1. 1
EL HUMO DE LOS CRIPTOACTIVOS.
Manfred Nolte
Los criptoactivos- negaremos contundentemente su condición de
criptomonedas- se hallan en lo más álgido de la actualidad. El precio de Bitcoin,
por ejemplo, se ha multiplicado más del mil por ciento en los últimos doce meses
y su capitalización de mercado asciende a 1,1 billones de dólares, lo que lo
convierte en el sexto activo más valioso del mundo.
Se trata uno de los ejemplos más significativos de cómo el universo de frikis
digitales confortablemente anestesiado en la autosugestión y la superficialidad se
deja arrastrar por las narrativas del momento, y cómo de un modesto fósforo
puede surgir una gigantesca hoguera especulativa, capaz de amenazar
patrimonios por valor de miles de millones de dólares y en su caso desafiar la
ortodoxia del sistema financiero.
El argumento ‘autoridad’ usado por los filósofos desde los tiempos más remotos
como criterio de veracidad – ‘es cierto puesto que lo asumen los más excelentes’-
está jugando un papel decisivo en la homologación de estas entelequias,
multiplicando su demanda y alzándose en prueba irrefutable del advenimiento
de los nuevos tiempos de las finanzas digitales. Algunos bancos de inversión
empaquetan criptoactivos en sus fondos. Otros se aprestan a gestionar carteras
en las que incluyen criptoactivos de forma diversificada. Algunas bolsas los
admiten a cotización en el mercado de futuros, opciones y otros derivados.
Empresarios visionarios, como es el caso de Elon Musk, líder de TESLA,
protagonizan la hazaña de invertir la nada despreciable suma de 1.500 millones
de dólares en uno de los criptoactivos estrella, el citado Bitcoin, anunciado que
comenzará a aceptarlo como método de pago de sus vehículos.
Siguiendo con el ejemplo de Bitcoin, nacido en 2009, se trata de un activo que
utiliza la criptografía para asegurar sus compraventas, controlar la fabricación de
las nuevasunidades a travésde afanosos procedimientos de ‘minado’ informático
2. 2
autenticando las operaciones mediante el uso de tecnologías de registro
distribuido, de naturaleza descentralizada, a través de una cadena de bloques
(blockchain). Dado que estamos en una columna de contenido económico y no
informático tomaremos a préstamo cuanto antecede, agregando -lo cortés no
quita lo valiente- que la tecnología blockchain goza a estas alturas de una general
aceptación y el progreso en sus más variados usos parece indiscutible. Pero una
cosa es la envolvente tecnológica y otra muy distinta su objeto material y las
pretensiones que lo rodean.
Volvamos a las narrativas. Bitcoin, como el restode criptoactivos, carece de valor
intrínseco como no sea el del coste de la energía utilizado en su minería, aspecto
este que preocupa crecientemente a las autoridades ya que equivale a la
electricidad consumida por Finlandia o a la de la administración federal de los
Estados Unidos. No obstante, por alto y progresivo que sea esteconsumo, se halla
infinitamente alejado de su cotización de mercado que lleva algunas semanas por
encima de los 50.000 dólares la unidad, con un máximo de 61.796. Seamos
transparentes: la gente adquiere bitcoins por motivos meramente especulativos
confiando poder venderlos con posterioridad a un precio superior al de compra.
Pero, aunque su precio de mercado supere los 50.000 dólares, su valor
fundamental es cero: no produce intereses y su utilidad es poca o nula.
El número de bitcoins tiene un techo y, en consecuencia, si la demanda aumenta,
su precio está llamado a subir por el simple hecho de su escasez, permaneciendo
las demás variables constantes. Pero nuevamente el precio no tiene por qué
reflejar su valor. Aquel procede fundamentalmente de que sus adquirentes
vuelcan en el activo digital una convicción, que atribuye valor donde no lo hay.
La quimera de atribuirse el rango de moneda digital descentralizada sigue
abriéndose paso porque uno no acepta los argumentos que atentan contra su fe.
Pero se trata de una fe que apenas se sustenta en criterios razonables. Para
constituirse en moneda, un activodebe cumplir con, al menos, trescaracterísticas
fundamentales: ser unidad de cuenta, medio de pago y depósito de valor. En su
mayoría de edad, el estado la confiere el atributo del ‘curso legal’ por el que el
acreedor está obligado a aceptarlo del deudor en redención de cualquier deuda.
Ninguna de estas cualidades se encuentra cabalmente en los criptoactivos.
Estos además se comportan de una forma muy errática. La volatilidad diaria
anualizada de bitcoin en 2020 fue del 67% que podemos comparar con la del
dólar, la primera moneda vehículo internacional del planeta ha sido del 7,8%.
Desaconsejado por las autoridades monetarias, los criptoactivos encubren
operaciones irregulares dada la difícil trazabilidad de sus operaciones. Están en
el punto de mira de todos los reguladores del planeta. Varios han prohibido su
comercialización. Cuando se homologue su transparencia al de las operaciones
bancarias, es altamente probable que sus cotizaciones se desplomen.
Los casinos y las ruletas están ahí para un público adicto. Perohay otros espacios
de asueto, con más fundamentos y más recomendables.