1. La sociedad civil
Para Jürgen Habermas, la sociedad civil tiene dos componentes principales: por un lado, el conjunto de
instituciones que definen y defienden los derechos individuales, políticos y sociales de los ciudadanos y
que propician su libre asociación, la posibilidad de defenderse de la acción estratégica del poder y del
mercado y la viabilidad de la intervención ciudadana en la operación misma del sistema; por otra parte
estaría el conjunto de movimientos sociales que continuamente plantean nuevos principios y valores,
nuevas demandas sociales, así como vigilar la aplicación efectiva de los derechos ya otorgados. Así, la
sociedad civil contiene un elemento institucional definido básicamente por la estructura de derechos de
los estados de bienestar contemporáneos, y un elemento activo, transformador, constituido por los
nuevos movimientos sociales.
Para Tocqueville, el cambio social es el resultado de la aspiración a la igualdad de los hombres. [4]
Para él, si la humanidad debe elegir entre la libertad y la igualdad, siempre decidirá en favor de la
segunda, incluso a costa de alguna coacción, siempre y cuando el poder público proporcione el mínimo
nivel necesario de vida y seguridad.
Sin embargo, al examinar la obra de Tocqueville La Democracia en América la libertad en las sociedades
democráticas es un bien superior que debe sobreponerse a la igualdad, ya que a pesar de que la igualdad
sea un rasgo común en la historia de la humanidad no significa que sea buena, pues la igualdad tiene
connotaciones morales que inciden en la relación entre los ciudadanos y el Estado.
Al situarse las personas en condiciones sociales iguales, los lazos de unión que tenían en otras épocas
desaparecen generando en el ciudadano una idea de desprendimiento de cualquier clase de relación con
sus semejantes. En cuanto a la relación con el Estado, se toman estas ideas para perpetuarse, al presentar
como moralmente bueno el ciudadano que vive aislado del otro y del Estado, es decir el tipo de estado
déspota al cual Toqueville referencia en su obra respecto a las debilidades en las que podría caer un
Estado democrático.
La libertad política, en contraste, es un bien que se debe seguir a todo momento en las sociedades
democráticas, aunque sus efectos sean a largo plazo y no beneficien a toda la gente son necesarios para
mostrarle al ciudadano que vive con otras personas, que necesita de ellas para vivir y que requiere del
Estado para desarrollarse como ciudadano y como miembro de la sociedad. De este modo, la libertad
política acaba con alguna posibilidad de engendrar despotismo en la sociedad democrática.
La cuestión sigue siendo de actualidad, es la adecuación entre esta doble reivindicación de libertad e
igualdad: "las naciones hoy en día no saben hacer que en su seno las condiciones no sean iguales, pero
depende de ellos que la igualdad lleve a la servidumbre o a la libertad, a las luces o a la
barbarie, a la prosperidad o a la miseria."