1. Un camino de esperanza
1. INTRODUCCIÓN
La invitación a celebrar el Gran Jubileo a fin de conmemorar el 2000
aniversario del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo es al mismo
tiempo una invitación a vivir la esperanza que el Salvador del Mundo trae a toda la
humanidad.
Hoy se habla de falta de horizonte y de esperanza, de vacío espiritual
y carencia de grandes ideales. El ambiente cultural del mundo de hoy
transita por la aprobación de leyes que van en detrimento de la vida
del hombre, por un lado, mientras por otro se buscan formas de salvar
la naturaleza. Como si la naturaleza y la vida humana se enfrentarán
en una contradicción existencial sin retorno.
La Iglesia siempre coloca a Cristo cómo punto de referencia para las
reflexiones y tomas de decisión. Pero muy particularmente lo hace
en esta etapa preparatoria al Jubieo como un signo de esperanza que
prende devolver a las personas los valores de la fe, el amor entre
hermanos, la autoestima, el respeto y la confianza mutua, la solidaridad
comunitaria y la capacidad de instituir nuevos dinamismos para
construir una nueva historia humana.
La historia, escrita por los seres humanos, tiene como campos de
actividad el vasto panorama político, el mundo de la economía y toda
una situación social que obedece a una determinada cultura y que al
mismo tiempo la gesta. Dentro de todo este escenario se van dijubando
los diversos acontecimientos que hacen a la histioria humana
acompañada por Dios como Padre misericordioso.
2. ALGUNOS ASPECTOS HISTÓRICOS
Queremos referirnos en éste momento a un período concreto de
nuestra historia nacional, el de los últimos cincuenta años.
Apuntaremos solamente algunos aspectos.
Este período comienza después de la Guerra del Chaco, cuando el
país fue sacudido por una gran ansiedad de renovación. La Iglesia,
entonces, bajo el pastoreo de Monseñor Juan Sinforiano Bogarín,
primer Arzobispo del Paraguay e incansable gestor de la
reconstrucción moral del país, acompañó el caminar de este pueblo
que después de la guerra necesitaba de ese aliciente que lo llevara a
gozar de días más venturosos. Pero el movimiento que comenzara
con tanto entusiasmo luego de la guerra terminó abortando, para reaparecer en
1946.
2. Se trata, pues, de unos acontecimientos dolorosos, en su mayor parte,
pero al que recordarlos tiene que provocar en nosotros una reflexión
serena y profunda, una determinadas acciones que cubren las heridas
del pasado y una capacidad de promover liderazgos que se
comprometan con una nueva época en la historia de nuestro país.
La revolución del 47
Una buena parte de la población aún recuerda con dolor los
acontecimientos de la revolución de 1947.
Cincuenta años han pasado desde aquella época en la que el fervor
por la democracia, ya ensayada en 1946, es contagiante; se hablaba
de una primavera democrática. Los espíritus estaban exaltados y las
corrientes políticas se encontraban en un momento fuerte para la
explosión cívico-militar. De hecho, en marzo de ese año enfrentan
las fuerzas antagónicas y durante meses el país entero se sume en la
desesperación, en la pobreza, en el caos institucional y en la violencia
que no respeta a niños o a mujeres o a personas en edad avanzada.
Muchas familias se disgregan por causa de la fugas obligadas y las
migraciones a países vecinos. El luto envuelve también a aquellas
familias que han tenido la triste experiencia de perder a padres,
esposos, hijos. A toda luces es un hecho histórico que marcó la vida
de la comunidad paraguaya dejando hondas huellas de dolor, de odio
y rencor individual e institucional que aún perduran en la memoria de muchos
adultos.
Luego de este triste acontecimiento nacional, la situación anárquica
del país no permitió la estabilidad de ningun gobierno que pudiese
consolidar las bases fundamentales de las cosas pública. Se sucedieron
muchos gobiernos en pocos años, lo que sumió al país en el letargo y la
desconfianza.
Se imponía en ese momento la restauración de todo orden: en lo
político se debía buscar estabilidad ciudadana con un gobierno estable:
en lo económico y social, se imponían la búsqueda de medios para
salir de una situación de carencia global: pero sobre todo, se sentía la
necesidad de una renovación de las fuerzas morales y espirituales de
todos los paraguayos. Una vez más Mons. Bogarín lanza una carta
pastoral exhortando a todos a colaborar en la reconstrucción moral del país.
