La economía española probablemente evitará la recesión pronosticada, con un crecimiento del PIB del 4,6% en 2022 y 1,2% en 2023. A pesar de la inflación y la pérdida de poder adquisitivo, el consumo privado y la inversión han continuado creciendo, impulsando la demanda interna. La inflación en España se ha moderado y se espera que siga disminuyendo, actualmente la más baja de la UE. Aunque queda trabajo por hacer, estos datos muestran una situación económica menos
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CAUTELA, SIN PESIMISMO.
Manfred Nolte
Hay una particular circunstancia de la vida cotidiana, de la nuestra privada y
también de la social o macroeconómica que es necesario considerar en su justa
medida. Y es cuando, sin estar las cosas bien del todo, tampoco puedan juzgarse
estar mal en su conjunto, pasto del pesimismo y alimentando con presagios
infundados futuros males que tal vez, muy probablemente, nunca sucedan.
En economía se alude reiteradamente a un fenómeno que lleva por nombre el de
‘síndrome de la profecía autocumplida’, expresión atribuida al sociólogo Robert
K. Merton que inició su estudio en los años 80. Conceptualmente se describe con
este nombre a aquella expectativa o forma de interpretar una situación que hace
que una visión, inicialmente falsa, se vuelva realidad. La profecía autocumplida
tiene su antecedente en el llamado efecto Pigmalión, esto es en la influencia
potencial que la creencia que una persona tiene de algo ejerce en su propio
comportamiento. En el mito griego de Pigmalión, el escultor de este nombre se
enamora de una de sus creaciones, Galatea que representa su ideal de mujer, y
ésta al final acaba cobrando vida gracias al amor que Pigmalión le profesa.
Creamos a pies juntillas en que la cesta de la compra va a continuar subiendo, lo
que provocará el desabastecimiento de los mercados y el surgimiento puntual de
nuevos precios alimentarios astronómicos. Apostemos por un retroceso de la
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demanda y nos apresuraremos nosotros mimos a provocarla gastando menos y
ahorrando más para paliar sus posibles efectos.
Dos realidades van cobrando en las últimas semanas un creciente número de
adeptos, desmontando así el fatalismo anunciado por buen número de casas de
estudio desde hace meses. La primera consiste en que es más que probable que la
economía española no sufra la cacareada recesión -dos trimestres seguidos del
PIB- si no que la sortee con cierta holgura. La segunda que no tenemos por qué
ser los ‘pupas’ de todos los rankings, y que la temida inflación del coste de la vida
puede ceder gradual y paulatinamente, como de hecho lo está ya haciendo.
Volviendo al inicio del escrito: puede que no habitemos el mejor de los mundos
económicos, que nuestros gobernantes no estén a la altura de las circunstancias
ni de las de los administrados, pero tampoco estamos en el peor de ellos. A los
últimos pronósticos nos remitimos.
Como se ha adelantado, son varias las casas de análisis y centros de estudios que
están revisando moderadamente al alza la previsión de crecimiento del PIB en
2022 y en 2023 hasta el 4,6% y el 1,2%, respectivamente, ahuyentando al
fantasma de la recesión. Resistimos por encima de lo augurado. En el tercer
trimestre la demanda interna se mantuvo firme. A pesar del retroceso de la renta
disponible y de la erosión adquisitiva derivada de la inflación, el consumo privado
aumentó. No olvidemos que el consumo se lleva la parte de león de la demanda
agregada. Creció igualmente la acumulación de capital esto es, la inversión en
equipo productivo y las exportaciones acompañaron las referidas tendencias
alcistas.
Las estimaciones de crecimiento para el último trimestre de 2022 revelan más
optimismo del esperado. Si todo discurre según la tendencia, el PIB podría repetir
el crecimiento del trimestre anterior(+o,2%), desmontando las tesis de caídas
moderadas que preveían los analistas tan solo uno o dos meses atrás. Como la ley
de Okun que relaciona PIB y empleo está ahí para algo, hay que aludir al buen
comportamiento de la ocupación en nuestro país en la ultima parte del año. Falta
interpretar con perspectiva la problemática surgida con los contratos fijos
discontinuos que permiten continuar la relación laboral jurídica con la empresa,
aunque se hallen en un paro transitorio no computado estadísticamente como tal.
En cuanto a la inflación en España, la tendencia es moderadamente halagüeña.
Nuestro país registra a noviembre un crecimiento interanual del 6,8% (6,3% para
la subyacente) el registro más bajo de los países de la Unión Europea. Letonia,
Estonia y Lituania andan por el 22% y Alemania y los países centrales superan el
10%. ¿A que se debe esta aceptable buena racha? En primer lugar, al hecho de
que los cuellos de la oferta van flexibilizándose, circunstancia que no puede ir sino
a más y mejor. China ha publicado este viernes el IPC de noviembre 2022, el 1,6%
en base anualizada mientras que registró una caída hasta el -0,2% en términos
mensuales. ¿La razón? China es una economía autosuficiente que no tiene
problemas de suministro de la oferta. Cuando acabe la guerra nos llegará a los
demás. Existe otra razón más espuria en la que no vamos a ahondar: el INE no
mide los precios de la electricidad y del gas a partir de una muestra que recoja la
totalidad de los contratos del mercado, sino únicamente de los contratos con
tarifa regulada.
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La contención de los costes laborales (ex pensiones), y la reducción del precio del
gas, luz, transporte y carburantes (‘excepción ibérica’) han sido dos factores
críticos coadyuvantes. Además, aunque ello produzca efectos colaterales
negativos, la demanda agregada sigue una tendencia descendente
(desinflacionista), con la incidencia más señalada en la vivienda, el sector
servicios y en el consumo de bienes duraderos. Se prevé que el IPC nacional
después de hacerlo un 8,5% en 2022 aumente el 4,0% en 2023 y el 2,8% en 2024,
Lo anterior no nos faculta para triunfalismos: somos la única economía
desarrollada que no recupera registros previos al Covid19 en 2022. El PIB está
por debajo y nuestra tasa de paro continuará por encima en 2023. Y seguiremos
con una productividad famélica y un déficit desbocado. Pero al César lo que es del
César.