1. En este texto del reconocido autor Humberto Maturana titulado “Emociones y
Lenguaje en Educación y Política”, encontramos un fragmento bastante interesante en el
cual dicho autor hace aportes significativos acerca de una de las enfermedades de los
sistemas sociales que, independientemente del país, siempre es y será un tema
primordial para el mismo, y es el tema relacionado con la educación y el aprendizaje,
pues de allí parten los principios de convivencia y desarrollo humano.
Así pues comienza por plantear una definición de “el educar” que en mi opinión
es muy asertiva, y mas allá de eso, que deja una reflexión en todos nosotros, ya que
podemos ahora saber que la educación no tiene tiempo ni lugar determinado, al
contrario, el educar se da en nuestras vidas desde el mismo momento en que nacemos
hasta que dejamos de existir, lo cual nos sumerge en un proceso basado
fundamentalmente en la convivencia, a través de la cual nos vamos transformando de
manera espontánea. Lo mencionado anteriormente nos permite sustentar la premisa de
que si bien la educación es un proceso que se da a lo largo de nuestra vida, una de las
etapas que podría marcarla es la infancia, ya que en ella el niño recibe su primera
educación, y en la cual tiene casi todo el peso la familia, por consiguiente esta debe
ocuparse de direccionar al niño a que se respete y acepte a sí mismo, como única forma
de poder aceptar y respetar al otro, así como también de generar continuamente espacios
de convivencia que originen alegría y libertad responsable, lo que sentará las bases para
su formación como ciudadano en una sociedad determinada. De cómo convivan los
niños dependerá la clase de adulto que llegarán a ser.
Muchos de nosotros creemos que nuestros actos no tienen ningún tipo de
repercusiones, sin embargo, lo que no sabemos es que la forma de vida de cada
individuo condiciona su educación, y a la vez, en ese convivir estamos educando a
otros. Se puede crecer de una manera o de otra, según el espacio de convivencia en que
se viva, por tal razón lo ideal sería que dicho ámbito fuese el más adecuado para que
nuestros niños se desarrollen como adultos que llegarán o no, en el futuro, a repetir el
mismo ciclo de sus padres. En este sentido ya no diríamos que nuestros niños son el
futuro de nuestro mundo, si no que los adultos somos el futuro de nuestros niños.
Maturana se hace y nos hace una pregunta bastante interesante, ¿Qué mundo
queremos?, y cuando me senté a reflexionar acerca de esta pregunta se me vinieron
2. tantas cosas aceleradamente a la mente que, al darme cuenta de todo lo que debo
comenzar a cambiar, cuestione muchos de mis actos y me plantee posibles mejoras,
pues creo que el cambio comienza en cada uno de nosotros. Y por supuesto, también
quiero y sueño con un mundo como el que plantea el autor, pues comparto su punto de
vista ya que muchos de los problemas que ataca actualmente a la sociedad son producto
de que no se fomentan los valores; y más allá de querer generar cambios, debemos
comenzar a actuar. El mundo que quiero es uno donde no se miren las diferencias de
razas, de culturas, de idiomas, etc., más bien que aprendamos que todos tenemos
diferencias individuales pero no nos olvidemos que algo nos une y es el hecho de ser
seres humanos, y por esa sencilla razón nos merecemos el respeto y la aceptación de los
demás. Ahora bien, ¿cómo podemos pretender imponerle a un niño que acepte y respete
a los demás si no lo incentivamos a que su autoestima crezca al valorar sus avances y su
misma forma de ser, pensar y sentir? Actualmente podemos observar en cualquier
espacio de convivencia, bien sea en la familia, la escuela, la comunidad, que nos hemos
acostumbrado a clasificar a las niños con calificativos como buenos o malos,
inteligentes o tontos, y hasta haciéndoles sentir que si se equivocan no existe forma de
rectificar, si no que más bien se les castiga y se les juzga. Y ¿creen ustedes que esto
apoya la búsqueda de un mundo mejor?, claro que no, a mi parecer si enseñamos a
nuestros niños a que dependan de lo que pensamos de ellos solo estamos
desvalorizándolos y bloqueando la posibilidad de que cada quien se cree un criterio de
sí mismo, es por esto que vemos tanta envidia y desprecio en la sociedad, pues estos
niños solo se mantendrán en la búsqueda de algo que no son ni podrán ser y entonces
vivirán frustrados, e igual de frustrado estará un niño que no sea capaz de vivir sus
errores y aceptarlos como parte de la convivencia.
Tal vez esto suene fácil y lograr ponerlo en práctica sea un poco difícil, pero la
manera más sencilla de fomentar una educación basada en el respeto y la aceptación de
sí mismo y de los demás, es que los padres, conjuntamente con los educadores y los
que nos estamos formando para ser educadores, nos manejemos con nuestros niños
sobre la base del auto respeto y auto amor, pues como mencioné anteriormente: no se
puede dar lo que no se tiene.
