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SETECA Primer trimestre de 2008 
406D1 – BIBLIOLOGÍA Y TEOLOGÍA PROPIA Lic. C. A. López 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
1 
FORMACIÓN DEL TEXTO BÍBLICO: 
CANON Y CANONICIDAD 
I. Asuntos introductorios: 
1. Debate general sobre esta doctrina: En el pasado el debate sobre el canon se ha 
concentrado en la discusión entre protestantes y católicos sobre los libros que 
deben incluirse en la Biblia. Mientras los católicos han optado por incluir los 
libros deuterocanónicos (o apócrifos como popularmente se les llama), los 
protestantes han preferido su exclusión. En ese sentido, es común escuchar 
discusiones acerca de las diferencias entre la “Biblia católica” y la “Biblia 
protestante”. Es que, si la Palabra de Dios es la norma suprema en los asuntos de 
fe y práctica, entonces se dice que es importante tener seguro cuáles son los 
libros que determinan la doctrina y la práctica en la vida cristiana. Las 
discusiones, en términos generales, están centradas en dos propuestas de canon: 
el de la Iglesia Católica y el que han aceptado las congregaciones protestantes. 
2. Debate renovado sobre esta doctrina: A partir del descubrimiento de varios 
evangelios gnósticos en el año 1945, se ha abierto un nuevo debate sobre el 
canon, en este caso su enfoque ha sido sobre el Nuevo Testamento. ¿Será que 
existen evangelios que deberían incluirse al canon del Nuevo Testamento? Hay 
quienes abogan porque estos evangelios se incorporen plenamente al canon del 
Nuevo Testamento y se agreguen a los cuatro evangelios canónicos que están 
incluidos en la Biblia. De ser así, la lista de Evangelios podría extenderse al de 
Tomás, el de Felipe y el de María Magdalena (estos dos fueron traídos a la 
palestra teológica por la novela El Código Da Vinci), o el evangelio de Judas (la 
manera en que se trabajó la publicidad de éste último produjo mucha 
expectación, dudas y confusión entre cristianos y no cristianos). 
3. El Canon de las Escrituras es una doctrina que permanece viva: Por lo 
anteriormente expuesto, podemos decir que el debate en torno al canon de las 
Escrituras es tan antiguo como a su vez tan moderno. Sin embargo, para la 
mayoría de cristianos esta doctrina es tan extraña y desconocida que no es de 
extrañar que cualquier enseñanza al respecto promueva sorpresas e 
incertidumbres entre el pueblo cristiano. Una vez más, como en años remotos, el 
canon de las Escrituras ha sido llevado a la arena de los círculos teológicos como 
un asunto interesante y polémico. El devenir histórico-teológico nos dice que 
estos asuntos no hayan una culminación final, seguramente nuevos movimientos 
despertarán la atención de los incrédulos hacia el canon de las Escrituras y 
nuevamente la Iglesia será desafiada a prestar atención a esta doctrina perenne.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
2 
II. Definiciones: 
1. Canon: 
1.1. Etimología: La palabra griega kavov (canon) procede probablemente de la 
palabra semítica que aparece en hebreo como qaneh: “junco”, “caña”. En 
el griego, el término se traduce simplemente como “caña”, especialmente en 
referencia a la caña recta que se utiliza como regla, de ahí que también puede 
significar “vara de medir” o “regla”.1 
1.2. El uso general o figurado que se le ha atribuido al término kavov (canon) es el 
de “norma”, “patrón de conducta”, “una regla o un precepto” (cp. 2 Co. 
10:13, 15-16; Gál. 6:16). 
1.3. El uso técnico kavov (canon) restringido a la teología es el que identifica al 
“conjunto de libros sagrados que se aceptaron por su apego a las reglas 
divinas de inspiración, autoridad y autenticidad”. Así como una caña recta 
utilizada como regla puede ser dividida en unidades de longitud (como una 
regla moderna en pulgadas o centímetros), de esta costumbre se deriva que la 
palabra griega kavov pase a utilizada como una serie de estas marcas y 
después con el sentido general de “serie” o “lista”. Es este último uso el 
que se aplica al término “el canon de la Escritura”.2 
2. Canonicidad: 
Es la rama de la Bibliología que estudia la integración de los libros sagrados 
que pasaron la prueba de autoridad y autenticidad. También se refiere a la 
cualidad que tienen los libros sagrados de ser considerados como norma o regla 
de nuestra vida. El concepto de canonicidad está asociado con el de inspiración 
divina. Solamente los libros canónicos son inspirados y sólo los inspirados son 
canónicos. 
III. Origen de la doctrina: 
En su sentido estricto de “lista de libros sagrados oficialmente reconocidos como 
normativos para los creyentes”, el término canon es de origen cristiano. Los primeros 
siglos del cristianismo fueron más bien de expansión y de defensa. Es a partir del 
siglo IV que empieza la preocupación por definir claramente cuáles deben ser 
considerados autoritativos y cuáles no. En este sentido Atanasio (367) fue el primero 
en referirse a los libros de la Biblia con el término canon. También el Concilio de 
Laodicea (363) se había referido a “libros canónicos”. Prisciliano (380) es un escritor 
latino que usó la palabra “canon” casi como un sinónimo de Biblia. Sin embargo no 
es sino hasta el Concilio de Cartago (397) donde se reconoce oficialmente la lista 
canónica de los libros del Nuevo Testamento. Los libros del Antiguo Testamento ya 
habían sido reconocidos por los judíos y por los primeros cristianos como 
autoritativos aunque no se les había aplicado el término de canon o canonicidad. 
1 F. F. Bruce, El canon de la Escritura. Hermenéutica y Exégesis, 4. (Terrassa, Barcelona: CLIE, 
2002): 17. 
2 Ibid., 18.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
3 
1. Libros aceptados en el período apostólico: 
1.1. En cuanto al Antiguo Testamento, en términos generales la iglesia del 
período apostólico recibió y aceptó las Escrituras del Antiguo Testamento 
como suyas. El erudito John Kelly le llama “natural” al hecho de que la 
iglesia cristiana se apropiara de los libros sagrados que habían estado en 
circulación entre los judíos.3 
Aunque la lista oficial fue aprobada recién en 
el Sínodo de Jamnia (90-100 A.D.), es obvio que Jesús y los primeros 
cristianos hicieron uso en forma autoritativa de estos escritos. 
1.2. Por otra parte, parece que la iglesia del primer siglo no se preocupó mucho 
por una lista “autorizada” de libros sagrados. Aunque es cierto que los 
escritores del Nuevo Testamento no citaron los llamados “libros apócrifos” 
que se incluyen en las versiones católicas,4 sí es evidente que los libros 
novotestamentarios incluyen citas de autores paganos (Pablo cita a los 
poetas griegos Epiménides y Arato en Hechos 17:26-28), tradiciones 
judías (2 Ti. 3:8, “Janes y Jambres”) y aun libros pseudoepigráficos (Jud. 
9, la Asunción de Moisés y Jud. 14, El Libro de Enoc).5 
1.3. En cuanto al Nuevo Testamento, existen algunos indicios de que las 
enseñanzas y escritos de los apóstoles ya se comenzaban a usar como 
fuente de autoridad en las iglesias locales. Ya en tiempos del apóstol 
Pablo, en la carta a los Efesios, se reconocía que la iglesia había sido 
edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Ef. 2:20), lo 
cual habla de la importancia de las doctrinas (y posteriormente escritos) 
apostólicas. Pedro se refiere a los escritos de Pablo con el nombre de 
“escrituras” (2 P. 3:15),6 aunque es improbable que él haya pensado en 
clasificarlos dentro de cierta lista de libros inspirados. Lo que muestra esto 
solamente es que hay señales de que los escritos apostólicos eran ya muy 
respetados. Aunque el concepto de canon no llegó a ser desarrollado en 
este período. 
2. Libros aceptados por los padres apostólicos: 
2.1. Los discípulos de los apóstoles continuaron aceptando los libros del 
Antiguo Testamento como autoridad. En términos generales, cuando ellos 
hablaban de “las escrituras” o apoyaban sus argumentos con un “escrito 
está”, se refería casi siempre a los escritos del Antiguo Testamento.7 
Clemente de Roma usa las siguientes frases: “Porque la santa escritura 
dice en cierto lugar…”,8 “Porque está escrito…”,9 y “porque así dice la 
3 John Kelly, Early Christian Doctrines (1985): 52. 
4 El erudito B. F. Westcott dice que “no hay ninguna cita directa en todo el Nuevo Testamento de 
ninguno de los libros incluidos en los apócrifos”. B.F. Westcott, El Canon de la Sagrada Escritura, (1987): 
50. Sin embargo, hay que reconocer que sí existen referencias indirectas. 
5 El Libro de Enoc contiene las siguientes palabras: “¡Y Mirad! Él viene con diez millares de sus 
santos para ejecutar juicio sobre todos y destruir a los impíos.” (Enoc 1:9). La frase “séptimo desde Adán” 
que incluye Judas, aparece en Enoc 60:8. Libro de Enoc. Apócrifos del Nuevo Testamento. Versión por 
Alejandro Diez (1991): 155. 
6 Bruce, El canon de la Escritura: 121-22. 
7 Kelly, Early Christian Doctrines: 52. 
8 Clemente de Roma, A los Corintios. Padres Apostólicos, versión de J.B. Lightfoot, (1990): 85, verso 
28, citando el Salmo 139:7-10. 
9 Ibid., verso 29, citando Deut. 32:8,9.
Escritura”.10 La epístola de Bernabé habla así: “Porque la escritura dice” 11 
mientras que Policarpo apoya sus enseñanzas diciendo “según dicen estas 
escrituras”.12 Estos son algunos ejemplos del uso del Antiguo Testamento 
en los padres apostólicos como autoridad escrita. 
2.2. Sin embargo, parece que el concepto de estos autores acerca de las 
escrituras es un poco más amplio. Ellos ya mencionan algunas palabras de 
Jesús y de los apóstoles como autoridad. En la cita de Policarpo a los 
filipenses que ya fue mencionada, el pasaje completo dice así: “Sólo que 
según dicen estas escrituras: Enojaos y no pequéis, y que el sol no se 
ponga sobre vuestro enojo”.13 Lo sorprendente en este pasaje es que cita el 
Salmo 4 y Efesios 4 y les llama a ambos “escrituras”, al parecer, 
colocándolos al mismo nivel de autoridad. En la misma carta, Policarpo 
reconoce la autoridad del apóstol Pablo al decir: 
Porque ni yo, ni hombre alguno, puede seguir la sabiduría del bienaventurado 
y glorioso Pablo, el cual, cuando estuvo entre vosotros, enseñó cara a cara a 
los hombres de aquel día la palabra de verdad con cuidado y certeza; y cuando 
estuvo ausente, os escribió una carta, en la cual, si la escudriñáis con 
diligencia, podéis ser edificados en la fe que se os ha dado.14 
Puede verse, entonces, que los escritos apostólicos poseían un alto nivel de 
autoridad. Sin embargo, las condiciones históricas no estaban dadas para 
que hubiese el interés o la aspiración de componer algo semejante a un 
canon. Solamente se puede concluir que estos escritos gozaban de alta 
estima entre los padres, quienes los reconocían como libros autoritativos. 
2.3. Así mismo, parece que algunos padres reconocen escritos de su propia 
época y aún los propios como autoridad. Este es el caso, sobre todo, de El 
Pastor de Hermas quien dice que sus visiones son “revelación” que debe 
ser enviada “a las ciudades extranjeras, porque éste (sic) es su deber”.15 Al 
parecer, el Pastor y la Didaché (Didaqué) fueron dos de los libros más 
aceptados y venerados en la época, encontrando, incluso, un lugar en la 
liturgia de las iglesias, aunque, por supuesto, al final fueron desechados 
como canónicos. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
4 
3. Las herejías y los apologistas: 
En general, los estudiosos del período patrístico, están de acuerdo en que la 
delimitación del canon del Nuevo Testamento comenzó a mediados del siglo 
segundo, coincidiendo con las obras de los apologistas. A continuación, se 
describe los eventos y autores principales que contribuyeron al desarrollo del 
canon en esta época.16 
10 Ibid., 94, verso 42, citando Is. 40:17. 
11 Epístola de Bernabé, en íbid., 335, verso 4, citando Ex. 31:18 y 34:28. 
12 Policarpo, A los Filipenses, en íbid., 231, verso 12, citando Sal. 4:5. 
13 Ibid. 
14 Ibid., 226, verso 3. 
15 El Pastor de Hermas, en ibid., 486. 
16 Véase, por ejemplo, Kelly, Early Christian: 56, quien explica que es a mediados del siglo segundo 
cuando la discusión aumenta; Bruce Shelley, By What Authority? (1965): 113, quien dice que el canon de 
los evangelios fue aceptado por los años 150-180 A.D. y Justo L. González, Historia del Pensamiento
3.1. El canon Muratori: este es un fragmento que fue encontrado en el siglo 
XVIII en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. El texto original está escrito 
en un latín bastante descuidado. Los estudiosos han llegado a la conclusión 
de que se trata de una copia de un manuscrito griego que data de finales 
del siglo II. Su nombre proviene del investigador italiano, jefe del equipo 
que lo encontró y lo estudió.17 
El documento tiene al inicio una sección que 
no puede leerse, así que la lectura inicia con una referencia a los 
evangelios de Lucas y Juan y una oscura referencia al segundo evangelio, 
sin que se pueda leer su nombre. Luego, menciona a los Hechos y a las 
cartas de Pablo, de las cuales menciona once, faltando 2 Corintios y 2 
Tesalonicenses. La importancia del fragmento reside en el hecho de que es 
uno de los documentos más antiguos que atestiguan la existencia de un 
canon muy parecido al que la iglesia reconocería años después.18 
interesante notar que ya este documento menciona la identificación de 
ciertos libros que no pueden ser aceptados por la Iglesia. Además, 
reconoce la existencia de la herejía marcionita y, por decirlo así, llega a 
dividir el canon en “Profetas” y “Apóstoles”. 
3.2. Marción y la respuesta de la Iglesia: Es ampliamente aceptada la idea de 
que el hereje del Ponto tuvo un peso casi decisivo en las decisiones de la 
iglesia tocante al canon. Aunque hoy en día se pone en duda el alcance de 
tal influencia,19 no se puede negar que Marción obligó a los cristianos 
ortodoxos a definir mejor sus bases doctrinales y, más importante aún, sus 
fuentes de autoridad. Este hereje rechazó las Escrituras del Antiguo 
Testamento e intentó “purificar el NT de la mala interpretación de los 
apóstoles en el sentido de que Jesús era el mesías del Dios judío, 
reconociendo entonces, sólo diez epístolas paulinas y el evangelio de 
Lucas”.20 Como consecuencia, los apologistas cristianos, sobre todo Ireneo 
y Tertuliano, emprenden una defensa de la fe católica, echando mano de 
los escritos recibidos de los apóstoles. 
3.3. Clemente y Orígenes: Los padres de la escuela de Alejandría, Clemente y 
Orígenes, reflejan el avance que había alcanzado el concepto del canon en 
su época. En sus escritos hablan de las Escrituras usando un lenguaje 
parecido al de Ireneo, mostrando, a la vez, que los escritos canónicos son 
conocidos e identificados cada vez más. 
Cristiano, tomo 1, (1992): 137, quien, en su explicación sobre el pensamiento de Marción señala que la 
novedad en el pensamiento de este hereje era el proponer un canon o lista fija de libros inspirados. 
17 F. B. Westcott, El Canon de la Escritura: 110. 
18 C.E. Hill, “The Debate Over the Muratorian Fragment and the Development of the Canon”. 
Westminster Theological Journal vol. 57, núm. 2, (1995):437-52. El autor revisa los estudios de Geoffrey 
Hahneman, quien ataca la postura tradicional, asignándole al fragmento una fecha más bien tardía, 
durante el siglo IV. Hill concluye que “la fecha tradicional hace mucha más justicia a las evidencias”. 
19 David Salter Williams, “Reconsidering Marcion’s Gospel”, Journal of Biblical Literature, vol. 108 
(1995): 477-96. Williams menciona las dificultades de hablar con seguridad acerca de las doctrinas 
marcionitas, ya que las fuentes principales son Tertuliano y Epifanio, quienes difieren grandemente en su 
metodología de análisis de los escritos del hereje, además de no ser muy específicos en lo que muchas 
veces están atacando. 
