Es una experiencia de lectura literaria, que pretende enseñarle a los lectores, pequeños detalles, que se encuentran inmersos, en éste pequeño cuento de Carpentier.
1. López Agudelo
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LOS CAMINOS DE ALEJO CARPENTIER DESDE EL VIAJE A LA SEMILLA 1
Juan Esteban López Agudelo 2
Cuando leí el cuento “El Viaje a la Semilla” del escritor cubano Alejo Carpentier,
tenía 15 años de edad, cursaba el grado 9° en la I.E José Celestino Mutis era la clase de
Lengua Castellana con la docente Josefina Berrio Pérez, que a pesar de no ser apasionada
por su trabajo, siempre nos inculcó un interés por la semántica y pragmática del lenguaje a
través de la lectura de textos. Y este fue uno de los tantos aspectos que me agradaba, a
pesar de ser dicha clase una de las más tediosas del colegio por la desazón que producía
hablar con la persona que la orientaba.
Quise partir de esta pequeña historia, antes de introducir la descripción del
personaje, porque el texto me pareció interesante, además es de las pocas cosas que hoy en
mi oficio de estudiante y maestro en Filosofía y Letras, le agradezco a la docente, por
despertarme el interés por dos personas del Boom Latinoamericano como son Alejo
Carpentier y Gabriel García Márquez.
Ahora Bien, el personaje de la historia que más me cautivó era Don Marcial, el
Marqués de Capellanías, porque no sólo es el protagonista principal sino por la capacidad
que tiene para remontar al lector por los diferentes pasajes de su vida, y las distintas
emociones que ellos suscitaron en su existencia. Lo mismo que las personas que ayudaron a
su ejecución.
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El siguiente texto, está corregido gracias a los comentarios oportunos y coherentes de la Docente Inés
Posada Agudelo, en su Taller de Escritura y Composición Literaria. Pues era un ejercicio de clase, pero
debido a unos errores de escritura, fue repensada, su elaboración .
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Egresado de la Escuela Normal Superior de Medellín 2007, Estudiante de Licenciatura en Filosofía y Letras
de la Universidad Pontificia Bolivariana, VI Semestre. Integrante del Semillero de Investigación Filosófico-
Pedagógico: HERMES, Dirección Electrónica: juansophoslopezupbnormal@gmail.com ó
juanesteban.lopez@alfa.upb.edu.co Página Personal: bibliotecadejuan.blogspot.com
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Adicional a lo anterior, la casa es uno de los ejes para desenvolvimiento de Don
Marcial, puesto que a medida de su caminar en ella se va rejuveneciendo cada espacio
desde lo ficcional de los recuerdos que lo transportan a cada etapa. Pero lo que en realidad
pasa es que la casa se está cayendo paso a paso como los años de su habitante. Y está
siendo demolida por unos obreros que se sorprenden y asombran porque de día es una
mampostería que se cae y de noche esconde un juego de misterios, donde se devela como
una hermosa casa colonial con unos cuadros nuevos, aunque todo en ella se encuentra
dañado.
I ETAPA DE MARCIAL
No obstante, en la primera parte, el autor, le muestra a los lectores, que la casa se
está cayendo, los empleados no saben cómo decirle a don Marcial, que el lugar donde ha
pasado la mayor parte de su vida junto con la marquesa se cae como él. Pero lo que nadie se
percata, fue que se dio cuenta de todo.
Carpentier, nos describe de la siguiente forma, como se entera de la verdad el
marqués:
El viejo no respondía. Andaba de un lugar a otro, fisgoneando, sacándose de la garganta
un largo monólogo de frases incomprensibles. Ya habían descendido las tejas, cubriendo
los canteros muertos con su mosaico de barro cocido. Arriba, los picos desprendían
piedras de mampostería, haciéndolas rodar por canales de madera, con gran revuelo de
cales y de yesos (1)
Como lectores, nos deja entrever que el viejo se había vuelto silencioso, porque le
costaba trabajo expresar esas palabras significativas que lo habían marcado tanto años
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viviendo en su casa. Y al verla diluirse con el paso del tiempo, mejor prefería callar y
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caminar por cada rincón para observar cómo se caía cada día, tal y como lo hacia él cuando
cumplía días o años de vida.
