El documento describe la cobertura periodística de la explosión de gas ocurrida el 6 de agosto de 2013 en un edificio de la ciudad de Rosario, Argentina. Relata varias historias de personas afectadas por la tragedia, incluyendo a Franco, quien se despertó al borde del precipicio luego de que su departamento colapsara, y a Gisele, una estudiante rescatada por Julio de entre los escombros. También describe los desafíos de cubrir una tragedia que ocurre en el propio barrio de un periodista y las form
7. “A principios del siglo XXI,
el impacto mediático se
mide con la vara del
terrorismo”, según Jean-
François Fogel y Bruno
Patiño contratados por Le
Monde los atentados
ocurridos en Nueva York,
Madrid y Londres a principios
de milenio quedarán en la
historia del periodismo –entre
otras cosas- como
indicadores del consumo que
realizaron las audiencias. De
todos modos, el atentado
perpetrado el 11 de
septiembre de 2001 al
World Trade Center
demostró que la prensa
digital aún no estaba
preparada para soportar
semejante tráfico de
visitas ya que colapsaron
los sitios de prensa.
15. El sabor de la muerte
“Poco a poco, la realidad recuperó nitidez.
Me sorprendió que tanta gente usara
pijama. Pensaba que se trataba de una
prenda en desuso. Un grupo de voluntarios
volvimos al hotel por pantuflas. No
podíamos revisar la estructura, pero
podíamos evitar que se enfriaran los pies”.
Juan Villoro
16.
17.
18. La madre y la novia de Franco se mueven con el impulso que empuja la
desesperación. Van y avanzan entre los cables cortados, los vidrios rotos, lo
ecos de un estruendo inaugural. Eugenia, la madre, es médica y logra
sobreponerse a los improvisados controles que el protocolo de la urgencia
requiere. Florencia la sigue. Llegan hasta un estacionamiento de un
supermercado del bulevar Oroño y desde allí divisan el séptimo piso donde vive
Franco, el novio, el hijo. Y el panorama es desolador. No hay paredes en la
espalda del departamento, solo techo y derrumbe. Hay gritos, desesperación y
confusión. Ellas, aseguran haber visto a Franco por TV, vivo, gritando "estoy
bien". Ellas quieren verlo.
Los periodistas buscamos un número. El número de muertos que nos de la
magnitud real de ocaso. Dicen 20, 30 o 40 como si la tragedia fuera una lotería.
Los familiares que corren hasta Salta y Oroño quieren ver, tocar y abrazar a sus
seres queridos. Florencia y Eugenia no quieren que Franco esté en la lista que
buscamos los periodistas. Franco sale al borde de un balcón que no existe.
Franco grita que está vivo. Vive. En la lotería de la vida, Franco sólo tiene un
manchón de sangre.
A las 9 de la mañana sonó el despertador, pero el futuro ingeniero químico de
33 años que está desocupado no puede levantarse. El despertador sigue
sonando, pero el ruido que moviliza al muchacho es un pitido constante,
llamativo, alarmante. Franco dice que estaba soñando. Entre el sueño y la
ensoñación piensa en un escape de gas, pero sigue durmiendo. Acto seguido, el
fuego, el ruido y el pavor. El joven aparece de golpe en el borde del abismo. En
su departamento de siete pisos ya no hay paredes: sólo techo y piso.
19. Franco esperó casi cuatro horas para ser rescatado. Desde
abajo, su novia y su madre seguían con nerviosismo la acción,
en medio del caos, las corridas y la esperanza. Distinguió entre
los escombros la heladera y la cocina de su vecina. Empezó a
gritar: "¡Norma! ¡Norma!".
Tras eso, llegó hasta su departamento sin entrar por ninguna
puerta. Norma estaba debajo de los escombros. Franco estuvo
casi una hora quitándolos para sacar a su vecina que se salvó
gracias a que una madera de gran porte estaba sobre su cabeza.
Norma estaba inmovilizada. Franco, además de salvarse, salvó a
una vecina.
El joven no vio muertos pero escuchaba que los gritos llegaban
de todos lados. Franco Járiton encontró antes de ser rescatado
sus documentos y su celular. Tenía más de 40 llamadas
perdidas. El hombre que no murió se despertó al borde del
precipicio suspira profundamente "¡Ay Dios!". Se abraza con
Florencia y Eugenia, las mujeres que no tuvieron que leer la lista
negra que buscamos los periodistas en la mayor tragedia que
ocurrió en Rosario.
