1. Arzobispado de Arequipa
Domingo 31
de enero
del 2016
FE Y RESPONSABILIDAD SOCIAL
Ha causado gran conmoción la reciente muerte
de la niña Reyna Milagros, de seis años de edad,
ahogada en una piscina pública en la que
participaba en clases de natación. Esta noticia,
unida a otras muertes por accidentes de tránsito
ocurridas los últimos días, han ocasionado, una
vez más, que el verano se tiña de luto para
numerosas familias y para quienes todavía
somos sensibles al sufrimiento ajeno. Pienso en
los familiares, especialmente la madre, de
Reyna María y de los demás fallecidos y, además
de expresarles mis condolencias y asegurarles
mis oraciones, quisiera que estos lamentables
sucesos nos lleven a todos a reflexionar sobre la
importancia de cuidar la propia vida y la de
nuestro prójimo. Dios quiere que todos los
hombres constituyamos una sola familia y nos
tratemos como hermanos. Como hace un tiempo
lo dijo san Juan Pablo II, y últimamente nos lo
recuerda con insistencia el Papa Francisco, en
cierto modo todos somos responsables de todos
y cada uno de nosotros está llamado a ser
custodio de los demás. De hecho, los hombres
sólo podemos encontrar nuestra propia plenitud
en la entrega y servicio a los demás,
especialmente a aquellos con quienes
compartimoslavidaensociedad.
Lamentablemente, el individualismo que afecta
al hombre posmoderno ha dado lugar a que
muchas personas menosprecien las leyes y no
cumplan con sus deberes sociales. No pocos
están habituados a violar las normas de la vida
social, como por ejemplo las reglas de tránsito o
las de seguridad en el trabajo, sin importarles
dañar o poner en peligro la vida propia y del
prójimo. Es lo que sucede con la informalidad,
que en sus diversas manifestaciones es uno de
los mayores problemas del Perú. La
informalidad no es algo intrascendente sino que
acarrea consecuencias que pueden llegar a ser
irreparables, como las que ahora estamos
recordando y lamentando. Siempre hay alguien
que paga las consecuencias de la informalidad y,
en definitiva, ésta daña a la sociedad en su
conjunto. De ahí la urgencia de que todos los
hombres y mujeres de buena voluntad,
especialmente los cristianos, ejerzamos y
promovamoslasvirtudespersonalesysociales.
Como hace cincuenta años lo dijo el concilio
Vaticano II: “Se equivocan los cristianos que,
pretextando que no tenemos aquí ciudad
permanente, pues buscamos la futura,
consideran que pueden descuidar sus
responsabilidades temporales, sin darse cuenta
de que la propia fe es un motivo que los obliga al
más perfecto cumplimiento de todas ellas…El
divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos
debe ser considerado como uno de los más
graves errores de nuestra época” (GS, 43). En
particular, los católicos tenemos la misión de
cristianizar el mundo y hacer presente el amor de
Dios en medio de la sociedad en la que vivimos.
Dios no nos trata de un modo informal. Él se ha
hecho hombre y ha dado su vida por nosotros.
Nos respeta, nos ama y nos cuida con suma
delicadeza. Movidos por el amor que Él nos
tiene y con la fuerza de su Espíritu Santo,
también nosotros podemos amarlo a Él sobre
todas las cosas y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos, llevando una vida responsable
y evitando que nuestros actos traigan
consecuencias lamentables para terceros o para
nosotros mismosynuestrasfamilias.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa
LA ColumnA
De Mons. Javier Del Río Alba