Marcial, preocupado por como su vida iba cayendo cada día con la visita de los
obreros que hacían arreglos en su casa, tomó la decisión de mirar lo que ha sido su vida,
para darle otro sentido y no dejar que ella se siguiera esfumando. Por eso realizó lo mejor
que podía hacer:
Introdujo una llave en la cerradura de la puerta principal, y comenzó a abrir
ventanas. Sus tacones sonaban a hueco. Cuando encendió los velones, un
estremecimiento amarillo corrió por el óleo de los retratos de familia, y gentes
vestidas de negro murmuraron en todas las galerías, al compás de cucharas
movidas en jícaras de chocolate (Carpentier, 1978, 2)
Por otra parte, el autor, nos enmarca el detenernos en esta escena, por unos
instantes, para observar como Marcial, a través de la nostalgia, quiere recordar su pasado o
quisiera dar un giro hacia esa época, donde no había miedo, sino paz y tranquilidad en su
vida. De ahí, el estremecimiento, que le surge cuando evoca estos recuerdos, viéndolos
perdidos en un ahora. Pero el efecto de lo observado por parte del protagonista, es gracias a
un sueño, mientras se encontraba dormido en su cama, gracias a la medicina suministrada.
Además lo primero que se encuentra a su alrededor, son los velones, encargados de
iluminar, igualmente, la mirada inquisitiva y penetrante del padre Anastasio, el cual ha
venido desde su capilla, con la tarea de confesarlo. Para develar, los secretos que tenía el
moribundo en su vida, además por lo cerca que podría estar su partida.
En la primera parte, de la historia, el lector puede observar que el I Marcial,
experimenta en su vejez, un miedo incesante, porque para el lugar donde iba tener su
morada, después de muerto, ya no sería el marqués sino un ser humano común y corriente,
donde lo que van a ver son sus cualidades y defectos. Así mismo, tendría que dar cuenta de
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cómo fue que vivió su vida, pensando no más en sí mismo, pero en especial, haciendo muy
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pocas cosas buenas.
Esto le generaría una desolación, que con el paso de los años a través de la vejez, se
volvería una constante creciente en su día a día.
El padre Anastasio y don Abundio, en cambio, fueron para el marqués, dos personas
de mucha utilidad, pues el primero, le ayudó a absolver sus culpas suscitadas en su alma,
para tener un mayor descanso en el mundo terrenal, el segundo, le colaboró, en una
repartición justa y equitativa de lo poco o mucho que tenía en su testamento. Que en el
texto, se nos presenta de la siguiente forma:
Pensaba en los misterios de la letra escrita, en esas hebras negras que se enlazan y
desenlazan sobre anchas hojas afiligranadas de balanzas, enlazando y
desenlazando compromisos, juramentos, alianzas, testimonios, declaraciones,
apellidos, títulos, fechas, tierras, árboles y piedras; maraña de hilos, sacada del
tintero, en que se enredaban las piernas del hombre, vedándole caminos
desestimados por la Ley; cordón al cuello (Carpentier, 1978, 4)
El viejo Marcial durante sus momentos de observación en lo cotidiano de la vida en
su hogar, se volvía meloso y abrazaba a la Marquesa, lo cual no sólo le generaba un poco
de alegría por lo que hizo, sino que esos pequeños instantes, le devolvía unos momentos de
juventud:“solía pasarse tardes enteras abrazando a la Marquesa. Borrábamos patas de
gallina, ceños y papadas, y las carnes tornaban a su dureza” (Carpentier, 1978) Todo duró
hasta el viaje de Marcial y la Marquesa hasta el ingenio donde también se unieron como
pareja a la luz de la música que tocaban los tambores y danzas de la nación.
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II ETAPA DE MARCIAL
Alejo Carpentier, nos describe un viaje en el tiempo, donde Marcial regresa a su
adultez, obteniendo, una segunda oportunidad, para poder arreglar las cosas que no hizo o
ver las cosas que de bueno hay en esta etapa de su vida. Pero en especial, develar los
hechos que marcaron la vida del personaje de forma significativa.
Marcial tuvo la sensación extraña de que los relojes de la casa daban las cinco,
luego las cuatro y media, luego las cuatro, luego las tres y media... Era como la
percepción remota de otras posibilidades. Como cuando se piensa, en enervamiento
de vigilia, que puede andarse sobre el cielo raso con el piso por cielo raso, entre
muebles firmemente asentados entre las vigas del techo (6)
El regreso a la adultez, se genera a través de un retroceso en los relojes de la casa,
igualmente con la restauración de los techos de la casa, es también donde se ve el retroceso
como tal. Pero el primer hecho, que la figura del reloj y el techo, suscitan cuando Marcial,
se detiene en sus detalles, fue en “el sarao” realizado, para celebrar su mayoría de edad. Y
dentro del cual su firma, ya tendría validez para la sociedad de la época; allí los jóvenes,
empezaron la fiesta, tocando una guitarra para ambientar la fiesta y que se expresa con la
jovialidad entre sus invitados y el agasajado.
