1. El lunes por la mañana desde su despacho, Lucas llamó a Inés al menos quinientas
veces; nadie contestó. Hacia las doce del mediodía no podía aguantar más la y salió para
su casa. No podía creer que estuviese aún tan enfadada por su comentario, vale que
había sido desagradable y fuera de lugar pero no justificaba un silencio tan prolongado.
Había otra posibilidad que era mucho más probable y que lo mantenía tan asustado como
sin duda se sentiría un niño ante el coco. Tal vez Inés no quisiera profundizar en la
relación que mantenían y su petición de vivir juntos la hubiese ahuyentado para siempre.
No quería ni imaginar que era esto lo que hubiese sucedido, apenas llevaba tres días sin
verla y la necesidad de estar junto a ella lo estaba volviendo loco; sabía que se había
enamorado de Inés hasta el tuétano y sabía también con una certeza íntima e irrevocable
que era para siempre. Si ella no quería vivir con él aceptaría su voluntad, no estaba en
condiciones de negociar, necesitaba hasta la más pequeña migaja que ella estuviese
dispuesta a darle.
Una vez frente a la puerta del piso de Inés dio un par de golpes fuertes y secos y esperó
unos segundos. Nada. Volvió a golpear y volvió a esperar. Los nervios estrujaron su
estómago y tragó saliva. ¿Y si le hubiese ocurrido algo? Volvió a llamarla por teléfono y la
voz neutral del contestador le anunció que el teléfono móvil no se encontraba disponible
en ese momento. Lucas miró la pantalla con desconcierto tratando de ordenar sus ideas y
pensar qué hacer a continuación. Se encontraba francamente asustado y el frenético
palpitar de su corazón hacía que se sintiera enfermo. El timbre de su teléfono lo
sobresaltó y descolgó con rapidez.
- ¡¡¡Sí!!!
- ¿Lucas? -él soltó un suspiro al oír la voz de Lidia.
- ¿Qué sucede Lidia?
- Nada, llamaba para recordarte que tienes aquí al director de promoción..., lo habías
citado.
- Cancela todas mis citas, di que estoy enfermo y que hoy no iré a trabajar.
Lidia enmudeció. Esa mañana habían desayunado los tres y tras dejar a Laura en el
colegio habían llegado juntos a la oficina. Luego él había salido como una exhalación del
despacho sin dar ninguna explicación y ahora esto. Sabía que no estaba enfermo pero
había algo que lo preocupaba terriblemente.
–Lucas ¿qué sucede? Me estás preocupando...
–No te preocupes Lidia – de repente se le ocurrió una forma de localizar a Inés.
Sabía que ella no volvería con su familia, la relación entre ellos aún estaba demasiado
2. dañada tras su divorcio. En Madrid la única amiga que tenía era Laura. Lucas trató de
recordar todo lo que sabía de ella pero era muy poco, aún así pensó que con eso y su
paciencia sería suficiente.
–Lidia, escúchame atentamente. Busca la dirección de la consulta de una psicóloga
llamada Laura, en la zona de Chamartín.
Lucas no pudo ver el sobresalto de Lidia pero imaginándose su desconcierto añadió:
–Te prometo que te lo explicaré todo. En cuanto la tengas me llamas, ¿de acuerdo?
–Sí Lucas pero esta tarde a más tardar espero esa explicación. - Y colgó.
Lucas llevaba una hora pacientemente sentado en su coche vigilando la puerta del edificio
donde Laura tenía su consulta. Ya eran más de las dos y esperaba que ella saliese en
breve, y sobre todo esperaba no equivocarse. Unos veinte minutos después la vio salir y
dirigirse a paso rápido hacia la entrada del metro. Maldijo en voz baja y bajó del coche. No
tenía tiempo de prolongar la estancia en la zona azul así es que lo más probable es que
tuviese que ir luego al depósito a por el coche pero eso no le importó tanto como la
posibilidad de perder de vista a Laura. Seguramente se dirigía a su casa y era más que
probable que Inés estuviese allí. Rezó porque Laura no lo descubriese antes. Trataría de
mantenerse lo más alejado posible pero sin perderla de vista. No tuvo que esforzarse
demasiado, ella permanecía seria y abstraída y el temor volvió a retorcer las entrañas de
Lucas preguntándose de nuevo si le habría sucedido algo a Inés.
