1. TEMA 9. LECCIÓN 3
Las fuerzas políticas marginadas del sistema
2. Durante la Restauración, los
republicanos, carlistas, socialistas y
nacionalistas quedaron relegados a la
oposición y nunca consiguieron obtener
un número suficiente de diputados para
formar gobierno o constituir una minoría
parlamentaria influyente.
3. En la práctica, el sistema de la Restauración
marginó de la vida política a amplios sectores
de la sociedad. Para eso, se formuló una
doble estrategia:
Por un lado, integrar en el juego político a las
facciones más acomodaticias de la oposición,
otorgándoles un espacio reducido en el Parlamento.
Por otro, marginar del sistema a los elementos más
radicales.
4. Carlistas:
Este es uno de los sectores que se decidieron por el
enfrentamiento con la Restauración, la dirección de los cuales,
tras su fracaso bélico, optó por el exilio en Francia y por
constantes conspiraciones; de esta manera, se formaron partidas
de combatientes y se introdujeron armas clandestinamente, pero
los carlistas carecían de capacidad y de apoyos para organizare
levantamientos con fuerza; sin embargo, en algunas ocasiones,
llegaron a colaborar con las insurrecciones republicanas para
derrocar a la monarquía.
Vencido militarmente, el carlismo pretendió presentarse ante la
opinión pública como la única fuerza política auténticamente
católica. Pero el apoyo explícito de una buena parte de la
jerarquía eclesiástica y del Vaticano a la dinastía alfonsina dificultó
el éxito de esta operación y condujo al movimiento carlista a una
escisión. En el año 1888, un sector carlista de carácter integrista,
encabezado por Ramón Nocedal, creó el Partido Tradicionalista,
definido por el antiliberalismo y por la defensa a ultranza de la
tradición y de la religión católica.
5. El Republicanismo:
El gran vencido por el golpe de Estado de 1874, se debió
enfrentar:
Al desencanto de una buena parte de sus seguidores.
A una fuerte represión por parte de las autoridades.
A las divergencias y divisiones dentro del propio partido:
Una pequeña parte del republicanismo, dirigida por Emilio Castelar,
fundó el llamado Partido Posibilista, y optó por entrar en el juego
político de la Restauración, aceptando un papel sencillamente
testemonial.
Los núcleos más radicales formaron el Partido Republicano
Progresista encabezado por Ruíz Zorrilla, que desde el exilio fue
protagonista de varios pronunciamientos a finales de la década de los
ochenta.
El resto del republicanismo unitario se organizó alrededor de
Salmerón.
Los federales, que era el grupo más numeroso, siguió bajo la
influencia de Pi i Margall, su líder histórico.
6. Otras fuerzas políticas
Unión Católica:
Surge gracias al nuevo espíritu del Papa León XIII, favorable a la
participación de los católicos en la política liberal, lo que supuso el fin
del apoyo que una parte de la jerarquía católica española le había
dado al carlismo.
Se funda en el año 1881, y es liderada por Alejandro Pidal. Su
espíritu es conservador y católico, muy crítico con los conservadores.
Partido Democrático-Monárquico:
1881, Segismundo Moret.
Se trata de una escisión izquierdista de los fusionistas (liberais) de
Sagasta unida a los partidarios demócratas de la Revolución Gloriosa
que reivindicaban los principios democráticos de la Constitución de
1869 (Montero Ríos)
Izquierda Dinástica:
1882, Serrano.
8. Uno de los fenómenos más destacados de la
Restauración fue la emergencia de
movimientos de carácter nacionalista y
regionalista en diversas zonas de España,
como Cataluña, País Vasco o Galicia. La
gestación de estos nacionalismos se debe
comprender como una reacción frente a las
pretensiones uniformadoras del sistema
político y administrativo adoptado por el
liberalismo y su pretensión de imponer una
cultura oficial castellanizada, que ignoraba la
existencia de otras lenguas y culturas.
9. El catalanismo
Hacia el año 1830, dentro del contexto cultural del Romanticismo
y en el marco de un Estado liberal español con dificultades para
vertebrar un desarrollo económico armónico, surgió en Cataluña
un amplio movimiento cultural y literario, conocido como la
Renaixença.