De lo anterior, deducimos que el joven Marcial, era una persona extremadamente
alegre que le gustaba mucho compartir con las personas, lo mismo que le encantaba
expresar sus emociones de manera jocosa. Y que lo seducía bailar y relacionarse con las
mujeres.
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Podríamos decir que era un hombre coqueto, puesto que le gustaba decirles cosas
lindas a las muchachas o jugar con ellas para poder salir. Esto se deja sentir en la
descripción que el autor hace de la juventud:
Disfrazados regresaron los jóvenes al salón de música. Tocado con un tricornio de regidor,
Marcial pegó tres bastonazos en el piso, y se dio comienzo a la danza de la valse, que las
madres hallaban terriblemente impropio de señoritas, con eso de dejarse enlazar por la
cintura, recibiendo manos de hombre sobre las ballenas del corset que todas se habían
hecho según el reciente patrón de "El Jardín de las Modas". Las puertas se obscurecieron
de fámulas, cuadrerizos, sirvientes, que venían de sus lejanas dependencias y de los
entresuelos sofocantes para admirarse ante fiesta de tanto alboroto. Luego se jugó a la
gallina ciega y al escondite. Marcial, oculto con la de Campoflorido detrás de un biombo
chino, le estampó un beso en la nuca, recibiendo en respuesta un pañuelo perfumado, cuyos
encajes de Bruselas guardaban suaves tibiezas de escote. Y cuando las muchachas se
alejaron en las luces del crepúsculo, hacia las atalayas y torreones que se pintaban en
grisnegro sobre el mar, los mozos fueron a la Casa de Baile, donde tan sabrosamente se
contoneaban las mulatas de grandes ajorcas, sin perder nunca -así fuera de movida una
guaracha- sus zapatillas de alto tacón (7)
Igualmente para esta época se deja ver que también conoce entre las muchas que
miraba, había visto a Campo Florido, una mujer significativa en su vida, que le robó un
beso en la nuca. Si el lector, sigue leyendo con aún más detenimiento, se da cuenta, que
para la época de la obra, estaba prohibidas dichas demostraciones entre un hombre y una
mujer. Entonces Marcial, era lo que se llama en su tiempo un “Don Juan” que le gustaban
todas, pero con ninguna se quedada. Si vamos al texto, se nos plantea, que dejaba a su
amaba, para irse ver bailar a las mulatas en una casa de baile.
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De la misma forma, cuando Marcial camina y rememora, la época de su juventud,
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tropieza en su paso con la biblioteca Familiar, donde habían toda clase de libros para que
estudiara y así pudiera ingresar al Seminario de San Carlos. Pero como no pasó por ser sus
exámenes realmente mediocres.
Poco a poco, Marcial dejó de estudiarlas, encontrándose librado de un gran peso. Su mente
se hizo alegre y ligera, admitiendo tan sólo un concepto instintivo de las cosas. ¿Para qué
pensar en el prisma, cuando la luz clara de invierno daba mayores detalles a las fortalezas
del puerto? Una manzana que cae del árbol sólo es incitación para los dientes. Un pie en
una bañadera no pasa de ser un pie en una bañadera. El día que abandonó el Seminario,
olvidó los libros. (8)
Esta descripción del cuento, nos deja entender que Marcial aspiraba a ser un sabio
que dominara los saberes de su época, pero no lo logró por faltarle más constancia y
dedicación a la hora de estudiarlas y comprenderlas. En otras palabras, en su juventud fue
algo desobligado para sus estudios, debió haber potenciado más la memoria, para obtener
un aprendizaje más significativo.
Cuando abandonó, sus estudios, se la pasaba viviendo una vida silvestre de forma
alegre y descomplicada y no tan pensativa y contemplativa del mundo. Sino riéndose cada
día de lo cotidiano de su cultura a nivel histórico.
Pero su búsqueda hacia lo femenino, no es necesariamente el cubrimiento de una
necesidad, es más bien la búsqueda de algo que le falta y desea complementar a través de
una mujer, para no sentirse solo. Todo esto fue durante un tiempo, hasta que le cuenta a un
sacerdote en confesión y este, se escandaliza por la confesión que le hace. De lo anterior, se
nos deja entrever, los miedos del viejo Marcial, que es más que todo el no poder llevar a
cabo sus instintos con las mujeres de manera profunda por el tabú que había en su juventud
hacia la sexualidad humana.
