Este documento discute la diferencia entre comunicación científica y divulgación científica. Originalmente, los investigadores escribían para audiencias científicas en revistas especializadas, mientras que los periodistas escribían para el público general sobre avances científicos importantes. Sin embargo, con Internet, es más difícil distinguir entre estas áreas ya que los científicos ahora también comunican directamente con el público a través de blogs y redes sociales.
Comunicar o divulgar: ¿para quién escriben los investigadores?, ¿para quién los periodistas científicos?
1. revistas científicas
Comunicar o divulgar
¿Para quién escriben los investigadores? ¿Y los periodistas científicos?
por Javier Badía
Socio de honor de la UNE
¿Es lo mismo comunicación científica
que divulgación científica? Son
conceptos diferentes, que tienden a
confundirse, como he observado en
algunos foros en los que me muevo. Antes,
las cosas estaban bastante claras. Los
científicos, los investigadores, escribían
para la comunidad científica en su
propio ámbito (si era en Biología, para
biólogos; si era en Matemáticas, para
matemáticos). Lo hacían en publicaciones
especializadas, cuyas principales
características eran sus cortas tiradas
(raramente más de trescientos ejemplares),
que se difundían por suscripción (de
habitual, bibliotecas), muy normalizadas
(los artículos respondían a una estructura
muy detallada), de baja periodicidad
(semestral o anual), con muy pocas
concesiones al diseño (excepto en la
cubierta), con el texto a una columna
y sin apenas ilustraciones… Estas
publicaciones cuando estaban financiadas
con dinero público (editadas por
universidades o centros de investigación)
no tenían beneficios (ni importaba) y
rara vez sus contenidos llegaban a la
sociedad (al menos, de forma directa).
Se quedaban en el ámbito científico.
Los avances científicos que trascendían
solían publicarse en revistas científicas
de muy reconocido prestigio. De esta
forma, esas cabeceras eran también más
conocidas entre el gran público. En esos
casos, los artículos eran «traducidos» para
su divulgación.
para poder contar a sus lectores (o a
sus oyentes, o a sus espectadores) de
manera atractiva los avances de la
ciencia. También querían anticipar
las consecuencias de lo que se «cocía»
en los laboratorios. Algunas secciones
adoptaron el título genérico de Futuro.
Manuel Calvo Hernando (http://www.
manuelcalvohernando.es/), fundador de
la Asociación Española de Periodismo
Científico, fallecido desgraciadamente el
año pasado, hablaba de que el valor de
la divulgación se produce cuando los
descubrimientos pasan a la categoría de
noticias. Toda su larga vida profesional
la dedicó, como un apóstol laico, a
desarrollar y poner en práctica el concepto
de divulgación científica, distinto al de
comunicación científica, tal y como
desde aquí se podría entender. Y en este
sentido, le preocupaba especialmente
el lenguaje oscuro, propio de la
especialidad, que había que llevar a un
lenguaje claro y sencillo, propio del
periodismo, pero riguroso siempre.
Neologismos, extranjerismos, y tecnolecto,
se convertían en barreras para la
comunicación eficaz.
En los periódicos también escribían
investigadores (entonces como ahora),
pero no todos utilizaban un lenguaje
claro y accesible. Importaba, sobre todo,
su firma, por prestigio para el medio
de comunicación. Y los campos de juego
estaban bastante definidos.
Pero con internet todo ha cambiado.
Las revistas científicas en papel ahora
son revistas electrónicas y, además,
de libre acceso. Ya no cuentan ni tiradas
ni suscripciones. Las consultas en las
bibliotecas (decenas) se han sustituido
por descargas de los artículos (millares).
El nuevo soporte no devalúa (no debería) el
prestigio de las publicaciones ni comporta
riesgos en los derechos de propiedad
intelectual. Hay un nuevo valor en alza,
el de la difusión, y una revalorización
del compromiso social, porque
ahora todo es más evidente. Portales
científicos, bases de datos en línea, blogs
especializados, todo contribuye y confluye
en las redes sociales. Los territorios
están ahora más difusos. Es más difícil
distinguir la revista de comunicación
científica (de investigador a investigador)
de la revista de divulgación científica
(de periodista o investigador, al gran
público). Hoy, el científico ha escalado a
los primeros puestos en el reconocimiento
social. Bien está.
A principios de los años ochenta del
siglo XX los periódicos abrieron secciones
de ciencia y tecnología. Y se empezó
a hablar de innovación en la Prensa.
Y algunos periodistas se especializaron
libros N.º 26 Primavera 2013
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