las
carencias de un sistema educativo que no incluye o incluye mal la educación
financiera en sus planes de estudio. Si bien los adolescentes no gestionan su
propio dinero, sí que disponen de parte del dinero de sus hogares, por lo que
necesitan herramientas para enfrentarse a su contexto y circunstancias,
básicamente en la adecuada asunción de sus deudas. Deudas que procedían en
buena medida– según uno de los talleres de educación financiera que se imparte
en un colegio de Madrid a adolescentes de 14 a 16 años- de los resultados adversos
en las apuestas y en los juegos en red, prohibidos para esa franja de edad, como
ha reflejado recientemente Marta Fernández Vallejo en este mismo diario.
El portavoz del Informe Europeo de Pagos, 2022-España, elaborado por Intrum
apunta a otro riesgo, el de caer en compras inadecuadas a golpe de clic en el
comercio digital. El dinero digital relativiza su importancia y con ello su uso
mesurado. La educación financiera previene asimismo de caer en las acechantes
estafas de la red.
En una reciente intervención pública del Gobernador del Banco de España Pablo
Hernández de Cos, glosando los conocimientos financieros de nuestros adultos y
de nuestros jóvenes, recabada a través de la reciente realización de la Encuesta
de Competencias Financieras (ECF), una iniciativa del Banco de España y de la
CNMV, se concluía que un grupo muy amplio de españoles no está familiarizado
con conceptos básicos, como la inflación, el tipo de interés o la diversificación del
riesgo, entre otros temas financieros. Por ejemplo, el 42 % de los entrevistados
no consigue responder adecuadamente al concepto y efectos de la inflación.
Para responder correctamente a la pregunta sobre el tipo de interés compuesto,
la persona entrevistada debe entender que la evolución de una cantidad ahorrada
en una cuenta depende no solo del tipo de interés anual aplicado a la cantidad
ahorrada el primer año, sino también de los intereses acumulados desde
entonces. El 54 % de los encuestados no consigue responder correctamente a esta
cuestión. La pregunta sobre la diversificación del riesgo mide si el entrevistado
entiende que el riesgo asociado a invertir en un activo de riesgo disminuye si se
adquiere una amplia gama de activos en vez de un único tipo de ellas. En este
caso, el 51 % de los consultados no consigue responder correctamente a esta
cuestión. Finalmente, la proporción de personas que contesta correctamente a las
citadas preguntas es inferior entre los jóvenes. En concreto, solo una de cada ocho
de las personas de entre 18 y 34 años responde correctamente a las tres preguntas.
¿Qué solución tienen las carencias citadas? Como es lógico adivinar, no hay otra
que la adecuada formación de nuestra juventud en las materias financieras más
básicas y usuales. El lugar tiene que ser el recinto educacional en Institutos y
Colegios en la formación preuniversitaria con módulos específicos sobre la
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materia, que deben reforzarse en el año de acceso a la universidad en todas sus
facultades y especialidades, desde las de Económicas y Empresariales a la de
Física o Ciencias de la Salud. Todo ello con programas propios y apoyadas en
iniciativas públicas o privadas de terceros.
Hay que resaltar asimismo la importancia y el valor específico de la familia como
espacio de aprendizaje financiero. Las madres y los padres deberían tener la
formación suficiente como para adoptar el protagonismo en la socialización
financiera, tratando de mejorar sus competencias en esta materia y enseñando a
sus vástagos a ponerlas en práctica. Los centros educativos respaldarían y
perfeccionarían la formación de los progenitores.
Por cierto, ¿está Vd. seguro de entender lo que es el Euribor? ¿O la TIR de su
reciente inversión?