20 Eckhard Schnabel, “History, Theology and the Biblical canon: an introduction to basic issues”. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
Es 
5 
Themelios, vol. 20, núm. 2 (ene. 1995): 19.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
6 
4. Los grandes teólogos y la definición final del canon: 
Es el siglo IV quien atestigua el reconocimiento oficial de las Escrituras 
canónicas por parte de la iglesia. Dentro de ese testimonio se destacan ciertos 
autores y asambleas eclesiásticas que trazan el camino de esta historia. 
4.1. Eusebio: El testimonio de Eusebio es muy importante en la historia del 
canon, porque no solamente registra la opinión de Orígenes, sino que él 
mismo presenta una lista de los libros aceptados por la iglesia. Él 
comienza mencionando el “santo cuaternón” (quaternion) de los 
Evangelios. Luego, continúa con la lista, así: Los Hechos de los Apóstoles, 
las epístolas de Pablo, la epístola de Juan y luego la de Pedro, y el 
Apocalipsis de Juan; “Estas, entonces, pertenecen a los escritos 
aceptados”.21 Después, el historiador menciona los escritos que él llama 
“disputados”: la “así llamada epístola de Santiago y la de Judas, también la 
segunda epístola de Pedro y aquellas que son llamadas la segunda y tercera 
de Juan, ya sea que pertenezca al evangelista o a otra persona del mismo 
nombre”. 22 Por último, menciona los escritos “rechazados”, así: 
Los Hechos de Pablo y el así llamado Pastor y el Apocalipsis de Pedro; en 
adición a estas, la epístola de Bernabé y la así llamada Enseñanza de los 
Apóstoles; y, además, como ya dije, el Apocalipsis de Juan, si parece 
apropiado porque algunos, como ya dije, lo rechazan, pero que otros clasifican 
entre los libros aceptados.23 
A estas alturas de la historia, parece que la lista de libros es más uniforme 
y las condiciones están dadas para que la definición de un canon oficial se 
dé. 
4.2. Atanasio: El aporte que hace Atanasio en cuanto al canon es significativo. 
La lista de libros que él compone es considerada por algunos como uno de 
los más formales intentos de sistematizar el canon de las Escrituras. De 
hecho, él usa la palabra “canon” en el sentido técnico bibliológico del 
término. En su Carta de la Pascua, la cual data del año 367, él escribe: 
“me pareció bien también, habiendo sido urgido a ello por verdaderos 
hermanos, y habiendo aprendido desde el principio, poner ante vosotros 
los libros incluidos en el Canon y entregados y acreditados como 
divinos...”.24 A continuación, Atanasio menciona por nombre los libros 
incluidos en tal canon. Prácticamente, la lista del NT es idéntica a la que 
aceptaría un protestante de nuestros días. Es importante señalar, además, 
que en esta ocasión no hay diferencias o dudas con respecto a ninguno de 
los libros. Además, incluye una lista de libros que fueron “designados por 
los Padres para ser leídos”, pero que “sin duda no están incluidos en el 
Canon”: Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Sirach, Esther, Judit y 
Tobit, el que es llamado Enseñanza de los Apóstoles y el Pastor. De 
21 Eusebio, Ecclesiastical: 156. 
22 Ibid. 
23 Ibid., 156-7. 
24 Atanasio, Thirty-ninth Letter on the Paschal Festival. Nicene and Post-Nicene Fathers, edit. por 
Philip Schaff y Henry Wace, (1996): 552.
manera que, puede decirse que el proceso en el que la iglesia reconoce los 
libros canónicos se va completando hacia mediados del siglo IV. 
4.3. Concilio de Laodicea: El concilio de Laodicea fue provincial y reunió a los 
obispos de las regiones de Lidia y Frigia y se reunió en el año 363. La 
importancia de esta asamblea para el tema del canon, se encuentra en que, 
hasta esa fecha, todos los que hablaban del tema apelaban a la tradición o 
la costumbre. Sin embargo, a partir de esta reunión eclesiástica, ya se 
podía apelar a un decreto oficial de la iglesia al respecto. 
4.4. Concilio de Cartago: En un sentido, Cartago es la última parada en el 
camino del reconocimiento del canon. En esta asamblea se ratificó lo que 
ya se enseñaba en muchas regiones: el canon de 27 libros del Nuevo 
Testamento. Puede decirse que, a partir de esta decisión conciliar, las 
discusiones fueron cada vez menos. La iglesia había llegado a reconocer 
en forma oficial el canon del Nuevo Testamento. Parece que en este 
concilio y en el que ratificó sus decisiones, el cuarto concilio de Cartago, 
en 419, se sintió el peso de la autoridad de Agustín, quien estaba 
interesado en definir cuáles eran los libros con autoridad canónica. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
7 
IV. Pre-requisitos para la formación del canon: 
1. Aspecto divino: 
1.1. El deseo de Dios de revelarse a los hombres. 
1.2. La necesidad de esta revelación. El hombre no podría llegar a conocer a 
Dios aparte de la revelación. 
1.3. Dios lleva adelante un proceso de separación tanto de los hombres como 
de los medios por medio de los cuales va a comunicar su revelación. 
1.4. Dios llama y escoge a un hombre (Abraham) y a una nación (Israel) para 
transmitir su revelación. 
1.5. Dios guía a su pueblo para que éste reconozca la veracidad, autenticidad y 
autoridad de su revelación. 
2. Aspecto humano: 
2.1. Dios usó a santos hombres: profetas, apóstoles y otros. 
2.2. Dios capacitó soberana y sobrenaturalmente a estos hombres para que 
consignaran su revelación. 
2.3. Estos eran hombres obedientes al mandado y mensaje divinos. 
3. Aspecto literario: 
3.1. Los hombres usaron un lenguaje humano adecuado y entendible para 
consignar por escrito la revelación divina. 
3.2. Los hombres hicieron uso de su propio conocimiento y estilo en el 
momento de escribir. 
3.3. El pueblo de Dios, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, 
tenía a su disposición un extenso bloque de literatura religiosa en la que 
podían notar la diferencia entre un escrito divinamente inspirado y uno que 
no lo era.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
8 
V. La necesidad del canon: 
1. En cuanto al AT: 
1.1. Durante el exilio y la cautividad en Babilonia, los judíos tuvieron que 
determinar con exactitud cuáles libros eran autoritativos y cuáles no. 
1.2. Después del regreso de la cautividad hubo necesidad de preservar, 
defender y transmitir los libros correctos. Había que saber cuáles eran los 
correctos. 
2. En cuanto al NT: 
2.1. Había gran hambre de conocer la vida de Cristo y eso Dios usó a santos 
hombres: profetas, apóstoles y otros. 
2.2. La presencia de herejías y sectas falsas con sus escritos rivales obligó a la 
Iglesia a evaluar y reconocer los escritos autoritativos. 
2.3. La proliferación de literatura pseudoepígrafa de carácter cristiano que 
competía con los escritos apostólicos y muchas veces tergiversaba o 
contradecía la enseñanza de Jesús o los apóstoles obligó a la Iglesia a 
determinar los libros sagrados auténticos. 
2.4. La persecución obligó a los creyentes a estar seguros de saber cuáles libros 
valía la pena defender con la vida. 
VI. La prueba de la canonicidad: 
1. Una cualidad intrínseca: La prueba es aplicada en el sentido de que aun cuando 
los libros “probados” eran ya canónicos se demostraba su canonicidad. Es decir, 
había libros que eran ya canónicos antes de ser sometidos a prueba. Las pruebas 
sólo manifiestan lo que, de hecho, ya está ahí. Así es que ni la Iglesia ni los 
concilios pueden hacer que un libro sea canónico o auténtico. O el libro era 
canónico o no lo era cuando fue escrito. La Iglesia o sus concilios reconocieron y 
verificaron ciertos libros como Palabra de Dios, y con el tiempo aquellos que lo 
fueron resultaron reconocidos y coleccionados juntos, dando forma a lo que hoy 
llamamos la Biblia. (C. Ryrie, Síntesis de Doctrina Bíblica, pág. 48). 
2. Autor humano: Es imposible desvincular el libro del autor cuando se trata del 
canon. Tanto los judíos como los cristianos reconocían el carácter santo y la 
autoridad de los hombres de Dios que habían escrito los libros sagrados. 
2.1. En cuanto al AT se reconocía la autoridad del legislador (Moisés, etc.), del 
profeta (Isaías, Jeremías, etc.) y del dirigente de la nación (Josué, David, 
etc.). 
2.2. En relación con el NT el libro tenía que haber sido escrito por un apóstol o 
respaldado por él para ser reconocido. En otras palabras, tenía que llevar la 
firma o la autorización apostólica. 
3. Idioma: Algunos han incluido como prueba de la canonicidad el idioma hebreo 
para los libros del A.T. y el griego para el N.T. Sin embargo, esto no es una 
prueba convincente porque muchos libros no canónicos fueron escritos en hebreo 
o griego. Además, un idioma no es más que otro solamente porque se usó para 
escribir libros canónicos.
4. Contenido: (evidencia interna) Esta es una de las pruebas más importantes para 
reconocer la canonicidad de determinado libro. El libro mismo debía presentar 
una evidencia interna de su propia inspiración divina. Su contenido tenía que ser 
de tal manera diferente al de cualquier otro libro (religioso o no) que el lector 
creyente podía convencerse fácilmente de la autencidad y autoridad del libro. 
Para muchos eruditos críticos de la Biblia esta prueba es demasiado “subjetiva” y 
por eso la rechazan. Sin embargo, los cristianos no debemos descartarla porque al 
fin y al cabo es la Biblia misma la que testifica acerca de su autoridad y 
autenticidad. 
5. El conceso de la Iglesia o de los judíos: El veredicto o ratificación de las 
iglesias en cuanto a la naturaleza canónica de los libros era importante. En 
realidad hubo una sorprendente unanimidad entre las iglesias primitivas tocante a 
cuáles libros pertenecían a la lista canónica y cuáles no. Es cierto que 
temporalmente algunos libros fueron considerados dudosos, tanto en el Antiguo 
como en el Nuevo Testamento, por una minoría. Pero ninguno que se considerase 
dudoso por el consenso de la Iglesia, pudo luego ser aceptado. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
9 
VII. El canon del Antiguo Testamento: 
1. Integración del canon del Antiguo Testamento (Lc. 24:44) 
1.1. La Ley (Torah). Es el equivalente nuestro del Pentateuco. Comprende los 
cinco libros de Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y 
Deuteronomio. 
1.2. Los Profetas (Nebiim). 
1.2.1. Profetas anteriores: Josué, Jueces, (I y II) Samuel y (I y II) Reyes. 
En total 4 libros en el texto hebreo. 
1.2.2. Profetas posteriores: Los mayores, Isaías, Jeremías y Ezequiel; y 
los menores, los doce profetas coleccionados en un solo libro o en 
el orden que aparece en nuestras Biblias en español. 
1.3. Los Escritos (Kethubim o Hagiógrafa), (Salmos en Lc. 24:44). 
1.3.1. Poesías y sabiduría: Salmos, Job, Proverbios. 
1.3.2. Los pergaminos, rollos o Megilloth: Rut, Cantares, Eclesiastés, 
Lamentaciones y Esther. 
1.3.3. Historia: Daniel, Esdras-Nehemías (un solo libro) y (I y II) 
Crónicas. 
2. Formación del canon del Antiguo Testamento 
2.1. ¿Período precanónico?: Los críticos de la Biblia enseñan que hubo un 
período extenso de aproximadamente unos cinco siglos o más en el cual se 
recopilaron las tradiciones orales del pueblo de Israel en cánticos, poemas, 
salmos y otros escritos sueltos. Se sugiere, por ejemplo que Moisés sólo 
escribió algunas partes del Pentateuco, Pero hubo editores y redactores 
posteriores que le dieron la forma actual a lo que conocemos como el 
Pentateuco. Esta teoría rechaza la paternidad literaria y de otros escritores 
del Antiguo Testamento. Los evangélicos conservadores no podemos 
hablar de un período precanónico en este sentido. Aunque admitamos que 
los escritores bíblicos hayan usado materiales ya existentes para escribir 
sus libros, eso no es lo mismo que decir que los libros, se fueron formando
paulatinamente por obra de redactores y editores posteriores. Cada libro 
fue reconocido como canónico conforme se escribían. Sí hubo un proceso 
en la formación del canon, pero limitado al tiempo en que se iban 
escribiendo y reconociendo los diferentes libros. Es cierto que en algunos 
casos podemos hablar de redactores, compiladores y editores de ciertos 
libros o secciones de ellos (partes finales de Deuteronomio y Josué, 
Salmos, y otros) pero eso no significa que necesariamente tenemos que 
fechar esos libros tan tardíamente como lo hacen los críticos. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
10 
2.2. Período canónico: 
2.2.1. El testimonio de Cristo. En Mateo 23:35 y Lucas 11:51 el Señor 
Jesucristo hace mención de la culpabilidad del pueblo, 
especialmente de sus líderes desde tiempos antiguos. Cuando el 
Señor menciona desde Abel hasta Zacarías (no es el profeta 
escritor) está limitando el canon del Antiguo Testamento porque 
el relato de la muerte de Abel se encuentra se encuentra en 
Génesis y el de Zacarías en 2 Crónicas 24:20-22. Teniendo en 
cuenta que 2 Crónicas es el último libro en la Biblia hebrea, es 
como si Jesús dijera: “desde Génesis hasta Malaquías se describe 
vuestra culpabilidad”. 
2.2.2. El testimonio de Josefo (ca. 95 d.C.): El famoso historiador judío 
del primer siglo de nuestra era, Josefo, escribió en su obra Contra 
Apión (1,8) una apología del canon reconocido por los judíos. Él 
enumera los libros que forman nuestro A.T. Lo importante de la 
lista de Josefo es que limita el período de formación de estos 
libros a la época que va desde Moisés (Josefo aceptaba la 
paternidad literaria de Moisés sobre el Pentateuco) hasta 
Artajerjes, el rey persa del siglo V a.C. en tiempos de Esdras. Esto 
hace muy posible que cronológicamente hablando sea Esther el 
último libro del Antiguo Testamento que se escribió. Aunque 
Malaquías, Crónicas y Esdras-Nehemías se consideran 
contemporáneos. 
2.2.3. Conclusión: Se puede concluir que el período en el cual se formó 
el canon del A.T. va desde los tiempos de Moisés (admitiendo 
que hubo materiales ya existentes que el usó en la elaboración del 
Pentateuco) hasta tiempos de Esdras (tomando a Esther, 
Malaquías y Crónicas como contemporáneos). De manera que ya 
en tiempos tan antiguos como el siglo V a.C. los judíos tenían 
formado y completo el canon del A.T. El propio Josefo admite 
que los libros escritos después de este período no son 
considerados de igual valor que los del canon. 
3. Reconocimiento “oficial” del canon del Antiguo Testamento 
Es indudable que en la época del ministerio del Señor Jesús los judíos no sólo 
reconocían la inspiración divina de los libros del A.T., sino que también sabían 
exactamente cuáles eran estos libros. Prueba de esto son las alusiones que Jesús 
hace a tal lista en Mateo 23:35, Lucas 11:51; 24:44. Sin embargo, debido al uso
que los primeros cristianos gentiles (incluso los propios apóstoles) hicieron de la 
Septuaginta (LXX), la cual incluía libros no aceptados por los judíos, éstos se 
vieron en la necesidad de definir mejor y más claramente cuáles eran los libros 
“oficialmente” reconocidos por ellos. Es así como se desarrollaron una serie de 
discusiones tocante a este asunto en un sínodo judío o concilio en la localidad 
costera de Yammnia o Jammnia entre los años 90 y 95 de nuestra era. Hubo 
acuerdo unánime en reconocer los 39 libros (22 ó 24 en el canon hebreo) que hoy 
forman el Antiguo Testamento. Sólo hubo algunas dudas con respecto a libros 
como Esther (porque no menciona explícitamente el nombre de Dios), Cantares 
(por su tema poco espiritual, según algunos) y Eclesiastés (por su carácter de 
especulación “humana”). Pero en general todos fueron finalmente reconocidos 
como autoritativos. Es interesante notar que los cristianos aceptaron el canon del 
A.T. tal y como lo habían aceptado ya los judíos en el concilio de Jammnia. Es 
por esa razón que no hubo acuerdo “oficial” cristiano para reconocer la lista de 
libros canónicos del Antiguo Testamento. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
11 
4. La Septuaginta (LXX) o “canon griego” 
4.1. Origen de la Septuaginta: Desde tiempos antiguos (probablemente desde 
tiempos del profeta Jeremías) existía en Egipto una importante colonia 
judía. Esta colonia se incrementó considerablemente en el siglo IV a.C. 
como consecuencia de las conquistas de Alejandro Magno y su política 
poblacional. Es así como se desarrolló un centro judío muy importante en 
la ciudad de Alejandría. A medida que pasaba el tiempo los judíos 
“alejandrinos” iban dejando de hablar el idioma que se hablaba en 
Palestina (el arameo para ese entonces) y se tornaron en heleno-parlantes, 
es decir, adoptaron el griego como su idioma. Llegó un momento en que se 
hizo necesario tener los libros sagrados judíos en el idioma griego. Hay 
una tradición que dice que el sumo sacerdote Eleazar envió, a petición de 
un monarca egipcio (probablemente Ptolomeo Filadelfo) desde Jerusalén a 
Alejandría 72 erudidos (6 por cada tribu) para que hicieran la tan anhelada 
traducción. La tradición sigue diciendo que estos eruditos hicieron la 
traducción en sólo 72 días. De ahí surge el hombre de “Versión de Los 
Setenta” cuya abreviatura es LXX. Todo esto sucedió aproximadamente a 
mediados del siglo III a.C. (ca. 259 AC). Es muy probable que la 
traducción en sí se hiciera paulatinamente en unos cien años. De manera 
que podría haberse terminado a mediados del siglo II (ca. 150 a.C.). 