En sus comienzos, tenía como fin la recuperación de la cultura
catalana y carecía de aspiraciones y proyectos políticos. Sin
embargo, las primeras formulaciones catalanistas de contenido
político vinieron de mano de Valentí Almirall, un republicano
federal decepcionado, que fundó el Centre Catalá (1882):
Pretendía sensibilizar a la opinión pública catalana con el fin de conseguir la
autonomía, por lo que en el año 1885 impulsó la redacción de un “Memorial
de Agravios”, que le fue presentado a Alfonso XII. El memorial denunciaba
la opresión de Cataluña y reclamaba la armonía entre los intereses y las
aspiraciones de las diferentes regiones españolas.
10. Un grupo de intelectuales, vinculados al
periódico La Renaixença y contrarios al
progresismo de Almirall, fundaron la Unió
Catalanista (1891), una federación de entidades
de carácter catalanista de tendencia
conservadora. Su programa quedó fijado en las
Bases de Manresa, que defendía una
organización confederal de España y la
soberanía de Cataluña en política interior.
El impacto de la crisis del año 1898 fue decisivo
para la maduración y expansión social del
catalanismo. La convergencia de intereses entre
los sectores catalanistas favorables a la
intervención electoral y la burguesía industrial y
comercial, cada vez más alejada de los partidos
dinásticos y más próxima al regionalismo,
dereivó en la creación en 1901 de un nuevo
partido, la Lliga Regionalista (Francesc
Cambó):
La Lliga presentaba un programa político
conservador, centrado en la lucha contra
el corrupto e ineficaz sistema de
Restauración y a favor de un reformismo
político que le otorgase autonomía a
Cataluña.
11. El nacionalismo vasco
En el País Vasco, el fortalecimiento de una corriente de defensores
de la lengua y la cultura vascas (euskeros) surge como reacción a:
La abolición de los foros tras la última guerra carlista dio origen al
nacimiento de una corriente de reivindicaba la reintegración foral.
Por otro lado, el proceso industrializador favoreció una fuerte inmigración,
que supuso una ruptura de la sociedad tradicional vasca.
Sabino Arana, recogiendo la tradición foralista y éuscara, formuló los
principios originarios del nacionalismo vasco y fundó el Partido
Nacionalista Vasco (PNV. 1894). Su ideología se articulaba en torno a
los principios de:
La raza vasca.
Los foros.
La religión.
Su lema era “Dios y Leyes antiguas” y defendía la vieja sociedad
patriarcal desde una perspectiva antiliberal y tradicionalista, al mismo
tiempo que abogaba por la total reintegración de los foros.
En sus últimos años de vida, su discurso se fue moderando, para
impulsar la creación de un partido autonomista.
12. Galeguismo
La sociedad gallega, diferenciándose
de la catalana o de la vasca, seguía
siendo eminentemente rural.
Presentaba una débil burguesía
frente a una clases dominantes,
compuestas básicamente por una
vieja hidalguía y por la Iglesia.
El regionalismo fue más débil y tardío
en Galicia, a pesar de contar con una
sociedad mucho más homogénea y
con una población mayoritariamente
campesina en la que la lengua y las
tradiciones culturales estaban muy
arraigadas.
A mediados del siglo XIX, se inició
una corriente que dio lugar al
Rexurdimento; Esto significó el
redescubrimiento literario de la lengua
y de la cultura gallegas. Solamente
unas minorías cultas, insatisfechas
ante la situación del país,
comenzaron a responsabilizar a la
subordinación política de Galicia de
su atraso económico, que forzaba a
muchos gallegos a emigrar.
13. Este grupo, introduce en el pensamiento gallego el
historicismo, esto es, la convicción del carácter singular de
cada pueblo, que se manifiesta en una trayectoria histórica
propia e irrepetibles caracteres étnicos. Todo esto implicaba
que Galicia era un organismo colectivo que, por existir
objetivamente, tenía una derechos culturales, económicos y
políticos.
