La realidad es que el porcentaje de participación del trabajo en la renta nacional decrece desde hace años en la práctica totalidad de los países centrales y también en España.
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¿COMO SE DISTRIBUYE LA RENTA NACIONAL?
Manfred Nolte
La renta nacional es la suma de lo que ciudadanos y empresas de un país cobran por su
contribución al proceso productivo corriente. Técnicamente constituye el conjunto de
retribuciones a todos los factores de producción de un área económica, por unidad de
tiempo. Representa la cara dineraria del producto nacional: los salarios de los
trabajadores, los beneficios de los empresarios, los alquileres, los intereses y dividendos
que se obtienen por el dinero invertido en títulos de deuda pública o privada, acciones,
depósitos bancarios, fondos de inversión y otros. Igual que en el producto nacional, se
suman los cobros de los españoles por sus inversiones en el exterior, y se restan los
cobros de los extranjeros por sus inversiones en España. En sentido más estricto la renta
consta de cuatro componentes principales, la remuneración de los asalariados, las
rentas mixtas, los excedentes brutos de explotación y el consumo de capital fijo. Debe
señalarse que los límites entre ellos son confusos y que en aras de una simplicidad
pedagógica hablaremos solo de salarios y rentas del capital.
La renta nacional, al igual que el producto nacional, crece en el tiempo. No es
estacionaria. Es cierto que, circunstancialmente, en épocas de crisis puede no crecer o
incluso disminuir. Pero en ciclos de media y larga duración siempre crece, y la media es
positiva. Al menos desde las dos primeras revoluciones industriales.
Esta matización es relevante para el tema que vamos a tratar, que no es otro que la
distribución funcional o factorial de la renta. ¿Cuánto crecen en el tiempo las rentas o
retribuciones al factor trabajo, esto es, los salarios, y cuanto lo hacen las retribuciones
al factor capital y al riesgo del empresario? Y una pregunta adicional de índole
comparativa: ¿Qué aumentan más: los salarios o los beneficios empresariales?
Insistiremos en la cuestión, de importancia máxima que ya se ha formulado: que la renta
nacional no es una variable de suma cero, que crece y que, en consecuencia, lo que
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aumenta uno de los factores no significa que sea a costa o en detrimento de los demás.
Acudiendo al símil de dos tartas es asumible que un menor trozo relativo de una tarta
mayor sea más grande que un mayor trozo en una trata menor. Como conclusión, todos
ganan, aunque uno de ellos crezca en el tiempo y el otro se reduzca en porcentaje. No
es correcto, en principio, suponer que el aumento de un factor se realiza a costa del
otro, algo que sería matemáticamente cierto en un juego de suma cero.
Otra cosa es la problemática de la equidad en la distribución de la renta y el papel de las
políticas públicas en un contexto mundial caracterizado por el incremento de las
desigualdades incluso dentro de los países más desarrollados. España no es ajena a esta
realidad, máxime cuando en la tasa de riesgo de pobreza todavía afecta a un amplio
porcentaje de la población. El principio redistributivo se encuentra consagrado por la
Constitución Española en los artículos 31 y 40.
Pues bien, metidos en harina, la realidad es que el porcentaje de participación del
trabajo en la renta nacional decrece desde hace años en la práctica totalidad de los
países centrales y también en España. Alternativamente la participación del capital -en
sentido amplio- crece.
En España se ha observado una disminución paulatina del peso de la remuneración de
asalariados en el PIB: la cifra más alta se alcanzó́ en 1977, con un 56,5%. El Instituto
Nacional de Estadística sitúa la cifra de los salarios en 2022 en los 622.805 millones de
euros, el 46,8% del PIB.
La tendencia a la baja de las rentas salariales se recogen en las estadísticas publicadas
por importantes Instituciones multilaterales. Los países emergentes y en desarrollo
apenas experimentan variación.