4.2. Integración del “canon” de la Septuaginta. 
4.2.1. Introducción: Los judíos alejandrinos cambiaron el orden y la 
nomenclatura de los libros hebreos. Además, incluyeron en la 
lista libros que no eran aceptados en Palestina. Estos libros habían 
sido escritos después del siglo V, la mayoría en griego por judíos 
de la diáspora. No hay consenso entre los eruditos para establecer 
cuáles eran exactamente estos libros porque las copias 
manuscritas más antiguas que se conocen de la LXX datan del IV 
y V siglos de nuestra era y son manuscritos cristianos. Los judíos 
al parecer no tuvieron mucho esmero en preservar la LXX, por lo 
tanto no hubo mucho cuidado en tener una lista exacta de estos 
libros adicionales.
4.2.2. La Ley: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. 
4.2.3. Históricos: Josué, Jueces, Rut, Samuel (I y II), Reyes (I y II), 
Crónicas (I y II), Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther 
(incluyen adiciones en griego), I y II Macabeos. 
4.2.4. Poesía y Sabiduría: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
12 
Cantares, Lamentaciones, Sabiduría y Eclesiástico. 
4.2.5. Profecía: Mayores, Isaías, Jeremías, Baruc (incluye la “Carta de 
Jeremías”), Ezequiel y Daniel (incluye las adiciones: “Oración de 
Azaría”, “Cántico de los Tres jóvenes”, “Historia de Susana” y 
“Bel y el Dragón”); Menores, los doce profetas en el orden de 
nuestra Biblia castellana. 
4.3. Importancia de la Septuaginta: 
Como ya se dijo antes, la LXX substituyó al texto hebreo para los 
judíos de la dispersión. Por varios siglos la LXX circuló libre y 
autoritativamente entre los judíos de habla griega (incluso en la propia 
Palestina). Sin embargo, casi desde el mero inicio, se presentaron 
objeciones a la autoridad y autenticidad de los libros “adicionales”. Con el 
advenimiento del cristianismo, la LXX adquirió inusitada importancia 
debido principalmente a que los gentiles hablaban griego. También porque 
los apóstoles citaban el AT en sus escritos más bien de la LXX que del 
propio texto hebreo. En otras palabras, la LXX se convirtió en el AT de los 
primeros cristianos. Estos se preocuparon por reproducirla y hacerla 
circular sin importar que estuvieran incluidos algunos libros que los judíos 
no aceptaban como inspirados. La LXX llegó a ser usada tan profusamente 
por los primeros cristianos que por 4 ó 5 siglos se consideró el AT oficial 
de la Iglesia. Los manuscritos existentes de la LXX incluyeron los libros 
llamados apócrifos o deuterocanónicos. Sin embargo, siempre hubo 
discrepancias en cuanto a aceptarlos como canónicos o no. Hubo Padres de 
la Iglesia que usaban los libros apócrifos como autoritativos. Pero hubo 
muchos que se negaban a aceptarlos como canónicos. La controversia ha 
sido tal que nunca hubo consenso sobre el asunto. Esto sería suficiente 
prueba para excluirlos del canon del AT. 
VIII. El canon del Nuevo Testamento: 
1. Integración del canon del Nuevo Testamento 
Los 27 libros que integran el canon el NT fueron reconocidos por todas las 
confesiones cristianas sin reserva alguna. El orden en que aparecen es el mismo 
que tiene nuestra Biblia en español. Los criterios que se siguieron para clasificar 
y ordenar los libros fueron varios: Un criterio es temático (especialmente por el 
orden de los Evangelios); otro criterio es el tamaño o la extensión de los libros 
(especialmente en el orden de las epístolas paulinas); otro criterio es cronológico 
(las epístolas de Juan y el Apocalipsis). El orden tampoco ha sido debatido 
aunque en muchos casos se dan explicaciones al respecto. 
2. Formación del canon del Nuevo Testamento
El período de formación del canon del NT es relativamente breve si lo 
comparamos con el del AT. Para fines didácticos y prácticos pueden distinguirse 
cuatro etapas: [1] apostólica o de escritura (50- 100 AD); [2] la de circulación 
(100-150 AD); [3] la de “canonización” o reconocimiento (150-200 AD); [4] y 
la de ratificación oficial (200-400 AD). 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
13 
2.1. Etapa apostólica o de escritura (50-100 AD). 
Esta es la época en que se escriben la totalidad de los libros del NT. Sabido 
es que los primeros libros del NT son algunas epístolas del apóstol Pablo 
(1 y 2 Tesalonicenses) y los últimos son los del apóstol Juan a finales del 
primer siglo. Algunos todavía tienden a alargar el período de escritura de 
los libros del NT hasta bien entrado el segundo siglo. Pero la gran mayoría 
de eruditos, cristianos y no cristianos reconocen que la totalidad del NT 
fue escrita en el primer siglo. 
2.2. Etapa de circulación (100-150 AD). 
Este es el período en que los libros del NT circularon entre la mayoría de 
las iglesias primitivas. Muchos de ellos, especialmente las epístolas de 
Pablo eran ya reconocidas y circulaban entre las iglesias desde antes del 
fin del primer siglo (2 P. 3:16). Sin embargo, dado el carácter de muchos 
libros, no se dieron a conocer tan rápidamente. Aquí hay que recordar las 
dificultades propias del período para hacer circular cualquier escrito. Por 
un lado está la dificultad del transporte: era difícil hacer llegar un libro a 
todos los rincones del Imperio Romano. Por otro lado estaba la dificultad 
económica: hacer una copia “extra” de alguna carta era caro, el material 
escaso y la escritura dificultosa. Además, hay que agregar la falta de 
personal capacitado para la labor del copista. Los cristianos no tenían los 
siglos de tradición en la ciencia de copiar y transmitir el texto sagrado que 
tenías los judíos. Ni desarrollaron una casta especializada en esta labor. 
Sin embargo, el tiempo que se llevó en poner en circulación todos los 
libros del NT fue muy breve. 
2.3. Etapa de canonización o reconocimiento (150-200 AD) 
En este período los cristianos empezaron a evaluar la literatura cristiana 
existente para determinar con exactitud cuáles libros debían considerar 
como canónicos. [1] Marción: Este personaje fue un hereje gnóstico de 
mediados del siglo segundo. En realidad, él fue el primero en elaborar una 
lista de libros “canónicos” según su criterio. Este pseudo–canon estaba 
dividido en dos partes: “El Señor” (equivalente a los Evangelios) que sólo 
incluía el Evangelio de Lucas; y “El Apóstol” que incluía 10 cartas 
paulinas (excluyendo las Pastorales). [2] Montano: este personaje, también 
a mediados del siglo segundo, pretendía darle carácter revelatorio y 
autoritativo a sus experiencias espirituales. Él decía tener contacto directo 
en el Espíritu Santo, por lo tanto, buscaba un reconocimiento divino a sus 
palabras. Al contrario de Marción quien mutiló el texto, Montano lo quería 
alargar. [3] Testimonio patrístico. Casi todos los Padres de la Iglesia 
Primitiva citaron los libros del NT como autoritativos. Los Padres más
importantes de este período e incluso de antes son: Clemente de Roma, 
Papías, Ignacio de Antioquia, Policarpo de Esmirna, Justino Mártir, 
Clemente de Alejandría, Tertuliano, Ireneo, Orígenes y otros. Todos ellos 
citaron los libros del NT como inspirados divinamente. La forma en que 
citaban los libros del NT indica que para esta época prácticamente todos 
eran reconocidos como inspirados y canónicos. [4] Libros rechazados del 
canon del NT. El final de este período y algún tiempo después. La Iglesia 
Primitiva vio la proliferación de libros cristianos pseudoepígrafos y herejes 
que competían con los auténticos el derecho a pertenecer al canon. Al dar 
un vistazo a la lista de libros, uno se sorprende por la cantidad de libros y 
por el criterio que ejercieron los primeros cristianos. Estos libros se pueden 
clasificar en “Evangelios”, “Hechos”, “Cartas”, y “Apocalipsis”. He aquí 
algunos de ellos: Evangelios, unos 23 en total más o menos, “Según los 
Hebreos”, “Según los Egipcios”, “Arábigo de la Infancia” (de Jesús), 
“Armenio de la Infancia”, “Según Tomás”, “De Pedro”, “De Bartolomé”, 
etc.; Hechos, unos 25 en total aproximadamente, “De Pablo”, “De Pilato”, 
“De Juan”, “De Pedro”, “De Tomás”, “De Bernabé”, “De Santiago El 
Mayor”, etc.; Cartas, unas 9 en total aproximadamente, (de Pablo) “a los 
Laodicenses”, “a los Alejandrinos” (atribuida a Pablo), “de Tito”, “de los 
Apóstoles”, “Tercera de Corintios”, etc.; Apocalipsis, aproximadamente 
unos 11, “De Pedro”, “De Pablo”, “De Santiago”, “De Esteban”, “De 
Tomás”, “De la Virgen”, etc. Hay otros libros que no caben dentro de estas 
clasificaciones, pero que circularon mucho como: “Los Dichos de Jesús”, 
“Asunción de la Virgen”, etc. Como podrá observarse, la tarea de los 
primeros cristianos fue difícil. Por eso es sorprendente la unanimidad con 
que se reconocieron los 27 libros del canon del NT. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
14 
2.4. Etapa de ratificación (200-400 AD). 
A partir del siglo tercero, el consenso de la Iglesia tocante a los libros 
canónicos del NT era evidente. Las controversias son relativamente pocas 
y no muy importantes. Los escritos de los Padres de la Iglesia confirman 
este sentir unánime de la Iglesia. Sin embargo, hubo cierta duda con 
respecto a la inclusión en el canon de Hebreos, 2 Pedro, 2 y 3 Juan y 
Judas. En el caso de hebreos el problema principal era la identificación del 
autor; en el caso de Judas el problema parecía de las citas que allí se hacen 
de algunos libros apócrifos (en vs. 9 “Asunción de Moisés y en 14, 15 “El 
Libro de Enoc”). Con 2 Pedro el problema era el estilo diferente de 1 
Pedro. Con las epístolas de Juan era su carácter tan privado y personal. Sea 
como fuere, las objeciones nunca se consideraron de tanto peso como las 
hechas a los otros libros antes mencionados. Tanto es así que en el siglo IV 
prácticamente la Iglesia procedió a ratificar oficialmente la lista de 27 
libros ya reconocida desde el siglo II. En el año 363 se celebró un concilio 
en Laodicea. Allí se hace referencia a los “libros canónicos”. En el 393 se 
celebra un concilio en Hipona donde se reconoce provincialmente la lista 
canónica. El concilio de Cartago en 397 da una ratificación oficial más 
general de la lista canónica de 27 libros. 
IX. Los libros apócrifos/Deuterocanónicos y Pseudoepígrafos:
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
15 
1. Definiciones 
1.1. Apócrifo: Esta palabra viene del griego y quiere decir “ocultar” y 
significaba originalmente “oculto”, “secreto” o “escondido”. Este término 
fue aplicado por primera vez por Cirilo de Jerusalem en el siglo IV y por 
San Jerónimo en el siglo V a aquellos libros del canon griego (La 
Septuaginta) que los judíos habían rechazado de su canon. Con el correr 
del tiempo la palabra fue adquiriendo otro significado hasta llegar a ser 
sinónima de “falso”, “espurio”, “dudoso”. Es así como se usa en la 
actualidad especialmente en círculos protestantes. Aunque también en los 
círculos católicos. 
1.2. Deuterocanonicos: Este término es de origen eminentemente católico. A 
partir del siglo XVI se empezó a emplear esta palabra para referirse a los 
mismos libros que Jerónimo llamó apócrifos, es decir, los libros 
adicionales al canon hebreo en la Septuaginta. El término literalmente 
significa “pertenecientes a un segundo canon o a un canon secundario”. 
Hoy día los propios biblistas católicos reconocen que esta designación es 
poco afortunada porque, de hecho, rebaja la calidad de estos libros con 
respecto a los demás. Muchos protestantes empiezan a usar el término 
deuterocanónicos en lugar de apócrifos. 
1.3. Pseudoepígrafos: Los católicos llaman apócrifos a los libros que los 
protestantes llaman pseudoepígrafos. Los pseudoepigrafos son aquellos 
libros que se atribuyen falsamente a grandes personajes bíblicos incluso en 
el nombre mismo del libro, por ejemplo: “Evangelio de Pedro”, “Libro de 
Enoc”, etc. Son libros que no pudieron haber sido escritos por el personaje 
bíblico ya que su aparición es mucho tiempo después de la época de dicho 
personaje. 
2. La controversia sobre los deuterocanónicos 
2.1. Razones para aceptarlos como autoritativos: 
2.1.1. La inclusión de ellos en la Septuaginta. 
2.1.2. El uso que los apóstoles hicieron de la Septuaginta al citar el AT 
de ella en sus propios escritos. Así como la LXX incluía los 
deuterocanónicos, de hecho, los apóstoles los aceptaban. 
2.1.3. El uso que los primeros cristianos gentiles hicieron de la 
Septuaginta confirma que ellos aceptaban los deuterocanónicos, 
algunos como autoritativos. Entre ellos están: Ireneo, Tertuliano, 
Orígenes, San Agustín, San Jerónimo. Atanasio los llamó libri 
ecclesiastici (libros eclesiásticos), es decir, libros aceptados por la 
Iglesia. 
2.1.4. Los manuscritos griegos más completos y más antiguos los 
contiene: El Códice Alejandrino, el Códice Vaticano y el Códice 
Sinaítico. Estos son los manuscritos de mayor peso en la 
evidencia textual del griego y datan de los siglos IV y V AD. 
2.1.5. La Pesita, que es una traducción siria del siglo IV incluye los 
apócrifos. Esta es una de las primeras versiones de la Biblia a un 
idioma aparte del griego.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
16 
2.2. Razones para rechazarlos como canónicos: 
2.2.1. El período profético. Los judíos de tiempos de Jesús y algún 
tiempo después (Josefo) afirmaban que ningún libro escrito 
después del período que terminaba con Artajerjes era considerado 
como autoritativo. Esto lo confirma el concilio de Jamnia (90 
AD). 
2.2.2. El canon judío. Lo judíos nunca reconocieron estos libros como 
parte de su canon. 
2.2.3. División triple del canon hebreo. Filón, un judío alejandrino de 
antes de Cristo, Cristo mismo y Josefo tiempo después dividen el 
canon hebreo exactamente igual (Ley, Profetas y Escritos). Aquí 
no hay lugar para la inclusión de los apócrifos/deuterocanónicos. 
2.2.4. Ninguno de los libros deuterocanónicos son citados directa ni 
indirectamente en el NT. Algunos dicen que hay alusiones (véase 
Baez-Camargo Breve Historia del Canon bíblico, págs. 45-46). El 
hecho innegable es que ni Jesús ni los apóstoles citaron los 
deuterocanónicos en el NT. 
2.2.5. Aunque los Padres de la Iglesia los citaron frecuentemente es 
interesante notar que siempre hubo discrepancias entre ellos sobre 
la autoridad y autenticidad de dichos libros. Por ejemplo, 
Atanasio los llama Libri eclesiastici precisamente para 
distinguirlos de los Libri canonici, es decir, los canónicos. En 
otros palabras, para Atanasio, los libros apócrifos no son de la 
misma calidad que los canónicos. 
