2. Y, habiendo tomado los
cinco panes y los dos
peces, levantó los ojos
al cielo, los bendijo, los
partió y los distribuyó a
los discípulos, para que
los sirvieran a la gente.
Y comieron todos, y se
saciaron, y de lo que
sobró se sacaron doce
canastos.
Lucas 9, 11b-17.
3. La fiesta del Corpus
Christi expresa la
donación de Jesús.
El cuerpo y la sangre
derramada son signo
de su entrega total
por amor.
En la eucaristía, con
el pan y el vino, Jesús
se entrega de nuevo
a nosotros.
4. El eje de la vida
cristiana es la
eucaristía.
Por ella el amor de
Cristo se actualiza cada
día. Y nos invita a
convertir nuestra vida
en una constante
donación a los demás,
a imitación de Jesús.
5. Dadles vosotros de comer.
Estas palabras de Jesús a los discípulos se dirigen a
nosotros. En el mundo millones de personas sufren
hambre. Y no es solo un problema político, sino social
y moral. ¿Qué hacemos los cristianos ante el
hambre?
6. No solo hay hambre de pan, sino hambre de
afecto, de alegría, de paz.
Hay hambre espiritual, hambre de amor.
Al igual que en nuestras sociedades ricas,
también hay mucha gente mal alimentada…
7. El mal alimento provoca sobrepeso y
enfermedad; así también la mala nutrición
espiritual provoca enfermedades sociales y
psíquicas que nos afectan.
8. Los niños necesitan alimento y protección
para sobrevivir.
Pero para crecer sanos y armónicos necesitan
a diario bocados de cariño y besos.
Se nutren del amor de sus padres.
9. También los niños necesitan alimentarse de
Dios. No basta traerlos a catequesis y que hagan
la primera comunión: necesitan seguir viniendo
para poder crecer espiritualmente y ser adultos
maduros y comprometidos.
10. A menudo olvidamos
que ese pan
eucarístico de cada
domingo nos da la
Vida.
Y muchos
abandonan la fe
porque dejan de
comer ese pan y se
debilitan.
11. La eucaristía no es un invento de los
apóstoles, sino un regalo de Dios. «Haced
esto en memoria mía»: nos lo pide porque
quiere alimentarnos. Hemos de pasar de la
obligación a la invitación. Comer su pan es
gustar el cielo aquí, en la Tierra.
12. Al salir de misa, cada cristiano es una custodia
viviente: llevamos a Jesús dentro. Dejemos que
su amor se grabe hondamente en nuestro
corazón y transforme nuestra vida.