La referida disminución relativa puede tener una relación con el menor nivel salarial que
perciben los trabajadores de nueva incorporación en países que se recuperan de la crisis
como es el caso de España. Pero no parece ser prueba suficiente. Aunque sea moderado,
el crecimiento de los salarios en el mundo ha sido una constante. Países como China los
han multiplicado por ocho en las dos últimas décadas. Elsalariopromedioenlaindustriachina
ya está como en Portugal o Grecia y supera a México. En los 10 años próximos los salarios chinos
superaran a los de Europa oriental y en otros 10 a los de Estados Unidos y Europa occidental, según
recoge‘EuromonitorInternational’publicadoporelFinancialTimes.
Hay que buscar en otro lugar las razones de la caída secular de la proporción de los
salarios. Una primera evaluación constata que la participación de la fuerza laboral en la
Renta nacional se reduce cuando los salarios crecen a un ritmo más lento que la
productividad. En este caso, las mejoras de la productividad benefician al capital. La
teoría del principio de la productividad marginal plantea que la distribución de la renta
entre los diversos factores de producción se realiza en función de su contribución
marginal a la obtención del producto final.
La productividad total de los factores en España promedió 93,27 puntos desde 1995
hasta 2022, alcanzando un máximo histórico de 107,55 puntos en el segundo trimestre
de 2020 y un mínimo histórico de 85,02 puntos en el segundo trimestre de 1999. En
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2017 era un 10,5% inferior a la de 1995. En cuanto al salario medio anual que en 2023
es de 25.165 euros ha representado un crecimiento del 10,8 % desde los 22.700 euros
de 2010. En esos trece años ha cotizado por encima de la productividad.
Paralelamente la disminución de la proporción salarial ha sido mayor en países con una
mayor eficiencia de su equipo capital, por ejemplo, en Estados Unidos y en Alemania,
mientras que fue menor en los países dependientes de servicios como el turismo y las
finanzas, o de exportaciones de productos básicos. Una mayor caída en el precio relativo
de los bienes de inversión supone a las empresas incentivos más fuertes para reemplazar
mano de obra por máquinas. En la misma línea, gran parte de la disminución de la
participación de la fuerza laboral puede atribuirse a una combinación del rápido
progreso en las tecnologías de la información y las telecomunicaciones y una alta
proporción de empleos fácilmente automatizables.
Otro factor de incidencia en la representación decreciente de los salarios lo ha
constituido la integración mundial y en el reparto o ‘arbitraje’ de las cadenas de valor a
lo largo del planeta. Este movimiento global ha ido subcontratando en el extranjero los
productos más intensivos de mano de obra, reduciendo el valor salarial de la producción
doméstica en dichos sectores. Así los países emergentes han ganado más con la
globalización que las clases medias occidentales, en los que la suma de los salarios
totales puede haber decrecido. Los avances tecnológicos, la integración económica y la
globalización han sido motores fundamentales de la prosperidad mundial como un todo.
Pero no para todos por igual.
Queda por tocar la problemática de la equidad en la distribución de la renta y el papel
de las políticas públicas. Los Estados occidentales pueden reaccionar con subsidios de
desempleo y otras políticas pasivas. Ya John Stuart Mill, uno de los padres del
reformismo socialista, invocaba en 1848 las acciones públicas. Entre ellas, destacan un
sistema tributario basado en la progresividad, mayor poder para los sindicatos que
actúen como contrapeso al poder de los empresarios o limitaciones en la herencia para
perseguir una mayor igualdad de oportunidades.
Pero solo un vigoroso rediseño de la inversión en conocimiento y cultura en sus más
amplios alcances pueden preparar a nuestra sociedad para afrontar los cambios
tecnológicos que seguirán produciéndose vertiginosamente en el futuro y que corren el
peligro de empobrecer a amplios segmentos de trabajadores. En Hong Kong o en Suiza
los salarios son mucho más altos que en España porque también es más alta la
preparación y productividad de sus trabajadores.