2.2.6. Jerónimo fue el que hizo la traducción de la Biblia al Latín en el 
siglo IV y, aunque tradujo también los libros deuterocanónicos y 
los incluyó en la famosa Vulgata Latina, él mismo no los 
consideraba de igual valor que los demás. Su inclusión se debió 
más que todo a presiones que recibió, principalmente de San 
Agustín. Jerónimo, sin embargo, colocó los deuterocanónicos en 
un bloque aparte de los demás libros con una nota aclaratoria. Allí 
es donde Jerónimo hace uso de la palabra “apócrifos”. En esa nota 
aclaratoria, Jerónimo dice que los libros apócrifos no son 
considerados de igual valor y autoridad que los canónicos. El 
reconoce el valor histórico religioso y literario de estos libros pero 
no recomienda que se usen e la Iglesia al mismo nivel que los 
demás. 
2.2.7. Contienen doctrinas que contradicen la doctrina bíblica: [1] 
justifican el suicidio (Macabeos); [2] se presenta la validez de la 
oración por los muertos (Macabeos); [3] se presenta la limosna 
como medio para expiar los pecados; [4] el fin justifica los 
medios (matar para dar de comer a los pobres); [5] hay apoyo 
para creer en supersticiones y magia. 
2.2.8. La Iglesia Católica Romana los incluyó “oficialmente” recién 
hasta el Concilio de Trento en 1546. 
2.3. El valor y la importancia de los deuterocanónicos: 
2.3.1. Bíblico-histórico. Estos libros fueron escritos después del año 400 
a.C. y antes del nacimiento de Cristo. Por lo tanto presentan un
cuadro histórico del pueblo judío en ese período llamado “de 
silencio”. Ayudan a rellenar ciertas lagunas históricas, 
especialmente en lo relacionado con el imperio griego y sus 
conquistas en Palestina. En este sentido I Macabeos es el más 
importante 
2.3.2. Religioso. Estos libros presentan la situación religiosa del pueblo 
judío en Palestina y fuera de ella. Por un lado se ve la casi total 
eliminación de la idolatría entre el pueblo. También se puede 
apreciar el trasfondo de los grupos o sectas judías como los 
fariseos y saduceos. Es una buena descripción de la esterilidad de 
la religión judía. 
2.3.3. Literario. Estos libros también presentan el avance de la literatura 
judía en general, tanto la religiosa como la histórica o la 
sapiencial. Los libros de Sabiduría y Eclesiástico son los máximos 
exponentes de la literatura judía de este período. Leer estos libros 
hace pensar en el Eclesiastés y los Proverbios de Salomón, claro 
está no son divinamente inspirados, pero presentan una imagen 
del tipo de literatura que se escribía en ese tiempo. 
2.3.4. Político. Íntimamente relacionado con el valor histórico está el 
político porque se presentan las circunstancias y situaciones de 
dominación griega sobre Palestina y las famosas guerras 
macabeas de liberación. Esto ayuda a comprender el espíritu 
rebelde, expectante y antirromano de los judíos de tiempos de 
Jesús. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
17 
2.4. Los pseudoepígrafos: 
2.4.1. ¿Cúales son? Es muy difícil determinar con exactitud cuáles son 
los libros que los católicos llaman “apócrifos” y los protestantes 
“pseudoepígrafos”, pero hay suficiente base para mencionar 
algunos de ellos. Cabe mencionar que estos libros nunca fueron 
aceptados por los judíos, por la Iglesia Primitiva, por la Iglesia 
Católica y por la Iglesia Protestante. En otras palabras, todos 
están de acuerdo en excluirlos del canon del AT así como se 
excluyeron “naturalmente” los libros falsos del NT. Algunos de 
los libros mencionados son: “Asunción de Moisés”. “Libro de 
Enoc”, “Apocalipsis de Elías”, “Apócrifo de Jeremías”. Libro de 
Janes y Jambres”, “El martirio de Jeremías” y otros. 
X. Los evangelios gnósticos: 
La polémica más interesante de los últimos días se ha centrado en los evangelios 
gnósticos. Por un lado, Dan Brown en su novela de ficción El Código Da Vinci 
afirma que el Evangelio de Felipe y El Evangelio de María Magdalena presentan a 
“otro Jesús” muy distinto al de los evangelios canónicos del Nuevo Testamento. La 
principal afirmación de Brown (no de los evangelios citados) es que Jesús se casó 
con María Magdalena y tuvo descendencia con ella. Este hecho ha sido ocultado, 
según Brown, por la jerarquía de la Iglesia Católica Romana a fin de proteger la 
historia del Jesús de los evangelios canónicos. Por otro lado, el reciente lanzamiento 
del descubrimiento del Evangelio de Judas ha causado revuelo porque también este 
evangelio presenta “otra historia” distinta a la de los evangelios canónicos. Según 
este evangelio, Judas no es un traidor, sino un héroe. Judas, según este evangelio, fue
el único discípulo que entendió las enseñanzas de Jesús. Varias preguntas saltan 
delante nuestro ¿Son auténticos estos evangelios? ¿Enseñan la verdad acerca de 
Jesucristo? ¿Deberían agregarse a la lista de libros del Nuevo Testamento? ¿Cómo 
afectan a nuestra fe cristiana estos evangelios? Para comenzar debemos saber qué es 
el gnosticismo y luego qué son los evangelios gnósticos. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
18 
1. El Gnosticismo 
El gnosticismo es un movimiento religioso intelectual que surgió en los 
primeros siglos de la Era Cristiana. Su nombre se deriva de la palabra griega 
“gnosis” que significa conocimiento. Probablemente ya existían ideas gnósticas 
en el primer siglo, en contra de las cuales escribieron algunos de los apóstoles 
algunas de las epístolas del Nuevo Testamento (Colosenses, 1 Juan y Judas). El 
gnosticismo era una mezcla de ideas provenientes de religiones orientales, de 
religiones del mundo del Imperio Romano y del cristianismo. La idea 
sobresaliente tiene que ver con el dualismo entre el bien y el mal; lo espiritual y 
lo material. El bien y el mal son dos fuerzas con existencia propia que han 
estado siempre. El bien se asocia con lo espiritual y el mal con lo material. La 
consecuencia más directa en contra de la fe cristiana tiene que ver con el origen 
del universo y la encarnación de Cristo. El universo es material, por lo tanto, 
malo. El Dios que hizo el universo es un dios menor, llamado demiurgo, que está 
contaminado con lo material. Jesucristo no pudo haber nacido y tomado carne 
humana, porque se habría contaminado con lo material y sería malo. De aquí 
surge una herejía antigua, llamada el docetismo. En contra de esta herejía 
escribieron varios apóstoles y Padres de la Iglesia en los primeros siglos de la 
Era Cristiana. 
Según los gnósticos, Jesucristo salva no por su muerte y resurrección, sino 
por su enseñanza de un conocimiento secreto. Quienes alcanzan ese 
conocimiento se salvarán de este mundo material oscuro y pasarán a la luz del 
mundo espiritual. Esta es la enseñanza principal que se encuentra en los 
evangelios gnósticos. Por estas ideas y enseñanzas, y por otras razones 
históricas, estos evangelios nunca fueron considerados como fuentes de la 
doctrina cristiana, mucho menos como parte del Nuevo Testamento. 
2. La Biblioteca de Nag Hammadi 
En el año 1945 unos campesinos encontraron casualmente una vasija de 
barro que contenía 13 volúmenes encuadernados en cuero con 52 documentos de 
papiro. Están escritos en copto antiguo, un idioma de Egipto, pero 
probablemente los documentos fueron escritos originalmente en griego. A este 
hallazgo se le conoce como “biblioteca de Nag Hammadi” por el lugar donde fue 
encontrada. Entre los documentos encontrados hay varios “evangelios” 
supuestamente escritos por discípulos de Jesús. Los documentos encontrados 
fueron fechados en los siglos segundo, tercero y cuarto de la Era Cristiana. El 
contenido de estos evangelios es claramente de carácter gnóstico 
2.1. El Evangelio de Tomás: 
El Evangelio de Tomás es el más extenso de estos evangelios. 
Probablemente fue escrito a finales del siglo segundo de la Era Cristiana 
en griego. Por lo tanto, no pudo haber sido escrito por Tomás. Contiene 
114 “dichos secretos” de Jesús que fueron escritos por Tomás el apóstol,
según lo dice el mismo documento. El evangelio no contiene ninguna 
narración de la vida y ministerio de Jesús. No incluye nada con respecto a 
la pasión muerte y resurrección de Jesús. Muchos de los dichos son eco de 
lo que ya se enseña en los evangelios canónicos, pero otros son diferentes 
y reflejan ideas gnósticas. Hay algunas personas que están abogando para 
que El Evangelio de Tomás sea admitido como parte del canon del Nuevo 
Testamento, pero no hay comparación alguna entre el contenido de los 
evangelios canónicos y este evangelio. Por ejemplo, el dicho 114 dice lo 
siguiente: Simón Pedro les dijo: “¡Que se aleje María de nosotros!, pues 
las mujeres no son dignas de la vida”. Dijo Jesús: “Mira, yo me 
encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en 
un espíritu viviente, idéntico a nosotros los hombres: pues toda mujer que 
se haga varón, entrará en el reino del cielo”. Con estas palabras termina 
este evangelio. 
A Tomás también se le atribuyen otros documentos como El Evangelio de 
la infancia de Jesús, que se hizo famoso hace unos 20 años, cuando se 
produjo una película basado en él, donde se resaltaba la vida de Jesús en 
los años de infancia. Este evangelio ha dado lugar a muchas leyendas, 
sobre todo en el mundo católico romano, pero ni siquiera la Iglesia 
Católica Romana ha pretendido que este documento forme parte del Nuevo 
Testamento. 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
19 
2.2. El Evangelio de Felipe: 
El Evangelio de Felipe se ha hecho famoso porque Dan Brown lo cita en 
su novela El Código Da Vinci poniendo en boca del “experto” Leigh 
Teabing la afirmación de que, según este evangelio, Jesús se casó con 
María Magdalena. Este evangelio es parte de la colección de la biblioteca 
Nag Hammadi y se desconocía su existencia hasta su descubrimiento en 
1945. El contenido de este evangelio difiere del de Tomás en que no es 
una colección de “dichos secretos” de Jesús; difiere de los evangelios 
canónicos en que no es narrativo. Este evangelio contiene una colección de 
127 reflexiones místicas de corte gnóstico basadas en supuestos sermones, 
discursos y meditaciones atribuidas a Felipe, el discípulo de Jesús. El 
evangelio nunca afirma el matrimonio de Jesús con María Magdalena. Lo 
que hace Dan Brown es especular malintencionadamente con un pasaje del 
evangelio en donde se dice que María Magdalena era la “compañera” de 
Jesús y que Jesús la besó. Según Brown en boca del “experto” Teabing, 
compañera significa esposa en el idioma arameo, pero ¡el evangelio se 
escribió en copto, probablemente traducido del griego!, donde 
“compañera” significa simplemente “asociada”, “amiga” y “compañera”. 
En todo caso, el hecho de que este evangelio diga esto no significa que sea 
verdad. 
El Evangelio de Felipe tampoco pudo haber sido escrito por Felipe, el 
discípulo de Jesús, porque data de finales del segundo siglo lo más 
temprano y quizá del siglo tercero o cuarto lo más probable. El v. 21 de 
este evangelio es particularmente importante, porque niega la resurrección 
histórica de Jesús y señala de estar equivocados a aquellos que así lo 
afirman.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
20 
2.3. El Evangelio de María Magdalena: 
El Evangelio de María Magdalena fue escrito supuestamente por María 
Magdalena. No se conserva un documento completo de este evangelio, 
solamente fragmentos del mismo (unos en griego y otros en copto). El 
contenido es igualmente gnóstico y se trata mayormente de enseñanzas de 
ánimo y consuelo que María da a los discípulos de Jesús, basadas en una 
revelación especial que ella recibió de Jesús poco después de la 
resurrección. Este evangelio, aunque comparte las ideas gnósticas de los 
demás evangelios gnósticos, difiere un poco al exaltar a María Magdalena, 
una mujer, algo poco común en el gnosticismo clásico. Probablemente este 
evangelio refleja una variante del gnosticismo de aquella época. Este 
evangelio tampoco dice nada con respecto al matrimonio de Jesús con 
María Magdalena. En todo caso, se resalta una relación especial 
“espiritual”, porque Jesús le revela a ella algo que no les revela a los otros 
discípulos. De nuevo, el hecho de que este evangelio diga esto no lo hace 
una verdad histórica. 
El evangelio no pudo haber sido escrito por María Magdalena por las 
mismas razones ya expuestas arriba, es decir, data del siglo tercero cuando 
mucho. Tampoco apoya las ideas del matrimonio de Jesús. 
2.4. El Evangelio de Judas: 
El Evangelio de Judas es el último en darse a conocer, recién en este año 
2006. La novedad es que el contenido de este evangelio exalta a Judas 
Iscariote como el discípulo más adelantado y entendido de todos. 
Solamente Judas entendió completamente la enseñanza de Jesús y esa fue 
la razón por la cual él entregó a Jesús a las autoridades judías para ser 
juzgado. Según este evangelio Judas le hizo un favor a Jesús, no lo 
traicionó. Este evangelio sí contiene elementos narrativos, pero solamente 
en relación con los diálogos que Jesús sostiene con sus discípulos en los 
cuales siempre sobresale Judas como quien entiende bien las enseñanzas 
de Jesús. Las enseñanzas del evangelio incluyen cosas como las siguientes: 
el reino celestial de Barbelo, de donde vino Jesús, los 72 cielos, los 360 
firmamentos y la confusa cantidad de dioses y semidioses que los habitan. 
Es curioso que estos datos no se dieron a conocer en la presentación 
pública del Evangelio de Judas. 
Es obvio que la National Geographic Society tenía un interés 
mercadológico y económico en la presentación de este evangelio. Se dio a 
conocer en la semana santa del año 2006. Se presentó como la otra cara de 
la verdad acerca de Jesús y de Judas, como si hubiera otra cara. Este 
evangelio tampoco pudo haber sido escrito por Judas, porque data del siglo 
tercero o cuarto de la Era Cristiana. Se trata simplemente de otra muestra 
clara de la literatura gnóstica que floreció en los siglos segundo, tercero y 
cuarto de la Era Cristiana y que fue rechazada por la Iglesia cristiana 
primitiva, precisamente porque no enseñaban la verdad acerca de Jesús ni 
de la fe cristiana.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
21 
2.5. ¿Son auténticos estos evangelios? 
En un sentido, todos estos documentos son auténticos, porque son 
documentos antiguos que pertenecen a la época primitiva de la Iglesia 
cristiana (siglos II, III y IV). Por lo tanto, sí se trata de documentos 
históricos que fueron escritos en esos primeros siglos. En el sentido más 
estricto no son documentos auténticos, porque no fueron escritos por los 
discípulos de Jesús, como pretenden ser. Aunque lleven el nombre de 
algún discípulo de Jesús como su autor, en realidad ninguno de estos 
evangelios se escribió en el siglo primero y ninguno de los discípulos de 
Jesús pudo haberlos escrito. En este caso, formarían parte de los escritos 
pseudoepígrafos. 
2.6. ¿Enseñan verdades correctas acerca de Jesús y la fe cristiana? 
A excepción del Evangelio de Tomás, que incluye varios dichos de Jesús 
que hacen eco de las enseñanzas de Jesús de los evangelios canónicos, los 
demás enseñan cosas totalmente diferentes, desviadas y contrarias a las 
enseñanzas de Jesús, incluyendo al Evangelio de Tomás. Todos estos 
evangelios comparten las siguientes enseñanzas gnósticas alejadas de la fe 
cristiana: [1] Dios y la creación. Estos evangelios uniformemente niegan 
una relación entre Dios y el mundo. La Creación está sujeta a la 
imperfección y al mal, mientras que Dios es perfecto y por lo tanto no 
puede relacionarse con la creación. Esta enseñanza va totalmente en contra 
de lo que Biblia enseña al respecto. [2] La humanidad y divinidad de 
Jesús. La tensión entre Creador y creación (llamada dualismo) pone un 
problema para la encarnación de Jesús. Los gnósticos dicen que Jesús fue 
solamente divino sin asumir la humanidad o que simplemente fue un ser 
creado. [3] Redención de la humanidad. Es el mismo problema del 
dualismo. Según los gnósticos solamente el alma se salva, ya que el cuerpo 
es materia y por lo tanto, malo. [4] Pecado y conocimiento. La salvación 
viene no a través de la obra de Jesucristo en la cruz, sino a través del 
conocimiento. La salvación consiste el liberar el alma del cuerpo, donde 
está aprisionada. 
