Textos t. 4 La formación y expansión de los reinos peninsulares
1. Textos t. IV. FORMACIÓN Y EXPANSIÓN DE LOS REINOS
PENINSULARES.
1.
Alqama entró en Asturias con un ejército de 187.000 soldados. Pelayo estaba con
sus compañeros en la montaña de Auseva, y el ejército de Alqama llegó hasta él. Pelayo
dijo: “Cristo es nuestra esperanza, que por este montículo que ves sea España salvada y
vengado el ejército de los godos. Tenemos por abogado cerca del Padre nuestro Señor
Jesucristo, que puede liberarnos de estos paganos”.
Alqama mandó entonces comenzar el combate a los soldados y los soldados
tomaron las armas. Pero de repente se mostraron las magnificencias del Señor. Las
piedras que salían de las catapultas y llegaban a la casa de la Virgen María se volvían
contra quienes las tiraban y mataban a los caldeos. Y como que a Dios no le hacen falta
lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los caldeos emprendieron la
fuga.
Crónica de Alfonso III.
2.
En tiempos de Anbasa ben Suhaim al Qalbi, se alzó en tierras de Galicia un asno
salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos, en Al – Andalus, a
defender contra los musulmanes las tierras que aún estaban en su poder, cosa que no
había esperado conseguir. Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándolos a
emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a la tierra de los francos y habían
conquistado Pamplona. En Galicia no había quedado sino la roca donde se refugió el
llamado rey Pelayo con trescientos hombres. Los soldados no pararon de atacarlo hasta
que sus soldados se murieron de hambre y no quedaron en su compañía más de treinta
hombres y diez mujeres. Y no tenían para comer más que la miel que tomaban de las
abejas en las aberturas de las rocas. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa,
y al fin y al cabo los despreciaron diciendo: “ Treinta salvajes, ¿qué mal pueden
hacernos?”.
Al-Maqqari, Kitabb Nafh al Tib.
3.
Yo, Alfonso, concedo esta carta a vosotros cristianos mozárabes, a los cuales yo
saqué del poder de los sarracenos y conduje a tierras cristianas. Me complace, porque
abandonasteis vuestras casas y vuestras propiedades y vinisteis a poblar mis tierras,
concederos buenos fueros en toda mi tierra, que seáis libres y francos vosotros y vuestros
hijos, en todo cuanto podáis poblar y trabajar en las villas y términos que yo os daré.
Carta puebla concedida por Alfonso I.