DIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptx
Entrevistas Sobre El Ready Made
1. FRAGMENTOS DE ENTREVISTA SOBRE EL
“READY-MADE” CON MARCEL DUCHAMP.
I.
KATHARINE KUH – ¿Qué buscaba usted cuando inventó los “ready-mades”?
DUCHAMP – La cosa curiosa acerca de los “ready-mades”, es que nunca he podido llegar a una definición o
explicación que me satisfaga plenamente. [Cualquier objeto hecho, aislado de su significado funcional, puede
convertirse en un “ready-made”, ya sea con o sin embellecimiento posterior, N. de la A.]. Todavía existe magia
en la idea, así que preferiría conservarla en esa forma, en vez de tratar de ser esotérico acerca de ella. Pero
hay pequeñas explicaciones y aún ciertos rasgos generales que se prestan a discusión. Digamos que uno usa
un tubo de pintura: uno no lo hizo, sino que lo compró y lo usó en calidad de “ready-made”. Incluso si uno
mezcla dos bermellones juntos, es también una mezcla de dos “ready-mades”. Por tanto, el hombre nunca
puede empezar de la nada. Tiene que empezar con cosas ya hechas, como lo son, incluso, su propia madre y
su propio padre.
Mis “ready-mades” no tienen nada que ver con el objet trouvé, porque el llamado “objeto encontrado”, está
completamente bajo la dirección del gusto personal. El gusto personal decide que este es un objeto hermoso y
único. El hecho de que la mayoría de mis “ready-mades” fueron producidos en masa y podían ser duplicados,
es otra diferencia importante. En muchos casos, efectivamente, se repitieron, evitándose así el culto de la
unicidad, del arte escrito con “A” mayúscula. Yo considero el gusto –bueno o malo– el enemigo más grande
del arte. En el caso de los “ready-mades”, traté de permanecer alejado del gusto personal y ser
completamente consciente del problema. De ahí proviene el que, en un período de casi cincuenta años, he
aceptado solamente un número pequeño de “ready-mades”. Si hubiese estado produciendo diez diarios, la
idea completa hubiera quedado destruida, porque grandes cantidades aisladas inmediatamente producen un
gusto personal. Agregando lo menos posible a mis “ready-mades”, trato de conservarlos puros. Naturalmente,
todo esto difícilmente soporta una discusión trascendental, porque es el caso que mucha gente puede probar
que estoy equivocado, simplemente señalando que escojo un objeto más bien que otro y así impongo algo de
mi propio gusto personal. Nuevamente digo que el hombre no es perfecto, pero al menos he tratado de
permanecer tan apartado como me ha sido posible y no crea usted, ni por un minuto, que ello no haya sido
una tarea difícil. No estoy en absoluto seguro de que el concepto de los “ready-mades” no sea la más
importante idea individual que se desprende de mi trabajo.
Versión castellana extraída de Katharine Kuh, Habla el artista, Libreros Mexicanos Unidos, México, 1965.
II.
PIERRE CABANNE – ¿Cómo llegó a la elección de un objeto de serie, un ready-made, para convertirlo en una
obra?
MARCEL DUCHAMP – Debo hacerle notar que no quería convertirlo en una obra. La palabra ready-made no
apareció hasta 1915, cuando fui a los Estados Unidos. Me interesó como palabra, pero cuando puse una
rueda de bicicleta sobre un taburete, y la horquilla cabeza abajo, no había en ello ninguna idea de ready-made,
ni siquiera de cualquier otra cosa, se trataba, simplemente, de una distracción. No tenía ninguna razón
determinada para hacerlo, ni intención de exposición ni de descripción. No, nada de eso…
2. P.C. – Pero había en ello algo de provocación…
M.D. – ¡No, no! Es muy fácil. Vea la Pharmacie. La hice en un tren, en la penumbra, en el crepúsculo, me
dirigía a Rouen, en enero de 1914. Se percibía dos lucecitas al fondo del paisaje. Poniendo un poco de rojo y
verde esp se parecía a una farmacia. Ése es el tipo de distracciones que tenía en el espíritu.
P.C. – ¿Se trata también del azar en conserva?
M.D. – Evidentemente.
Compré el paisaje en un almacén de accesorios artísticos. Sólo hice tres Pharmacie pero ignoro dónde están.
El original perteneció a Man Ray.