20.
21. Julio estaba en su auto muy cerca de los Tribunales de Rosario cuando ocurrió la
explosión. Él llamó a su esposa y volvió rápidamente a su casa, que está a dos
cuadras de la tragedia. Guardó el auto y corrió al lugar. "Era un desborde de
gente que iba y venía", cuenta a LA NACION. Aún no había ni vallas ni noticias
trágicas, sólo el caos propio de los primeros minutos. Así entró en el hall del
complejo que tenía tres alas y llegó hasta lo que parecía un patio interno. Había
casi dos metros de escombros, una pila inmensa donde, a primera vista, no se
distinguían personas. Caminó entre las piedras hasta que advirtió que había dos
camas, una arriba de otra, tapadas con vigas, con lo que quedó de la torre
derrumbada. Julio sólo veía sus cabezas, sus cráneos. Empezó a hablarles hasta
que obtuvo respuesta de una mujer joven, quien no había perdido el
conocimiento a pesar de haber caído desde el cuarto piso.
La joven que había caído al vacío se llama Gisele, es estudiante de arquitectura
y estaba enviando un mensaje de texto en el momento de la explosión a sus
compañeros de facultad. Julio estaba trabajando junto a un grupo de cuatro
rescatistas sacando la mampostería de arriba para poder liberar a la
universitaria oriunda de la localidad de Fuentes. Ella gritaba y pedía que la
saquen. La sacaron en una camilla, de ahí fue en una ambulancia hasta el
Hospital Centenario. Según Julio, la joven de 23 años, fue la primera en ingresar
al centro de salud. Mientras iban en camino, le dijo su nombre completo, Julio le
avisó a su esposa por teléfono y así pudieron localizar a sus familiares vía
Facebook.
22.
23. La cuadra de Salta entre Balcarce y Oroño es la que
más caminé en toda mi vida rosarina. La mudanza
desde la pensión de Dorrego 353 al departamento de
Salta 2108 en julio del 92 significó mucho más que un
salto de categoría. No sólo me iba desde una pensión
colectiva a un departamento con privacidad sino que
tiraba mi primer ancla al barrio del Comedor Balcarce,
los ravioles de Bona Pasta, los cafés de El Reloj y la
rotisería que vendías tres pizzas por diez pesos.
Durante cinco años mis pasos universitarios anduvieron
por esa esquina. En el primer piso 'E' se pergeñaron
sueños y deseos de periodista, ahí practiqué
intensamente con una Olivetti verde para escribir algún
día en algún medio, estudié la lingüística de Sausurre y
la sociología de Weber, me desayuné con el fin de la
historia de Fukuyama, entendí lo que era el zapping de
la mano de Landi y Sirvén, no me perdí jamás un
programa de Fabián Polosecki en un viejo Philco modelo
79 que sólo enganchaba los canales de aire: el 3, el 5 y
ATC.
24. ¿Por dónde empezar? ¿A quién preguntar algo?
¿Qué testimonio recoger? En mis años de
productor televisivo tenía un jefe que a los
periodistas quejosos por cubrir notas de pequeño
porte les decía: "No vas a tener una AMIA todos
los días - en alusión al atentado sufrido en el 94 en
la Asociación Mutual Israelita Argentina-. Esas son
las notas fáciles de hacer, donde encuadrás tenés
una historia". Mientras me acercaba más y más al
lugar del desastre recordé esa frase. En cada
rostro había una historia por contar. Esa adrenalina
extraña que segregamos los periodistas en
momentos extremos me generó contradicciones. El
ocaso estaba en mi barrio. Mis vecinos eran los
protagonistas. Mi ex jefe me hubiera dicho: "¡Ahí
tenés tu AMIA!".
Pero yo no deseo contar tragedias.
25.
26. La planificación que sobreviene al caos pretende
contrarrestar el peso de la tragedia. La luz del
amanecer, el silencio durante las búsquedas y la
esperanza de vida debajo de los escombros son tres
características propias del inicio del nuevo día. Las
calles están limpias, el perímetro que rodea a la zona
del desastre es un espacio ascético donde conviven las
fuerzas de seguridad, los trabajadores de la salud, los
funcionarios, los voluntarios, los rescatistas, los
religiosos, los periodistas. Ya no hay vidrios rotos.