Por fin la joven se apeó cuatro estaciones más allá y tras andar durante unos trescientos
metros se detuvo ante un edificio antiguo pero bien conservado. Lucas se sentía como un
delincuente pero esperó que Laura no fuese demasiado cuidadosa teniendo en cuenta
que era pleno día y, sobre todo, el estado pensativo en el que se encontraba. De nuevo
tuvo suerte y ella abrió el portal y no esperó a comprobar que éste se cerraba. Cuando
Lucas entró en el fresco recibidor la puerta del ascensor estaba cerrándose. Con rapidez
miró los buzones, tercero derecha. Debía tratar de llegar a la vez que ella. Gracias a Dios
esos ascensores antiguos eran bastante lentos.
Laura dio un grito cuando un brazo se interpuso entre la puerta y ella.
–¡¡Tranquila Laura, soy yo!!
Ella miró hacia atrás con los ojos aún desorbitados y entonces vio a Lucas.
–¿Qué demonios haces?
3. –Quiero ver a Inés.
–Ella no está aquí – pero a la vez que decía esto echó una nerviosa mirada al interior de
la casa.
–Mientes.
–Está bien...pero no quiere verte.
–Mira Laura, tal vez la presioné un poco pero necesito hablar con ella y hacerle
comprender que estoy dispuesto a aceptar lo que ella quiera dar en esta relación....
–¿Eso incluye la infidelidad?
Lucas la miró con la boca abierta y una terrible sospecha hizo que a su alrededor todo se
nublara.
–¿Ignacio y ella....?
–¿De qué estás hablando? - Laura no podía creerse la caradura de ese hombre. ¿Cómo
había podido equivocarse tanto en juzgarle cuando lo conoció?- ¡Me refiero a ti y a la
rubia que fue a tu casa el domingo por la noche!
–¿La rubia....? - su cara expresaba con mayor claridad que sus palabras su desconcierto
– El domingo no vino ninguna rubia, a no ser que te refieras a Lidia.
–¡Eres un cínico!
–¡Escúchame y deja de insultarme! Lidia es mi cuñada...
–¡Eso es mentira! ¡Es tu secretaria!
–Sí, como lo era de mi difunto hermano. El domingo vino a recoger a Laura, mi sobrina,
que se había quedado conmigo mientras ella salía con unas amigas...
–¡Oh Dios mío! - a la vez que Laura procesaba esta nueva información apoyó la frente en
el quicio de la puerta. Todo el sufrimiento de Inés había sido en vano.
–Así que todo esto era porque esa....esa...imbécil creía que le estaba poniendo los
cuernos ¿no es así?
Laura se limitó a asentir, aún aturdida pero extrañamente aliviada al comprender que su
instinto tampoco le había fallado con Lucas.
–Por favor déjame entrar y verla...a solas.
4. –Está bien, esperaré aquí fuera, pero ten en cuenta que ella está muy dolida – pareció
dudar pero finalmente añadió: - bueno, lo cierto es que está destrozada. Ni siquiera tras la
traición de Ignacio la había visto así.
Lucas apretó los labios y se limitó a asentir tratando de controlar la furia que lo dominaba.
Inés escuchó la puerta cerrarse pero no tenía ganas de levantarse y saludar a su amiga.
Llevaba horas frente a la tele con el mando en la mano y la pantalla apagada mientras
buscaba razones para volver a salir adelante y trataba de desechar de su mente las
imágenes de ella y Lucas juntos.
–Hola Inés.
Ella giró la cabeza presa del estupor y se topó con la mirada penetrante del objeto de sus
pensamientos.
–¿Qué haces tú aquí? - y con horror se dio cuenta de que las lágrimas pugnaban por
escapar de sus ojos.
–¿Tú que crees? He venido a buscarte.
–Pues ya puedes estar yéndote de nuevo...¡¿cómo ha podido Laura decirte donde estoy?!
–No la culpes a ella, yo la seguí.