En 1914 hice el Porte-bouteilles. Lo compré simplemente en el Bazar del Ayuntamiento. La idea de una
inscripción entró en la ejecución en ese preciso momento. En el botellero había una inscripción que ahora no
recuerdo. Cuando me fui de la rue Saint-Hippolyte para ir a los Estados Unidos, mi hermana y mi cuñada se lo
llevaron todo, lo echaron a la basura y no se habló más de ello. Fue principalmente en 1915, durante mi
estancia en los Estados Unidos, cuando hice otros objetos con inscripción como la pala para nieve en la que
escribí algo en inglés. La palabra ready-made se me presentó en ese momento, parecía adecuarse
perfectamente a cosas que no eran obras de arte, que no eran esbozos, que no se aplicaban a ninguna de las
expresiones aceptadas en el mundo artístico. Todo eso me impulsó a hacerlo.
P.C. – ¿Qué era lo que determinaba en la elección de los ready-mades?
M.D. – Dependía del objeto; generalmente era preciso defenderse del look. Es muy difícil elegir un objeto
debido a que, al cabo de quince días, uno acaba apreciándolo o detestándolo. Se debe llegar a una especie de
indiferencia tal que uno no posea emoción estética. La elección de los ready-mades está siempre basada en la
indiferencia, así como en una carencia total de buen o mal gusto.
P.C. – Para usted, ¿qué es el gusto?
M.D. – Una costumbre. La repetición de una cosa ya aceptada. Si se empieza de nuevo varias veces alguna
cosa se convierte en el gusto. Bueno o malo es lo mismo, es siempre gusto.
P.C. – ¿Cómo se lo hizo para escapar del gusto?
M.D. – Mediante el dibujo mecánico que no soporta ningún gusto puesto que está al margen de todo tipo de
convención pictórica.
Fragmento extraído de la versión castellana del libro de Pierre Cabanne, Conversaciones con Marcel
Duchamp, Ed. Anagrama, Barcelona, 1972.
III.
MARCEL DUCHAMP – Ya sabes que no soy hombre que construya torres de marfil.
3. JAMES JOHNSON SWEENEY – Recuerdo una frase de un texto de Henri-Pierre Roché en donde contaba
que siempre te las arreglabas para contradecirte ¿Sigues con el afán de no repetirte?
M.D. – ¿No entiendes que el peligro esencial está en llegar a una forma de gusto, aunque fuera el gusto del
Molinillo de chocolate?
J.J.S. – Así pues, según tú, ¿sería el gusto la repetición de cualquier cosa ya aceptada?
M.D. – Exactamente. Es un hábito. Pásate un tiempo empezando varias veces la misma cosa y verás cómo se
convierte en un gusto. Si interrumpes tu producción artística tras haber creado una cosa, ésta se convierte en
una cosa en sí y se mantiene como tal. Pero si se repite cierto número de veces, llega a ser gusto.
J.J.S. – Y el buen gusto es la repetición de lo que aprueba la sociedad, y el mal gusto la misma repetición de
lo que no aprueba. ¿Es eso lo que quieres decir?
M.D. – Sí, que el gusto sea bueno o malo, carece de importancia, pues siempre es bueno para unos y malo
para otros. La calidad apenas importa, lo que importa es el gusto.
J.J.S. – Entonces, ¿cómo pudiste escapar al buen y al mal gusto en tu expresión personal?
M.D. – Mediante el empleo de técnicas mecánicas. Un dibujo mecánico no sobreentiende ningún gusto.
J.J.S. – ¿Porque está divorciado de la expresión pictórica convencional?
M.D. – Al menos eso era lo que yo pensaba por aquella época, y es lo que hoy sigo pensando.
J.J.S. – Este divorcio, esta liberación de toda intervención humana en la pintura y el dibujo, ¿acaso tienen
alguna relación con el interés que mostraste por los ready-mades?
M.D. – Naturalmente, fue mi intento de sacar una conclusión o una consecuencia cualquiera de esa
deshumanización de la obra de arte lo que me llevó a concebir los ready-mades. Tal es, como ya sabes, el
nombre que di a esas obras que en realidad ya están hechas. Fíjate por ejemplo en mi ready-made Jaula de
pájaro: intenta levantarla, es demasiado pesada, pues esos cubos blancos que hay dentro y que a tí te
parecen terrones de azúcar son en realidad cubos de mármol. Es un ready-made en donde el azúcar se ha
vuelto mármol, creando un efecto en cierto modo mitológico. Mira ahora un ready-made fechado en 1916. Es
un ovillo de cordel entre dos placas de cobre. Antes de terminarlo, Walter Conrad Arensberg metió algo en el
interior del ovillo, sin decirme lo que era, y la verdad es que jamás intenté averiguarlo. Era una especie de
secreto entre nosotros, y, como hacía ruido, lo llamamos el objeto Ready-made con ruido secreto. Escúchalo.
No sé, no sabré nunca si es un diamante o una moneda.
De Marcel Duchamp, Escritos Duchamp du Signe.