2.7. En conclusión 
Los evangelios gnósticos son cualquier cosa menos evangelios. El 
evangelio es la buena noticia. Esa buena noticia es la persona misma de 
Jesús, su vida, su ministerio, sus milagros, sus enseñanzas y, sobre todo, su 
pasión, su muerte y resurrección. Ninguna de estas verdades se encuentra 
en los evangelios gnósticos. No hay razón para llamarlos evangelios. 
Mucho menos para considerarlos parte del Nuevo Testamento. 
XI. Elementos conclusivos: 
1. Primeramente, un cristiano latinoamericano puede sentirse, en algún momento, 
desligado de las preocupaciones y luchas de esta historia. Sin embargo, como 
parte de la tradición cristiana de veinte siglos, existe varias maneras en las que se 
puede aplicar este importante tema doctrinal a América Latina. En primer lugar,
es obvio que el canon es algo ya recibido para los cristianos de este continente. 
Prácticamente, todas las discusiones teológicas y pastorales tienen como punto 
de partida este hecho. Más aún, los evangélicos latinoamericanos han mostrado 
ser muy conservadores en cuanto a la doctrina de la Biblia. En estas tierras, aún 
es autoritativo decir “la Biblia dice”, aun y cuando lo que se diga a continuación 
responda a una hermenéutica o una teología equivocada. Sin embargo, puede 
decirse que las escrituras han sustituido a la opinión de los padres como 
autoridad. 
2. En segundo lugar, las Escrituras son la autoridad indiscutible para la iglesia. El 
repaso de la manera en la que se formó deja el reto de edificar la doctrina y la 
práctica sobre él. Produce agradecimiento hacia aquellos que lucharon para que 
la Palabra viva y única de Dios fuese entregada como un depósito valioso a favor 
de la iglesia de todos los tiempos. Como se ha visto, Dios confió su revelación a 
hombres que debían administrarla con miras a la salvación de los pecadores. 
Diversas circunstancias se presentaron. Diversas ideas se promulgaron y 
discutieron. Diversos autores hablaron. Sin embargo, una verdad teológica y 
práctica permanece en pie: “La Palabra de Dios permanece para siempre”. 
¡Gracias a Dios! 
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 
22

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Carlos López- El texto bíblico, canon (notas de clase)

  • 1. SETECA Primer trimestre de 2008 406D1 – BIBLIOLOGÍA Y TEOLOGÍA PROPIA Lic. C. A. López Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 1 FORMACIÓN DEL TEXTO BÍBLICO: CANON Y CANONICIDAD I. Asuntos introductorios: 1. Debate general sobre esta doctrina: En el pasado el debate sobre el canon se ha concentrado en la discusión entre protestantes y católicos sobre los libros que deben incluirse en la Biblia. Mientras los católicos han optado por incluir los libros deuterocanónicos (o apócrifos como popularmente se les llama), los protestantes han preferido su exclusión. En ese sentido, es común escuchar discusiones acerca de las diferencias entre la “Biblia católica” y la “Biblia protestante”. Es que, si la Palabra de Dios es la norma suprema en los asuntos de fe y práctica, entonces se dice que es importante tener seguro cuáles son los libros que determinan la doctrina y la práctica en la vida cristiana. Las discusiones, en términos generales, están centradas en dos propuestas de canon: el de la Iglesia Católica y el que han aceptado las congregaciones protestantes. 2. Debate renovado sobre esta doctrina: A partir del descubrimiento de varios evangelios gnósticos en el año 1945, se ha abierto un nuevo debate sobre el canon, en este caso su enfoque ha sido sobre el Nuevo Testamento. ¿Será que existen evangelios que deberían incluirse al canon del Nuevo Testamento? Hay quienes abogan porque estos evangelios se incorporen plenamente al canon del Nuevo Testamento y se agreguen a los cuatro evangelios canónicos que están incluidos en la Biblia. De ser así, la lista de Evangelios podría extenderse al de Tomás, el de Felipe y el de María Magdalena (estos dos fueron traídos a la palestra teológica por la novela El Código Da Vinci), o el evangelio de Judas (la manera en que se trabajó la publicidad de éste último produjo mucha expectación, dudas y confusión entre cristianos y no cristianos). 3. El Canon de las Escrituras es una doctrina que permanece viva: Por lo anteriormente expuesto, podemos decir que el debate en torno al canon de las Escrituras es tan antiguo como a su vez tan moderno. Sin embargo, para la mayoría de cristianos esta doctrina es tan extraña y desconocida que no es de extrañar que cualquier enseñanza al respecto promueva sorpresas e incertidumbres entre el pueblo cristiano. Una vez más, como en años remotos, el canon de las Escrituras ha sido llevado a la arena de los círculos teológicos como un asunto interesante y polémico. El devenir histórico-teológico nos dice que estos asuntos no hayan una culminación final, seguramente nuevos movimientos despertarán la atención de los incrédulos hacia el canon de las Escrituras y nuevamente la Iglesia será desafiada a prestar atención a esta doctrina perenne.
  • 2. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 2 II. Definiciones: 1. Canon: 1.1. Etimología: La palabra griega kavov (canon) procede probablemente de la palabra semítica que aparece en hebreo como qaneh: “junco”, “caña”. En el griego, el término se traduce simplemente como “caña”, especialmente en referencia a la caña recta que se utiliza como regla, de ahí que también puede significar “vara de medir” o “regla”.1 1.2. El uso general o figurado que se le ha atribuido al término kavov (canon) es el de “norma”, “patrón de conducta”, “una regla o un precepto” (cp. 2 Co. 10:13, 15-16; Gál. 6:16). 1.3. El uso técnico kavov (canon) restringido a la teología es el que identifica al “conjunto de libros sagrados que se aceptaron por su apego a las reglas divinas de inspiración, autoridad y autenticidad”. Así como una caña recta utilizada como regla puede ser dividida en unidades de longitud (como una regla moderna en pulgadas o centímetros), de esta costumbre se deriva que la palabra griega kavov pase a utilizada como una serie de estas marcas y después con el sentido general de “serie” o “lista”. Es este último uso el que se aplica al término “el canon de la Escritura”.2 2. Canonicidad: Es la rama de la Bibliología que estudia la integración de los libros sagrados que pasaron la prueba de autoridad y autenticidad. También se refiere a la cualidad que tienen los libros sagrados de ser considerados como norma o regla de nuestra vida. El concepto de canonicidad está asociado con el de inspiración divina. Solamente los libros canónicos son inspirados y sólo los inspirados son canónicos. III. Origen de la doctrina: En su sentido estricto de “lista de libros sagrados oficialmente reconocidos como normativos para los creyentes”, el término canon es de origen cristiano. Los primeros siglos del cristianismo fueron más bien de expansión y de defensa. Es a partir del siglo IV que empieza la preocupación por definir claramente cuáles deben ser considerados autoritativos y cuáles no. En este sentido Atanasio (367) fue el primero en referirse a los libros de la Biblia con el término canon. También el Concilio de Laodicea (363) se había referido a “libros canónicos”. Prisciliano (380) es un escritor latino que usó la palabra “canon” casi como un sinónimo de Biblia. Sin embargo no es sino hasta el Concilio de Cartago (397) donde se reconoce oficialmente la lista canónica de los libros del Nuevo Testamento. Los libros del Antiguo Testamento ya habían sido reconocidos por los judíos y por los primeros cristianos como autoritativos aunque no se les había aplicado el término de canon o canonicidad. 1 F. F. Bruce, El canon de la Escritura. Hermenéutica y Exégesis, 4. (Terrassa, Barcelona: CLIE, 2002): 17. 2 Ibid., 18.
  • 3. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 3 1. Libros aceptados en el período apostólico: 1.1. En cuanto al Antiguo Testamento, en términos generales la iglesia del período apostólico recibió y aceptó las Escrituras del Antiguo Testamento como suyas. El erudito John Kelly le llama “natural” al hecho de que la iglesia cristiana se apropiara de los libros sagrados que habían estado en circulación entre los judíos.3 Aunque la lista oficial fue aprobada recién en el Sínodo de Jamnia (90-100 A.D.), es obvio que Jesús y los primeros cristianos hicieron uso en forma autoritativa de estos escritos. 1.2. Por otra parte, parece que la iglesia del primer siglo no se preocupó mucho por una lista “autorizada” de libros sagrados. Aunque es cierto que los escritores del Nuevo Testamento no citaron los llamados “libros apócrifos” que se incluyen en las versiones católicas,4 sí es evidente que los libros novotestamentarios incluyen citas de autores paganos (Pablo cita a los poetas griegos Epiménides y Arato en Hechos 17:26-28), tradiciones judías (2 Ti. 3:8, “Janes y Jambres”) y aun libros pseudoepigráficos (Jud. 9, la Asunción de Moisés y Jud. 14, El Libro de Enoc).5 1.3. En cuanto al Nuevo Testamento, existen algunos indicios de que las enseñanzas y escritos de los apóstoles ya se comenzaban a usar como fuente de autoridad en las iglesias locales. Ya en tiempos del apóstol Pablo, en la carta a los Efesios, se reconocía que la iglesia había sido edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Ef. 2:20), lo cual habla de la importancia de las doctrinas (y posteriormente escritos) apostólicas. Pedro se refiere a los escritos de Pablo con el nombre de “escrituras” (2 P. 3:15),6 aunque es improbable que él haya pensado en clasificarlos dentro de cierta lista de libros inspirados. Lo que muestra esto solamente es que hay señales de que los escritos apostólicos eran ya muy respetados. Aunque el concepto de canon no llegó a ser desarrollado en este período. 2. Libros aceptados por los padres apostólicos: 2.1. Los discípulos de los apóstoles continuaron aceptando los libros del Antiguo Testamento como autoridad. En términos generales, cuando ellos hablaban de “las escrituras” o apoyaban sus argumentos con un “escrito está”, se refería casi siempre a los escritos del Antiguo Testamento.7 Clemente de Roma usa las siguientes frases: “Porque la santa escritura dice en cierto lugar…”,8 “Porque está escrito…”,9 y “porque así dice la 3 John Kelly, Early Christian Doctrines (1985): 52. 4 El erudito B. F. Westcott dice que “no hay ninguna cita directa en todo el Nuevo Testamento de ninguno de los libros incluidos en los apócrifos”. B.F. Westcott, El Canon de la Sagrada Escritura, (1987): 50. Sin embargo, hay que reconocer que sí existen referencias indirectas. 5 El Libro de Enoc contiene las siguientes palabras: “¡Y Mirad! Él viene con diez millares de sus santos para ejecutar juicio sobre todos y destruir a los impíos.” (Enoc 1:9). La frase “séptimo desde Adán” que incluye Judas, aparece en Enoc 60:8. Libro de Enoc. Apócrifos del Nuevo Testamento. Versión por Alejandro Diez (1991): 155. 6 Bruce, El canon de la Escritura: 121-22. 7 Kelly, Early Christian Doctrines: 52. 8 Clemente de Roma, A los Corintios. Padres Apostólicos, versión de J.B. Lightfoot, (1990): 85, verso 28, citando el Salmo 139:7-10. 9 Ibid., verso 29, citando Deut. 32:8,9.
  • 4. Escritura”.10 La epístola de Bernabé habla así: “Porque la escritura dice” 11 mientras que Policarpo apoya sus enseñanzas diciendo “según dicen estas escrituras”.12 Estos son algunos ejemplos del uso del Antiguo Testamento en los padres apostólicos como autoridad escrita. 2.2. Sin embargo, parece que el concepto de estos autores acerca de las escrituras es un poco más amplio. Ellos ya mencionan algunas palabras de Jesús y de los apóstoles como autoridad. En la cita de Policarpo a los filipenses que ya fue mencionada, el pasaje completo dice así: “Sólo que según dicen estas escrituras: Enojaos y no pequéis, y que el sol no se ponga sobre vuestro enojo”.13 Lo sorprendente en este pasaje es que cita el Salmo 4 y Efesios 4 y les llama a ambos “escrituras”, al parecer, colocándolos al mismo nivel de autoridad. En la misma carta, Policarpo reconoce la autoridad del apóstol Pablo al decir: Porque ni yo, ni hombre alguno, puede seguir la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, el cual, cuando estuvo entre vosotros, enseñó cara a cara a los hombres de aquel día la palabra de verdad con cuidado y certeza; y cuando estuvo ausente, os escribió una carta, en la cual, si la escudriñáis con diligencia, podéis ser edificados en la fe que se os ha dado.14 Puede verse, entonces, que los escritos apostólicos poseían un alto nivel de autoridad. Sin embargo, las condiciones históricas no estaban dadas para que hubiese el interés o la aspiración de componer algo semejante a un canon. Solamente se puede concluir que estos escritos gozaban de alta estima entre los padres, quienes los reconocían como libros autoritativos. 2.3. Así mismo, parece que algunos padres reconocen escritos de su propia época y aún los propios como autoridad. Este es el caso, sobre todo, de El Pastor de Hermas quien dice que sus visiones son “revelación” que debe ser enviada “a las ciudades extranjeras, porque éste (sic) es su deber”.15 Al parecer, el Pastor y la Didaché (Didaqué) fueron dos de los libros más aceptados y venerados en la época, encontrando, incluso, un lugar en la liturgia de las iglesias, aunque, por supuesto, al final fueron desechados como canónicos. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 4 3. Las herejías y los apologistas: En general, los estudiosos del período patrístico, están de acuerdo en que la delimitación del canon del Nuevo Testamento comenzó a mediados del siglo segundo, coincidiendo con las obras de los apologistas. A continuación, se describe los eventos y autores principales que contribuyeron al desarrollo del canon en esta época.16 10 Ibid., 94, verso 42, citando Is. 40:17. 11 Epístola de Bernabé, en íbid., 335, verso 4, citando Ex. 31:18 y 34:28. 12 Policarpo, A los Filipenses, en íbid., 231, verso 12, citando Sal. 4:5. 13 Ibid. 14 Ibid., 226, verso 3. 15 El Pastor de Hermas, en ibid., 486. 16 Véase, por ejemplo, Kelly, Early Christian: 56, quien explica que es a mediados del siglo segundo cuando la discusión aumenta; Bruce Shelley, By What Authority? (1965): 113, quien dice que el canon de los evangelios fue aceptado por los años 150-180 A.D. y Justo L. González, Historia del Pensamiento
  • 5. 3.1. El canon Muratori: este es un fragmento que fue encontrado en el siglo XVIII en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. El texto original está escrito en un latín bastante descuidado. Los estudiosos han llegado a la conclusión de que se trata de una copia de un manuscrito griego que data de finales del siglo II. Su nombre proviene del investigador italiano, jefe del equipo que lo encontró y lo estudió.17 El documento tiene al inicio una sección que no puede leerse, así que la lectura inicia con una referencia a los evangelios de Lucas y Juan y una oscura referencia al segundo evangelio, sin que se pueda leer su nombre. Luego, menciona a los Hechos y a las cartas de Pablo, de las cuales menciona once, faltando 2 Corintios y 2 Tesalonicenses. La importancia del fragmento reside en el hecho de que es uno de los documentos más antiguos que atestiguan la existencia de un canon muy parecido al que la iglesia reconocería años después.18 interesante notar que ya este documento menciona la identificación de ciertos libros que no pueden ser aceptados por la Iglesia. Además, reconoce la existencia de la herejía marcionita y, por decirlo así, llega a dividir el canon en “Profetas” y “Apóstoles”. 3.2. Marción y la respuesta de la Iglesia: Es ampliamente aceptada la idea de que el hereje del Ponto tuvo un peso casi decisivo en las decisiones de la iglesia tocante al canon. Aunque hoy en día se pone en duda el alcance de tal influencia,19 no se puede negar que Marción obligó a los cristianos ortodoxos a definir mejor sus bases doctrinales y, más importante aún, sus fuentes de autoridad. Este hereje rechazó las Escrituras del Antiguo Testamento e intentó “purificar el NT de la mala interpretación de los apóstoles en el sentido de que Jesús era el mesías del Dios judío, reconociendo entonces, sólo diez epístolas paulinas y el evangelio de Lucas”.20 Como consecuencia, los apologistas cristianos, sobre todo Ireneo y Tertuliano, emprenden una defensa de la fe católica, echando mano de los escritos recibidos de los apóstoles. 3.3. Clemente y Orígenes: Los padres de la escuela de Alejandría, Clemente y Orígenes, reflejan el avance que había alcanzado el concepto del canon en su época. En sus escritos hablan de las Escrituras usando un lenguaje parecido al de Ireneo, mostrando, a la vez, que los escritos canónicos son conocidos e identificados cada vez más. Cristiano, tomo 1, (1992): 137, quien, en su explicación sobre el pensamiento de Marción señala que la novedad en el pensamiento de este hereje era el proponer un canon o lista fija de libros inspirados. 17 F. B. Westcott, El Canon de la Escritura: 110. 18 C.E. Hill, “The Debate Over the Muratorian Fragment and the Development of the Canon”. Westminster Theological Journal vol. 57, núm. 2, (1995):437-52. El autor revisa los estudios de Geoffrey Hahneman, quien ataca la postura tradicional, asignándole al fragmento una fecha más bien tardía, durante el siglo IV. Hill concluye que “la fecha tradicional hace mucha más justicia a las evidencias”. 19 David Salter Williams, “Reconsidering Marcion’s Gospel”, Journal of Biblical Literature, vol. 108 (1995): 477-96. Williams menciona las dificultades de hablar con seguridad acerca de las doctrinas marcionitas, ya que las fuentes principales son Tertuliano y Epifanio, quienes difieren grandemente en su metodología de análisis de los escritos del hereje, además de no ser muy específicos en lo que muchas veces están atacando. 20 Eckhard Schnabel, “History, Theology and the Biblical canon: an introduction to basic issues”. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. Es 5 Themelios, vol. 20, núm. 2 (ene. 1995): 19.
