El hijo más joven le pidió a su padre su parte de la herencia y se fue a vivir a un país lejano, donde gastó todo el dinero en fiestas hasta quedarse sin nada. Forzado a alimentar cerdos, el hijo regresó arrepentido a casa de su padre, quien lo recibió con alegría y organizó una fiesta para celebrar su regreso. El hermano mayor se enojó por la fiesta, pero el padre explicó que debían celebrar porque el hijo perdido había vuelto.