35 años de dictadura
No pasaron muchos años hasta llegar a la época que volverá a marcar
negativamente y por siempre la historia de nuestro país. Se trata de
un gobierno autocrático, que con el sostén del partido de gobierno y
de las Fuerzas Armadas concentró en si todo el poder político,
económico, cultural. Su metodología fue dirigista con escasa
participación del pueblo, participación siempre condicionada a los
3. intereses del sistema. El bien común no estaba determinado por las
necesidades sociales sino por el oportunismo de la dirigencia.
Los resultados de treinta y cinco años de gobierno dictatorial, aunque
con logros importantes, sobretodo en la formación de la infraestructura
material como rutas asfaltadas, medios de comunicación, las
hidroeléctricas de Acaray e Itaipú, entre otros, tuvo consecuencias
muy negativas. Se multiplicaron los exiliados. El ejercicio de la misma
política interna despojó a los diversos partidos de su creatividad
ideological para convertirse en reflejos incongruentes con su propia
doctrina para ajustarse a los dictámenes del regimen. La
institucionalización del país que caminaba por las sendas de una cierta
estabilidad no respondía a los parámetros de una verdadera república,
sino a los diseños del poder unipersonal.
Si bien se viviá una estabilidad monetaria, la política económica no
se fundamentaba sobre sólidos pilares. El gran emprendimiento de la
hidroeléctrica de Itaipú hizo conocer al país en el mercado
internacional. Mucha gente se vio beneficiada por este
emprendimiento tecnológico. Pero mucha más gente se vio afectada
por la incapacidad de alcanzar los parametros de vida que Itaipú
ofrecía. De pronto surgen los grandes negociados y una cultura
monetaria que fue minando la mente y el corazón de muchos
paraguayos. Una mentalidad de corrupción económica va creciendo
hasta adquirir dimensiones globalizantes. Surge, por primera vez, el
fenómeno de los nuevos ricos en nuestros país, mientras que paulatina
y paralelamente va creciendo una masa pobre que no llega a ver un
horizonte más promisor ara sus legítimos deseos de bienestar. Este
fenómeno de auge económico con los resultados de un desarrollo
vertiginoso en el area energético van acompañando de una profunda
experiencia de empobrecimiento que hoy ha llegado a niveles
alarmantes. Se puede decir que la corrupción en lo económico y otros
aspectos de la vida se ha enraizado en el corazón del hombre
paraguayo, precipitandole a una cada vez mayor corrupción moral.
Por eso decimos que el peor legado de la dictadura fue la destrucción del hombre
paraguayo.
Durante todos estos años hubo muy poco avance en la conformación
de una cultura de élites capaz de crear nuevos espacios de
pensamiento. La misma Iglesia tuvo que mantener su lucha
perseverante y tenez a fin de tener una presencia iluminadora con su
riquísimo contenido de una filosofía cristiana que ayudase a llenar el
vacío cultural existente. Así se formaron hombre y mujeres con un
auténtico pensamiento cristiano y con una conciencia viva de
pertenencia a la Iglesia. Ellos se mantuvieron constantes en la fe y en
el deseo de aportar algo nuevo al mundo intelectual de las
universidades y de las entidades intermedias, en las asociaciones y en el mundo
obrero.
4. Ideologías dominantes
Por otro lado, los auténticos valores humanos fueron cediendo
espacios al pensamiento utilitario y relativista, al razonamiento
pragmático y a una visión sociologista de la vida. La tecnología fue
más importante que el humanismo. De pronto se relativiza el valor
de la vida, y los derechos humanos sufren un deterioro importante.
El positivismo jurídico se va imponiendo sobre los principios más
básicos del derecho de todo hombre y de los pueblos. Todos estos
factores, contrarios a la fe cristiana, ivan minando lentamente la
inteligencia y el sentimiento de los gestores del pensamiento cultural.
Los esfuerzos por implantar los valores humanos en el currículum
escolar se debilitan ante los imperatives de la política reinante que
ocupa todos los espacios de la educación. Y hablamos de la corrupción
de la mente y del corazón cuando la conciencia moral desaparece
ante la ética de la situación o del quehacer colectivo que se impone
sobre la conciencia personal fundamentada en la razón y en la revelación.
La posmodernidad con sus características de que todo es transitorio,
y nada es estable, de que las instituciones no tienen vigencia y que la
tradición no tiene la importancia de tiempos pasados, nos muestran
la brecha generacional que no tiene punto de apoyo para el encuentro
interpersonal. Todo esto lleva a un modo de vivir y de relacionarse
sin referencias permanentes. Asi el ser humano se encuentra con las
manos en el vacío y sumergido en un mar de confusiones. Se produce
entonces el desencanto, y la desesperanza colma el corazón de los
inquietos y de aquellos que sueñan un futuro mejor.