  • 6. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 6 4. Los grandes teólogos y la definición final del canon: Es el siglo IV quien atestigua el reconocimiento oficial de las Escrituras canónicas por parte de la iglesia. Dentro de ese testimonio se destacan ciertos autores y asambleas eclesiásticas que trazan el camino de esta historia. 4.1. Eusebio: El testimonio de Eusebio es muy importante en la historia del canon, porque no solamente registra la opinión de Orígenes, sino que él mismo presenta una lista de los libros aceptados por la iglesia. Él comienza mencionando el “santo cuaternón” (quaternion) de los Evangelios. Luego, continúa con la lista, así: Los Hechos de los Apóstoles, las epístolas de Pablo, la epístola de Juan y luego la de Pedro, y el Apocalipsis de Juan; “Estas, entonces, pertenecen a los escritos aceptados”.21 Después, el historiador menciona los escritos que él llama “disputados”: la “así llamada epístola de Santiago y la de Judas, también la segunda epístola de Pedro y aquellas que son llamadas la segunda y tercera de Juan, ya sea que pertenezca al evangelista o a otra persona del mismo nombre”. 22 Por último, menciona los escritos “rechazados”, así: Los Hechos de Pablo y el así llamado Pastor y el Apocalipsis de Pedro; en adición a estas, la epístola de Bernabé y la así llamada Enseñanza de los Apóstoles; y, además, como ya dije, el Apocalipsis de Juan, si parece apropiado porque algunos, como ya dije, lo rechazan, pero que otros clasifican entre los libros aceptados.23 A estas alturas de la historia, parece que la lista de libros es más uniforme y las condiciones están dadas para que la definición de un canon oficial se dé. 4.2. Atanasio: El aporte que hace Atanasio en cuanto al canon es significativo. La lista de libros que él compone es considerada por algunos como uno de los más formales intentos de sistematizar el canon de las Escrituras. De hecho, él usa la palabra “canon” en el sentido técnico bibliológico del término. En su Carta de la Pascua, la cual data del año 367, él escribe: “me pareció bien también, habiendo sido urgido a ello por verdaderos hermanos, y habiendo aprendido desde el principio, poner ante vosotros los libros incluidos en el Canon y entregados y acreditados como divinos...”.24 A continuación, Atanasio menciona por nombre los libros incluidos en tal canon. Prácticamente, la lista del NT es idéntica a la que aceptaría un protestante de nuestros días. Es importante señalar, además, que en esta ocasión no hay diferencias o dudas con respecto a ninguno de los libros. Además, incluye una lista de libros que fueron “designados por los Padres para ser leídos”, pero que “sin duda no están incluidos en el Canon”: Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Sirach, Esther, Judit y Tobit, el que es llamado Enseñanza de los Apóstoles y el Pastor. De 21 Eusebio, Ecclesiastical: 156. 22 Ibid. 23 Ibid., 156-7. 24 Atanasio, Thirty-ninth Letter on the Paschal Festival. Nicene and Post-Nicene Fathers, edit. por Philip Schaff y Henry Wace, (1996): 552.
  • 7. manera que, puede decirse que el proceso en el que la iglesia reconoce los libros canónicos se va completando hacia mediados del siglo IV. 4.3. Concilio de Laodicea: El concilio de Laodicea fue provincial y reunió a los obispos de las regiones de Lidia y Frigia y se reunió en el año 363. La importancia de esta asamblea para el tema del canon, se encuentra en que, hasta esa fecha, todos los que hablaban del tema apelaban a la tradición o la costumbre. Sin embargo, a partir de esta reunión eclesiástica, ya se podía apelar a un decreto oficial de la iglesia al respecto. 4.4. Concilio de Cartago: En un sentido, Cartago es la última parada en el camino del reconocimiento del canon. En esta asamblea se ratificó lo que ya se enseñaba en muchas regiones: el canon de 27 libros del Nuevo Testamento. Puede decirse que, a partir de esta decisión conciliar, las discusiones fueron cada vez menos. La iglesia había llegado a reconocer en forma oficial el canon del Nuevo Testamento. Parece que en este concilio y en el que ratificó sus decisiones, el cuarto concilio de Cartago, en 419, se sintió el peso de la autoridad de Agustín, quien estaba interesado en definir cuáles eran los libros con autoridad canónica. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 7 IV. Pre-requisitos para la formación del canon: 1. Aspecto divino: 1.1. El deseo de Dios de revelarse a los hombres. 1.2. La necesidad de esta revelación. El hombre no podría llegar a conocer a Dios aparte de la revelación. 1.3. Dios lleva adelante un proceso de separación tanto de los hombres como de los medios por medio de los cuales va a comunicar su revelación. 1.4. Dios llama y escoge a un hombre (Abraham) y a una nación (Israel) para transmitir su revelación. 1.5. Dios guía a su pueblo para que éste reconozca la veracidad, autenticidad y autoridad de su revelación. 2. Aspecto humano: 2.1. Dios usó a santos hombres: profetas, apóstoles y otros. 2.2. Dios capacitó soberana y sobrenaturalmente a estos hombres para que consignaran su revelación. 2.3. Estos eran hombres obedientes al mandado y mensaje divinos. 3. Aspecto literario: 3.1. Los hombres usaron un lenguaje humano adecuado y entendible para consignar por escrito la revelación divina. 3.2. Los hombres hicieron uso de su propio conocimiento y estilo en el momento de escribir. 3.3. El pueblo de Dios, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, tenía a su disposición un extenso bloque de literatura religiosa en la que podían notar la diferencia entre un escrito divinamente inspirado y uno que no lo era.
  • 8. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 8 V. La necesidad del canon: 1. En cuanto al AT: 1.1. Durante el exilio y la cautividad en Babilonia, los judíos tuvieron que determinar con exactitud cuáles libros eran autoritativos y cuáles no. 1.2. Después del regreso de la cautividad hubo necesidad de preservar, defender y transmitir los libros correctos. Había que saber cuáles eran los correctos. 2. En cuanto al NT: 2.1. Había gran hambre de conocer la vida de Cristo y eso Dios usó a santos hombres: profetas, apóstoles y otros. 2.2. La presencia de herejías y sectas falsas con sus escritos rivales obligó a la Iglesia a evaluar y reconocer los escritos autoritativos. 2.3. La proliferación de literatura pseudoepígrafa de carácter cristiano que competía con los escritos apostólicos y muchas veces tergiversaba o contradecía la enseñanza de Jesús o los apóstoles obligó a la Iglesia a determinar los libros sagrados auténticos. 2.4. La persecución obligó a los creyentes a estar seguros de saber cuáles libros valía la pena defender con la vida. VI. La prueba de la canonicidad: 1. Una cualidad intrínseca: La prueba es aplicada en el sentido de que aun cuando los libros “probados” eran ya canónicos se demostraba su canonicidad. Es decir, había libros que eran ya canónicos antes de ser sometidos a prueba. Las pruebas sólo manifiestan lo que, de hecho, ya está ahí. Así es que ni la Iglesia ni los concilios pueden hacer que un libro sea canónico o auténtico. O el libro era canónico o no lo era cuando fue escrito. La Iglesia o sus concilios reconocieron y verificaron ciertos libros como Palabra de Dios, y con el tiempo aquellos que lo fueron resultaron reconocidos y coleccionados juntos, dando forma a lo que hoy llamamos la Biblia. (C. Ryrie, Síntesis de Doctrina Bíblica, pág. 48). 2. Autor humano: Es imposible desvincular el libro del autor cuando se trata del canon. Tanto los judíos como los cristianos reconocían el carácter santo y la autoridad de los hombres de Dios que habían escrito los libros sagrados. 2.1. En cuanto al AT se reconocía la autoridad del legislador (Moisés, etc.), del profeta (Isaías, Jeremías, etc.) y del dirigente de la nación (Josué, David, etc.). 2.2. En relación con el NT el libro tenía que haber sido escrito por un apóstol o respaldado por él para ser reconocido. En otras palabras, tenía que llevar la firma o la autorización apostólica. 3. Idioma: Algunos han incluido como prueba de la canonicidad el idioma hebreo para los libros del A.T. y el griego para el N.T. Sin embargo, esto no es una prueba convincente porque muchos libros no canónicos fueron escritos en hebreo o griego. Además, un idioma no es más que otro solamente porque se usó para escribir libros canónicos.
  • 9. 4. Contenido: (evidencia interna) Esta es una de las pruebas más importantes para reconocer la canonicidad de determinado libro. El libro mismo debía presentar una evidencia interna de su propia inspiración divina. Su contenido tenía que ser de tal manera diferente al de cualquier otro libro (religioso o no) que el lector creyente podía convencerse fácilmente de la autencidad y autoridad del libro. Para muchos eruditos críticos de la Biblia esta prueba es demasiado “subjetiva” y por eso la rechazan. Sin embargo, los cristianos no debemos descartarla porque al fin y al cabo es la Biblia misma la que testifica acerca de su autoridad y autenticidad. 5. El conceso de la Iglesia o de los judíos: El veredicto o ratificación de las iglesias en cuanto a la naturaleza canónica de los libros era importante. En realidad hubo una sorprendente unanimidad entre las iglesias primitivas tocante a cuáles libros pertenecían a la lista canónica y cuáles no. Es cierto que temporalmente algunos libros fueron considerados dudosos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, por una minoría. Pero ninguno que se considerase dudoso por el consenso de la Iglesia, pudo luego ser aceptado. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 9 VII. El canon del Antiguo Testamento: 1. Integración del canon del Antiguo Testamento (Lc. 24:44) 1.1. La Ley (Torah). Es el equivalente nuestro del Pentateuco. Comprende los cinco libros de Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. 1.2. Los Profetas (Nebiim). 1.2.1. Profetas anteriores: Josué, Jueces, (I y II) Samuel y (I y II) Reyes. En total 4 libros en el texto hebreo. 1.2.2. Profetas posteriores: Los mayores, Isaías, Jeremías y Ezequiel; y los menores, los doce profetas coleccionados en un solo libro o en el orden que aparece en nuestras Biblias en español. 1.3. Los Escritos (Kethubim o Hagiógrafa), (Salmos en Lc. 24:44). 1.3.1. Poesías y sabiduría: Salmos, Job, Proverbios. 1.3.2. Los pergaminos, rollos o Megilloth: Rut, Cantares, Eclesiastés, Lamentaciones y Esther. 1.3.3. Historia: Daniel, Esdras-Nehemías (un solo libro) y (I y II) Crónicas. 2. Formación del canon del Antiguo Testamento 2.1. ¿Período precanónico?: Los críticos de la Biblia enseñan que hubo un período extenso de aproximadamente unos cinco siglos o más en el cual se recopilaron las tradiciones orales del pueblo de Israel en cánticos, poemas, salmos y otros escritos sueltos. Se sugiere, por ejemplo que Moisés sólo escribió algunas partes del Pentateuco, Pero hubo editores y redactores posteriores que le dieron la forma actual a lo que conocemos como el Pentateuco. Esta teoría rechaza la paternidad literaria y de otros escritores del Antiguo Testamento. Los evangélicos conservadores no podemos hablar de un período precanónico en este sentido. Aunque admitamos que los escritores bíblicos hayan usado materiales ya existentes para escribir sus libros, eso no es lo mismo que decir que los libros, se fueron formando
  • 10. paulatinamente por obra de redactores y editores posteriores. Cada libro fue reconocido como canónico conforme se escribían. Sí hubo un proceso en la formación del canon, pero limitado al tiempo en que se iban escribiendo y reconociendo los diferentes libros. Es cierto que en algunos casos podemos hablar de redactores, compiladores y editores de ciertos libros o secciones de ellos (partes finales de Deuteronomio y Josué, Salmos, y otros) pero eso no significa que necesariamente tenemos que fechar esos libros tan tardíamente como lo hacen los críticos. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 10 2.2. Período canónico: 2.2.1. El testimonio de Cristo. En Mateo 23:35 y Lucas 11:51 el Señor Jesucristo hace mención de la culpabilidad del pueblo, especialmente de sus líderes desde tiempos antiguos. Cuando el Señor menciona desde Abel hasta Zacarías (no es el profeta escritor) está limitando el canon del Antiguo Testamento porque el relato de la muerte de Abel se encuentra se encuentra en Génesis y el de Zacarías en 2 Crónicas 24:20-22. Teniendo en cuenta que 2 Crónicas es el último libro en la Biblia hebrea, es como si Jesús dijera: “desde Génesis hasta Malaquías se describe vuestra culpabilidad”. 2.2.2. El testimonio de Josefo (ca. 95 d.C.): El famoso historiador judío del primer siglo de nuestra era, Josefo, escribió en su obra Contra Apión (1,8) una apología del canon reconocido por los judíos. Él enumera los libros que forman nuestro A.T. Lo importante de la lista de Josefo es que limita el período de formación de estos libros a la época que va desde Moisés (Josefo aceptaba la paternidad literaria de Moisés sobre el Pentateuco) hasta Artajerjes, el rey persa del siglo V a.C. en tiempos de Esdras. Esto hace muy posible que cronológicamente hablando sea Esther el último libro del Antiguo Testamento que se escribió. Aunque Malaquías, Crónicas y Esdras-Nehemías se consideran contemporáneos. 2.2.3. Conclusión: Se puede concluir que el período en el cual se formó el canon del A.T. va desde los tiempos de Moisés (admitiendo que hubo materiales ya existentes que el usó en la elaboración del Pentateuco) hasta tiempos de Esdras (tomando a Esther, Malaquías y Crónicas como contemporáneos). De manera que ya en tiempos tan antiguos como el siglo V a.C. los judíos tenían formado y completo el canon del A.T. El propio Josefo admite que los libros escritos después de este período no son considerados de igual valor que los del canon. 3. Reconocimiento “oficial” del canon del Antiguo Testamento Es indudable que en la época del ministerio del Señor Jesús los judíos no sólo reconocían la inspiración divina de los libros del A.T., sino que también sabían exactamente cuáles eran estos libros. Prueba de esto son las alusiones que Jesús hace a tal lista en Mateo 23:35, Lucas 11:51; 24:44. Sin embargo, debido al uso
  • 11. que los primeros cristianos gentiles (incluso los propios apóstoles) hicieron de la Septuaginta (LXX), la cual incluía libros no aceptados por los judíos, éstos se vieron en la necesidad de definir mejor y más claramente cuáles eran los libros “oficialmente” reconocidos por ellos. Es así como se desarrollaron una serie de discusiones tocante a este asunto en un sínodo judío o concilio en la localidad costera de Yammnia o Jammnia entre los años 90 y 95 de nuestra era. Hubo acuerdo unánime en reconocer los 39 libros (22 ó 24 en el canon hebreo) que hoy forman el Antiguo Testamento. Sólo hubo algunas dudas con respecto a libros como Esther (porque no menciona explícitamente el nombre de Dios), Cantares (por su tema poco espiritual, según algunos) y Eclesiastés (por su carácter de especulación “humana”). Pero en general todos fueron finalmente reconocidos como autoritativos. Es interesante notar que los cristianos aceptaron el canon del A.T. tal y como lo habían aceptado ya los judíos en el concilio de Jammnia. Es por esa razón que no hubo acuerdo “oficial” cristiano para reconocer la lista de libros canónicos del Antiguo Testamento. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 11 4. La Septuaginta (LXX) o “canon griego” 4.1. Origen de la Septuaginta: Desde tiempos antiguos (probablemente desde tiempos del profeta Jeremías) existía en Egipto una importante colonia judía. Esta colonia se incrementó considerablemente en el siglo IV a.C. como consecuencia de las conquistas de Alejandro Magno y su política poblacional. Es así como se desarrolló un centro judío muy importante en la ciudad de Alejandría. A medida que pasaba el tiempo los judíos “alejandrinos” iban dejando de hablar el idioma que se hablaba en Palestina (el arameo para ese entonces) y se tornaron en heleno-parlantes, es decir, adoptaron el griego como su idioma. Llegó un momento en que se hizo necesario tener los libros sagrados judíos en el idioma griego. Hay una tradición que dice que el sumo sacerdote Eleazar envió, a petición de un monarca egipcio (probablemente Ptolomeo Filadelfo) desde Jerusalén a Alejandría 72 erudidos (6 por cada tribu) para que hicieran la tan anhelada traducción. La tradición sigue diciendo que estos eruditos hicieron la traducción en sólo 72 días. De ahí surge el hombre de “Versión de Los Setenta” cuya abreviatura es LXX. Todo esto sucedió aproximadamente a mediados del siglo III a.C. (ca. 259 AC). Es muy probable que la traducción en sí se hiciera paulatinamente en unos cien años. De manera que podría haberse terminado a mediados del siglo II (ca. 150 a.C.). 4.2. Integración del “canon” de la Septuaginta. 4.2.1. Introducción: Los judíos alejandrinos cambiaron el orden y la nomenclatura de los libros hebreos. Además, incluyeron en la lista libros que no eran aceptados en Palestina. Estos libros habían sido escritos después del siglo V, la mayoría en griego por judíos de la diáspora. No hay consenso entre los eruditos para establecer cuáles eran exactamente estos libros porque las copias manuscritas más antiguas que se conocen de la LXX datan del IV y V siglos de nuestra era y son manuscritos cristianos. Los judíos al parecer no tuvieron mucho esmero en preservar la LXX, por lo tanto no hubo mucho cuidado en tener una lista exacta de estos libros adicionales.