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III ETAPA DE MARCIAL
La infancia es la época donde forma todo lo que sentimos, amamos y pensamos del
mundo para enfrentarlo y así buscar respuestas a esas pequeñas preguntas que nos
generamos y nos dan comprensión de la existencia nuestra.
Marcial no podría ser la excepción a dicha reflexión del mundo. Carpentier describe
el retroceso de la siguiente manera:
Los muebles crecían. Se hacía más difícil sostener los antebrazos sobre el borde de la mesa
del comedor. Los armarios de cornisas labradas ensanchaban el frontis. Alargando el
torso, los moros de la escalera acercaban sus antorchas a los balaustres del rellano. Las
butacas eran más hondas y los sillones de mecedora tenían tendencia a irse para atrás. No
había ya que doblar las piernas al recostarse en el fondo de la bañadera con anillas de
mármol (9)
En su viaje a la semilla, vió que las cosas se empezaron a volver grandes y él como
alguien pequeño y minúsculo que no podía hacer nada respecto a ese cambio. Más bien,
dedicarse a jugar con los viejos soldaditos de plomo de aquella época y que organizaba
según el tamaño de las cajas de madera. De esto el rasgo más característico del niño
Marcial era su organización para clasificar las cosas, pero también el goce de poder jugar a
la batalla.
Además de lo anterior, era un pequeño burlón que le gustaba mofarse de sus
mayores, por eso hacia cosas como sentarse en el enlosado, porque según sus palabras:
“Afectas al terciopelo de los cojines, las personas mayores sudan demasiado. Algunas huelen a
notario -como Don Abundio- por no conocer, con el cuerpo echado, la frialdad del mármol en todo
tiempo. Sólo desde el suelo pueden abarcarse totalmente los ángulos y perspectivas de una
habitación” (Carpentier, 1978) En otras palabras, sus sentadas en el suelo, no eran tanto para
llamarle la atención a sus padres y a los empleados, más bien, son el pretexto, para poder
observar los comportamientos singulares de los adultos. De ahí que su mirada sea tan
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sigilosa antes de ser viejo y después, porque le gustaba leer las emociones humanas
desde muy temprana edad.
Antes de la lectura de la infancia dentro del texto, creíamos que los miedos
radicaban a su formación pietista dentro del seminario de San Carlos, pero no estábamos
muy evocados, sino que ellos radican de las tormentas que generaban en algunas
temporadas del año, cuando era un niño, pero en especial, por la fuerza que se escuchaban
los truenos dentro de su casa, haciendo temblar los objetos de la casa como el clavicordio.
En las palabras del autor: “Cada trueno hacía temblar la caja de resonancia, poniendo
todas las notas a cantar. Del cielo caían los rayos para construir aquella bóveda de calderones -
órgano, pinar al viento, mandolina de grillos” (ibíd.). Podríamos decir que no es tanto el miedo
a la lluvia o a los rayos como lo habíamos escrito, es más bien el miedo a las melodías
estruendosas que el instrumento musical, genera cuando llueve en la casa. Lo que asusta al
pobre pequeño.
Ahora bien, uno de los episodios de miedo, fue cuando vio entrar a su casa unas
personas de traje negro para comer en su casa, 6 platillos diferentes que habían dentro de la
alacena, utilizados solamente los días domingos, generó la inquietud del curioso niño,
porque no explicaba la presencia de esos extraños. Igualmente, motivo alguno, para
explicar la variedad de víveres para atenderlos. Pero sus padres y la empleada, sabiendo su
curiosidad y evitar sus preguntas, optaron por darle los dulces de la alameda.
Lo que el texto, nos muestra, la Familia del Marqués de Capellanías le gustaba
mantenerlo al margen de sus asuntos, por eso le daba viandas de toda clase. Es aquí, donde
nace un Marcial, que le gustaba engolosinarse con toda clase de dulces de todo tipo, para
dejar de ser curioso incesante.