Fue durante la última etapa de la Restauración, cuando el
galeguismo fue adquiriendo un carácter más político, pero este
movimiento se mantuvo minoritario, a pesar del prestigio de
algunas de sus figuras (Manuel Murguía, Alfredo Brañas ou
Rosalía de Castro). Estos jóvenes recogían la herencia
ideológica de sus precursores y recuperan el discurso
galeguista, tratando de promover el resurgimiento literario del
gallego. Este provincialismo no será más que una corriente de
opinión en la prensa (El Clam o r de Galicia, Galicia: Re vista
Unive rsal de e ste Re ino , La Ilustració n Galle g a y Asturiana,
e tc. ) y en la intelectualidad gallega hasta la aparición del
14. Regionalismo (Rexionalismo):
Con el regionalismo, el galeguismo deja de estar
políticamente subordinado para adquirir un programa
y organización propia (social y políticamente).
En estos años pasa a tener tres corrientes distintas:
La liberal: heredera del provincialismo y encabezada por
Manuel Murguía, fundador de las primeras organizaciones
del galeguismo. Su programa reclamaba:
La autonomía política de Galicia.
La erradicación del caciquismo.
La cooficialidad del gallego.
La regaleguización del funcionariado y de la cultura del país.
Políticas superadoras del atraso económico y de la emigración.
La tradicionalista, dirigida por Alfredo Brañas.
La federalista, representada por Aureliano Xosé Pereira.
15. Valencianismo y andalucismo
Más débiles resultaron los movimientos
regionalistas valenciano y andaluz:
El valencianismo adquirió cierta importancia a
partir de la creación de Valencia Nova (1904) y
de la Juventut Valenciana (1908), primeros
pasos hacia la creación de un movimiento
político.
En Andalucía se empezó a forjar un regionalismo
andalucista alrededor del Ateneo de Sevilla, al
que Blas Infante le dio un fuerte impulso a partir
de 1910, pero no consiguió tener una influencia
política importante antes de la Guerra Civil.
17. El comienzo de la insurrección cubana y el éxito
experimentado por la misma a lo largo de 1895, tuvo como
consecuencia inmediata la sustitución de Sagasta por
Cánovas del Castillo. La tarea gubernamental quedó
concentrada de forma automática en la guerra de Cuba.
Cánovas envió a la isla al general Martínez Campos,
esperando que pudiese repetir la pacificación de los años
setenta (Paz de Zanjón 1878), pero éste se dio cuenta de que
la situación era diferente. Martínez Campos llegó a
recomendar una política de mayor dureza que él no se sentía
capaz de llevar a cabo. Así, en 1896 fue sustituido por
Valeriano Weyler quien llegó con un mayor contingente de
tropas españolas (superaba los 2000 soldados). Su llegada
supuso la transición de un género de guerra convencional a la
dureza de la lucha antiguerrillera. Lejos de acabar con la
insurrección cubana, el sistema empleado por Weyler provocó
una elevada mortandad entre la población civil y militar,
además de afectar seriamente a la economía cubana.
18. Tras el asesinato de Cánovas, el nuevo gobierno liberal
cambió de estrategia decantándose por la conciliación,
es decir, en 1897 se concedió a Cuba la Autonomía
(sufragio universal, igualdad de derechos, autonomía
arancelaria, con todo, estas medidas llegaron tarde y la
rama independentista cubana, apoyada por Estados
Unidos, se negó a aceptar el fin de la guerra. De este
modo, en 1898 España y Estados Unidos comenzaron
una guerra por el control de Cuba. El pretexto de entrada
de Estados Unidos en al Guerra fue el hundimiento (por
parte de España) de uno de sus buque de guerra, el
Maine, acorazado en el puerto de La Habana.
19. Paralelamente a la guerra cubana, también se
produjo la insurrección de Filipinas. La
presencia e intereses españoles en este
archipiélago eran menores que en las Antillas,
quedando limitado a la explotación de
recursos naturales y a su utilización como
punto comercial estratégico con China. El
principal dirigente del levantamiento sería
José Rizal.
20. En abril de 1898 los americanos intervinieron
en Cuba y Filipinas, y llevaron a cabo una
rápida guerra que acabó con la derrota de la
escuadra española en Cavite (Filipinas) y
Santiago de Cuba. En diciembre de 1897 se
firmó la Paz de París, por la que España
renunciaría a sus últimas colonias en Cuba,
Filipinas y Puerto Rico, que quedaban, a partir
de entonces, bajo la influencia
estadounidense.
