1. El barón de Grogzwig
Anna Badia
Charles Dickens (1812-1870) fue el protagonista del último Club de Lectura de la Universidad
Abat Oliba. Propuesto como eje central de la sesión por la estudiante Lourdes Pou, este
escritor del siglo XIX hizo surgir un intenso debate entre los integrantes en varios momentos
de la quedada. Pese a que Dickens es mundialmente conocido por novelas como Oliver Twist
(1839), David Copperfield (1850) y Cuento de Navidad (1843), sus obras menores y relatos
cortos no deberían ser olvidados.
El barón de Grogzwig es uno de estos cuentos breves que permiten, debido a su corta
extensión, saborear de forma concentrada todo el talento de Dickens. Narra la historia de un
rico barón de la Alemania del siglo XIX que vivía en un enorme castillo plagado de lujos y
seguidores. La razón de su existencia giraba en torno a dos ejes: la caza y las fiestas.
Pese a gozar de una vida inundada por lujos y caprichos, el barón nunca se conformaba,
siempre buscaba nuevas experiencias y aborrecía la rutina con facilidad. Fue por este motivo
que, ante una veintena de sus incondicionales, anunció repentinamente que se casaba. Esta
decisión, sin embargo, no fue tan acertada como el ambicioso barón esperaba. Casarse implicó
sustituir los colegas, la fiesta y la caza por obligaciones y una docena de hijos, que provocaron
que su fortuna empezara a adelgazar desenfrenadamente.
Pasados los años y agobiado por el giro que había tomado su vida, el barón decidió de repente,
como si fuera una revelación, que su mejor opción era suicidarse. Con este propósito, afiló
concienzudamente su viejo cuchillo de caza, y se dispuso a beber su última copa de vino y
fumar su última pipa en serena soledad. De entre el silencio, sin embargo, surgió una voz y una
extraña figura: el genio de la desesperación y el suicidio.
El ser invitó al barón a poner fin inmediatamente a su vida, persuadiéndolo. Pero, para su
sorpresa, de repente algo cambió en el barón, que finalmente descartó la idea del suicidio y
decidió enfrentarse a la vida que había construido y mejorarla en todos los sentidos. “Si alguna
vez se sienten tristes y melancólicos, contemplen los dos lados del asunto y pongan un cristal
de aumento sobre el mejor, y si todavía se sienten tentados a irse sin permiso, primero fumen
una gran pipa y beban una botella entera”, concluye Dickens este breve relato.
El genio de la desesperación y el suicidio centró el debate entre los integrantes de la primera
edición del Club de Lectura del curso 2011-2012. Fue interpretado por algunos como un simple
personaje fantástico, mientras que otros apostaron por una visión metafórica del ser,
concibiéndolo como la plasmación de un debate interior del barón o como el mismísimo
diablo, una fuerza maligna trascendente que trata de obligarle a elegir el camino equivocado.
Sin embargo, esta teoría fue descartada alegando la facilidad con la que el barón logra vencer
a este supuesto diablo.
La resiliencia –capacidad de afrontar las adversidades saliendo fortalecido- ocupó un papel
principal en la quedada, identificándola como virtud del barón que, pese a sentirse
desgraciado, consigue sobreponerse y ver la vida desde una nueva y mejorada perspectiva. Sin
embargo, los participantes coincidieron en señalar que los motivos que empujan al barón a
suicidarse son frívolos y superficiales, y las motivaciones que le permiten volver a apreciar la
vida no se basan en aspectos trascendentales ni persiguen un bien superior –hecho con el que
Dickens quizá quería reflejar la superficialidad que irremediablemente caracterizaba la
aristocracia. El cuento no es más una simple pero deliciosa apología del optimismo.