El documento describe la transición del arte clásico al arte paleocristiano y bizantino después de la caída del Imperio Romano. El arte paleocristiano se desarrolló en las catacumbas romanas y las primeras basílicas, utilizando símbolos como el pez, el cordero y el buen pastor. El arte bizantino floreció en el Imperio Bizantino y produjo obras maestras arquitectónicas como Santa Sofía y mosaicos religiosos que adornaban iglesias en Constantinopla y Rávena