Por eso el peor de los problemas está en lo cultural, que influye
poderosamente en el mundo politico, económico y social, que a su
vez va gestando una cultura en franca decadencia. Caracteriza al
hombre un desarraigo a nivel personal, cultural y religioso, así como
en relación con aquellos valores considerados eternos.
Nuevos aires democráticos
La inquietud de gran parte de nuestro pueblo, sumado a los sueños de
una nueva época alimentada de una fe rudimentaria, pero viseral,
emprende un nuevo camino en los albores de una democracia que comienza.
De hecho, los acontecimientos del golpe militar, y animados
inmediatamente por una civilidad consciente de las necesidades de
cambio, que abre las puertas a la democracia con la proclamación de
la vigencia de los derechos humanos, la dignificación de las Fuerzas
Armadas, el respeto a la Iglesia y la restauración del partido
gobernante, se realiza el 2 y 3 de febrero de 1989, en el vértice de las
fiestas de la Candelaria-luz y de San Blas-Martín. Realidad Socio-
5. Religiosa que puede tener el significado del sacrificio para la gloria.
La estructura autocrática y dictatorial ha cambiado por la de la libertad.
Pero las personas y el proceder de mucha gente en el gobierno no han
cambiado. Los resabios del pasado, eran tan fuertes que
imposibilitaban el cambio substancial en el abrir de las puestas que
dan paso a los aires democráticos que soplan.
La democracia que se ha vivido hasta hoy, dentro de un proceso lento
pero sostenido, no ha logrado aún resolver los graves problemas del
bienestar humano, de la promoción cultural más englobante y de la
política como verdadero servicio al bien común. El respeto a las
personas aún tienen sus fallas en expresiones y sobre todo en las
leyes que por un lado no fomentan la auténtica defensa y promoción
de la persona humana, y peor aún, no la protejen plenamente en el
momento inicial de la vida en todos los casos.
Creemos que ante toda esta historia sintéticamente presentada, la
Iglesia, así cómo cada hombre y mujer qie viven en este suelo, están
llamados a reflexionar seriamente sobre el presente y el futuro que se
quiere. El hacerlo en la visión del designio de Dios permitirá encontrar
la luz necesaria que illumine el camino a seguir.
3. UN CAMINO DE ESPERANZA
La misión de la Iglesia es la misma de Cristo: anunciar la salvación
integral a todas las gentes. Por eso Ella acompaña al pueblo y con él
escribe su historia, que al fin de cuentas es una historia de salvación.
Durante estos últimos cincuenta años, como en el transcurso de la
historia, la Iglesia en el Paraguay, por medio de los Obispos,
Sacerdotes, religiosos y laicos, ha acompañado el caminar de un
pueblo que nunca perdió la esperanza de superar sus innumerables
problemas. Este caminar de la Iglesia tuvo sus luces y sombras, sus
momentos de gracia y sus muchos pecados. Hubo períodos de silencio
y aparente complacencia con la situación reinante. Pero también tuvo
momentos de intensa actividad pastoral y de enfrentamientos
evangélicos contra un régimen dictatorial que en la última década de
su permanencia en el poder no pudo justificarse ante la verdad que la Iglesia le
presentaba.
Es verdad que la posición de los Pastores que no aceptaban el ultraje
a los derechos humanos, la manipulación de la justicia y el sistema
prebendario del gobierno, costó a la iglesia una permanente
persecusión, a veces camuflada, otras veces frontal por parte del
gobierno y del partido oficialista del momento.
Hoy, la Iglesia, comprometida con una nueva evangelización y
6. embarcada en el acontecimiento de la preparación al Gran Jubileo,
continúa anunciando la salvación para todas las personas que viven
en este suelo. Ese anuncio es un grito de esperanza en Jesucristo
Salvador que continua salvando a los hijos de Dios.
Ante toda la realidad humana histórica y social, la Iglesia se concentra
en discernir constantemente la voluntad de Dios para nuestro pueblo
creyente y sediendo de liberación, de salvación, de salud, de bienestar.
Por eso, en esta línea de discernimiento eclesial queremos ofrecer lo
que el señor nos presenta en su palabra y sobre la cual debemos
reflexionar para actuar en consecuencia.
"Conviértanse, y crean en la Buena Noticia" (Mc. 1,15)
Son palabras de Jesús. El invita a la conversión del corazón.
Conversión que significa cambio: un cambio radical en la manera de
pensar y actuar. Un cambio tan profundo de la mente capaz de crear
una nueva mentalidad y un nuevo orden de cosas. Es necesario que
lo viejo termine y que lo nuevo comience a imperar.
