Este documento discute la posibilidad de inflación en el futuro a medida que la pandemia termine y la demanda se dispare. Algunos expertos advierten que el estímulo económico masivo podría provocar una inflación no vista en una generación. Sin embargo, la inflación actual en Estados Unidos y otros países es moderada. El documento plantea la preocupación de que cuando la pandemia termine definitivamente, la demanda reprimida podría provocar una fuerte inflación impulsada tanto por la demanda como por los precios de las materias primas y la energía
1. CUANDO EL MONSTRUO DESPIERTE
Manfred Nolte
Basta a cada día su afán, o su malicia, según se prefiera. Tema hay para ocuparse
y preocuparse con el crudo presente cuando apenas asoma la esperanza de la
recuperación y la evaluación de los daños provocados por la pandemia es aun
tema tan sangrante que pocos o ninguno se aventura a hacer las sumas y sus
correspondientes reparaciones. Pero siempre hay excepciones y a ellas nos
debemos también quienes nos ocupamos de comentar -entre otras cosas- lo que
otros comentan con peor o mejor fortuna.
Y ahora le toca el turnoa la inflación, ese fenómeno que ha pasado el último lustro
casi desapercibido y que algunos le atribuyen ahora un protagonismo más o
menos cercano, más o menos intenso.
Es el caso, por ejemplo, de Larry Summers, ex secretario del Tesoro de Bill
Clinton y principal consejero económico de Barack Obama, quien advirtió que el
plan de Biden, con un exceso de gasto de 1,9 billones de dólares podría desatar
"presiones inflacionarias inéditas desde hace una generación". O el de Olivier
Blanchard, economista jefe del FMI, que basa sus temores en que el efecto
multiplicador de las subvenciones sea superior al bache de producción existente
(output-gap) lo que inevitablemente conduciría a un significativo aumento de los
precios. Nos referimos a expertos estadounidense en relación a los Estados
Unidos de América, que tampoco están seguros de qué cantidad de las
subvenciones se ha ahorrado, ni tampoco del valor de su multiplicador, cuyas
consecuencias sobre el gasto, y en consecuencia, sobre la inflación son muy
2. diferentes, según seasu magnitud. Lamentablemente el mundo de las previsiones
y de las conjeturas conspira por aislarse en lugar alejado de los economistas, que
solo pueden pronunciar juicios condicionales y genéricos.
La verdad es que con tanto cheque y tanta ayuda al desempleo los consumidores
estadounidenses gastaron en enero un 5,3% más que en diciembre, un 7,4% más
sobre enero de 2020, cuando aun no había atacado el virus.
Pero, aunque los precios de consumo aumentaron un 1,4% interanual en Estados
Unidos en enero, los consejeros de la Reserva Federal consignan en el acta de su
reunión de enero, que podría producirse una inflación temporal. Probablemente
hay que ser algo pusilánime para ver en estas cifras un peligro inminente. Otros
interanuales a enero son 1,7% (Países Bajos), o,7% (Reino Unido), 2% (República
Checa) o 4,3%(Islandia). En Alemania, el interanual en enero subió algo mas,
hasta el 1,1%, y la inflación de la eurozona creció de media un 0,9%. Otras
latitudes siguieron su curso en negativo, como Irlanda (-0,2%), Japón (-0,6%) o
China (-0,3%).
En los mercados financieros hubo movimientos moderados, pero en todo caso,
congruentes con los referidos temores. Las bolsas iniciaron rotaciones de títulos
hacia sectores de mayor estabilidad y de forma más apreciable cayeron
ligeramente los precios de los bonos y las obligaciones, lo que supone subidas de
sus tipos de interés, en línea con la visión descrita.
Si volvemos nuestro rostroa España, consignamos moderadas subidas del Índice
de precios al consumo. La variación anual en enero fue del 0,5%, un punto sobre
diciembre, después de situarse durante casi un año en terreno negativo, una
evolución razonablemente estable.
Llevamos en Occidente y en España igualmente, muchos años con inflaciones
muy contenidas e incluso negativa. El temor razonable -aunque en mi opinión
prematuro- que lleva apreciándose estas semanas procede de otro razonamiento
aun lejano, pero mucho más crítico y radical.
¿Qué va a suceder con los parámetros de producción, empleo e inflación, cuando
la pandemia se certifique como definitivamente cerrada? Lo previsible es que la
demanda se dispare, ya que no es que haya caído por circunstancias cíclicas, sino
que se encuentra artificialmente confinada por imperativo de las normas
sanitarias. No parece descabellado que en aquel entonces la demanda se dispare
y con ella también la de las materias primas y en particular las energéticas.
En dicha circunstancia el nivel de precios de consumo puede adquirir porcentajes
significativos por la acción conjunta de la inflación de demanda y de la inflación
de los costes energéticos y de materias primas. Para ello falta aun un tiempo.
Terminamos dejamos en el aire una pregunta amenazadora: ¿Qué va a pasar
cuando, para combatir la inflación, los bancos centrales empiecen a vender
3. masivamente los títulos consignados en sus balances, los tipos de interés suban,
y el servicio de la deuda astronómica de los países pase de ser cero como en la
actualidad, a una cifra significativa que puede asfixiar los presupuestos de los
estados?
Se trata de una premonición condicionada. Pero la realidad es que por
imprescindible que sea, vivimos, en lo que a la liquidez concierne, tiempos de
cigarras.