  • 12. 4.2.2. La Ley: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. 4.2.3. Históricos: Josué, Jueces, Rut, Samuel (I y II), Reyes (I y II), Crónicas (I y II), Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther (incluyen adiciones en griego), I y II Macabeos. 4.2.4. Poesía y Sabiduría: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 12 Cantares, Lamentaciones, Sabiduría y Eclesiástico. 4.2.5. Profecía: Mayores, Isaías, Jeremías, Baruc (incluye la “Carta de Jeremías”), Ezequiel y Daniel (incluye las adiciones: “Oración de Azaría”, “Cántico de los Tres jóvenes”, “Historia de Susana” y “Bel y el Dragón”); Menores, los doce profetas en el orden de nuestra Biblia castellana. 4.3. Importancia de la Septuaginta: Como ya se dijo antes, la LXX substituyó al texto hebreo para los judíos de la dispersión. Por varios siglos la LXX circuló libre y autoritativamente entre los judíos de habla griega (incluso en la propia Palestina). Sin embargo, casi desde el mero inicio, se presentaron objeciones a la autoridad y autenticidad de los libros “adicionales”. Con el advenimiento del cristianismo, la LXX adquirió inusitada importancia debido principalmente a que los gentiles hablaban griego. También porque los apóstoles citaban el AT en sus escritos más bien de la LXX que del propio texto hebreo. En otras palabras, la LXX se convirtió en el AT de los primeros cristianos. Estos se preocuparon por reproducirla y hacerla circular sin importar que estuvieran incluidos algunos libros que los judíos no aceptaban como inspirados. La LXX llegó a ser usada tan profusamente por los primeros cristianos que por 4 ó 5 siglos se consideró el AT oficial de la Iglesia. Los manuscritos existentes de la LXX incluyeron los libros llamados apócrifos o deuterocanónicos. Sin embargo, siempre hubo discrepancias en cuanto a aceptarlos como canónicos o no. Hubo Padres de la Iglesia que usaban los libros apócrifos como autoritativos. Pero hubo muchos que se negaban a aceptarlos como canónicos. La controversia ha sido tal que nunca hubo consenso sobre el asunto. Esto sería suficiente prueba para excluirlos del canon del AT. VIII. El canon del Nuevo Testamento: 1. Integración del canon del Nuevo Testamento Los 27 libros que integran el canon el NT fueron reconocidos por todas las confesiones cristianas sin reserva alguna. El orden en que aparecen es el mismo que tiene nuestra Biblia en español. Los criterios que se siguieron para clasificar y ordenar los libros fueron varios: Un criterio es temático (especialmente por el orden de los Evangelios); otro criterio es el tamaño o la extensión de los libros (especialmente en el orden de las epístolas paulinas); otro criterio es cronológico (las epístolas de Juan y el Apocalipsis). El orden tampoco ha sido debatido aunque en muchos casos se dan explicaciones al respecto. 2. Formación del canon del Nuevo Testamento
  • 13. El período de formación del canon del NT es relativamente breve si lo comparamos con el del AT. Para fines didácticos y prácticos pueden distinguirse cuatro etapas: [1] apostólica o de escritura (50- 100 AD); [2] la de circulación (100-150 AD); [3] la de “canonización” o reconocimiento (150-200 AD); [4] y la de ratificación oficial (200-400 AD). Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 13 2.1. Etapa apostólica o de escritura (50-100 AD). Esta es la época en que se escriben la totalidad de los libros del NT. Sabido es que los primeros libros del NT son algunas epístolas del apóstol Pablo (1 y 2 Tesalonicenses) y los últimos son los del apóstol Juan a finales del primer siglo. Algunos todavía tienden a alargar el período de escritura de los libros del NT hasta bien entrado el segundo siglo. Pero la gran mayoría de eruditos, cristianos y no cristianos reconocen que la totalidad del NT fue escrita en el primer siglo. 2.2. Etapa de circulación (100-150 AD). Este es el período en que los libros del NT circularon entre la mayoría de las iglesias primitivas. Muchos de ellos, especialmente las epístolas de Pablo eran ya reconocidas y circulaban entre las iglesias desde antes del fin del primer siglo (2 P. 3:16). Sin embargo, dado el carácter de muchos libros, no se dieron a conocer tan rápidamente. Aquí hay que recordar las dificultades propias del período para hacer circular cualquier escrito. Por un lado está la dificultad del transporte: era difícil hacer llegar un libro a todos los rincones del Imperio Romano. Por otro lado estaba la dificultad económica: hacer una copia “extra” de alguna carta era caro, el material escaso y la escritura dificultosa. Además, hay que agregar la falta de personal capacitado para la labor del copista. Los cristianos no tenían los siglos de tradición en la ciencia de copiar y transmitir el texto sagrado que tenías los judíos. Ni desarrollaron una casta especializada en esta labor. Sin embargo, el tiempo que se llevó en poner en circulación todos los libros del NT fue muy breve. 2.3. Etapa de canonización o reconocimiento (150-200 AD) En este período los cristianos empezaron a evaluar la literatura cristiana existente para determinar con exactitud cuáles libros debían considerar como canónicos. [1] Marción: Este personaje fue un hereje gnóstico de mediados del siglo segundo. En realidad, él fue el primero en elaborar una lista de libros “canónicos” según su criterio. Este pseudo–canon estaba dividido en dos partes: “El Señor” (equivalente a los Evangelios) que sólo incluía el Evangelio de Lucas; y “El Apóstol” que incluía 10 cartas paulinas (excluyendo las Pastorales). [2] Montano: este personaje, también a mediados del siglo segundo, pretendía darle carácter revelatorio y autoritativo a sus experiencias espirituales. Él decía tener contacto directo en el Espíritu Santo, por lo tanto, buscaba un reconocimiento divino a sus palabras. Al contrario de Marción quien mutiló el texto, Montano lo quería alargar. [3] Testimonio patrístico. Casi todos los Padres de la Iglesia Primitiva citaron los libros del NT como autoritativos. Los Padres más
  • 14. importantes de este período e incluso de antes son: Clemente de Roma, Papías, Ignacio de Antioquia, Policarpo de Esmirna, Justino Mártir, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Ireneo, Orígenes y otros. Todos ellos citaron los libros del NT como inspirados divinamente. La forma en que citaban los libros del NT indica que para esta época prácticamente todos eran reconocidos como inspirados y canónicos. [4] Libros rechazados del canon del NT. El final de este período y algún tiempo después. La Iglesia Primitiva vio la proliferación de libros cristianos pseudoepígrafos y herejes que competían con los auténticos el derecho a pertenecer al canon. Al dar un vistazo a la lista de libros, uno se sorprende por la cantidad de libros y por el criterio que ejercieron los primeros cristianos. Estos libros se pueden clasificar en “Evangelios”, “Hechos”, “Cartas”, y “Apocalipsis”. He aquí algunos de ellos: Evangelios, unos 23 en total más o menos, “Según los Hebreos”, “Según los Egipcios”, “Arábigo de la Infancia” (de Jesús), “Armenio de la Infancia”, “Según Tomás”, “De Pedro”, “De Bartolomé”, etc.; Hechos, unos 25 en total aproximadamente, “De Pablo”, “De Pilato”, “De Juan”, “De Pedro”, “De Tomás”, “De Bernabé”, “De Santiago El Mayor”, etc.; Cartas, unas 9 en total aproximadamente, (de Pablo) “a los Laodicenses”, “a los Alejandrinos” (atribuida a Pablo), “de Tito”, “de los Apóstoles”, “Tercera de Corintios”, etc.; Apocalipsis, aproximadamente unos 11, “De Pedro”, “De Pablo”, “De Santiago”, “De Esteban”, “De Tomás”, “De la Virgen”, etc. Hay otros libros que no caben dentro de estas clasificaciones, pero que circularon mucho como: “Los Dichos de Jesús”, “Asunción de la Virgen”, etc. Como podrá observarse, la tarea de los primeros cristianos fue difícil. Por eso es sorprendente la unanimidad con que se reconocieron los 27 libros del canon del NT. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 14 2.4. Etapa de ratificación (200-400 AD). A partir del siglo tercero, el consenso de la Iglesia tocante a los libros canónicos del NT era evidente. Las controversias son relativamente pocas y no muy importantes. Los escritos de los Padres de la Iglesia confirman este sentir unánime de la Iglesia. Sin embargo, hubo cierta duda con respecto a la inclusión en el canon de Hebreos, 2 Pedro, 2 y 3 Juan y Judas. En el caso de hebreos el problema principal era la identificación del autor; en el caso de Judas el problema parecía de las citas que allí se hacen de algunos libros apócrifos (en vs. 9 “Asunción de Moisés y en 14, 15 “El Libro de Enoc”). Con 2 Pedro el problema era el estilo diferente de 1 Pedro. Con las epístolas de Juan era su carácter tan privado y personal. Sea como fuere, las objeciones nunca se consideraron de tanto peso como las hechas a los otros libros antes mencionados. Tanto es así que en el siglo IV prácticamente la Iglesia procedió a ratificar oficialmente la lista de 27 libros ya reconocida desde el siglo II. En el año 363 se celebró un concilio en Laodicea. Allí se hace referencia a los “libros canónicos”. En el 393 se celebra un concilio en Hipona donde se reconoce provincialmente la lista canónica. El concilio de Cartago en 397 da una ratificación oficial más general de la lista canónica de 27 libros. IX. Los libros apócrifos/Deuterocanónicos y Pseudoepígrafos:
  • 15. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 15 1. Definiciones 1.1. Apócrifo: Esta palabra viene del griego y quiere decir “ocultar” y significaba originalmente “oculto”, “secreto” o “escondido”. Este término fue aplicado por primera vez por Cirilo de Jerusalem en el siglo IV y por San Jerónimo en el siglo V a aquellos libros del canon griego (La Septuaginta) que los judíos habían rechazado de su canon. Con el correr del tiempo la palabra fue adquiriendo otro significado hasta llegar a ser sinónima de “falso”, “espurio”, “dudoso”. Es así como se usa en la actualidad especialmente en círculos protestantes. Aunque también en los círculos católicos. 1.2. Deuterocanonicos: Este término es de origen eminentemente católico. A partir del siglo XVI se empezó a emplear esta palabra para referirse a los mismos libros que Jerónimo llamó apócrifos, es decir, los libros adicionales al canon hebreo en la Septuaginta. El término literalmente significa “pertenecientes a un segundo canon o a un canon secundario”. Hoy día los propios biblistas católicos reconocen que esta designación es poco afortunada porque, de hecho, rebaja la calidad de estos libros con respecto a los demás. Muchos protestantes empiezan a usar el término deuterocanónicos en lugar de apócrifos. 1.3. Pseudoepígrafos: Los católicos llaman apócrifos a los libros que los protestantes llaman pseudoepígrafos. Los pseudoepigrafos son aquellos libros que se atribuyen falsamente a grandes personajes bíblicos incluso en el nombre mismo del libro, por ejemplo: “Evangelio de Pedro”, “Libro de Enoc”, etc. Son libros que no pudieron haber sido escritos por el personaje bíblico ya que su aparición es mucho tiempo después de la época de dicho personaje. 2. La controversia sobre los deuterocanónicos 2.1. Razones para aceptarlos como autoritativos: 2.1.1. La inclusión de ellos en la Septuaginta. 2.1.2. El uso que los apóstoles hicieron de la Septuaginta al citar el AT de ella en sus propios escritos. Así como la LXX incluía los deuterocanónicos, de hecho, los apóstoles los aceptaban. 2.1.3. El uso que los primeros cristianos gentiles hicieron de la Septuaginta confirma que ellos aceptaban los deuterocanónicos, algunos como autoritativos. Entre ellos están: Ireneo, Tertuliano, Orígenes, San Agustín, San Jerónimo. Atanasio los llamó libri ecclesiastici (libros eclesiásticos), es decir, libros aceptados por la Iglesia. 2.1.4. Los manuscritos griegos más completos y más antiguos los contiene: El Códice Alejandrino, el Códice Vaticano y el Códice Sinaítico. Estos son los manuscritos de mayor peso en la evidencia textual del griego y datan de los siglos IV y V AD. 2.1.5. La Pesita, que es una traducción siria del siglo IV incluye los apócrifos. Esta es una de las primeras versiones de la Biblia a un idioma aparte del griego.