Nadie corre, los movimientos son dosificados, la gente
se cruza y se saluda porque el tiempo transcurrido hace
que los rostros se reconozcan. El bulevar Oroño de
Rosario es una gran sala de espera de un consultorio a
cielo abierto. Los diálogos son conversaciones de
ascensor, sólo sirven para probar el canal, para
completar el silencio: "Todo es muy terrible", "¿Cómo
sigue todo esto?", "¡Cuánta solidaridad!", "¿Se
derrumbará el otro edificio?", "Ojalá que haya alguien
con vida", "¿Cuántos muertos serán en total?".
30. 23:55 Juan Mascardi: ¿Tuvieron que sacar muchos
escombros?
23:55 Gisel Patroni Arimany: si en realidad
sacaron de todo. Tmb tenía hierros y carpinterías
clavadas en mi colchon. Fueron de a poco
destrabando todo, desp vino más gente. El médico
y el jefe de bomberos estaban ahí tmb. para
sacarme el último pie tuvieron q agujerear el
colchón y sacarme a presión. 2 hs y media me dijo
Mansilla que estuvieron para sacarme
23:57 Juan Mascardi: ¿Quién es Mansilla?
23:58 Gisel Patroni Arimany: Mansilla es el jefe de
bomberos. Julio le pegaba piñas a los ladrillos
huecos para romperlos, no le importaba nada.
33. La repercusión alcanzó niveles
insospechados. Por ejemplo, la
publicación donde se reflejaban los
lugares donde se recibían ayudas o
donaciones fue compartida 2406 veces y
tuvo un alcance de 87.872 usuarios de
Facebook. Otras publicaciones que
fueron muy compartidas fueron la
información de cómo actuar (624
veces), el requerimiento de dadores de
sangre (403 veces), una galería de fotos
(220 veces), el listado de personas
hospitalizadas (177 veces), la
actualización a cinco personas fallecidas
(414 veces) y la información de la
detención del gasista (108 veces), entre
otros. Además, se buscó traccionar todo
ese cúmulo de información desde
Facebook a la web. Más de mil personas
hicieron click en “me gusta” en la Página
Oficial de Canal Cinco en Facebook. El
alcance en esta red social se septuplicó.
Se pasó de un promedio de 68 mil a 453
mil usuarios.
43. - Mamá, tengo miedo.. Me parece que es el edificio de papá.
-No, hija. No creo, habiendo tantos edificios..
Así habló Agustina, de 21 años, con Marcela, su madre, la mañana
del 6 de agosto de 2013, cuando las noticias de último momento
acaparaban todos los medios de comunicación. Las primeras
informaciones referían a la explosión en la esquina de Salta y
Oroño, en Rosario. Marcela Nissoria, profesora de educación física,
que desde aquel día no pudo volver a trabajar, primero dudó, luego
sospechó y, por último, se desesperó en una búsqueda frenética.
La noche del 5 de agosto Marcela y Hugo cenaron juntos. Ellos no
estaban conviviendo. "Íbamos y veníamos, nos veíamos todos los
días, compartíamos la crianza de nuestra hija, las reuniones
familiares", recuerda Marcela. Desde julio Hugo se quejaba por la
poca presión de gas que había en el edificio de Salta 2141. "No
puedo calentar el agua ni para un mate", había dicho. Hugo
trabajaba en un servicio de ambulancias y un compañero le cambió
la guardia. Ese cambio de horario hizo que la explosión lo
encontrara en el departamento del 8° piso aquel 6 de agosto.
44. Cada historia pide ser narrada de una manera
Los límites narrativos de un formato son las
posibilidades de otro
No elegir antes de llegar y de sentir
Decidir en función del valor agregado de
nuestra propia mirada
El detalle puede sumar, siempre que sea
paradigmático de un colectivo
45. La noticia no tiene lugar ni hora es un tópico
El 6 de agosto de 2013 el lugar común fue
concreto, exagerado.
Nunca estamos preparados hasta que ocurra.
Pero puede ocurrir, aquí y ahora.
Lean y manipulen la tecnología. Aprendan y
discutan.
La buenas ideas siempre preceden a las
aplicaciones.