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No obstante, la comida, no sólo era el único medio para disipar la curiosidad del
niño sino también que su compañero y empleado de la casa Melchor jugaran ajedrez. Esto
se nos muestra dentro del texto en la siguiente forma:
Comenzaron a jugar al ajedrez. Melchor era caballo. Él, era Rey. Tomando las losas del
piso por tablero, podía avanzar de una en una, mientras Melchor debía saltar una de frente
y dos de lado, o viceversa. El juego se prolongó hasta más allá del crepúsculo, cuando
pasaron los Bomberos del Comercio (Carpentier pág.11)
El ajedrez, como juego de agilidad mental hacia, que el pequeño se divirtiera y
adquiriera una inteligencia estratégica. La cual hemos visto, desde el sigilo con el que vivió
toda su existencia, es también, el medio por el cual descifra las miradas de Melchor, para
ver lo que pasa en su casa realmente.
Si se detenía en las miradas de Melchor era porque verdaderamente, él sabía cómo
estaba la salud de su padre y le podría dar un poco de información, puesto que nadie le
quería decir por su estado de infantilidad.
Marcial respetaba al Marqués, pero era por razones que nadie hubiera acertado a
suponer. Lo respetaba porque era de elevada estatura y salía, en noches de baile, con el
pecho rutilante de condecoraciones: porque le envidiaba el sable y los entorchados de
oficial de milicias; porque, en Pascuas, había comido un pavo entero, relleno de
almendras y pasas, ganando una apuesta; porque, cierta vez, sin duda con el ánimo de
azotarla, agarró a una de las mulatas que barrían la rotonda, llevándola en brazos a su
habitación. Marcial, oculto detrás de una cortina, la vio salir poco después, llorosa y
desabrochada, alegrándose del castigo, pues era la que siempre vaciaba las fuentes de
compota devueltas a la alacena (11)
Del siguiente fragmento, analizamos que muchos de los comportamientos de
nuestro personaje en la edad adultez y madurez se deben a las conductas que tuvo su padre
en su misma edad y generación. Y por considerarlo apropiado por ser un modelo de respeto
y de admiración, gracias a sus títulos nobiliarios.
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IV ETAPA DE MARCIAL
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Es el regreso a la fecundación y concebimiento de Marcial que lo aborda Carpentier
de la siguiente forma:
Cuando los muebles crecieron un poco más y Marcial supo como nadie lo que había
debajo de las camas, armarios y vargueños, ocultó a todos un gran secreto: la vida no
tenía encanto fuera de la presencia del calesero Melchor. Ni Dios, ni su padre, ni el obispo
dorado de las procesiones del Corpus, eran tan importantes como Melchor.(12)
De esta época podemos decir que el gran ídolo antes de ser niño del bebé Marcial en
sus primeros añitos era Melchor por ser la persona que le brindaba afecto, lo divertía y le
generaba sueños a través de los cuentos fantásticos de elefantes, jirafas y caballos que le
contaba cada momento cuando estaban en la casa o en el carruaje.
El bebé, era un sujeto astuto, tierno e imaginativo porque le gustaba crear e
imaginar para develar sentidos de lo oculto, pero en especial para poder jugar con sus
amigos imaginarios que se llamaban Calambín y Calamban, que no eran nada más y nada
menos que sus propias botas colocadas en cada uno de sus pies. Y las cuales disfrutaba
mucho cuando le salía arena en los días de lluvia.
Otro rasgo llamativo del personaje, es la sencillez, porque se complacía jugando
con elementos bellos como su propio cuerpo o asombraba con lo cotidiano.
Por último, para concluir, el cuento, nos muestra, que el personaje, en la última
etapa, tuvo un amigo, que de niño, le brindó tanta felicidad, tanto así, cuando viejo,
añoraba recuperarla, pues nunca la pudo volver a experimentar durante toda su vida . Que es
nada más y nada menos, que su perro Canelo, porque sacaba zapatos de las habitaciones y
desenterraba los rosales del patio. Siempre negro de carbón o cubierto de tierra roja, devoraba la
comida de los demás, chillaba sin motivo y ocultaba huesos robados al pie de la fuente. De vez en
cuando, también, vaciaba un huevo acabado de poner, arrojando la gallina al aire con brusco
palancazo del hocico. Todos daban de patadas al Canelo. (Carpentier, 1978, pág.13)
12. López Agudelo
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Gracias a su ayuda, fue un bebé aventurero y explorador de la naturaleza, que le sirvieron
para ver, lo bello de la vida e igualmente hacer pilatunas como la de orinar en los diversos
de la casa como el tapete persa.
Bibliografía
Carpentier, Alejo, Guerra de Tiempo: El Viaje a la Semilla.Barcelona: Seix Barral,
1978