1. EL QUE DIJO SÍ Y EL QUE DIJO NO
Juez deseo: juzgar al Gran Dictador
¿el interés del juez es el interés común?
de camino al juzgado, se encuentran con:
• Coro de economistas (materialismo) – son los hijos del Gran Dictador. No es bueno para
nuestra economía remover las cenizas del pasado.
• Coro de jueces cantores (leyes) -Lecturas arbitrarias. Lenguaje jurídico muy codificado-:
• Las leyes habilitan al juez para juzgar al Gran Dictador.
• Las mismas leyes impiden que el juez juzgue al Gran Dictador.
• Gran Coro de los muertos (conciencia) – representan la conciencia del juez. Los muertos
se le manifiestan en forma de pensamiento.
Al abrir la puerta del juzgado, dos opciones:
Decir SÍ. Decidir juzgar. Lo íntimo se hace Decir NO. No juzga. Un no público puede
público. Lo inhabilitan. No consigue juzgar al convertirse en un sí íntimo. Sigue ejerciendo,
Gran Dictador. No puede abrir nuevas causas. pero su conciencia no descansa. Por la
El juez vaga, sin trabajo, por la calles de la noches el Gran Coro de los Muertos no le
Gran Ciudad. deja dormir. ¿Se puede continuar la lucha en
silencio?
2. PARÁBOLA
Y salió el juez a impartir su justicia. En el camino a la casa de la Señora Justicia, se encontró con
un grupo de jóvenes licenciados en economía y los jóvenes le dijeron: ¿A dónde vas? ¡Vuélvete
a tu casa! La bolsa está frágil. Provocarás una bancarrota con tus pamplinas. Solo piensas en ti.
Y el juez, pensativo, siguió su camino hasta encontrarse con algunos de sus colegas; mientras
unos le decían: ¡Por la ley 13.76 del artículo IV de la causa 1.237 no tienes potestad para hacer
tal cosa!, otros le recriminaban: ¡Ya era hora! Según ese mismo artículo debes de hacerlo. Solo
tu puedes hacerlo.
Y el juez, algo confuso, caminó hasta la puerta de la casa de la Señora Justicia, donde se le
aparecieron cientos de fantasmas, cada uno con una mano y con un pie del otro, todos
mezclados, y le dijeron: ¡Queremos nuestros brazos y queremos nuestras manos!
Al pasar bajo el umbral de la casa de la Señora Justicia, ésta le ofreció un vaso de leche con
galletas -por las molestias del paseo- y el juez tuvo que decidir si seguía o no con su causa.
El juez que decidió juzgar al Gran Dictador; fue juzgado. No pudo defender esta causa ni
otras venideras, ya que fue suspendido de empleo y sueldo por un tiempo similar a la
eternidad. Lo privado se convirtió en público y fue condenado por ello.
El juez que decidió no juzgar al Gran Dictador; no fue juzgado. Pudo defender otras causas,
pero ninguna de tal importancia. Por la noche el Gran Coro de los Muertos se le aparecía en
sueños, reclamando su derecho a una nariz única, a una oreja en cada lado. Lo privado
siguió siendo privado y el juez tuvo las manos atadas.
3. TESIS: juzgar al Gran Dictador.
ANTÍTESIS: no juzgar al Gran Dictador.
SÍNTESIS: cualquier opción es positiva y negativa. Fomentar el pensamiento crítico.
El Coro de Jueces Cantores representa la codificación de la justicia, la balanza se puede inclinar a
los dos lados, depende de quién interprete las leyes.
¿Cuál es el verdadero motivo que impulsa al juez a actuar: piensa en las familias de los
muertos, piensa en su propio beneficio, gloria y fama?
Se puede introducir un coro que represente al Jurado Popular. Este coro estaría presente en el
juicio al propio juez y polarizaría más los puntos de vista.
4. EL ABUELO QUE DIJO SÍ Y EL ABUELO QUE DIJO NO
Un viejo anciano tenía a su mujer moribunda, agonizando en su vieja cama de hierro. Como
última voluntad ésta le pidió que encontrara al hijo pequeño que les arrebató la guerra. La
Maldita Guerra, como gustaba decir a la pobre viejecilla.
El abuelo, en su largo periplo, se encontró con el Gran Coro de los Muertos. Éstos le
empezaron a reclamar la vida que les fue quitada, los miembros que les pertenecían, las
nucas sin profundos agujeros. Y el viejo aceptó su reto, pues le pareció escuchar la vocecilla
de su joven hijo entre aquel batiburrillo de ecos.
Más adelante, apareció en su camino, un grupo abogados. Abogados y dueños de las tierras
donde descansaban sin descansar fantasmas de épocas pasadas. Sus fantasmas. Y los
licenciados le impidieron el paso más allá de sus cercas.
El viejo tenía dos opciones:
Hubo un abuelo que por la noche escabulló su cuerpo entre las vallas y con ayuda de sus
temblorosas manos empezó a escarbar, como escarba la gallina con su pico en busca de
la sabrosa lombriz. Al poco tiempo de ensuciar sus artríticas rodillas, un fuerte fogonazo
le nubló la vista. Los propietarios le juzgaron por allanamiento de morada y pasó sus
últimos días encerrado en una sucia celda, lejos de su mujer.
Otro abuelo, en cambio, mirando fijamente las arrugas de sus brazos, decidió volver a
casa y cuidar de su mujer. Se inventó una bonita historia y la acompañó hasta su último
suspiro. Cuando ésta murió, en cambio, no pudo descansar ninguna noche. Su mujer, en
sueños, no paraba de aullar nanas a su niño desaparecido.