Jesús habla del pecado personal, de las enemistades, de la falsedad y
la hipocresía, de los fraudes y los engaños, de los robos y las
ambiciones ilícitas, del pacer desordenado y de las riquezas no
ordenadas al bienestar de todos. Pero se refieren también a las
estructuras del pecado que hacen que el mar se institucionalice en la
sociedad. Esto puede suceder en el campo de la justicia, de las leyes
y de la misma ejecución de los planes del gobierno. Esas estructruras
pecaminosas pueden estar en la familia y en toda la sociedad. Por lo
tanto, hay que deshacerse, despojarse, de todo lo que no contribuya
para que se construya el reino de Dios.
Pero también Jesús nos habla de los misericordiosos que alcanzarán
misericordia, de los que trabajan por la paz porque serán llamados
hijos de Dios. Nos habla de los que lloran por causa de los males, de
las injusticias, porque en el reino de Dios, que comienza en la tierra,
podrá gozar de la justicia, de la verdad, del amor y de la paz.
En este sentido, también la Iglesia, comunidad de los fieles cristianos,
necesita convertirse. Por eso, Ella pide perdón a Dios y al pueblo por
todas sus incoherencias, sus omiciones y sus faltas en contra de la
misión que el Señor Jesús le había encomendado. La Iglesia se
arrepiente de todos los pecados cometidos en su nombre y por sus
miembros, y confía en el perdón misericordioso del Padre que le dará
nuevas fuerzas para continuar anunciando la buena noticia de la
salvación: Jesucristo, muerto y resusitado, que trae una nueva
esperanza para toda la humanidad.
A partir del misterio salvítico de Cristo decimos que el reino de Dios
7. esta cerca, que "está en nosotros", y que ya comienza en esta tierra.
Ese reino es justamente un reino de amor, de justicia, de verdad y de
paz. Y las personas están llamadas a construir este reino con sus
talentos y esfuerzos sabiendo que Jesús "estará con ellos hasta el fin
de los tiempos" para luego gozar del reino de los cielos viendo a
Dios cara a cara.
"Amence unos a otros como yo les he amado" (Jn. 13, 34)
En un país donde el amor farterno se ha debilitado tanto sobre todo
por causa de los antagonismos partidarios y donde los sentimientos
de odio han dejado marcadas las vidas de muchos con cicatrices
imborrables, este llamado del Señor nos interpela a luchar por la
vigencia del amor entre todos los paraguayos.
El mandamiento del amor no tiene un sentido romantico o idilíco o
tan siquiera utópico. Ese mandamiento está inscrito en el corazón de
todo hombre y de toda mujer; es una capacidad innata que hace posible
la vida, la comunidad, el servicio, la sobrevivencia. Amar al otro
como Jesús nos ha amado significa reconocerlo en cada persona
humana con sus derechos y obligaciones, con su dignidad, merecedora
de respeto. Amar significa protejer la vida y el buen nombre del
prójimo, significa pasar por la experiencia del perdón para llegar a la
reconciliación.
En éste año de agitada actividad electoralista que estamos viviendo,
el mandamiento del amor se impone cómo una necesidad
impostergable. Por ejemplo, no se puede ensuciar la imagen de la
otra persona por medio de difamaciones o agravios porque ese no es
el mejor camino para construir un Paraguay que necesita ser sanado
desde la raíz de sus sentimientos. Porque ámence unos a otros significa
también tratarse como hermanos que buscan el mismo fin: vivir en
una familia en armonía, en bienestar y en paz. Significa, por fin, la
unidad de todo el pueblo paraguayo que une su fe a sus anhelos ciudadanos.
El amor fraterno puede conseguir todo esto. El amor fraterno gestará
la civilización del amor y se instaurará la cultura del amor universal
con un nuevo estilo de vida, acorde con el cambio social que hoy
experimentamos. Esta sí será una nueva cultura que el paraguayo
ansía desde lo más profundo de su ser. Y esta es la cultura que Cristo
vino a anunciarnos como la promesa de un nuevo mundo, de una
nueva humanidad. Y como primer fruto de ese amor se vivirá el respeto
al semejante que es hermano en Cristo.
"No he venido a ser servido, sino a servir" (Mt. 20, 2)
Un mundo materializado como el de hoy, y nuestro país se inscribe
en el mundo moderno, vive de las ofertas, de las promesas, de la
8. futurología que los políticos proclaman. En cada campaña electoral
se escuchan las mejores loas y las promesas más apetecibles. Se llega
al punto de manipular la religiosidad del pueblo buscando ventajas electorales.