  • 16. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 16 2.2. Razones para rechazarlos como canónicos: 2.2.1. El período profético. Los judíos de tiempos de Jesús y algún tiempo después (Josefo) afirmaban que ningún libro escrito después del período que terminaba con Artajerjes era considerado como autoritativo. Esto lo confirma el concilio de Jamnia (90 AD). 2.2.2. El canon judío. Lo judíos nunca reconocieron estos libros como parte de su canon. 2.2.3. División triple del canon hebreo. Filón, un judío alejandrino de antes de Cristo, Cristo mismo y Josefo tiempo después dividen el canon hebreo exactamente igual (Ley, Profetas y Escritos). Aquí no hay lugar para la inclusión de los apócrifos/deuterocanónicos. 2.2.4. Ninguno de los libros deuterocanónicos son citados directa ni indirectamente en el NT. Algunos dicen que hay alusiones (véase Baez-Camargo Breve Historia del Canon bíblico, págs. 45-46). El hecho innegable es que ni Jesús ni los apóstoles citaron los deuterocanónicos en el NT. 2.2.5. Aunque los Padres de la Iglesia los citaron frecuentemente es interesante notar que siempre hubo discrepancias entre ellos sobre la autoridad y autenticidad de dichos libros. Por ejemplo, Atanasio los llama Libri eclesiastici precisamente para distinguirlos de los Libri canonici, es decir, los canónicos. En otros palabras, para Atanasio, los libros apócrifos no son de la misma calidad que los canónicos. 2.2.6. Jerónimo fue el que hizo la traducción de la Biblia al Latín en el siglo IV y, aunque tradujo también los libros deuterocanónicos y los incluyó en la famosa Vulgata Latina, él mismo no los consideraba de igual valor que los demás. Su inclusión se debió más que todo a presiones que recibió, principalmente de San Agustín. Jerónimo, sin embargo, colocó los deuterocanónicos en un bloque aparte de los demás libros con una nota aclaratoria. Allí es donde Jerónimo hace uso de la palabra “apócrifos”. En esa nota aclaratoria, Jerónimo dice que los libros apócrifos no son considerados de igual valor y autoridad que los canónicos. El reconoce el valor histórico religioso y literario de estos libros pero no recomienda que se usen e la Iglesia al mismo nivel que los demás. 2.2.7. Contienen doctrinas que contradicen la doctrina bíblica: [1] justifican el suicidio (Macabeos); [2] se presenta la validez de la oración por los muertos (Macabeos); [3] se presenta la limosna como medio para expiar los pecados; [4] el fin justifica los medios (matar para dar de comer a los pobres); [5] hay apoyo para creer en supersticiones y magia. 2.2.8. La Iglesia Católica Romana los incluyó “oficialmente” recién hasta el Concilio de Trento en 1546. 2.3. El valor y la importancia de los deuterocanónicos: 2.3.1. Bíblico-histórico. Estos libros fueron escritos después del año 400 a.C. y antes del nacimiento de Cristo. Por lo tanto presentan un
  • 17. cuadro histórico del pueblo judío en ese período llamado “de silencio”. Ayudan a rellenar ciertas lagunas históricas, especialmente en lo relacionado con el imperio griego y sus conquistas en Palestina. En este sentido I Macabeos es el más importante 2.3.2. Religioso. Estos libros presentan la situación religiosa del pueblo judío en Palestina y fuera de ella. Por un lado se ve la casi total eliminación de la idolatría entre el pueblo. También se puede apreciar el trasfondo de los grupos o sectas judías como los fariseos y saduceos. Es una buena descripción de la esterilidad de la religión judía. 2.3.3. Literario. Estos libros también presentan el avance de la literatura judía en general, tanto la religiosa como la histórica o la sapiencial. Los libros de Sabiduría y Eclesiástico son los máximos exponentes de la literatura judía de este período. Leer estos libros hace pensar en el Eclesiastés y los Proverbios de Salomón, claro está no son divinamente inspirados, pero presentan una imagen del tipo de literatura que se escribía en ese tiempo. 2.3.4. Político. Íntimamente relacionado con el valor histórico está el político porque se presentan las circunstancias y situaciones de dominación griega sobre Palestina y las famosas guerras macabeas de liberación. Esto ayuda a comprender el espíritu rebelde, expectante y antirromano de los judíos de tiempos de Jesús. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 17 2.4. Los pseudoepígrafos: 2.4.1. ¿Cúales son? Es muy difícil determinar con exactitud cuáles son los libros que los católicos llaman “apócrifos” y los protestantes “pseudoepígrafos”, pero hay suficiente base para mencionar algunos de ellos. Cabe mencionar que estos libros nunca fueron aceptados por los judíos, por la Iglesia Primitiva, por la Iglesia Católica y por la Iglesia Protestante. En otras palabras, todos están de acuerdo en excluirlos del canon del AT así como se excluyeron “naturalmente” los libros falsos del NT. Algunos de los libros mencionados son: “Asunción de Moisés”. “Libro de Enoc”, “Apocalipsis de Elías”, “Apócrifo de Jeremías”. Libro de Janes y Jambres”, “El martirio de Jeremías” y otros. X. Los evangelios gnósticos: La polémica más interesante de los últimos días se ha centrado en los evangelios gnósticos. Por un lado, Dan Brown en su novela de ficción El Código Da Vinci afirma que el Evangelio de Felipe y El Evangelio de María Magdalena presentan a “otro Jesús” muy distinto al de los evangelios canónicos del Nuevo Testamento. La principal afirmación de Brown (no de los evangelios citados) es que Jesús se casó con María Magdalena y tuvo descendencia con ella. Este hecho ha sido ocultado, según Brown, por la jerarquía de la Iglesia Católica Romana a fin de proteger la historia del Jesús de los evangelios canónicos. Por otro lado, el reciente lanzamiento del descubrimiento del Evangelio de Judas ha causado revuelo porque también este evangelio presenta “otra historia” distinta a la de los evangelios canónicos. Según este evangelio, Judas no es un traidor, sino un héroe. Judas, según este evangelio, fue
  • 18. el único discípulo que entendió las enseñanzas de Jesús. Varias preguntas saltan delante nuestro ¿Son auténticos estos evangelios? ¿Enseñan la verdad acerca de Jesucristo? ¿Deberían agregarse a la lista de libros del Nuevo Testamento? ¿Cómo afectan a nuestra fe cristiana estos evangelios? Para comenzar debemos saber qué es el gnosticismo y luego qué son los evangelios gnósticos. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 18 1. El Gnosticismo El gnosticismo es un movimiento religioso intelectual que surgió en los primeros siglos de la Era Cristiana. Su nombre se deriva de la palabra griega “gnosis” que significa conocimiento. Probablemente ya existían ideas gnósticas en el primer siglo, en contra de las cuales escribieron algunos de los apóstoles algunas de las epístolas del Nuevo Testamento (Colosenses, 1 Juan y Judas). El gnosticismo era una mezcla de ideas provenientes de religiones orientales, de religiones del mundo del Imperio Romano y del cristianismo. La idea sobresaliente tiene que ver con el dualismo entre el bien y el mal; lo espiritual y lo material. El bien y el mal son dos fuerzas con existencia propia que han estado siempre. El bien se asocia con lo espiritual y el mal con lo material. La consecuencia más directa en contra de la fe cristiana tiene que ver con el origen del universo y la encarnación de Cristo. El universo es material, por lo tanto, malo. El Dios que hizo el universo es un dios menor, llamado demiurgo, que está contaminado con lo material. Jesucristo no pudo haber nacido y tomado carne humana, porque se habría contaminado con lo material y sería malo. De aquí surge una herejía antigua, llamada el docetismo. En contra de esta herejía escribieron varios apóstoles y Padres de la Iglesia en los primeros siglos de la Era Cristiana. Según los gnósticos, Jesucristo salva no por su muerte y resurrección, sino por su enseñanza de un conocimiento secreto. Quienes alcanzan ese conocimiento se salvarán de este mundo material oscuro y pasarán a la luz del mundo espiritual. Esta es la enseñanza principal que se encuentra en los evangelios gnósticos. Por estas ideas y enseñanzas, y por otras razones históricas, estos evangelios nunca fueron considerados como fuentes de la doctrina cristiana, mucho menos como parte del Nuevo Testamento. 2. La Biblioteca de Nag Hammadi En el año 1945 unos campesinos encontraron casualmente una vasija de barro que contenía 13 volúmenes encuadernados en cuero con 52 documentos de papiro. Están escritos en copto antiguo, un idioma de Egipto, pero probablemente los documentos fueron escritos originalmente en griego. A este hallazgo se le conoce como “biblioteca de Nag Hammadi” por el lugar donde fue encontrada. Entre los documentos encontrados hay varios “evangelios” supuestamente escritos por discípulos de Jesús. Los documentos encontrados fueron fechados en los siglos segundo, tercero y cuarto de la Era Cristiana. El contenido de estos evangelios es claramente de carácter gnóstico 2.1. El Evangelio de Tomás: El Evangelio de Tomás es el más extenso de estos evangelios. Probablemente fue escrito a finales del siglo segundo de la Era Cristiana en griego. Por lo tanto, no pudo haber sido escrito por Tomás. Contiene 114 “dichos secretos” de Jesús que fueron escritos por Tomás el apóstol,
  • 19. según lo dice el mismo documento. El evangelio no contiene ninguna narración de la vida y ministerio de Jesús. No incluye nada con respecto a la pasión muerte y resurrección de Jesús. Muchos de los dichos son eco de lo que ya se enseña en los evangelios canónicos, pero otros son diferentes y reflejan ideas gnósticas. Hay algunas personas que están abogando para que El Evangelio de Tomás sea admitido como parte del canon del Nuevo Testamento, pero no hay comparación alguna entre el contenido de los evangelios canónicos y este evangelio. Por ejemplo, el dicho 114 dice lo siguiente: Simón Pedro les dijo: “¡Que se aleje María de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida”. Dijo Jesús: “Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a nosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo”. Con estas palabras termina este evangelio. A Tomás también se le atribuyen otros documentos como El Evangelio de la infancia de Jesús, que se hizo famoso hace unos 20 años, cuando se produjo una película basado en él, donde se resaltaba la vida de Jesús en los años de infancia. Este evangelio ha dado lugar a muchas leyendas, sobre todo en el mundo católico romano, pero ni siquiera la Iglesia Católica Romana ha pretendido que este documento forme parte del Nuevo Testamento. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 19 2.2. El Evangelio de Felipe: El Evangelio de Felipe se ha hecho famoso porque Dan Brown lo cita en su novela El Código Da Vinci poniendo en boca del “experto” Leigh Teabing la afirmación de que, según este evangelio, Jesús se casó con María Magdalena. Este evangelio es parte de la colección de la biblioteca Nag Hammadi y se desconocía su existencia hasta su descubrimiento en 1945. El contenido de este evangelio difiere del de Tomás en que no es una colección de “dichos secretos” de Jesús; difiere de los evangelios canónicos en que no es narrativo. Este evangelio contiene una colección de 127 reflexiones místicas de corte gnóstico basadas en supuestos sermones, discursos y meditaciones atribuidas a Felipe, el discípulo de Jesús. El evangelio nunca afirma el matrimonio de Jesús con María Magdalena. Lo que hace Dan Brown es especular malintencionadamente con un pasaje del evangelio en donde se dice que María Magdalena era la “compañera” de Jesús y que Jesús la besó. Según Brown en boca del “experto” Teabing, compañera significa esposa en el idioma arameo, pero ¡el evangelio se escribió en copto, probablemente traducido del griego!, donde “compañera” significa simplemente “asociada”, “amiga” y “compañera”. En todo caso, el hecho de que este evangelio diga esto no significa que sea verdad. El Evangelio de Felipe tampoco pudo haber sido escrito por Felipe, el discípulo de Jesús, porque data de finales del segundo siglo lo más temprano y quizá del siglo tercero o cuarto lo más probable. El v. 21 de este evangelio es particularmente importante, porque niega la resurrección histórica de Jesús y señala de estar equivocados a aquellos que así lo afirman.
  • 20. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 20 2.3. El Evangelio de María Magdalena: El Evangelio de María Magdalena fue escrito supuestamente por María Magdalena. No se conserva un documento completo de este evangelio, solamente fragmentos del mismo (unos en griego y otros en copto). El contenido es igualmente gnóstico y se trata mayormente de enseñanzas de ánimo y consuelo que María da a los discípulos de Jesús, basadas en una revelación especial que ella recibió de Jesús poco después de la resurrección. Este evangelio, aunque comparte las ideas gnósticas de los demás evangelios gnósticos, difiere un poco al exaltar a María Magdalena, una mujer, algo poco común en el gnosticismo clásico. Probablemente este evangelio refleja una variante del gnosticismo de aquella época. Este evangelio tampoco dice nada con respecto al matrimonio de Jesús con María Magdalena. En todo caso, se resalta una relación especial “espiritual”, porque Jesús le revela a ella algo que no les revela a los otros discípulos. De nuevo, el hecho de que este evangelio diga esto no lo hace una verdad histórica. El evangelio no pudo haber sido escrito por María Magdalena por las mismas razones ya expuestas arriba, es decir, data del siglo tercero cuando mucho. Tampoco apoya las ideas del matrimonio de Jesús. 2.4. El Evangelio de Judas: El Evangelio de Judas es el último en darse a conocer, recién en este año 2006. La novedad es que el contenido de este evangelio exalta a Judas Iscariote como el discípulo más adelantado y entendido de todos. Solamente Judas entendió completamente la enseñanza de Jesús y esa fue la razón por la cual él entregó a Jesús a las autoridades judías para ser juzgado. Según este evangelio Judas le hizo un favor a Jesús, no lo traicionó. Este evangelio sí contiene elementos narrativos, pero solamente en relación con los diálogos que Jesús sostiene con sus discípulos en los cuales siempre sobresale Judas como quien entiende bien las enseñanzas de Jesús. Las enseñanzas del evangelio incluyen cosas como las siguientes: el reino celestial de Barbelo, de donde vino Jesús, los 72 cielos, los 360 firmamentos y la confusa cantidad de dioses y semidioses que los habitan. Es curioso que estos datos no se dieron a conocer en la presentación pública del Evangelio de Judas. Es obvio que la National Geographic Society tenía un interés mercadológico y económico en la presentación de este evangelio. Se dio a conocer en la semana santa del año 2006. Se presentó como la otra cara de la verdad acerca de Jesús y de Judas, como si hubiera otra cara. Este evangelio tampoco pudo haber sido escrito por Judas, porque data del siglo tercero o cuarto de la Era Cristiana. Se trata simplemente de otra muestra clara de la literatura gnóstica que floreció en los siglos segundo, tercero y cuarto de la Era Cristiana y que fue rechazada por la Iglesia cristiana primitiva, precisamente porque no enseñaban la verdad acerca de Jesús ni de la fe cristiana.
  • 21. Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 21 2.5. ¿Son auténticos estos evangelios? En un sentido, todos estos documentos son auténticos, porque son documentos antiguos que pertenecen a la época primitiva de la Iglesia cristiana (siglos II, III y IV). Por lo tanto, sí se trata de documentos históricos que fueron escritos en esos primeros siglos. En el sentido más estricto no son documentos auténticos, porque no fueron escritos por los discípulos de Jesús, como pretenden ser. Aunque lleven el nombre de algún discípulo de Jesús como su autor, en realidad ninguno de estos evangelios se escribió en el siglo primero y ninguno de los discípulos de Jesús pudo haberlos escrito. En este caso, formarían parte de los escritos pseudoepígrafos. 2.6. ¿Enseñan verdades correctas acerca de Jesús y la fe cristiana? A excepción del Evangelio de Tomás, que incluye varios dichos de Jesús que hacen eco de las enseñanzas de Jesús de los evangelios canónicos, los demás enseñan cosas totalmente diferentes, desviadas y contrarias a las enseñanzas de Jesús, incluyendo al Evangelio de Tomás. Todos estos evangelios comparten las siguientes enseñanzas gnósticas alejadas de la fe cristiana: [1] Dios y la creación. Estos evangelios uniformemente niegan una relación entre Dios y el mundo. La Creación está sujeta a la imperfección y al mal, mientras que Dios es perfecto y por lo tanto no puede relacionarse con la creación. Esta enseñanza va totalmente en contra de lo que Biblia enseña al respecto. [2] La humanidad y divinidad de Jesús. La tensión entre Creador y creación (llamada dualismo) pone un problema para la encarnación de Jesús. Los gnósticos dicen que Jesús fue solamente divino sin asumir la humanidad o que simplemente fue un ser creado. [3] Redención de la humanidad. Es el mismo problema del dualismo. Según los gnósticos solamente el alma se salva, ya que el cuerpo es materia y por lo tanto, malo. [4] Pecado y conocimiento. La salvación viene no a través de la obra de Jesucristo en la cruz, sino a través del conocimiento. La salvación consiste el liberar el alma del cuerpo, donde está aprisionada. 2.7. En conclusión Los evangelios gnósticos son cualquier cosa menos evangelios. El evangelio es la buena noticia. Esa buena noticia es la persona misma de Jesús, su vida, su ministerio, sus milagros, sus enseñanzas y, sobre todo, su pasión, su muerte y resurrección. Ninguna de estas verdades se encuentra en los evangelios gnósticos. No hay razón para llamarlos evangelios. Mucho menos para considerarlos parte del Nuevo Testamento. XI. Elementos conclusivos: 1. Primeramente, un cristiano latinoamericano puede sentirse, en algún momento, desligado de las preocupaciones y luchas de esta historia. Sin embargo, como parte de la tradición cristiana de veinte siglos, existe varias maneras en las que se puede aplicar este importante tema doctrinal a América Latina. En primer lugar,
  • 22. es obvio que el canon es algo ya recibido para los cristianos de este continente. Prácticamente, todas las discusiones teológicas y pastorales tienen como punto de partida este hecho. Más aún, los evangélicos latinoamericanos han mostrado ser muy conservadores en cuanto a la doctrina de la Biblia. En estas tierras, aún es autoritativo decir “la Biblia dice”, aun y cuando lo que se diga a continuación responda a una hermenéutica o una teología equivocada. Sin embargo, puede decirse que las escrituras han sustituido a la opinión de los padres como autoridad. 2. En segundo lugar, las Escrituras son la autoridad indiscutible para la iglesia. El repaso de la manera en la que se formó deja el reto de edificar la doctrina y la práctica sobre él. Produce agradecimiento hacia aquellos que lucharon para que la Palabra viva y única de Dios fuese entregada como un depósito valioso a favor de la iglesia de todos los tiempos. Como se ha visto, Dios confió su revelación a hombres que debían administrarla con miras a la salvación de los pecadores. Diversas circunstancias se presentaron. Diversas ideas se promulgaron y discutieron. Diversos autores hablaron. Sin embargo, una verdad teológica y práctica permanece en pie: “La Palabra de Dios permanece para siempre”. ¡Gracias a Dios! Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 22