Los bancos centrales se están moviendo porque temen perder credibilidad y, si la perdieran, los costos de recuperarla serían mucho más altos que los posibles errores de sobreactuar ahora.
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BANCOS CENTRALES: ¿MEDIDAS FAVORABLES O ADVERSAS?
JACKSON HOLE.
Manfred Nolte
Resulta difícil desmarcarse de los estados de opinión cuando la ola mediática
alcanza una determinada altura. La resistencia a subirse al carro de la mayoría se
sustenta en presuntos criterios objetivos, pero en las disciplinas sociales la
objetividad es discutible y se disipa con gran facilidad.
La crisis acecha y los voceros que la anunciaron ya hace unos pocos meses se
felicitan de su atrevimiento intelectual. Otros nos hemos resistido a aceptar
prematuramente la llegada de una tercera inflexión de la economía hasta
encontrar razones incuestionables. Una crisis económica viene probada por
registros negativos del PIB durante al menos dos trimestres consecutivos. Esa es
la ortodoxia estadística. Pero aun así ese baremo de medición precisa de muchas
matizaciones. Si las caídas son ligeras y las expectativas de mejora suficientes, el
índice estadístico se difumina hasta perder interinamente su validez. Mas allá de
estas consideraciones, los que militamos en el sufrido cuerpo de los analistas
económicos, sabemos que las previsiones a futuro resultan un ejercicio
intelectualmente peligroso. Nos basta, y aun nos faltan pertrechos, con explicar
cabalmente el pasado. Pongamos un simple ejemplo. ¿Cómo cambiarían las
percepciones de la actual coyuntura económica si se produjera súbitamente un
alto el fuego en el conflicto de Ucrania? Y así varias hipótesis más.
Dicho lo cual, el escenario dominante que dibujan con práctica unanimidad los
gobiernos e Instituciones Internacionales del planeta es la de la inminencia de
una crisis económica de magnitud variable. Cierta en su advenimiento e incierta
en su magnitud y duración. El shock gasista en Europa, la fuerte subida de los
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tipos de interés en Estados Unidos, y los confinamientos interminables junto a la
grave crisis inmobiliaria en China acumulan una gran incertidumbre. Uno a uno,
los grandes motores de la economía mundial se aproximan a los números rojos.
Para reforzar este sentimiento y llevado al caso de la economía española, el 80%
de los indicadores del Ministerio de Economía apunta a un frenazo económico
inmediato. En su consecuencia, Gobiernos e Instituciones han puesto en
funcionamiento importantes baterías anticíclicas. La pregunta que aquí nos
ocupa es si el conjunto de medidas desplegada por los Bancos Centrales va a
ayudar a frenar o alternativamente a acelerar la presunta crisis en ciernes.
El foro de Jackson Hole, un enclave turístico en Wyoming, Estados Unidos, acoge
anualmente una reunión no solo de banqueros centrales, sino también de
académicos, ministros de finanzas y directivos o empresarios de importantes
compañías privadas. Su objeto es debatir sobre la situación y los retos de la
economía mundial. La de 2022, celebrada días atrás, nos ha mostrado la
temperatura de las medidas anticrisis de las principales potencias del planeta. La
conclusión principal recogida en el foro es un retorno drástico de las políticas
monetarias. Los bancos centrales están decididos a volver a controlar la inflación,
por encima del resto de iniciativas. Este ha sido el mensaje tanto de Jerome
Powell, presidente de la Reserva Federal, como de Isabel Schnabel, miembro del
directorio del Banco Central Europeo.
“Restaurar la estabilidad de precios llevará algún tiempo y requiere el uso
enérgico de nuestras herramientas para lograr un mejor equilibrio entre la oferta
y la demanda. Es probable que la reducción de la inflación requiera un período
sostenido de crecimiento por debajo de la tendencia. Además, es muy probable
que se suavicen las condiciones del mercado laboral. Si bien las tasas de interés
más altas, el crecimiento más lento y las condiciones del mercado laboral más
suaves reducirán la inflación, también traerán algunos problemas a los hogares y
las empresas. Estos son los costos desafortunados de reducir la inflación. Pero el
hecho de no restaurar la estabilidad de precios significaría un dolor mucho
mayor.” Son las palabras del presidente de la FED.
Por su parte Schnabel sostiene que los bancos centrales deben de actuar con
determinación, porque la inflación se halla persistentemente a niveles muy altos
y los costes de su reducción y control aumentarán si se producen retrasos en una
acción contundente. “Existen riesgos en sobreactuar y también en hacer
demasiado poco. Pero la determinación es una medida mejor que la prudencia.”
¿Aciertan los bancos centrales con sus medidas de elevación de tipos y reducción
de balance? Aquí rescataremos el clásico dilema escolástico atrición-contrición.
Su comportamiento no obedece tanto a la fe en las medidas adoptadas como al
puro miedo al fracaso derivado de su inmovilismo ante la inflación. Los bancos
centrales se están moviendo porque temen perder credibilidad y, si la perdieran,
los costos de recuperarla serían mucho más altos que los posibles errores de
sobreactuar ahora. Perola intervención de los bancos emisores afectará solo a la
demanda, deprimiéndola, dejando intactos los vigentesproblemas de las cadenas
de producción, es decir la oferta. Además, al menos un buen 50% -por aventurar
un porcentaje- de la actual inflación obedece a la generalizada laxitud fiscal.
Cuando la inflación tiene un carácter fiscal, la política monetaria por sí sola no da
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una respuesta eficaz y es relativamente inoperante. Finalmente, las subidas de
tipos al borde de la recesión amenazan con agravar la desigualdad.
En resumen, los Bancos centrales van a seguir priorizando la lucha contra la
inflación frente al freno de la recesión, contribuyendo indirectamente a la llegada
de esta última. ¿Cuánto? Como se ha dicho, dependerá de tercerascircunstancias
o imprevistos que en este momento no es posible aventurar.
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