La política es parte integrante de la vida humana. Nadie puede decirse
apolítico, en el sentido estricto de la palabra, si quiere tener un lugar
en la comunidad humana. Pero, ¿que es la política, si en su nombre
se engañan, se manipula a las personas, se las domina
subliminalmente, y se les promete el cielo en la tierra? En un período
electoral como el que estamos viviendo en nuestro país debemos
reflexionar sobre el sentido exacto de la política.
Ante todo, la política es servicio, una hermosa actitud de vida: servicio
al bien común, al bienestar de las personas. La vocación de los
políticos consiste en ser servidores de la comunidad. Y los mecanismos
y estructuras que procuran realizar el bien de los demás están en
función del bien común,.
Jesús tuvo su política, su actitud de vida muy bien definida al ser
proclamado como el Siervo de Yavé. El se proclama a sí mismo como
Siervo: es el servidor del reino de Dios, del que todos deben formar
parte, donde todos tienen un lugar. En la última cena lava los pies de
los discípulos en señal de un servicio humilde y les exhorta a que
ellos hagan lo mismo (Jn 13, 15). En igual ocasión Jesús dicen a sus
discípulos que ellos ya no son esclavos sino amigos.
El servicio de Jesús es una inspiración para que la política se convierta
en servicio desinteresado, auténtico y eficaz al pueblo. Por eso los
políticos están llamados a tener una fidelidad inquebrantable al pueblo
que ha depositado en ellos su confianza. Por eso no pueden ni deben
servirse del pueblo para sastifacer sus propios intereses personales.
Según la capacidad de servicio desinteresado que los políticos
muestren en el ejercicio de sus funciones, estos serán juzgados por la
conciencia individual y colectiva del pueblo que necesita de canales
y medios para ejercer muchos de sus derechos. Sería entonces
aupicioso que el servicio de la política haga que este año pueda
desembocar en un futuro cercano en un año social.
"¨Compartían sus bienes entre sí…repartían el dinero según las
necesidades de cada uno" (Hch 2, 45)
Si entre las características del hombre de hoy existe una que sobresale
entre otras podría ser la del "hombre económico". Esta caracterización
se fundamenta en el hecho de que los bienes materiales parecen
absorber todas las energías del hombre de hoy. Los que muchos tienen
quieren tener más, y los que poco a nada tienen se afanan porque
puedan tener un poco más, aunque algunos tengan que sortear todo
9. tipo de dificultades para proveer el pan en la mesa de ese día.
Por más de medio siglo el mundo ha estado dividido en dos bloques
a causa de los sistemas económicos que regían la economía mundial;
el colectivismo y el capitalismo. En medio de las tensiones existentes
entre esos dos bloques se jugaban la suerte de la humanidad.
Hoy impera el capitalismo liberal en la administración de la economía
de gran parte del mundo occidental. Pero dejado de éste fluye el
inmenso mar de los que no pueden acceder al majeno libre y
responsable de una economía que tendría que ser la base del equilibrio
humano en lo que respeta a su vida material. Son los pobre y los
miserables de los países en vías de desarrollo y en subdesarrollo.
Nos preguntamos: ¿Donde está el compartir, cualidad humana tan
necesaria que pueda garantizar la sobrevivencia de la humanidad?
¿Donde están los bienen malhabidos? ¿Acaso no es el tiempo de recuperarlos?
En nuestro país hay pobre, y ricos, cómo en cualquier otro país del
mundo. Este es el momento de hacer que la economía responda a los
criterios de la razón, que dice que si no se comparten los bienen de la
tierra tan generosa y abundantemente provistos por el Creador, la
esperanza de tener un país próspero y desarrollado estaría lejos de ser realidad.
Vemos por ejemplo que los cristianos en la comunidad de Jerusalén
han procurado vivir esta enseñanza de Jesús y optaron por un estilo
de vida donde todos sus miembros pudiesen compartir sus bienes y
no existiesen pobre entre ellos. Practicaban la distribución equitativa
de las riquezas que respondían al espíritu del compartir fraterno, fruto
del mandamiento del amor y siguiendo los parámetros de la política
del servicio. Hoy necesitamos hombre y mujeres capaces de elaborar
proyectos y programas en el campo de la economía que hagan posible
la erradicación de la humillante pobreza, de modo que todos tengan
una participación en la abundante mesa de reino que comienza en esta tierra.
La política económica del compartir no puede producir pobres, porque
en el compartir todos tendrán cómo satisfacer sus necesidades básicas
y podrán vivir una vida digna gozando plenamente de la dignidad de los hijos de
Dios.