–No deberías haberte tomado esa molestia. No quiero volver a verte nunca más – Inés
sentía con horror que a pesar de lo que Lucas le había hecho ella era aún totalmente
vulnerable en su presencia. Tenía que conseguir que se marchara enseguida pues en
caso contrario se derrumbaría y por nada del mundo quería hacerlo. Se había prometido a
sí misma que ningún hombre iba a volver a ponerla de rodillas jamás.
Lucas se acercó a ella y la tomó de los antebrazos.
–No Inés, me vas a escuchar.
–¡Suéltame! ¡Eres peor que Ignacio! - ella ignoró el músculo que comenzó a latir en la
mandíbula de Lucas. Sabía cuanto odiaba que lo comparara con su ex pero se lo tenía
merecido. - ¡Tú sabías lo mucho que me dolió su traición y me repetiste hasta la saciedad
que podía confiar en ti!
–¡¡Por supuesto!! ¡¡Y jamás te he engañado!! Pero tú estás tan obcecada en medirnos a
todos por el mismo rasero que no ves más allá de tus narices...
5. –Vi con mis propios ojos como tu secretaria iba a tu casa el domingo por la noche ¿acaso
te atreves a negarlo? ¿o vas a decirme que estuvistéis trabajando?
–¡Ni una cosa ni la otra! - sin apenas darse cuenta Lucas la zarandeaba levemente- ¡¡Lidia
es mi cuñada!! ¡La mujer de mi hermano!
Inés lo miró con la boca abierta, repentinamente enmudecida.
–Ese día yo me había quedado con mi sobrina y ella vino a recogerla...estaba, bueno
estaba muy triste y le pedí que se quedara en casa con su hija. Por supuesto yo dormí en
el estudio.
–Yo no lo sabía...nunca me dijiste...
–Sí, es cierto. La verdad es que aún me cuesta hablar de mi hermano.
–Lo..., lo siento Lucas. Yo me sentí fatal y apenas he podido hilvanar un pensamiento
coherente en estos días.
–¿Y cómo crees que me he sentido yo? - sabía que el malentendido estaba aclarado pero
no soportaba el hecho de que ella estuviese siempre dispuesta a pensar lo peor de él. -
¿Acaso no me conoces? ¿No te pedí que confiaras en mi?
–Sí Lucas, pero comprende que....
–¡No! ¡Compréndelo tú! Te dije que te amo y te lo dije en serio y como te amo jamás te
haré daño conscientemente pero si tú no confías en mi no tenemos nada que
hacer...alguna vez me verás con otra mujer, una colega, una empleada, una amiga...¡da
igual! ¿Y yo deberé temer que tú huyas cada vez que pienses que te he engañado?
Lucas la soltó y mesándose el cabello comenzó a andar por el saloncito.
–Inés, no hay nada que desee más que estar contigo toda mi vida, pero así no puedo.
–¡Lucas! - Inés lloraba ya sin ningún pudor, consciente de la envergadura de su error y
terriblemente arrepentida y asustada. Lucas era el hombre que más había amado en su
vida, no lo perdería, no podía perderlo. - ¡Tienes razón! ¡¡Perdóname por favor!! No me
digas que ya lo he echado todo a perder, ¡por favor no me digas eso!
Lucas la miraba sin mover un sólo músculo; sólo sus manos cerradas a ambos lados de
su cuerpo daban cuenta de la tensión que sentía.
–Ahora te pido yo que confíes en mi..., por favor Lucas. Dame una oportunidad – y no
pudiendo aguantar más la tensión escondió el rostro entre sus manos y rompió a sollozar
6. con todas la pena que sentía puesta de manifiesto.
Lucas se acercó a ella y la encerró entre sus brazos en un abrazo fiero y posesivo.
Levantando su rostro comenzó a besarlo y a secar las lágrimas que lo mojaban.
–¡Shhhh! ¡Tranquila mi vida! ¡Tranquila! ¡Todo está bien!
–¿Me perdonas?
–¿Cómo no iba a hacerlo? Sin ti estos días han sido un infierno.
Y bajando la cabeza la besó mientras en el rellano Laura miraba el reloj y sonreía
sabiendo que por fin Inés había encontrado la felicidad que merecía.
FIN