22. La crisis colonial favoreció la aparición de movimientos que,
desde una óptica cultural o política, criticaron el sistema de
la Restauración y propugnaron la necesidad de una
regeneración y modernización de la política española,
destacando en este ámbito el pensamiento de Joaquín
Costa que hablaba de la necesidad de dejar atrás los mitos
de un pasado glorioso, modernizar la economía y la
sociedad y alfabetizar a la población (“escuela y despensa
y siete llaves al sepulcro del Cid”).
En el contexto interno el “Desastre do 98” abrió un debate
sobre las responsabilidades de la guerra, el revisionismo
político y el regeneracionismo nacional. Los escritores de la
“Generación del 98” produjeron una “literatura del
Desastre”, que era una autocrítica nacional. El 98 cerró una
etapa y abrió otra nueva para España.
23. Entre las consecuencias podemos subrayar:
Las pérdidas humanas, unos 60.000 soldados españoles
perdieron la vida. Los perjuicios psicológicos también
fueron importantes, los soldados volvieron heridos y fueron
pésimamente atendidos, muriendo de hambre, mutilados o
tarados por la guerra. A esto se le añade la
desmoralización de una país consciente de la propia
debilidad y de lo inútil del sacrificio.
El pueblo español vivió la derrota como un trauma nacional,
extendiéndose el sentimiento de inferioridad,
desmoralización e impotencia. La incertidumbre alcanzó
incluso a la prensa de la época, que llegó a temer un
ataque y posterior ocupación de las Islas Canarias.
Las perdidas materiales. La derrota supuso la pérdida de
los ingresos procedentes de las colonias, así como de los
mercados privilegiados que éstas suponían y de las
mercancías que, como el azúcar o el cacao o el café
deberían comprarse a precios internacionales de ahora en
24. La crisis política resultó inevitable. El desastre político afectó a
ambos partidos, pero sobre todo al Liberal, a Sagasta, a quien le
tocó firmar la derrota.
Consecuencia inmediata fue la pérdida de prestigio y el final de la
primera generación de dirigentes de la Restauración, que debía
ceder el terreno a los nuevos líderes “regeneracionistas”, como
Francisco Silvela y Antonio Maura en el Partido Conservador, y
Segismundo Moret, Eugenio Montero Ríos, y José Canalejas en el
Partido Liberal.
Tras el gobierno liberal de Sagasta, se inició una política reformista
de manos de Silvela, basada en:
Diversos proyectos de descentralización administrativa.
El impulso de una política impositiva que aumentaba los tributos sobre los
productos de primera necesidad y creaba otros nuevos para hacer frente a
las deudas contraídas en la guerra.
El espíritu regeneracionista duraría poco, ya que estas cargas fiscales
acabarían provocando la huelga de los contribuyentes y,
consecuentemente, la dimisión de los ministros más renovadores,
conscientes de la dificultad de continuar la reforma. Las promesas de
regeneración apenas tenían incidencia em la vida política del país, que
25. Fue también muy grave el desprestigio militar,
derivado de la dureza de la derrota. Aunque la
responsabilidad era más política que militar, el Ejército
saldrá muy dañado en su imagen. La mentalidad militar
se inclinará hacia posturas más autoritarias a la vuelta
a su intervencionismo en la vida política española.
Frente al fracaso del nacionalismo español, crecerán
con fuerza en el siglo XX los nacionalismos catalán
(Lliga Rexionalista desde 1901) y vasco (PNV) y, en
menor medida, el gallego, andaluz y valenciano
(Valencia Nova).
En el aspecto intelectual y literario, el desastre
colonial influyó el desarrollo del “Regeneracionismo”,
así como en las amargas y pesimistas reflexiones de
los autores de la Generación del 98.
26. En conclusión, la crisis del 98 expuso la
necesidad de importantes cambios:
Conocer y mejorar las condiciones de vida del
pueblo (la “España real”).
Modernizar la sociedad y la economía.
Reformar el sistema político.
Recuperar el prestigio perdido en el 98.