"Conocerán la verdad y la verdad los harán libres" (Jn. 8, 32)
El problema crucial con el que se encuentra el hombre moderno es el de la
libertad.
En algunas corrientes del pensamiento actual se ha llegado a exaltar
la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto y como
fuente de los valores. Se llega a la decisión concreta basado en un
subjetivismo tan que se actúa de acuerdo con lo que uno quiere,
desconociendo los criterios de la verdad. Este concepto de libertad
10. llega al punto de convertirse en libertinaje porque carece de la base
de una verdad objetiva que oriente los actos genuinamente libres. El
libertinaje no es libertad.
Hoy también existe una crisis de la verdad. La razón humana no llega
a percibir el bien objetivo y moral, quedando el arbitrio de la
conciencia personal el elegir, sin considerar los principios objetivos
de la verdad. Por eso se cae muchas veces en actos irresponsables y perniciosos.
Una convivencia humana que no considera la verdad como fuente de
criterios equilibrados y duraderos no puede tener la experiencia de la
libertad auténtica. Porque la libertad que procura el bien y se orienta
a él, basada en la verdad, es el ejercicio más pleno de la libertad humana.
Una comunidad política, económica y social que vive una cultura del
oportunismo, del placer, del poseer cosas no podrán ser una comunidad
plenamente libre y consciente de su responsabilidad con todos sus
miembros y comprometida con un futuro promisor.
Es más, una comunidad, una nación, que quiera vivir una auténtica
democracia tendrá que comprender que la plena libertad existe cuando
ella obedece a la verdad objetiva, y que esa verdad se refiere al bien
común discernido en la coparticipación de todos sus miembros, de
todas sus clases sociales, de todas sus mediaciones y estructuras.
Una coparticipación libre entre pobre y ricos, intelectuales y
empresarios, entre obreros y campesinos será ciertamente el camino
auténtico hacia una comunidad verdaderamente democrática.
Una democrácia que enarbole los valores de la verdad, de la libertad,
de la responsabilidad podrá desterrar las diversar formas de
totalitarismo, y hará posible que la nación sea aquella donde todos
tengan la oportunidad de ejercer su plena participación. Esta
democracia valorizando la autonomía de las diversas etnias indígenas
y considerándolas como pueblos auténticos harán justicia a sus propios principios.
De igual manera, los medios de comunicación, que tienen por objetivo
fomentar la comunión y la participación y que consideran el disenso
como un elemento fundamental del diálogo, deben tener en cuenta
los principios de la verdad a fin de que la libertad no sea en ningun momento
manipulada.
4. UN COMPROMISO RENOVADOR
Entre una realidad de cincuenta años y el designio de Dios sobre esa
realidad existe un compromiso de ajuste, de adaptación, de conversión,
sobre todo de convertir la historia de una experiencia de hombres y
mujeres que, llevados por el Espíritu de Dios, caminan hacia la
salvación. En este sentido, la Iglesia, institución fundada por
11. Jesucristo, tiene mucho que hacer.
Esa misma responsabilidad la comparten los dirigentes del pueblo,
quienes llevados por su fe y sobre todo cargados de esperanza, tienen
que ofrecer los elementos necesarios para caminar hacia rubros nuevos
y mejores. No escapan de esta responsabilidad última los que no tienen
el don de la fe, que de igual manera se han comprometido a ofrecer al
pueblo mejores condiciones de convivencia. También, el pueblo que
sigue, que emprende proyectos, o que los apoya, es responsable por
éste compromiso universal de hacer que todos vivan más dignamente.
Vivir en concordia y unidad
En nuestro mensaje de proclamación que nos prepara Gran Jubileo,
los Obispos hemos trazado algunos compromisos que deben llevarnos
a una acción por la unidad. Esa unidad nace de la fe en un solo Señor,
por medio de un solo bautismo y bajo la asistencia del Espíritu Santo.
Es la unidad que queremos vivir entre Obispos, Sacerdotes y fieles
mediante la tarea de llevar adelante la nueva evangelización,
renovando nuestros métodos evangelizadores, buscando expresiones
que convenzan a nuestra gente a seguir más de cerca a Jesucristo y de
adquirir el ardor apostólico característico de los primeros cristianos.
Esa unidad en la fe nos hará gozar de la concordia interna de la
comunidad eclesial que buscará expresarse en gestos solidarios que
marquen a la sociedad.
Precisamente, la fe encerrada en un ambito puramente eclesial no
respondería al plan de Dios si ella no fuese un elemento dinamizador
de la unidad entre todos los paraguayos. Porque la unidad y la
concordia que se predica se debe hacer en un contexto histórico y
vital de tal manera que pueda producir frutos.
