El documento compara las lecturas del tercer domingo de tiempo ordinario del ciclo C. En la primera lectura, el pueblo se emociona al escuchar la ley de Dios después de un largo exilio. En el evangelio, Jesús anuncia que se cumple la profecía de liberación leída de Isaías. El documento enseña que Dios ama la alegría y la vida plena, y que esta se vive en comunidad compartiendo el gozo de estar vivos.
El gozo en el Señor, fortaleza para vivir en comunidad
1. EL GOZO EN EL SEÑOR ES VUESTRA
FORTALEZA
3R DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
Hoy podemos comparar la primera lectura de Nehemías y el
evangelio de Lucas. En la primera, los sacerdotes leen la ley de Dios
ante el pueblo, reunido tras un largo exilio. En la segunda, Jesús va
a la sinagoga de Nazaret y lee unos versos del profeta Isaías, que
prometen salvación y liberación al pueblo. ¿Cómo reacciona el pueblo
de Israel en la primera lectura? Se emociona, llora, se conmueve. Y
los sacerdotes invitan a no llorar, sino alegrarse. La ley de Dios es
buena y alegra el corazón, como dice el salmo de hoy, y Dios quiere
que su pueblo sea feliz y lo celebre. Los levitas dicen a la gente:
bebed vino dulce, comed, dad comida a quien no tiene… «No estéis
tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».
Y ¿qué dice Jesús al terminar su lectura? ¡Hoy se cumplen estas
palabras que habéis oído! Los ciegos ven, los cautivos son liberados,
la buena nueva es anunciada a los pobres… Dios es un Dios de paz
y de fiesta, no de duelo y lágrimas. Dios es Señor de misericordia,
ternura y bondad, no de severidad y castigo. Dios quiere que su
pueblo amado viva en plenitud.
Podemos extraer dos enseñanzas de las lecturas de hoy: Dios ama
la alegría y la vida. En este año de la Misericordia haremos bien de
buscar ese rostro tierno y sonriente de Dios, que nos mira con
dulzura y quiere regalarnos todo su amor. Pero esta experiencia no
se vive en solitario. Ambas lecturas hablan de un pueblo, una familia
humana. La plenitud se vive en comunidad, compartiendo con los
demás la gratitud y el gozo de estar vivos.
San Pablo en su carta a los corintios hace una comparación
bellísima de lo que es la Iglesia: un cuerpo. Cada persona es distinta,
como los diferentes miembros del cuerpo, pero todos somos
necesarios. Hay diversidad pero una misma dignidad: nadie es más
importante que otros. Si un miembro sufre, sufren todos: el dolor de
algunos afecta a los demás, estamos llamados a ser solidarios.
Cuando una comunidad es realmente un cuerpo, está unida y resiste
todos los embates y crisis, y además crece y da frutos. ¿Somos de
verdad un cuerpo? ¿Creemos que somos infinitamente amados por
Dios, que nos ha creado y salvado? Si lo vivimos así, con gratitud
compartida, el gozo del Señor será en verdad nuestra fortaleza.