Los primeros cristianos no se distinguían de los demás en su vestimenta, ciudadanía u otras insignias. Cada uno mantenía su posición social original, como esclavo o no, y aunque su vida adquiría una dimensión espiritual, no perdían su condición. Los cristianos asimilaban los valores positivos de la cultura pagana sin aislarse, viviendo en ciudades griegas o extranjeras y adaptándose a las costumbres locales.