La invitación a la conversión es algo que todos debemos aceptar a fin
de romper con todo aquello que nos impide estar unidos y en
Concordia. Y el mandamiento del amor no es otra cosa sino un
imperativo del Señor para que todos nos unamos como la vida y los
sarnientos, para dar frutos en abundancia.
Un compromiso con la unidad y la concordia nos interpela a dejar
nuestros mecanismos de defensa, como la indiferencia, o la agresión
en sus diversas manifestaciones. Nos compromete a pedir perdón y a
perdonar y a reconciliarnos como personas, aunque tengamos
proyectos diferentes. Al procurar la concordia y la unidad estaremos
promoviendo la cultura de la solidaridad sin distinciones de ninguna clase.
Un compromiso con la concordia y la unidad nos interpela a mantener
12. viva esa herencia que durante siglos nos identifica como nación; ella
es nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nuestra devoción
filial a la Santísima Virgen María.
Vivir para el servicio fraterno
Todos abrigamos la esperanza de vivir días mejores. La vida como
un don de Dios para la existencia humana nos compromete a luchar
por ella, reconociendo su dignidad y respetando los derechos
inherentes a ella y a toda persona humana desde su concepción hasta
su terminación con la muerte natural.
Las instituciones como la Iglesia, los poderes del Estado, los centros
de enseñanza, las empresas, las asociaciones diversas entre personas,
las familias y los individuos, tienen la grave resposabilidad de
promover la vida y todo lo que ella significa. Para eso, la búsqueda
incansable y la promoción del bien común deben ser un compromiso
prioritario de todos. Ese bien común se individualiza justamente en
una vida digna, en una buena educación, en pan, tierra y techo para
todos, en un trabajo digno y honesto, en la salud, fundamental para la
realización del hombre en la vida diaria, en la seguridad de los
habitantes, en la justicia rápida y eficaz, y en tantos otros aspectos
que constituyen el vasto panorama del bien común.
Pero para que éste compromiso con la vida y el bien común sea
realidad es necesario que todos los agentes de la promoción del bien
común sean reales servidores. Su acción será siempre de servicio al
Bien, y Común, para todos y para cada uno.
Particularmente y en este momento tan importante en nuestro país
hacemos un sincero llamado a los políticos que integran el Parlamento
Nacional, quienes, como representantes del pueblo, fueron investidos
con el inmenso poder de servir al pueblo, para que sirvan con eficacia, honestidad
y patriotismo.
Al mismo tiempo, exhortamos a los miembros del Poder Ejecutivo,
al Poder Judicial, a todos los políticos que militan en sus respectivas
agrupaciones ideológicas, a los militares y policías, para que sean
servidores del bien común y de sus comunidades, y que hagan posible
que esta nación sea un pueblo organizado, un pueblo nuevo en camino
de lograr efectivamente sus esperanzas.
Compartir es vida y esperanza
Cuando Dios crea al hombre y a la mujer les da el poder de administrar
todo lo creado. Les da el gran compromiso de dominar todas las cosas.
Muchos han interpretado el verbo "dominar" en un sentido de
sometimiento, de subyugación, lo que no corresponde exactamente a
la intención del Creador, que es el Señor del universo.
13. El compromiso de "dominar" todas las cosas significa que el hombre
y la mujer, juntos, en comunidad complementaria y participación
recíproca, tienen que administrar todas las cosas según el designio del Señor.
De ahí que la idea de compartir el poder es primigenia y el ejercicio
del poder compartido no es dominador sino distribuidor armonioso de los bienes
creados.
Por eso, es imperativo que todos nos comprometamos a compartir el
poder a fin de no volver a caer en el absolutismo y la dominación. Se
debe ejercer el poder de tal manera que los bienen materiales,
intelectuales y espirituales puedan ser compartidos por todos. Son
tanto los bienes que el Señor nos ha dado y tantas las cualidades que
puso en nuestras manos queriéndonos decir que todos podemos ser
felices si lo sabemos administrar correctamente y en justicia.
De ahí nuestras respetuosa exhortación a todos aquellos que tienen
en sus manos la responsabilidad de administrar la economía de nuestro
país para que lo hagan con un verdadero espíritu evangélico de
administrador sabio y prudente, honesto y veraz. Que a todos les
alcance la oportunidad de tener un digno sustento para que puedan
trabajar con honestidad y dentro del marco de la seguridad.
Que el espíritu solidario sea el gran dinamismo para la distribución
institucional de las riquezas que abundantemente el Señor puso a
nuestro ciudado, para que no haya podre entre nosotros.