No obstante, esta búsqueda de fomentar valores positivos en el ser humano como
el respeto y la aceptación de si mismo, base fundamental para una educación de
3. calidad, va aunada al refuerzo de otros valores tales como responsabilidad, solidaridad,
tolerancia, que deben inculcársele tanto a niños como a adolescentes, pues mientras más
valores se le inculquen más fructosa será su educación. Y aunque muchos trabajen en
esta llamada educación en valores, otros mientras tanto tienden a hacer confusa la
situación para nuestros niños y adolescentes, ya que se han encargado de resaltar valores
negativos y los toman como forma de vida, que lejos de educar, confunden. Con
respecto a esto, considero que los valores deben ser vividos en todo instante en el
proceso educativo y no enseñados como nociones abstractas, pues los valores están
relacionados con el dominio de las emociones y sobre todo con el dominio del amor que
es la emoción que hace posible la convivencia social.
Otro de los factores negativos por los que puede verse afectada la educación es
esa llamada competencia no sana que se inculca diariamente en todos los espacios
educacionales. Existen dos tipos de competencia: la sana y la no-sana. La primera de
ellas por supuesto al acompañarla de la palabra “sana” ya podríamos hacernos una idea
de lo que representa, es esa clase de competencia que incentiva al niño a superarse día a
día a sí mismo y no a superarse con respecto a los demás, es crearle al niño la
motivación de que puede hacerlo cada vez mejor y así trabajar en función de su
progreso y desarrollo integral. Sin embargo, no es ésta en la que la educación se
fundamente actualmente en su gran mayoría, y un ejemplo claro de la competencia no-
sana la observamos cuando los padres tienen favoritismo o hacen comparaciones entre
sus hijos, entonces aquí se crea una convivencia en la que el niño no se acepta como es
si no que busca ser como los demás para poder sentirse aceptado. Es por esta razón que
debemos prestar atención, fomentar y guiar a los niños en su crecimiento como seres
humanos responsables social y ecológicamente, conscientes de que se respetan a sí
mismos y a los demás, los cuales tienen virtudes que deben saber aprovecharse y
debilidades que deben trabajarse de la mejor manera sin tener necesidad de crear
competencia.
Ahora bien, ¿Cómo puede un niño tener amor por sí mismo y por los que le
rodean si no siente amor por su medio natural de convivencia? Para que un niño pueda
tener amor por algo primero debe conocerlo muy bien, de esta forma se creará un
sentido de pertenencia y de identificación, por consiguiente la educación debe llevar al
niño a que conozca, acepte, respete y se preocupe por cuidar también a su medio
4. natural. A través de esto se logrará el bienestar humano. Si bien es cierto que el agua, el
viento, los peces, la madera, entre otros son los que conocemos como recursos
naturales, para Maturana esta expresión “recurso natural” debe acabarse, con lo cual
estoy totalmente de acuerdo puesto que sabemos que la mano del hombre es el principal
causante de todos los desastres naturales, éste a su conveniencia ha ido cambiando el
medio ambiente sin importarle si interrumpe o no los procesos de la naturaleza. Y se ha
ocupado más del progreso tecnológico olvidando que hay un mundo que ofrece mucha
más armonía y belleza, el mundo natural.
Acciones como arrancarle una hojita a una flor, o echar cualquier desperdicio en
nuestras playas y ríos reflejan que no tenemos ese sentimiento de pertenencia inculcado,
muchas veces lo vemos como algo pequeño, pero si unimos a todos los que lo hacen
podremos darnos cuenta las múltiples consecuencias que esto genera para el planeta. La
familia debe llevar a sus niños desde el momento en que nacen a que conozcan el
mundo que les rodea y que aprendan a sentirlo suyo, sin pretender dominarlo. Y en las
instituciones educativas las asignaturas como Geografía e Historia, tanto la del mundo
como la del respectivo país, deberían ser asignaturas primordiales que no solo se basen
en conocimientos si no que también inculquen a niños y adolescentes a amar y respetar
a su medio ambiente y no abusar de él ni destruirlo. Al fin y al cabo dependemos de
nuestro medio ambiente para la respiración, alimentación, y millones de necesidades
vitales para la sociedad. Es cierto que la naturaleza tiene muchas cosas que debemos
tomar de ella para sobrevivir, pero debemos aprender a de alguna u otra forma tomarlo
como favores que ella nos hace y no caer en el abuso.
Nuestra responsabilidad como adultos es generar un espacio de convivencia
donde los niños, las niñas, y los jóvenes lleguen a transformarse en personas adultas que
puedan colaborar desde su autonomía-reflexiva y de hacer sin miedo a desaparecer,
porque se aman y respetan a sí mismos y porque los mayores los aman y respetan. La
convivencia en el mutuo respeto es el único espacio que hace posible aprender a vivir y
convivir de manera socialmente responsable. La tarea de educar nos corresponde a
todos nosotros, a todos los mayores con quienes los niños, niñas y jóvenes conviven,
pues somos vistos por ellos de manera consciente o inconsciente como modelos de un
vivir y convivir que ellos podrían escoger o rechazar, y es tarea de todos los que
queremos un convivir ético en la colaboración, en el mutuo respeto, guiarlos para que
5. puedan querer escoger ese convivir, conviviendo con ellos en la colaboración, en el
mutuo respeto del convivir ético, en el amar. En otras palabras, siempre aprender a dar
lo que esperamos recibir.