A todos los miembros de la Iglesia, exhortamos a que sean solidarios
compartiendo lo que tienen con aquellos que no lo tienen, ya sea
ofreciéndoles la posibilidad de trabajar, por medio de un empleo, y
en los momentos de emergencia puedan dispensar aquella asistencia
que restaure esa característica propia nuestra: la solidaridad.
Hoy más que nunca debemos instaurar la cultura de la solidaridad.
La democracia y la esperanza del pueblo
Los compromisos enunciados y basados en la enseñanza del Señor
Jesús pueden ser vividos dentro de una estructura democrática. De
hecho estamos viviendo en una democracia. Pero mucha gente se
pregunta si la democracia resolverá sus problemas. Otros dicen: ¿Por
qué vivir en democracia si ella afronta nuestros problemas más acuciantes?
En primer lugar, queremos decir que la democracia no es la panacea
que resuelva todos los problemas del pueblo. Ella es un sistema
político que posibilita que todos los ciudadanos puedan participar en
el diseño del país que se quiere y posibilita usar los elementos y las
personas para alcanzarlo. Si los elementos no son buenos y no todas
las personas son aptas, debemos buscar la manera de capacitar a las
14. personas y de procurar tener mejores elementos. Está demostrado
que la democracia es mejor que el totalitarismo político.
La Iglesia apoyó los esfuerzos para que el sistema democrático se
estableciera y estabilizara en nuestro país. Continuará haciéndolo a
partir de su misión evangelizadora, reflexionando sobre la política,
la economía y la cultura desde la fe y la moral.
Pero al mismo tiempo exhorta a todos los dirigentes y al pueblo a
hacer lo mismo a buscar los medios para mejorarla. Porque en
democracia se tiene mejor oportunidad de lograr una justicia imparcial,
un gobierno del pueblo y para el pueblo, y una economía que favorezca
a todos sus habitantes. El camino puede ser largo, pero la esperanza
es la virtud que nos mueve a dar el próximo paso. Quizas nunca se
llegue a una perfecta democracia, como el hombre nunca será perfecto,
pero se pueden tener logros muy significativos mientras existan
personas que sueñen y luchen, que se enfuerzen y que pidan al Señor
para que los mejores anhelos del pueblo lleguen a realizarse.
Hoy, más que nunca, debemos renunciar a la idea de volver a repertir
las experiencias dolorosas de ciencuenta años atrás o de tan solo nueve
años. No queremos un nuevo enfrentamiento donde hermanos lleguen
al derramamiento de sangre. Tampoco queremos que la población
entera tenga que enfrentar las tenurias del sometimiento ante un gobierno
totalitario.
4. CONCLUSIÓN
Al concluir esta carta que con afecto y confianza ofrecemos a todos
los fieles cristianos y a las personas de buena voluntad, creemos haber
contribuido en algo a la reflexión y al compromiso. Tenemos la
seguridad de que si estos principios y acciones se tienen en cuenta y
llegan a plasmarse en proyectos y programas y se llevan a ejecución,
los resultados serán ciertamente para beneficio de todos, y así
tendremos un país más justo y fraterno.
Por eso renovamos nuestro llamado a mantener la esperanza viva, en
Dios Creador y Padre, y en las personas que tienen el talento y la
capacidad para dirigir los destinos de la nación, para que el reino de
Dios que está ya entre nosotros se realice, en cada acto, en cada grupo
de personas y en la sociedad toda. Por eso estamos decididos a
emprender éste camino de esperanza que nos impulsa a renovar
nuestras mejores energías y a poner en práctica nuestros sueños,
nuestros deseos y nuestros proyectos.
Pedimos que Jesucristo, único Salvador del mundo, en estos años de
preparación para el Gran Jubileo del Año 2000, nos de la abundancia
de su Espíritu Santo y nos ayude a realizar estos sueños y sinceros deseos, sin
15. desmayar.
María Santísima, bajo la advocación de Nuestra Señora de los
Milagros de Caacupé, nos guie y proteja siempre. Y con la intercesión
de nuestro Santo compatriota, Roque González de Santa Cruz, y la
de sus compañeros mártires emprendemos éste caminar con los ojos
puestos en la meta de gozar de una patria nueva.
Al terminar esta carta pastoral deseamos a todos muy Felices Pascuas
de Resurrección. Con sicero y fraternal afecto bendecimos a todos.
Asunción, 21 de marzo de 1997
Por mandato de la Asamblea Plenaria
+ Pastor Cuquejo
Obispo Castrense - Secretario General de la CEP